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Las Escuadrillas de Asalto de la Luftwaffe


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Buenasss

 

(A ver si acabo este anteúltimo capº, que recuerdo se titula Halali (se refiere, en alemán, al ritual final de una cacería a caballo)

 

 

 

En la tarde del día 26 (de abril de 1945), en una reunión celebrada para comentar y estudiar la situación creada, el general Koller nos informó de haberle sido comunicada la destitución de Goering. La noticia causó bastante inquietud entre el Mando, sucediéndose los informes unos a otros. El general Koller, como Jefe de Estado Mayor de la Luftwaffe, conservó una calma inalterable a pesar de los informes -muchos de ellos contradictorios -, defendiendo como buen bávaro la tesis de que no hay que perder los nervios por nada. El 27 de abril fue dado a conocer el nombre del nuevo Oberbfehlshaber de la Luftwaffe, Generaloberst Ritter von Greim, y su simultáneo ascenso a mariscal.

 

Ritter von Greim era persona estimada por todos nosotros y estaba condecorado con la órden "Pour le Mérite" (la Blue Max, como era más conocida entre todos los aviadores. N. del T.) obtenida en su época de piloto durante la 1ª G.M. Este nombramiento nos satisfizo. La situación de von Greim respecto a Goering no era muy envidiable... Su antigua camaradería como aviadores de la 1ª G.M. pesaba mucho en él, pero tenía que obedecer órdenes y aceptar el grado de Comandante Supremo de la Luftwaffe en la hora más grave de Alemania.

 

Mientras los trágicos acontecimientos se iban acercando a su punto culminante, yo, en un coche a gasógeno andaba visitando las unidades de Caza diseminadas en pequeños aerodromos de campaña. En todas ellas el cuadro era el mismo: falta de carburante, suministro escaso, aprovisionamiento nulo, y en todas, también pesaba sobre los hombres la misma obsesionante pregunta: "¿Cómo vamos a poder seguir así?" Sin embargo, la mayoría están dispuestos a volar con las últimas gotas de gasolina para proteger a la población de la amenaza de los cazas enemigos.

 

Mientras los aliados siguieron bombardeando diariamente, aún sin necesidad, ciudades y pueblos, y mientras los Jabos se entregasen al exterminio de los fugitivos -mujeres y niños - y ametrallasen hasta a los labradores que trabajaban detrás de su arados, todo soldado tenía el deber de combatir.

 

Así, los pilotos de la JG 300 que con sus Grupos de Asalto, había perdido sus mejores veteranos y sus mejores jefes de escuadrilla en cientos de operaciones en defensa de su patria, decidieron llevar a cabo el 27 de abril de 1945, su última operación contra el enemigo, consumiendo la poca gasolina que aún les quedaba y el último reparto de munición.

 

Karl-Heinz Rusack, perteneciente a la V./II/JG 300, que mandó la operación, me informó de lo sucedido en los siguientes términos:

 

"El 27 de abril de 1945, en la asamblea que precedió a la operación, recibimos órden de atacar en vuelo rasante los vehiículos de aprovisonamiento adversarios en el sector Landsberg-Schongau-Kaufbeuren. Tras la muerte del inolvidable sargento Richard Löfgen, y habiendo sido baja por herida Rudi Zwesgen, fue nombrado segundo jefe de la unidad, el primer teniente Radener.

 

"Poco antes de las 14,oo h llegó la órden de despegue. Tres Schwärme de Messerschmitt evolucionaban ya sobre el campo como protección de altura. De repente, el primer teniente Radener comunicó que su avión no marchaba bien. Por lo tanto me ví obligado a tomar el mando, a pesar de que mi "10 rojo" también tenía sus caprichos aquel día, pues tampoco era de los más jóvenes de la serie A-8.

 

"Eramos 4 ó 5 Schwärme de Fw 190. Volaban en ellas viejos compañeros como Dieter Oehm, Charlie Schick, Heinz Stoll, Rudi Saefner y Karl Spenst. El tiempo era estupendo para los cazas con una nubosidad aproximada de 6-7/10, y nuestro Grupo de altura vigilaba continuamente, pues abundaban en el cielo los aviones enemigos. Deslizándonos a lo largo de las montañas y volando por encima de las nubes, para a ser posible llegar ante el enemigo sin ser vistos, y poder "peinar" por sorpresa la carretera de Oeste a Este, fuimos acercándonos al objetivo. Como el puesto de tierra nos dió parte de qu había muchas formaciones de "Indianer" en nuestras cercanías, caambié el rumbo al Norte describiendo un gran arco a lo largo del lago Ammer, en dirección a Landsberg, para caer sobre Kaufbeuren desde el noroeste. Volabamos entre 3000 y 4000 metros, vigilando muy bien por todos los lados.

 

"De pronto, detrás de Lasndsberg vi justamente debajo de mí 3 ó 4 patrullas de Thunderbolt con rumbo contrario. Como ellos iban volando por el límite inferior de las nubes y nosotros por el superior, aún no nos habían visto. Advertí de su presencia a los míos, largué el deposito auxuliar y al frente de mi formación me lancé entre los jirones de las nubes hasta colocarme en buena posición de tiro detrás de una patrulla de P-47. Una corta ráfaga, y el primer adversario se fue para abajo de cabeza.

 

"Favorecido por los jirones de las nubes, nuestro ataque lo realizamos tan de sorpresa, que antes de que el enemigo se diera cuenta, caían ya en barrena y envueltos en llamas varios P-47. Los demás encabritaron en un viraje a la derecha, pero yo me pegué a mi segundo adversario y disparé con todas mis armas hasta que le vi caer envuelto en llamas dando vueltas como una peonza. Pero en el calor del combate me metí en el torbellino de la hélice de otro avión y "resbalé". La tierra se me acercaba a una velocidad vertiginosa. Mi sola salvación era saltar. Lancé el techo y segundos después estaba colgando del paracaídas. Solo cuando sentí frio en los pies me dí cuenta que al saltar había perdido las botas. Jurando y perjurando, colgando desvalido del paracaídas y balanceándome de un lado pra el otro vi que iba a caer justo encima de una columna noerteamericana que avanzaba por la carretera. Apenas unos minutos más tarde me dispensaban un caluroso recibimiento la vanguardia de carros de los americanos. Mientras marchaba en calcetines desde Buchloe a Kaufbeuren delante de los carros yanquis iba pensando con satisfacción en mis sexta y stima victorias y contentísimo por no haberme visto en la necesidad de destruir yo mismo mi bravo "10 rojo", mi querido Focke Wulf.

 

Quien conozca la tan general involuntaria caminata de 21 kms. no se encuentra entre los recuerdos predilectos de Rusack.

 

La JG 300 había derribado en su última operación 12 aviones enemigos, sufriendo únicamente dos bajas.

 

 

 

(Aquí se acaba el anteúltimo capítulo. ¡Qué lejos quedan estas operaciones "artesanales" comparadas con aquellas de hacía menos de 10 meses en que Escuadras enteras de Sturmbocks se enfrentaban a formaciones de bombarderos americanos de más de mil cuatrimotores. Y con los enemigos aún fuera de las fronteras del Reich... Huelgan comentarios.

Peor será mañana cuando me enfrente al definitivo postrer capítulo...)

 

Saludos

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Buenasss

 

(No pudo ser ayer, por motivos futbolísticos; pero hoy debo enfrentarme al último capítulo del libro Rammjäger, del Kommodoro Walther Dahl. Lo confieso y me repito: me da melancolía cada vez que acabo/acabamos un libro. Son ratos que compartimos embebidos en nuestros temas preferidos. Y con independencia del número de sus páginas, siempre me acaban pareciendo pocas. Me queda la inquietud de haber interesado a los Foreros. Solo la consulta del número de visitas (y los mensajes tan amables recibidos entre ellas - y que sigo agradeciendo-) me animan a seguir el camino emprendido.

 

Ya tengo in mente un par de ideas al respecto. En breve elegiré. Espero acertar.

 

 

Y ahora leamos el Capº 32 y último El amargo final

 

 

 

A los pocos días fui yo en automovil desde Königsel, cerca de Berchtesgaden, a Ainring. Como de costumbre, Matton, mi chófer, dió una vuelta al aerodromo.Desde lejos ya, vi en tierra dos aviones de largo tren de aterrizaje, una Bucker Bu-181 y un Sitieglitz, imágen nada sorprendente de por sí, puesto que tales aviones se empleaban también como correos.

 

Unicamente me dejó perplejo su equipo especial, algo desusado: unos Panzerfaust dispuestos a derecha e izquierda bajo las alas. Me detuve para reflexionar sobre su extraño armamento. Dos pilotos jovencísimos salieron entonces de detrás de los aviones. y de su súbita presentación deduje que se trataba de los miembros de la Operación Colmena. Sus miembros tenían como misión bombardear con sus Panzerfaust las vanguardias de tanques o de aterrizar en la retaguardia del enemigo para destruir sus aviones en tierra. Tales operaciones no se debe olvidar estaban motivadas por la desesperación.

 

Estos pensamientos me impulsaon, mientras me acercaba a los alojamientos, a reunirme quizá por última vez con mis viejos camaradas de la JG 300 ¡Quedaban tan pocos que hubieses sobrevivido, como yo, a los sangrientos diez meses que siguieron a la primera operación victoriosa de Oschersleben del 7 de julio de 1944¡ Cada uno de los hombres que se sentaban conmigo, de facciones marcadas por los duros combates había contribuído con su acción personal a disminuir el terror aéreo de enemigo.

 

Los pilotos de mi JG 300 habían derribado o embestido 728 bombarderos pesados y 230 cazas de las formaciones enemigas que diariamente al principio y continuamente después lanzaban su carga mortífera sobre el territorio de nuestra patria. Con ello había intentado impedir el martirio que sufrían ancianos y enfermos desamparados, mujeres y niños inocentes. Habían evitado que la lluvia de bombas que desde 1940 cayó incesantemente sobre las zonas urbanas, y que según fuentes orteamericanas ascendió al 46% de la carga total arrojada sobre Alemania, sumase algunos miles de toneladas más, causando aún nuevos daños y destrucciones a las personas que sumidas en la desolación y la miseria vivían entre ruinas de nuestras ciudades, testimonio de vieja cultura en otros tiempos.

 

Aquellos hombres habían perseverado hasta el final y luchado contra un adversario muy superior numéricamente por salvar la vida de miles de madres, mujeres y niños.Aún en lo más desesperado de la situación arriesgaron su vida en una lucha desigual.

 

Los hombres de los Grupos de Asalto que se comprometieron libremente a derribar un adversario en cada vuelo contra el enemigo y a destruirlo por colisión en caso necesario, que se internaban en las formaciones de bombarderoe enemigos, que se preciipitaban sobre los cuatrimotores hasta derribarlos con su mortal carga, no volaron nunca para salvar un régimen. Lo hicieron únicamente para dar su vida en aras de su patria, para mitigar la espantosa angustia nacida en los refugios antiaéreos. Los hombres de los Grupos de Asalto no fueron suicidas ni degradados que pretendieran recuperar su honor. Tampoco constituyeron un arma secreta. Su secreto radicaba solamente en su espiritu de sacrificio y en su ímpetu heróico.

 

En las graves palabras de aquellos hombres se percibía la terrible consciencia de la guerra perdida y la preocupación sobre el futuro de sus seres queridos. Los pocos supervivientes que durante los años de la guerra habían luchado por el porvenir de su patria y de su pueblo soportando las más duras privaciones, se veían en aquellos momentos indefensos ante la ruina de sus hogares, sin esperanza y con el corazón oprimido ante el futuro incierto... Pertenecían al ejército de los vencidos.

 

Antes de volver a Königsel, salí otra vez a ver la pista de rodaje. Los aviones estaban en la orilla, con los depósitos vacíos. Ya no había existencias de munición ni combustible. No se podía pensar en ninguna operación.

 

Cuando las fuerzas americanas fueron aproximándose, se preparó la destrucción de los aviones, y en la mañana del 4 de mayo, estando ya muy cerca de Salzburgo el enemigo, se procediió a volarlos con explosivos. Luego el personal de la JG 300 fue licenciado. Algunos consiguieron abrirse paso asta sus hogares; otros se ocultaron durante semanas en los bosques, y la mayor parte fue a compartir con miles de camaradas el duro destino del cautiverio.

 

A mediodía del 4 de mayo entró en enemigo en Salzburgo y ese mismo día fue ocupado Berchtesgaden, que aún había sufrido, después del 25 de abril un ataque de varios centenares de Lancaster de la RAF.

 

Mientras tanto, el 1º de mayo, muerto ya Hitler, Doenitz pasó a ser Jefe de Estado y Comandante en Jefe de la Wehrmacht. Ese mismo día, Doenitz anunció en su órden del día a todas la unidades armadas alemanas que la lucha con el bolchevismo continuaría "hasta que las tropas combatientes y los cientos de miles de familias de las regiones orientales fuesen salvados de la esclavitud o de la destrucción. La lucha contra los ingleses y americanos proseguirá mientras obstaculicen l combate contra los bolcheviques".

 

La guera estaba perdida... Pero con el fin de dar a las tropas que combatían en el frente oriental la posibilidad de retirarse hacia el Oeste y de salvar a la población que huía ante los rusos, hubo de darse largas, en lo que fue posible, a la capitulación sin condiciones exigida por los Aliados. Sólo a Doenitz se debe que demorando la firma de la capitulación hasta el 7 de mayo y obteniendo un plazo "negociado" de 48 horas, pudieran atravesar la línea de demarcación occidental, ya más o menos conocida entonces, una gran parte de las tropas combatientes en el frente oriental, así como miles de refugiados.

 

La actitud de los americanos, incomprensible hasta el día de hoy y por los siglos de los siglos, está caracterizada por la descripción de los acontecimientos hecha por el genral Eisenhower:

 

"Para nosotros estaba claro que los alemanes querían ganar tiempo con el objeto de que pudieran cruzar nuestras líneas el mayor número posible de soldados aún en campaña. Por medio del general Smith anuncié a Jold que impediría, incluso con el empleo de la fuerza, el paso de nuevos refugiados alemanes a través de nuestras líneas si no cesaban al momento en su táctica dilatoria. Estaba cansándome de esperar".

 

Bajo la amenaza de las palabras de Eisenhower, de que madaría disparar sobre todo soldado alemán aún sin armas, se acercara a las líneas americanas para entregarse, Jold firmó en Reims, el 7 de mayo de 1945 a las O2,41H., la capitulación incondicional.

 

Yo fui hecho prisionero el 7 de mayo en Königsee, y llevado a Berchtesgaden por las tropas de De Gaulle. A los dos días conseguí evadirme juntamente con el comandante Schmoller-Haldy. En Teisendorf, en la autopista, fuimos interpelados por un comandante americano que nos pidió la documentación. Estaba claro que no tenía objeto andar con medias tintas, y le dije francamente quien era. Sacó entonces una lista del bolsillo y tras comprobar que nuestros nombres figuraban entre las "high-ranking-persons" (en inglés en el original), nos llevó nmediatamente a Salzburgo. De ahí, tras corta permanencia fuí trasladado a Heilbron donde acampé al aire libre con miles de soldados alemanes bajo una lluvia continua, apretados como sardinas y con escasísima alimentación.

 

La capitulación sin condiciones, explicada claramente en el informe definitivo del general Arnold, pesaba sobre nosotros angustiosamente. Sus palabras no eran para menos. "El desarme y disolución de laLuftwaffe no significa solo que vayamos a sacarle a Alemania los dientes venenosos... Lo que hemos de arrancarla principalmente es el cerebro. Todo lo que los alemanes tienen de valor, nos pertenece. Una de nuestras tareas será la elaboración de un mapa de Aemania que nos muestre a vista de pájaro, a base de fotografías aéreas, todo el territorio conquistado. Just in case¡(en inglés en el oriinal) ¡Ganar esta guerra ha sido una tarea muy dura¡

 

El 22 de mayo fui trasladao a Inglaterra e interrogado durante semanas en un campo de prisoneros especial para la Luftwaffe, donde se hallaban ya el general Galland, Milch, los coroneles Petersen, Baumbach, Rudel y muchos otros. El trato era bueno rty el alojamiento incluso confortable, comparado con el del campo de Heilbron. Estábamos encerrados de 2 en 2, ó de 3 en 3 en habitaciones provistas de dispositivos de escucha. Una mañana vino a nuestro cuarto un oficial inglés y me mandó que empaquetase mis cosas. Mientras metía en el macuto los objetos imprescindibles para un prisionero de guerra, se desataron las conjeturas. Desde ser enviado libre a Alemnia hasta el destierro a Cayena, cabían todas las posiblidades. Después de despedirme de mis camaradas, el centinela cerró tras de mí la puerta de mi celda y me empujó a otra. Mi viaje había terminado, saludé alegremente a los camaradas que allí encontré y luego comprendimos que la conversación que siguió fue escuchada por los oficiales ingleses. Naturalmente, nadie se dejó engañar más por el truco.

 

La conversación trajo de nuevo a mi memoria los acontecimientos de los últimos días de la guerra. La actitud disciplinada de la población alemana que resistió en incesantes ataques diurnos y nocturnos sobre ciudades y pueblos la lluvia de más de 2,700.000 toneladas de bombas no tiene igual. No hubo huellas de pánico, ni signos de desmoralización o descomposición. Con pocas excepciones, el órden y la disciplina reinaron hasta el último día, hasta el amargo final.

 

El Almirante Doenitz, en el último parte de guerra del 9 de mayo, aprecia esta actitud con las siguientes palbras:

 

"Desde la medianoche callan ya las armas en todos los frentes. La Wehrmacht, por órden mía, ha puesto término a la ya inutil contienda, cesando así la honrosa lucha de casi seis años, que nos ha deparado grandes victorias pero también penosas derrotas. El Ejército alemán ha sucumbido honrosamente ante fuerzas enormemente superiores. El soldado alemán fiel a su juramento ha realizado en el mejor servicio de su pueblo hazañas que perdurarán para siempre. Llegando hsta el sacrificio, la retaguardia lo ha apoyado con todas sus fuerzas hasta el último momento. El singular esfuerzo del frente y de la retaguardia encontrará en el futuro juicio de la Historia su valoración definitiva.

 

"Tampoco el adversario rehusará el respeto a los esfuerzos y sacrificios de los soldados alemanes en tierra, mar y aire. Por tanto, todo soldado debe dejar su arma erguido y orgulloso y en la hora más grave de nuestra historia marchar animoso y confiado a trabajar por la eterna existencia de nuestro pueblo.

 

"En estas dificiles horas, el Ejército recuerda a los camaradas caídos frente al enemigo. Los muertos obligan a guardar a la patria, sangrante por sus muchas heridas, lealtad, obediencia y disciplina sin condiciones".

 

 

Al recordar a los inmumerables camaradas caídos frente al enemigo veo entre ellos al pequeño y atrevido Bolowski, el rubio y reservado Ekkerhard Tichy, que con un solo ojo aún voló contra los cuatrimotores y que cada vez que derribaba uno gritaba: "¡Ya va servido¡"; a Bretschneider, "el paje de Borgoña", y a Löfgen, mi fiel alero en los más duros combates aéreos. Con ellos, tros muchos que tampoco regresaron, que también sacrificaron su felicidad y su vida. Todos ellos, sea lo que fuere lo que nos traiga el incierto futuro, seguirán viviendo en nuestros corazones.

 

 

 

 

(Finalizada la trascripción del libro, creo innecesaria hacer la observación de que nada más apartado de mi intención al hacerla, que realizar aquí la más mínima apología de ninguna ideología ni régimen político. Los Foreros que son sobradamente inteligentes ya se habrán dado cuenta.

 

Solo agradecerles su fidelidad. Gracias a todos.)

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Que final :shok:

... realmente un FINAL :xd: :xd: :xd:

 

Ya te lo dije amigo Jenisais, esto de ver (leer) el otro lado de la medalla, es brutal.

Por suerte, tengo una buena imaginación, que me ayuda a ponerme en el lugar de los personajes de lo que leo..

...y la sensaciones que se han desprendido de esta lectura, pues UF!!!!, desaliento, frustración y ese cansancio peor que el físico, el del alma :unsure: .

Pero al mismo tiempo, esa capacidad sobrehumana, de sobreponerse, seguir adelante y aún más :o :o

Es lo que logra transmitir esta lectura .

 

Buen relato, buen libro.

 

Gracias Jenisais y quedamos a la espera de tu próximo esfuerzo, que ya ves que muchos valoramos en peso oro :D :D :D

Edited by racoon
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  • 1 month later...

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