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El amante de la muerte (The War Lover)


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Buenasss

 

(Bear, lo siento, pero aún adelantándome en el el texto he podido encontrar el dato.

 

La noticia es que puedo volver a subirlo al Foro. A ver lo que dura...)

 

 

3. Marrow pilotaba nuevamente, y yo apoyaba suavemente una mano sobre mi volante, de manera de poder apretar el botón del intercomuniador en caso de tener que decir algo; exactamente sobre el objetivo, no mucho más allá de la línea de bombardeo, y apenas acabábamos de tomar el cerrado viraje hacia la izquierda que nos conduciría hacia el norte, a nuestro punto de reunión, 50º7'3 N -10º4'3 E, a nueve minutos de distancia, sentí de pronto como si recibierauna descarga eléctrica a través de mi volante. Miré a mi lado, y vi que Marrow había soltado sus dos manos del volante, y las abría como si también él hubiera experimentado la misma sacudida. Ya me miraba, y le oí decir:

 

-Jesús, hay un corto circuito en algún lado - Era lo que yo había pensado también -. Neg - comenzó Marow -. La instalación...

 

-Nos deben haber alcanzado - dije. La sacudida decía ser resultado de una avería en los timones de profundidad, que llegaba hasta nuestras manos a través de los mecanismos y conexiones del sistema eléctrico.

 

Apenas terminaba de hablar, cuando llamó Junior Sailen y con voz tensa ay aguda anunció.

 

-El número 3 echa humo.

 

Contesté como si yo hubiera estado en el comando:

 

-Comprendido, observa bien. Observa con cuidado, Junior.

 

Tal vez me tomé esa libertad porque el motor número 3estaba de mi lado, o tal vez lo hice por algo en la manera de comportarse de Marrow. No sé; había actuado impulsivamente.

 

Llegamos al punto de reunión a las 3 y veinticinco, y Marrow nos hiz virar en una curva cerrada de menos de 90º; nuestros grupos superior e inferior, que se habían alejado del blamco por sus rutas de intercepción, se unieron a nosotros para integrar nuestra formación de combate. La 2ª formación ya se reunía también.

 

-Sigue echando humo - dijo Sailen.

 

Yo observaba la presión en el colector del nº 3, y vi que comenzaba a bajar, y luego a caer rápidamente, y comprendí que la hélice podía quedar loca en cualquier momento; sereno gracias a aquel día de simulacros que Marrow nos había impuesto, procedí, sin consultarlo, a cerrar el control de mezcla del nº 3, corté el generador auxilar, apreté el botón para poner la hélice en bandera, y cerré los flaps. La hélice se reistía a ponerse en bandera , seguiía girando alocadamente, y durante un largo rato temí seriamente por lo que podía suceder; pero finalmente las palas cambiaron de ángulo, de modoque ahora cortaban el viento, y después de dos o tres sacuidas nerviosas laa hélice se detuvo.

 

 

 

(Voy a subirlo por aparece, otra vez, el maldito aviso "Last auto Saved 16.50.16)

 

Saludos

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Sigo, pues

 

Marrow, lejos de quejarse por haber parado un motor sin su permiso, simplemente dijo:

 

-Dame combustible. Tengo que levantar la velocidad.

 

Se suponía que debíamos volar a 300 kms/h, después del objetivo, y estábamos aminorando la velocidad a causa del motor parado.

 

Aceleré, pues, las revoluciones por minuto de los otros tres.

 

Después dije:

 

-Cierra el paso de comnustible al nº3.- No había querido expresarlo así, pero me salió como una órden. Marrow hizo lo que le decía; no dijo "Sí, señor", pero obedeció.

 

Le pregunté a Junior qué veía en el motor, y me contestó que ya no salía más humo.

 

Prien apareció en el intercomunicador, desde la cola, diciendo:

 

-Estoy descompuesto. Siento que me voy a descomponer. Nunca me había pasado esto. Oh, no dejen que me desmaye. Estoy descompuesto.

 

Naturalmente fue Handown quien le contestó:

 

-Quítate la máscara, sino te vas a ahogar. Usa aun casco si tienes a mano. Después ponte la máscara enseguida. No te preocupes, viejo, vamos a pedir que te den un Corazón de Púrpura.

 

Y de pronto reapareció Marrow inesperadamente, el viejo Marrow de antes, diciendo a Prien con su voz habitual, segura, no enojada, sino dura:

-Oye, hijo, eres un maldito gallina. Pórtate como un hombre.

 

Esta resurreccion del viejo y áspero Marrow obró como arte de magia sobre Prien . Aparentemente se quitó la máscara, como le eindicara handown, pero no desconectó su micrófono de garganta, porque le oimos dar arcadas. Unos segundos después le pregunté:

 

-¿Estás bien, Prien?

 

Contestó que sí y procedió a controlar el oxígeno.

 

Handown dijo:

 

-Teniente Boman, ¿no le parece que deberíamos de trasvasar la gasolina de los tanques y vaciar el nº 3?

 

Handown había pasado por alto a Marrow y se dirigía directamente a mí.

 

-Creo que será lo mejor - le contesté.

 

 

4. Cuando Neg y yo nos pusimos a la tarea, vimos con claridad nuestra situación. Descubrimos algunos de los boquetes que la DCA había hecho en el ala derecha - Neg me contó que desde la torrecilla superior podía ver la tierra a través de uno de ellos - y nos preocupó la pérdida de combustible, porue no podíamos darnos el lujo de perder el contendido de un encendedor, con solo 3 motores y tan lejos de nuestra base. De modo que con Handown en las válvulas del compartimento de bombas, y yo en los medidores de adelante, comenzamos a transferir gasolina de un lado a otro, tratando de adivinar a dónde estarían los agujeros; y como había no menos de una docena de tanques que vigilar, trabajamos en esto durante más de media hora, y estábamos bastante satisfechos cuando Max, desde la naríz, anunció la aparición de una escuadrilla de cazas bimotorees, que venían desde las dos, muy bajos.

 

Handown corrió a su torrecilla y dijo:

 

-¡Muy bien, todo el mundo atento!

 

 

(Vuelvo a subirlo, por si acaso.)

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Sigo

 

Apenas si habíamos notado el respiro que nos habían dado los cazas en la última hora, tantas cosas habían sucedido en ese tiempo. Esta era la penetración más profunda realizada en territorio enemigo, y presumiblemente los alemanes no habían estado preparados para reciibirnos.

 

Estábamos cerca de Hackenburg, a unos 235 kms al sudeste del Ruhr. Era las cuatro y siete minutos.

 

Parecía haber unos 35 cazas en el grupo que nos atacaba. Sus primeras pasadas fueron contra la formación que venía detrás, pero pronto comenzaron a vérselas con nosotros. Hsasta ese momento nuestra experiencia con los cazas bimotores alemanes nos había enseñado que sus pilotos eran novatos relativamente y cautelosos, y a menudo soltaban sus cohetes o sus granadas de tiemepo de 20 mm desde fuera del alcance de nuestras ametralladoras. Pero los de este grupo aparentemente no habían oído hablar de la timidez de esos muchachos, porque se lanzaban con gran resolución , persistencia y un salvajismo que pocas veces habíamos visto.

 

No muchos después de comenzar los ataques, Clint Havversaw llamaó y dijo:

 

-¿Quiere bajar un minuto, Bo?

 

-¿Qué problema hay? - pregunté.

 

-Este pr´ximo cambio de rumbo - dijo Clint - Ayúdeme a verificarlo.

 

Era un pedido extraño, tratando de Haverstraw, porque en ninguna de las misiones en que habíamos participado había pedido ayuda. Max sí, más de una vez; pero nunca Clint. Golpeé en el hombro a Buzz, señalé hacia abao, y él asintió con la cabeza. Desaté todas mis trabas, y me deslicé hacia abajo; Clint estaba sentado frente a su escritorio, temblando como un hombre con delirium tremens. Me conecté a la toma de oxígeno de la izquierda de su compartimento, me incliné sobre el escritorio, y Clint me mostró algunos números ; mientras yo trataba de descifrarlos, lo vi controlar el medidor de oxígeno de su derecha: marcaba poco, de modo que se desconectó del sistema permanente y se conectó una de las botellas portátiles, por lo que le dije:

 

-No es necesario, utiliza esta conexión, yo vuelvo a la cabina enseguida.

 

-No te preocupes -me dijo - Estoy bien por un rato.

 

 

 

(Debo parar. Si puedo, sigo esta noche.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Albertini y Chapas, soy inocente (en el peor sentido de la palabra) de lo que ha pasado. Hoy parece que se ha reanudado la cosa: rezad para que así siga.

 

Tras el preceptivo Punto y Aparte.)

 

 

Afortunadamente me preocupé. Fue lo mejor que hice en mi vida. Significaba que no podía estar mucho tiempo abajo, y que iba a dejar el compartimento justo a tiempo.

 

Nuevamente traté de comprender qué problema afligía a Clint.

 

Resultó que no se trataba de la ruta. Se quitó el guante derecho y escribió en grandes letras sobre un papel que tenía en el tablero:¿"Besé el avión esta mañana"?

 

¡Pobre Clint! ¡Eso era lo que quería de mí! Estaba temblando de miedo, por haberse olvidado su ritual de golpear los 4 costados de la escotilla y besar la superficie de The Body, esa mañana. Debía temer que estuviéramos volando sin la protección de sus encantamientos. Tan convencido estaba, mirándome con ojos aterrorizados a través de sus gafas, que por un momento me dominó su loca ansiedad; y no pude recordar si le habañia visto cumplir la ceremonia esa mañana. La mañana me pareció vertiginosamente lejana en el tiempo, y apenas si podía recordarla. Sufrí una violenta puñalada de miedo, pero enseguida comprendí que lo que Clint necesitaba era recuperar la confianza; me quité un guante, recojí un lápiz de Clint, y escribí: SÍ.

 

Pareció mejorar enseguida, y acomodó todos sus papeles en una prolija pila. Señalé su ametralladora, junto a la ventanilla, y prontamente se acercó a ella de un salto.

 

Cuando comenzaba a regresar a mi asiento de co-piloto, miré por la ventanilla de la izquierda y lejos, muy lejos detrás de nosotros, algo hacia el sur, a casi 150 kms, vi humo que se alzaba de una torre negra y pesada de centenares de metros de altura. Eché un vistazo hacia adelante y abajo, y a través de la hermosa tarde, con rastros de nubes algodonosas cerca del suelo, vi el diminuto Rhin, entre Bonn y Coblenza, con unos insectos apenas visibles sobre su franja plateada, las urgentes barcazas alemanas del tráfico bélico, supongo. Era un lindo día.

 

Apoyado en una mano y en mis rodillas, y con la otra mano sosteniendo en alto mi botellón de oxígeno, gateé hacia el pasillo que conducía a la cabina, y trepé por la trampa, y estaba acurrucado entre el asiento de Max y el mío, a punto de ponerme en pie, con la mano libre extendida hacia arriba, suspendida, por así decirlo, entre el cielo y la tierra, cuando miré hacia adelante y los vi venir -4 cazas monomotores, lo cual significaba que un segundo ataque se había unido al primero - desde las doce en punto, por arriba, en el instante en que se lanzaban contra nosotros. Eramos el avión guía; querían destruirnos; yo lo sabía.

 

Durante un instante me comporté irracionalmente. Mi traje protector contra la DCA estaba debajo del asiento, y (posiblemente mis ojos lo habían rozado al pasar, haciéndome consciente de su ubicación) de pronto me dieron ganas de quedarme acurrucado allí, de hacerme cada vez más pequeño, de cubrirme con aquella liviana armadura, que, a causa de su pesadez, rara vez me había puesto después de mis primeras misiones. Extendí una mano hacia él, pero no pude soltarlo; apoyé los pies contra la pared del avión y tiré, pero estaba atrancado, y durante unos pocos segundos enloquecidos se me ocurrió que mi vida dependía de conseguir sacarlo, y todo lo que se me ocurrió hacer fue depender de la fuerza, porque no disponía de la inteligencia necesaria para tratar de descubrir por qué estaba enganchado.

 

Renuncié y comencé a levantarme de nuevo, y estaba mitad arriba mitad abajo cuando - ¡bingo! - nos alcanzaron, en medio del estruendo más espantoso que oyera jamás.

 

Fue nada más que un ruido increíble...

 

Casi simultáneamente con él, se prodijo una violenta corriente de aire helado que entraba al pasillo por la naríz.

 

Todo el avión se inclinó sobre la punta de un ala, iniciando un movimiento en espiral, y apenas si tuve tiempo para arrojarme, boca abajo, a través de mi asiento, agarrándo desesperadamente de él. Parecíamos estar cayendo.

 

 

 

(Y aquí y así acaba el capº IX. Como de costumbre tendré que buscar, páginas adelante, lo que sigue de la incursión sobre Schweinfurt. Es así el autor de caprichoso con esos "saltos" , que hacen que la misión se alargue y alargue... Hasta mañana, pues.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Bear, no seas xagerao. Lo único que siento, aparte del suspense consiguiente, son esos cortos textos "prohibidos" por el sistema. De todas formas no tenían nada de especial.

 

Sigamos a lo nuestro: esta incursión sobre Schweinfurt se está poniendo caliente. Encontré justo donde seguía la acción. )

 

 

Capº XI La incursión 1604 a 1656 horas

 

1. A Marrow le quedaba un maravilloso reflejo, que nos sacó de auqel incipiente tirabuzón, pero yo todavía con el estómago contra el asiento y los pies colgando en el hueco de la trampa, estaba tan ocupado tratando de entender lo que sucedía que creo que tardé algunos segundos en advertir que, después de todo, no estábamos cayendo. Tuve conciencia de una poderosa columna de aire helado que me afofeteaba los pies, como si algo forzara la turbulencia de las hélices a través de un tunel, y se me ocurrió que era eso exactamente lo que se habñia producido: un tunel, con el cono de entrada en la naríz del avión, y el estrecho pasaje que hay entre el asiento de Marrow y el mío con la puerta trampa en medio, a modo de conducto; de ahí procedía ese huracán encauzado, a -40º. Cuando mis oidos se recobraron de la primera explosiñon, que como un trueno muy cercano habaía tenido mucha más intensidad que la que podía asociarse a su causa, comencé a reaccionar ante otro ruido desagradable, el conocido ruido de un motor que ratea, totalmente enloquecido. También parecían entrar soplidos de aire de mi izquierda, de modo que supuse que habaía algunos agujeros en el tablero de instrumentos, pero mantenía la cabeza agachada, y bo sentía desesos de mirar. Dentro de mí aullaba un huracán de sentimientos y sensaciones tan veloz y helado como el viento en mis pies. Había sentido miedo antes, cuando viera a los Messerschmitt comenzando su picada contra nosotros, porque me habaía parecidod "saber" que esta pasada, de todos los ataques enemigos que habaíamos agauantado durante el día, era la que nos traería problemas, y me había atenazado ese miedo paralizante, aniquilador, que había hecho tan absurdamente fútil mi tironear del traje protector. En un instante la explosión había convertido mi terror en tabia. No era una noble ira contra el Germano, sino más bien furia, porque me negaba a creer que esta vergüenza - sí, mi primera sensación fue de infamia - pudiera sucederme a mí. Mi mente no admitió la posibilidad de que me mataran; tirado boca abajo sobre mi asiento, imaginé a los muchachos en las barracas hablando de ese imbecil de Boman, que se había dejado derribar y había tendi que pasar el resto de la guerra en un campamento de prisioneros; y traté de destrozar con ciega furia la idea de que eso me estuviera sucediendo a mí. Todo esto, por supuesto, atravesó mi mente en un instante, y se mezclaba con mis reacciones sensoriales. Recién entonces advertí, gracias al largo hábitoque me permitía sentir en mi cuerpo las relaciones de fuerzas durante el vuelo, que estábamos más p menos nivelados; volábamos, no caíamos.

 

 

 

(Tras este largo párrafo, voy a subirlo, per si acás)

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Sigo.

 

Me enderecé en mi asiento, y antes de atarme a él, eché una amirada a Marrow y vi que fuera de un minúsculo corte en su mejilla derecha, no parecía estar herido. Entonces, con una maravillosa velocidad selectiva que era fruto de la experiencia, volví mis ojos a los medidores de presión, y vi que la flecha correspondientea al motor nº 2 saltaba de un lado a otro como la aguja de un osciloscópio; no queriendo, esta vez, cortar un motor sin consultar con Marrow, porque con solo dos perderíamos mucha velocidad y nos alejaríamos de la formación, pero con urgencia, porque la unidad se sacudía como si estuviera a punto de desprenderse del ala, toqué a Marrow en el hombro, señalé el motor nº 2, de su lado, con toda la mano, y luego imité con el guanteel movimiento del que cierra una llave. Marrow se encogió de hombros. ¡Qué elocuente era, en su indiferencia, aquel gesto!. Cerré el motor, y esta vez, a pesar de la v ibración , la hélice se puso en bandera con facilidad. Nuestra velocidad bajó enseguida a unos 200 kms/h, lo que equivalía a 40 menos que la velocidad de la formación.

 

Miré hacia afuera, y vi que estábamos directamente debajo de nuestro escuadrón, tal vez 100 m más abajo, y sentí un vívido agradecimiento porque tendrán que pasarnos muchos aviones, dos fuerzas de tareas enteras, antes de que quedáramos solos, rezagados.

 

Vívido, dije. Mis sentidos reacciones, pensamientos y emociones había desarrollado esa velocidad y esa intensidad críticasque ya había experimentado una vez, durante la incursión contra Kiel, el día que se incendió un motor.

 

Íbamos un poco a la deriva, y Marrow aferrándose con mandíbulas de bulldog, hasta ultimo momento, a esa única ahabilidad que era la esencia de su estrecho genio -su maravillosa habilidad innata de manipulador de aviones - tocaba llaves y botones para estabilizar nuestra línea de vuelo. Nuestra desviación, el viento a través de la trampa, los agujeros en el panel de instrumentos, el encogimiento de hombros de Marrow, y el hecho de que algunos instrumentos no funcionaran, todo cuanto podía observar me hacía pensar que resultaría inevitable tener que lanzarnos en paracaídas. Pero contuve un impulso por ajustarme el paracaídas, a causa de una curiosidad mórbida, mezclada con admdiración - lo admito - aante la suave y automática reacción de Marrow ante lo que estaba sucediendo. Creo que Marrow ya estaba quebrado en todos los sentidos, menos en el que importaba en ese momento . Como la pata de una rana, que amputada del cuerpo sigue contrayéndose, o la cola de un lagarto que insiste en dar latigazos una vez cortada, la fuerza esencia de Marrow - el genio para volar - conservaba su propia vitalidad en tanto que el resto se habia hecho pedazos, y nos mantenía en el aire. Pero sin embargo yo suponía que pronto tendríamos que lanzarnos al espacio, y ya planeaba los pasos: entregarle el paracaídas a Marrow, que estaba debajo de su asiento, pasarle uno atras a Negrocus, asegurar otro a mi pecho, ajustarlo a la derecha y a la izquierda, y después ponerse en movimiento, cuando ocurrió algo que me hizo comprender que no podíamos hacerlo. No podíamos salir.

 

 

 

(Vuelve a aparecer el amenazador cartelito de Last Auto Saved. No me arriesgo. Mañana más)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Bear, hombre de poca fe. La cosa ya parece encaminada. Pero sigue la incógnita de lo que pasó...

 

Dejamos al copiloto Boman en mala situación, y a "The Body" desvalido.)

 

 

Miré hacia abajo por la puerta trampa; sabía que el extremo delantero había sido destrozado, y sabía que de allí acaba de venir yo, y mi alivio personal, interesado, por haber salido del compartimento de abajoera tan intenso que me habaía olvidado de los dos que estaban allá arriba, en el momento del impacto; fue en ese momento que vi una mano. Una mano izquierda. Tanteaba, y enseguida vi la cabeza, la cabeza de Max; Max se arrastraba, la mano y su brazo lo arrastraban, la aotra colgaba inerte. V, mientras él se movía desde atrás en mi campo visual, que su pierna había sido arrancada a mitad del muslo, limpiamente podada, al parecer, aunque arrastraaba jirones de uniforme y sangraba; el furioso viento hacía parecer todo confuso. Reptó hasta quedar debajo mismo de la trampa. Y yo supe que en esas condicionesno podíamos lanzar a Max al espacio, y tampoco podíamos dejarlo allí, de modo que ninguno podía arrojarse en paracaídas.

 

Detrás de él venía Clint, en cuatro pies, arrastrando su paracaídas; parecía estar eentero; se arrastró hacia atrás, lenta pero metódicamente se arrabcó los guantes y desprendió la puerta de la escotilla de escape, se arrodillo junto al bor del agujero, tal vez rezando, se colocó el paracaídas, volvió a calzarse los guantes y allí se quedo, arrodillado, mirando por el agujero hacia la limpia tarde, con una mano en la cuerda de apertura.

 

En el momento en que estaba por lanzarse, supongo, se me ocurrió una idea repentina, un impulso. "No, nodebo permitir que lo haga". Como el compartimento inferior era angosto y bajo, desde mi asiento podía agacharme y tocarlo facilmente para disuadirlo de lo que había planeado, pero luego pensé: "Tipo de suerte, poder escapar de esto antes de que se haga pedazos", de modo que por un momento me contuve. Me pareció que el viento lo arrastraría, o que resbalaría, porque la sangre del pobre Maxse extendía y comenzaba a congelarse. Me agaché rápidamente y le toqué. Bastó con eso. Clint abandonó la idea. Ni siquiera levantó la cara para mirarme.

 

Pero al inclinarme vi a Max, tendido de espaldas, retorciéndose.; y todavía estaba consciente, eso era lo peor de todo;comprobé que la misma fuerza que le había volado la pierna, le había volado la máscara de oxígeno, las gafas y el casco; su rostro no había recibido ni un rasguño. Max estaba consciente, y lo vi levantar la mani izquierda, y con una patética expresión de súplica, señalarse la boca; de modo que solo había una cosa que hacer, cuya idea me aterroorizaba más que cualquier otra cosa que hubiera conocido jamás, y era, reconociendo que Max iba a morir de anoxia y de frío antes de llegar a una cama de hospital de blnacas sábanas (yo había perdido aquella maravillosa claridad de pensamiento, no había prestado suficiente atención a las conferencias a que se supone debe asistir durante el periodo de instrucción) bajar hasta all´, en medio de aquel viento, y darle mi máscara. Butcher Lamb, el suave Butche Lamb, el radiómano, que leía novelas de vaqueros durante las misiones, me había señalado el camino el día que se desmayara Jug Farr.

 

 

 

(Por precaución, lo subo.)

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Cuando comenzaba a bajar, Clint se quitó "su" máscara, y no sé si Clint pensó en ese momento que él mismo no podía mantenerse consciente mucho siempo sin máscara a esa altura, y también dudo si tuvo la sensación de que estaba cumpliendo un acto de puro amor desinteresado (que lo era), ni siquiera cuando, después de haber colocado la máscara sobre el rostro de Max, recibió su recompensa; una mirada de alivio profundamente conmovedora; Porque Max, utilizando su mano sana para apretarse la goma sobre el rostro, se reclinó como un bebé con su mamadera; lo vi acomodarse, descansar.

 

El único problema era que el tubo de la máscara no estaba conectado a nada. Le alcancé un botellón a Clint, y él se lo adosó a Max. Luego arrancó un buen trozo de género de lo que quedaba de los pantalones de Max, y lo envolvió y lo ató, ensangrentado como estaba, en torno a la cabeza de Max, para darle calor.

 

Pensé en la máscara extra que había en el mamparo del compartimento de la torrecilla inferior, y decicí decirle a Butche Lamb que la trajera aquí delante, para Clint. Me di cuenta, entonces, de que no estaba conectado con el sistema intercominicador; conecté rápidamente mis auriculares, y oí el grito de un hombre.

 

Era Junio Sailen, en la torrecilla inferior, y chillaba, realmente chillaba, un hombre que chilla produce un ruido espeluznante. Estaba atrapado dentro de su torrecilla. Sabiendo que teníamos dos motores parados, pues podía verlos desde su puesto, y sin paracaías, e incapaz de salir aunque lo tuviera, a menos que estalláramos, Junior había llegado a un grado de desesperación insoportable para un hombre que dependía de los demás. A ratos se alcanzaba a entender un mensaje a través de sus chillidos: "Estoy encerrado... Venagn... Ayúdenme... Sáquenme..."; aunque algunas de las palabras se alargaban en notas agudas. Todos los que estuvieran conectados al sistema estaban obligados a oirlo, pues había apretado el botón de LLAMADA, que interrumpía todas las demás comunicaciones. Un trozo de granada había atravesado el plexiglas de su torrecilladestrozando el motor eléctrico que la hav

cía girar, y al mismo tiempo otras esquirla o tal vez la misma, había seccionado la palanca que le hubiera permitido moverla manualmente y salir. Afortundamente nuestras torrecillas disponían de un segundo mecanismo exterior, de modo

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(Se ha subido el texto solo, sin dejarme ni corregirle. Acabaré por lo menos el Apartado. ¡Qué aventuras!

 

Sigo)

 

que alguien pudiera moverlas desde afuera.

 

Urgido por la necesidad de una máscara para Clint y por los gritos de Junior, corrí hacia atrás, a través del compartimento de bombas, vacío, y el compartimento de la torrecilla inferior, y descubrí que Negrocus Handown se me había anticipado; ya había conseguido alinear la torrecilla, y ahora abría ala escotilla y Junior emería como si lo expelieran desde abajo; los dos hombres se abrazaron como hermanos de leyenda que hubieran estado separados desde niños y volvieran a encontrarse de hombres.

 

Corrí hacia delante con la máscara extra y dos botellones de oxígeno, y se los entregué a Clint, que ya comenzaba a ponerse azulado en torno a los labios.

 

 

(Aquí acaba el Apartado. Y de verdad, lo dejo. Es un sin vivir.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(A ver cuánto nos conceden los hados. Abrimos el Apartado siguiente, y seguimos desde dentro las peripecias de The Body-)

 

 

2. Después de conectarme nuevamente, preguntçe a Marrow si todo iba bien. No me contesató. Pensé que tal vez estuviera averiado el intercomunicador, de modo que llamé a Prien, que responbdió, aunque su voz parecía venir mucho más allá que la cola de El Cuerpo. Entonces hice un control general, que produjo una burlona respuesta de Farr., un econ de Bragnani, una rsspuesta distraida de Lamb, que parecía no participar de este vuelo sino estar embarcado de un viaje a Floria en la Líneas Aéreas Orientales; ni una palabra de Junior Sailen, que había sido transportado a la sala de radio; el bramido sólido y rconfortante de de Handown, que estaba de vuelta en su torrecilla; y tampoco esta vez ninguna resspuesta de Marrow, por supuesto que no intenté comunicarme con Clint y Max.

 

Durante un segundo me pregunté si Marrow habríaperdido el habla. No conseguíaarrancarle palabra,

. Se limitaba a seguir volando, y su control seguía siendo sutil y suave, pero en otro sentido era un enorme robot vestido de cuero. Pensé que tal vez estuviera averiado su teléfono.

 

Algunas ametralladoras disparaban.

 

Un rápido vistazo afuera me mostró que habíamos quedado detrás y debajo por respecto al grupo líder, pero todavía nos protegía un paraguas. La batalla aérea continuaba. Vi que se acercaban dos snuevos Staffeln alemanes, y (esto no significa un punto a mi favor: quiero subrayar simplemente la asombrosa persistencia de la mente humana en sus esquemas de asociación y divagación habituales, aún durante un cataclismo) comencé a pensar en la eficiencia de los alemanes , y la evidente coordinación de sus ataques. Era posible suponer que debían haber reunido, para enfrentar al ataque contra Regensburg y el nuestro, escuadrones de caza todo a lo largo del trayecto entre Jever y Oldenbuyrg -conocíamos estas unidades por nuestras batallas contra ellos sobre Wilhelshaven, Hamburgo y Kiel - y de los aerodromos que conocíamos en Francia, tales como Laon, Forennes, y Evreux, y como los aviones tenían autonomía limitada, debían haberlos hecho descender a lo largo de nuestra ruta, cerca de nuestra supuesta línea de vuelo pero bastante más adelante que nosotros, ordenándoles luego atacarnos no solo el instante justo en que pasábamos, sino a tiempo para reemplazar otros escuadrones que tenían que retirarse. ¡Cuánto ingenio puesto al servicio de la muerte!

 

Estos pensamientos, tan oníricamente apartados de nuestra situación real, y también tan oníricamente vívidos, me ocuparon solo un instante.

 

Después se nos ocurrió que nos convendría tratar de ascender, de acercarnos lo más posible al resto de nuestro grupo, para que El Cuerpo aprovechara al máximo la ventaja del poder defensivo de la formación y no fuera marcado, desde ya, como un posible rezagado; y se lo sugerí a Marrow por el intercomunicador. Grité, suponiendo que tal vez sus auriculares le transmitieran las voces muy debilmente.

 

No hubo respueta.

 

Entonces lo toqué en el hombro, para expresarle con gestos lo que sus oidos aparentemente no captaban; Marrow volvió su rostro hacia mí, y mi corazón se heló al verlo. Detrás de las gafas, que intensificaban el horror del espectáculo, vi dos ojos que parecían mirarme pero que estaban increíblemente lejos. Era como si le emirara a uno con un par de binoculares al revés; o no, porque aquello era un juego al que todos habíamos jugado de niños; no, era como si a uno lo miraran a través de dos telescopios infinitamente distaantes. Yo daba vueltas alrededor de Saturno, en algún lugar, allá en la negra eternidad del universo.

 

Vi enonces que uno de los intsrumentos del panel frontal que no había sido destrozado era el indicador de velocidad de ascensión. Me mostraba que descendíamos, casi imperceptiblemente, a razón dd 15 m/minuto. Mi mano derecha apoyada apenas sobre el volante podía sentir que Marrow trataba, con aquella habilidad innata, de mantener la altura. Nuestra pérdida todavía no era seria, pero había que abandonar la idea de subir para buscar refugio en la formación.

 

 

 

(Acabado el Apartado, lo subo...)

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3. Escuché un debil llamado en el intercomunicador; era para mí.

 

-¡Bo! Escúcheme, ¡Bo!

 

Era ala voz de Junior Sailen . En ningún momento se me ocurrió entonces que un sargento artillero, y de todos los sargentos artilleros, Junior Sailen llamara al copiloto por su sobrenombre y no por su grado; creo que debo haber sentido un debill alivio y gratitud porque Sailen rompiera una barrera entre nosostros. Inmediatamente resultó evidente por qué lo hacía. Aunque la voz se perdía en el intercomunicador, alcancé a oir su tono de súplica.

 

-¿Puedo salir? Quiero saltar. No tengo arma, Bo. Ya no sirvo para nada.

 

Supongo que se estaba enloqueciendo, sentado como un pasajero en la sala de radio, sin hacer nada. Otra suposición:Se había sentido seguro en su puesto habitual, encerrado en la torrecilla, y ahora estaba aterrorizado en medio de la confusión de la sala de radio.

 

Y de pronto me dí cuenta de algo que hizo dar a mi pecho un salto de egoista alegría: Junior Sailen me había llamado a mí, no a Marrow, para pedir permiso para saltar.

 

Miré a Marrow. Estaba echado hacia delante, en comunión con la palanca de vuelo.

 

Sucedió que precisamente en ese momento llamó Prien, y con un áspero grito anunció un ataque desde el lado de la cola; aunque no había respondido a las llamadas directas de un instante antes, comenzó automáticamente a imprimir al El Cuerpo ese soberbio movimiento de tirabuzón que había inventado a modo de defensa, en la cúspide de su habilidad, allá en mitad de nuestra campaña. Debía haber oido a Prien.

 

Por el intercomunicador. grité:

 

-¡Sailen! La respuesta es "No". Repita. "¡No! - Porque, ¿qué podía pasar si los otros, Bragnani , por ejemplo oían que un hombre físicamente sano recibía permiso para saltar?

 

Junior no podía (o no quería) escucharme,. Lejos, muy lejos, oí su voz gritando:

 

-¿Qué? ¿Qué dice, Teniente? ¿Qué? - Y sin embargo tal vez me había entendido, después de todo, porque ahora me llamaba Teniente, y, de todos modos, seguía a bordo, por la razón que fuere.

 

Llamé a Butcher Lamb y traté de decirle que el intercomunicador estaba descompuesto.

 

Butch, me oyó; me dí cuenta algo después, cuando la voz volvió a oirse clara y fuerte por el aparato; debe haber dejado su ametralladora, regresado a la sala de radio y - puedo verlo - comenzando a revisar una tras otra las posibles causas de avería, a la manera sistemática, progresiva, del aficionado empedernido, concentrándose en su trabajo hasta el punto de olvidarse del resto del mundo.

 

Apenas terminé de llamar a Lamb - supongo que no habían pasado más de 3 ó 4 minutos, a lo sumo, desde que nos alcanzara la granada - comencé a preocuparme por Brindt. Me agaché y ví, a través de la trampa, que Haverstraw no estaba haciendo nda por Max. Clint estaba sentado junto al gran boquete de la escotilla principal, mirando hacia abajo con gesto pensativo, y Max seguía consciente; por un momento el viento expuso el mu´´n a la vosta, y la sangre seguía manando y coagulándose, helada, sobre él y sobre el piso; me daba cuenta de que me esperaba una de las tareas más desagradables que hubiera enfrentado en mi vida. Me levanté, descolgué el equipo de primeros auxilios, colocado contra el respaldo de mi asiento y comencé a bajar.

 

 

 

(Mañana leeremos cuál era esa tarea tan desagradable que le iba a tocar al co-piloto Boman.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Pues vamos a ello. Es de reseñar la meticulosidad, exenta de pesadez, con que John Hersey describe hasta las más íntima sensaciones de los tripulantes de "The Body".)

 

 

Era más fácil pensar en bajar por aquella estrecha trampa , que hacerlo. Volábamos a unos 200 kms/h, con la naríz del avión degarrada y abierta, recogiendoel aire como a través de un embudo, de modo que la ráfaga que subía por la trampa era tremendante poderosa y concentrada, además de estar a -34º. Necesité toda la fuerza que tenía, para atravesarla. Me dejé caerjunto a la desagradable forma de Max. La escotilla de escape de la izquierda estaaba abierta, vertiginosamente hueca, y buena parte del viento salía por allí, de modo que la abertura de la escotilla se había convertido en una especie de aspiradora; de evez en cuando algo se soltaba y volaba para allá, y uno teía la sensación de que podía sucederle lo mismo. El frente del avión estaba más o menos como lo había imaginado, el plexiglás desaparecido y parte del metal doblado hacia afuera; mezclados los restos del asiento de Max y la mesa y la silla de Clint, muchos cables ondeando en el viento, y el equipo destrozado. Y de pronto, como un golpe en el pecho, se eme ocurrió que yo no tenía paracaídas.

 

Peeor aún, ahí estaba Max, con los ojos abiertos, rogándome que hiciera algo por él.

 

Traté de recordar todas aquellas conferencias sobre primeros auxilios, en salones amplios y abrigados, a menudo con una WAC bastante satisfactoria y perfectamente sana sirviendo de modelo para los cabestrillos, o entregando rollos de vendas al Mayor gordo y pelado que demostraba, sobre un escxenario, lo que se debía hacer en toda calse de heridas imaginarias. Sentí un relámpgo de rabia contra la imagen de uno de sos epicúreos médicos mayores, porque recordé que había dicho que lo mejor

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que se podía hacer por un herido en en avión, era dejarlo solo. "El frío ambiente, el uniforme de vuelo, los correajes, el limitado espacio del fuselaje, todo esto contribuye a hacer extremadamente dificil un primer auxilio a un herido en vuelo, de modo que generalmente cuanto menos se lo moleste, hasta disponer de la asistencia de un médico, mejor." Qué sabía aquel tragaldabas lo que era estar arrodillado en medio de un vendavan asesino de viento boreal, sobre una capa de hielo formada por sangre de un camarada, viendo sus ojos, que lo miraban a uno desde el fondo de un revoltijo de jirones de pantalón ensangrentados, diciendo, "Hemos estados juntos en muchas,Bo; los otros días camonamos juntos, de modo que por favor, por el amor de Dios en Quien no creía hasta hace un minuto, por vaor, Bo, por faavor, por favor, por favor". De pronto hubo en sus ojos una intensa expresión de amor, y aunque siempre, hasta ese momento, yo había creído despreciar a Max y que él me despreciaba a mí, he aquí, que mi alma desgarrada de horror, recibía recibía de él mensajes de amor fraternal. Creo que esta tierna súplica multiplicó muchas veces mi sensación de espanto, porque yo odiaba a Max, yo odiaba de veras sus profundos impulsos agresivos, el amor con que dejaba caer las bombas, que lo hacía saltar de contento en su silla, como un bebé en su cochecito. Creo que era uno de "ellos", uno de los hombres manchados por la misma mancha de Marrow, un amante de la guerra; no tan profundamente envenenado como Marrow, tal vez, pero uno de ellos. Y sus ojos me decían: "Mi querido Bo, mi querido hermano, mi prójimo, que conmigo compartiste la vida, ¿comprendes lo que te esto tratando de decir con los ojos?"

 

Comencé a intentar ordenar mis pensamientos. Primeros auxilios. Me quité un guante, lo aseguré entre mis rodillas, y levante la tapa del botiquín; la piel se me quedo pegada al metal, tan frío estaba.Un pequeño vendaje azul saltó del botiquín y fue absorbido por la abertura de la escotilla, sin que alcanzara a tocar el piso. Giré, dando más la espalda al viento y acurrucándome, volví a abrir la caja. Vi una ampolla de morfina. Morfina, dolor, Max. Hermano en la vida. Saqué la ampolla, y metí el botiquín en lugar seguro, entre un botellón de oxígeno y el costado del avión, y golpeé a Haverstraw en un brazo, para sacarlo del trance en que parecía estar; Haverstraw, sin quitarse los guantes, descubrió un pedazo de pierna de Max por encima de la amputación; sostuve la ampolla ante los ojos de Max, y ellos me miraron con más amor que nunca, y enseguida le apliqué la inyección ; Max se estremeció ante el pinchazo -solo Dios sabe cómo pudo sentirlo en medio del tormento atroz de esa pierna - y creo que la sola sensación del pinchazo le causó alivio, porque cerró los ojos (lo cual me causó gran alivio "a mí" y pareció contento; a pesar del hecho de que no había conseguido inyectarle gran cosa de morfina - si es que le había inyectado algo - porque parecía espesada por el frío, y en parte le había resbalado sobre la piel. Volví a ponerme el guante.

 

Torniquete. Mis pensamientos, como aquel fluido contra el dolor, parecían espesos y lentos, a causa de la muy, muy fria atmósfera de locura de que parecía esta investida aquella caverna del avión; pero al cabo los dos pensamientos -hemorragia, torniquete - se juntaron, y busqué el botiquín, saqué los materiales indicados, y comprendí que había que hacer un lazo con la cuerda que había allí.

 

Deposité cuidadosamente el botiquín junto a la botella de oxígeno, entregué el trozo de cuerda a Clint, describí un círculo con las manos, para mostrarle de qué tamaño debía ser, y comencé a trepar a la cubierta de vuelo. Desgraciadamente cuando pasaba por encima de Max éste abrió soñadoramente los ojos, y apareció en ellos una mirada de tan suave sorpresa, mezclada aún con aquella otyra expresión de confiado amor familiar, que hice lo que menos esperaba hacer. Alcé la cabeza, los hombros y los brazos a través de la trampa, giré el tostro para echar un vistazo a Marrow, que seguía pilotando rígidamente, como sin condujera un autimovil por Broadway sin más que unos pocos taxis por qué preocuparse, busqué mi paracaidas, que estaba debajo de mi asiento, sobre mi traje protector, afortunadamente fácil de sacar, y volví a baja, arrastrándolo conmigo.

 

Los ojos afectuosos de Max echaron una mirada al paracaídas, giraron a la izquierda y vieron el paracaídas de Clint sobre su pecho y el amor huyó de ellos, al sacar en consecuencia que toda la tripulación estaba a punto de abandonar el avión. Comenzó a estremecerse, sacudiéndose de un lado al otro. Nunca había visto a un ser humano poseído por un miedo más abyecto que Max, ante la idea de que ibamos a dejarlo, en esas condiciones, solo en un avión, deslizándose por el cielo guiado por el piloto automático.

 

 

 

(No me arriesgo más. Lo subo.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Vamos comprendiendo por qué el copiloto Boman decía que era lo más penoso que le había pasado.)

 

 

Solté mi máscara, me incliné sobre él, aparté los sangrientos restos del pantalón, y grité al oido de Max:

 

-¡No te preocupes, viejo, no te vamos a dejar!

 

¿Viejo? ¿Desde cuándo?La palabra era uno de los lugares comunes que circulaaban en la abase: viejo, hermano, cuñado, amigo, hijo, chico, muchacho. ¡Pero no entre Bomans y Brindt! Yo lo despreciaba por quel "Banzai"que pronunciaba al dejar caer las bombas. Realmente no me gustaba

 

Clint había logrado hacer el lazo y me lo alcanzó; ahora empezabael trabaajo de hacer pasar la pierna por él, y fue entonces que descubrí que había un zapato, con un pie adentro, golpeando, pateando el rostro de Max, y que era su propio pie derecho, y que todavía estaba ligado a él.

 

El hueso había desaparecido, la carne y los pantalones casi habían desaparecido, la bota de vuelo había volado del pie calzado, y sin embargo un desgarrado pero tenaz pedazo de tendón y músculo, y algunos nervios de la parte trasera de la rodilla, como una soga viva, en algunas partes de una pulgada de espesor, se habaía mantenido firme, y bajo aquel viento terrible el pie había volado hacia atrás, y ahora golpeaba contra Max.

 

Mientras lo hacía, noté que Marrow estaba ejecutando algunas maniobras muy violentas, y hasta torpes. No parecía él.

 

Me concentré como pude tratando de colocar el lazo del torniquete, pero parecíamos zarandeados por un frente de tormenta.

 

Sentía rabia contra Marow. Todo esto, la angustia de Max, la locura que estaba haciendo yo en ese momento, "todo" esto era en ciento modo culpa de Marrow. Él era el único cuyo clima natural era la guerra.

 

Clint- el hecho de tener algo que hacer lo estaba reaanimando, y a cada instante parecía más alerta - me alcanzó el palito para apretar el torniquete; lo inserté , lo hice girar y la hemorragia cesó. Dejé el palito enganchado en el lazo.

 

Después se me ocurrió laa precavida ideade asegurar mejor a Max, de modo que con ayuda de Clint lo arrastré más atrás, y atamos el alambre a los correajes de la espalda de Max, y al pie de uno de los puntales de la torrecilla superior. Cada tantos segundos teníamos que detenernos, ponernos los guantes, y aspirar un poco de oxígeno. Por fin terminamos aquella absurda tarea . Dimos a Max otra dosis de morfina, y pareció descansar tranquilo; me disponía a regresar a mi asiento cuando volvió a hablarme con los ojos, fue una mirada penetrante, interrogativa.

 

Volví a soltar mi máscara, me incliné, y grité entre los harapos que envolvían su cabeza:

 

-No te preocupes, Max, muchacho, te llevaremos de vuelta a Inglaterra. Ya estamos a la vista de Inglaterra.

 

¡Cuánto hubiera deseado que eso fuera cierto!

 

Y los ojos, bajo la luz acuosa, azulada de aquel encerrado lugar, volvieron a inundarse de amor, cada vez mayor, amor a sus amigos, supongo, y a Inglatera, al hogar, a un Todo incierto, abstracto, maravillos. Por encima de la máscara los ojos estabn tan llenos de amor que la emoción pareció intolerable, abrumadora; y de pronto todo ese sentimiento se escurrió rápida,emte y loss ojos quedaron en blanco.

 

 

5. Cuando comence a trepar, entumecido, vacío, hacia ami asiento, hice señas a Clint de que me siguiera hasta la cubierta de vuelta, donde estaróa protegido del viento, y podría conectarse al sistema permanente de oxígeno. Me siguió, y se diirigió a la sala de radio.

 

Marrow estaba pilotando muy mal. Parecía un principiante, se excedía en las correcciones, maltrataba los controles.

 

Me senté, aseguré mi cinturón, y miré mi reloj. Eran las cuatro y 39. Debíamos haber pasado Eupen. Se ssuponía que en Eupen recibiríamos apoyo de los P-47

 

"The Body" era definitivamente un rezagado. Los últimos aviones de la formación volaban un km delante, y unos 200 m arriba de nosotros, en un cielo azul mar, y había cazas alemanes abalanzándose contra los Esuadrones de Fortalezas, pero por el momento nos habían dejado tranquilos. Nosacompñaba algo de lo que otros tiempos Marrowhabía llamado "su" suerte. Podían haber mandado una Fieseler Storch (una cigüeña) una especie de Piper Cub de observación, armado con una escopeta, o quizá con una honda, y nos habría derribado.

 

No ví P-47 alguno, pero pensé que de todos modos podíamos lanzar una señal indicando que estábamos rezagados , esto daría algo que hacer a Junior o a Clint, de modo que llamé a la sala de radio por el intercomunicador:

 

-¿Haverstraw? ¿Estás ahí?

 

La respuesta llegó clara como una campana. Cualquiera que hubiera sido la avería, Lamb la había arreglado. Clint me preguntó qué deseaba.

 

Le dije que había una lata con bengalas en el mamparo delantero del compartimento de la torrecilla inferior; que sacara una bengala verde-verde y la disparara. Debía haber una pistola en la repisa, cerca de la lata. Podía dispararla desde el puesto de combate de Butcher.

 

-Comprendido - contestó; el viejo acento irónico hjabía vuelto a su voz; le encantaba, sin dida, tener algo que hacer.

 

-Espera un segundo - le dije - ¿Recuerdas a qué hora debíamos recibir apoyo de cazas?

 

-A las 18.16 - dijo Clint en el mismo momento en que el rumbo cambiaba a 50º 38' norte barra, cero 6 grados 3 minutos. Su empecinada mente matemática seguía funcionando; estoy seguro de que si lo hubiera pedido, habría podido darmeel número telefónico de Jenny, en Minneápolis, o Peggylou, en Biloxi.

 

En eso apareció la voz de Prie, diciendo:

 

-¿Qué es verde-verde, Teniente?

 

Le dije:

 

-Quiere decir, "Voy arrastrando el culo, tomen nota los cazas amigos"

 

Después fue Bragnani; Bragnani el matón, el corajudo:

 

-¿Llegaremos, señor?

 

Hay una maaímica que vive dentro de todos nosotros, cuya función es ocultar nuestro verdadero yo al resto del mundo, aplicando más caras a nuestros rostros y utilizando con nuestros ademanes gestos de otros, y estuve a punto de decirle: Escucha, hijo, dedícate a tus ametralladoras",; pero me detuve un minuto pensando en los muchachos de atrás , que no sabían nada de lo que pasaba, y dije en cambio:

-La naríz está destrozada. Los motores 2 y 3 están en bandera.Estamos perdiendo altura, ahora a razón de 20 m/minuto, pero mantenemos una velocidad de 200 kms/h... El Tte. Brindt está herido.- Pensé que bien podía decírselo.

 

 

 

(La prudencia me hace dejarlo aquí. Parece que peor no podía ir la cosa.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Bear, aciertas por completo. En verdad el texto es intenso siempre, y a veces desasosegante. Aunque a veces parece premioso en la exposición, ni le sobra ni le falta una sola palabra. Parece mentira que John Hersey, movilizado en la SGM como corresponsal de guerra, nunca estuvo destacado en ningun teatro bélico en el aire. Siempre estuvo "embebido" en unidades de infantería en diferentes frentes. Describe con tal minuciosidad el ambiente en una Fortaleza en acción que lo más creíble es que se colara en alguna incursión. Su maestría literaria hizo el resto.

 

Sigamos el drama dentro de "The Body".)

 

 

Entonces, clara y fuerte, casi como un recuerdo vívido, todos oimos la voz de Marrow:

 

-¿Lamb? ¿Estás despìerto? Dame la posición, chico.

 

-Sí, señor - contestó Butcher.

 

Hubo un silencio, un largo silencio; y luego Marrow:

 

-¡Vamos, vamos, vamos!

 

Lamb debía estar tratando de lograr marcaciones en el radio compás.

 

Un torrente de insultos se descargó sobre él. Esa voz monótona, aguda, que ponía la piel de gallina. En medio del torrente, interfirió una frase ininteligible: era la voz de Farr. Más maldiciones de Marrow. Luego otro comentario de Farr: ¡Oh, m.... estoy harto de estas estupideces". Farr se desconectó, y Marrow siguió gritando. Lamab trató de interrumpirlo para darle la posición, pero Marrow ya no la quería. Pilotaba ahora con una peligrosa falta de coordinación, zizageando por todo el cielo, tumbándose, flirtenado con la muerte, gritándole. Eso era, seguramente, lo que una profunda parte de su ser estaba haciendo. No solo con su vida, sino con la nuestra.

 

Farr apretó su botón y gritó, con voz áspera:

 

-Por Cristo, haga alago, aunque esté mal... ¡Ah, m....! Volaré hasta los 60 años. Cumpliré 500 misiones. Nadie puede derribarmeNadie puede derribarme... Te lo digo yo, hijo de p..., y no soy un conscripto... Duraré más que todos esos hijos de p... No pueden voltearme. ¡Lo intentaron! Esos hijos de p... me han hecho asustar, pero... Esto es tan idiota... Yo podía haberles dicho a esos malditos generales de escritorio... ¿Se puede ser tan idiota? ...No me toquen, hijos de p....Del oro lado, vi a Marrow que se soltaba su cinturón de seguridad.

 

Apretando el botón de llamada, grité rápidamente:

 

-¡Farr! - Se calló y yo agregué -: ¡Bragnani, quítale ese coñac!

 

Marrow buscó debajo de su asiento, extrajo su paracaídas (yo recordé, sobresaltado, que había dejado el mío abajo), y se incorporó a medias. Al hacerlo, el avión empezó a trepar lentamente y estuvo a punto de perder velocidad. Empujé la palanca hacia delante, "The Body" se volcó de costado, y después de una bajada larga y veloz, recuperó su estabilidad.

 

Marrow se recostó en su asiento. Parecía desconcertado, indeciso, viejo.

 

Le dije:

 

-Pilotaré yo un rato, Buzz.

 

Marrow se aferró a su rueda.

 

-¡Déjame. Déjame manejar un poco! - insistí.

 

No hubo respuesta, Marrow estaba echado sobre la palanca.

 

Prien anunció:

 

-Vienenn 4 cazas, a las seis, igual altura.

 

Me paré en el pasillo, exactamente detrás de la trampa, y golpeé a Marrow en el hombro; y cuando volvió la cabeza, señalé mi asiento con mi pulgar derecho. Durante lo que me pareció un tiempo interminable, nada sucedió; después, lentamente, Marrow desconectó el cable de su calefacción, luego sus auriculares; después apoyó las manos a cada lado de su asiento, se levantó, se deslizó desde abajo de su volante, se enderezó en el pasillo, y luego con un exceso de precauciones de hombre senil, se sentó en mi lugar. Yo me pasé al asiento del piloto; y eso fue todo.

 

 

(...) Y así fue Marrow, y no yo el que resultó vencido. Él se limitó a sentarse en el asiento del co-piloto, y a clavar la vista y esto era lo más tremendo que podía hacer Marrow, el aviador - volverse repentinamente pasivo.

 

Los 4 aviones que había anunciado Prien pasaron rozándonos desde el lado de cola antes que terminara de acomodarme en el lugar de Marrow, sin tocarnos, y siguieron viaje en dirección a la fuerza principal. Ellos mismos, u otros, sin duda volverían luego a atacarnos, porque un avión no podía rezagarse y tener la suerte del nuestro durante mucho tiempo.

 

Llamé a Clint y le pregunté si había disparado las bengalas; me dijo que sí, y entonces quise saber a qué distancia suponía que estábamos de la costa. ¡Pensaba! Lo "sabía", con exactitud. Eran las 5 menos 3 minutos; nuestra fuerza debía encontrarse entre Bruselas y Gante; nosotros estábamos ahora unos 12 minutos atrás de nuestra antigua posición en el grupo, de modo que debíamos hallarnos a 10 millas de Bruselas; si nos manteníamos a esa velocidad, podríamos llegar a la costa en unos 35 minutos.

 

Clint desarrollaba este razonaamiento en voz alta por el intercomunicador, pero los cáculos que implicaba debía haberlos realizado aantes, a menos que su cerebro trabajara con la velocidad del relámpago mientras hablaba; sea como fuere, resultaba extraordinariamente eficiente, pese a que ya no disponía de su equipo. Todo lo llevana en su vaceza ¿Dónde estaba el nebuloso Haverstraw al que Marrow tantas veces había sorprendido con la boca abierta? Mi propia mente (mi corazón estaba decaido; me sentía irremediablemente triste) gozaba todavía de esa notable lucidez que seguía, como un cazador, a la crisis. Comencé a organizar la actividad de cada uno de los tripulantes.

 

Ordené a Lamb que transmitiera una llamada de auxilio en frecuencia media y que intensificara nuesro dispositivo electrónico de identificación, aún cuando quizá era demasiado temprano. Visualicé todo el proceso en perspectiva: cómo algún escucha en Inglaterra, recogía nuestra llamada y transmitía el mensaje a la Estación Principal de Localización, que se pondría en contacto con la estación de control correspondiente a nuestra base; de ahí en adelante, esa estación de control daría prioridad a todo lo concerniente a "The Body". Y poco después los selectores del dispositivo de enfilación al notar nuestra pulsación en la banda especial "muy ancha", seguirían nuestro trayecto e informarían de nuestros progresos a la Estación Principal., que a su vez retrnasmitía todos los detallesal comando de nuestra Ala , y en caso de vernos forzados a descender sobre el mar, a la Organización de Rescate Marítimo. Era esta la primera vez que mi mente se atrevía al saltar anticipadamente hacia Inglaterra y la posibilidad de salvación.

 

 

 

(Lo dejamos aquí. Vuelvo a recordar en en la pagª www.ovguide.com, hay media docena de vídeos de la peli "The War Lover". Son de unos 10' aprox. Lo que hace casi una hora del film. Para aquellos Forero-lectores que no tenagn la peli o el libro.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Se les está haciendo eterna la misión a la tripulación de "The Body")

 

 

Observé el indicador de ascensión, y vi que seguía funcionando bien; caíamos a mucha más velocidad que antes, a 60 m/minuto. El altímetro indicaba que estábamos a poco más de 4000 m. Estaba a punto de informar a la tripulación que en poco minutos más podríamos descartar el oxígeno, cuando algo falló en los controles.

 

El volante se torció hacia adelante, la naríz bajó, comenzamos a picar.

 

Pensé que se había roto un cable.

 

Agarré la rueda, tiré de ella con fuerza, y conseguí echar la palanca un poco atrás, pero seguíamos fuera de control. Entonces miré hacia el otro lado, y vi que Marrow se había derrumbado sobre la palanca del co-piloto: yo estaba luchando contra su peso. Pensé: hasta inconsciente está tratando de matarnos a todos; su yo más profundo quiere realmente la muerte de todos.

 

Llamé a Handown para que viniera a ayudarme, pronto. Cuando apareció, yo tiraba del volante del piloto con la mano izquierda, mientras trataba de echar a Marrow hacia atrás con la derecha. Marrow estaba semi-inconsciente. De pronto despertaba, movía las manos como aleteando, y giraba la cabeza sobre el cuello flácido, de modo que yo conseguía mover un poco la palanca, y enseguida volvía a caer hacia adelante, y yo perdía el terreno ganado. Handown le echó los brazos hacia atrás, y enseguida pude maniobrar y recobrar la horizontalidad.

 

Pero habíamos perdido 1200 m.

 

Marrow, que trastabillaba en el borde de la inconsciencia, no se quedaba quieto. Con las ametralladoras de naríz y de panza inútiles, Lamb lejos de la suya ocupado en su sala de radio, no podíamos darnos el lujo de retener a Handown en la cabina, haciendo de niñera de Marrow. Indiqué con un movimiento de cabeza a Neg que tratara de sacarlo del asiento y lo arrastrara atrás. Pero no era fácil. La trampa enetre los dos asientos estaba abierta, y con todos los útiles de vuelo Buzz pesaba más de 100 kgs; además, aún le quedaba bastante combatividad como para mover ese peso. Negrocus consiguió sacar la mitad de Marrow del asiento, pero pronto advirtió que así no terminaría nunca; de modo que volvió a apoyarlo en el respaldo, y, sosteniéndolo con una mano, con la otra utilizó el correaje de su propio paracaídas para ssujetar el pecho, los hombros y los brazos de Marrow al asiento del co-piloto.

 

Después Handown regresó a su torrecilla, y lo primero que hizo fue aparecer por el intercomunicador, diciendo:

 

-Escuchen, tarados, el Tte Boman es ahora el piloto de este avión. ¿Entienden lo que les digo?

 

-¿Qué le pasó al Mayor? - preguntó Farr, aparentemente sobrio.

 

-Presentó la renuncia - dijo Handown.

 

-¿Vd es un piloto más o menos bueno, Teniente? - dijo Farr, ahora aparentemente borracho.

 

Yo dije:

 

-Todo el mundo, a desconectar el oxígeno. Pero primero pasar lista.

 

No oí la voz de Prien, de modo que mandé a Junior Sailen aatrás, a ver qué pasba, y Junior tras conectar su teléfono en el puesto de cola, informó que Prien había desapàrecido. Había arranncado la pequeña escotilla de escape. Aquel picado debía haber hecho pensar a Prien que su sistema digestivo se separaba de él, y se había arrojado del avión. Pregunté a Junio si podía manejar las ametralladoras de Prien, y me contestó que haría la prueba.

 

Creo que fue el abandono de Prien lo que me impulsó a decir:

 

-Escuchen todos: ¿qué quieren hacer? Si quieren largarse en paracaídas, estamos sobre Bélgica ¿O quieren tratar de llegar a la base?

 

Hubo un largo silencio.

 

Clint dijo:

 

-50 minutos después de la costa belga tenemos un aerodromo.

 

Farr dijo:

 

-Estoy dispuesto - pero no dijo a qué.

 

Junior dijo:

 

-Aquí hay bastante viento.- La escotilla estaba abierta, y era sin duda tentadora.

 

Yo dije:

 

-¿Y tú que dices, Neg?

 

Neg dijo:

 

-Yo no creo que deba decir nada, señor. Si los amigos quieren saltar...

 

Solo en ese momento recordé que el correaje del paracaaídas de Handown sostenía a Marrow contra el respaldo de su asiento, a mi lado. La cabeza de Buzz se sacudía para todos lados. ¡Y Handown opinaba que él no tenía nada que decir!

 

-Hagamos la prueba - dije -. En último caso siempre podremos aterrizar a este cacharro, si no hay más remedio. ¿De acuerdo, todos?

 

La única respuesta vino de Farr:

 

-Profesor, yo sigo si Vd pilotea bien.

 

Recordé que mi paracaídas estaba abajo, al lado del cuerpo de Max.

 

Estuvimos en silencio durante un rato. Me sentía horriblemente deprimido. Hice venir a Haverstraw para que le quitara la máscara de oxígeno a Marrow.

 

Neg Handown anunció que venían cazas desde arriba.

 

-La maldita Luftwaffe en pleno -dijo -. Esto va a ser interesante.

 

Durante los siguientes 6 ó 7 minutos se nos ofreció el espectáculo de la malvada acrobacía de unos 20 Messerschmitt, la mayoría de los cuales, afortunadamente, insistían en venir por el través; en ningún momento advirtieron que estábamos indefensos contra ataques de proa.

 

Como no estábamos obligados a guardar ninguna formación, contábamos con más lugar del de costumbre para las maniobras evasivas; supongo que hice de todo, menos volar invertido. Indiqué a Clint Haverstraw, que todavía estaba adelante, que se conectara al teléfono del co-piloto, y se colocó de pie detras de Marrow para anunciar los ataques del sector frontal. Cuando los aviones venían de adelante, viraba el avión hacia uno u otro lado para recibirlos con las ametralladoras laterales.

 

Los muchachos comenzaron a dedicarme exclamaciones de aliento.

 

-¡Bien, Teniente! ¡Inclínelo para acá! ¡Más! ¡Más!

 

-¡Téngalos al trote, Profesor!

 

Junior Sailen gritaba:

-Alcancé a uno! ¡Creo que alcancé a uno! ¡Oh, Cristo, creo que realmente alcancé a uno!. En ninguna de nuestras misiones Junior se había atribuido ningún avión enemigo.

 

Recibimos un impacto en el ala izquierda, y el motor nº 1 comenzó a lanzar explosiones de una manera alarmante, pero después de esos accesos de tos pareció regularse de nuevo, aunque su presión disminuyó y nuestra velocidad bajó a unos 190 kms/h.

 

 

 

(No sé qué mas desgracias les pueden ocurrir a los tripulantes de "The Body". Pero, de momento siguen en el aire.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Y a este paso veremos lo que duran)

 

 

En el peor momento, me dio un ataque de bostezos. No una vez, sino tres, cuatro veces, mi cara se distendió, los músculos del cuello se pusieron rígidos, mo boca se abrió, mis ojos bizquearon. No podía contenerme. Pensé con sorpresa que podía quedarme dormido en el peor momento de peligro y responsabilidad que había conocido. Pero cuando terminaron los bostezosme sentí completamente despierto.

 

De pronto todos los alemanes desaparecieron, y se acercó un Spitfire-V, después de alzar un ala a la distancia, que aminoró la velocidad para volar a nuestro lado; busqué la banda de VHF y escuché con toda claridad, una de esas voces cálidas, gentiles, de la RAF:

 

-Hola, amigazo - dijo la voz, como si conversáramos en un salón -. ¿Todo bien?

 

-Tengo un motor y medio - dije -. Y aquí estoy arrastrándome. Pero le aseguro que me elgra verlo. ¿Hay más como Vd por aquí?

 

-Volaremos a su alrededor.

 

-Gracias, amiguito: ésa es una buena noticia

 

Apreté el botón de "llamada", y grité a la tripulación, en un tono de voz muy distinto:

 

-¡Escuchen!, ¡Tenemos Spitfires! ¡Van a quedarse con nosotros!

 

Se oyeron vítores por el intercomunicador, pero no puedo decir que me sintiera feliz. La cabeza de Marrow rebotaba contra el respaldo; tenía la boca abierta, y el rostto blanco, salvo por la enrojecida depresión que le había dejado sobre la carne la presión de la máscara de oxígeno.

 

El altímetro decía que estábamos a unos 2500 m.

 

-¿Cuánto gfalta pata la costa, Flint?

 

No deberíamos estar a más de 10 minutos ahora. Pronto tendrá que verla.

 

-¿Y cuçanto dijiste desde allí?

 

-50 minutos, tal vez un poquito más, por la forma como ratea el nº 1.

 

Estudié los medidores de gasolina, hice algunos cálculos, y dije:

 

-Me parece que vamos a tener que posar wste viejo "Cuerpo" en el mar.

 

 

2. Pronto ví la costa, que al principio parecía el largo perfil de una nube en sombras, y comencé a dudar de la prudencia de mi decisiñin de seguir hasta donde pudiéramos y bajar sobre el mar.Con la naríz destrozada, "El Cuerpo" no podría cortar las olas, embarcaríia aagua y se hundiría. Yo no tenía idea del estado del mar, ni de la altura de las olas, con sus enloquecidas cabelleras de espuma. Recordé algunos de los primeros descensos similares del Grupo; 3 hombres perdidos; todos perdidos; todos rescatados; seis perdidos... Traté de recordar ensayos de aterrizaje forzoso en tierra, nuestras bromas sobre el mar de barro sobre el cual parecía poderse navegar a vela; y nuestro aburrimiento; porque, ¿quién iba a pensar que eso podía sucedernos alguna vez a nosotros?

 

Comencé a sentirme inseguro, y a pensar que no debía ponerme cabeza durapor el hecho de haber anunciado mi decisión a la tripulación; más bien debía girar ewn redondo y ordenar a todo el mundo que salatara, dejando que "The Body" se deslizara luego hacia el mar.

 

Pero no sé por qué quería seguir hacia el oeste, hasta donde pudiera, y seguí avanzando trabajosamente con mi motor y medio, indeciso; y más o menos en ese momentollamó Junior Sailen. Dijo que había sido herido en el brazo por una esquirla que había averiado su torrecilla inferior, y preguntó si podía tirarse; y como yo me encontraba en medio de mis dudas, le dije:

 

-Adelante, s iquieres - lamentaba que lo hubieran herido; por cierto, que lo había aguantado en silencio. Estçabamos a 50 millas del Canal, y me explicaba:

 

-No sé nadar muy bien... ¿está bien si los dejo? - Hacía largo rato que Junior sentía deseos de hacerlo, mirando esa abertura, allá en la cola, y envidiando a Prien, y naturalmente que podía haberse escapado como Prin, sin que nadie se diera cuenta; pero Junio necesitaba aclarar las cosascon la gente que lo había cuidado, de modo que daba explicaciones: estaba herido, no sabía nadar, pedía permiso. No hice ninguna objección; me sentía deprimido y temeroso de mi buen juicio. No iba a obligar a Junior a ahogarse con el resto de nosotros, si eso era lo que nos esperaba. Se lo dije:

 

-Lo que me he propueto hacer es mantenerme en este cacharro, tanto tiempo como sea posible, intentar un descenso en el mar.- Después agregué_: El que quiera saltar ahora, tiene permiso.- Junior, con sus modales corteses, contestó:

 

-Si no tiene oncomveniente, Teniente, creo que saltaré.

 

Yo tenía el tablero de Marrow con el mapa en mis faldas, y le informé:

 

-Acabamos de pasar un pueblo llamado Saint Nicholas; supongo que es zona de granjas; no abras demasiado pronto - porque recordaba el cuerpo de Kozy flameando como un trapo cuando se largó por la cola del avión de Braddock; y Junior contestó:

 

-Gracias, señor.- Ya no me llamaba por mi sobrenombre. Fue la última vez que le oímos. Saltó, y según me enteré mucho más tarde, lo mataron unos civiles, un grupo de belgas negros, o como quiera que los llamaran.

 

 

 

(Aprovecho el final del Apartado, para dejarlo aquí.

 

Parece que le queda poco recorrido a "The Body". Pero hay que pensar, pues, que un buen final, puede justificar todas las vicisitudes pasadas.)

 

Saludos

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Buenasss

 

Apartado 3. Vi 3 escuadrillas separadas de aviones alemanas que se lanzaban desde lo alto del cielo; imaginé que nuestros cazas amigos les estaban alejandode las fuerzas de tareas. Nos ignoraron.

 

Me dolía el trasero. Sentía un dolor penetrante en la nalga derecha.

 

Ahora la alínea costera se divisaba nítidamente, el punto donde se reunian el verde y el azul. Bajo un cielo claro de mar era azul; no creo que hubira poidido descenderen aquel líquido gris parduzcosobre el que habíamos volado tantas veces. Hacia el sudoeste, el resplandor del sol poniente se extendía sobre el agua.

 

Marrow se movía, y cundo miré hacia su lado, donde dormitaba con la boca abierta, sentí como si mi pecho estuviera prisionado, como un barril, por férreos aros de trosteza. Casi no podía tolerar su aspecto. Lo había odiado durante tres días y sin embargo ahora solo podía pensar en el magnífico aviador que había sido una vez, echadosobre su palanca, arrogante, seguro sosteniendo entre la punta de sus dedos, como un trozo de seda, toda la potencia de "El Cuerpo". Traté de pensar en lo que lo había quebrado. Aquel balbuceo de Farr lo había hecho trasponer el límite; el gran amante de la guerra no podía sopòrtar la expresión de miedo de un hombre. Pero evidentemente ya había estado perdido mucho antes de su colapso final.

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Apartado 3. Vi 3 escuadrillas separadas de aviones alemanas que se lanzaban desde lo alto del cielo; imaginé que nuestros cazas amigos les estaban alejandode las fuerzas de tareas. Nos ignoraron.

 

Me dolía el trasero. Sentía un dolor penetrante en la nalga derecha.

 

Ahora la alínea costera se divisaba nítidamente, el punto donde se reunian el verde y el azul. Bajo un cielo claro de mar era azul; no creo que hubira poidido descenderen aquel líquido gris parduzcosobre el que habíamos volado tantas veces. Hacia el sudoeste, el resplandor del sol poniente se extendía sobre el agua.

 

Marrow se movía, y cundo miré hacia su lado, donde dormitaba con la boca abierta, sentí como si mi pecho estuviera prisionado, como un barril, por férreos aros de trosteza. Casi no podía tolerar su aspecto. Lo haabía odiado durante tres días y sin embargo ahora solo podía pensar en el magnífico aviador que había sido una vez, echadosobre su palanca, arrogante, seguro sosteniendo entre la punta de sus dedos, como un trozo de seda, toda la potencia de "El Cuerpo". Traté de pensar en lo que lo había quebrado. Aquel balbuceo de Farr lo había hecho trasponer el límite; el gran amante de la guerra no podía sopòrtar la expresión de miedo de un hombre. Pero evidentemente ya había estado perdido mucho antes de su colpaso final.



Buenasss

 

Apartado 3. Vi 3 escuadrillas separadas de aviones alemanas que se lanzaban desde lo alto del cielo; imaginé que nuestros cazas amigos les estaban alejandode las fuerzas de tareas. Nos ignoraron.

 

Me dolía el trasero. Sentía un dolor penetrante en la nalga derecha.

 

Ahora la alínea costera se divisaba nítidamente, el punto donde se reunian el verde y el azul. Bajo un cielo claro de mar era azul; no creo que hubira poidido descenderen aquel líquido gris parduzcosobre el que habíamos volado tantas veces. Hacia el sudoeste, el resplandor del sol poniente se extendía sobre el agua.

 

Marrow se movía, y cundo miré hacia su lado, donde dormitaba con la boca abierta, sentí como si mi pecho estuviera prisionado, como un barril, por férreos aros de trosteza. Casi no podía tolerar su aspecto. Lo haabía odiado durante tres días y sin embargo ahora solo podía pensar en el magnífico aviador que había sido una vez, echadosobre su palanca, arrogante, seguro sosteniendo entre la punta de sus dedos, como un trozo de seda, toda la potencia de "El Cuerpo". Traté de pensar en lo que lo había quebrado. Aquel balbuceo de Farr lo había hecho trasponer el límite; el gran amante de la guerra no podía sopòrtar la expresión de miedo de un hombre. Pero evidentemente ya había estado perdido mucho antes de su colpaso final.

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