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Tributo al Concorde


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Sí, sabemos muy bien que la economía es el punto de partida de cualquier proyecto de envergadura, y un avión comercial es, como su propio nombre indica, un elemento de comercio, y que debe dar unos claros beneficios. Por eso, argumentan muchos, el Concorde no fue el éxito que debía haber sido; por su falta de capacidad comercial.

 

Bien. Si aplicamos esta misma regla al Wright Flyer, el primer avión que voló de forma controlada, deberíamos haber dejado el invento, ya que desde luego no era en absoluto comercial, ni nadie creía que fuera a serlo excepto cuatro locos. De la misma forma, podíamos haber dejado de lado el coche a motor, ya que el primer modelo era extremadamente más lento que un coche a caballos. O haber dejado el teléfono, ya que, para qué va a ser necesario si existe el código morse. Y así podríamos seguir indefinidamente.

 

La causa del fracaso del Concorde tiene dos vertientes principales: por un lado, fue un proyecto franco-británico muy adelantado a su tiempo. Si bien es cierto que la Unión Soviética construyó y voló un avión similar, el Tupolev TU144, éste era mucho más modesto en prestaciones y capacidades, y finalmente el proyecto quedó completamente varado. Por otro lado, el proyecto de Boeing no llegó a ver la luz y esta compañía decidió cambiar su estrategia del concepto pocos y rápido al de muchos y lento, cuyo exponente natural es el tantos años exitoso Boeing B747, el Jumbo.

 

La segunda razón es bastante más oscura, y se basó en una campaña mediática brutal por parte de Estados Unidos para desprestigiar al Concorde, usando como argumento su velocidad supersónica, cuyo estallido sónico produce daños en tierra, allá donde se refleja la onda expansiva, similar a la de un trueno producida por un rayo en su expansión. También se buscó un argumento basado en el gran ruido de sus motores. Vamos a desmontar estos argumentos muy rápidamente y con facilidad.

 

Con respecto al argumento de la velocidad supersónica, que obligó a que el avión sólo volase a Mach 2 en el mar, se pueden indicar los miles de vuelos diarios supersónicos que los cazas americanos realizan sobre cualquier territorio americano y en cualquier circunstancia, hecho que además se viene repitiendo desde finales de los años cincuenta, y con el agravante de que el propio gobierno americano repartiese por los pueblos donde se hacían estos vuelos carteles con el lema "el nuevo sonido de Ámerica", invitando a la población a que dejase de lado las molestias por el bien de la salvación nacional. Evidentemente, los cazas además vuelan a esas velocidades a alturas medias y bajas, cuando el Concorde lo hace a 18.000 metros, lo cual marca una importantísima diferencia.

 

El segundo argumento, el del ruído, es incluso peor que el primero. Se demostró sobradamente que gran cantidad de la flota de aviones comerciales y de transporte americanos producían una intensidad sonora notablemente mayor que la del Concorde, a pesar de que éste incorporase turborreactores muy potentes para el vuelo supersónico, que habían sido diseñados precisamente con el cuidado necesario para reducir las emisiones acústicas que también desagradan en Europa y en el resto del mundo.

 

La realidad era que Estados Unidos veía entonces, como ve ahora con los Airbus, un peligro de pérdida de poder y prestigio, ante un avión que, si bien era el primero, podía ser el precursor de un nuevo tipo de transporte que revolucionase el mundo aéreo civil. Ciertamente el número de pasajeros y carga útil del Concorde es muy pequeño y obliga a un coste por billete muy alto, coste que se eleva más por el alto mantenimiento del avión, al ser tan revolucionario, delicado, y complejo. Pero como comentábamos antes, el primero de una nueva raza marca el camino, no es el camino.

 

Lo cierto es que el Concorde vio cómo se iban recortando sus alas. Las compañias que habían solicitados pedidos fueron poco a poco retirándose, y las rutas aéreas que se cubrían en los primeros meses fueron menguando, hasta llegar a los tradicionales y clásicos vuelos Paris New York, operados por Air France, y Londres New York, operados por British Airways, compañías de los dos países implicados en el desarrollo del avión. New York fue el único estado que permitió el vuelo de estos aviones, incluso cuando su gobernador insistió en el interés que tenía para la ciudad y el Estado de New York la llegada de pasajeros en menos de cuatro horas desde el continente europeo.

 

El accidente ocurrido en el 2000, junto con la gravísima crisis internacional que ha afectado de forma muy dura al mundo del transporte civil, han condenado a este pájaro increíble a convertirse en pieza de museo. Un accidente el del 2000, provocado por una pieza suelta de un DC10 y que impactó contra el motor del Concorde provocando un incendio y su posterior accidente. Tras esta tragedia, se creó un nuevo tipo de compuesto para el tren de aterrizaje extremadamente seguro y aplicable a otros aviones, que había aumentado aún más la seguridad de un avión que ha sido criticado por sus incidentes, pero que ha tenido un rendimiento muy superior a otros muchos aviones comerciales.

 

Ahora se plantea la cuestión: los abuelos hablaban de velocidades altas en los años treinta, los padres de velocidades superiores en los cincuenta, ahora hablamos de Mach 2 con el concorde, y los que vengan tras nosotros... Hablarán otra vez de velocidades subsónicas. Habremos dado un paso atrás, y con la retirada del Concorde el mundo del transporte civil habrá retrocedido cuarenta años en lo que a velocidad se refiere.

 

Pero no todo está perdido. El proyecto de Boeing de un avión transónico, el Sonic Cruiser, ha sido descartado, y fue ante todo una cortina para el nuevo Boeing 7E7, pero se cree que cuando la estabilidad vuelva a los mercados, empezarán a surgir proyectos de aviones supersónicos diseñados con la tecnología del siglo XXI, que permitirá construir modelos extremadamente más avanzados que el Concorde, que al fin y al cabo es un avión de los sesenta y que está anticuado como es natural. Estos nuevos e hipotéticos aviones permitirán en algunos casos velocidades hipersónicas, volando casi en la frontera del espacio, reduciendo mucho más las horas del vuelo y convirtiéndolos casi en saltos entre continentes. Estará por ver si algo es así, pero muchos especialistas argumentan ya que con la tecnología actual un avión de transporte civil supersónico y rentable es perfectamente posible. Las nuevas técnicas y diseños lo permiten, así como todo el conocimiento aportado por el propio Concorde. Será cuestión de tiempo comprobar si nos quedamos en el siglo XX unas cuantas décadas más, o entramos en el siglo XXI de una vez por todas.


Puedes obtener información en estas dos interesantes páginas: Concorde 1 y Concorde 2

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