Jump to content

Modelos de negocio en Aviación Civil para el siglo XXI


Guest

Aunque vamos a hablar del mundo de la aeronáutica en general, nos vamos a centrar en el modelo de negocio de las compañías aéreas de transporte civil. También veremos cómo sobreviven otros sectores implicados, pero queremos dar una visión general de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor con un tipo de empresa que requiere de un personal especializado y de unos recursos muy concretos y que deben ser gestionados por verdaderos especialistas.Ha llegado el siglo XXI.Muchos dirán que sí. Que ha llegado el momento de sacar la naftalina de los viejos aviones, de borrar de un plumazo todo aquello que sea una gloria del pasado, que hay que olvidar los alegres tiempos de la época dorada de la aviación, y que son los viejos libros de historia los que en todo caso han de hablar de aquellos tiempos que se fueron. Toca ser prácticos, dinámicos, y estar en la onda de los movimientos constantes de una industria que se transforma a gran velocidad. Ahora toca invertir. Ahora toca ser conciso, disponer de un MBA de alguna entidad de prestigio, enfundarse en un caro traje de seis mil euros, y salir a convertir la aviación en lo que le toca en este siglo XXI: el negocio del transporte aéreo moderno, capaz, eficaz, barato, y de masas. Competir duramente recortando al máximo los costes, y olvidarse de que aquellos años de las compañías de bandera que casi eran símbolos de sus países son cosa del pasado. Costes y beneficios. Eso es lo que importa.Bien, de acuerdo, dejemos paso al progreso económico. Olvidémonos del romanticismo. Olvidemos todo el pasado de la historia aeronáutica, que actualmente no conlleva ningún beneficio para el negocio. Convirtamos pues los festivales aéreos, los pocos que hay, en reuniones de hombres de negocios. Saquemos al populacho de los festivales, de los eventos, de las exhibiciones. Apartemos al vulgo del negocio. Transformemos la aviación en una máquina de hacer dinero. Mejor todavía: enseñemos a las nuevas generaciones que deben obviar todo ese romanticismo barato y pasado de moda que no produce dividendos, y centremos su atención en los aspectos macroeconómicos, en los nuevos modelos de inversión, en las habilidades para superar a la competencia, y en la capacidad para reducir los costes casi hasta el infinito mientras se generan los mayores beneficios para la siempre imponente y casi endiosada junta de accionistas y los inversores. Que son los que, al fin y al cabo “nos dan de comer”. ¿Para qué existe una empresa? Para la obtención de beneficios. Este es el principio de gran cantidad de empresas en la actualidad, principio que es la base y el leiv motiv de sus actuaciones, y por supuesto la industria aeronáutica también. El slogan suele terminar en frases como “no somos hermanitas de la caridad”, o su acepción moderna, “nosotros no somos una ONG”.Estos son los argumentos. Estos son los principios. Inversión básica para beneficios máximos. Beneficios a cargo de minimizar costes. Centralización de objetivos en aspectos económicos y financieros, obviando otros aspectos que quedan como secundarios. Competitividad máxima rozando los límites legales. Y eliminación de cualquier tipo de coste que no esté implícitamente relacionado con los objetivos marcados por la junta de accionistas.Es estupendo. Hemos dejado atrás cualquier idea romántica y hemos convertido la empresa en una máquina de hacer dinero. Con la brutal competencia actual ¿se podría pensar de otra forma? No, por supuesto que no. Cualquier desvío supone entrar en pérdidas. La concentración sobre los valores financieros que rigen la actividad económica de la industria aeronáutica, son el principio y el fin de su actividad. Todo lo demás es secundario, y sacrificable. Por supuesto, se incluye todo, y también el personal así como el servicio y, naturalmente, el usuario del medio.En el actual contexto de crisis y precios altos del petróleo, estas ideas quedan todavía más reforzadas. Parece absurdo pensar en otra cosa que no sea la subsistencia, eliminando todo aquello que sea accesorio, y concentrando todo el esfuerzo en mantener los costes por debajo de los beneficios. Sería una locura hablar de romanticismo. ¿Quién va a ser tan osado, o tan loco, como para hablar de romanticismo o de innovación o de cualquier otro aspecto no relacionado con el mantenimiento de los beneficios en una época de crisis? ¿No es cierto?Sobre cimientos sólidos y espacios vacíos.Pues claro que no es cierto. Esta situación es tan ingenua, que casi parece infantil. Es curioso observar que cada crisis y cada transformación parece siempre la primera, como si nunca antes en la historia de la humanidad hubiese habido otras. Tendemos a pensar que un empresario es alguien que lo tiene todo controlado, pero es un ser humano. En muchas ocasiones, es además un ser que vive en un contexto propio y ajeno a muchas realidades sobre aspectos básicos de las reglas del negocio que gestiona. En general, la tendencia se basa en el axioma “mi postura es la correcta, la de los demás la equivocada” sin ningún otro análisis, sin autocrítica, pero sí con mucha autocomplacencia.Los planteamientos antes indicados sobre el modelo de pensamiento en épocas de crisis, que suponen el riesgo mínimo y el control máximo, son clásicos, los hemos visto de forma recurrente en muchos empresarios y a lo largo de la historia, y sin duda los hemos visto en tiempos de crisis repetidas veces. La fórmula clásica que recurre a centrar todos los problemas en aspectos económicos y financieros son los propios de empresas ancladas en modelos decimonónicos y en directivos cuya formación se basa en disponer de informes económicos y análisis de mercados y de la bolsa con interminables listas y cálculos, con listados impresionantes que tienen como objetivo buscar soluciones y mejorar la competitividad en base a números. Se olvida que el número es la base del progreso, no el fin, y que la información no sirve de nada si no se contextualiza y se interpreta de forma correcta. Existen muy buenos análisis financieros, pero existen muy pocas personas que sepan interpretarlos correctamente.Lo primero que hay que decir, es que, en un contexto de crisis, y en general, en cualquier contexto económico, una empresa debe tener como base su modelo económico y financiero y sus planes de inversión, de costes, y de beneficios, manteniendo una línea de gastos que le permitan desarrollarse y ser competitiva. Pero este planteamiento nunca ha de ser el fin de la empresa, sino el principio. Dicho de otro modo: cuando una empresa se encierra en un modelo de negocio cuya base son planteamientos financieros puros, está poniendo los cimientos del desarrollo de su empresa, está colocando una base sólida... Pero no está construyendo un modelo de futuro. Como máximo, está permitiendo que se pueda sobrevivir al presente.Los cimientos de un edificio son importantes, son vitales. La economía de una empresa debe ser sólida, debe ser fuerte y basada en elementos realistas y contrastados conforme a la situación del mercado, que es cambiante y además a gran velocidad. La base de una empresa es su economía, y sería absurdo pensar en lo contrario. Pero, sin ninguna duda, es igualmente absurdo plantear que no hay nada más. Y sin embargo, son muchos, muchos los empresarios cuya pésima formación no les permite ir más allá de este primer nivel. Esos empresarios quizás sepan construir buenos cimientos, probablemente incluso sepan cómo deben estructurarse las bases para un edificio. Pero, de forma totalmente absurda, una vez han puesto esas bases, no son capaces de comenzar a elevar las plantas para construir un edificio que contemple todo tipo de recursos y de posibilidades para un futuro que permita un desarrollo de la empresa con ambición y sin fisuras, ofreciendo alternativas de calidad en el mercado, y convirtiéndose en referente.

Boeing 747-400

Los cimientos del edificio en las empresas de aeronáutica.No vamos a ser tan ingenuos como para no hablar de economía, incluso de economía de subsistencia, en una empresa con pérdidas, en un contexto de crisis, con unos costes elevados de operación por el precio del crudo, y cuando la competencia es realmente muy alta, y afila sus costes de la misma forma que realiza campañas muy agresivas. No vamos a ignorar que una empresa es ante todo un sistema que debe producir beneficios para sus inversores. Todo eso está muy claro. El problema está en que eso está incluso demasiado claro. Cualquiera con dos dedos de frente debería saberlo. Y, sin embargo, muchos empresarios hablan constantemente de costes y beneficios, de competencia y de crisis, como si estuviesen descubriendo algo nuevo y reservado a la comprensión de unos pocos. En realidad, su constante discurso alrededor de los aspectos financieros de las empresas revela, en muchos casos, su gran ineptitud para comprender las líneas de negocio del mundo de la empresa en general, y de la aeronáutica en particular.Quizás, si le damos la vuelta a este asunto, se verá más claro. Si partimos de la base de que para una empresa el elemento básico es mantener su nivel de beneficios por encima de sus costes, ¿qué es lo que queda? Si un empresario consigue obtener beneficios y mantener contentos a los inversores ¿se ha acabado el problema? O, dicho de otro modo ¿es eso una empresa solamente? ¿Es una empresa un problema contable que se ha de resolver, cuyo balance final ha de ser positivo con cada cierre anual? Obtención de un beneficio, reparto de dividendos, y vuelta a empezar. ¿Es eso todo?De hecho, quienes propugnan este modelo, tan extendido en España, son una gran cantidad de empresarios que en realidad desconocen casi por completo los vericuetos de la industria y de la aeronáutica. Son inversores que en muchas ocasiones juegan a ser presidentes de compañías, donde su obsesión es arrastrar la mayor cantidad de beneficios en el menor tiempo posible. Desconocen las normas que rigen el mercado específico de la industria aeronáutica, desconocen o no se interesan por las inversiones a medio y largo plazo, y el objetivo prácticamente único que contemplan es realizar una inversión en una industria determinada que produzca unos beneficios, para luego desviar ese dinero a otra industria que puede o no tener nada que ver. La inversión especulativa y la real.Se puede entender que haya un sector de inversores que puedan jugar a la bolsa mediante compra y venta de acciones. Es su trabajo: la especulación, y la obtención de beneficios mediante el mercado. Pero es muy difícil entender que quienes deberían buscar un futuro para una empresa, como presidentes de la misma, sean los mismos que están especulando para la obtención de beneficios rápidos y, lo más grave, cuya finalidad no es la reinversión para la mejora de la empresa, sino el disponer de un capital que no debe dejar de aumentar constantemente, pero que no enriquece a la industria aeronáutica para hacerla cada vez más competitiva.Esto nos lleva a una paradoja: las inversiones se estancan, el modelo de negocio se hace especulativo, no hay inversiones para aumentar la calidad de los recursos y la mejora de los servicios, lo que conlleva que el negocio se haga poco competitivo. Y entonces, cuando aparecen otras empresas que sí tienen clara su línea de negocio inversor y de mejora de su competitividad, entonces comienzan a realizar declaraciones de competencia dura, incluso desleal, de crisis, de acciones duras como rescisiones masivas de contratos, y de cualquier otro tipo que desvíe la atención del principal problema: la falta de criterios sólidos y de inversiones capaces de mejorar los niveles de competitividad de la empresa en cuestión. El mismo que crea la situación de crisis, luego denuncia la situación de crisis. Como decimos, es paradójico.En España disponemos de una gama muy amplia de especuladores muy acostumbrados a buscar un rápido enriquecimiento, que se disfrazan de empresarios y toman el control de importantes empresas a golpe de talonario. Luego explotan sus recursos hasta la extenuación como si fuese un virus, y como un virus abandonan la empresa cuando han obtenido todo lo financieramente posible de la misma. Pasan entonces a otra empresa, del mismo sector u otro, eso es lo de menos, a seguir su especulación. Normalmente llegan a las empresas con planes ambiciosos sin sentido, ya que desconocen el modelo de negocio que van a explotar, y lo abandonan dejando un reguero de problemas que deberán resolver otros. Obviamente suelen cuidarse de destrozar demasiado la empresa afectada, ya que pondrían en aviso a otras empresas, pero sí sacan el máximo posible en el menor tiempo posible, sin importarles qué nivel de competencia pueda tener la empresa que abandonan frente a otras. 

Airbus A340 A380

Una buena base, y unas no tan buenas inversiones.Es importante recalcar que en España hay muy buenos profesionales de la Aeronáutica, y empresas muy capaces y con mucha ambición y ganas de progresar. Empresas con personal muy motivado y que ha demostrado en repetidas ocasiones que pueden estar a la altura, sino más, de otras empresas del sector sitas en otros países. Ejemplos hay bastantes y son muy evidentes en los últimos años. Pero son empresas que no son objetivo de los inversores especuladores, por cuanto no les permiten obtener claros beneficios en poco tiempo. Son empresas con una gran cantidad de necesidad en I+D+i en las que casi nadie quiere invertir, precisamente porque la máxima del especulador es olvidarse de inversiones a largo plazo, y realizarlas a corto o muy corto plazo. En ese sentido, esas empresas, generalmente medianas o pequeñas y con pocos recursos, ven cortadas sus alas para convertirse en verdaderas oportunidades de negocio y de inversión para el futuro. Esto produce que el nivel de I+D+i en España se mantenga siempre bajo mínimos, sabiendo como se sabe que, por recursos humanos y de oportunidad, el nivel tendría que estar a la altura de otros países del entorno como Francia, Reino Unido o Alemania.Las compañías aéreas, sin embargo, trabajan con un modelo de negocio mucho más sencillo de explotar por este tipo de perfil. Y el principio aplicado es: minimizar costes de mantenimiento, minimizar costes de operación, y maximizar las operaciones (vuelos) en rutas que sean muy rentables obviando las restantes, eliminando si es preciso vuelos que no tengan la suficiente venta (índice de ocupación media), y obviando las medidas de satisfacción al cliente de forma masiva, por ejemplo eliminando aeronaves de emergencia para averías, aunque esto afecte a toda la cadena de vuelos programados con el consiguiente caos. El “todo vale” se ha instaurado en aviación civil, con unos precios realmente bajos que generan una gran masificación y convierten a la aviación en un remedo de aquellos autobuses de los años cincuenta que recorrían el país cargados de seres humanos con sus maletas totalmente agolpados como ganado. El trato en general no se aleja mucho del que se dispensaba en aquellos tiempos a los sufridos viajeros. En el “todo vale”, la satisfacción del cliente pasa por unas condiciones de vuelo draconianas, la eliminación de gran parte de los antiguos derechos y comodidades, y la imposibilidad de disponer de alternativas en caso de problemas. Así, llegamos a los meses de verano, semana santa y navidad, donde reiteradamente se repiten aglomeraciones, pérdidas masivas de maletas, vuelos cancelados inexplicablemente, usuarios tirados por aeropuertos de todo el globo, crisis que cierran compañías de un día para otro sin que nadie lo explique y sin control alguno, dejando en la calle a las tripulaciones, a los administrativos, etc, sin que haya mecanismos de control serios para evitar estas gravísimas situaciones. Un perfecto caos, donde el especulador es el único beneficiado. La aviación comercial es ahora un producto de masas en el que hay que aplastar al resto de compañías usando los métodos necesarios y más rápidos y demoledores, y en donde nadie sabe lo que va a ocurrir entre un día y el siguiente, entre un vuelo y el siguiente, y entre un especulador y el siguiente.Lo que decíamos: bienvenidos al siglo XXI.Este modelo de trabajo es el mismo que postula que lo pasado debe enterrarse y olvidarse. Que estamos en el siglo XXI, que todo aquello que representaron las compañías aéreas en el siglo pasado son aspectos de un mundo olvidado que no cuadra con el nuevo siglo. Que ahora lo que toca es la “modernidad”, y que esa “modernidad” tiene grandes ventajas, como la bajada de precios. Si ahora hasta el más bajo miembro de la sociedad en la escala de ingresos puede darse una vuelta en avión por Europa y América, ¿a qué viene quejarse? Que vaya un poco estrecho es algo que se ha de “aguantar”, sino que no vuele, o que compre un billete en Business.Bien, es el modelo que se ha impuesto. Cada cual obtiene lo que quiere, de eso no cabe duda. Es evidente que volver al modelo de los años sesenta y setenta del siglo XX, con su glamour y sus altos precios no es posible, y además sería un sinsentido. Es otra obviedad. Pero ¿es el actual modelo el que se desea y se estima conveniente para el siglo XXI? ¿Realmente es lo que queremos para el futuro de la aviación civil? ¿Masificación, especulación, poca atención, problemas en los vuelos, overbooking masivo, pérdida de rutas no económicas, costes reducidos al absurdo, pérdida de medidas de seguridad aunque se mantengan justo por encima de lo establecido? ¿Trabajo agotador para las tripulaciones, formación deficiente y básica, modelos de contratación absolutamente explotadores? ¿Criterios de gestión tomados por personal que desconoce la problemática, inversiones que se basan en el beneficio inmediato, modificaciones aleatorias y sin sentido de las normativas de billetes y su gestión? ¿Maletas perdidas, personal poco motivado, sueldos indignos, recursos escasos, posibilidades de mejora imposibles, compras y ventas constantes de empresas en base a criterios puramente especulativos? En fin, la lista es prácticamente interminable.Un modelo que se agota.Terminaremos con una premonición: y es que este modelo debe agotarse. La especulación masiva y el beneficio rápido serán a la larga barridos por otros modelos de negocio más congruentes y consecuentes con el modelo de negocio que implica la explotación de una empresa aeronáutica de transporte. Abaratar costes y ser competitivo no debe ser incompatible con un servicio de calidad. Pero esto es también una obviedad de gran tamaño. El problema es que la gran mayoría de responsables implicados tienen muy claro que ya están dando un servicio de calidad a precios ajustados, olvidando las constantes e infinitas situaciones paradójicas que se dan entre lo que proclaman y lo que el cliente recibe. No vendrán las soluciones por parte de aquellos a los que no interesa sino obtener un beneficio rápido de su inversión, sino de aquellos que realmente se sienten motivados y conocen el mercado de la aviación civil.Y esto nos lleva al pasado, naturalmente. En el pasado, como en tantas ocasiones ocurre, se encuentran fórmulas que han sido olvidadas para hacer que el negocio prospere. En tiempos de crisis se suele declarar que se deben guardar las inversiones y esperar a que pase la tormenta. Pero es en tiempos de crisis cuando, los que conocen el mercado y buscan su oportunidad y tienen la capacidad y el entusiasmo, pueden ofrecer alternativas que realmente enriquezcan el negocio y lo conviertan en un modelo claramente moderno, y que esté en sintonía con lo que se debería esperar del siglo XXI. Son los emprendedores innatos, los que realmente sienten la pasión por el negocio, y los que aprenden a conocerlo. Son ellos los que bucean en el pasado para encontrar fórmulas que funcionan, para luego aplicarlas al futuro. Son ellos, con la ayuda de inversores que realmente quieren invertir y dejar que los expertos tomen el mando, los que pueden conseguir que la aeronáutica pase de ser ese caos que vivimos actualmente, a convertirse en un negocio serio, firme, y con un futuro brillante. Donde el cliente sea realmente el que tiene la última palabra, y en donde se cuide de verdad lo que más importa: el futuro. 

Cessna Mustang

El pasado, la experiencia para el futuro.

Combinar las viejas y exitosas fórmulas del pasado con los requerimientos que propone el siglo XXI no es un reto fácil, qué duda cabe. Todo negocio, y la aeronáutica de forma muy especial, debe ser mimado, cuidado, y llevado con carácter, con energía, y con determinación. Cuando salgan los aficionados cargados de billetes del negocio, y se imponga el criterio solvente de las ideas y la madurez, y se aplique la lógica del negocio por parte de los expertos, la aeronáutica tendrá un despegue realmente seguro hacia el siglo XXI. Las cosas se hicieron bien en el pasado. Y no se trata de volver atrás. Sí se trata de hacer las cosas bien, cuando la aviación era un modelo de calidad y servicio. Combinar la experiencia del pasado con la visión del futuro y las adaptaciones a los nuevos tiempos, generando calidad y servicio en lugar de especulación y demagogia, serán las claves para un desarrollo orgánico y sostenido.

Y sucederá, porque no existe otra salida. Sólo se puede esperar que no tarde demasiado, y ocurra como tantas otras veces, que sean empresas de fuera las que tomen el mando de la situación, convirtiendo a España en una simple base de operaciones para sus actividades. Esperemos no verlo, y esperemos que antes haya habido una reacción enérgica que nos ponga en donde debemos estar: luchando y compitiendo en lo más alto. Es lo que nos merecemos, pero habrá que ver si es lo que obtenemos.

 


User Feedback

Recommended Comments

There are no comments to display.


×
×
  • Create New...

Important Information

Some pretty cookies are used in this website