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El superviviente del Pacífico (Le survivant du Pacifique)


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Buenasss

 

(Tras el Punto y Aparte Triple, viene la descripción, totalmente acertada como siempre -en este libro -por Georges Blond, de lo único que puso a los americanos "de los nervios", por decirlo en lenguaje actual. Era tal la superioridad, sobre todo numérica, que confiaban en la suerte del número: "como somos tantos, también sería mala pata que me tocara a mí". Pero con los kamikaze no les valía esta teoría: tan pronto aparecía una escuadrilla o un simple grupo aislado de aviones suicidas toda la flota se ponía a temblar. Era la lotería de la muerte. Veamos como digerían los marineros USA el saber que su vida dependía del azar. Seguían, eso sí, sin comprender en absoluto el comportamiento de los pilotos kamikazes. Se limitaban a considerarlos "bárbaros".

 

Veamos como trata el autor los combates que siguieron, y el fenómeno kamikaze.)

 

 

 

Tal vez no se ha dicho cómo llaman los americanos a las siluetas que aparecían sobre la reveladora pantalla del radar. Los llaman "bogies"(consultados un par de Diccionarios de inglés, creo que lo más acertado es traducirlo como: duende, o mejor todavía: el coco -aquello que nos asustaba de niños. Quedo no obstante supeditado a una mejor acepción de algún experto en lengua inglesa, o mejor, americana. N. del T.) El 17 de marzo a las 21h 40, un altavoz crepitó en el iluminado compartimento del P.C. Informations del Enterprise. Se hizo el silencio: "Bogies en 142 a 72 millas", dijo la voz en un tono neutro. Con el mismo gesto, dos telefonistas sentados ante un tablero maniobraron sus fichas: "Bogies en 142 a 72 millas". Un mecanógrafo se había puesto a escribir sobre su máquina silenciosa. Un oficial salió. En el exterior, era noche oscura; los vigías solamente distinguían a los barcos más próximos en la formación. El radar detectaba y situaba tres aviones volando a más de 130 kms en esta oscuridad. Algunos minutos más tarde, otos bogies fueron señalados. El "interrogador" I.F.F. (Interrogation Friend or Foe) les identificó como aviones enemigos. La Task Force había sido descubierta.

 

El Enterprise reaccionó tal y como le ordenaba su nueva función de "portaviones de noche". Pocos hombres en el Enterprise hubieran imaginado al principio de la guera, que llegaría a ser posible hacer despegar un grupo de cazas en plena noche. Ninguno pensó ahora que esto fuera sorprendente. Tristemente siempre se constata, nada estimula más el espíritu del ingenio que la guerra. Esta manipulación de aviones sobre el puente en la noche, estos vuelos nocturnos, esta manera de lograr la formación en la oscuridad, este rumbo sin dudar hacia el objetivo invisible, todo el mundo encontraba esto natural. Los pájaros nocturnos volvieron algunas horas más tarde, derechos hacia su barco, sin más titubeos que a la salida. Habían derribado dos bimotores japoneses. Los otros enemigos se habían alejado.

 

El 18, el sol no salió: al menos no se le vió. Simplemente, el cielo se volvió cada vez más blanco, por encima de un mar gris. Hacía frseco y había humedad.: tiempo japonés. A las 5h 45, los primeros aviones empezaron a despegar de todas las cubiertas de vuelo. Varias Task Forces aereas iban a constituirse por encima de la Task Force de los barcos. Los aparatos se elevaban, se agrupaban en escuadras escalonadas en la atmósfera: patrullas de protección de los navíos, "sweeps" contra los aerodromos. A bordo de todos los navíos, los hombres de vigilancia-radar inclinados sobre sus pequeñas pantallas vigilaban la aparición de cualquier "bogie" sospechoso. Eso no impedía en absoluto que los hombres que se encontraban sobre el puente de levantar la cabeza y de escrutar el cielo cubierto y brumoso. Los hombres no estaban definitivamente inquietos, solo tensos.

 

Poco después de las 7 h. "bogies" fueron señalados. A las 7h 37, un monomotor japonés salió de un techo nuboso. Instantáneamente, las trayectorias de la DCA rayaron el cielo, con un ruído de trueno. El japonés picaba. Una única pregunta habitaba el espíritu de todos los espectadores: "¿Es un avión suicida?". Se vió la bomba plateada brillar en el aire. No era un avión suicida. El japonés enderezó un poco, después, tocado por el tiro antiaéreo, chocó con el agua. Su bomba no explotó. A las 8h 7, un bimotor, atacando al portaviones Intrepid, fue alcanzado por la DCA y estalló en el aire. Los barcos de las Taffy fueron así atacados durante todo el día por aviones aislados o volando en pequeños grupos. Ninguno sufrió daños importantes.. No hubo ningún ataque de aviones suicidas.

 

Durante todo este tiempo, los aviadores de la Taffy bombardearon las instalaciones militares de las islas Ryukyu. Esperaban haber encontrado la oposición "cada vez más densa y eficaz", de la que hablaba la radio japonesa. No encontraron en todos los sitios más que un débil defensa, y, a menudo, gentes totalmente sorprendidas.Al llegar encima de aerodromos que, normalmente, hubieran debido estar en alerta, tras haber descubierto a la Taffy 58, los aviadores americanos veían algunos aviones tranquilamente alineados delante de los hangares; luego japoneses corriendo en todas direcciones. Demasiado tarde. En un minuto, el aerodromo ardía. Los cohetes producian un efecto formidable y espectacular, abriendo numeros cráteres. Allí donde los los aviones japoneses pudieron despegar, fueron abatidos en combates desiguales. Desiguales por el número, por la calidad de los aviones y de las armas, por la calidad de los pilotos. Unos 275 aviones fueron destruídos en el suelo aquel día y más de cien abatidos en vuelo. A la vuelta, reinaba el optimismo. Mitscher acaba justamente de conocer el informe de un avión recco. "Concentración de grandes barcos de guerra en Kure." Kure es un puerto importante, en el Mar Interior en la parte meridional de Hondo, la principal isla del Japón. "¿Por qué no atacar Kure?" dijo Mitscher.

 

 

¿Por qué no hacerlo? Los bombarderos pesados han "llevado ya la guerra al mismo corazón del Japón". El 10 de marzo, Tokio sufrió su bombardeo número 12; 300 Superfortalezas llegadas de la base de Guam, arrojaron sobre la ciudad 1.200 toneladas de bombas. "No he visto nunca un espectáculo tan impresionante como Tokio en llamas, declaró el Gral. Thomas Power al bajar del avión. Barrios enteros ardían. Más de 38 kms. cuadrados habitados de la capital han sido devastados." El 13 de marzo, Osaka, segunda ciudad del Japón (tres millones de habitantes) recibió a su vez la visita de otros 300 B-29: 8 kms. cuadrados en llamas. Los aviadores de la Task Force tuvieron el privilegio de verse atribuir objetivos militares. Sobrevolarán, sin arrojarles una sola bomba, varias de estas ciudades japonesas que no son, vistas desde lo alto, más que grandes agrupaciones de pequeños barrios despejados, de aspecto tan fragil -en verdad eran frágiles. Atacaron barcos anclados en el puerto de Kure, afrontando una DCA temible que abatió una cincuentena de entre ellos. Según los informes, serán considerados como seriamente dañados: 1 acorazado, 1 acorazado híbrido (transformado en portaviones; por ejemplo el Ise), 3 portaviones, 1 portaviones ligero y 2 cruceros.

 

 

Ese mismo día, 19 de marzo, los barcos de la Taffy fueron todavía atacados por la aviación nipona. El Franklin fue tocado por dos bombas. Cada vez que desde un barco se veía a otro bombardeado no se sabía el alcance del daño: a veces nada, a veces un desastre; todo dependía, no del sitio donde tocaba la bomba, sino de dónde explotaba. Las dos bombas que alcanzaron al Franklin provocaron una serie desastrosa de incendios y explosiones. El portaviones no se hundió, pero un crucero tuvo que remolcarlo. Algunos minutos después del Franklin, el Wasp fue tocado. Una sola bomba fue capaz de causarle grandes desperfectos. Sin embargpo pudo continuar a navegar solo. Así se terminó la jornada. Tras los ataques aéreos contra Kure, la Taffy, que se había estirado sobre una larga línea a lo largo de las islas Sikok y Hondo, se reagrupó y puso rumbo sur.

 

 

 

(Mañana sabremos si estos ataques casi impunes, tienen respuesta. Cuesta considerar que si la aviación japonesa hubiera conservado la agresividad y la calidad (y la cantidad) de los primeros tiempos, ¿qué hubiera ocurrido ahora? Y no digamos si los kamikazes en vez de aparecer aisladamente, lo hubieran hecho en formaciones compactas.

 

Demasiados "If".)

 

Saludos

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Buenasss

 

((Seguimos camino de la isla de Okinawa. Piensan que van a ganar, pero se les ve demasiado serios. Oyen volar una mosca y miran a lo alto... Malo. Se saben la fuerza "fruta", pero les faltan aún muchas lunas para llegar a Tokyo Bay. Y los escalones a subir son cada día más altos. Que no se escuden en el número, que habrá para todos. Y los de enfrente ya no tienen a donde retirarse. O no saben hacerlo. O no quieren.

 

Un punto y Aparte, y empezremos a saberlo.)

 

 

 

Empieza el día 20 de marzo. La Taffy navega a velocidad reducida, a 15 nudos para no dejar solo atrás al Franklin que va remolcado. A bordo de los barcos, los hombres están sorprendidos de no haber sufrido aún el ataque aéreo masivo. Cuando, sobre las 16 h., los altavoces que bogies, llegando del norte, habían aparecido en la pantalla de radar, cada uno se preparó. Las patrullas de protección estaban en el aire, pero el tiempo cubierto debía permitir a al menos una parte de los asaltantes de evitar la interceptación. Eso se produjo en efecto. A las 16h. 30, varios aviones japoneses salieron de las nubes. Concentraron inmediatamente sus ataques aobre el Franklin. Parece que no obtuvieron ningún resultado. Por contra, algún otro barco fue dañado: "El portaviones Enterprise fue alcanzado por el fuego de nuestra propia artillería y quedo inutilizable para operaciones aéreas." Es curioso, no?. Vamos a ver, desgraciadamente, todo lo que sido posible saber sobre el incidente - o el accidente. Nos figuramos vanamente lo que ha podido pasar exactamente. Los historiadores permanecen discretos, los documentos oficales son - hasta aquí - mudos. Secreto militar. Es raro esto, porque, en esta guerra a la americana, todo ha sido fotografiado, rodado en cine, radiodifundido, abundantemete contado. Pero es evidente que no se trata de un enigma muy turbador, ni que pueda impedirnos ver de cera los episodios caraterísticos de la campaña de Okinawa. En la tarde dle 20 de marzo, el Enterpriso es mandado de vuelta a Ulithi en compañía del Fraanklin y del Wasp. Un cierto número de sus cazas nocturnos son destacados momentáneamente a abordo de otros portaviones de la Taffy. Permanezcamos con ellos. En cuanto al propio gran "E", le volveremos a ver en poco tiempo.

 

 

La órden gral. de operciones preveía, antes del asalto contra Okinawa, la conquista de las Keramas. Son islotes escaalonados de 16 a 72 kms. al oeste de la parte sur de Okinawa. En marzo del 45, estaban todas habitadas. Ni el más islote japonés estaba sin habitar. Racialmente, los insulares de las Keramas ofrecían un tipo intermedio entre el japonés plebeyo (cara redodda) y el chino de Tche-Kiang. Tranquilos, laboriosos.

 

 

 

(Tengo problemas. Subo lo traducido.)

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Sigo.

 

 

Se afanan sobre sus campos minúsculos, habitan casas de piedra cubiertas de teja. El archipiélago estaba defendido por una guarnición de unos 800 hombres; nada de aviación. Se imagina facilmente lo que pudo ser la "conquista". Los americanos estaban todo dispuestos a mostrarse benévolos respecto a los indígenas que hubieran sobrevivido a la pulverización de los objetivos; les considerarían con una curiosidad divertida. Ay, estos insulares eran suficientemente japoneses para que la expresión "Bárbaros extranjeros" significara verdaderamente para ellos: demonios. El despliegue de medios de guerra al que venían de asistir les confirmó en esta idea. En una palabra, se suicidaron por centenares. Los americanos descubrieron, mezclados a los cadaveres de los adultos, los de los niños muertos por sus padres antes del suicidio colectivo.

 

Descubrieron también, alineadas en las cavernas, en número aproximado a las 300, extrañas lanchas monoplazas portando en la proa un cono explosivo análogo a los torpedos. Miraron pensativos estas "embarcaciones suicidas", se preguntaban cuántos ingenios semejantes podían existir en Okinawa y en qué instante serían empleados contra la flota americana.

 

 

El desembarco en Okinawa era una operación enorme, más importante que el desembarco en Sicilia e incluso, en cierto sentido, más importante que el desembarco en Normandía, a causa de la distancia. En una operación de desembarco, toda dificultad se multiplica varias veces cuando la distancia a las bases de partida solamente se duplica. El día J estaba fijado en el 1º de abril. A partir del 21 de marzo, Okinawa fue cañoneada sin interrupción así como por las fuerza aéreas siguientes: aparatos de la Taffy 58; Superfortalezas de la 20ª Fuerza Aérea, provenientes de las Marianas; Superfortalezas de la 5ª Air Force, proveniente de Luzón; superfortalezas de la 14ª Air Force, proveeniente de las bases americanas en China. Todo lo que era visible en la superficie de la isla fue bombardeado, incluso los cementerios. La fuerza de invasión era dos veces más importante que no importa cual de las puestas hasta ahora en acción en el Pacífico. Las fuerzas terrestres, que comprendían Marines y tropas del Ejército, estaban colocadas bajo el mando del Tte. Gral. Simon Bolivar Bruckner, que debía asumir el mando supremo sobre el suelo de Okinawa tan pronto como el cuerpo expedicionario fuera capaz de mantenerse allí. La operación en su conjunto permanecía sin embargo bajo la dirección estratégica del almirante Spruance. En el día J, 1400 barcos se encontraron concentrados en las aguas de Okinawa. El mando había escogido para zona de desembarco las playas situadas al suroeste de la isla.

 

Es imposible de representarse más que con los ojos del espíritu el espectáculo del asalto de Okinawa en la mañana del día J si se quiere contemplarlo en su conjunto. Ninguno de los que allí tomaron parte podía considerarlo en su conjunto, salvo los grandes jefes; pues tomaba para ellos, en cierta medida, un carácter abstracto. Los que lo vieron más concretamente fueron, como siempre, los Marines y los soldados que, habiendo tomado sitio en los lanchones de desembarco, se alejaban de los transportes y se dirigían a las playas. Les era suficiente echar una mirada atrás para contemplar la armada que, desde la poca altura a que se encontraban, parecía extenderse en todas direcciones hasta el horizonte. Al norte y al sur, los acorazados de los grupos de bombardeo parecían fortines posados en el mar. Enviaban sus enormes salvas por los aires con una regularidad de reloj. Se veía a la vez, el gran resplandor del disparo y su reflejo sobre el mar gris. Por encima de las cabezas, el blanco cielo no era más que un inmenso zumbido de aviones; las plateadas formaciones se desplazaban conservando una rigidez absoluta. Las líneas frontales de los lanchones de desembarco en ruta hacia la playa parecía menos rígidas, a causa de la marea, y también por que navegaban un poco sinuosos, tal como se puede ver en las fotos aéreas tomadas en este instante. Sin embargo, los lanchones de la primera oleada de asalto abordaron la orilla casi todos a la vez. Los hombres habían visto primero la orilla de Okinawa como un acantilado gris-sombrío coronado de humaredas; luego los detalles se les aparecieron, y al fin se encontraron antes las playas, más allá de las cuales se elevaba una pared de tres metros de alto, abierta con numerosas brechas de las bombas y los obuses. Escalas habían sido preparadas pra superar este muro. Los tractors anfibios salieron del agua y avanzaron hasta el pie de la pared. Los hombres saltaron a tierra para cubrir el desembarco de los que desde los lanchones llegaban con las escalas. El suelo temblaba bajo la explosión de los proyectiles que continuaba a caer por paquetes a unos centenares de metros de la la orilla. Los hombres superaron el muro con la ayuda de las escalas y también por las brechas, todo eso sin precipitación, en órden y en silencio, pero no sin aprension. No era momento para que los americanos se pusieraan a pensar cómo habían podido desembarcar tras este bombardeo previo sin encontrar aún japoneses. Los nipones existían ciertamente todavía en Okinawa, la cuestión era de saber en qué momento abrirían fuego. Numerosos cañones y carros llegaban sin cesar a la playa, mientras que los hombres avanzaban, lentamente, más allá del muro. Una especie de terraza se extendía allí, emplazamiento ideal para cañones de campaña o armas automáticas. Aparentemente, este espacio estaba desierto. Los primeros que se arriesgarón ahí temían a cada segundo ser cogidos por el fuego japonés brúscamente desencadenado, o de saltar sobre una mina. Nada. Solo las bombas y los obusess americanos hacían temblar el suelo. La progresión fue detenida un cierto tiempo para permitir a los carros y cañones franquear el muro por las rampas que se construyeron en las brechas, después se siguió. El decorado era siniestramente desolado; removido, calcinado por el bombardeo. Este paisaje no tenía tampoco ningún carácter geográfico, hubiera sido imposible de decir, si se hubiera sabido, en qué parte del mundo uno se encontraba. Este reino anónimo era el de la guerra, nada más. Los hombres del cuerpo de desembarco descubrieron aquí y allá, en medio de la tierra levantada, emplazamientos de cemento para baterías, a veces casi intactos. Vacíos. Todos pensaban: "Van a mostrarse justo cuando los primeros aprovisionamientos lleguen a la playa, como en Iwo Jima". Las 11 de la mañana, y los japoneses seguían sin descubrirse. Los hombres de las primera oleadas alcanzaron en tres horas los objetivos previstos para el tercer día. Por la tarde del día J, los americanos no había encontrado un solo japonés sobre Okinawa. Las pérdidas totales del cuerpo expedicionario se elevaban a dos hombres: un accidentado, un enfermo.

 

Los únicos japonese que se mostraron fueron aviadores. Varios ataques aéreos de poca importancia tuvieron lugar en la jornada contra los barcos esparcidos ante Okinawa. Ninguno reunía más de una docena de aparatos, y no se vió ni un avión-suicida. Ningún daño apreciable. Numerosos barcos no fueron ni sobrevolados, ni incluso se aproximaron. La reacción aérea japonesa no se parecía en nada a los raids masivos y desesperados, que todos se esperaban.

 

 

 

(Aprovecho para cortar, antes de que se desencadene la respuesta esperada. Pienso que mejor para los defensores no mostrarse de inmediato. Habrían sido borrados sin más. Pero, entre tanto, los Marines ya estaban aposentados. Y la práctica decía que nada ni nadie les hacía levantar el campo.

 

A esperar acontecimientos.)

 

Saludos

 

)

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Buenasss

 

(A continuación, se nota que la invasión de Japón empieza por la conquista de Okinawa. Suponen los americanos, y acertadamente, que los japoneses responderán a esta postrer provocación. Resistiendo hasta el final en la propia isla, y enviando lo que le resta de Flota a repeler, si es aún posible, el desembarco. Parece simple, pero todo ello es a una inmensa escala. Lo comprobaremos solo con repasar las fuerzas empeñadas.)

 

 

 

El Tercer Cuerpo Anfibio de Marines había desembarcado en la parte norte de la zona escogida; el 24º Cuerpo de Ejército, en la parte sur. Una vez las unidades de combate formadas en tierra, los Marines se dirigen hacia el norte, y los soldados del Ejército hacia el sur. El día J+1, ni unos ni otros encontraron un solo japonés. La progresión era ordenada, prudente, regular y un poco angustiosa para los hombres. Todo combatiente sufre tal impresión cuando avanza sin encontrar oposición sobre un terreno que él esperaba ver defendido encarnizadamente; en este caso, incluso el animal duda, olfateando, temiendo alguna trampa. No es exagerado decir que los Marines experimentaron una especie de desahogo el día J+2, es decir el 3 de abril, cuando descubrieron algunas posiciones ocupadas al este del aerodromo de Yontan. Eran blocaos y cuevas fortificadas parecidas a los de Iwo Jima. Los defensores mostraron la misma determinación que en Iwo pero, poco numerosos en este sitio, fueron facilmente eliminados por medios ya experimentados. Tras haber sido sorprendidos de no encontrar a nadie delante de ellos, los Marines estaban sorpendidos de encontrar solamente algunas posiciones por toda defensa ante un aerodromo. El comportamiento de los japoneses seguía siendo incomprensible. Fue ocupado el aerodromo, desescombrado, reparado, puesto en marcha por los equipos motorizados. Incluso aprovisionado; al día siguiente por la tarde podía servir de base a los aviones americanos. Dos días después (4 de abril)por la tarde, ni los Marines ni los soldados se habían todavía enfrentado al enemigo, excepto a la débil defensa del aerodromo, ya citado. Los ataques de la aviación japonesa no habían sido ni más numerosos, ni más importantes, ni más eficaces que el primer día. El sostén aéreo a las tropas desembarcadas se instalaba en parte sobre la isla misma, la artillería y los carros desembarcaban en grandes cantidades. Durante estos primeros días, el avance fue reglado unicamente en función de la llegada a tierra de los aprovisionamientos. La campaña iba adelantada n varios días sobre el esquema.

 

El 5 de abril, las tropas del Ejército, que no había parado de avanzar hacia el sur, se toparon por fin con la primera línea de resistencia japonesa.

 

 

Los japoneses habían abandonado completamente el norte de la isla. Desde el primer del bombardeo preliminar, es decir desde que el inminente asalto se convirtió en realidad, el mando nipón había tomado y ejecutado esta decisión. 97% de la guarnición, incluída la artillería, se habían concentrado en la parte sur. Todos los varones civiles de 16 a 60 años habían sido conducidos a este reducto, y armados. He aquí cuál era el plan japonés: constituir un campo atrincherado ante el cual la progresión americana sería retardada hasta el punto de hacerla insensible durante varias semanas; durante ese tiempo, "destruir" los navíos, cuya presencia contínua era absolutamente indispensable a las tropas desembarcadas. Destruirles por ataques masivos de aviones suicidas.

 

 

El primero de estos ataque tuvo lugar el 6 de abril.

 

Desde la madrugada, el cielo, que había sido irregularmente nuboso los días precedentes, se cubrió completamente. El viento soplaba del norte, 8 a 10 metros/segundo; marejada del noroeste. Los primeros grupos importantes de bogies fueron observados en las pantallas de radar poco después de las 13 h. A bordo de todos los portaviones, las pistas fueron despejadas enseguida. Los cazas despegaron.

 

Los aviones japoneses se elevaron por centenares (4 a 500) desde los aerodromos del norte del archipiélago de las Ryukiu, así como de los aerodromos de Kyusiu, pero no todos eran aparatos del Cuerpo Especial Kamikaze. Mezclados a los voluntarios de la muerte se encontraba un cierto número de bombarderos rápidos bimotores y Zeros nuevos, manejados por pilotos experimentados destinados - en principio - a sobrevivir. Los aviones suicidas eran viejos Zeros, bombarderos en picado modelo 1937, aviones torpederos e hidroaviones obsoletos. Para la mayor parte de los pilotos de esas antiguallas la misión hacia Okinawa no solo era la última sino también la primera. Algunas semanas de entrenamiento, se habían puesto el uniforme de ceremonia, luciendo la insignia honorífica especial, y habían tomado el aire, encuadrados como un rebaño por los perros pastores. El holocausto fue terrible. Un gran número de pilotos americanos lograron ese día su título de as. Las cifras de pérdidas aéreas japonesas del 6 de abril reproducidas en los diferentes documentos americanos no concuerdan. La más elevada es de 561, la más baja 307. Se puede elegir entre las dos. En relación, las pérdidas americanas: 2 aviones. Parece ser casi verdad que un grupo de 4 pilotos del Yorktown operando juntos abatieron 50 kamikazes sin encajar una sola bala. Los pilotos de la muerte no veían más que el objetivo sobre el que debían chocar; incapaces de maniobrar, no disparaban a sus perseguidores, ni pensaban en disparar. Los Zeros de escolta se esforzaban en defenderles, pero eran demasiado poco numerosos. La clase de barcos más castigada fue la de los destructores. Los americanos previendo los ataques suicidas y deseosos de interceptarlos lo más lejos posible de la concentración de barcos, habían dispuesto en arco de círculo, al norte de Okinawa, una línea de destructores provistos de radar de vigilancia lejana contra aviones. Estos vigías alertaron a la aviación americana que llegó a toda velocidad. Casi la mitad de los efectivos del ataque suicida del 6 de abril fue detenida por la interceptación así organizada. Una buena parte de los pilotos kamikaze que habían sobrevivido se lanzaron sobre los primeros barcos americanos que vieron, es decir sobre los destructores. Otros fueron más lejos y se lanzaron sobre navíos más importantes.

 

 

 

(Ha pasado el primer round. Se percibe la tendencia del match. Combatientes experimentados y numerosos enfrentados a pilotos noveles. Una carnicería. Una mera guerra de desgaste. La esperanza, pues, en los combates de tierra. Los japoneses sabían de oidas de la potencia de fuego del ejército norteamericano, pronto la iban a conocer de primera mano.)

 

Saludos

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Lo que me resulta curioso de la guerra en el Pacífico es el como la "vieja guardia" desoyó a los nuevos oficiales nipones formados en el extrajero (Yamamoto, Kuribayashi, etc) ó incluso Togo, que también tenía claro que no se podría vencer a los EEUU.

Los primeros enarbolaban conceptos raciales y de tradiciones antiguas para defender su supremacía sobre los "débiles" americanos, mientras que los segundos disponían de mucha mejor información y eran posiblemente los más capaces de los altos oficiales japoneses.

 

A diferencia de Alemania, en la que solicitar la paz era suicida, en Japón había personajes influyentes que estaban claramente en contra de la guerra. Obedecieron porque era su deber, aunque no estuvieran de acuerdo, cosa que debe de ser muy triste de vivir en primera persona.

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Agregamos algunas fotos de Kure y Okinawa

 

 

Kure bay Haruna attacked and sunk 28-7-45 segun libro G Blond

kurebayharunaattackedan.jpg

 

Kure Harbor crucero atacado como dice el libro de Blond 19-3-45

 

kurebayharunasunkverano.jpg

 

Okinawa Shinyo Boat suicida Como lo dice G Blond en su libro

 

okinawashinyoboatsuicid.jpg

 

Kure Harbor crucero atacado en el libro de Blond 19-3-45

 

kureharborcruceroatacad.jpg

Edited by Rockofritz
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Buenasss

 

(Pues parece que se a alzar el telón del anteúltimo acto del dramaLa Caída del Imperio del Japón. Todo el país se siente concernido. Ya no es la guerra que se libra en alejados confines (que los hubo). Desde la caída de las islas Marianas las visitas de la aviación norteamericana eran cada vez más frecuentes y más contundentes. Y las costas de las propias islas del Japón eran a menudo recorridas por imponentes flotas que sometían a las ciudades japonesas a contínuos bomabardeos. Y esto último no se producía desde hacía siglos. Todos los ojos se vuelven hacia la vecina isla de Okinawa donde está en juego su Imperio milenario. Y allí van a mandar a lo que resta de lo que fue la imponente Flota Imperial. A socorrer a la isla invadida, jugándose la última carta; y a permanecer allí si preciso fuera hasta lograr la victoria.

 

Con este postulado no es de extrañar que todo desembocara en una lucha a vida y muerte.)

 

 

 

 

La enorme flota americana estaba extendida sobre el mar, no solamente repeliendo los ataques kamikaze, sino controlando todo un espacio de océano, potente, presta a golpear en todas direcciones. El 6 de abril, por la tarde, el comandante de un submarino de vigilancia a lo largo de Bungo Suido, estrecho que separa las Kyusyu de Shikiku y que conduce al Mar Interior, vió aparecer en su pantalla de radar siluetas de una fuerza naval enemiga. Un minuto más tarde, las ondas llevaban un mensaje: "Un acorazado, otros navios varios, ruta 180º." Es decir, rumbo sur. Los supervivientes de la flota japonesa entraban en escena. Los almirante japoneses interrogados tras la guerra convienen todos en que tras la batalla de Leyte, sabían que el dominio del mar ya no podía ser disputado a los americanos."Nos fue necesario, para la defensa de nuestros territorios, ponernos en manos de las tropas de tierra, de los ataques kamikazes, y de nuestra aviación en general." declaró Ozawa. Y Yonai, ministro de Marina del gabinete Koiso: "Sentí la proximidad del fin." Mientars tanto, los últimos navíos del Emperador se habían hecho a la mar. "Pereceremos juntos o salvaremos al Estado." Perecer honorablemnte, en una última batalla. Es imposible que el mando naval japonés haya conservado, a pesar de todo, una última esperanza: encontrar a la Task Force 58 inutilizada por los ataques de los aviones suicidas.

 

Ningún desconcierto del lado americano. Mitscher ordena inmediatamente a tres grupos de la Taffy 58 concentrarse al noroeste de Okinawa. En la madrugada del 7, 40 cazas exploran la superficie gris del océano. A las 8h 22, un grupo del Essex descubre al enemigo: "Un acorazado clase Yamato, 1 crucero, 8 destructores." Otros aviones despegan: 132 cazas, 50 bombarderos en picado, 98 aviones torpederos. El tiempo está cubierto, poco favorable; techo a mil metros; visibilidad cinco a ocho mil, con chubascos. Menos de media hora de vuelo, el objetivo a la vista. El "acorazado clase Yamato" es el mismo Yamato, 63.000 toneladas, 9 piezas de 450. Enorme fortaleza sobre el mar, avanza sobrevolado del bosque de fuego multicolor de su DCA. Pero sin un avión para defenderle. ¿Dónde queda el tiempo en que cada vulnerable avión torpedero americano debía afrontar una nube de Zeros antes de lanzar, con una probabilidad sobre cien de salir de allí? Una probabilidad sobre cien, es ahora el sino de estos barcos, incluído la de este coloso. El dominio del aire trae consigo el dominio del mar, los cañones más enormes no pueden nada contra esta verdad ahora irrefutable.

 

Ya, gruesas bombas explotan sobre el puente del Yamato; los cazas volando a una velocidd fantástica asfixian de metralla sus baterías antiaéreas mientras que los aviones torpederos lanzan por decenas torpedos contra su casco. A 200 metros de él, 2 destructores se hunden; el crucero está ya envuelto en humo, parado, inerte sobre el mar. Tal es el espectáculo que se ofrece a la vista de los aviadores de la segunda oleada lanzada por los portaviones: 88 cazas, 75 bombarderos en picado, 33 aviones torpederos. Cuatro destructores permanecen cerca del Yamato, que describe zizags sobre el mar. Su DCA dispara siempre. ¿Qué pueden esperar los hombres que están a bordo? Si hacemoss por un instante el esfuerzo de imaginarnos en su lugar, nos encontraremos sobre una isla de hierro donde el ruído de los cañones hace que cada uno esté solo consigo mismo como en medio del más profundo silencio; pero este ruido mismo amortigua el pensamiento. La prueba más terrible es ciertamiente el ametrallamiento de los cazas. La pasada de cada uno de estos bólidos plateados interrumpe por una fracción de tiempo el sentimiento mismo de la vida. Los artilleros que continúan sin embargo a tirar ejecutan sin pensar un movimiento reflejo obtenido por el entrenamiento militar. En las profundidades del barco, donde el trueno de la artillería apenas se percibe, los hombres saben que un ataque aéreo se está desarrollando, pero ignoran la situción con exactitud. En tal compartimento lleno de vapor por la fractura de un colector, no son ya más que formas desdibujadas inertes como aplastadas sobre el suelo metálico; para ellos la batalla está acabada. Los torpedos han abierto ya brechas en el casco. Eso significa que en otros compartimentos bien estancos, completamente a oscuras, hombres aferrados a los peldaños de las escaleras, tal vez, se peleen salvajemente entre ellos en la oscuridad para llegar a esos peldaños donde la muerte llegará un minuto más tarde, sienten subir el nivel del agua que les invade. Ningún reportaje ha mostrado nunca la amuerte de los hombres en esos compartimentos, tampoco la de los ocupantes de la cuevas tapiadas con cemento de Iwo Jima y Okinawa.

 

En el cielo, los aviones americanos se ciernen sin cesar alrededor de su presa, el director del combate distribuyó las tareas con precisión. Luego, como es necesario acabar, los cazas y bombarderos en picado de la segunda oleada se lanzan; los torpederos pierden altura y se acercan, rodeados de su enjambre protector. La primera víctima es el crucero inerte: 12 bombas, ocho torpedos. Deshecho, casi pulverizado, estalla en pedazos que caen y desaparecen. Los destructores reciben su parte: dos se hunden de seguido, otro se detiene al mismo tiempo que le aparecen unas llamas altas que vistas desde lo alto parecen como una especie de candelabro posado sobre el mar gris. Al mismo tiempo el Yamato recibe otras bombas y otros torpedos y, de repente, he aquí que se inclina. Los aviadores le ven ladearse claramente mientras que su DCA continúa disparando; se va parando. La DCA ralentiza también, su tiro se desajusta, disparando menos alto, como un chorro de agua que se agota. El Yamato va a volcar. No. Un resplandor enorme, cegador, anaranjado como el sol naciente; un geiser colosal de llamas amarillas y de humo negro; un solo trueno. Después nada. El Yamato ha explotado. No hay ni un superviviente. La pieza ha sido cobrada. Tres destructores se alejan a toda velocidad, no se les persigue. Tal vez se estime mejor que algunos testigos vuelvan a Japón para contar este último acto.

 

 

 

 

(Con esta como postrer campanada a muerto de la Flota Combinada japonesa lo dejamos por esta noche. Voy a enviar ahora unas fotos que tengo del Yamato y su final, para dar imágenes a este combate. Así daré tiempo a Rockofritz a susbirlas al Foro, pues mañana pienso dar aquí la versión, tan emocionante o tal vez más, que nos ofrece (por última vez) el libro de Albert Vulliez "Tonnerre sur le Pacifique" que tanto nos ha ayudado en toda la traducción, sobre el dramático final del Yamato.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Tal y como anuncié ayer, y para complementar el tema del Yamato, empleo, tal vez por última vez el libro que nos ha ayudado a comprender tantos episodios de la guerra en el Pacífico. Tonnerre sur le Pacifique, de Albert Vulliez. Es , también, un libro de facil lectura, y en parte tan didáctico como el de la "biografía" del Enterprise. Digno complemento, pues. Como el leit motif es la batalla de Okinawa, aún en curso, por ella empezamos.)

 

 

 

 

El fín de la flota combinada

 

El día de Pacua, el 1º de abril de 1945, los 1200 barcos de todos los tipos que constituían la flota americana de invasión tomaron posición en el suroeste de Okinawa donde se encontraban las playas de desembarco. Antes del final de la mañana, 50.000 hombres fueron puestos en tierra y pudieron apoderarse de los aerodromos cercanos de Yontan y Kadena sin encontrar ninguna oposición. A las 16 h. los principales transportes pudieron zarpar para ir a buscar a los escalones siguientes. Tuvieron la desagradable sorpresa de ser atacados por 2 kamikazes que acertaron a caer cada uno sobre un cargo. Fue el único incidente de esta jornada. El mismo completo silencio marcó los 4 días siguientes. Los escalones sucesivos fueron desembarcados y tomaron posesión de la parte sur de la isla. El Gral. Simón Bolívar Buckner implantó solidamente sus tropas en la llanura repleta de cultivos y pequeños jardines que se extiende entre las lomas de Kakazu dominadas por el antíguo castillo de Shuri, y el istmo muy estrecho de Ishikawa que estrangula como un corsé la gran isla en su medio.

 

La cosa barruntaba optimismo. Los soldados del ejército de tierra, que se esperaban encontrar un paisaje lunar, bromeaban entre ellos e insinuaban que los relatos de Iwo Jima contados por los Marines eran "como de costumbre francamente exagerados" La parte más crítica de una operación de este género era la puesta en tierra de las tropas, eel hecho de haber logrado desembarcar 200.000 hombres parecía un feliz presagio. La ofensiva sobre las colinas del sur de la isla, las de Kakazu y Shuri fue fijada para el 9 de abril.

 

El 6, sin embargo, antes de amanecer, mientras que los navíos de guerra americanos se preparaban para efectuar el bombardeo matinal sobre las posiciones japonesas, el chasquido de las piezas de la DCA rompió el silencio. Por aquí y por allá, los cargos se apartaron. Los estallidos de las bombas turbaron la calma de las aguas. Esta vez, sin duda, el enemigo se había decidido a reaccionar.

 

¡Y qué reacción¡ Ya dos destructores que cruzaban por delante de los grandes barcos habían sido asolados por los kamikazes, las formaciones avanzadas que aseguraban la vigilancia aérea lejana, sostenían un combate sin esperanza contra asaltantes suicidas que se sucedían sin parar. Era el infierno de Lingayen que empezaba de nuevo a mayor escala. En algunos minutos todos los cazas de los portaviones de escolta despegaron y combates aéreos encarnizados empezaron encima de los destructores para intentar detener a los kamikazes. Las explosiones de los obuses antiaéreos moteaban el cielo como globos infantiles en medio de los cual zizageaban en posiciones acrobáticas las afiladas alas de los Zeros o los fuselaje pesados de los bombarderos. La mayor parte de ellos dejaban tras de sí lenguas de fuego. De rato en rato, un avión se abatía sobre el agua, ardía un instante, despues explotaba y desaparecía en un remolino negruzco. A veces era del puente de un navío que se elevaban pesadas volutas de humo. Hacia las cuatro de la tarde, la furia se calmó tan de repente como había comenzado. El número de ataques suicidas se había elevado a 355. Un número casi equivalente de bombarderos japoneses habían efectuado ataques clásicos muy eficaces; la caza, desbordada, no abatió casi ninguno de ellos.

 

Si las pérdidas en aviones de los americanos eran extremadamente débiles, no pasaba lo mismo con las fuerzas navales: 6 destructores hundidos, 17 barcos de todas clases dañados, de los que 10 definitivamente inutilizados. El número de muertos era de 466, el de los heridos - la mayor parte horriblemente quemados sin esperanza de ssupervivencia - alcanzaba los 568.

 

Mientras que se desarrollaba esta serie de ataques agotadores, la flota japonesa partía para su salida suicida, conforme al plan Ten-Go. La decisión definitiva de enviar a la muerte al acorazado Yamato, el crcuero Yahagi y 8 destructores, es decir la casi totalidad de las fuerzas navales que se encontraban en la metrópoli, había sido notificada al vicealmirante Ito, a pesar de no haber dirigido nunca una batalla naval, habiendo pasado toda la guerra en el estado mayor gral. Solo eso ya probaba que el HQ imperial no contemplaba ni un minuto que un verdadero combate naval podría tener lugar. Comprendiendo cómo una salida efectuada en estas condiciones iba a levantar críticas, Toyoda envió a su jefe de estado mayor, Kusaka, a bordo del Yamato para conferenciar con los oficiales generales de la flota. Estos, cuando supieron de qué se trataba, pidieron un receso para recibir la opinión de los comandantes de las unidades. Todos fueron unánimes en rechazar la idea de una misión suicida de este género, no por que un tal sacrificio les indignara, sino porque no tenía ninguna oportunidad de ser compensado con la destrución de un objetivo importante.

 

(...)Un oficial intervino con voz alterada:"Yo estaba con Kurita en Leyte. Ya la operación era ridícula. La que se nos pide hoy lo es todavía mucho más. Pereceremos todos en ella y qué quedará para defender la metrópoli?" Esta arenga tuvo el don de desatar las lenguas. Hubo exclamaciones "¡Pensamos como él¡" Murmullos de aprobación corrieron. El almirante Komura permaneció silencioso, ojos medio cerrados. El comandante Hara que gozaba entre los comandantes de los destructores de una gran reputación tomó la palabra: "La solución más inteligente sería en mi opinión de efectuar operaciones aisladas sobre las líneas de comunicación del adversario exageradamente estiradas. Mi barco, el Yahagi, posee un radar y un sonar de los que por fin me puedo fiar. Yo destruiría al menos media docena de barcos antes de ser descubierto. Esto sería mejor que la solución que se nos propone que equivale a tirar un huevo contra una roca."

 

Todos estaban orgullosos de sus barcos y ardían en deseos de lanzarles a la batalla. Poco les importaba morir pero a condicion de que su muerte sirva para algo y sabían que sus tripulaciones estaban animadas del mismo deseo. A las 13 h. el almirante Komura partió hacia el Yamato. Volvió hacia las 15h y entró, con el rostro muy pálido en el salón donde estos oficiales le esperaban: "He aceptado ejecutar las órdenes. Entran en vigor a las 15h 30." Tras haber echado una ojeada en redondo, contó lo que había pasado: "He expuesto vuestra opinión subrayando que la compartía. Pero cuando he acabado, Kusaka ha explicado que se trataba más bien de una maniobra de diversión para concentrar sobre la flota los aviones de los portaaviones enemigos mientras que los centenares de kamikazes de Kyusiu atacarán los navíos de desembarco. Terminó diciendo que el plan no era suyo, y que el país estaría indignado de que el Yamato, al que se le calificaba abiertamente de "hotel flotante para los almirantes imbéciles", permaneciera intacto al fin de la guerra tras estar 3 años sin disparar un cañonazo. Y acabó diciendo: "Señores, se nos ofrece una posibilidad de morir honorablemente. Un Samurai está siempre presto a sacrificar su vida." Esta sentencia axiomática puso fin a la discusión. Todos prometimos ejecutar las órdenes.

 

Tras estas palabras Komura bajó la cabeza como excusándose de haber cedido a la presión de sus pares. Hara tomó entonces la palabra en nombre de todos, seguro estaba de expresar su pensamiento.: "Le agradecemos, almirante, de haber expuesto nuestras ideas. Pero las órdenes son las órdenes. Intentaremos hacerlo lo mejor." Los oficiales se inclinaron en señal de asentimiento y marcharon cada uno a su barco.

 

Los preparativos de zarpar: enfermos y aspirantes fueron desembarcados así como todo el personal no indispensable. Muchos no querían y hubo que forzarles a hacerlo. (...)

 

Al día siguiente 6 de abril 1945, a las 16h el superacorazado Yamato, el crucero Yahagi y sus 8 destructores de escolta zarparon de Tokuyama para su último viaje. Orden: bordear la costa oriental de Kyusyu durante la noche. El 7, a las 4h, rumbo oeste para atraer el máximo número de aviones enemigos que no iban a tardar en lanzarse en su persecución.

 

No tardaron. A las 11h 30, un puesto de vigía en las islas Amami señaló: "250 aviones enemigos, ruta norte". Eran los de la Task Force 58 de Spruance que habían sido avisados la noche anterior por un submarino. Cuarenta minutos más tarde, los radares del Yamato les vieron aparecer en sus pantallas e Ito difundió la información a sus navíos ordenándoles apartarse unos de otros y acelerar al máximo. Desde el puente del crucero Yahagi vieron al magnífico acorazado, que la marina veneraba "con una fé casi religiosa", apuntar levemente su naríz hacia el cielo levantando una enorme ola. En la bruma que caía, la vista de este barco de líneas puras y majestuosas hendiendo las olas a 35 nudos era, a pesar de la gravedad de la hora, un espectáculo reconfortante. Los que no habían asistido a las masacres de Leyte no se imaginaban que tal coloso pudiera sucumbir bajo el asalto de los aviones . Pero Komura que había visto hundirse al Musashi (su gemelo) no albergaba ninguna ilusión.

 

A mediodia veinte, un aguacero repentino envolvió a los barcos en una grisura opaca. Ningún avión a la vista aunque los radares podían seguirles en sus pantallas y dirigir hacia ellos todos los cañones del acorazado incluso las enormes piezas de 460 mm. De repente un vigía del Yahagi gritó: Dos aviones por babor adelante" y seguido las piezas de todos los barcos comenzaron a disparar en todos los sentidos. No eran solamente dos aviones los que habían salido de las nubes, sino veinte, cuarenta, cincuenta... Enseguida las bombas cayeron. El Yahagi y los destructores zizageaban de forma desordenada para intentar evitarlas, pero las estelas de los torpedos estriaban ya el mar alrededor de ellos. Cada poco un caza descendía en picado hasta la altura de los mástiles y barría los puentes con ráfagas cortas.

 

A las 12h 40, o sea 10 minutos desde la 1ª llegada de los aviones, el Yamato recibió el 1º torpedo. Seis minutos después, el Yahagi recibió otro a su vez en los compartimentos de máquinas que mató a todo el personal de servicio. El barco navegó un instante errático mientras que el cmte. Hara gritaba sus órdenes de nueva puesta en marcha, ignorando que su barco estaba inmovilizado para siempre por este único impacto. Además iba a servir de blanco para más de cien bombarderos en picado.

 

Desde lo alto del puente Komura y Hara asistieton como espectadores a la magnífica defensa de los artilleros del Yahagi. Cada poco se oía un grito de alegría: un artillero había visto a su blanco arder y caer como una piedra. Las explosiones se acercaban alrededor del barco inmovil. Entonces lo inevitable llegó. Una nueva explosión de torpedo dislocó la popa del navío. Se empezó a inclinar, cada vez como si quisiera morir con dignidad. Era el final... El mar se cubrió de multitud de cabezas. Los naufragos aferrados a trozos de salvavidas nadaban en una capa de mazout sin ninguna esperanza de ser repescados. Algunos volvieron la cabeza hacia el Yamato que seguía avanzando con su cortejo de columnas de agua levantadas por las bombas. Todo lo que les quedaba de esperanza y de vida se tendía hacia esta silueta soberbia que parecía desafiar la suerte. De repente un respandor lejano se extendió en un mar extrañamente calmado y vacío. Una gran columna de humo blanco subía hacia el cielo en el lugar donde se encontraba entonces el Yamato. Un trueno retumbando deflagraciones sucesivas barrió las últimas dudas: el gran acorazado acaba de hundirse en las aguas. Veamos cómo sucedió.

 

El Yamato había sido alcanzado desde el principio de la acción por un torpedo y dos bombas. Esto no había ralentizado su andar y sus antiaéresos habían abatido una docena de aviones. Tres cuartos de hora después, la segunda oleada lanzada por Mitscher con la órden formal de hundirle al precio que fuera. Durante media hora más de cien bombarderos en picado y otros tantos torpederos le asaltaron, llegando desde todos los puntos del horizonte. Tres nuevas bombas cayeron y el tiro de las piezas fué entonces ralentizado por el fuego que asolaba el puente y las superestructuras. Varias oleada dee torpederos acudieron para el golpe final. Nueve torpedos hicieron impacto a babor y pronto el barco tomó 30º de inclinación. Desde entonces las catastrofes se siguieron . Algunos obuses de 450 mm. rodaron fuera de las torres y fueron a explotar rebotando en los entrepuentes desfondados. Todos los esfuerzos para nivelar el barco fueron vanos, las puertas estancas cedieron una tras otra.

 

Cuando el vuelco era inminente, el almirante Ito llamó a su pasarela a los raros oficiales indemnes y pronunció algunas palabras de adios. Se hizo atar para permanecer erguido. Algunos segundos después de esta operación patética, el grupo era proyectado al mar por una explosión interna y el gran navío zozobró brúscamente.

 

 

América entera fue levantada de entusiasmo con el anuncio de la desaparición del "coco" japonés. Los 5 ó 6 aviones de Mitscher abatidos y la veintena de otros más o menos dañados por la DCA de los barcos japoneses parecieron flaco tributo pagado por este éxito.

 

El Japón acogió la noticia con una sombía amargura. Era una ilusión más que se hundía después de tantas otras. El resultado más tangible de esta exterminación histórica fue de hacer parar en los astilleros americanos y británicos la construcción de 4 acorazados de 40 a 50.000 toneladas que los almiranteas aliados decididamente ciegos se obstinaban aún en reclamar. La prueba estaba esta vez hecha de que la era de los acorazados estaba cerrada y que una página de la historia naval había ya pasado.

 

 

 

 

(Nada más que añadir a la magnífica descripción de Vulliez. Despues de esta acción Japón ya no podría rechazar cualquier flota de desembarco, si ello se producía. Impotencia y resolución de resistir hasta el último habitante.)

 

Saludos

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Yo juraría haber publicado esta respuesta antes. Debe de andar algún gamusino por ahi suelto. :blink:

 

En la wiki, de la cual me fío poco, pone que después del hundimiento del Yamato se recogieron supervivientes. Pero he leído en varios sitios que no los hubo en ese desdichado buque. ¿Cual será la verdad? Visto el pepinazo, se me anoja muy difícil.

 

Por cierto, en la wiki si que hay unas fotos muy interesantes de los ataques:

 

http://es.wikipedia.org/wiki/Yamato_(acorazado)

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Buenasss

 

(La guerra sigue. En Okinawa isla, Ya hay más ocupantes que tropas japonesas, que hasta ahora han rehuído el combate. ¿Estrategia? ¿Falta de efectivos? ¿Temor a mostrarse visto la enorme pegada norteamericana? ¿Ganar tiempo? Ya se ha dicho que la voluntad atacante está más que demostrada. No han venido desde tan lejos para contemporizar. Solo les separa del Japón propiamente dicho la isla de Okinawa, y la sombrilla protectora, creen, de sus Kamikazes.

 

 

 

 

El segundo ataque masivo de aviones suicidas contra los barcos que sostenían el desembarco de Okinawa tuvo lugar el mismo día 7 de abril. Como la víspera, los kamikazes estaban encuadrados por aviones no suicidas. En total 182 aviones. Cincuenta y ocho fueron abatidospor los cazas de los portaviones, 35 por la DCA de los barcos. Cierto número de aviones sucidas lograron chocar sobre sus objetivos, los documentos no dicen qué número. "El porcentaje de los impactos era muy débil; sin embaro, se tenía la impresión que si eso continuaba, el ataque sería para nosotros catastrófico." Es cierto que, estos dos primeros días, los ataques suicidas afectaron poco la moral americana. La flota japonesa estaba prácticamente destruída, las defensas aéreas del territorio japonés no constituían ya un obstáculo verdadero a los raids. Si estos "desesperados" llegaban a destruir o estropear casi todos los barcos americanos, ¿como apretar el dogal, cómo invadir? Parecía cada vez más evidente a los jefes americanos que ninguna destrucción llegaría a desmoralizar este pueblo hasta el punto de obligarle a capitular. ¿Entonces? ¿Habría que exterminar a toda la población de Japón? Las tripulaciones de los navíos se planteaban explicitamente todas estas cuestiones, pero tenían obscuramente conciencia; y sobre todo se preguntaron al menos durante algunos días, si, en esta guerra queno hacía nada acabar, los voluntarios de la muerte no iban a acabar por tener razón ellos. E incluso si su inquietud no era tan grave, experimentaban un penoso malestar. Otra cosa es afrontar a un enemigo resuelto a luchar hasta la muerte, otra cosa es verse atacado por un enemigo que, deliberada y sistemáticamente, se mata él mismo para matarte a tí. Esta forma de combate traspasaba incluso los limites del combate, introducía un elemente psíquico nuevo, dificilmente sostenible. Bien que los documentos no dan generalmente lás pérdidas americanas por cada uno de los ataque suicidas, podemos formarnos una idea de su eficacia reproduciendo desde ahora las cifras de pérdidas totales de la Marina ante Okinawa: 35 barcos hundidos, de los que 13 son destructores, y 22 más pequeños; 299 navíos más o menos dañados. De los 10 portaviones empeñados, 8 fueron finalmente más o menos dañados. Si estos ataques hubieran sido diarios, nadia sabría decir si la enorme armada no habría sido obligada a levantar el sitio. Pero los japoneses no tenían ya bastantes aparatos, viejos incluso, para que hubieran sido diarios. Los ataques masivos, llevados a cabo por 100 a 300 aviones, fueron espaciados sobre toda la duración de la campaña, separados por intervalos de siete a diez días, durante los cuales hubo solamente ataques esparcidos/diseminados en pequeños grupos.

 

 

Em tierra, los Marines que progresaban hacia el norte, no encontraban más que una resistencia esporádica, del género guerrilla, llevado a cabo por pequeñas unidades móviles. El 8 de abril, había recorrido la mitad de la distancia que separan las playas del desembarco del norte de la isla. El extremo norte de Okinawadebía ser alcanzado el 13.

 

Las tropas del Ejército que progresaban hacia el sur, chocaron el 5 de abril con las primeras líneas del reducto japonés. Desde ese día y durante un cierto tiempo, el avance fué practicamente contenido. Los infantes japoneses combatían con la misma determinación que en Iwo Jima; el sistema de blocaos subterráneos era, si posible, todavía mas perfeccionado. La artillería era remarcablemente eficaz; el camuflaje llevado hasta un mimetismo casi perfecto. En cierta zona, los aviones americanos, volando a treinta metros, vieron solamente 4 ó 5 blocaos japoneses: 5.000 japoneses debían finalmente ser muertos en este espacio. La lluvia, cayendo en abundancia los días 10 y 11 de abril, transformó el suelo removido en una pasta fangosa y pegajosa en la que el empleo de cualquier material pesado se hacía imposible.

 

Hacia esta época, los americanos descubrieron en Okinawa una serie de aparatos extraños, cuyo exámen les entregó la llave de un misterio que intentaban en vano dilucidar desde el 21 de marzo. ¿Qué significaban las dos pequeñas alas suplementarias observadas en esta fecha bajo el vientre de algunos bimotores japoneses? Estas alas eran los planos sustendores de bombas volantes dirigidas: cinco metros de envergadura, larga naríz que contenía una carga de mil kgs. de explosivo, un cabina con maniobras de control elemental, un doble timón y 4 tubos que servían a la propulsión a reacción. Un hombre se subía a bordo de estos aviones suicidas. Los ingenieros estimaron que estos ingenios debían poder alcanzar la velocidad de 925 km/h. Ante este descubrimiento, los americanos permanecieron aún más pensativos que cuando vieron las embarcaciones en las islas Keramas. Ninguna embarcación suicida había atacado a la flota. ¿Estos nuevos ingenios iban a atacar? ¿Y cuándo?

 

El 12 de abril, el destructor Abele, ya alcanzado por un kamikaze, recibió una de esas bombas pilotadas. Cortado en dos, se hundió seguidamente. Pero este éxito quedo casi sin continuidad. Otros tres barcos solamente fueron alcanzados por bombas pilotadas durante toda la campaña de Okinawa. Mientras la radio japonesa hizo saber que 300 ingenios habían sido utilizados. Las tripulaciones norteamericnas las designaron con el mote, que en japonés, significaba insensato: las llamaron "bakas".

 

Del 5 al 19 de abril, la lucha en tierra en dirección al sur consistió sobre todo en una batalla artillera. El 19 de abril, los acorazados y cruceros de los grupos de bombardeo naval se aproximaron y enviaron desde la madrugada una terrible lluvia de fuego sobre el campo atrincherado nipón. Este cañoneo duró una hora, seguida de la cual las tropas del Ejército dieron el asalto. La ganancia de terreno fue, según los lugares, de 500 a 800 metros. "Eso me recordaba Verdun, escribió el general Bruce. La defensa táctica de los japoneses era tan inteligente y tan coordinada como la de los alemanes. " Los primeros asaltantes americanos que tras una lucha a paso a paso, y tras la destrucción metro por metro de las defensas de una cresta, llegaron a la cima, creyeron que podían descender rápidamente por la vertiente opuesta, para lanzarse de nuevo. La vertiente opuesta no estaba menos trufada de defensas que la otra, el descenso no era menos duro que la subida. Era necesario reducir la línea de blocaos-cuevas que parecían pequeñas líneas Maginot: equipadas con luz eléctrica, ventilación, cañones sobre railes. Los americanos utilizaron, para reemplazar a los hombres portadores de lanzallamas, demasiado vulnerables, tanques equipados especialmente de lanzallamas. Un día, los japoneses contratacaron y recuperaron el emplazamiento de un pueblo, amenazando un aerodromo. La 27ª División del Ejército fue relevada por la 1ª División de Marines, medida que irritó enseguida sensibilidades. Los Marines no tardaron en comprender que "el sur era más duro que el norte". La presión contra el enemigo debió a veces ser relajada porque las municiones no llegaban en cantidades suficientes.

 

 

 

 

(Los combates de infantería están empantanados a pesar de la significativa diferencia de material y numérica. Los japoneses seguían demostrando su supremacía en la guerra defensiva. Su comportamiento en todos los desembarcos americanos así lo demuestra. Pero el reloj iba en su contra. Lo tenían perdido, pero aún generarían muchas bajas a los "occidentales". ¿Serían suficientes para disuadirlos en su idea del "asalto final"?)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Como parece que nos habíamos olvidado del Big "E", actor principal en esta serie de combates, volvemos a darle protagonismo. Cierto que es uno más en ese equipo de portaviones de elite que se ha enseñoreado del PTO. Pero nadie le ha regalado nada. Como diría un castizo "ha estado a las duras y a las maduras". Avanzó en el escalón de los combatientes y se ganó su reputación con creces. A veces se lamenta que ya no combate al junto con los que empezó este periplo, pero sabe que quienes llevan otra vez sus nombres ya han demostrado ser dignos portadores de ellos. Y ahora, cuando se está a un paso de acabar la faena siente que debe hacer un último esfuerzo y dar ejemplo a los que sigue considerando un poco sus hijos.

 

Pero antes debemos bajar a la tierra, y nunca mejor dicho: a la tierra removida de Okinawa. A partir del citado 19 de abril. Y ya se empiezan a amontonar los días sin lograr los americanos una decisión.

 

Tras el punto y seguido de ayer, que traía la queja de la falta de municiones en las filas americanas: sepamos pòr qué.)

 

 

 

 

Los Kamikazes hicieron saltar dos Victory ships,(se trata de una clase de buques de carga de unas 15000 toneladas construídos en grandes cantidades a partir de enero de 1944, derivados de los Liberty ships. Suplieron con su rápida construcción las pérdidas ocasionadas por los U-boots alemanes en la Batalla del Atlántico. N. del T.) cargados de 30.000 toneladas de cartuchos y obuses. Spruance dió enseguida la órden de hacer llegar por aire las municiones desde las Filipinas. Okinawa se había convertido para los aprovisionamientos y el material en un voraz brasero, pero el coloso americano podía soportar este enorme gasto. El 30 de abril, el gral. Buckner tuvo una conferencia de prensa en el curso de la cual declaró que le importaba ante todo ahorrar las vidas americanas, incluso si la operación debía gastar más tiempo y costar más cara. La lluvia cayó de nuevo en abundancia el 7 de mayo, paralizando el material pesado. El 10 de mayo, todos los barcos presentes en aguas de Okinawa dispararon una salva de honor para celebrar el "V Day" en Europa. Varios oficiales del estado mayor de Buckner, caldeados por la noticia, hablaron de "dar un asalto decisivo", en caso de necesidad en nuevos puntos, en la retaguardia del enemigo. BUckner rehusó. El 11 de mayo, fueron conquistados 800 metros en combates cuerpo a cuerpo.

 

Durante el primer mes de la campaña, los Marines, que no habían operado más que en el norte de la isla, habían tenido 95 muertos; quince días más tarde (operaciones hacia el sur), ya contaban con 1.046. En seis semanas, el Ejército había perdido 2.300 hombres.

 

 

El Enterprise había vuelto a su sitio en la Task Force. Una vez más. Confundido en las filas de los portaviones pesados, menos moderno en ciertos aspectos que varios de sus nuevos hermanos, el "Gran E" retenía sin embargo la atención de todos tan pronto aparecía sobre el mar. "¡He aquí el Gran E¡". Es un hecho muy particular y que merecería larga reflexión la existencia de la personalidad entre los barcos. Cada uno constata esta existencia intuitivamente, incluso sin conocimientos de las cosas del mar. A las las máquinas voladoras también el hombre a veces da un nombre y se esfuerza en atribuir una personalidad; pero yo no creo que estos esfuerzos hayan tenido éxito todavía: el avión permanece anónimo. El barco, a pesar de ser mero ensamblaje de materiales, él también, posee de forma incontestable, una especia de "ánima". (...)El barco es un ser vivo. Los acontecimientos que atraviesa, él les vive; estos acontecimientos se inscriben en su personalidad. El Enterprise, para todos los que le ven avanzar sobre el mar, era la imágen misma de la guerra del Pacífico, era incluso en alguna suerte la suma de acontecimientos y de innumerables horas de esta guerra. El Enterprise, era el olor infecto de los carbonizados de Pearl Harbor, era el rostro exangüe de los pilotos rescatados de las matanzas aeronavales de Midway, era la pesadilla interminable de Guadalcanal, y también la inmensa empresa de los desembarcos en los atolones, de los más mortíferos a los más fáciles, y era el número cada vez más grande de las estelas americanas en el mar, convergiendo cada vez más hacia el Japón, era la armada barriendo con su potencia este océano gris donde el Japón se había creído inatacable. A principio de mayo de 1945, los aviones del Enterprise habían hundido ellos solos 74 navíos, y centenares en colaboración con los aparatos de otros portaviones. Todos sus hermanos que habían comenzado la guerra con él se habían hundido; todos los adversarios del principio estaban muertos también: el Zuikaku, inmolado a lo largo del cabo Engaño, había sido el último. El Enterprise flotaba siempre; tras cada herida, había recuperado su puesto. Los oficiales más veteranos decían que se había construído en una época en la que se tenía tiempo, en el que cada barco era "trabajado con esmero, como un arpa".

 

El 14 de mayo de 1945 al amanecer, con buen tiempo aunque nuboso, el Enterprise se encontraba a lo largo de la punta sur de Kyusiu, rumbo 340. Los aviones de la Taffy habían despegado para atacar aerodromos. En el mastil del Enterprise batía una bandera azul marcada con tres estrellas blancas, emblema del vicealmirante Mitscher, jefe de los portaviones. Mitscher había embarcado en el portaviones tres días antes, llevando únicamente las ropas que llevaba puestas: el resto de su bagaje había sido destruído a bordo del Bunker Hill, al que dos aviones sucidas acaban de causar graves daños. Se empezaba a notar en las filas de los kamikazes un cierto número de aviadores que no eran novatos, sino al contrario pilotos experimentados. Este loco consumo del último personal de valía no podría ciertamente durar largo tiempo; pero, mientras tanto, eran terriblemente eficaces.

 

El 14 de mayo, pues, a las 6 horas, cinco grupos de aviones enemigos fueron detectados por los radares del Enterprise. Las patrullas de caza estaban en el aire. Unos 25 minutos tras la detección, los hombres que se encontraban sobre el puente del portaviones pudieron distinguir, lejos por detrás, varios aparatos cayendo del cielo, ardiendo o rodeados de humo. La batalla se estaba desarrollando enteramente dentro de las nubes.

 

A las 6h 50, el radar señaló un "bogey" aislado, a 20 millas a 200º, altura 2.600 metros. Las baterías de popa fueron apuntadas en esta direccción, prestas a disparar en cuanto apareciera. A las 6h 54, estaba a la vista, aproximándose rápidamente. Desapareció un instante en las nubes, despues a unos 6 kms. salió deliberadamente, perdiendo altitud. Era un Zero. Las baterías de 127 mm abrieron fuego. El japonés remontó hacia las nubes. Las baterías continuaron a tirar. La aproximación del nipón era atentamente seguida en el radar; sobre el puente y sobre las pasarelas, todas las miradas estaban vueltas hacia las nubes donde había desaparecido. La tripulación estaba en sus puestos de combate desde las 4 de la mañana. Todos los aviones que no estaban en el aire habían sido vaciados de su gasolina y bajados.

 

El japonésse aproximaba por la popa. Su deslizamiento era de unos 150º grados estribor, dicho de otra forma a 30º grados del eje del barco. No se le veía siempre, las nubes le ocultaban. Informados por el radar, los cañones de 127 mm continuaban a dispararle y pronto los pom-pom de 40 mm de popa entraron en acción también. Era un espectáculo bastante curioso ver todas esas piezas tirar con encarnizamiento contra un enemigo invisible - contra un espectro.

 

A las 6h 50, el Enterprise cayó a 345º. El japonés salió de las nubes y empezó a picar.

 

La incidencia de su picado no era grande, no más de 30º; su velocidad unos 450 km/h. Avión suicida, imposible dudarlo. Se aproximaba sin prisa, con determinación, maniobrando justo lo necesario para no ser tocado demasiado pronto. El gráfico de su caída mostraba algunos rápidos cambios en altura destinados a corregir su puntería sobre el barco que evolucionaba. Este piloto conocía perfectamente su oficio y todos los que le veían aproximarse no podían impedir tener la boca ligeramente seca. En menos de un minuto el acontecimiento habría acabado, y era ahora dificil de imaginar que esto no se acabara más que con el choque del Kamikaze contra el Enterprise. En casos semejantes, cualquieran que fueran los daños, siempre había muertos.

 

Todas las piezas tiraban: los 127, los 40 mm y ahora también los 20 mm, e incluso los fusiles. El japonés llegaba a través de una lluvia de acero. Manifiestamente ahora tocado en varios sitios, dejaba tras de sí como una bandera de llamas y de humo, pero llegaba cada vez más claramente visible, apenas balanceado, la línea de sus alas derecha como una espada. El puente de vuelo estaba desierto; todo el mundo, salvo los artilleros, estaba cuerpo a tierra. El bólido en llamas y rugiendo pasó por delante de la isla y se estrelló justo detrás del ascensor de proa.

 

En un choque terrible. El navío todo entero fue sacudido. Los oficiales que se encontraban sobre las pasarelas quedaron deslumbrados por el resplandor naranja de la explosión y vieron al puente de vuelo levantarse como la piel de un plátano en una longitud de 40 m.; un trozo enorme del ascensor, al menos un tercio de la plataforma, salió por los aires a más de cien metros. Era un espectáculo impresionante de ver este enorme pedazo de chatarra voltear como un pájaro y caer al mar, mientras que la humareda negra y gris se extendía sobre el puente de vuelo. Algunos segundos más tarde, hombres con traje de amianto corrieron al medio de la humareda.

 

La bomba había causado 14 muertos. Los daños materiales eran menos graves de lo que hubiera dejado suponer el carácter espectacular de la explosión: además del agujero mismo y el arrancamiento del puente, algunas rupturas de tuberías. Detalle a la vez prosáico y providencial, la bomba que se había desprendido en las últimas fracciones de segundo de la caída del kamikaze había perforado dos puentes y estallado contra un compartimento totalmente lleno de rulos de papel higiénico: este cochón había limitado el efecto de la deflagración hacia abajo, mientras que hacia lo alto había desgarrado el ascensor. El fuego destruyó varios aviones en el entrepuente de hangares, así como el mobiliario de varias camaretas de oficiales. La ropa de cama expandió al arder una humareda espesa; pero no se produjo incendio importante. La ruptura de tuberías introdujo en el interior del barco 2.000 toneladas de agua que hubo que bombear. Y la reparación del puente de vuelo iba a demandar algunas semanas. Pero el Gran E, en suma, había tenido suerte: una vez más. Los aviones suicidas habían tocado el Franklin y el Bunker Hill de impactos casi mortales; los americanos que les habían visto volver a puerto habían quedado fuertemente impresionados por su aspecto devastado y al mismo tiempo por el olor que extendían todavía, varios días tras el drama. El Enterprise iba simplemente a hacerse curar una nueva herida sin gravedad. Solo los 14 muertos no admitirían bromas nunca. La última imágen terrestre que ellos se habían llevado, era la del Kamikaze arrastrando esa bandera de fuego y agrandándose a toda velocidad, la línea de las alas derecha como una espada.

 

Los restos del piloto existían todavía. Habían sido reunidos bien ordenados en un rincón del puente, cerca de los restos ennegrecidos del aparato. Estos restos consistían en un torso ancho muy musculado que se veía por los desgarros del la chaquetilla y de la camisa; la carne era morena, poco peluda; a este torso lo mantenian un trozo del brazo derecho y la cabeza; la cabeza estaba inclinada sobre el hombro; el cuello no obstante robusto, parecía flexible, blando como el de una muñeca de trapo; los ojos grandes abiertos. La tripulación entera desfiló ante el cuerpo del voluntario de la muerte. Los hombres miraban menos el rostro bien modelado y los grandes ojos abiertos, ahora vidriosos, que los botones de la chaquetilla, que iban a constituir magníficos recuerdos de guerra para algunas privilegiados de alto grado. Estos botones eran negros y llevaban en relieve la insignia del cuerpo especial kamikaze: una flor de cerezo de tres hojas. Un proverbio dice todavía: "La flor del cerezo es la primera entre las flores, lo mismo que el guerrero es el primero entre los hombres."

 

 

 

 

(Todavía impresionado por el relato de esta noche. Puede ser uno de los mejores y más expresivos del libro. Blond, en este capº ha sabido recrear el estado de exaltación mística y patriótica que empujó a los jóvenes pilotos a buscar la muerte heróica para la más grande gloria del Emperador, símbolo sagrado del Estado. Este arma, los Kamikaze, al que inspiró la desesperación ante las victorias americanas en PTO.

 

Su traducción me ha inducido a re-leer una obra, de las mejores que recuerdo sobre este interesante tema, que tiene por título "La epopeya Kamikaze" del francés Bernard Millot. La editó en castellano Bruguera, en su colección Libro Amigo, nº 328, en junio de 1975. Aunque el original francés es de 1970 y la editó R. Laffont. Es de bolsillo, 441 páginas. Totalmente recomendable. Repito que es lo más completo que he leído sobre los Kamikazes. Es facil de encontrar: lo he consultado en librerías de viejo. Y su precio fluctúa entre los 8 y los 20 €. Si hay interesados, gustosamente ampliaría datos. Incluso he encontrado 1 ejemplar en Libreía Buenos Aire, Argentina a 14,95€.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Volvemos a los combates en Okinawa. Conviene recordar que los cañones de grueso calibre de la flota americana "repasaba" día y noche el territorio aún en poder de los japoneses (militares y civiles) y que su alcance llegaba a los veinticinco kilómetros de media. Lo peor de todo para moradores de la isla era la total impunidad con que lo ejecutaban los americanos. Tras la abortada salida encabezada por el Yamato, que se puede catalogar de suicida -no llevaba combustible más que para llegar a Okinawa - para librar allí su postrer batalla anclado en la playa como si se tratara de una batería pesada (casi) flotante, no quedaba nadie más para hacer frente a la invasión. A pesar de la cercanía con las islas metropolitanas del Japón. Solo les quedaba la "ultima ratio regis": El Cuerpo especial, los Kamikazes.

 

Mientras tanto tocaba apretar los dientes y resistir metro a metro, retrasando así (creían) el desembarco en Japón. Veamos como sucedió.)

 

 

 

 

Sobre Okinawa, la lucha continuba, tan encarnizada como siempre. El 19 de mayo, los americanos se apoderaron de una altura que llamaron Conical Hill (tengo 1 fotografía N. del T.). La artillería norteamericana remplazó enseguida a la artilleria nipona; pero este éxito táctico no pudo ser explotado como se había esperado, a causa de las lluvias torrenciales que volvieron a caer, paralizando el material pesado. En la noche del 24 al 25 de mayo, aviones japoneses depositaron por sorpresa comandos saboteadores sobre los aerodromos de Okinawa. Concretamente en el de Yontan, los americanos vieron surgir de la noche furiosos demonios que arrojaban granadas y paquetes de explosivos, perfectamente indiferentes de su propia destrucción. Estos comandos causaron unas docenas de muertos, pero destruyeron solamente 7 aviones, sí quemaron unos

70.000 galones de gasolina de aviación. El mando japonés había depositado ciertamente grandes esperanzas en esta acción. Su idea había sido la de debilitar gravemente a la aviación americana de Okinawa para volverla incapaz de rechazar los últimos y desesperados ataque masivos de aviones suicidas(tengo media docena de fotos de este ataque a Yontan N. del T.): la mayoría de muertos americanos fue causada por "fuego amigo" pues se tirotearon en la oscuridad hasta que se hizo de día y pudieron eliminar a los entre 8 y 12 japoneses suicidas. Les encontraron encima mapas muy actualizados y recientes de las instalaciones de la base.

 

La aviación japonesa lanzaba sus últimas reservas al combate, con una determinación que hacia equiparar a los marinos y aviadores americanos a la misma condicion tan poco envidiable que si fueran simples soldados de infantería. Los aviadores despegaban todos los días y varias veces al día. Los de la Taffy group 58.3 estuvieron sometidos a este régimen durante 77 días consecutivos. Los marinos estaban casi constantemente en alerta: los mecáanicos y los hombres de los equipos de reparación velaban la mitad de las noches para la reparación de los aviones. A bordo de los destructores de alerta lejana, la vida era un purgatorio. Estos pequeños barcos permanecían tres días de cada seis en la línea de vigilancia, por rotación. Durantes estos tres días, los hombres no dormían, podían solamente estar tendidos de cuando en cuando media hora sobre el puente o en el suelo de su camareta; se alimentaban cuando podían, tragando rápidamente un elemento de "ración K", entre dos ataques. Un destructor de esta línea de vigilancia lejana fue atacado por 50 aviones, no exactamente a la vez, el blanco era demasiado pequeño, pero sí sin interrupción; su DCA abatió 20 kamikazes en una sola jornada. La suerte concedió a algunos de estos pequeños barcos una invulnerabilidad increíble: el destructor Laffey pudo dirigirse solo hacia una base de reparaciones tras haber sido alcanzado por dos bombas y seis aviones suicidas. Muchos otros, ya se ha dicho aquí, sucumbieron. El último ataque suicida en masa tuvo lugar el 28 de mayo, bajo bajo un terrible aguacero.

 

El mismo día , Halsey llegó para relevar a Spruance como comandante superior de todas las fuerzas que operaban en la zona de Okinawa. Ninguna razón oficial, ni oficiosa, fue dada para este remplazo, y ninguna de las explicaciones elaboradas después es enteramente satisfactoria. Puede ser que el alto mando había digerido los errores de Halsey en Leyte más rápido que las víctimas de estos errores; se podía creer que pensaba que una embestida en el estilo de Halsey era ahora necesaria en Okinawa, pero, en ese caso, ¿por qué dejar el mando de las operaciones terrestres a Buckner, siempre tan prudente y ecónomo de vidas humanas?

 

En los días que siguieron al 28 de mayo, se observaron algunos movimientos en las líneas japonesas. Los americanos se apercibieron que el enemigo se había replegado sobre una línea nº 2 de posiciones fortificadas. Se progresaba lentamente en el fango. Mientras tanto, la artilleríaa japonesa se callaba: no había cañones, o, más bien, no había municiones. Según las estimaciones de expertos militares, unos 15.000 japoneses debían subsistir en la parte sur de Okinawa, amontonados sobre un muy pequeño espacio. Todo dejaba prever que la reducción de este último reducto iba a ser dificil.

 

El 10 de junio, tras una nueva preparación artillera y de aviación, fue lanzada una ofensiva sobre todo el frente, y particularmente contra una línea de defensa japonesa instalada sobre un escarpado de 150 m. de alto, largo de 8 kms. llamado Yeaju Dake. Los nipones descubrieron en ese momento una formidaable barrera de artillería. El primer movimiento de la ofensiva fue detenido. Sin embargo estaba claro que los defensores de Yeaju Dake no podían esperar nada más que retardar algunos días su derrota. Buckner les hizo llegar por medio de paracaídas proposiciones de "rendición honorable", con un plazo de 36 horas para reflexionar. Este lapso fue aprovechado por los hombres de las 7ª y 9ª Divisiones de Marines para escalar el escarpado según una excelente técnica alpina, bajo el fuego japonés. Como los nipones no respondieron a la proposición, el ataque general fue retomado el 13 de junio. El 17, Buckner ordenó una nueva tregua de una hora, durante la cual una nueva proposición de rendición honorable fue dirigida a los japoneses, esta vez por medio de altavoces montados en camiones-tractor. Doce japoneses salieron de sus madrigueras, con los brazos en alto. La hora pasó. El fuego americano volvió a empezar.

 

Durante esta última parte de la conquista, el combate cercano alcanzó la violencia máxima observada en el curso de la guerra. Mujeres combatían en las filas niponas. Los japoneses surgían de sus agujeros tras atarse granadas al cuerpo y se lanzaban bajo los tanques americanos para así hacerlos saltar. Los americanos los destruían con lanzallamas. Así era necesario matar uno tras otro a todos los defensores del escarpado, transformados en combatientes suicidas. El 18 de junio, el gral. Buckner se presentó en un puesto avanzado de mando para ver y dirigir el último asalto. La artillería japonesa abrió fuego, un obús explotó muy cerca del general. Herido mortalmente en la cabeza, expiró en unos minutos. El dios de la guerra se había vengado de este jefe demasiado ecónomo de la sangre de sus soldados. El gral. Buckner era el primer general americano mandando un ejército en campaña muerto en acción desde la guerra de Secesión. Al día siguiente, el gral. de Brigada Claudius M. Easley, comandante-adjunto de la 96ª División del Ejército, fue muerto a su vez en Okinawa. Ya era la hora de que este bastión fuera tomado. El 21 de junio, un comunicado anunció oficialmente el fin de la resistecia organizada en Okinawa.

 

La conquista había durado 82 días (en lugar de los 70 previstos por el esquema). Los americanos habían perdido 6.990 hombres (soldados, marinos, aviadores); cera de 30.000 habían sido heridos. 880 aviones americanos habían sido destruídos (de los que 266 en los portaviones dañados); las pérdidas navales, ya se ha dicho, eran de 35 barcos hundidos y 299 dañados. Los japoneses habían perdido unos 117.000 hombres sobre Okinawa; alrededor de 3.800 de sus aviones habían sido abatidos.

 

Este balance fue publicado en los EEUU. La guerra estaba ganada en Europa, el desenlace victorioso de la guerra en PTO no se ponía en duda; el mando americano pensaba poder tratar a la opinión más virilmente que en el periodo de reveses; además, estaba pesuadido que el público estaría impresionado por la enorme desigualdad de las pérdidas y aplaudiría la habilidad de los jefes. Mientras que la publicación de las cifras levantó una tempestad de gritos. Cerca de 7.000 muertos, era inconcebible, mientras que los EEUU disponían de una superioridad aplastante de medios. Los comunicados habían revelado que los cañones de la flota habían enviado 35.000 toneladas de obuses sobre Okinawa y los cañones del ejército 66.000 toneladas; sin contar las bombas, cuyo peso total ni siquiera podía ser evaluado. En esas condiciones, ¿cómo podían haber subsistido suficientes japoneses en Okinawa como para matar cerca de de siete mil americanos?

 

 

 

 

(Cierro aquí la traducción esta noche recordando que, sin haberlo leído previamente con tanta antelación, hice la misma reflexión hace ya unas fechas hablando de las cifras de bajas USA en Iwo Jima. Y eso que las cantidades de explosivos arrojados sobre ambas islas, sobre todo Iwo de menos de 9 kms. cuadrados, rebasan toda imaginación. Me queda la duda razonable de si el extinto presidente Franklin D. Roosevelt hubiera permitido estas dos hecatombes sucesivas.

 

Quedan aún unas cuantas reflexiones más para traducir mañana y siguientes (que no he leído previamente, pues siempre lo hago el mismo día que lo subo al Foro). Espero nos aclaren algo más. Posiblemente me ayude el recurrir, otra vez, al libro "auxiliar" de Albert Vulliez, "Tonnerre sur le Pacifique", por si nos aporta alguna idea más.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Vamos ya con las consecuencias, algunas poco lógicas, de la caída de Okinawa en manos norteamericanas a pesar de la tenacidad japonesa que luchó en tremenda inferioridad de todo tipo. ¿Confiaba la camarilla militar nipona, incluído el Emperador, que el alto número de bajas americanas experimentadas en los útimos enfrentamientos directos les indujera a posponer, e incluso renunciar a la invasión más o menos inminente? A ver lo que nos expresa Georges Blond.

Simple Punto y seguido.)

 

 

 

 

Por dramáticos y casi fabulosos que fueran los relatos de los corresponsales de guerra, no llegaron a llegar a dar al público una idea exacta de la tenacidad japonesa. El periodista David Laurence escribió el 4 de junio: "¿Por qué se disimula verdad respecto al fiasco militar de Okinawa? ¿Por qué no hay nadie, entre nuestros dirigentes, que haga la luz sobre los errores que hacen de la operación de Okinawa un ejemplo de incapacidad militar peor que Pearl Harbor?". Nimitz personalmente tomó la pluma para responderle: "Fuí en avión con mi estado mayor a Okinawa donde conferencié durante dos días con el general Buckner y los otros jefes. La operacion ha sido conducida de la mejor forma que era posible. Desembarcos en nuevos puntos hubieran sido ineficaces contra un enemigo alertado. El avituallamiento planteaba problemas cotidianos y siempre dificirles de resolver, etc." Las fotos y los films tomados durante la última parte de la campaña fueron dados a conocer. Viendo en qué pequeña luna se había convetido una región antes habitada, arbolada, con plantas y casas, cultivada por la mano del hombre, en viendo eso, el público americano empezó a comprender.

 

 

"El mantenimiento o la caída del Imperio dependen del resultado de esta batalla", había declarado hacia el 20 de abril el almirante Toyoda, comandante en jefe de la Flota Combinada. La cuestión estaba ahora resuelta. Se puede decir que tras Okinawa, la partida estaba jugada. Las familias de los Marines y de los soldados, considerando las últimas fotos de Okinawa, pueden preguntarse cuánto costará todavía la invasión de Japón en vidas americanas. Para los marinos y aviadores, la guerra contra Japón no es más que una especie de gran expedición colonial. Las gigantescas Task Force, a las que se han unido poderosas fuerzas navales británicas, circulan en las aguas japonesas sin encontrar oposición. Los petroleros, antes apartados de las zonas de combate, vienen a avituallar a los portaviones y acorazados hasta delante de Tokio. Se realizan ejercicios de entrenamiento a la vista de la costa japonesa, se ensayan nuevas tácticas, por ejemplo: bombardeo nocturno de un sector costero por cruceros y destructores, la cobertura de estos barcos asegurada por cazas nocturnos. Invenciones un poco gratuitas e incluso sin gran interés, los aviones no teniendo nada que hacer. Las pocas escuadrillas japonesas que perviven, reservadas a la defensa de los grandes centros, despegan cada vez que el intenso bombardeo americano se lo permite; la cifra de sus efectivos tiende con rapidez a cero. El 4 de julio, día del Indepedence Day, el comunicado americano anuncia que el Japón acaba de recibir su "cien mil toneladas de bombas". La mayor parte de las ciudades japonesas están ardiendo o en cenizas. El número de muertos supera ya largamente el millón. "Si el Japón continúa a resistir, anuncia el gral. Doolittle, será atacado, no por 2400 bombarderos a la vez, como en Alemania, sino por 3000 Superfortalezas Volantes." Contando los aparatos de las Taffys, McArthur dispone ya de más de 10.000 aviones. Las defensas militares aplastadas, el cerco de hierro se apreta aún más. El 17 de julio, Nimitz anuncia en la radio que "los cañones pesados de los barcos de guerra americanos abriendo el fuego sobre los objetivos de las ciudades de Hondo y de Hokkaido (islas principales del Japón) marcan el principio de una nueva era en el Oceáno Pacífico". Desde el puente de sus navíos, los hombres de los portaviones miran estas costas grises, coronadas de humaredas, donde se alzan constantemente incendios. Incluso aquellos que desembarquen no sabrán nunca cuál pudo ser la vida de los japoneses durante este periodo ya que "la nueva fórmula de guerra aplicada por los EEUU, echando mano del maquinismo, suprime todo rastro de vida en el sector atacado". El 26 de julio, los USA dirigen al Japón el ultimatum famoso, igualmente firmado por Gran Bretaña y China: "Prodigiosas fuerzas aéreas, terrestres y marítimas están prestas a llevar el último golpe al Japón. La aplicación total de nuestra potencia militar, sostenida por nuestra resolución inquebrantable, significará la destrucción total del territorio japonés." La destrucción total del territorio. Una población entera es informada que, si sus jefes rehusan tratar, es la muerte para todos.

 

La guerra de los combatientes se acabó, otra acción va a empezar. Una acción aparentemente diferente en intensidad e incluso en naturaleza de todas las formas de combate que, desde siglos, se había acostumbrado a llamar "guerra"; pero que, después de todo, no es puede ser más que la guerra en su esencia, despojada de los prestigios de la bravura y de la caballerosidad. El ultimatum ha sido lanzado el 26 de julio. Varios días transcurren. La respuesta tarda. Entonces, el Hombre Blanco enciende el sol de muerte cuyo resplandor es incalculable. (También se puede traducir: "cuya irradiación es incalculable". Lo dejo al libre albedrío del lector. N. del T.)

 

 

 

 

(Y hasta aquí lo que ha dado de sí el desarrollo del libro de Geoges Blond: El superviviente del Pacífico. Espero que su lectura haya producido tanta satisfacción e interés como a mí. Es lo único que deseo.

 

En estas críticas fechas, el Enterprise se encontraba de viaje de vuelta a los EEUU para efectuar allí las importantes reparaciones debidas al ataque kamikaze sufrido en aguas de Okinawa el 14 de mayo último, y que tan brillantemente describió el autor. Se perdió, pues, su puesto de honor en la Bahía de Tokyo en la firma a bordo del USS Missouri de la rendición oficial del Imperio del Japón a que tanto contribuyó con su esfuerzo y con la sangre de sus marineros y pilotos.

 

Tengo ya un par de ideas acerca de cual será mi próximo trabajo para este Foro. Mientras me decido, cosa que haré con prontitud, seguiré enviando a Rockofritz fotografías que acaben de ilustrar estos últimos días de traducción. Las gracias a Rocko y a su paciente entrega; con su colaboración estoy seguro que la lectura ha sido mucho más llevadera. Y disculpas si he tenido algún fallo en la versión: no soy traductor profesional. Solo un mero aficionado.)

 

Saludos

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Amigo Jenisais:

 

Sumandome a lo expresado ya, por los compañeros de escuadrón y considerando tu oficio, que sin duda te permirirá dimensionar en esta particular ocasión, la profundidad de este simple y a veces repetido comentario:

 

"Nunca están demás las palabras"

 

Y en este caso, mucho menos esta: GRACIAS :D :D :D

 

Quedaremos atentos a tu próxima aparición ^_^

 

Ps: Y por cierto, Gracias a nuestro común amigo Rockofritz ;)

Edited by racoon
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Buenasss

 

Muchas gracias a los que habéis escrito hoy, y también a todos los Foreros.

 

Si algún mérito ha existido se debe única y exclusivamente a la calidad del libro de Georges Blond. Lo considero un relato dramático muy emocionante que narra la historia del periplo en PTO del portaviones americano "fetiche" de la US Navy, Enterprise (el Gran E). A la apostre único sobreviviente de los portaviones que empezaron con él la guerra en los ya lejanos días de Pearl Harbor. Largo periplo, y larga gloria para él y sus tripulantes.

 

Qué decir de su autor, veterano marino, Blond evoca con precisión y una discreta emoción estas jornadas de angustia en el curso de las cuales numerosos barcos fueron hundidos por submarinos, aviones o barcos de guerra enemigos. Y los propios aviadores perdidos para siempres en aguas del Pacífico. Blond nos ha recordadola guerra aeronaval en lejanas latitudes que tal vez teníamos un poco olvidadas. Como dice el conocido autor Max Hastings: Hubo dos guerras mundiales, y muy distintas. La de Europa, más cercana, que parece que nos concernía más; y la del Pacífico, en la que nos perdíamos un poco, solo sea por sus inmensas distancias y dimensiones. Bien está, pues, este libro que nos desempolva emociones que creíamos algo lejanas.

 

Que las fotos que ahora envío a Rockofritz contribuyan a la mejor comprensión de lo leído, en particular, últimamante.

 

Repito, gracias a todos, y

 

Saludos

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Reiterando las gracias a Jenisais, que nos ha permitido disfrutar de un relato tan vivido de aquellos días del conflicto en el enorme Pacifico, coloco las últimas fotos :rolleyes: . Al ser varias y todas muy buenas tengo el problema de cuales escoger para no sobrecargar, creo que estas estarán bien:

 

 

Iwo_Jima Ira Hayes uno de los que izó la bandera es el 1º de la izdª sentado

 

iwojimairahayesunodelos.gif

 

Iwo Jima Suribachi Old Glory dressed Rosentahl P Pulitzer

 

iwojimasuribachioldglor.jpg

 

Iwo Jima 4th Marine Division cemetery y hubo varios mas.

 

iwojima4thmarinedivisio.jpg

 

Halsey 2 sept 1945 USS Missouri rendición Japón. Tal vez Se acordaría del Gran E

 

halsey2sept1945ussmisso.jpg

 

Mayor Bong Richard 40 victorias en PTO w ww2incolor com USAAF

Bong Richard Major 40 victorias en PTO w ww2incolor com USAAF

 

Banzai titulo en ed francesa John Toland.-

banzaitituloenedfrances.jpg

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