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El amante de la muerte (The War Lover)


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Buenassss

 

(De nuevo por el Foro. Me ha llevado tres semanas justas, desde que acabé con La Epopeya Kamikaze el leer el libro de referencia: El amante de la muerte (The War Lover). A pesar de su notable interés, deseché desde el primer momento transcribirle de forma completa: son 379 páginas de minúscula y apretada escritura, que, estoy seguro, hubiera aburrido a más de uno, por no decir a la mayoría.

 

Tenía este libro pendiente de leer desde hacía tiempo. Le compré, como no, en Iberlibro. Como siempre por una módica cantidad. Le imprimió en Argentina la Compañia Gral. Fabril Editora, en 1961. Su autor, John Hersey (1914-1992) le escribió en 1959, con el título oriinal de "The War Lover".

 

Al haberle acabado de leer hoy mismo es por lo que me reservo unos días para dar mi humilde opinión; la iré reflejando al final de cada texto que vaya subiendo al Foro.

 

Me voy a referir directamente a la breve biografía que viene en la solapa de la obra. Si alguno quiere profundizar, le recomiendo use Wikipedia o cualquier otra página similar. Dice así la escueta referencia: John Hersey, nació en Tientsin, China, en 1914, y cursó estudios en las universidades de Yale y Cambridge. Más tarde su secretario del conocido escritor Sinclair Lewis. Recorrió todos los escenariosde la segunda guerra mundial como corresponsal, resultando de esta experiencia sus novelas. "Una campana para Adano" (A Toll for Adano) fue laureada en 1944 con el premio Pulitzer de novela; "La pared" (The Wall), y "The War lover".

 

La Pared es la epopeya del ghetto de Varsovia plasmada en páginas magníficas y conmovedoras, que exploran los más hondos abismos de la ignominia y, al mismo tiempo, las más altas cumbres a que puede arribar la dignidad del hombre. Ha sido aclamada en el mundo entero como uno de los más grandes libros de post-guerra.

 

En El amante de la guerra, Hersey pone de manifiesto laa plenitud de su vigoroso oficio de narrador colocando a sus personajes en el dramático conflicto de heroismo y cobardía, a la vez que descubre, tras las manifestaciones exteriores, la esencia misma de la conducta humana.

 

Solo falta por referir la solapa posterior dedicada a presentar por la Editora la obra en sí. Va literal.

 

El copiloto Boman, uno de los pprotagonista de esta extraordinaria novela, afirma en cierto momento que hay dos clases de coraje: el coraje que nace del amor a los demás, y el coraje solitario, que comienza y termina en el amor a sí mismo.

 

"El amante de la guerra" gira, fundalmentalmente en torno de estas dos aactitudes humanas frente al peligro, encarnadas por Boman, el narrador de la historia, y por el piloto Buzz Morrow. El relato se desarrolla en dos línas paralelas: las 15 horas que dura una incursión sobre Alemania, durante la SGM, y el relato que hace Boman de lo sucedidodesde la llegada de su escuadrilla a Inhglaterra, meses antes de la incursión. Esta es la historia de la admiración de Boman y de sus compañeros por Buzz Morrow, el héroe ruidoso, seguro de sí mismo, violento, donjuanesco; es también la historia de la muchca inglesa de quien Boman se enamora; y es finalmente, la historia del descubrimiento de la verdadera y oculta personalidad del héroe, de la fatal debilidad que esconde su extior triunfante, del tremendo miedo que le corroe y del secreto goce con que se precipita en una posible aniquilación.

 

El resultado de este complejo entrecruzamiento es una novela a ratos áspera, a ratos plena de humor con perfiles humanos vívidamente delineados, y con un suspense que se hace casi insoportable a medida que la incursión aérea y el conflicto humano se acercan a su clímax. Pero, por encima de todo, "El amante de la guerra" -cuya edición original ha logrado un éxito claamoroso en los EEUU - es un vibrante alegato contra la guerra, y expresión de una constructiva actitud de fraternidad humana.

 

 

(Aunque sean breves la líneas anteriores, las subo al Foro para ir "adelantando" el tiempo. Confieso que me ha costado entresacar lo que debo subir al Foro. Pero, como de costumbre, espero que el texto resultante sea del agrado de los Forero-lectores. Mi única intención.)

 

Saludos

 

 

 

 

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Esperamos ansiosos el poder leer tus líneas ¡como siempre!

 

Imagino que este texto es la fuente de la película del mismo nombre, del cual ya hicimos una reseña en el foro

 

http://www.escuadron69.net/v20/foro/index.php?/topic/38164-the-war-lover/?hl=%2Bwar+%2Blover

 

y que precisamente descubrí gracias a tí. Para mí una de las cinco mejores películas de aviación de la 2ª G.M.

 

Lo dicho, impacientes estamos para poder leer tus líneas.

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Buenasss

 

(Como dije ayer, tuve bastante trabajo para escoger los textos a subir al Foro. No es fácil ir extrayendo fragmentos de un libro de 379 páginas de apretada letra. Espero haber acertado. Hago hincapié en los episodios "bélicos". Aunque de todos es sabido que a las 25 misiones efectivas, las tripulaciones eran enviadas a los EEUU para servir de instructores, solo mencionaré aquellas en las que el autor se explaye especialmente, pues hay algunas de ellas en que apenas se explaya

 

El resto del libro consiste en las propias impresiones personales del co-piloto Boman. Naturalmente, hay una historia de amor. No llegaré a tratarla en profundidad: se trata de una especie de "ménage à trois" de limitado interés.

 

Así que empezamos con el Capítulo III.)

 

 

La Incursión (Horas 1119-1337)

 

1. Volamos formando un círculo bajo y amplio alrededor del aerodromo y formamos nuestro elemento, una oblícua V de tres aviones, con "El Cuerpo" (avión del protagonista; con una silueta femenina desnuda pintada de "noose art") en el vértice, Stebbins en "Finah than Dinah" en un ala, y Schumann en "Expendable VI" en la aotra. Esos dos aviones aviones habían despegdo después que nosotros y nos alcanzaron volando en un radio ligeramente más corto que el nuestto. Mi ocupción durante el ascenso era observar las temperaturas y presiones y estar alerta a cualquier loco que volara en rumbo de colisión, y tenía que ir cerrando de a poco los flaps del capauchón para matentener a atemperatur adecuada las cabezas de colindro, mientras Marrow (el piloto) aflojaba gradualmente las presiones de las tuberías y reducía el régimen de revoluciones. Teníamos por delante más de una hora de ascensión y formación. Cuando completamos una vuelta en torno al aerodromo, "Finah Than Dinah" etaba pegada a nuestra ala izquierda, a unos 50 pies de la popa y a otros 50 pies más abajo; y "Expendable VI" ocupaba una posición similar a mi derecha, pero 50 pies más alto. Nos concentramos en nuedstra tarea de ascender, a 300 pies spor minuto, mientras cubríamos ssnuestro primer tramo hacia el noreste sobre misteriosos y vaporosos helechos, entre los que aún se veían pedazos de la niebla matinal alternando con chatas extensiones de espigas que temblaban bajo la brisa del oeste como un mar dorado. Ví obscuros campos de remolacha, y algunos anchos diques que intentaban dominar los pantanos ingleses, como costurones sombreados sobre la llanura, y los ríos Ouse y Cam ; y después -rasgo familiar al cabo de tantas incursiones - el gran dique de 30 m de alto, la línea más recta de nsaciones ante este espejo verde y húmerInglaterra , creo, a 30 millas de Erith en dirección A Downhan Market. Yo había llegado a sentir profundas sensaciones aante este espejo vrde y húmedo , al que había visto bajo muchas luces. Tantas veces había significado la patida hacia el peligro, y luego la posibilidad de la avuelta, aliviado pero deshecho, contento de estar vivo.

 

Nuestro grupo debía proseguir hasta la señal luminosa número 2, lugar de la concentración. Yo escuchaba por el VHF a la espera de una llamada de Croquet Red, la señal de identificación del coronel Bins en "Angel Thread", mientras escudriñaba el cielo buscando aviones de nuestro Grupo. Marrow estaba desusadamente taciturno y callado, y solo nos dirigía preguntas breves, secas.

 

-¿Alguien ha visto bengalas?

 

El cielo esdtaba lleno de fortalezas y de nubes pequeñas. Tratamos de descubrir señales con bengalas de "Angel Thread" y de otros jefes de Sqn o de Grupo, pero hasta ese momento solo se veía confusión.

 

-¿Escuchas algo, Boman?

 

-Todavía no, respondí.

 

El sonido de la voz de Marrow actuó sobre mí como una especie de advertencia. Le eché una rápida mirada, y estuve a pubto de preguntarle si se sentía bien, pero me eontuve, porque no quería darle al hombrela satisfacción de burlarse de mi solicitud; y además porque no me sentía dispuesto a menoscabar a Marrow frente a la tripulación. Pero su voz era sin duda extraña, insegura, ausente, filosa de tensión.

 

(...) Después recordé la primera vez en que le oí lanzar su grito de combate al enefrentar a los cazas enemigos, grito que había creciedo en misiones sucesivas, hasta convetuirse en un aullido prolongado y espeluznante que yo odiaba, más que nada, en toda nuestra actividad durante los últimos días. Y aquel grito, ahora que lo pensaba, lo había lanzado por primera vez al comienzo de nuestra campaña, durante la misión sobre Meaulte, la quinta, el 13 de mayo; aunque entonces apenas sí laa había oido, porque aquel había sido el día en que me puse las medias chicas y casi se me congelaron los pies. Sin embargo lo recordaba vívidamente: lo había lanzado exactamente cuando Handown aanunció un ataque desde las 11 horas; Buzz (Marrow) y yo podíamos ver los cazas que viraban lanzándose sobre nosotros , hasta que al llegar a nuestro alcance "El Cuerpo" entero vibró al comenzar a disparar nuestras ametralladoras; fue entonces que Marrow lanzó aque largo "¡Oo-oo-oo-oo", feliz, feroz y absorto, como el grito de cierta clase de chicos ante la primera sacudida del trencito de la montaña rusa.

 

Ahora atravesamos una nube, y debo decir que aunque podía haber una nota de preocupación en la voz de Marrow, no habíaa todavía en su manejo del avión absolutamente nada que no fuera el toque seguro, firme del maestro. Volar en formación a traves de una nube durante la concentración era una pura pesadilla para mí; él siemepre lo había encontrado divertido. No había horizonte para orientarse; los compañeros de escuadrilla tenían que acercarse tanto que en cualquier momento uno esperaba que alguno de los dos le rebanara los planos de cola; y el cielo estaba lleno de locos que volaban en todas direcciones buscando su lugar. Pero Marrow seguía su camino en busca de la 2ª señal luminosa; ni por asomo pensaba en esquivar una nube de porquería, de manera que la atravesamos. Gracias a Dios era pequeña.

 

Marrow acosaba continuamente a Haverstraw pidiéndole nuestra posición. El propio Buzz escichaba a cada rato el radiocompás, pero sin embargo esperaba que Clint tuviera también todo en su cabeza. Finalmente Haverstraw hizo que nunca había hecho antes: alzó su voz en protesta.

 

-Si quiere que preste atención a las señales - dijo - haga el favor de no meterse con el aparato.

 

Recordé como, en enuestro vuelo de prueba, Marrow se había escurrido mansamente en dirección al compartometo de navegación ante una explosión similar de mi parte, y me pregunté si efectuaría otra docel retirada frente a la sorp`resiva ira de Haverstraw. Nada de eso.

 

-No te pongas nervioso, hijo - contestó, y comenzó a sintonizar nuevamente.

 

-Bengala roja y verde a las dos - anunció Handown desde la torrecilla superior.

 

_La veo -contestpo Marrow -, No quites los ojos de ese avión, hijo.- Marrow llamaba "hijo" hasta a Handown, que tenía 36 aaños.

 

Durante todo este tiempo seguíamos ganando altura, y a medida que trepábamos sobre el cielo vi, iluminados por el tenue sol que se aproximaba a su cenit, los serpenteantes ríos de ese pernial de Inglaterra.Ouse, Lark, Rhee, Grante. Eran buenos nombres para corrientes de agua,

 

 

 

(Durante todo este rato me estaba acordando de que no he mentado un dato importante: de esta novela se rodó una película homónima en 1959. Muchos de los Forero-lectores seguro la recordarán pues creo que alguna vez se habló en este Foro de ella. Concretamente creo que fue Chapas quien inició la conversación. Por eso la mayoría conocerán la novela por el film.

 

No he podido resistirme y he buscado en el Internete alguna cita pertinente. He aquí lo que he encontrado al azar. Una´reseña de la peli en cuestión. Una pagª llamada "La SGM en el cine", auspiciada por un tal Von Kleist: "La hª comienza en 1943. Durante una incursión aérea, el capitán Buzz Marrow (Steve McQueen) un arrogante y muy valeroso jefe de un bombardero B-17, no duda en completar la misión pese al haber recibido de la base órdenes de retirada debido a la presencias de nubes. Esta insubordinación le costará al capitán Marrow y su tripulación ser relegados a misiones secundarias de lanzamientos de panfletos de propaganda, pese a lo cual su valía como piloto y su temeridad casi suicida le valdrán para ser rehabilitado y enviado

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(Caray, se ha subido solo el texto. Sigo)

 

de nuevo a misiones de combates. Sin embargo mientras está en tierra, Marrow se enfrentará con su copiloto el Tte.Bolland (Robert Wagner) al rivalizar ambos por el amor de una mujer, Daphne Caldwell (Shirley Ann Field) quien terminará decantándose por Bolland, lo cual hará que la tensión entre ambos se hará irreversible, en vistas de una muy peligrosa misión de bombardeo sobre la ciudad de Leipzig.

 

En el caso de El amante de la muerte, la película supuso la adaptación cinematográfica de la novela "The War Lover" del autor norteamericano John Hersey, y cuya realización recayó en el director británico Philipp Leackok, un director de series de televisión.

 

Entrando a valorar el film, hay que comenzar que el argumento resulta más bien poco original, ofreciendo el tipico choque de personalidades entre el oficial de caracter indisciplinado y valiente frente al personaje del militar apegado a las ordenanzas y de carácter más bien convencional; todo ello aderezado con una subtrama romántica - en forma de triángulo amoroso - de fondo. Lo mejor del film radica en la siempre estimulante presencia escénica de Steve McQueen, interpretando a uno de esos personajes con los que, como apuntaba antes, el actor se sentía tremendamente identificado, y al que consigue dotar de su innegable carisma personal.

 

No obstante, el resto de apartados de la producción resultan sencillamente correctos.En lo tocante a lo directamente bélicos, hay que destacar que en las escenas de combates aéreos mezclan imágenes reales filmadas en el interior del B-17 (se pusieron en condiciones de vuelo 3 Fortalezas Volantes) con la inserción de imágenes de archivos de documentales filmados durante la guerra. El resto de las tomas aéreas, filmadas por los aviones reales, sí que resultan bastante buenas en pantalla. Por lo demás la trama romántica que ocupa la parte central de la película y que sirve como "leit motiv" del enfrentamiento entre los protagonistas no es esencialmente importante, aunque tampoco llega a aburrir, por lo que, en ese sentido, puede considerarse aceptable, ayudada por el buen trabajo de los actores principales.

 

Por lo demás, El amante de la muerte puede considerarse como un correcto film bélico, que merece la pena recordar sobre todo por el buen hacer del protagonista. Quizá la mayor pega que puede ponérsele es que pese a su buena factura visual, el apartado técnico resulte un tanto anticuado para el espectador actual, pero es de esas películas que no desmerece un visionado."

 

 

Todo lo anterior fue publicado en febrero de 2012.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Perdona, Chapas: Escribiste mientras yo subía los mensajes. En efecto, la peli deriva directamente del libro, aunque debo aclarar que comprendería como un 10% del total del texto; tal es la complejidad de la novela. A los muy interesados en la obra, Iberlibro dispone de ejemplares suficientes a precios sencillamente anecdóticos. En inglés, claro.

 

Y sigo sintiéndome muy honrado en haberte dado a conocer esta joyita de peli.)

 

 

(...) 20. Volábamos en el escuadrón inferior del grupo guía, y Bradock piloteaba el primer avión de la fuerza de ataque; llevaba como turista a un general flamante de la aviación de bombardeo de la Octava Fuerza Aérea; estaban quizá a unos 150 m por encima y delante de nosotros, y el aparato era un reluciente tubo de plata contra un cielo de mediodía.

 

Regresábamos de Loriente. La misiój había partido temprano: en pie a las dos y cuarenta y cinco, instrucciones a las tres y media. Como habíamos estado en Loriente en nuestra primera misión, habíamos sentido una "cierta" indiferencia por el objetivo, y en realidad toda aquella mañana se había hecho confacilidad. Después de la salida del sol el cielo había sido un pálido hemisferio de zafiro, manchado apenas por una delgada capa de helados cirros sosbre Europa. No habíamos tenido niebla terrestre; ni problemas de condensación derlatora; el objetivo había sido perfectamente visible desde 40 millas. La oposición enemiga ahabía resultado relativamente escasa, y se había concentrado en otras en otras formaciones que la nuestra. El bombardeo habaía sido aceptable. En el peunto de concentración, Marrow le había preguntado de pronto a Haverstraw, para controlar si Clint estaba alerta, cuál era el rumbo hacia el objetivo secundario; Haverstraw, que aparentemente había dado por terminada la labor del día, estaba soñando despierto y no tenía ala menor idea de cómo contestar, y en este emomento Marrow termonaba de comérselo vivo.

 

El avión de Braddock se llamaba Bull Run. Braddock era buen amigo de Marrow, pero yo apenas le conocía, salvo como una tonelada de carne de primera, un individuo grande, gordo, acerca del cual había oido decir que era increíblemente sereno y seguro en el aire; su sistema nervioso debía de ser primitivo, como el de las ballenas. Ni siquiera me habaía detenido a pensar en quién más había en su avión, además del turista: 8 nadies; para mí el aparato era simplmente Braddock -el Bull Run.

 

Volábamos sin problemas, pues. Habíamos atravesado algunos de los "cúmulos de hierro" que bautizara Handown sobre el objetivo, pero ninguno de nuestro Grupo había sido derribado, y era bueno, en el punto de reunión, no estar dodeado de cazas enemigos, y tener un cielo tan claro, a través del cual nos esperraba el descanso, el hogar; i

íbamos todos en apretada formación, y nadie decçia una palabra de cazas por el VHF, aunque el general, que era anovato, charlaba una cantidad de tonterías. En conjunto nos sentíamos cómodos, con otra misión - la 7ª de "El Cuerpo" - prácticamente en el bolsillo; era realmente maravilloso estar allá en el cielo viajando haacia Inglaterra.

 

Y de pronto Marrow señaló. Allá arriba, el avión de Braddock. Y yo pensé: cuidado, Brad. Cuidado, estás echando humo, el número dos estaba echando humo.

 

No podía apartar los ojos de asquella delgadacolumnilla de humo gris delator, un poco más perceptible que los gases de escape, pero todavía no peligrosa. La voz de alguien aparaeción en el VHF para informar a Braddock que se estaba incendiando, y al oirla todo el Grupo quedó en estado de alerta frente al peligro que él corría. De pronto el humo se volvió negro, y se alcanzaron a ver llamas, páalidas contra el cielo, y me pareció que los aparatos de la formación se acercaban para observar (por lo menos fue uhn hecho que Marrow aceleró los motores), como insectos en torno a una luz nocturna.

 

Braddock se adelantó de la posición que ocupaba por encima de nosotros y comenzó un deslizamaiento a todo motor para apagar el fuego, y fue precisamente entonces cuando nuestro Max Brindt gritó por nuestro intercomunicador:

 

-¡Miren! ¿Qué mierda es esa?

 

¿Qué ers? ¿Qué era? Algo se había desp`rendido del Bull Run y pasó como una exhalación por delante de nosotros. Comprendí que era la puerta de la escotilla trasera: el artillero de cola debía de haberla desprendido de un puntapiçe. No, con un turista a bordo, no sería el artillero de cola. Sería el co-piloto, porque en esas circustancias el co-piloto volaría allá atrás como observador de la cola, observando la formación e informando de todo al general, de modo que el general terminara de confundirse totalmente con una información completa; allí habría etado yo , si fuéramos nosotros los que sguiáramos el ala. Enseguidarecordé con un escaalofrío, que el copiloto de Braddock no era yo sino Kozak, un tipo pálido al que nunca había oido decir una palabra. Apareció una pierna, y otra, y Kozac comenzó a retocerse, tratando de salir como una criatura que nace; y yo casi grité por la radio:

 

-¡Cuidado, Kozy! ¡Cristo, hay más de 100 aviones aquí, encima de tí!

 

Seguramente Kozak no había pensado en eso, o no habría hecho lo que hizo. Apenas saltó afuera, abrió el paracaías. Demasiado nervioso. Su cuerpo al caer de la velor Fortaleza, atravesaba el aire a más de 800 kms/h. Vi un aleteo de nylon desgarrado, aprincipio como una bandera, después como un montón de ropa interior de mujer. Había parecido diminuto al principio, pero ahora, con el paracaídas abriéndose, parecía macizo; se había puesto demasiado nervioso. Y después se produjo el tirón. Debe haberle hecho pedazos todos loss huesos del cuerpo -estábamos exactamente debajo de él - cuando el paracaídas se llenó de aire, su espalda se arqueó y flameó como una cinta; debe haber muerto instantáneamente; había saltado para salvarse, pero estaba muerto, porque a la velocidad a que ibamos allá arriba... y no había esperado. Se había roto, su cuerpo y su espíritu. Debía haber pensado, al ver todos esos aviones, que alguno se lo llevaría por delamte, así juzgaba yo, y había saltado y no había esperado para contar; debe haberse asustado de todas esas hélices que convergían sobre él, porque el viento le arrastraría contra la formación, y pensaría que si abría el paracaídas enseguida, todos lo veríamos y podríamos esquivarlo; pero en todo sentido, se había equivocado.

 

Pensçe friamente: yo estaría vivo. Si to hubiera sido el observador de cola en el avión guía, Kozy, yo me habría dejado caer y caer, en salto retardado, hasta aquellas nubecitas algodonosas que se formaban en el límite de esdta área de alta presión, una caída larga, larga, de más de 4000 m Eso es lo que habría tratado de hacer. Con los brazos pegados al cuerpo. Las rodillas recogidas...Pero estás muerto, Kozy, por haber tratado con demasiada fuerza.de vivir.

 

Yo pensaba que era facil salir, ningún problema, simplemente largarse, y esperar, y luego tirar y flotar hacia abajo; eso es lo que creía. Tal vez no fuera tan facil. Nunca me había permitido pensar en ello.

 

El avión de Braddock estaba ahora bastaante adelantado y abajo, a tal vez 300 m más abajo, descendiendo a agran velocidad; pero la humareda era cada vez peor, y surgían llamas de atrás del ala, llamas que se abrían en abanico y brillaban como cuando se acciona un fuelle contra los carbones de una parrilla.

 

Braddock comenzó a trepar. Cuando alcanzaba la mitad de nuestra altura, noté que Marrow trepaba también a igual velocidad, y al mirar hacia fuera vi que todos hacíamos lo mismo, todos volábamos en formación detrás y algo más arriba que la negra humareda de Braddock, no te preocupes, no te abandonamos. No, así no, no podemos subir así. ¡Eh! ¡Eh! No subas así. Estás sin control. No puedes hacerlo, tan verticalmente. ¡Qué espectáculo impresionante! Una Fortaleza lanzada en vertical hacia arriab, delante de nosotros, contra el cielo. El humo. Y era un día tan claro... ¡No, no!

 

Estalló. En lo alto, directamente frente a nosotros. Integramente. Ese humo - ¿por qué no saltaron todods? - ese humo, fuego, debe haber sid el nº 2, y luego un tanque de las alas, y luego todo. Dos o tres relámpagos... Estalló.

 

¡Buzz! ¡Cuidado con esos restos!

 

Veinte, 30 toneladas de escombros, íbamos a atravesar todos esos restos. Miren. Miren ese pedazo de metal. Bajen la cabeza, tápense los ojos, no miren. No pasa nada. Estamos en picada. Ya pasó.

 

Marrow, bien hecho, Marrow.

 

¡Qué explosión había sido! Hasta yo la escuché, creo que la escuché, y eso era increible, a esa altura, a esa velcoidad, y tan lejos; fue una conmoción tan grande que creo que la sentí en nuestra cabina.

 

Ahora había silencio. Un nimuto antes todo el mundo charlaba por el VHF, cada uno colocaba su frase, y de frente todos habíamos callado. Había sido un espectáculo tan impresionante. Ahora no se oía un sonido, auqnue habaía más de 100 Fortalezas alrededor de nosotros; ni una palabra, todos tenían algo en qué pensar; nadie decía nada; ni siquiera una explicación. ¿Por qué no habalaba nadie? Había tanto silencio. Deseé que alguien comenara a hablar. Ahí, ahí. Desde el escuadrón superior:

 

-Bueno, formen detrás de mí. Será mejor que nos hagamos cargo y sigamos.

 

Bueno, así era mejor.

 

Junio Sailen (el de la torreta inferior) llamó. No había oido nada, como puede comprenderse. Sailen apareció en el intercomunicador preguntando:

 

-Oigan, ¿qué eran esos desperdicios que cayeron?

 

-Marrow contestó:

 

-Braddock. Era Braddock.

 

-¿Paracaidas? -preguntó Sailen.

 

--¿Alguien ve paracaídas?-preguntó a su vez Marrow.

 

Entonces me dí cuenta. Nadie había saltado. Nadie. Todos habían muerto. Kozak había muerto. Braddock había muerto. El general. Diez hombres muertos. Yo siempre había pensado que se podía salir de una Fortaleza. Eran tan grandes. Abundancia de puertas de escape. Pero a lo mejor no se podía. A lo mejor uno se quedaba adentro, para morir. No se podía escapar.

 

Pensé: estoy asustado. Alguien yiene que ayudarme. Miro a Marrow, tal vez él me ayude. Miro a Buzz, me está sonriendo. Ve que estoy asustado. Veo sus ojos sonriendo detrás de sus gafas, para darme ánimo. Quiere decirme algo, tiene los ojos saltones, como cuando habla de mujeres, va a hablarme, aprieta el botón del intercomunicador de su volante con el pulgar, va a decirnos algo:

 

-¡Eso no le puede pasar a este cacharro, muchachos, no, mientras esté yo aquí!

 

 

 

(Y aquí acaba el Apartado nº 20. Interesante y descriptivo.)

 

Saludos

 

Ahora había silencio

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Buenasss

 

(Jack Aubrey... Amplía tu foto de avatar hacia la derecha, y muéstrala completa. Te/nos aclarará la cosa. Si no lo haría yo...

 

Chapas, sabía que sacarías mucho "fruto" de los textos...)

 

 

Capítulo V La incursión - Horas 1356 a 1404

 

1. Cruzamos las islas holandesas a los 51º35'N, 03º40'E, cuatro minutos antes de las dos, volando a 21000 pies, y naturalmente Marrow había vuelto a los controles del avión antes de penetrar en la zona enemiga. Mi rabia contra él, por lo que Clint había repetido de su falso relato sobre sus amores con Dahpne (la novia del co-piloto), se había aplacado; pero todavía seguía considerándolo, ahí a mi lado, una especie de adversario, igual que los alemanes, a lo largo de todo este largo vuelo que ya entraba en su faz peligrosa.

 

Sí, Marrow era mi enemigo, tan indudablemente como lo eran los nazis . Un conflicto era un asunto de vida o muerte; el otro, contra Marrow, cuya vida estaba atada a la mía por nuestro avión, era un conflicto de tensiones internas, de esos valores personales de cuya supervivencia o pérdida dependía que el resto de la vida, si quedaba un resto, valiera o no la pena. Porque Dahpne me había mostrado la verdad de Marrow. Era un destructor. Estaba enamorando de la guerra. Yo no podía tener paz, el mundo no podía tener paz, si se dejaba que hombres como él se entregaran a su pasión.

 

Convencido ahora de que Marrow, a quien nuestro Grupo consideraba mi mejor amigo, era en realidad mi más íntimo enemigo, abrí bien los ojos buscando signos de la vulnerabilidad en él, y aquí, mientras cruzábamos por encima de las inmensa islas construidas por el hombre sobre el borde de Europa, comencé a pensar que había habido indicios, durante toda la mañana, de algo que en muchos hombres podido haber parecido fuerza, pero en Marrow solo podía ser debilidad. Me refiero a la precaución. En un soberbio piloto como Marrow, cierto descuido era innato, y su indiferencia a las inspecciones y los controles, durante el período en que se había transformado en héroe y recibido su Cruz de Vuelo Distinguido, era normal en él; pero un exceso de precaución en Marrow forzosamente debía parecer una señal de peligro, y esta mañana había inspeccionado las cosas demasiado.

 

Ahora, en lo alto del azul, su voz se dirigió por el intercomunicador a nuestro ingeniero de vuelo:

-Escucha, Handown -dijo - Ese hijo de p... de Black, ¿te dijo algo de cambiar el fluido eléctrico?

 

-Negativo - respondió Handown.

 

-Tençia que cambiarlo -comentó Buzz.

 

-No me dijo nada -insistió Handown.

 

-Me olvidé de preguntarle -dijo Marrow - Tenía aintención de hacerlo.

 

-La presión estaba bien esta mañana -intervine yo - La controlé antes de partir. Los dos acumuladores estaban bien.

 

-Bien, ¿eh? -dijo Marrow -. Pero él les iba a poner liquido nuevo.

 

Yo conocía este tipo de preocupaciones. Durante el Blitz de julio, en que habíamos volado tanto juntos, yo las había sentido. Solía comenzar por el principio mismo, preguntándome si los diseñadores del avión sabían lo que hacían. Me preocupaba si habían calculado exactamente las tensiones, si las alas estaban bien equilibradas; había oido por ahí que si uno lanzaba una Fortaleza en picado a más de 500 kms/h, los dispositivos de descongelamiento en el borde de ataque de las las se alzaban ligeramnete, y luego más y más, hasta que el ala comenzaba a sacudirse, y luego a desprenderse, y luego... Una vez, durante la 1ª misión sobre Le Mans, el día en que Farr y Bragnani (los ametralladores laterales) me llamaron "maestro" porque había hecho la inspección con tanta meticulosidad, regresé al avión, con cualquier excusa, precisamente para buscar algún lugar donde faltaran remaches...Después, cuando terminaba con los obreros de la planta, comenzaba con la infraestructura. ¡Había tantas cosas en las que podían equivocarse los mecánicos! 4 motores cada uno, cada uno con un millón de piezas. Un sistema hidráulico tan complicado. Un circuito eléctrico como el de un rascacielos. Radios. Neumáticos. Frenos. Cables."No podían" comprobar todo ¿De qué se habían olvidado? ¿Qué habían salteado? ¿Qué tenían costumbre de saltear? Aunque Red Black (su jefe de mecanicos) trabajara la 24 horas del día, no le alcanzaba pra revisar todo "El Cuerpo". Solía pasar horas catalogando las cosas que podía olvidar.

 

Esa obsesiva preocupación por los detalles de la salud de "El Cuerpo" estaba bien en mí, porque, para comenzar, yo era un tipo cuidadoso. Así era yo. Pero cuando comenzaba a manifestarse en Marrow, era hora de dejar de preocuparse por el avión, y comenzar a vigilarlo a él.

 

 

2. -¡Control! - gritó Prien desde la cola, y comenzó a contarnos, y al hacerlo visualicé al avión y a los hombres que había en él y esto me dió ánimo, porque yo me preocupaba por "El Cuerpo" y lo amaba, no a la manera casi erótica de Marrow, sino porque me resultaba familiar y le tenía confianza, porque sus paredes se curvaban a mi alrededor, encerrándome y protegiéndome mientras yo bebía la vida de sus tubos de oxígeno; tal vez porque yo había confiado mi existencia a él tantas veces.

 

-¡Uno!

 

-Todo bien - dijo Max.

 

Max Brindt estaría en el asiento del bombardero, en la misma naríz del avión, atento, inclinado hacia delante, suspendido en el aire, bañado en luz verdosa. Delante de él, fuente de esa luz, había un parabrisas cónico de plexiglás con un panel en forma de rombo en mitad de su parte inferior a través del cual se efectuaban las observaciones para el bombardeo, meta y finalidad de nuestras misiones. Había también unas ventanillas bajas sobre los flancos del avión, a ambos lados de Max. En este preciso momento Max estaría atento junto a la ametralladora calibre 50, que asomaba a través de una especie de pezón cerca del centro de la naríz; en acción, podría asimismo tener que saltar hasta la otra ametralladora, ubicada más atrás, del costado izquierdo. A la derecha de Max, sobre la pared lateral, estaba su regulador de oxígeno la ficha que proporcionaba calefacción a su traje, la caja del intercomunicador, y unas grapas para calzar la ametralladora frontal. A su izquierda estaba su panel de instrumentos y el control de las bombas: una manija rematada por una perilla redondeada que junto con una palanca accionaba la escotilla de las bombas; otra manija, que podía retener o dejar caer las bombas, o dejarlas caer a intervalos eléctricamente controlados; y otra placa debidamente protegida, para soltarlas en último caso. Asegurada a la pared por encima de esos controles, había una lámpara de cuello flexible que podía pertenecer a cualquier oficina en un lugar pacífico. La mira de bombardeo, por razones de libertad de acción, todavía estaba ubicada atrás en el lugar del oficial navegante.

 

La zona de éste estaba directamente detrás de Max, a un nivel un poco más bajo, pero sin nunguna barrera física entre los dos llamados compartimentos. La provincia de Clin Haverstraw estaba iluminida por dos pares de ventanillas en las paredes laterales, el astródromo del navegante, arriba, e indirectamente por la naríz de plexiglás. El escritorio de Clint, con un dial del radio compás a su derecha, se extendía a espalda del asiento del bombardero, y llegaba hasta la pared de la derecha; a la izquierda quedaba un pasaje por el cual Max podía dirigirse hacia delante. A lo largo de la pared que quedaba a la derecha de Clint se veía el bulboso medidor de desviación, el estuche de la mira de bombardeo, y la salida de oxígeno y de calefaccion correspondientes a Clint. A su izquierda, del otro lado del estrecho pasillo, estaban el radiocompás y su panel de control, el depósito de mapas de Clint, la caja de su intercomunicador, y otro regulador de oxígeno. Todo estaba prolijamente cuidado; Clint hasta había instalado un dispositivo, en la pared que daba sobre su escritorio, para colocar su peine. En este preciso momento Clint manejaba, sin duda a disgusto, una ametralladora calibre 50 que asomaba a través de una ancha ventana abierta sobre el lado derecho, con respecto a la naríz, en el extremo de proa de su compartimento. Una ametralladora similar del ladio izquierdo era la otra alternativa de Max Brindt.

 

Atrás del compartimento de navegación había una sección del avión que estaba dividida en dos niveles. El superior era la cabina del piloto, y para llegar a ella había que entrar a través de una trampa entre el asiento de Buzz y el mío. El espacio del nivel inferior, que tenía alrededor de 1,20 m de altura, estaba destinado en parte al almacenamiento de grandes botellas de oxígeno, pero también proporcionaba acceso a la escotilla delantera de escape, en el fondo del avión.

 

 

 

(Mañana seguiremos con el detallado relato de John Hersey con el fin de cubicar a cada cual en "El Cuerpo".)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Vamos acabando con la descripción de la tripulación de "El Cuerpo" y sus puestos de combate.)

 

 

Buzz y yo nos sentábamos en lo más alto del avión, mirando a través de un paraabrisas que abarcaba todo el ancho de la naríz; teníamos ventanillas laterales, también. Estáabamos, ala parecer, incrustados entre instrumentos. El panel principal se extendía delante de nosotros como un tablero convexo, en tanto que los controles de la planta de energía - aceleradores, palancas de los turbos, palancas para la mezcla, manijas para modificar el paso de las hélices - estaban en una estructura central entre las dos palancas de vuelo; debajo de esta estructura, delante de la trampa que había en el piso entre los dos, había otro bloque que contenía el piloto automático y sus muchas perillas; cada uno de nosotros poseía un par de paneles de control laterales, sobre la pared y el piso; el aparato para controlar la radio estaba por encima de nuestras cabezas. En total había más de 150 diales, palancas, indicadores, manijas, perillas, botones, cualquiera de las cuales podía, en un momento de crisis, salvar o perder al avión, y a todos nosotros.

 

Directamente detrás de la cabina estaba el lugar de trabajo del ingeniero, Negrocus Handown. Ahora Neg se encontraba en la torrecilla superior; por encima de él. Esta era una armazón formando cúpula, recubierta de plexiglás, parecía en cierto modo a la torrecilla de un tanque militar, con suficiente espacio para la cabeza y los hombros de Handown. De allí asomaba un par de ametralladoras; la cúpula entera podía girar accionada electricamente, sobre un riel, en tanto que las ametralladoras, que Neg accionaba utilizando una mira automática, podían ser elevadas o bajadas mediante otro dispositivo eléctrico.Era una lástima que Neg solo tuviera dos manos. Había dos manijas mediante las cuales se cargaba de munición a las ametralladoras; otro par de agarraderas para controlar el azimut y la elevación de las mismas; gatillos; una perilla, entre las dos, para el alcance; y los aparatos habituales para proporcionar calefacción, oxígeno y comunicación, asi como palancas para acccionar todo manualmente si fallaban los motores; todo lo cual debía ser manipulado al mismo tiempo, bajo la amenaza de muerte del atacante.

 

El compartimento del ingeniero terminaba en una mampara, en el centro de la cual había una puerta que conducía al compartimento de las bombas: una caverna sin ventanas que contenía una gran V de bastidores donde se ponían las bombas. Había que bajar dos escalones para llegar al resto del avión; una vez había hecho yo el trayecto -durante la misión a Hüls, el 22 de junio -, en el cual las puertas que cerraban el compartimento de las bombas, como dos grandes mandíbulas longitudinales, se habían trabado abiertas, a causa de una esquirla de la antiaérea, para ayudar a Neg a cerrarlas a mano, y entre nosotros y, la buena tierra no había más que 20000 pies de aire. Otra vez, sobre Kassel, Max se había asomado desde la pasarela hacia el espacio, para colocar a mano la espoleta de alguna de sus bombas, al fallar el mecanismo armador.

 

Enseguida, hacía atrás, estaba el compartimento de radio, lugar ocupado por Butcher Lamb. Era el único lugar cerrado, con aspecto de habitacíón en todo el aparato, una especie de cabina donde Butcher, sentado frente a una mesa, del lado izquierdo, operaba, según fuera necesario, los controles principales de los aparatos de VHF y de comunicación, el intercomunicador, el equipo señalador de balizas, el radioaltímetro, el registro del radiocompás, y el equipo de contacto con la base. Los receptores y transmisores estaban dispuestos alrededor de la habitacion; en un rincón había una pila de 5 transmisores que parecían, en conjunto, un archivo de oficina. Junto al asiento de Lamb había otros dos, donde Bragnani y Farr, los artilleros laterales, generalmente se sentaban durante los despegues y los aterrizajes. Detrás de uno de ellos, sujeto con correas, había un transmisor portatil de emergencia, para uso en caso de aterrizaje forzoso en el mar. Al final de cada misión, el compartimento de Butcher quedaba sembrado de lápices, colillas, papeles rotos, y, sobre todo, libros de historietas y aventuras del Oeste, en los que se sumergía en los momentos cruciales, a veces mientras se suponia que accionaba su ametralladora de mano, que apuntaba hacia atrás a través de una ranura en lo alto de la cabina. Handown lo soprendió una vez así, disparando cuando el caza enemigo se lanzaba sobre nosotros, enseguida leyendo unas frases, disparando de nuevo, distraido, con los ojos soñadores, como algunos individuos que cargan y manipulan la pipa sin dejar de leer.

 

Dirigiéndose hacia atrás y fuera de la cabina de radio, uno se acercaba a la torrecilla que, como un nudillo en su articulación, calzaba en la panza del avión. Esta torrecilla difería de la torrecilla superior de manera vital: Junior Sailen tenía que bajar hacia ella, y sentarse, acurrucado como un feto, disparando entre las piernas separadas, con una puerta cerrada por encima de él, y toda la torrecilla girando no solo en azimut, como la superior, sino también en elevación; lo que controlaba él mismo mediante motores auxiliares al tiempo que apuntaba al enemigo. Sus controles eran aún más complicados que los de Handown; para ajustar las retículas de sus miras de acuerdo al alcance, tenía que usar un pedal accionado con el pie izquierdo, mientras seguía al blanco utilixando las agarraderas. La puerta de la torrecilla solo funcionaba si la torrecilla estaba en exacta posición vertical. No podría extrañar que Junio hubiera hecho jurar repetidamente a sus camaradas que se encargarían de sacarle de allí si alguna vez la torrecilla se trababa.

 

A popa de la torrecilla de Saine estaba el puesto del artillero lateral. Aquí se encontraba uno en el largo tubo del fuselaje desnudo, con sus paredes entrecruzadas por cuadernas y armazones. Farr a la derecha y Bragnani a la izquierda debían de estar de pie con sus ametralladoras asomando por las dos grandes ventanillas laterales, cuya altura llegaba a la cintura; la puerta principal de entrada al avión estaba a la derecha de Farr, y más allá del inodoro químico, que era tema de muchas bromas sobre Prien, a causa de su mal estómago.

 

El propio Prien se encontraba del otro lado de una puerta, detrás de la última mampara; su lugar estaba en una estrecha cuña, en la misma cola del avión. Se sentaba a caballo de una especie de sillín de bicicleta desmesurado, y cuando hacía fuego debía echar el cuerpo hacia atrás y apoyar las rodillas sobre un par de almohadillas. Tenía a su cargo ametralladoras gemelas que colgaban de cables y poleas, con una mira de anillo y perla.

 

Ya Prien completaba su control de oxígeno con Farr; cambié a VHF, y escuché alguna charla entre los pilotos al comando de la 1ª fuerza aérea de tareas de Schweinfurt, arriba y adelante de nosotros. Varios de ellos llamaban: "Croquet", tratando de ponerse en contacto con los Spits que se suponían debían encontrarse con nuestra avanzada sobre la costa holandesa. El canal radiotelefónico de los cazas estaba interferido por los alemanes; las respuestas eran ininteligibles.

 

-Parece que los Spits no aparecieron - dije a Marrow, volviendo a mi intercomunicador.

 

-Nosotros no esperábamos ninguno -contestó brevemente.

 

.Me refiero a los que van a adelante - expliqué.

 

-Está bien - dijo Marrow -. Abramos bien los ojos.

 

 

4. En combate, y bajo ataque enemigo, se suponía que yo quedaba a cargo del control de fuego y la disciplina por el intercomunicador, aunque naturalmente un solo hombre no podía hacerlo, porque un solo hombre no podía ver todos los posibles sectores de ataque; a lo cual se sumaba el hecho de que Marrow no toleraba en realidad que nadie estuviera a cargo de nada. A cada artillero se le asignaba un segmento definido de cielo, correspondiente a la zona de fuego de su ametralladora o ametralladoras, y se suponía que debía dividir mentalmente esa zona en pequeñas secciones, para escudriñar metódicamente esa zona en pequeñas secciones, para escudriñar metódicamente cada una en busca del enemigo. Neg Handown, en la torrecilla superior, observaba delante y arriba, de diez a dos horas; Junior Lamb, en la torrecilla inferior, buscaba de diez a dos, abajo; Butcher Lamb, en la torrecilla inferior (si podía apartar los ojos de su libro) de cuatro a ocho, arriba; y Prien, en la cola, de cuatro a ocho, abajo; Farr en la ventanilla lateral derecha, de dos a cuatro, arriba y abajo; Bragnani, en la izquierda, de ocho a diez, arriba y abajo. De vez en cuando cada hombre podía echar un vistazo fuera de su sector; Neg Handown y Sailen, por ejemplo, intermitente giraban 360º en sus torrecillas. A los oficiales, teniendo otras obligaciones, no se nos asignaban sectores determinados para vigilar aunque naturalmente escudriñábamos el cielo cuanto podíamos. Cuando un hombre descubría un avión enemigo en su sector, se suponía que debía comunicarlo en el acto, y en términos generales era yo quien debía coordinar nuestro fuego, pero en la práctica por lo general Buzz se me adelantaba, y en el calor de la acción los artilleros a menudo se comunicaban directamente entre sí; el hombre que avistaba un caza en su sector daba el alerta al que podía tener una mejor visión del mismo al pasar por el suyo.

 

 

 

(Curioso como retrata el autor el interior de la Fortaleza Volante)

 

Saludos

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Esperábamos un nuevo relato tuyo! Nos tienes tan mal acostumbrados... :D

 

Resulta curioso, pero no tanto si has entrado dentro de uno de esos chismes en los que se pasaban horas y horas mientras esperaban poder volver a casa de una pieza. Donde no he estado nunca es en un Lancaster, y seguro que en ese debía de ser mucho peor, por el tamaño de su bodega de bombas. Por lo menos en el B-17, B-24 se podía pasar a través de dicha bodega de bombas, lo cual permitía una comunicación directa de su tripulación, y por que no, algo más de relajo y espacio cuando la misión lo permitía.

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En un B-17 como indica Bear, la tripulación todavía se podía mover. Si miráis algún documental de los que andan por la red, hace poco se colgo uno titulado "bombers boys"

 

http://www.escuadron69.net/v20/foro/index.php?/topic/54381-peliculas-aviacion-militar/?p=823620

 

en los que se hablaba de las tripulaciones de los Lanc. En este documental se ve como para pasar a la parte delantera se tenían que deslizar sobre una "carretilla", porque sino era muy dificil pasar por ese hueco, vamos, que uno de nosotros actualmente no pasaría de la compuerta de bombas :icon_mrgreen:

 

Vamos, que de los grandes cuatrimotores que hubo por parte aliada, posiblemente el Lanc fuese el mas complicado a la hora del espacio para su tripulación.

 

Perdón por el offtopic, pero he pensado que era interesante aclarar lo que comentaba Bear.

 

Venga Jenisais, que esperamos impacientes la próxima entrega.

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Buenasss

 

(Bear, gracias (como siempre) por tu ánimo.

 

The War Lover es en su conjunto, una novela compleja. Prima tanto el aspecto sentimental como el meramente de vuelo. Repito, su extremada extensión hace inviable su transcripción completa: he intentado saber por Amazon, el número de páginas en los diferentes editores que comercializan la novela para compararlas con las de mi libro (que tiene 379 páginas de diminuta letra). En ninguna entrada lo ponía. Lo que me ha dado una ligera idea es saberlo por su grosor: 1,5 inches/pulgadas (prácticamente 4 cms: una señora novela). Lo hice por simple curiosidad.

 

La novela está muy bien construida y equilibrada (amor-guerra) Y por eso vuelvo a animar a los privilegiados que pueden traducir inglés a que se animen. No les defraudará.

 

Sí, tuve la enorme suerte de poder visitar por dentro y con todo detalle, me sorprendió su amplitud (el Lanc es bastante más estilizado). Ocurrió en el aerodromo francés de Biarritz-Parma. Era un B-17F. Había allí un magno festival aeronáutico y allí que nos fuimos. Las vedetes fueron la PAF (Patrouille Acrobatique Française) con sus Dornier Alphajet; y la citada Fortaleza Volante. Estaba muy bien conservada, pues la usaban aún el Deptº Fotográfico francés. Sus motores bramaron en el despegue, y su vuelo (dos o tres pasadas en vuelo moderadamente bajo) fue "majestuoso". Entonces "se hacían" diapositivas y quedó, pues, recuerdo.

 

Ah, y ya sabes que el IWM Imperial War Museum de Londres conservan un Lancaster...

 

Seguimos con la enumeración de los puestos de "El Cuerpo".)

 

 

La mayor amenaza contra nuestra eficiencia era que todos hablaran a la vez, y aquí es donde se suponía que intervenía yo; aunque, repito, Marrow era incapaz de tener la boca cerrada mucho tiempo. Como la seguridad de todos estaba en juego en esos momentos, se procedía sin ceremonias. Nos mostrábamos ansiosos por colaborar unos con otros, sin problemas de grado u obligación, y a menudo, al anunciar la presencia del enemigo, al gritarnos unos a otros para salvar nuestro pellejo, teníamos (o por lo menos yo tenía, y supongo que los demás también) una sensación de nuestra íntima hermandad con la tripulación, siendo tan distintos: el suave Sailen, el matón de Farr, el prolijo Haverstraw, el frígido Prien. todos, todos nosotros, que como seres humanos a menudo nos llevábamos mal, y que en algunos casos nos odiábamos, todos nos sentíamos unidos ante el ataque por lo que para la mayoría era el segundo de nuestros grandes amores, segundo sólo del amor de uno mismo: el amor a aquellos de quienes nuestra vida dependía.

 

Al trasponer la línea costera, nuestra búsqueda se hizo más seria. Todo cuanto habíamos visto hasta ahora eran unas pocas nubecillas negras de antiaérea; esa antiaérea errática, imprecisa, que siempre encontrábamos en el borde de Europa, donde o las baterías no eran alertadas a tiempo, o carecían de la calidad de las que rodeaban muchos de nuestros objetivos.

 

En cualquier momento podían aparecer cazas enemigos. No teníamos manera de conocer hasta qué punto la acción sobre Regensburg podía haber desorganizado o agotado las defensas alemanas. No podíamos saber cuándo caerían sobre nosotros, porque a veces aguardaban y se concentraban para tratar de desorganizar nuestro bombardeo sobre el objetivo mismo, en tanto que otras veces comenzaba a acosarnos desde pocos minutos después de trasponer la costa.

 

-¿Alguien ve algo? - pregunté.

 

-Veo el sol y la luna - dijo Negrocus Handown.

 

Por el VHF oí que el coronel Ewing, comandante de la fuerza, decía, en código, a los demás:

-Descendemos 2000 pies. Repitan, descendemos 2000 pies.

 

De modo que íbamos a pasar debajo de la nube. Se lo indiqué a Marrow con un gesto.

 

-¡Qué hijo de p...! -comentó.

 

-¿Qué pasa? - intervino Handown, despertada su curiosidad por la palabrota de Marrow.

 

-Ocúpate de tu panal, hijo -contestó Marrow. Después aparentemente se calmó, porque agregó -: El coronel mierda de Gallina nos va a meter debajo de esa nube.

 

-Audaz - dijo Handown; comprendió los peligros que ello implicaba.

 

Eché un vistazo a mi reloj... y vi cazas enemigos a las cuatro, cazas enemigos a las cuatro, abajo... atacando.

 

Marrow se enderezó violentamente, gesticulando. Se inclinó hacia mí, y yo me sobresalté. Mis auriculares, lo había oido en mis auriculares. A las cuatro. Giré la cabeza cuanto pude a la derecha, miré hacia abajo, y los ví. Las narices amarillas, husmeando. Apareció la voz de Farr en el intercomunicador:

 

-¡Jesucristo, ahí vienen!

 

Marrow me golpeaba el brazo izquierdo. Giré lentamente hacia mi piloto, y alcé la mano enguantada, cerrándola; diez, veinte. Parecían ser unos veinte.

 

Y lejos, allá a la derecha, al mismo nivel de los bombarderos, bien fuera de nuestro alcance, estaba su avión guía, al que llamábamos El Preceptor, a baja velocidad, vigilando como un fox-terrier. ¡Más abajo, ahí venían! Describían un amplísimo arco ascendente, para ponerse, como siempre, fuera del alcance de nuestras armas, y trepaban hasta una especie de punto de reunión, desde donde se dispersarían lanzándose sobre nosotros. Les gustaba aproximarse desde el lado del sol. Mantenían una esplendida formación. ¡Qué dia hermoso era! La abundancia de cabezas amarillas siguió nadando en amplia curva, y debajo de ellos las apacibles granjas se extendían hasta el punto donde, envuelta en tenue niebla y humo, la tierra cedía lugar al cielo, no configurando un horizonte, sino más bien una especie de vacío, o de incertidumbre; ahora, la abundancia de aviones enemigos atravesaba esa zona indefinida, en mi línea de visión. Volaban mucho más rapido que las Fortalezas Volantes, y su ángulo de ascensión era sorprendente.

 

Si bien emcionado por la belleza de lo que veía, sentí que mi corazón se aceleraba. Durante un momento, en un rincón de mi mente, volví a ver una imágen de aquel cuadro.

 

Marrow comenzó a gritar consejos por el intercomunicador. Durante un momento volvía a ser el Marrow de las primeras misiones, entrometido pero perspicaz, rápido, feliz, sólo que ahora yo sabía cuán grotescamente feliz.

 

-¡Muy bien! No olvidemos que pueden virar y atacar de frente, o seguir viaje y hacer una vuelta hacia atrás y tirar desde abajo. De manera que, Junior, listo para disparar apenas lleguen por ahí, si vienen de abajo. Max, listo para decirnos apenas se larguen. Dinos "Abajo" o "Arriba", lo que sea. Y Boman, quiero que vigiles...

 

Boman, siempre era Boman. Sobrenombres para los demás.

 

¿Qué era lo que Marrow quería que vigilara? Me dí cuenta que no le había escuchado. Los músculos de mi abdomen comenzaron a temblar.

 

Los Messerschmitt subían ahora contra el cielo azul, por el través, en apretada formación, 20 ó 30 aparatos. De vez en cuando varias hélices tomaban el sol de lleno, y aparecía de pronto una constelación de deslumbrantes adargas de luz con un centro amarillo; y de pronto los brillantes escudos se desvanecían.

 

Un grito, por el intercomunicador, me hizo dar un salto. Era Marrow, que acababa de tener la primera visión de la procesión enemiga.

 

-¡Al diablo!

 

Volví lentamente la cabeza y miré a mi piloto. Detras de las chatas parábolas de vidrio de las gafas de Marrow, vi algo que me espantó: las verdes pupilas de sus ojos rodeados de porcelana, entrecruzadas por infinidad de venitas. Parecían los ojos de un animal muerto, con los labios arrancados, uvas inmaduras despojadas de su piel; daba la impresión de que los ojos iban a saltar de sus cuencas, aplastándose contra el vidrio.

 

Ahogándome casi bajo el odio que volvía a surgir en mí, aparté mis ojos, mediante una convulsión de mi voluntad, de los de Marrow, y miré los controles.

 

-¡Cierren filas! ¡Cierren filas! - Era el coronel Ewing, comandante de nuestra fuerza, desde el avión guía, tratando que las pozoñosas púas de la inmensa formación se apretaran cuanto fuera posible. No necesitaré retransmitir su órden. El coronel Bins, delante de nosotros, ya acortaba un poco su velocidad, para que las largas filas que lo seguían pudieran acercarse, y Marrow, respondiendo automáticamente, había desacelerado en forma apenas perceptible. Miré a los alemanes. Su pequeño enjambre estaba allá arriba, a las diez, tal vez 150 m por encima de las Fortalezas. Ahora sería cuestión de segundos.

 

Marrow gritaba algo: no le entendí. Miré al cielo, adelante. De pronto 4 aviones alemanes se desviaron brúscamente hacia arriba, saliéndose de la formación en un hermoso viraje simultáneo, y en un abrir y cerrar de ojos se acercaron, los cuatro de frente. Entonces Marrow lanzó su habitual grito de guerra del primer contacto, un aullido gutural, sin palabras, un alarido de desafío a la muerte y de deleite en la matanza, una especie de liberación priimitiva como la del lanzador de jabalina que exhala todo su aire de los pulmones; yo tarareé más fuerte; la vibracióon de mi boca, sumada a la del avión, me bloqueaba en cierto modo los oidos, ayudándome a no escuchar el familiar grito de pesadilla de Marrow. Me agarré de las rodillas. Durante un instante tuve la sensación de que todo se había detenido - La Fortaleza, los aviones atacantes, mi corazón, nuestra guerra -; solo persistía aquel grito.

 

 

 

(Aquí y así, en pleno combate, acaba este Capítulo V. El autor, John Hersey, seguirá dibujando en próximos textos, los resultados de lo que en realidad quería mostrar: un solo y único combate.)

 

Saludos

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Buenassss

 

(Chapas, te leí después de haber enviado ya el texto. Sí que es verdad que los tripulantes de las Fortalezas viajaban más cómodos, pero también menos seguros. No tenían la suerte de poseer los fiables motores Rolls & Royce superiores a los W Cyclone de los B-17. Pero con gusto no nos importaría subirnos ahora a cualquiera de ellos, ¿no, Chapas?

 

Seguimos con la siempre interesante relación de John Hersey con "El Cuerpo", y con sus azarosas andanzas sobre el cielo de ETO.

 

Vuelvo a recordar no tener en cuenta los "saltos" en el tiempo y en el espacio. Ya anuncié que me limitaría a transcribir en "modo" vuelo, solamente. Los insatisfechos angloparlantes con esta medida, aparte de su suerte, dirigirse a ...Iberlibro.)

 

 

2. Me temo que esa misión (no matiza de cuál se trata. N del T.)no contribuyó gran cosa a ganar la guerra, ni a reflejar crédito sobre nuestra arma. No sé, pareció nacer en medio de un plan deliberadamente caótico. Nos hicieron levantar a las dos y cincuenta, pero había mucha niebla en tierra, y hubo dos postergaciones; y a las diez estábamos tan seguros de que la inversión no se realizaría, que estábamos mentalmente relajados; cuando de pronto nos dieron órden de salir, a las diez y quince, espiritualmente en malas condiciones.

 

Durante la pasada bombardeo hubo un período de unos 90 segundos que fue la quintaesencia de la confusión. En torno al objetivo había una pesada cortina de humo, y nadie, allá arriba, parecía saber cuál era el blanco; una aformación de cazas alemanes bimotores había empezado a bombardearnos desde 27000 pies de altura , y unos 40 cazas venían hacia nosotros, desde el frente, a nuestro nivel; y casi se podía caminar por encima de las granadas antiaéreas. Cualquier idiota podía haber señalado que el grupo guía estaba tan fuera de rumbo que no podía bombardear el objetivo con precisión sin hacer un viraje de 360º, per nada de eso pasó. Después nos tenteramos de que ni una sola bomba de los 5 grupos de ataque cayó dentro de 1 km y medio del blanco; en otras palabras, la bomba más proxima al objetivo cayó a casi una milla de distancia.

 

Pero algún brillante cráneo de la sección de operaciones del Ala nos tenía preparada una linda sorpresa.

 

El grupo que volaaba sobr el objetivo delante de nosotros y a más altura había sido cargado con una considerable cantidad de racimos de bombas incendiarias de 500 libras , y cuando las soltaron, algunos de los racimos se abrieron enseguida, y las bombas individuales -cada una de las cuales estaba preparada para encenderse por contacto apenas tocara cualquier cosa - comenzaron a caer flotando lentamente, directamente en nuestro camino. Marrow tiene reflejos realmente notables; vió lo que pasaba, supo en un instante lo que había sucedido, y lo que podía pasar, e inició un movomiento evasivo con la rapidez de quien retira un dedo de una plancha caliente.

 

El problema fue que algunos otros pilotos de nuestro grupo lo advirtieron, también, y esquivaron, cada cual como pudo, y ¡buuum!, caímos en la turbulencia de las hélices.

 

"El Cuerpo" se volcó sobre la derecha, y pensé que entrábamos en tirabuzón. Handown, que operaba en la torrecilla superior, cayó desde arriba, y no sé cómo aterrizó contra el costado derecho de la cabina, sobre mi cabeza... Cerré los ojos. Aún ahora me marea pensar en esos momentos. Caer en la turbulencia de las hélices era como caer en el aagua, en la estela de un buque; la turbulencia posee una ferocidad elemental, y en el aire solo un recio chubasco se le parece. Yo ya no sabaía de qué lado estaba arriba, la naríz o la cola. Pero Marrow nos enderezó en segundos, solo que habíamos caído en medio de aquella lluvia de incendiarias; caían tupidas como una bandada de estorninos.

 

Oí que Marrow gritaba a Brindt para que lanzara nuestras bombas, y supongo que Max accionó la palanca correspondiente, y aquella fue la contribución de nuestro avión, ese día, a lo que se llama precisión de alto nivel.

 

Sea como fuere, miré por la ventanilla de la derecha y vi una llama, poco mayor que la de un fósforo grande, en el borde de ataque del ala, justo contra la barquilla del motor nº 3.

 

Toqué en el hombro de Buzz, y señalé hacia afuera lo suficiente para alcanzar a ver de mi lado, ya brotaba del motor nº 3 una fea columna de humo negro. Tuve un pensamiento: Braddock. Fuera de eso, tenía el cerebro en blanco.

 

No sé como Handown dijo: "¡No, esperen un minuto". Primero quería acelerar las revoluciones de ese motor, para ver si conseguía apagar el incendio. Al mismo tiempo, incidentalmente, aceleraba apara recuperar terreno y plegarse a la formación, porque si hay algo solitario en este mundo es un avión retrasado después de la pasada de bombardeo. Ese día estaba inspirado. Me sentí realmente impresionado por su presencia de ánimo, y por la de Handown también. En ese momento yo no podía haber servido para nada.

 

Nada sucedió cuando Buzz aceleró el motor, de modo quee me hizo una señal con la cabeza, y yo cerré los flaps: es como accionar el apagador de una estufa. Yo recien reaccionaba ante el gruñido de Neg. Vi que Marrow cerraba la válvula de admisión de combustible al nº 3, para no alimentar el fuego. Pero aunque el humo disminuyó, persistía.

 

Handown dijo: "¡La válvula del selector de extinguidores!"

 

Yo miraba el humo con la boca abierta, como quien contempla las llamas de la chimenea en una noche de invierno.

 

Handown canturreó: "¡Teniente Boooo-man!"

 

Solo en ese momento capté su mensaje acerca del selector, y di un salto para accionar la válvula, pensando qué burro soy.

 

-Está bien -dijo Marrow -. Tira.

 

Tiré. El fuego se apagó. Sentí como si hubiera hecho algo importante, como si fuera un tipo de recursos.

 

Marrow me interrumpió diciendo, y lo dijo como quien ordena un detalle en una operación de rutina: "Bien. A poner la hélice en bandera".

 

A esta altura yo ya volvía a ser más o menos racional, de modo que accioné el control de mezcla del nº 3, que estaba encima de los aceleradores, a punto muerto, y la barrita de metal, que es como una palanquita, del panel central de motores para cortar la alimentación de aquel motor, y después me agaché buscando el indicador de inclinación lateral, accioné con fuerza el botón que ponía en bandera la correspondiente hélice.

 

Todo esto parece nada, contado, pero para mía resultaba impresionante, y en torno mío se erizaban lo que me pareció6 billones de llaves, botones y palancas, pero me agaché y solté la palanca que correspondía, la llave justa, y el botón correcto.En realidad yo no era tan malo.

 

Ahora que la crisis había pasado, que el fuego estaba apagado y la hélice, en bandera, cortaba el aire, terminó de disiparse la niebla de mi cabeza, y mi mente pareció de pronto increiblemente alerta y clara...

 

 

 

(Acabo de enviar cuatro fotos muy interesantes a Rockofritz, que como siempre, con su gentileza habitual, subirá para disfrute de todos.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Seguimos con la misma misión de ayer. Aparte de los cazas alemanes acechando, tuvieron el problema de las bombas incendiarias pululando a "El Cuerpo". El copiloto Boman sigue rememorando su experiencia ese día.)

 

 

Recordaba todo con absoluta claridad: durante unos pocos minutos, mientras colaboraba con Hansdown, esta vez por iniciativa propia, transfiriendo combustible del tanque del motor apagado, ningún pensamiento ajeno había turbado mi mente, y en los centro vitales de mi inteligencia todo había funcionado permitiendo la acción y la reacción. Gracias a la mano firme de Marrow, habíamos mantenido nuestro lugar en la formación con solo 3 motores, tan rígidamente como si hubiéramos estado adheridos al Grupo con grapas, tornillos y remaches. Cuando bajamos a 12000 pies, Marrow se arrancó la mascara y dirigió una mirada hacia mi lugar que parecía decir: "Bueno, pedazo de idiota, creías que estábamos en peligro, pero "yo" te saqué de él".

 

Pero yo pensaba: "El Cuerpo" es invulnerable. No había nada sacrosanto en el avión de Marrow. Tenía ganas de vomitar. Decidí moverme un poco, de modo que anuncié que iba al baño; me solté el correaje, y me dirigí hacia la parte trasera. En la sala de radio Butcher Lamb fingía que no había guerra, porque se había quitado la máscara y, utilizando un tablero y un Formulario Uno, le escribía una carta a su madre.

 

Yo pensaba que después de todo El Cuerpo no era invulnerable. Pensaba simplemente que Marrow no es un mago. Realmente había llegado a suponer que "era". De todos modos, mi estima por él ha "crecido". Su frialdad en momentos de apuro, y su habilidad, en esas circunstancias, para controlar una cantidad de complejos procesos, eran realmente notable. Mientras que en mi caso notaba un peligroso hueco de tiempo, una especie de sorpresa paralizante, entre el choque producido por algo inesperado y la maravillosa claridad mental y velocidad de reacción que finalmente se producía, en el caso de Buzz esa reaccíon era instantánea; y aparentamanete lo mismo era cierto de Neg Handown.

 

 

(...) Para ese día no había planeada ninguna misión, Pero Marrow se levantó temprano, se dirigió a Operaciones y se arregló para que le prestaran un avión, el "Betty Grable", ya que el nuestro estaba en el taller para que le sacaran el motor averiado; y después reunió a nuestra tripulación, y nos llevó muy alto, de modo que tuvimos que apelar al oxígeno; y una vez allá dió una falsa alarma - ¡Fuego en el motor nº 1!- después reconstruyó conosotros todo lo que había sucedido el día anterior, y nos hizo ensayar a todos, no una, sino varias veces, exactamente lo que debíamos hacer si tal cosa volvía a suceder. Y ya que estaba en eso, inventó fuegos imaginarios en otras partes del avión, y practicamos apagándolos también.

 

Este era el proceso de curtido que Buzz comprendía. La amenaza contra su vida no era un monolito llamado Peligro; era un montón de fracciones de problemas o problemas potenciales, y su secreto para lograr esa fuerza interior era reconocerlos, y saber enfrentarlos uno por uno. Se me ocurrió entonces que Marrow había desmenuzado el Peligro en pedacitos, los había puesto en compratimentos, y de vez en cuando los sacaba para refrescarse la memoria. Evidentemente dominaba cada uno de los posibles problemas menores, y también los de las crisis mayores, analizándolos una y otra vez en su imaginación, hasta que sus defensas se volvían instintivas. De este modo, parecía quedar poca cosa, en el arte de volar, que fuera inesperado o desconocido para él, y cuando sucedía algo feo, el hecho no era una pared vacía en su mente, contra la cual rebotaban los gritos de un vago miedo interior; era más bien una realidad de forma familiar, que despertaba una realidad de forma familiar, que despertaba en su mente a otras realidades: consecuencias, remedios, prevenciones, contra-medidas.

 

Y yo comprendía que en nuestro tipo de guerra uno necesitaba tener una capacidad casi infinita de resistencia. Al comienzo habíamos tenido un substituto de sorprendente eficacia para reemplazar a la fuerza: la ignorancia. En nuestras primeras misiones reaccionábamos bien ante el peligro, porque no alcanzábamos a verlo. Pero ahora, a medida que aprendíamos a atomizar el peligro y dominar sus fragmentos, aprendíamos también, con vertiiginosa rapidez, que había nuevos pedazos de peligro que superar: la experiencia nos mostraba al mismo tiempo la aniquilación y la expansión del peligro. La carrera entre esos dos aspectos era una carrera por la vida, y, debo decir, la comprensión intuitiva de Marrow de la manera de fortalecerse, me fue de gran ayuda; irónicamente me ayudó, al final, a sobrevivirlo aún a él mismo.

 

Luego comencé a recordar nuestras demasiado frecuentes inexactitudes y gruesos errores, y de lo que ellos debían significar, 20000 pies por debajo de nosotros, cuando nuestras bombas, destinadas a algún centro vital de la industria enemiga, aterrizaban, en cambio sobre viiendas. Comenzaba a sentir escrúpulos por estar matando gente. Si se trataba de alemanes, ya era bastante malo; si se trataba de franceses, belgas, holandeses, era todavía peor. Yo había sido educado con una moderada austeridad de clase media nada excepcional, porque mi gente era agradable, pero no tan agradable como para resultar desagradable y yo había sido , en mi opinión, socialmente un tipo medio, con cierto sentido de la decencia, más o menos como la mayoría de nuestros oficiales y soldados en el momento de ser incorporados. Durante la instruccion militar, frente al envilecimiento estandardizado de todos los valores que era parte de la existencia castrense, en que lo popular era la amoralidad ruda y egoista, y la consideración por los demás o cualquier forma de la honestidad era considerada mierda de gallina, yo había abandonado facilmente una buena cantidad de lo que se designa bajo el nombre genérico de comportamiento correcto, y junto con mis camaradas me había entregado libremente al lenguaje obsceno, a la borrachera, a la promiscuidad sexual, y a cierta crueldad cuando solo buscaba mi propia comodidad. Pero había algunos tabúes - y matar era el más prominente - que eran más diificiles sacarse de encima, aún bajo la persuasión de la buena causa. Con mis camaradas yo podía vivir y dejar vivir; no era tan facil, frente a mis enemigos, vivir y dejar morir. Yo no había sido debidamente persuadido, antes de intervenir en la lucha, de que los alemanes fueran una amenaza, y había leído sobre ella en los diarios, pero nada de eso había sido real para mí, y todavía no lo era, aún después de pasear entre las ruinas de Londres esa mañana.

 

 

(...) El 29 de mayo nos dirigimos al avión en un carrier, acompañados por una tripulación nueva; parecía un equipo de futbol colegial a punto de iniciar el primer partido de la temporada. Los muchachos estaban charlatanes, ansiosos, no muy seguros de conocer todas las jugadas. Pensé: "¡Qué inocentes son!"

 

Era mi novena incursión-

 

En general las tripulaciones eran felices, porque les habían dado instrucciones recién a las 8 y media, y el despegue estaba fijado para las 2 de la tarde. Los de "El Cuerpo" manifestamos cierta aprensión por la DCA, y discutimos la innovación del día, porque epor 1ª vez esta tarde se incorporarían a nuestras formaciones unos cuantos YB-40, Fortalezas que habían sido convertidas de bombarderos en supercazas, mediante la adición de 5 ametralladoras extra de calibre 50, y una coraza protectora en los motores. Estos "destroyers" aéreos se suponía que reforzarían nuestras defensas. El único problema era que su mayor peso los hacía lentos, de modo que para que se mantuvieran en la formación debíamos volar solo a la velocidad fijada de 240 kms/h, y esto, como había observado el cerebro matemático de Haverstraw, simplificaba más que nunca el problema de los artilleros alemanes. Además, se conocia a St. Nazaire como la "Ciudad Antiaérea", porque los alemanes habían concentrado allí más de un centenar de sus cañones de 88 mm., con los cuales habían formado un anillo en torno de las instalaciones submarinas; y sus dotaciones eran artilleros evidentemente superiores.

 

Para rematar todo esto vimos, al aproximarnos al punto inicial, que los alemanes tenían un Ju-88 colgado como observador. Durante la pasada de bombardeo creo que cada uno de los que iban en nuestro avión, con la excepción de Max, febrilmente ocupado en prepararse para tirar los dados, como llamaba a lanzar las bombas; excepto él, digo, estábamos inmóviles, cada cual en su puesto, esperando que nos tocara el turno. Todavía no se habían visto cazas.

 

 

 

(Mañana seguiremos con esta novena incursión de "El Cuerpo" sobre el puerto francés de Saint Nazaire)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Dejamos al Grupo en que estaba encuadrado "El Cuerpo", "suspendido" sobre el puerto francés de St. Nazaire. Leamos sus sensaciones, de la voz de su co-piloto Boman.)

 

 

Lo más terrible era esa inactividad forzosa. Frente a los cazas, uno podía devolver el golpe, y bajo su ataque, nos gritábamos por el intercomunicador colaborando en nuestra mútua defensa. Ante la DCA no nos quedaba otra cosa que cruzarnos de brazos y volar a través de ella con la esperanza de que no nos alcanzara. Antes de la pasada propiamente dicha, realizamos algunos desplazamientos evasivos, con virajes de unos 10º cada 20 ó 30 segundos; todo había sido indicado cuando nos dieron instrucciones. Pero durante la pasada teníamos que volar en línea recta durante 90 segundos, y era entonces cuando me sentía más desamparado. Ni Marrow ni yo podíamos siquiera pilotar en ese momento, porque usábamos un dispositivo llamado Equipo de Control de Vuelo, que mantenía el rumbo como si uno estuviera en una vía ferroviaria, y en realidad era Brindt quien nos conducía, debido a que su mira estaba conectada con aquel aparato. Allí estábamos, pues, atados por los cinturones de seguridad, para que alguna explosión cercana no nos sacara de los asientos, esperando.

 

Max puso término a la tensión después que lanzó las bombas. Al abandonar los proyectiles la panza del avión, se lo sentía temblar; Max informó que su tarea estaba cumplida, y devolvió los controles a Marrow, que comenzó a mecernos por el cielo, lo cual necesariamente no esquivaba las granadas pero nos hacía sentir mejor; después, algunos segundos más tarde, cuando Max vió como explotaban en tierra las primeras bombas de la formación, su grito, lleno de alegría infantil, nos llegó por los intercomunicadores:

 

-¡Pum! ¡Pum! Aplastamos a los hijos de p... ¡Pum!, pum, pum!

 

Todos nos pusimos a conversar, y los cazas enemigos cayeron sobre nosotros, y nos sentimos mejor.

 

Desde ese día en adelante, en todas las incursiones, hasta la incursión sobre Schweinfurt, me sentí petrificado ante la vista y la idea de la DCA, que una vez más me había parecido inofensiva, tan hermosa. Y lo mismo le sucedió a mi gran piloto Marrow, no obstante que declaraba a todos que no temía a nada ni a nadie, y que pronto iba a ser considerado, ante los ojos del mundo, como un héroe.

 

Todos mis camaradas compartían mi actitud frente a la DCA. Comprendí que nuestra nueva actividad hacia el fuego antiaéreo debía ser parte del hecho de estar creciendo juntos en el combate; sabíamos más de lo que había que hacer para sobrevivir, sabíamos, por ejemplo, que el sobrevivir no dependía de nuestras manos.

 

No encontraba palabras para elogiar bastante a Neg Handown, porque este chico de 36 años, que se había comportado de modo tan peculiar en Londres, en el aire era un hombre tan substancial e inconmovible como los acantilados de Dover que tanto nos gustaba ver cuando regresamos del peligro. Durante la misión del día anterior, la maciza solidez de Neg se había destacado netamente. Max Brindt había hablado tanto, en los primeros días, de que seríamos víctimas de la antiaérea que habíamos llegado a creer que así sería, todos menos Handown, que solo parecía preocupado por cumplir con su deber. ¡Cómo amaba su rinconcito en el avión! Trataba a sus ametralladoras, a su delicda mira automática, a su complicada torrecilla, como podía haber tratado a sus hijos. La inspección que realizaba antes de cada vuelo podía tomarse de modelo; en las misiones, sus ametralladoras funcionaban con la suavidad de máquinas de coser; continuamente controlaba la armonización de sus miras, y constantemente movía su torrecilla para que no se enfriara el fluido hidráulico. Tenía gran capacidad de resistencia y un ardiente sentido de la responsabilidad, y había sido él el que avistara primero la mayor cantidad de aviones enemigos, muchos de ellos lejos del sector que se le había asignado. Y en medio de nuestro miedo a la DCA, sobre St Nazaire, su voz había aparecido en el intercomunicador canturreando:

 

-No habrá ascensos de este lado del océano.- Yo lo interrumpí, pero su voz serena, firme, me había dado coraje.

 

Farr, en cambio, parecía amargarse cada día más. Aunque había repetido a menudo que le gustaba la amplia ventanilla lateral porque disparar a través de ella era como tirar al plato, ahora lanzaba su interminable torrente de quejas contra la poca protección de los artilleros laterales. Mientras los demás hombres conseguían, tras manifestar sus quejas, dominar sus sentimientos, Farr seguía y seguía royendo sus amargos huesos, hasta concluir que lo que pasaba era que lo tenían marcado, y que todo se debía a que un montón de empleados de almacén se habían transformado en maravillas de 90 días para aprovecharse de él. "Me gustaría agarrar contra una pared a uno de esos que se dicen oficiales, y romperle la cara". Farr era un elemento ideal para el pelotón de fusilamiento.

 

Sin embargo Marrow condenaba por igual a todos los suboficiales, a Handown igual que a Farr, no solo en sus enloquecidas tiradas contra los sargentos, sino cuando hablaba más razonablemente. Los artilleros de carrera, decía, estaban infraeducados, y de todos modos, cuando niños, seguramente no les habían suministrado suficiente hígado de bacalao, o lo que fuese necesario para tener la inteligencia necesaria para distinguir el culo de las orejas. Lo único que eran capaces de pensar era la manera de vagar, y solo miraban hacia adelante para ver si podían eludir el trabajo. "Boman", me decía, como si fuera un cumplido, "yo podría hacer de "tí" un artillero mejor que cualquiera de los que hay en mi avión"

 

No nuestro avión. "Mi" avión.

 

 

Durante la inactividad de los primeros días de junio, algunas de las tripulaciones de combate más emprendedoras, incluyendo la nuestra, inspiradas tal vez por los YB-40, diseñaron y construyeron emplazamientos especiales para montar 2 ametralladoras gemelas, en lugar de una sola, en las ventanillas laterales. Farr y Bagnani casi había terminado de instalarlas cuando, el Día de los Muertos por la Patria, llegó una órden del Comando a los efectos de que se desmontaran todo lo hecho. Nuestras tripulaciones se enfurecieron. El Ala, como de costumbre, no explicaba las razones de la órden Tal vez pensaban que el procedimiento hacía más pesados a los aviones, restándoles velocidad. Sea como fuere, Marrow empezó a moverse de un lado a otro contando a todo el mundo lo sucedido, y en poco días provocó una atormenta tal que el Grupo finalmente presentó una solicitud formal ante el Ala pidiendo permiso para modificar los emplazamientos. Nada sucedió, nada, nada.

 

 

(...) La incursión sobre Le Mans del 15 de junio resultó un fiasco. Comenzó temprano con despegue a las 5 y media, en mal tiempo. Las órdenes estipulaban un ascenso a razón de 180 m/minuto, demasiado para Fortalezas que llevaban su carga máxima de bombas, 3 toneladas. 9 de los 23 aviones que partieron no pudieron localizar la formación en aquel cielo nuboso, y abandonaron. A la altitud fijada, la temperatura era de 55º bajo cero, y se formaban espesas estelas de condensación que tornaban peligroso el vuelo en formación. Había una sólida capa de nubes sobre el Continente, y finalmente, cuando estábamos a unos 15 kms dentro de la costa francesa, oí por el sistema de comunicación una órden del Comando que nos mandaba regresar.

 

Informé a Marrow.

 

Al principio no podía creerme. Había comenzado el día con una tirada contra el Comando, porque había llegado la respuesta a la solicitud del Grupo para instalar ametralladoras gemelas: No. Ahora, al oir que nos ordenaban regresar, soltó las dos manos del volante, cerró los puños y los agitó sobre su cabeza. Aparentemente la rabia le había quitado el habla.

 

A la altura conveniente se arrancó la máscara; tenía cara rara. Recordé en ese momento un dialogo que había alcanzado a oir mientras aguardábamos la órden de despegue, en una de nuestras primeras incursiones. Los sargentos hablaban de su piloto, que estaba dentro del avión, fuera del alcance de su voz. Junior Sailen, con intención de elogiarlo, decía que Marrow debía de haber sido piloto de cazas.

 

-Sí - gruñó Farr -. De acuerdo. Sin tripulación.

 

 

 

(El próximo día, comentaremos el resultado de esta conversación. )

Saludos

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Buenasss

 

(Lo que resultó de la conversación anterior)

 

 

De ahí en adelante, ese día de junio, Marrowse comportó como si estuviera solo a los mandos de un P-47. Nos separamos de la formación y entramos en el círculo de aterrizajecomo siempre, pero en el último momento Marrow, en lugar de enfilar hacia la pista este-oeste, nos tiró hacia la derecha, aceleró a fondo, y nos lanzo a poco más de 15 m por encima de los techos. Lo primero que supe fue que tenníamos árboles inmensos a cada lado, casi tocándonos, y apenas tuve tiempo de pensar que aquel loco iba a meterse volando directamente por una de las ventanas del aerodromo; oí que Max gritaba - "¡Marrow! ¿Te has vuelto loco?" por el intercomunicador, y de pronto vi alzarse delante de nsotros un techo de pizarra, y enseguida pasar rozandobos una de esas chimeneas georgisanas llenas de adorno de ladiollo, lo suficientemente cerca como para contarlos uno por uno. Apenas pasó sobre la casa , Marrow viró tan violentamente que oimos gemir todos los remaches, y volvimos a cargar sobre el techo gris, y a volar de regreso por aquella avenida de majestuosos árboles, bien por debajo de la línea de sus copas. ¡Uff! Pero Buzz no estaaba satisfecho. Todavía hizo una feroz pasada casi tocando la torre, y luego tranquilamente recuperó su situación y aterrizó.

 

Lo primero que Marrow dijo en el interrogatorio, con la mandibula echada hacia delante, fue:

 

-¿Me contarán "eso" como misión cumplida, señores?

 

Supongo que el oficial interrogador, nuestro tostado amigo Merchant, no se había enterado de las pasada de El Cuerpo. Secamente dijo:

 

- A todos los aviones que llegaron hasta la costa francesa se les contará esta misión, a pesar de la órden de regresar-

 

-Bueno, eso es terriblemente caritativo - comentó Marrow.

 

 

(...) El 22 de junio nos enviaron a Hüls. La incursión resultó un serio golpe para la moral del Grupo. La aviación enemiga pareció concentrarse en nuestras formaciones, y a apartir del punto inicial se produjo una desagradable combinación de DCA - cortina de fuego y descargas continuadas -; en total los alemanes derribaron 4 de nuestros aviones; un quinto debió de aterrizar de panza en el Canal, y se ahogaron 4 hombres. Los de El Cuerpo experimentamos algunos sensaciones especiales, bastaante raras. Antes de Hüls habíamos estado en Bremen, donde creíamos haber conformado, por fin, una averdadera tripulación; habaíamos sido llamdos de vuelta de Le Mans, el día que Marrow realizó aquella espeluznante pasada sobre el aerodromo. Hüls era nuestra 13ª misión, el punto medio de nuestra serie de 25. Haverstraw, el tipo de los números, cuya vida era cada vez más rutinaria , que nunca entraba al avión sin cumplir su pequeño ritual de golpear dada uno de los lados de la escotilla con su bastón, y besar la pared del aparato, y que pretendía que todo estuviera en perfecto órden, había insistido en que nos refiriéramos a esa misión como "Doce B", y que ni se susurrara el nº 13. Podíamos llamarla "el paso a la otra etapa", si queríamos, Marrow parecía de bastante buen humor, salvo que insistió en tomárselas con Prien, y después de la misión me dijo:

 

-Es indispensable es tener un buen artillero de cola. Ese Prien ens un gallina. Se le nota en la voz, por el intercomunicador. ¡Él y su estçomago...! Trata de dar la imprresión de que es rudo, combativo, pero yo conozco su raza, el cordón umbilical se le sale por las orejas. ¿Te acuerdas como bormeaba sobre los aviones que derribaban? Ahora que ve que los alemanes juegan en serie, está asustado.

 

Tal vez no fuera el único. Sobre Hüls habíamos observado 2 explosiones de DCA color rosado, aparentemente para indicar a los cazas que habría una tregua, de modo que pudieran lanzarse sobre nosotros; y después 2 explosiones de humo negro; y muchos de nosotros habíamos vuelto a sentir terror a la artillería. Después de la incursión, nuestra gente se sintió muy deprimida, porque creía, con razón o no, que los alemanes había recibido información adelanrtada sobre el punto que íbamos a atacar. Esta convicción, sostenida por el hecho de que la incursión se había postergado el día anterior, se extendió por la base como un incendio de campo.

 

El Grupo recibió instrucciones de salir nuevamente al día siguiente, en dirección al aerodromo de Villacoublay, uno de los de París. El Cuerpo no fue. Había cielo cubierto, se llamó de vuelta a los aviones, y la mayoría de las bombas volvieron a casita. También esto resultó malo para la moral del Grupo, a continuación de Hüls. Nosotros no intervenimos porque no habíamos sido incluidos en el plano, nada malo le pasaba al avión. Simplemente no figurábamos en la lista. Marrow saltó hasta el techo, pero se le contestó con firmeza que teníamos el día libr. No supe si era auna forma de castigarnos por nuestra pasada sobre el Comando, o si el Dr Randall pensaba que necesitábamos descanso, o qué. Nos puso muy nerviosos, más aún porque todos los demás pudieron an otarse otra misión; sin padecer ataques de caza, ni DCA, ni nada. Nos dió mucha rabia perdernos ésa.

 

Dos días después Marrow se convirtió en héroe.

 

 

 

(Debo de dejarlo aquí.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Sepamos de qué forma el piloto de El Cuerpo, Buzz Marrow llegó a ser un héroe.)

 

 

El veinticinco de mayo nos despertaron antes de haber alcanzado la parte buena del sueño, a la una de la mañana, y recibimos instrucciones de volar hacia Hamburgo. Levantamos vuelo cuando la noche recién se diluía en alba, a las cuatro y media, y todo pareció andar mal desde el instante en que abandonados nuestra base de Pike Rilling. El cielo era una estructura de varios pisos de nubes, y el lugar de reunión parecía un salón de baile de Covent Garden el sábado a la noche: todo el mundo bailaba mejilla a mejilla con desconocidos, en medio de la penunmbra. Finalmente conseguidos formar, y entonces descubrimos que no podíamos ascender a la velocidad establecida debido a las nubes; por encima del Canal, toda la formación describió un círculo de 30 kms para cobrar altura antes de cruzar la costa alemana, y al llegar allá descubrimos que arrastábamos intensas estelas de condensación. Nos dábamos cuenta de que nuestra inmensa espiral había sido registrada por el radar alemán, lo cual daba al enemigo abundancia de tiempo para fijar la posición a los cazas que saldrían a recibirnos.

 

Durante toda esta lamentable ascensión, Marrow no dejó de maldecir y quejarse por el intercomunicador.

 

Sobre el Canal recuerdo que miré una vez hacia afuera, y vi que estábamos en medio de una gran cámara de aire diáfano entre dos capas de opacidad, la de abajo sombría y verdosa, la de arriba, una plancha de plata forjada, en tanto que entre los dos estratos, a alguna distancia y a todo nuestro alrededor, nos encerraba un anillo de nubes hinchada globulares, con núcleos negruzcos y bordes blancos como la nieve, que parecían explosiones de antiaérea inmovilizadas. Atravesábamos un salón vacío de una de las muchas del cielo.

 

Nuestra misión de esa mañana era conducida por Walter Silg, pero no tenía él el control del ataque, porque transportaba en su segundo asiento un piloto del Ala, cierto coronel Trummer, de quien se decía que aspiraba el lugar de Whelan como comandante de nuestro Grupo, y que era famoso por lo testarudo. Esta era su 2ª misión; para nosotros la 4ª, de modo que había que perdonar a Marrow por pensar que sabía más que el coronel. Por una vez en la vida Haverstraw estaba bien orientado, y después que salimos de nuestra curva señaló insistentemente, 5 ó 6 veces, que estábamos por lo menos 3 grados al sur del rumbo prefijado. Marrow movió su palanca selectora, y tuvo la osadía de comunicarle a Trummer que estaba fuera de rumbo.

 

Yo verificaba la banda, y oí que el coronel decía:

 

-Retírese del aire. Yo sé lo que hago. ¿Quién es el que habla?

 

Buzz dijo:

 

-El capitán Marrow, e insisto en que está fuera del rumbo.

 

Era una locura de parte de Marrow romper el código, y se lo dije.

 

A medida que nos aproximábamos al objetivo, las nubes empeoraban; algunos cazas se lanzaron contra nosotros, y escuchando por el sistema de intercomunicación no dimos cuenta de que el coronel Trummer la estaba pasando feo. Comenzó a preguntar al Estado Mayor, allá en la base, qué debía hacer en tal o cual caso. Después informó que tanto el objetivo primario como el secundario tenían 10 décimos de nubosidad. Esto sencillamente no era cierto. Finalmente el Comando dió orden de regresar, que era evidentemente lo que Trummer deseaba, porque se puso a verificar la órden en la radio cuando las ondas hertzianas todavía vibraban comunicándonos la noticia. No habíamos avanzado más que 10 minutos desde el punto inicial, y estábamos bajo el constante ataque de 50 ó 60 cazas.

 

"El Cuerpo" conducía el 2º elemento del escuadrón alto de nuestro Grupo, con Gurvine arriba y adelante de nosotros en el Black Cat, como comandante de escuadrón e, incidentalmente como 2º comandante del Grupo, en caso de que algo malo pasara al avión de Solg-Trummer.

 

En el preciso instante en que Trummer aparecía en la radio indicándonos que le siguieramos de regreso a la base, el Black Cat hizo una violenta caída de ala, se volcó sobre un costado y, según relató Handown por el intercomunicador, cayó en picada sin humo ni signo exterior alguno de avería.

 


Marrow aceleró los motores y adelantó a nuestro elemento colocándolo bajo los aviones que flanqueaba a Gurvine, y ocupó el puesto de éste.

 

Y algo más.

 

Silg y el escuadrón guía acababan de comenzar a virar en dirección a la base cuando Marrow, esta vez utilizando el código, dijo por su transmisor:

 

-Padlock Green a todos los Padlocks. El 2º comandante se hace cargo del comando. El que quiera bombardear, que forme conmigo.

 

Aparentemente Trummer estaba conectado al sistema de "liaison", hablando con Inglaterra, y no había oido a Marrow, porque no dijo nada, y sin ninguna contraórden de su parte, y considerando que todos sabían qué cerca estábamos del objetivo, el resto de la fuerza se quedó con nosotros. El escuadrón inferior se colocó atrás, siguiéndonos, y los otros grupos no se movieron.

 

Clint anunció que había llegado al punto inicial.

 

Debo decir que Marrow cumplió una hermosa tarea al al llevarnos a través de todas las etapas de rutina de aproximación, no obstante que ciertamente no había esperado (pero, sin embargo, a lo mejor sí había esperado: siempre parecía parecía tenerlo todo planeado en su mente) convertirse en jefe.

 

Oía mascullar a Max. Se advertía que no estaba preparado.

 

Estábamos la mitad de camino de la pasada propiamente dicha cuando Handown iformó que un grupo de Fortalezas, 6 ó 7, que aparentemente habían virado para seguir a Trummer, y luego habían cambiado de opinión y decidió atacar, habían quedado retrasadas y sufrían un severo ataque.

 

-¡Mierda! -dijo Marrow; se estaba divirtiendo como nunca -. Vamos, Maxie -dijo - ¡Vamos, chico!.

 

Durante semanas Max Brindt se había estado quejando porque él tenía que despachar sus bombas recien cuando recibía la señal del bombardero guía, dando la impresión de que en términos generales podía ser más eficaz si ajustaba su mirada y lanzaba sus proyectiles independientemente. Ahora tenía esa oportunidad.

 

-Viento, viento, viento -decía , como tratando de materializar ante sus ojos la deriva.

 

Comenzábamos nuestra pasada. Max nos conducía, mediante el piloto automático. De pronto, cuando faltaban 40 segundos, exclamó:

 

-¡Mierda! ¡Lo perdí!

 

-¿Qué pasa - rugió Marrow.

 

Y en ese momento, con sorprendente rapidez, nuestra roca. Handown dijo:

 

-Si diéramos media vuelta otra vez podríamos dar a los rezagados una oportunidad de entrar en formación

 

-¡Pedazo de estúpido! - gritaba Marrow a Max.

 

-¡Nubes! - trató de explicar Max -. Está cubierto de nubes.- Pero no se sabía si creerle o no.

 

De lo que yo hice, recuerdo solamente que advertí que Neg estaba de pie detrás de mí, como en los despegues y los aterrizajes, de modo que en cierto modo me sentí contagiado de su tranquilidad; y que Miré a Marrow y vi que él me miraba a mí, y que de pronto me sentí enloquecer y me aferré al volante y apreté mi pie contra los pedales, y puse toda la fuerza de que disponía para intentar un viraje a la izquierda.

 

Entonces oí que Marrow decía:

 

-Está bien, Max, tómate tiempo, vamos a dar la vuelta. -Manipuló su selector de bandas y ordenó a los otros aviones -: Viraje tri seis cero. Repito. Tri seis cero.

 

Si había algo que cualquiera odiaba, era realizar un giro de 360º para pasar por 2ª vez sobre el objetivo, porque a una sola Fortaleza eso le lleva bastante tiempo, pero en una formación hay que multiplicar ese tiempo por el número de aviones , y la agonía por mucho más; porque hasta entonces uno había estado pensando que lo peor ya había pasado; y todavía estaban ahí los cazas, y seguían subiendo las granadas antiaéreas, y parecía que aquello no terminaba nunca. Oh, era horrible tener que hacer eso.

 

 

 

(Dejemos al rehecho Grupo de Fortalezas encabezado por Marrow intentar dar la vuelta y enfilar de nuevo el objetivo contra la orden del comandante de Grupo. Dificil tarea. Leamos mañana en qué termina esta arriesgada operación.)

Saludos

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Buenasss

 

(Seguimos con expectación este controvertido raid sobre Hamburgo. El capitán Buzz Marrow, a bordo de El Cuerpo, recondujo el Grupo de vuelta al objetivo inicial.)

 

 

No sé, nunca sabré si Marrow lo hubiera hecho de no mediar la observación de Handown ("-Si diéramos media vuelta otra vez podríamos dar a los rezagados una oportunidad de entrar en formación".) , y mi reacción. Nunca conté a nadie aquella manera mía de sugerírselo mediante los controles, y se podría apostar hasta el último dolar que Marrow jamás se lo contó a nadie.

 

Sea como fuere, todo salió bien. Temo que la formación haya perdido 3 aviones en esa enorme vuelta, pero el resto la completó, los rezagados se reunieron con nosotros, y esta vez Max tuvo tiempo de ordenar con claridad su cabeza, y aparentemente las nubes no lo molestaron, y cumplió bien su trabajo - la fotos de recco. del día siguiente confirmaron que su actuación había sido meritoria -, lo cual no significa que hubiéramos desorganizado todo el esfuerzo bélico alemán, pero sí que no se cometió ningún Grueso Error.

 

No habíamos alcanzado el punto de concentración, cuando desde los aviones comenzaon a llamar para felicitar a Buzz. Le dijeron una cantidad de obscenidades, pero todo equivalía a un elogio por haber hecho algo bravo.

 

En cuanto a mí, cuando nos alejamos apagué la calefacción de mi traje, pero la transspiración seguía manándome del cuerpo.

 

Cuando aterrizamos desubrimos que allá en su torrecilla inferior Junior Sailen había estado tan atareado con los cazas que en ningún momento se había dado cuenta de lo que sucedía, y cuando se lo dije, un instante antes del interrogatorio, se apoyó contra una puerta y se puso a balbucear:

 

- Es un gran tipo, el Capitán Marrow..., es mi amigo... es mi amigo Es un camarada... Nadie pensaría que es capitán. No lo podré olvidar... No me lo puedo sacar de la cabeza... No quiero pensar en él... No lo puedo olvidar... Nunca, nunca, nunca... -Sollozaba como si acabara de enterarse de la murrte

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Lo siento. El texto que ha subido al Foro está incompleto. Solo ha logrado reproducirse menos de la mitad de lo trascrito. Sale un letrero en inglés que no logro entender, a pesar de que indica aparte "Last auto saved 23:56:01". Me da infinita pereza rehacer ahora el resto ignorado. Intentaré recuperarlo mañana, pues ahora me repite ese texto en inglés incomprensible para mí. Lo siento sobre todo por los Forero-Lectores. Yo, casi estoy acostumbrado a estos desaguisados de Internet...

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Jenisais, te doy un consejo.

 

Por lo que veo, escribes directamente tus traducciones en el foro. El problema es que si en el momento de darle a MENSAJE, ocurre un error, un imprevisto, se te cuelga la línea... pierdes todo tu trabajo como te ha pasado alguna vez.

 

Así que te cubrirías las espaldas, trabajando las respuestas con un editor de texto (Word por ejemplo). Redactas tu texto, lo revisas, lo corrijes y lo guardas. Así lo tendrás a salvo. Entonces lo seleccionas, lo copias y lo pegas en el foro, así te evitarás disgustos.

Edited by chapas
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