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La epopeya kamikaze


jenisais

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Buenasss

 

(Seguimos con los principios de la bomba volante Ohka)

 

 

De hecho, nadie creía realmente en el invento, pero todo el mundo sentía que era necesario hacer algo. Este fue el estado de ánimo con que se recibió al joven Ota cuando se presentó al Ministerio de Producción Industrial. Su proyecto no encontró ninguna oposición sistemática, pero tuvo que seguir el lento camino jerárquico.

 

Se sometió al departamento de estudios aeronáuticos de la Universidad imperial, quien estableció los primeros planos y estudió sus posibilidades tácticas bajo el nombre de "proyecto Marudai".

 

La desastrosa derrota de las Marianas en junio de 1944 vino a acelerar el proceso. Los planos fueron presentados al Centro Naval de Investigaciones Aéreas de Yokosuka, el cual tomó rápidamente muy en serio el proyecto y le dió incluso gran prioridad. En agosto de 1944, estaban ya terminándose en el mayor secreto los primeros prototipos. Fue tal la discreción del asunto que, excepto un número muy restringido de expertos y especialistas, nadie estaba enterado de la existencia del "proyecto Marudai". Puede ser quizá util señalar que estas bombas volantes fueron concebidas y realizadas antes que el almirante Onishi crease en las Filipinas los primeros cuerpos Kamikaze.

 

En setiembre, el capitán de navío Motoharu Okamura fue llamado a los mandos de una unidad especial, destinado al entrenamiento particular del personal y la puesta en marcha de los nuevos inventos. En el interín este grupo había recibido dos denominaciones aplicadas conjuntamente: la primera era del tipo poético Ohka (flor de cerezo); la segunda más marcial: Jinrai (trueno divino). Esta formación que tenía su base en Konoike, tomó el nombre de Jinrai Butai y empezó sin demora los ensayos de vuelos. Los voluntarios reclutadoss muy discretamente, aprendieron con entusiasmo a manejar el delicado artefacto Ohka.

 

 

Descripción y utilización

 

El Jinrai se presentaba bajo la forma de un cuerpo alargado en forma de huso, de unos 6 m. de largo, provisto de unas alas de 5 m. de ancho y con unos órganos estabilizadores constituidos por 2 planos verticales. El fuselaje se iniciaba por una larga ojiva parabólica que contenía la carga explosiva de 1200 kgs de trinitroanisol, explosivo muy parecido al TNT utilizado por los americanos. Esta carga se hallaba encerrada en un grueso cascarón parecido a un gran obús de marina, con el fin de que estallido tuviese efectos perforadores.

 

A continuación había una sección de fuselaje, situado en el centro de gravedad. Allí se encontraban los detonadores de la carga, los equipos de sujección y el aro de suspensión que servía para asegurarlo debajo del bombardero portador. El parabrisas de la carlinga, bien perfilada, precedido de un colimador cruciforme para la dirección del arma, tenía a continuación una cúpula transparente y corredera tipo gota de agua con visión total. En esta parte del aparatoo se hallaban los instrumentos de vuelo, que eran muy rudimentarios y se limitaban a los más ensecial.

 

Finalmente. el último compartimento albergaba el grupo propulsor, destinado a acelerar la velocidad de caída, librando así el ingenio de los cazas y la DCA enemigos. Este grupo de propulsión se hallaba compuesto por 5 espitas de pólvora cuyos depósitos , sin protección alguna, se hallaban situados justamente detrás del asiento del piloto. Dos de las espoletas paralelas se encontraban en la base de esta sección de fuselaje y las 3 restantes, más pequeñas, estaban agrupadas en una sola tobera de evacuación , colocada encima de las otras dos. Este grupo propulsor era capaz de desplegar en 9 segundos un empuje de 800 kgs. y daba al aparato una velocidad que variaba entre los 925 y 1050 kms/h, según el angulo de caída adoptado. Era de una celeridad enorme en aquella época. Concebido para fabricarlo en serie, el ingenío tenía una construcción mixta (madera y metal) y su solidez era un tanto discutible. El pilotaje resultó muy delicado por la fuerta carga de las alas, consecuencia de su poco volúmen. No pòdía despegar por sus propios medios, por lo que debía ser transportado debajo de un bombardero y llevado hasta cerca del objetivo. Lanzado entre 6 y 8000 m de altura, a unos 30 kms del objetivo, el Jinrai efectuaba la primera parte de su recorrido subordinado al otro avión y con una ligera incidencia de algunos grado en relación a la línea del horizonte. Su velocidad era de 460 kms/h. Después de haber ecogido el objetivo el piloto encendía las espitas y dirigía la caída en picado a un ángulo de 50º.

 

A pesar de las numerosas dificultades con que se tropezó, tanto en el terreno de la preparación del artefacto como en el del entrenamiento especial de los voluntarios, la producción en serie fue decidida y organizada a partir de setiembre de 1944. Poco después empezó la fabricación, la cual fue repartida entre varios constructores aeronauticos, como Fuji Kokuki, Nihon Hikoki, el arsenal naval de Yokosuka y el 1º depósito aeronavanal de Kasumigaura. A finales de octubre, salieron de las cadenas de producción las primeras creaciones de la serie, copia fiel de los prototipos, recibiendo el nombre de MXY 8 Ohka, modelo 11.

 

Al mismo tiempo, se fabricó una versión de planeador puro para entrenamiento, de una sola plaza, desprovisto de carga explosiva y de espoletas, destinado a facilitar la instrucción especial de los pilotos voluntarios. Con el nombre de MXY 7 o K 1 y se hallaba provisto de un largo esquí ventral que permitía colocar el eplosivo durante los vuelos de entrenamiento. Más tarde se fabricó una variante biplaza de este modelo que, bajo el nombre de MXY 7 K 1 Kai, solo construida en dos ejemplares.

 

En el terreno del avión transportador fueron elegidos varios modelos de bombarderos bimotores. El avión debía ser capaz de levantar del suelo los 2140 kgs de la Ohka y poseer una via de aterrizaje lo suficientemente larga como para contener los 5 m de envergadura del aparato colocado en la parte central. Un cierto número de bombarderos reunían las característica requeridas, pero fue escogido el Mitsubishi Betty, debido a la existencia de gran número de ejemplares disponibles de este modelo.

 

La firma Mitsubishi procedió a las modificaciones necesarias para que este tipo de aparato pudiera realizar la misión especial, resultando de ello la versión G4M 2, especialamente destinada al transporte del Jinrai. Este quedaba semiencajado en el pañol de las bombas del bimotor, cuyas puertas habían quedado suprimidas. El circuito telefónico permitía la comunicación con el piloto Kamikaze hasta el momento de su lanzamiento. Finalmente, un pequeño tablero luminoso colocado en el pañol, de cara a la Ohka. traducía las órdenes del jefe de vuelo mediante un juego de luces verdes y rojas.

 

 

 

(Aún queda otro trecho de explicaciones sobre el asunto de la Ohka. Seguiremos con ello.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Fin de las explicaciones sobre la Ohka)

 

 

En principio, la distancia que separaba el lugar de lanzamiento del objetivo permitía al bombardero madre no introducirse en la zona de la DCA enemiga y escapar de los cazas protectores. Una vez el bimotor aligerado de su carga recuperaba su velocidad y tenía tiempo de huir del enemigo que se lanzaba en su persecución.La teoría era perfecta, pero en la práctica no fue siempre realizable, siendo muchos los bombarderos transportadores que fueron derribados, incluso después de haber soltado la Ohka.

 

Sin contar con su gran poder destructor, debido a su fuerte carga explosiva, la Ohka tenía para los americanos un aspecto diabólico innegable. La concepción de su técnica, su principio de utilización y sobre todo la gran velocidad de su caída, contribuían a darle un poder casi sobrenatural. Los americanos, que contra los Kamikaze normales habían logrado una táctica la mayoría de las veces eficaz, se encontraron casi desarmados frente a las Ohka. Si no podía derribar la bomba y el avión que la transportaba, todavía era más dificil hacerlo una vez el proyectil había sido lanzado. La Ohka era demasiado rápida para los cazas y la DCA americanaos y podía, en un espacio de tiempo muy corto, alcanzar impunemente su objetivo.

 

Veremos más tarde como en la campaña de Okinawa los Ohka lograron lo que los Kamikaze "clásicos" no habían podido: desatar la locura. Con los aviones suicidas, los americanos habian ahogado sus temores multiplicando el número de cazas de protección e intensificando los tiros de la DCA, pero frente al invento de estos bólidos fulgurantes se sentían impotentes y vulnerables. No puede decirse que su pánico fuera de efectos paralizadores, pero sí que estuvieron sujetos a las grandes inquietudes que los japoneses habían previsto con anterioridad. Estos se habían entregado a la fabricación de la Ohka no solamente para destruir al enemigo, sino también para inspirarle un espanto tal que se desanimara en su escalada hacia el Japón metropolitano.

 

Los americanos, denominaron Baka (loca) al nuevo invento, por la inquietud y angustia que les inspiraban sus ataques y en virtud del aspecto demoníaco de este instrumento en el que veían también un matíz demente.

 

 

Los Kikusui de Okinawa: La guerra se convierte en un suicidio colectivo

 

Desde principios de 1945, el cuartel gral japonés sabía que los americanos atacaríana las islas meridionales del archipiélago nipón, con el fin de poder llegar hasta el mismo corazón de la metrópoli. Este era el plan y nada podría hacerles retroceder en su decisión inquebrantables. Según parecía, esta escalada pasaría por Formosa, Iwo Jima y Okinawa. Por un momento los japoneses temieron que Formosa no fuese el objetivo de un gran desembarco, pero la invasión de Iwo Jima, llevada a cabo el 19 de febrero, modificó este punto de vista estratégico y mostró claramente las futuras intenciones del enemigo.

 

Efectivamente, después de Iwo Jima, la etapa siguiente no podía ser otra que Okinawa. Las altas esferas militares japonesas pensaron entonces que, tenienndo en cuenta la proximidad del Japon y el tiempo necesario para reunir las fuerzas suficientes para la conquista de Okinawa, este desembarco probable no tendría lugar hasta junio, o quizá julio de 1945.

 

Durante este tiempo, se hicieron los preparativos de defensa y se establecieron considerables dispositivos militares. La isla de Okinawa se convirtiço en el centro de todas las atenciones niponas. Iba a convertirse en el crisol y en el obstáculo imprevisto; de ella dependería el futuro del Japón. Si Okinawa caía en manos del invasor yanqui, las islas principales del archipiélago japonés se verían sometidas a una amenaza directa. Era preciso intentarlo todo para asegurar la defensa de Okinawa; cada metro de terreno cedido representaría una siniestro presagio para la existencia del Imperio del Sol Naciente.

 

Estas consideraciones estratégicas y políticas, así como el estado de ánimo de los combatientes japoneses durante esta época, orientaron la sacrosanta defensa de Okinawa hacia una entrega general, dada la angustiosa inquietud que provocaría la posible pérdida de este baluarte esencial. Todas las disposiones militares revistieron un carácter suicida y ya fueran marinos, soldados o aviadores, todos comprendieron que en Okinawa se jugaría la suerte de Japón. No podia pensarse en una derrota y, en consecuencia, toda acción debía tomar un carácter encarnizado y fanático que conduciría, como algo natural, al holocausto.

 

Así pues, el plan de defensa de Okinawa había tomado desde su concepción un aspecto suicida, ya que no se había previsto la evacuación en caso de repliegue y las disposiciones tomadas, en particular las de la aviación y de la marina, no dejaban lugar para las operaciones de tipo clásico o convencional. La defensa de Okinawa se confió a una fuerza del ejército de Infantería de alrededor de 100000 hombres del XXXII Ejército japonés al mando del general de cuerpo de ejército Mitsuru Ushijima y de su jefe de estado mayor, el general de división Isamu Cho.

 

A principios del mes de marzo, el gral. Ujashima había informado a sus tropas, por medio de una circular, de la situación del momento. Sus palabras estaban revestidas de una franqueza poco frecuente y evidenciaban que toda ingenuidad y encegamiento debían ser excluidos de la mente de los combatientes japoneses. Les decía:

 

"No nos encontramos en las mismas circustancias que el enemigo. Habéis de saber que, en el presente conflicto, la superioridad materal ha tomado la delantera a la preeminencia moral. Es evidente que el armamento y los medios materiales de que dispone el enemigo son superiores a los nuestros. Así pues, no debéis contar con vuestra fuerza moral para vencer al enemigo. Antes que nada debéis preparar con una precisión rigurosa vuestros métodos y procedimientos de combate, después de lo cual podéis mostrar vuestra ascendencia moral que constituye nuestra gran fuerza".

 

 

 

(Estamos ya inmersos en la importante y definitiva ofensiva americana sobre territorio japones: Okinawa, que formaba parte del mismísimo archipiélago nipón. Era de esperar, pues, una defensiva a ultranza; y hablando de japoneses, de una lucha suicida.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Abordamos un nuevo apartado, todo ello dentro del desarrollo de la bomba volante Ohka.)

 

Una estrategia inédita

 

De hecho, la estrategia defensiva nipona adoptaba en Okinawa un principio nuevo e inédito. El XXXII Ejército no tenía como objetivo lanzar potentes contraofensivas con el fin de explulsar al enemigo, sino que se trataba de hacerlo permanecer el mayor tiempo posible en el lugar. Conteniendo al adversario, se le obligaba a mantener alrededor de la isla importantes fuerzas navales que la aviación japonesa atacaría. Ésta debía lanzar violentos asaltos suicidas que destruiriían la flota americana. La aviación nipona, sumisa al principio Kamikaze, debía encargarse del aspecto ofensivo de la defensa de Okinawa.

 

En resúmen, Okinawa iba a servir de cebo y fijaría durante largo tiempo en aquel sector numeroso buques americanos; los Kamikaze no tendrían más que lanzarse contra ellos para destruirlos. Era una idea a la vez simple y diabólica. El principio mismo de la defensa era una simbiosis de energías japonesas en las que la aviación "especial" jugaba un papel determinante.

 

Con este fin, el vicealmirante Matome Ugaki, que había recibido la pesada responsabilidad de dirigir las operaciones aéreas, organizó en Kyusiu numerosos cuerpos Kamikaze. Estos múltiples grupos de ataque habían recibido el nombre de Kikusui (Crisantemo flotante), denominación que se extendió a todas las fuerzas aéreas encargadas de la defensa de Okinaawa, así como las unidades del ejército de tierra y de la marina.

 

Para defender a Okinawa, todos se habían convertido en Kikusui, es decir, todos debían esforzarse hasta la muerte para que la isla no cayera en manos de los americanos . Un eslogan que circulaba por aquel entonces demuestra muy bien el estado de ánimo y las intenciones de los combatientes japoneses:

 

-Un avión por un buque de guerra

-Un barco explosivo por un navío de línea

-Un hombre por un carro de combate o por 10 enemigos.

 

Se comprende que el objetivo no era únicamente la defensa de Okinawa, sino la destrucción de la flota americana, soporte de los futuros desembarcos en el Japón metropolitano. Lo que los japoneses no habían podido obtener en las Filipinas sería intentado en Okinawa, con ayuda de las postreras energías que quedaban. Para lograrlo, se emplearían fuerzas impresionantes, movidas por el espíritu Kamikaze, compartido por todos.

 

Esta sumaria exposición de los hechos, nos muestra la disposición y las intenciones de las fuerzas terrestres y aéras japonesas. En cuanto a la marina, ésta se reservaba la posibilidad de intervenir de un modo todavía no determinado. Aunque no dejaría de solidarizarse en la campaña, no podía fijar un plan concebido de antemano debido a los escasos medios con que contaba. El Almirantazgo japonés, sometido a las presiones poderosas y con frecuencia irónicas por parte de los altos dignatarios del ejército, no sabía cómo utilizar mejor los pocos buques que le quedaban. Más tarde veremos que actuó segín los mismos principios desesperados que animaron a los restantes ejércitos.

 

Esta estrecha correlación entre la labor del ejército de tierra y la aviación constituyó la base de las operaciones japonesas en Okinawa. Se intentó un sincronismo que fue utilizado con el fin de que ambos ejércitos obtuvieran la mejor eficacia posible y provocasen las mayores destrucciones al enemigo. Tal fue la inspiración y el postrer intento que presidió el establecimiento de los planes de la defensa de Okinawa.

 

Por su proximidad a las islas madres japonesas y por la enorme amenaza que representaba, y el postrer intento que suponía esta última defensa, Okinawa se convirtió en el crisol donde deberían fundirse todas las energías y todos los sacrificios. En resúmen, este lugar se convertiría, tanto en los hechos como en la historia, en sinónimo de Kamikaze.

 

 

Las fuerzas aéreas Kikusui

 

Hemos visto que desde principios del mes de marzo se puso en marcha una nueva organización de la aviación. El vicealmirante Matome Ugaki había tomado el mando de todas la fuerzas aéreas en Kiusiu con el fin de asegurar la defensa de Okinawa en estrecha coordinación con los movimientos del ejército. Las 3ª, 5ª y 10ª Flotas aéreas japonesas se habían fundido en un solo y único ejército que, en los últimos días del mes de marzo, tomó el nombre de fuerzas aéreas Kikusui.

El dinamismo y la fe patrioticas del almirante Ugaki jugaron un gran papel, no únicamente dentro de la organización rápida de las estructuras y preparación operacional de las fuerzas, sino también en el acrecentamiento sensible del voluntariado. Los pilotos de la marina imperial afluyeron a las nuevas unidades, presentándose todos ellos como candidatos a las misiones suicidas. El almirante Ugaki dispuso, pues, de una fuerza poderosa extraordinariamente fanatizada.

 

Las formaciones aéras Kikusui se repartieron por los numerosos aerodromos de Kyusiu, pero la base proncipal se constituyó en Kanoya debido a su posición geográfica muy meridional y, por tanto, muy cerca de Okinawa. Se utilizaron numerosos refugios subterráneos con el fin de que los aviones recco americanos no destruyensen prematuramente a los aparatos japoneses en reparación. En un principio se camufló de un modo admirable los aviones bajo los árboles o follajes artificiales; luego se aprovecharon los accidentes del terreno para disimular las barracas que abrigaban al personal y a los servicios de conservación; finalamente se colocaron en su lugar un gran número de falsos aviones que llamasen la atención de los bombarderos americanos, lejos de los escondrijos y las pistas principales.

 

El almirante Matome Ugaki, iba, pues, a extender y generalizar el experimento del almirante Onishi en las Filipinas, ya fuera, tanto en el terreno táctico como en el de la organización y utilización racional, del principio Kamikaze. No obstante, muy pronto se dejó notar una diferencia fundamental entre las políticas seguidas por ambos almirantes.

 

Onishi había hecho salir de las Filipinas, con destino a las misiones suicidas, aviones nuevos o en muy buen estado, conducidos por los pilotos mejor dotados o más valerosos. Además, la mayoría de los aparatos Kamikaze utilizados en las Filipnas habían sido cazas tipo Zero. Este método tuvo la ventaja de obtener resultados bastante espectaculares, pero fue muy pronto seguido por una penuria inquietante de buenos aparatos y pilotos competentes, lo cual tendría sus consecuencias en un futuro.

 

El almirante Ugaki era consciente de que, para defender Okinawa, debía actuar en mayor escala que su colega Onishi y además, sabía muy bien la inexistencia de aviones nuevos y la mediocridad de los jovenes pilotos recien salidos de las escuelas de formación acelerada. La instrucción de estos jovenes aviadores era demasiado precaria para ser eficaz. Numerosos accidentes, la mayoría debida a errores enormes en el pilotaje, había probado que el problema era alarmante.

 

 

 

(Estamos inmersos en los prolegómenos de la invasión de Okinawa, siempre desde el punto de vista aeronáutico.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(La cosa iba a estar que arde sobre Okinawa- nunca mejor dicho.)

 

 

Por otra parte, si bien Ugaki estaba decidido a intentarlo todo para defender Okinawa, no ignoraban que tendrían lugar otras batallas, y que era una necesidad imperante salvaguardar los mejores pilotos para preparar a los jóvenes y, sobre todo, para conservarlos en vistas a un postrer enfrentamiento provocado por la invasión final de las islas madres de Japón. Estas fueron las diversas consideraciones que llevaron al almirante a adoptar una política de utilización de las fuerzas aéreas muy distinta de la de Onishi en Filipinas.

 

Ugaki planeó actuar en formaciones masivas, por lo que decidió equipar a las misiones suicidas de los aparatos más viejos de todo tipo, los cuales serían pilotados por los aviadores menos expertos o más jóvenes. Este "rebaño" de novatos sería entonces protegido y conducido hasta el objetivo por formaciones de cazas de calidad, pilotados por aviadores expertos, los cuales volverían a la base para proceder a la escolta siguiente y así sucesivamente. Fue por esta razón que muchos pilotos que se presentaron voluntarios no fueron jamás admitidos en las unidades Kikusui.

 

El almirante Ugaki hizo un llamamiento a las autoridades aeronáuticas para que le enviasen todo lo que pudiera volar, incluso los aparatos más viejos y los modelos más dispares. A partir de mediados de marzo, Kyusiu fue el punto de reunión de los aviones más heterogéneos, que iban desde el viejo caza en desuso al hidroavión pasando por el bombardero bimotor, el avión recco. y el biplano de escuela.

 

Con motivo de la escasez de carburante, los jóvenes aviadores realizaron un número muy limitado de horas de vuelo de entrenamieento. Algunos de los pilotos recién salidos de las escuelas no hicieron ningún vuelo preparatorio y marcharon al cumplimiento de su misión tan pronto llegaron a su base operacional. No obstante, el entusiasmo y el ardor patriótico. estuvieron siempre presentes; era reconfortante, pero a la vez deprimente ver a estos jóvenes dirigirse a la muerte sin que su resolución y su fe se vieran mermadas por las consecuencias desastrosas de la dramática situación del país.

 

 

Los Tokubetsu

 

Es perfectamente comprensible sorprenderse de que hasta el momento presente, solo la aviación de la marina imperial haya entrado en juego y que ni tan siquiera se haya mencionado la actividad de las fuerzas aéreas del ejeército japonés. No hay que creer que el ardor, la combatividad y el entusiasmo patriótico de los aviadores del ejército fueran menores que los de sus colegas de la marina. Sin embargo, por razones bastante misteriosas, el ejército no adoptó el principio Kamikaze hasta mucho más tarde. En esta actitud hay que ver la antigua rivalidad de los dos cuerpos, que venía perjudicando al ejército japonés desde hacía numerosos años.

 

Esta oposición, muy frecuente en gran número de países, había tomado en Japón una importancia tan grande que rayaba en la hostilidad declarada. Bastaba, por ejemplo, que los jefes de la marina tomase una decisión para que los del ejército se opusieran, incluso si el interés nacional quedaba perjudicado, y a la inversa. En el curso de la guerra del Pacífico, al igual que en los anteriores conflictos, esta rivalidad había obrado, en numerosas ocasiones, en detrimento de los proyectos nipones. A pesar de las misiones y las respondabilidades conjunatas y de los deberes e intereses comunes, casi nunca se había logrado un perfecto acoplamiento entre los dos ejércitos.

 

Sus respectivos representantes se disputaban la preponderancia en las altas esferas gubernamentales, lo que les permitía poseer, de hecho, la supremacía política. Aunque con distintos matices, en las esferas más bajas reinaba una misma rivalidad. Era frecuente que los marinos y los soldados se pelearan en riñas algunas veces violentas, e incluso sangrientas, lo que había inducido a las autoridades a distribuir las zonas de ocupación y de defensa de modo que los hombres de estos dos cuerpos no estuvieran nunca en contacto. Así pues, posiciones insulares estaban defendidas independientemente por la marina o el ejército.

 

Con la evolución dramática de la situación militar , se formularon algunos convenios, a los que se llegó más por imperativo de las circustancias que por haber conseguido finalmente un entendimiento. Aunque el antagonismo continuó existiendo, no impidió que los hombres de ejército, soldados o aviadores, tuvieran las mismas preocupaciones que los de la marina. Finalmente, la urgencia y la gravedad de la situacion llegaron a sellar un cierto pacto tácito y recíproco.

 

El ejército había adoptado el principio Kamikaze en su forma terrestre, puesto que numerosos soldados fueron al campo de batalla de una manera idéntica a la de los aviadores de la marina. Eran muchos los que armados de explosivos, se lanzaban bajo los vehículos americanos, se precipitaban sobre el enemigo en desesperadas cargas Banzai o se daban muerte para no caer en manos del invasor. La aviación del ejército de tierra no había adoptado esta táctica y continuaba ejecutando misiones de carácter clásico o convencional.

 

En marzo de 1945, la circunstancia militar de Japón y la inminencia de actuaciones de gran envergadura por parte del enemigo, llevó a los jefes del ejército a considerar sus concepciones tácticas. Por otra parte, los dirigentes de la marina ejercieron en este sentido una fuerte presión y el ejército de tierra no pudo desde entonces soportar la idea de permanecer aislado de los esfuerzos y sacrificios que la marina realizaba desde hacía varios meses. Por esta razón los jefes de la aviación terrestre japonesa crearon unidades a imágenes de las de la flota imperial.

 

A estos Kamikaze se les bautizó con el nombre de Tokubetsu (especial) y entraron en el plan general de la defensa de Okinawa y en el de operaciones de Kikusiui. Las unidades aéreas de ataque especial estaban al mando del gral. Miyoshi quien a su vez recibía las instrucciones del aamirante Ugaki. Tal dependencia, que un tiempo antes hubiera resultado intolerable, era la consecuencia de la presión de los acontecimientos y en ningún modo el natural resultado de un acuerdo lógico.

 

Fuera lo que fuese, desde aquel momento el ejército cooperaba estrechamente con la marina y ponía parte de su aviación al servicio de las misiones Kikusui. Las bases de la empresa eran las mismas que las aplicadas a la marina, pero pudo verse que el número de aviadores voluntarios para este tipo de misión era menos importante que el de los Kamikaze de aquella. No obstante, fue suficiente para llevar a cabo misiones sin retorno durante las primeras semanas de operaciones , sin que ello supusiera ningún problema, si bien más adelante ello perdió su continuidad.

 

 

 

(El siguiente Apartado ya lleva el título significativo de "Comienza la invasión".)

 

Saludos

 

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Buenasss

 

Comienza la invasión

 

El 31 de marzo, un avión suicida japonés, el primero de una siniestra serie, escapó a la vigilancia de la DCA y de los cazas americanos, lanzándose contra el crucero pesado Indianapolis (CA 35) buque insignia del vicealmirante Raymond A. Spruance. La bomba japonesa penetró en el interior del barco perforándole el casco por dos lugares. El crucero se vió por ello obligado a retirarse a Kerama Retto, donde fue reparado provisionalmente antes de volver a los EEUU. El almirante Spruance colocó entonces su insignia sobre el antiguo acorazado New Mexico (BB 40)

 

El domingo 14 de abril de 1945, se inició la gran invasión. Poco después de las 8,30 horas, las fuerzas anfibias americanas tomaron tierra en las playas de Hagushi frente a los aerodromos japoneses de Yontan y Kadena.

 

Los americanos esperaban encontrar, con razón, una viva resistencia. No hubo nada de ello. Los invasores avanzaron varios kms sin combatir; tan solo algunos disparos esporádicos señalaron esta increible y demasiado facil progresión. Los objetivos previstos fueron alcanzados holgadamente y esta imprevisible situación permitió a los grupos de artllería y a los estados mayores americanos desembarcar mucho antes del día fijado.

 

Este primer día de la invasión americana de Okinawa se vió sin embargo señalado por la importante ofensiva Kamikaze, conducida por las fuerzas aéreas Kikusui. Procedente del norte, un grupo de aparatos japoneses llegó durante la noche y arremetíó contra los barcos que cruzaban las aguas de la cabeza de puente. La DCA americana de tierra estaba ya bien provista de numerosas piezas, pero la coordinación y el acierto de los disparos sufrían aún la falta de experiencia y organización. Por esta causa, los Kamikaze pudieron acercarse sufriendo muy pocas pérdidas.

 

Un primer aparato cayó en dirección del viejo acorazado West Virginia (BB 48), estrellándose contra una de las torres de artillería principal y provocándole importantes daños. Otro picó sobre el buque de desembarco LST 884, explotando en pleno centro del barco; 16 hombres resultaron muertos, 37 heridos y se inició un violento incendio. El fuego llegó muy pronto hasta los almacenes de municiones los cuales estallaron agravando todavía más la situación. El navío fue evacuado, en tanto que los equipos de seguridad continuaban luchando contra los focos del incendio. Finalmente, lograron su objetivo y se realizaron reparaciones provisionales. La tripulación volvió a bordo.

 

Un tercer Kamikaze cayó contra el transporte de asalto Hinsdale (APA 120), ocasionándole enormes daños. El barco, inmovil, desamparado y pasto de las llamas parecía estar irremmisiblemente condenado, pero la rápida intervención de los equipos de seguridad permitieron evitar lo peor.Transformado en brulote, el Hinsdale fue arrastrado por los remolcadores hasta una base de reparaciones, donde pudo ser salvado.

 

Por primera avez en toda la guerra del Pacífico, una importante escuadra británica cooperaba con las fuerzas americanas. Poniendo en práctica los acuerdos formulados enetre Winston Churchill y el presidente americano Roosevelt, Gran Bretaña había enviado al Pacífico una flota constituida por 2 acorazados, 4 portaaviones, 5 cruceros y 10 destructores, bajo las órdenes del vicealmirante sir Nernard Rawlings. Esta escuadra, bautizada con el nombre de Task Force 57 (TF 57) estaba destinada, según el plan de la campaña de Okinawa, a patrullar por el sudoeste del eje Formosa-Okinawa, con el fin de cubrir el flanco izqquierdo del avance amerivano.

 

La flota inglesa cruzó, pues, estos parajes siendo también atacada el 1º de abril por aviones suicidas llegados de Formosa. 2 de los Kamikaze lograaron atravesar la línea de defensa, en tanto que otros eran derribados o caían al agua. El 1º avión picó contra un destructor al que el impacto le ocasionó graves daños pero pudo continuar conservando su lugar en la escuadra. El 2º suicida explotó en el centro del puente de vuelo del portaaviones Indefatigable, pero gracias a su resistente estructura, solo sufrió daños superficiales.

 

Efectivamente, los portaaviones ingleses estaban menos adaptados que sus congeneres americanos a las condiciones especiales de la guerra del Pacífico. Transportaban muchos menos aviones y ofrecían más dificultades para la manutención y cuidado de los aparatos, pero en compensación poseían un puente de vuelo blindado en tanto que el de los americanos estaba constituido por unas planchas ligeramente recubiertas con tablas de madera. Los portaaviones ingleses tenían el puente del cobertizo de aviación blindado, con el fin de proteger las bases del buque. Este blindaje del puente de vuelo permitía al portaaviones inglés soportar mucho mejor los ataques Kamikaze y generalmente el impacto del avión suicida no provocaba más que un amontonamiento de pequeños fragmentos que bastaba "barrer".

 

El 2 de abril, el avance terrestre a Okinawa fue tan facil como el día anterior y los mandos americanos, que no sabían qué pensar de esta extraña conducta por parte del enemigo, empezaron a inquietarse. Para amuchos de los americanos este extraño comportamiento escondía una trampa, tanto más alarmante cuanto más tiempo se prolongaba. Los 2 aerodromos de Yontan y Kadena fueron ocupados, se había instalado una cabeza de puente y quedaba bloqueada una amplia zona de terreno, sin que pudiera hablarse de pérdidas, al menos de un número importante como para ser tenido en cuenta. El avance americano había tomado tal importancia , y disponía de un número tan importante de fuerzas, que de ahora en adelante iba a ser imposible desalojarle. La cabeza de puente sería en lo sucesivo inexpugnable y nada podría hacer dudar de su fuerza.

 

Solo algunas escaramuzas sin novedad enfrentaron a los elementos de vanguardia americanos con unas débiles unidades auxiliares japonesas. Este mismo día, algunos Kamikaze se presentaron y atacaron a los buques americanos en aguas de Hagushi. La única víitima de esta jornada fue el destructor-transporte rápido Dickerson (APD 21), gravemente tocado y puesto en una crítica situación. No se fue a pique, pero sus averías revestían tal importancia que su comandante fue obligado, el 4 de abril, a barrenarlo.

 

La perplejidad de casi todos los americanos frente a la nula resistencia enemiga, así como los ataques suicidas efectuados a partir del 31 de marzo, provocaron entre ellos una gran inquietud. El ejército invasor de tierra se encontraba desocupado y atormentado, prefiriendo luchar antes que avanzar hacia lo que les parecía la boca del lobo. Por su parte los marinos americanos no estaban menos ansiosos, pues si bien la pérdidas sufridas en los ataques suicidas habían sido hasta entonces sin importanica, era, no obstante, evidente que los japoneses para defender Okinawa, intentarñian realizar un gran esfuerzo militar que sería, sin duda, fanático. Los americanos lo sabían y se hallaban a la espera del temido acontecimiento.

 

El almirante Richmond Kelly Turner, sobre quien pesaba la responsabilidad de las operaciones anfibias había señalado que las formaciones aéreas enemigas llegarían invariablemente por el norte; consecuentemente decidió poner en marcha un sistema de detección avanzada. Con este sistema, la defensa americana sería prevenida de la llegada de aviones nipones con la suficiente antelación. De sus propias fuerzas de escolta relevó 15 destructores de entre los que estaban equipados de un radar especial de detección aérea y dispuso estos buques en dos arcos de círculo, a 35 y 75 millas al noroeste del cabo Bolo. Este cabo llamado también Zampa, estaba situado a algunos kms al norte de las playas de desembarco de Hagushi. Los barcos de guardia debían relevarse con el fin de asegurar una vigilancia permanente. Este sistema demostró ser una medida excelente, pues dió como resultado, durante el curso de la lucha, la rapidísima alerta de las fuerzas de defensa, lo que permitió actuar con eficacia.

 

 

 

(El siguiente apartado es ya: La gran amenaza Kamikaze)

 

Saludos

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Buenasss

 

La gran amenaza Kamikaze

 

Cuando llegó a Kyusiu el mensaje de alerta anunciando que la invasión americana en Okinawa se había iniciado ya, el almirante Ugaki y los componentes de su estado mayor, decidieron emplear a fondos las fuerzas Kikusui disponibles, en tanto que se pedía que fueran enviados rápidamente refuerzos para reemplazar inmediatamente los aviones sacrificados. Tal como hemos visto, el método Ugaki consistía en lanzar fuertes contingentes de aviones sucidas, los cuales sería conducidos y protegidos hasta el objetivo por un gran número de cazas. Estos debía impedir que el enemigo lograse destruir los aviones de ataque antes de que ellos llevasen a cabo su misión. Estos Kamikaze, dada sun gran cantidad, desbordarían al enemigo.

 

Así pues, se montó una gran operación que tenía por fin destruir una parte importante de la flota americana. El almirante Ugaki hizo publicar su órden de batalla que contenía la significativa frase: "...Es preciso hundir o averiar 20 acorazados o portaaviones, con el fin de restablecer el equilibrio estratégico...".

 

Dada la importancia de la empresa y el número de las unidades enroladas, no se pudo fijar su ejecución hasta el 8 de abril. Se trataba de preparar una acción coordenada y simultánea que debía asestar un tremendo golpe al enemigo; el lance sería tan fuerte y brutal que iba a hacer que los americanos no deseasen continuar la guerra. Las altas esferas japonesas esperaban lograr una posición que les permitiera obtener una victoria final o, a falta de esta, conseguir unas condiciones de paz honorables.

 

El plazo de una semana, exigido para la prepraración de esta colosal contraofensiva nipona, estaba totalmente justificado por el tiempo que se emplearía en reunir en las bases aéreas de Kyusiu más de 400 aviones de combate. Conociendo las dificultades de aprovisionamiento en piezas de recambio, municiones y carburante, y el precario estado de los transportes, puede considerarse este lapso de tiempo como una carrera contra reloj. Se hizo todo lo posible para acelerar los preparativos y también para disimular de la mejor manera los aviones reunidos, pues numerosos aparatos recco. americanos rondaban casi permanentemente por encima de Kyusiu.

 

El 4 de abril, varios de estos aviones enemigos divisaron una gran cantidad de aviones agrupados en los aerodromos de Kyusiu, observando la diversidad de los modelos reunidos. Rápidamente se comprendió que estos heterogéneos aviones no podían ser más que Kamikaze en potencia y los observadores enviaron con gran urgencia mensajes de alerta. Tan pronto como el almirante Spruance fue informado, consciente del enorme peligro que los aparatos suponían para la flota americana envió al asalto de Kyusiu las escuadras aéreas de los portaaviones. Al amanecer del 6 de abril, despegaron centenares de aparatos de la marina americana y a primeras horas de la mañana atacaron todos los aerodromos de Kyusiu.

 

Al igual que siempre, los aviadores americanos exageraron los resultados de su vuelo y anunciaron al regresar que habían destruidos más de 200 aparatos enemigos apostados en las bases, Era falso, pues la perfección del camuflaje japonés y la multitud de escondrijos hizo que tan solo fueran destruidos algunas decenas de aparatos. Sin embargo, la violencia de los ataques americanos y la amenaza de una posible reincidencia por parte de los atacantes, hizo que las autoridades niponas adelantaran la fecha de las operaciones previstas. Con el fin de evitar que fueran destruidos inutiulmente sobre el camapo de avición unos aparatos que tanto había costado reunir, se dió la órden de ataque.

 

Los pilotos nipones que debían tomar parte en esta misión fueron escogidos de las listas de voluntarios Kamikaze, atendiendo a sus cualidades profesionales, fe patriótica o antigüedad en la categoría. Todos los voluntarios se preparaban en medio de una gran tranquilidad y nada dejaba entrever que estos hombres no volverían jamás.

 

Una vez los socavones ocasionados por las bombas americanas estuvieron reparados, los numerosos participantes fueron reunidos por grupos y se dispusieron en formación para escuchar los últimos consejos de los jefes de escuadrilla y la habitual arenga del comandante de la base. Al terminar la mañana, el campo de aviación de Kanoya parecía una colmena en plena efervescencia; reinaba una intensa animación y un tumulto embriagador. Los equipos de pista corrían en todas direcciones, afanándose alrededor de los aparatos, montando las bombas, llenando los depósitos, sacando los aviones de sus escondrijos o de su red de camuflaje.

 

Sin embargo, el adelanto de la operación Kikusui perturbó el desarrollo y la disposición de los preparativos . En primer lugar, los grupos de cazas de protección no tuvieron, en su totalidad, tiempo de llegar hasta las bases de partida, por lo que no pudieron reunirse todos los que se había previsto. Ello comprometía la seguridad de las fuerzas Kamilake. Además, la precipitación de la salida impidió se procediera a las ceremonias, colaciones y libaciones de rigor. Este hecho influyó más de lo que se pudiera suponer en muchos de los pilotos voluntarios una falta de cohesión y de determinación debido a verse frustrados del aspecto esotérico que tomaba cada salida hacia una misión suicida.

 

En las últimas horas de la mañana del 6 de abril, numerosos grupos de aviones japoneses despegaron de diversos aerodromos. Repartidos en 2 grupos de ataque, 355 aviones se lanzaron al asalto del enemigo. Por un lado, los de la marina,, que sumaban en su totalidad 195 y se hallaban integrados por 80 Kamikaze de diversos tipos; 8 bombarderos tipo Betty, portadores de Ohka y 107 cazas de protección. Salieron de Kanoya (grupo Okamura) y de Shikoku (grupo Takumas). Por otra parte, despegaron más tarde 160 Tokubetsu del ejército, los uales constituyeron el grueso de la 2ª oleada.

 

Numerosos grupos de caza tipo Zero habían emprendido el vuelo al son de los tambores, según la antigua usanza que perpetuaba la tradición milenaria de la solemne marcha de los guerreros hacia el combate. Fue entonces cuando les tocó el turno a los bombarderos bimotores Betty que se colocaron al final de la pista. Cada uno de estos 8 bombarderos llevaba suspendida en su vientre un Ohka que vibraba bajo los efectos de los motores lanzados a plena marcha. Los 7 miembros de la tripulación de cada avión transportador ocuparon sus plazas y esperaron la señal de salida.

 

Cuando se dió el aviso de despegue, los pesados bimotores su pusieron en marcha sobre la pista, en medio del ruido de los motores en funcionamiento ; a lo largo de las pistas, muchos hombres asistían al despegue: mecánicos, aviadores que permanecían en las bases y soldados; todos saludaban respetuosamente a los voluntarios que se dirigían al sacrificio. Unos agitaban sus gorras, otros pañuelos blancos, y algunos eran portadores de banderolas cubiertas de caracteres Kanji.

 

 

 

(El próximo texto es, lógicamente, "La gran ofensiva Kikusui del 6 de abril".)

 

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La gran ofensiva Kikusui del 6 de abril

 

Los oficiales de Kyusiu estaban ansiosos y a pesar de las esperanzas cifradas en el importante ataque, no podían saber cuál sería la reacción americana. Era la primera gran ofensiva Kamikaze de toda la guerra y su puesta en marcha confirmaría la certeza de los puntos de vista del almirante Ugaki. Era también la segunda vez que los Ohka-Jinrai participaban en un ataque y nadie podía olvidar el doloroso fracaso del 21 de marzo. Con los auriculares en las orejas, los oficiales responsables japoneses esperaban, inquietos, las informaciones procedentes de los aviones suicidas.

 

Al norte de Okinawa, en el circuito de guardia establecido por el almirante Turner, los destructores se balanceaban sobre la marejada. Constantemente, al menor indicio, los vigías y operadores del radar proseguían la búsqueda. Habían comprendido la importancia de su papel y sabían que de ellos dependía la suerte de la flota. Habían podido constatar los efectos devastadores de los ataques suicidas enemigos y estaban resueltos a hacer todo lo posible para no fallar en su ingrata, pero esencial, tarea de perros de guardia.

 

De repente, el operador del radar del destructor Colhoun (DD 801) detectó, a las 14 h, una multitud de manchas luminosas sobre la pantalla y dió la voz de alerta. Poco después, otros radares lo confirmaron. Los destructores aumentaron su velocidad y se pusieron a bordear en su respectivo sector de búsqueda. Los cazas americanos que patrullaban marcharon hacia el enemigo, en tanto que otos grupos despegaban.

 

Hacia las 14.30 horas, los aparatos que iban en cabeza de la formación japonesa señalaron la proximidad de numerosos cazas americanos. Instantes más tarde, se iniciaron múltiples combates aéreos; los penachos de negras humaredas señalaban la caída de algunos aparatos japoneses, entorpecidos por el peso de las bombas e incapaces de defenderse con eficacia. Los pilotos japoneses comprendieron entonces que no podían ser más que estos pequeños buques de guardia los que daban pronto la voz de alarma, aniquilando el efecto de sorpresa y poniendo con ello en peligro el ataque propiamente dicho. Así pues, decidieron lanzarse contra ellos antes de hacerlo contra el grueso de la flota invasora. Muchos grupos de aviones japoneses salieron de la formación arremetiendo contra los destructores de Turner. El jefe del bombardero, que iba en cabeza, emitió un mensaje a la base de Kanoya: "¡Cazas enemigos a la vista!".

 

El destructor Bush (DD 529), fue el primero en ser atacado, recibiendo de golpe a un número no menor de 40 aviones enemigos. El buque americano describió unas locas maniobras con el fin de despistar a los asaltantes, en tanto que sus cañones disparaban a ritmo acelerado. El Bush efectuaba unos giros tan brutales que se inclinaba a 45º pero no pudo impedir que un Kamikaze fuera a estrellarse contra él. El barco se estremeció como una hoja y se paró. Otros dos aviones suicidas aprovecharon la ocasión para golpearlo, destrozándolo.

 

Su compañero, el Colhoun, vino en su socorro pero cuando llegó el Bush se iba ya a pique. Los asaltantes japoneses tomaron entonces como blanco al Colhoun que si bien logró derribar a 5 aviones, fue igualmente víctima de 3 Kamikaze que lo hundieron. Durante este tiempo, un gigantesco combate aéreo enfrentándose a la gran formación japonesa y los cazas americanos. El cielo estaban llenos de aviones, de humo y de trazos multicolores de las balas luminosas.

 

En este momento algunas decenas de aviones japoneses pudieron escapara de la vigilancia de los americanos y se deslizaron en dirección al lugar de anclaje de Hagushi. Serían alrededor de las 14,50 horas cuando la radio de un bombardero nipón lanzó un nuevo mensaje: "Hemos logrado escapar de los cazas enemigos. Estamos preparados para lanzar los Ohka. El objetivo está a la vista."

 

No obstante, en las inmediaciones, continuaban luchándose encarnizadamente y los grupos aéreos japoneses sufrían una verdadera hecatombe. 5 de los 8 aviones nodriza habían sido derribados en llamas pero los cazas americanos no podían hacer frente a la multitud de pequeños grupos de aviones japoneses que en gran cantidad pudieron también pasar a através de la malla de la red.

 

En Kyusiu, los oficiales dejaron escapar un suspiro de alivio, este ataque no iba a ser un fracaso como la mayoría de los precedentes. Todo el personal de las bases había hecho un alto en el trabajo y, reunió frente a los altavoces conectados sobre el circuito de radio de los aviones, oían con atención los ecos de la batalla. El tumulto de los combates les llegaban entre exclamaciones de los aviadores. Unas veces estremeciéndose de inquietud, otras sonriendo por un éxito anunciado, permanecían tensos, no queriendo perder ninguno de los indicios transmitidos.

 

Entretanto, el ataque nipón se iba desarrollando y los combates estaban en su punto cumbre en los diversos sectores. De hecho, había 3 teatros de operaciones; las formaciones aéreas japonesas se habían repartido entre la flota de invasión en las aguas de Hagushi, los destructores de guardia y las Task Force del almirante Spruance. No se veía más que el firmamento punteado por negros estallidos, sucio por el humo de los aviones tocados y estriado por las vertiginosas caídas en picado que iban hasta el impacto final.

 

Los aviones japoneses, mal conducidos por pilotos inexpertos y pésimamente protegidos por un pobre número de cazas de escolta, cayeron en gran número. Alrededor de unos 135 fueron derribados en la primera fase del ataque. Muchos de los pilotos japoneses efectuaron el lanzamiento Jibaku, pero no llegaron a tocar su objetivo, ya sea por falta de precisión en su picado o porque fueron desviados por un cercano estallido de obús, e incluso hubo algunos que resultaron heridos o muertos en el curso del descenso. No obstante, la defensa americana se vió excedida tam y como había esperado el almirante Ugaki. De todas partes llegaban mensajes destinados a los mandos americanos anunciando pérdidas y destrucciones. El dragaminas rápido Emmos (DMS 22) había sucumbido, en tanto que el gran transporte de asalto Logan Victory (APA 196), dividido por dos por las espantosa explosión de las municiones que transsportaba, se iba a pique en pocos minutos. También se hundió muy rápidamente el transporte de carros de combate LST 447, que había sido golpeado como mínimo por dos Kamikaze.

 

Otros aviones suicidas se habían estrellado contra los buques americanos, pero sin lograr destruirlos. Tal era el caso del portaaviones ligero San Jacinto (CVL 30), de 11 destructores, de 4 escoltas y de 5 minadores. Entre estos barcos más o menos averiados, los destructores Haynsworth (DD 700) y Taussig (DD 746) fueron tocados cada auno por dos Kamikaze que los desmantelaron.

 

El ataque japonés tocó a su término hacia las 20.00 horas, una después de que hubiera caído la noche. La batalla había revestido caracteres muy importantes y este vuelo nipón sustraía a la flota americana un cierto número de buques, sin contar con aquellos que se veían obligados a retirarse para ser reparados y que debían ser acompañados por buques de escolta, encargados de guiarles y asistirles en caso de que sus averías se agravasen.

 

Se estimó en 248 el número de aviones nipones derribados o destruidos durante aquel día. Es muy dificil verificar el número, en razón de la multiplicidad de ataques y de la extensión de las zonas de combate, pero lo que sí es cierto es que las bases aéreas japonesas de Kyusiu solo vieron volver, al terminar la tarde, algunas decenas de cazas de escolta. Uno solo de los bombarderos nodriza Betty volvió a Kanoya. Había logrado escapar de la matanza escondiéndose entre las nubes. A gran velocidad hizo ruta hacia Kyusiu, llegando allí al terminar la tarde, acompañado por algunos cazas de protección escapados del infierno, a los que había encontrado en el camino de regreso.

 

(Dejamos sin acabar lo acaecido este día 6 de abril de 1945 en los cielos próximos de Okinawa, en el primer gran enfrentamiento entre los Kamikaze y los cazas defensores de la gran flota de invasión. Lo próximo, apuntar las consecuencias de este combate.)

 

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(Acabamos con lo ocurrido este 6 de abril de 1945. Sigue pesando la supremacía material norteamericana, mínimamente interferida por la entrega total de las escuadrillas japonesas tanto "especiales", como las meramente de escolta.)

 

 

La aviación nipona había sufrido una sangría, pero los jefes japoneses consideraban los resultados como alentadores y creían que una decena de ataques de este tipo forzaría a los americanos a retirar su flota de los parajes de Okinawa, dejando a las tropas yanquis desembarcadas a merced de los valerosos combatientes del general Ushijima.

 

Este vuelo gigantesco tuvo además otras consecuencias: el temor que los ataques masivos Kamikaze comenzaban a inspirar a los americanos. En efecto, desde que se iniciaron los asaltos nipones de este género, conducidos, todo lo más, por algunas decenas de aviones, los combatientes americanos y los marinos en particular habían reaccionado con una confianza, una osadía y una sangre fría dignas de admirar, lo cual les había permitido hacer frente al nuevo peligro de un modo muy eficaz. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con los nuevos ataques suicidas masivos, cuyo aspecto psicológico impresionó a los americanos. Si los primeros ataques Kamikaze de las Filipinas les habían inspirado ironía, en Okinawa se sintieron trastornados por el fervor místico de los adversarios; tanto más si se consider que las pérdidas de hombres y buques habían sido graves.

 

Eran muchos los combatientes americanos que se preguntaban hasta dónde llegaría este frenesí patriótico del enemigo y cuánto tiempo podrían ellos mismos sobrevivir al ataque. Las pérdidas navales habían sido tan numerosas que no podían considerarse como normales, o sin importancia. Si el terror se apoderó de algunas decenas de americanos, la mayoría de los restantes continuó luchando obstinadamente, pero guardando en el fondo una inquieteud creciente que ni tan siquiera podía acallar el sentimiento justificado de su superioridad. Este estado de animo llegó a ser tan evidente, que el alto mando americano empezo, por vez primera en toda la guerra, a disminuir en los comunicados la gravedad de las pérdidas sufridas.

 

 

Unos buques tan bonitos...

 

La importancia capital de Okinawa, la inquietante inacción de la flota imperial después de la batalla de Leyte y las insistentes presiones de los jefes del ejercito hicieron que las autoridades navales japonesas asociasen lo que quedaba de la marina a la gran ofensiva Kikusui de Okinawa. La decisión fue tomada el 5 de abril, debido a la urgencia y gravedad de la situación, pero los devastadores vuelos americanos sobre Kyusiu, el 6 de abril, adelantaron la fecha. El almirante Soemu Toyoda, jefe de la flota combinada, procedió a los preparativos acelerados a fin de que la 2ª Flota estuviera a punto de abril al medidodía.

 

No fue sin gran sentimiento que el almirante Toyoda y su jefe de estado mayor, el vicealmirante Ryonusuke Kusaka, tomaron la decisión de sacrificar los últimos barcos de la flota imperial que estaban en estado de combatir. Para ellos esto significaba el final; se venían abajo los sueños de grandeza de Japón, y esta amargura se hacía todavía más fuerte al estar convencidos de la inutilidad o de las pocas oportunidades de éxito de un sacrificio, pero en lo que no cabía la esperanza que llenaba a los Kamikaze que marchaban en cumplimiento de su misión.

 

Así pues, ¿cuál era el objeto de esta salida? La 2ª Flota debía llegar a Okinawa, afrontar la defensa americana y finalmente llegar a la costa para constituir posiciones de artillería. En caso de que los buques se encontrasen en mal estado y no pudieran por ello asegurar esta misión, sus tripulantes desembarcarían y formarían en la retaguardia de los americanos unas cabezas de puente cuyo objeto sería destruir la mayor cantidad de material y de enemigos posible más que el combustible necesario para realizar el viaje de ida. Era, pues, una misión sin retorno tipo Kamikaze.

 

Cuando se dieron a conocer estas disposiciones, los oficiales y marinos japoneses quedaron asombrados de que el alto mando estuviera resuelta a sacrificar los últimos barcos y, en especial, el magnífico Yamato, orgullo de la flota nipona. Lo que ocurría no fue que les faltase ni el valor ni la fuerza de voluntad para morir, sin que, perdiendo el Yamato, símbolo del poderío de la marina japonesa, tenía la sensación de que lo perdían todo y esto les parecía insoportable.

 

Este enorme buque de línea, el mayor y más poderoso de todo el mundo, se había convertido en un tabú por el que la marina sentía una fe casi religiosa, una especie de amor que cristalizaba las esperanzas y la confianza de todo un pueblo. Para muchos japoneses, el Yamato, que había salido casi ileso de la desastrosa batalla de Leyte, formaba parte integrante de Japón. Les parecía que si el Yamato desaparecía, el país sufriría una herida incurable. Este sentimiento estaba muy arraigado y la perspectiva de transformar al soberbio Yamato en un vulgar pontón de artillería provocó una amarga desilusión.

 

 

Un valor sublime

 

En la bahía de Tokuyama reinaba una gran actividad durante la mañana del 5 de abril. Altas autoridades navales japonesas lograron al fin ultimar la organización de la escuadra y los aspectos tácticos y estratégicos de la operación Ten-go. Fueron invitados todos los jefes de división y los comandantes de las unidades. Las reuniones terminaron a las 11.30 horas, volviendo los responsables a sus respectivos lugares.

 

Al mediodía, los oficiales reunieron a la tripulación que estaba bajo su mando, informándola del objetiovo de la misión. El contralmirante Keizo Komura se dirigió en estos términos al personal del crucero Yahagi:

 

"Todos vosotros habéis visto como era izada en las drizas del acorazado almirante la orden de la ejecución de la operación Ten-go. El vicealmirtante Ryunosuke Kusaka, jefe de estado mayor de la Flota combinada, llegó de Kanoya para organizar la misión. Propone una extraordinaria forma de ataque que consiste en enviar la 2ª Flota a Okinawa, sin protección aerea y con una provisión de combustible que permita tan solo realizar el camaino de ida. En resúmen, se trata de una misión Kmikaze, pero, contrariamente a las efectuadas por la aviación, nosotros no tendremos la oportunidad de destruir un objetivo importante. Me he tomado la libertad de decir al almirante Kusaka que esta operación era pura y simplemente un suicidio. Algunos comandantes de distintas unidades ya han aceptado la misión , pero en lo qyu a mí se refiere no puedo tomar la mima decisión sin consultaros. En efecto, no me siento con el derecho de conduciros a la muerte en estas condiciones. La suerte que yo pueda correr, no me importa en absoluto; conoco la dramática situación de nuestro país y os recuerdo que formé parte de la flota del almirante Ozawa, en la batalla del cabo Engaño, donde perdimos 4 portaviones. Así pues, he pedido un plazo de tiempo antes de dar mi respuesta".

 

 

 

(Con estas impresionantes palabras del contralmirante Keizo Komura, se acaba la transcripción por hoy. Lo próximo será la salida sin vuelta del super acorazado Yamato con rumbo suicida hacia Okinawa.)

 

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(Bear, pues, cosa rara, no sé lo que venía después. Me he estado dedicando estos días a acabar el libro de Benis M. Frank, historiador civil del US Marine Corps, que sirvió en la 1ª Div. de Marines en la guerra del Pacífico y luego en Corea. Es uno de los coautores de "Victory and Occupation", Hª oficial del Cuerpo de Marines.

 

(Prólogado del conocido historiador Barrie Pitt), "Okinawa, le coup de grâce". Está en francés, pero es de la misma serie de los que editó nuestra Editorial San Martin, Hª Siglo de violencia; (18 x 11,5 cm) y 190 pags.de variados temas, siempre bélicos y que se vendieron muy bien entre nosotros en los años 80/90 y que hoy esta en castellano en Iberlibro por menos de 10€ (Envío foto a Rockofritz). Tuve la tentación de traducirle en este Foro, pero desde sus primeras páginas le encontré "poco agil", demasiado académico tal vez. Apenas me atrevo a calificarle de "pesado". Solo apto para "fanáticos" de la guerra en el Pacífico. Pero eso sí, es una verdadera enciclopedia de la tremenda (y última) batalla del PTO.

 

Sigamos, pues, con el Apartado de "Un valor sublime": viene la reacción a la emocionante arenga (transcrita anoche) del contralmirante japonés Keizo Komura.)

 

 

El almirante Komura tenía los ojos empañados de lágrimas y era evidente que esperaba que alguien tomase la palabra. La atmósfera estaba hasta tal punto tensa que era casi explosiva. Los reunidos respiraban dificultosamente y su emoción era tan grande que el corazón les latía con violencia. Una tras otra se alzaron voces que criticaban el carácter de la misión y su finalidad a la par que desaprobaban los objetivos de las autoridades navales. Algo había cambiado dentro de las rígidas reglas de ciega obediencia de la marina imperial. Esta forma de actuar y una reacción de tal tipo hubieran sido inimaginables tiempo antes.

 

En realidad, los que se mostraban reacios no eran unos cobardes ni unos hombres temerosos de la muerte; habían ya tomado la decisión y se preparaban para el sacrificio, pero daban a conocer su desaprobación porque consideraban que su holocausto se vería desfavorecido por el poco interés y la falta de eficacia de la misión proyectada. Este hecho nos da una nueva luz sobre la mentalidad japonesa y confirma la tesis de su ingenuidad, a la vez que prueba cómo estos hombres no fueron víctimas de una presión conminatoria. Algunos oficiales propusieron que se emplease los últimos buques de la flota en misiones que les parecían más juiciosas como, por ejemplo, el ataque solitario a las líneas americanas de comunicaciones marítimas.

 

Hacia las 13 horas, el contralmirante Komura marchó hacia el acorazado almirante "Yamato", con el fin de exponer la opinión de sus subordinados. Al mismo tiempo, a bordo de la mayoría de los barcos de la expedición, la tripulación se entregaba a numerosos comentarios de los que se desprendía una impresión general de resolución inquebrantable, de tranquilidad de ánimo y abnegación, sentimientos todos que no daban lugar a ninguna duda sobre la determinación de estos hombres, pero, que por otra parte, coexistían con un escepticismo casi general sobre la utilidad de la misión. En Occcidente, tal genero de duda sería por sí mismo suficiente para minar la resolución de luchar y una razón de peso para no sacrificarse.

 

A las 16 horas, el contralmirante Komura volvió al crucero Yahagi. Subió la escalera interior y cuando hizo su aparición en el puente, todos los presentes comprendieron al instante el motivo de la nueva conferencia del estado mayor. En realidad nadie había dudado del resultado más que previsible de esta última entrevista, pero se había alimentado la esperanza de que la misión tendría un objetivo cuya destrucción determinaría consecuencias más concretas y tangibles.

 

El contralmirante Komura se presentó en la sala de reunión del buque, en donde le esperaban todos los comandantes de las diversas unidades. Cpon el rostro lívido y contraido, el almirante miró en silencio a sus subalternos y dijo:

 

"He aceptado órdenes que entrarán rápidamente en vigor. Durante más de una hora me he esforzado en exponer vuestra opinión insistiendo en que también es la mía. Todos los generales presentes me han escuchado con atención. Fue el almirante Kusaka quien tomó la palabra para explicarnos que la operación Ten-go era solo una operación destinada a llamar la atención de la aviación de la marina americana, en tanto que las fuerzas aéreas Kikusui darían el golpe actuando con toda impunidad. Kusaka dió su palabra que esta operación iba a tener una eficacia sin precedentes. Parece ser que nuestros grandes jefes de estado mayor gral. no tienen ya fe en la victoria final y que intentan infligir al enemigo tales daños, que éste se vea obligado a pactar con Japón unas condiciones honorables de paz. Además, tanto el pueblo japones como nuestros dirigentes, no pueden soportar la idea de que el Yamato no utilice sus enormes cañones contra el adversario y que sobreviva a la guerra.

 

El almirante Komura se calló, visiblement abatido. Un pesado silencio se abatió en la sala hasta que alguien tomando la palabra hizo entrar una especie de bocanada de aire fresco:

 

"El país nos ofrece la ocasión de morir dignamente. !Un samurai está siempre dispuesto a dar su vida!"

 

Uno tras otro, todos los oficiales dieron su aprobación, haciéndose partícipes del punto de vista del almirante. En ello hay que ver un rasgo fundamental del carácter y comportamiento marcial de los japoneses. Ya que las objecciones, los consejos o las contraposiciones no habían podido ser aceptadas, era necesario desde aquel momento respetar la sacrosanta regla de obediencia y actuar en consecuencia. Era, pues, una misión sin retorno, aceptada con pleno conocimiento de causa.

 

Algunos comandantes de unidades, todavía más escrupulosos, como el capitán de navío Tameichi Hara, propusieron a aquellos de sus hombres que no estuviesen convencidos por las explicaciones complementarias dadas o que pensaran poder servir mejor al país actuando de otro modo, que desembarcaran y fueran consecuentes no participando en la operación Ten-go.

 

Al final de la tarde, los buques de la 2ª Flota embarcaron el combustible, el agua, los víveres y las municiones, en tanto que se veriicaban los armamentos. La velada se vió señalada con cena de despedida, acompañada por numerosas libaciones de sake. La noche era tranquila y todos los hombres durmieron como si al día siguiente fuera una jornada de rutina, sin ningún otro incidente que la realización de las tareas cotidianas. Este apspecto tan particular del comportamiento nipón era general y tenía su orígen en el de que desde el moemento en que se tomaba una decisión , no importa cual fuese, no había por qué torturarse el espíritu. La continuación y desenlace de esta determinación pertenecía desde entonces a una voluntad superior de la que los hombres eran instrumentos. ¿No hay en ello la prueba de un admirable y patético dominio de sí mismos?

 

El 6 de abril, por la mañana, después de la salutación a la bandera, las tripulaciones continuaban con su trabajo de preparación de sus buques respectivos. Todos los elementos de tiro y detección fueron controlados de nuevo; los objetos inútiles o inflamables, desembarcados en tanto que los enfermos y los alumnos oficiales jóvenes bajaron a tierra según deseos del almirante Kusaka. Muchos hombres escribieron a su familia cartas de adios que, a las 10.15 horas, una embarcación se encargó de llevar hacia su destino. A primeras horas de la tarde la 2ª Flota estaba dispuesta para la marcha. Todo estaba en calma; las tripulaciones se dedicaban a su trabajo con una serenidad sorprendente, como si la tumultosidad que había embargado sus almas durante las horas precedentes no hubiera existido nunca; como si nada fuera a ocurrir.

 

 

 

(Ahora si que he leído lo siguiente. Por ello la acción suprema la trascribiré el próximo día. Ya ha sido emocionante todo lo que hemos leído hoy.)

 

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(Gracias, Rocko. Habia más material visual del Yamato pero me he decidido por esta imágen; que quiere resumir lo que fue el fin del Yamato. También nos quedan las fotos reales de su corta actuación en la precedente batalla de Filipinas.)

 


La operación Ten-go

Los buques, caladas las anclas, se balanceaban al ritmo de la suave marejada del mar Interior. El cielo era de un azul transparente y el soplo de aire de los ligeros vientos alisios traía el perfume de las flores de la cercana tierra. Todo reflejaba la paz y la tranquilidad. A una distancia de algunas millas se `podía divisar la orilla, en donde se distinguían los pequeños pueblos de los pescadores, los campos de cultivo dispuestos escalonadamente y las innumerables bolitas claras de los cerezos en flor, Todo era hermoso y apacible.


A las 16 horas una bandera fue izada en el Yamato: era la órden de levar anclas. Al instante los buques se transformaron en ruidosas y zumbadoras colmenas. El crucero Yahagi fue el primero en ponerse en marcha seguido por los destructores Suzutsuki y Fuyutsuki. Finamalmente, cerraron la marcha los tres destructores Hatsushimo, Asashimo y Kasumi.


La 2ª Flota puso rumbo sudeste, en dirección del canal de Bungo, a una velocidad de 12 nudos. Hacia las 18 horas, los buques llegaron al estrecho, situado entre las islas Shikoku y Kyusiu. La presencia de minas flotantes y de submarinos americanos era bien conocida, por lo que se había recomendado a los vigías que efectuasen una severa vigilancia. No ocurrió ningún accidente ni hubo que lamentar sorpresas desagradables. Poco antes de medianoche la 2ª; Flota nipona entraba en alta mar.


La velocidad había sido aumentada, cuando dos bombarderos cuatrimotores identificados por el ruido de sus motores, lanzaron algunas bombas que fueron a caer lejos de los barcos japoneses. No obstante, este encuentro y el ataque demostraban que el enemigo había descubierto en plena noche los movimientos de la flota japonesa, lo que recordaba una vez más las excelencias del radar americano y, por otro lado, la debilidad de la ténica japonesa en este terreno. Esta intervención inesperada fue para todos un mal presagio.

El Yamato y dos de los destructores poseían un radar antiaéreo de radio de alcance y precisión inferioes al de los americanos. El crucero Yahagi tan solo tenía un radar de alcance horizontal , es decir, para detectar objetivos de supericie. Ninguno poseía un radar de artillería que permitieran a los cañones disparar sin divisar el objetivo. Los oficiales y los marinos no podían dejar de meditar sobre este aviso sin consecuencias, que dejaba augurar lo que iban a ser las próximas horas.

 

En este momento se oyó la señal de reunión que fue acogida con alivio por cuanto contribuía a disminuir la tensión de la atmósfera. Los hombres disponibles se reunieron en la cubierta de proa de su buque, apostándose delante del altavoz. Acababa de llegar un mensaje del almirante Soemu Toyoda, jefe de la flota combinada y los comandantes de las unidades habían recibido la órden de dar lectura del mismo a la tripulación

 

La flota imperial en conjunción con el ejército y las fuerzas aéreas, lanza una gran ofensiva contra las fuerzas enemigas en Okinawa, con el fin de hacer de esta operación la más crucial de la guerra. Cada unidad y cada hombre deben poner todo de su parte para destruir al enemigo y asegurar con ello la continuidad del eterno Imperio del Sol Naciente. La suerte del país depende del éxito de esta misión

 

La mayoría de comandantes de las unidades añadieron otras palabras al mensaje del almirante, con el fin de hacer algún comentario o aducir una interpretación personal. Tameichi Hara, capitán de navío y comandante del Yahagi, dijo:

"Tal como todos vosotros sabéis, centenares de nuestros camaradas de la aviación vienen efectuando desde hace meses ataques Jibaku contra los buques americanos, mediante aparatos cargados de explosivos. Millares de hombres se hallan en espera de poder realizar idénticas misiones sin retorno y centenares de nuestros marinos se preparan para llevar a cabo parecidas hazaasa bordo de torpedos humanos y canoas explosivas. La misión que hoy nos ha sido encomendada tiene el mismo caçácter: el suicidio. Sin embargo, insisto en que no debéis sacrificaros sin estar bien convencidos de ello. No abandonéis la idea de volver con vida; vamos a forzar el paso hasta llegar hasta nuestro objetivo. Si os halláis sin armas y no podéis actuar, escapad para poder participar en el próximo combate, ya que habrá todavía otras batallas. Vuestro deber no es morir, sino vencer."


Los hombres, inmóviles permanecían silenciosos. El comandante se acercó a ellos para verlos mejor, pues la noche era oscura y los pálidos rayos de la luna solo permitían divisar los de la primera fila, pero no los restantes. De entre los reunidos, uno, haciéndose eco de los pensamientos de sus camaradas, interrogó al comandante:"

 

;Comandante. En el curso de mi instrucciónen la Escuela Naval me enseñaron que un oficial debe vivir y morir con su buque y que si este se va a pique debe hundirse con él. Cómo puede conciliarse esto con lo que Vd acaba de decirnos?

 

El comandante pareciía contento de que se le formulara una pregunta del tal clase. Ardía en deseos de reanudar el diálogo, que era muy de su agrado y, por otra parte, el laconismo y el carácter del mensaje del almirante le habían perturbado. Hara respondió entonces:

 

"Lo que os han enseñado continúa estando en vigor, pero la situción ha cambiado mucho. El enemigo posee una tal superioridad material que nosotros, actuando de esta forma, le seguimos el juego. Sufrimos de falta de material, pero nos hallamos, ante todo, faltos de personal de alta competencia, el cual es dificil de obtener y requiere mucho tiempo para ser formado. Si nuestro buque se va a pique, los astilleros construirán más, pero si nos sacrificamos no podremos ser reemplazados. El código Bushido de los samurai nos enseña que debemos estar siempre dispuestos a morir, pero esto no quiere decir que debamos suicidarnos a la menor ocasión. La tradición quiere que vivamos y combatamos lo mejor posible a fin de que llegada la hora de morir no tengamos nada que lamentar ni nos perturbe ningún remordimiento. La operación Ten-go va a permitir cambiar la suerte de la guerra y si ello nos lleva a perder nuestra vida será tan solo una consecuencia y no una fatalidad. ¿QUedáis satisfechos con mi respuesta?

 

El joven oficial, algo confuso por haber tomado la palabra, quedó tranquilo, dando sensación de hallarse covencido:

 

"Sí, mi comandante. Os lo agradezco infinitamente, y me permito deciros que compartimos vuestro punto de vista".

 

La flota continuó su rumbo hacia el sur y procedió a realizar algunos ejercicios de interceptación para barcos de superficie. Los buques avanzaban a su velocidad para efectuar los simulacros de ataque y defensa; luego volvieron a tomar el camino en zigzag a una velocidad de crucero.

 

Hacia las 2,45 horas, el submarino americano Hackleback (SS 295) que navegaba por la superficie, detectó por el radar la escuadra enemiga en la costa sudeste de Kyusiu. Su comandante pudo identificar la gran mole característica del Yamato, enviando rápidamente un mensaje de contacto. Los operadores de radio japoneses de la 2ª Flota captaron las señales emitidas por el submarino americano, pero no se intentó ninguna persecución. Por su parte el submarino americano tampoco atacó. El almirante Ito fue informado, y decidió dirigirse lo más cerca de la costa con el fin de que los ecos de los buques vinieran a confundirse en las indiscretas panatallas de radar de un eventual adversario.

 

 

 

(Hoy vengo de terminar el libro que ayer describí: "Okinawa, le coup de grâce". Por ello no pude comprobar si la transcripción que seguía de "La epopeya Kamikaze" era lo siguiente a subir: la batalla. Será, pues, mañana cuando subiré el crucial enfrentamiento tan esperado. Disculpas.)

 

Saludos

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(Seguimos, pues, en el mismo día que está a punto de amanecer)

 

A las 3 de la mañana, a bordo del buque insignia americano, un operador de radio llamó a la puerta de la cabina donde reposaba el almirante Spruance. El jefe de la 5ª Flota se levantó de un salto.La telecomunicación anunció:

 

"Almirante. ¡Eñ Yamato salió de su base!"

 

Spruance echó una rápida ojeada al mapa donde se hallaban señaladas las posiciones relativas de las diferentes escuadras americanas. Excelente estratega, el almirante comprendió la situación y en tanto que volvía a la cama con una tranquilidad que sorprendió a los informadores, dijo:

 

"¡Pónganse en contacto con Mitscher! ¡Que se ocupe él de este asunto!".

 

A primeras horas de este 7 de abril, los vigías japoneses escrutaban el mar y el cielo. La luna desaparecía tras espesas y sombrías nubes. El tiempo empezaba a estropearse y el mar se agitaba dentro de una oscuridad total. La 2ª Flota japonesa pasó por la punta sudeste de Kyusiu a la velocidad de 20 nudos, aplicando el esquema de zigzags irregulares con el fin de despistar a los eventuales asaltantes submarinistas. A las 4 horas, el almirante Ito ordenó dirigirse al oeste-noroeste. Era una estratagema destinada a hacer creer a los observadores americanos - que el almirante suponía no se hallaban lejos - que la flota tomaba ruta hacia la costa oeste de Kyusiu, en dirección a Sasebo. Esta maniobra retardaba la aproximación, pero podía engañar al adversario.

 

A las 7 horas se ordenó un nuevo cambio de dirección. Se tomó rumbo 210, es decir, al sudoeste y se estableció la velocidad de 24 nudos (44 kms/h). La 2ª Flota adoptó entonces la disposición circular con el fin de presentar la mejor defensa antisubmarina. Colocado en círculo alrededor del Yamato y a una distancia de unos 2000 m, los buques continuaron su marcha en zigzag. El tiempo no mejoraba y pesadas nubes oscurecían el cielo, cuya alba se teñía de gris palido. El sol no lograba atravesar esta espesa capa que caía hasta casi el ras del mar.

 

Hacia las 7.30 horas, 20 cazas Zero de la 5ª Flota volaron encima de la escuadra, asegurando la defensa aérea hasta las 11 horas.Estos aviones no tuvieron ningún contacto con el enemigo y su papel fue tan solo el de simple presencia muy reconfortante para los marinos. Poco después de la llegada de estos aparatos se transmitió la órden de hacer despegar los aviones embarcados para que se dirigieran a la base de Ibusuki. Un hidroavión del Yamato y uno del Yahagi izaron el vuelo y antes de hacer rumbo hacia Kyusiu, dieron, en señal de adios, algunas vueltas alrededor de la escuadra.

 

A las 8 horas comenzó a caer una fina lluvia que redujo todavía más la visibilidad. Poco después los operadores japoneses de radio pudieron escuchar conversaciones mantenidas entre aviones y buques americanos, las cuales probaban que el enemigo seguía por radar la marcha de la 2ª Flota. Las inteligentes maniobras y los complicados zigzags que había ordenado el almirante Ito se revelaban como inútiles. Ningún moviminto de los buques podía escapar a la vigilancia americana.

 

En el dominio americano, las disposiciones tomadas en el curso de la noche empezaban a ser puestas en práctica. A las 4 horas de la mañana, la flota de portaviones del almirante Mitscher tomó rumbo hacia el noreste, con el fin de aproximarse al enemigo. Antes de nacer el nuevo día, habían despegado de los puentes del portaaviones y de la nueva base de Kerama Retto numerosos aparatos de recco. Durante este tiempo, la flota del contralmirante Morton Deyo, que se hallaba constituida por 6 acorazados, 7 cruceros y 21 destructores se había dirigido hacia el nor-noreste con el fin de interponerse entre el enemigo y los buques de la flota de invasión en aguas de Okinawa. Esta escuadra debía iniciar el combate en el caso de que los ataques aéreos previstos no se vieran coronados por el éxito.

 

 

La última batalla naval

 

Fue un avión de recco. procedente del portaviones Essex el que tomó, hacia las 8 horas, el primer contacto de radar con la flota japonesa. El aparatos americano se hallaba fuera del alcance de la DCA nipona y a las 8.30 horas transmitió el mensaje de su descubrimiento. Desde entonces el contacto fue mantenido permanentemente mediante aviones que se relevaban ininterrumpidamente. El almirante Marc A Mitscher estaba decidido a labrarse una hermosa victoria y, dirigiéndose siempre hacia el norte, dió órden de preparar todos los aviones disponibles, es decir 386 aparatos repartidos en dos grupos de ataque.

 

Hacia las 9 horas, el destructor japonés Asashimo tuvo problemas mecánicos que obligaron a su comandante, el capitán de fragata Yoshiro Sugihara, a reducir la velocidad del barco. Poco a poco el destructor se fue alejando del resto de la escuadra japonesa, en tanto que los mecánicos intentaban reparar las averías . El almirante Ito se inquietaba y a las 9.10 horas ordenó se efectuara un cambio de ruta nor-noroeste con el fin de despistar al enemigo y permitir al Asashimo llegar hasta los demás buques de la escuadra. Hacia las 10 horas, el destructor japones no habíaa podido reunirse todavía con la flota y se le perdió de vista. Tuvo que quedarse lejos del grupo sin poder recuperar su gran velcoidad.

 

A las 10 horas, la Task Force 58 del almirante Mitscher, llegó al punto previsto para el lanzamiento de sus aviones, lugar situado a unas 200 millas de la posición del enemigo. Empezaron a despegar los primeros aparatos y media hora más tarde terminó el agrupamiento de la 1ª sección de ataque. La gran formación aérea americana hizo rumbo hacia el noreste, dirigiéndose directamente hacia el enemigo.

 

En este momento, los dos hidroaviones embarcados (uno del Yamato y el tro del Yahgi) fueron catapultados y enviados de nuevo a Kyusiu. Los marinos japoneses vieron con tristeza la marcha de los aparatos, pero era evidente que estos aviones ligeros y escasamente armados no tenían ninguna posibilidad de éxito frente al enemigo. Lanzarlos al ataque de los observadores americanos equivalía a empujarlos a una inutil destrucción.

 

Las radios niponas captaron nuevos smensajes enemigos que demostraban que el último cambio de ruta realizado por la 2ª Flota no había permitido a ésta eludir la viigilancia de los aviones recco. americanos. El almirante Ito se dió cuenta de ello y a las 11.15 horas ordenó marchar en dirección suroeste, dirigiéndose hacia el objetivo. Hacia las 11.30, los vigías japoneses divisaron, sin sorpresa alguna un hidroavión americano que seguía un camino paralelo, tomando grandes precauciones para no ponerse a tiro de la artillería nipona. Este aparato enemigo, procedente de la base de Kerama Retto, pudo mantener el contacto y transmitir útiles informaciones a los mandos americanos.

 

En este instante llegó un mensaje dirigido a la escuadra nipona. El operador de radio anunció: "La estación de Amami O Shima anuncia el paso a las 11.20 horas de unos 250 aviones enemigos con ruta noroeste.

 

El almirante Komura y el comandante Hara se miraron en silencio. Calculaban que dentro de una hora estos aviones estarían volando sobre ellos. Komura, no pudo dejar de observar con amarga sonrisa: "¡Ya están aquí!".

 

El almirante Ito transmitió el mensaje anunciando a todos los buques el vuelo enemigo y ordenó dar más amplitud al dispositivo, trasladando el círculo a 5000 m de radio. En todos los barcos fueron de nuevo limpiados y verificiados los aparatos de medición en tanto que los artilleros preparaban sus armas y se ocupaban con esmero de los aprovisionamientos de las munciones. Se asistía a una extraña y patética vela de armas. El peligro anunciado era muy grave y el probable desenlace bien conocido; no obstante, todos los marinos japoneses realizaban todas sus tareas con una calma y flema notables. Al mediodía, la tripulación comió en medio de una atmósfera tensa, pero silenciosa. Todos pensaban en la inminencia del combate que iba a ser, para muchos, el último.

 

El radar del Yamato, que hasta el momento no había realizado ningún importante servicio, empezó a partir de las 12.15 horas a registrar ecos aéreos muy característicos. El buque almirante transmitió rápidamente: "Numerosos aviones no identificados a 30000 pies por 35º sobre babor . 12.20 horas. Aumentar la velocidad de 32 y prepararse para rechazar un importante ataque aéreo".

 

Los buques nipones acrecieron la velocidad de la marcha, navegando a 30 nudos (55 kms/h) y levantando a su paso enormes cantidades espuma. El tiempo era todavía oscuro; espesas nubes flotaban a bajo nivel limitando la visibilidad a unos 1500 m. La luminosidad y la visibilidad eran escasas. De repente, un chaparrón cegó a los barcos japoneses durante algunos minutos. No podían darse peores condiciones metereológicas para hacer frente a un ataque aéreo. Los artilleros, incapaces de prever por qué lado haría su aparición el enemigo, hacían girar las torrecillas en todas las direcciones. Era evidente que con un tiempo tan encapotado los aviones americanos atacarían a corta distancia para que la defensa no tuviera tiempo de organizarse y actuar con eficacia.

 

 

 

(Otra vez me van a acusar de interrumpir el relato en su momento álgido. Nada más lejos de la realidad: además no creo estropear el suspense, ¿no?. Mañana, el resto. )

 

Saludos

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Buenosss

 

(Conozcamos la suerte del Yamato, flor y nata de la Flota Imperial japonesa.)

 

Tras el Punto y Aparte reglamentario.)

 

 

El almirante Komura había calculado que los asaltantes llegarían cerca de las 12.30 horas. Pero antes levantó instintivamente los ojos hacia las nubes: no vió nada, pero le pareció escuchar unos zumbidos confusos y lejanos. Evitó todo comentario para que nadie participara de sus temores. Y no se equivocó: a las 12.30 horas, un vigía del Yamato anunciaba: "Dos aviones frente a babor"

 

La transmisión de la alerta fue inmediata. El almirante Komura y muchos otros hombres dirigieron sus mirada en aquella dirección y pudieron ver dos puntos negros de contornos todavía mal definidos. Emergiendo poco a poco de entre las masas algodonosas fueron haciendo su aparición 40 aviones. Era como si surgieran de la nada. Los aparatos americanos actuaron sin prisas; dieron varias vueltas bajo el cielo nublado y escogieron tranquilamente sus blancos, manteniéndose siempre fuera del alcance de los cañones nipones. La artillería japonesa abrió fuego hacia las 12.32 horas, pero viendo la inutilidad de ello suspendió el cañoneo. Tan solo continuaron lanzándose algunos disparos esporádicos de pequeño calibre.

 

Había algo de irreal en aquellos momentos. Los aviones parecían trenzar un ballet gigante sobre los majestuosos buques que dejaban tras de sí enormes estelas de espuma blanquecina. Era un bello carrusel cuya contempalción hubiera sido maravilllosa de no saber que era el preludio de un horrible drama. De repente, los primeros grupos de aviones cayeron contra los objetivos.

 

A las 12.34 horas, los cazas Hellcat, los bombarderos en picado Helldiver y los aviones torpederos Avenger se lanzaron al unísono sobre la flota nipona. La DCA se desató, pero le faltaba fuerza y precisión. Desprovista de radar de tiro y entorpecida por la falta de visibilidad, así como por la multiplicidad de atacantes, no pudo alzar la tan esperada infranqueable barrera. Los 9 enormes cañones de 457 mm del Yamato lanzaban obuses del tipo 3 Beehive que explotaban un segundo después de ser lanzados.

 

Los primeros asaltantes ya empezaban a lanzar sus proyectiles sobre los barcos japoneses, los cuales describían locas maniobras para evitar bombas y torpedos. Los cazas Hellcat efectuaban efectuaban rápidos vuelos de un lado al otro y sembraban de balas del 12,7 mm las partes superiores del buque y los puentes, ocasionando la muerte de muchos de los hombres. El ataque conjugado de los Helldiver y de los Avenger hacía dificil la defensa y a veces casi imposible. Cuando un barco esquivaba una tanda de torpedos se colocaba entonces en el area de tiro de un bombardero en picado y viceversa. No hay que dudar en que el Yamato fue escogido como principal objetivo de los asaltantes, pero todos los demás barcos fueron también atacados, incluso el destructor Asashimo, situado siempre detrás de la 2ª Flota.

 

 

El fin de una marina

 

Fue el Yamato quien tuvo el desgraciado honor de ser tocado el primero. A las 12.40 dos bombas vinieron a explotar al pie de su torre, provocando grandes daños y ocasionando la muerte de los encargados de las ametralladoras antiaéreas. Minutos más tarde, le alcanzó el primer torpedo, el cual reventó los costados del barco. Uno tras otro, decenas de aviones americanos, se lanzaron contra el barco asestándole duros golpes. Varias unidades niponas habían sido tan gravemente atacadas que su suerte estaba ya echada.

 

El crucero Yahagi dió algunos rodeos con habilidad esquivando varios proyectiles, pero a las 12.45 horas, un torpedo le tocó en pleno centro de la línea de flotación. Un minuto y el Yahagi se paró: las máquinas habían sido dañadas. Víctima de unos ataques a ritmo infernal, el Yahagi recibió sin interrupción una bomba en la parte delantera y otra en la posterior. Devastadas sus extremidades y reventadas sus partes laterales, el hermoso crucero comenzaba a inclinarse. Además la inmovilización a que se veía condenado permitió a los aviadores americanos arremeter de nuevo contra él con unas posibilidades de éxito total. No pueden ser evaluados con certeza el número de bombas y torpedos que recibió el Yahagi, pero se calcula pasaron de la decena.

 

Durante este tiempo, el Yamato sufrió más numerosos y más encarnizados ataques. Inclinado hasta el máximo por estribor, el gigantesco acorazado ya no era más que una enorme masa de metal retorcido y ardiente. Había gran cantidad de hombres muertos, en su mayoría mutilados. Los cuerpos y regueros de sangre resbalaban a lo largo del puente, yendo a caer al mar. En este estado encontró al Yamato la segunda oleada de aviones atacantes. Nuevas bombas y torpedos aumentaron las destrucciones y la inclinación del gran barco llegó a tal extremo que se podía ver su carena de babor y una de sus hélices.

 

A las 14.05 el vicealmirante Ito ordenó la evacuación. Los supervivientes se lanzaron al agua, pero a pesar de la insistencia de muchos de sus oficiales, el almirante Ito y el comandante Aruga se negaron a acompañarles. A las 14.17 golpeó al Yamato el último de los 11 torpedos recibidos, abriéndole una nueva y amplia brecha. A las 14.20 la inclinación transversal del barco alcanzó los 20º. Era el fin. Explosiones internas hicieron estremecer su enorme casco, que en una última sacudida quedó arrasado. A las 14.23 horas, el Yamato, envuelto en una gran nube de humo, cavó su líquida tumba en medio de un monstruso remolino cuya poderosa absorción engulló a muchos que, huyendo, nadaban en las proximidades: 2498 marinos, o sea la casi totalidad de su tripulación, hallaron la muerte en el curso de la batalla y en el naufragio. El Yamato desapareció en los abismos arrastrando consigo al almirante Ito, al comandante Aruga y los cuerpos de gran número de miembros de la tripulación.

 

El Yahagi se había ido ya a pique, Los destructores Isokaze, Kasumi,Hamakaze y Asashimo habían sido tambien destruidos por el enemigo o sufrían averías de tal grado que los demás buques terminaron de arrasarlos. Los 3 destructores Fuyutsuki, Suzutsuki y Yukuzake habían sido más o menos dañados, pero lograron tomar la ruta hacia Sasebo antes de que finalizase el ataque aéreo. La parte delantera del Suzutsuki había sido arrancada por un torpedo y el buque se vió obligado a hacer marcha atrás apara que la presión del agua no entrase por los tabiques estancos. Solo el destructor Hatsushimo permanecía casi indemen y fue el único barco que quedó en el campo de batalla para salvar a los supervivientes. Llegó a Sasebo el 8 de abril al mediodía, portando un centenar de naufragos.

 

Había terminado ya esta batalla que entró en la historia bajo el vocablo de "Batalla de Bonomisaki", pero a la que nosotros denominaremos "última batalla naval de la guerra del Pacífico". Es obvio que no pudo alcanzarse el fin propuesto y 3.665 marinos habían hallado inutilmente la muerte. Además, la desaparición del Yamato, del Yahagi y de los destructores era el toque de difuntos para la fenecida y orgullosa flota imperial.

 

Por en contrario, en el campo americano las pérdidas se elevaban tan solo a 10 aparatos sobre los 386 que habían ejecutado estos furiosos ataques. Además estos 10 aviones no habaían sido tocados todos por la DCA nipona, ya que algunos cayeron por accidente. La gran victoria americana había costado la vida de 12 aviadores.

 

A su llegada a Sasebo los supervivientes japoneses de la operación Teen-go se enteraron del mensaje del aalmairante Toyoda. El texto era largo, enfático y erróneo, terminando con una frase que no despertó más que una profunda incredulidad entre estos hombres cansados y maltrechos: "El heróico sacrificio de la flota ha permitido a los aviones de la fuerza especial obtener grandes resultados".

 

El contralmirante Kenzo Komura leyó el mensaje; luego, sin hacer el menor comentario y con una sonrisa crispada que demostraba su pesar y desencanto, lo tendió a sus subordinados.

 

 

 

(Y esto fue en resúmen lo acontecido referente a la pérdida de la joya de la corona de la Flota Combinada japonesa. Ya no había ni consecuencias que sacar. Okinawa estaba ya a punto de ser totalmente ocupada. ¿Lo siguiente serían las islas metropolitanas?

 

Saludos



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(Conozcamos la suerte del Yamato, flor y nata de la Flota Imperial japonesa.)

 

Tras el Punto y Aparte reglamentario.)

 

 

El almirante Komura había calculado que los asaltantes llegarían cerca de las 12.30 horas. Pero antes levantó instintivamente los ojos hacia las nubes: no vió nada, pero le pareció escuchar unos zumbidos confusos y lejanos. Evitó todo comentario para que nadie participara de sus temores. Y no se equivocó: a las 12.30 horas, un vigía del Yamato anunciaba: "Dos aviones frente a babor"

 

La transmisión de la alerta fue inmediata. El almirante Komura y muchos otros hombres dirigieron sus mirada en aquella dirección y pudieron ver dos puntos negros de contornos todavía mal definidos. Emergiendo poco a poco de entre las masas algodonosas fueron haciendo su aparición 40 aviones. Era como si surgieran de la nada. Los aparatos americanos actuaron sin prisas; dieron varias vueltas bajo el cielo nublado y escogieron tranquilamente sus blancos, manteniéndose siempre fuera del alcance de los cañones nipones. La artillería japonesa abrió fuego hacia las 12.32 horas, pero viendo la inutilidad de ello suspendió el cañoneo. Tan solo continuaron lanzándose algunos disparos esporádicos de pequeño calibre.

 

Había algo de irreal en aquellos momentos. Los aviones parecían trenzar un ballet gigante sobre los majestuosos buques que dejaban tras de sí enormes estelas de espuma blanquecina. Era un bello carrusel cuya contempalción hubiera sido maravilllosa de no saber que era el preludio de un horrible drama. De repente, los primeros grupos de aviones cayeron contra los objetivos.

 

A las 12.34 horas, los cazas Hellcat, los bombarderos en picado Helldiver y los aviones torpederos Avenger se lanzaron al unísono sobre la flota nipona. La DCA se desató, pero le faltaba fuerza y precisión. Desprovista de radar de tiro y entorpecida por la falta de visibilidad, así como por la multiplicidad de atacantes, no pudo alzar la tan esperada infranqueable barrera. Los 9 enormes cañones de 457 mm del Yamato lanzaban obuses del tipo 3 Beehive que explotaban un segundo después de ser lanzados.

 

Los primeros asaltantes ya empezaban a lanzar sus proyectiles sobre los barcos japoneses, los cuales describían locas maniobras para evitar bombas y torpedos. Los cazas Hellcat efectuaban efectuaban rápidos vuelos de un lado al otro y sembraban de balas del 12,7 mm las partes superiores del buque y los puentes, ocasionando la muerte de muchos de los hombres. El ataque conjugado de los Helldiver y de los Avenger hacía dificil la defensa y a veces casi imposible. Cuando un barco esquivaba una tanda de torpedos se colocaba entonces en el area de tiro de un bombardero en picado y viceversa. No hay que dudar en que el Yamato fue escogido como principal objetivo de los asaltantes, pero todos los demás barcos fueron también atacados, incluso el destructor Asashimo, situado siempre detrás de la 2ª Flota.

 

 

El fin de una marina

 

Fue el Yamato quien tuvo el desgraciado honor de ser tocado el primero. A las 12.40 dos bombas vinieron a explotar al pie de su torre, provocando grandes daños y ocasionando la muerte de los encargados de las ametralladoras antiaéreas. Minutos más tarde, le alcanzó el primer torpedo, el cual reventó los costados del barco. Uno tras otro, decenas de aviones americanos, se lanzaron contra el barco asestándole duros golpes. Varias unidades niponas habían sido tan gravemente atacadas que su suerte estaba ya echada.

 

El crucero Yahagi dió algunos rodeos con habilidad esquivando varios proyectiles, pero a las 12.45 horas, un torpedo le tocó en pleno centro de la línea de flotación. Un minuto y el Yahagi se paró: las máquinas habían sido dañadas. Víctima de unos ataques a ritmo infernal, el Yahagi recibió sin interrupción una bomba en la parte delantera y otra en la posterior. Devastadas sus extremidades y reventadas sus partes laterales, el hermoso crucero comenzaba a inclinarse. Además la inmovilización a que se veía condenado permitió a los aviadores americanos arremeter de nuevo contra él con unas posibilidades de éxito total. No pueden ser evaluados con certeza el número de bombas y torpedos que recibió el Yahagi, pero se calcula pasaron de la decena.

 

Durante este tiempo, el Yamato sufrió más numerosos y más encarnizados ataques. Inclinado hasta el máximo por estribor, el gigantesco acorazado ya no era más que una enorme masa de metal retorcido y ardiente. Había gran cantidad de hombres muertos, en su mayoría mutilados. Los cuerpos y regueros de sangre resbalaban a lo largo del puente, yendo a caer al mar. En este estado encontró al Yamato la segunda oleada de aviones atacantes. Nuevas bombas y torpedos aumentaron las destrucciones y la inclinación del gran barco llegó a tal extremo que se podía ver su carena de babor y una de sus hélices.

 

A las 14.05 el vicealmirante Ito ordenó la evacuación. Los supervivientes se lanzaron al agua, pero a pesar de la insistencia de muchos de sus oficiales, el almirante Ito y el comandante Aruga se negaron a acompañarles. A las 14.17 golpeó al Yamato el último de los 11 torpedos recibidos, abriéndole una nueva y amplia brecha. A las 14.20 la inclinación transversal del barco alcanzó los 20º. Era el fin. Explosiones internas hicieron estremecer su enorme casco, que en una última sacudida quedó arrasado. A las 14.23 horas, el Yamato, envuelto en una gran nube de humo, cavó su líquida tumba en medio de un monstruso remolino cuya poderosa absorción engulló a muchos que, huyendo, nadaban en las proximidades: 2498 marinos, o sea la casi totalidad de su tripulación, hallaron la muerte en el curso de la batalla y en el naufragio. El Yamato desapareció en los abismos arrastrando consigo al almirante Ito, al comandante Aruga y los cuerpos de gran número de miembros de la tripulación.

 

El Yahagi se había ido ya a pique, Los destructores Isokaze, Kasumi,Hamakaze y Asashimo habían sido tambien destruidos por el enemigo o sufrían averías de tal grado que los demás buques terminaron de arrasarlos. Los 3 destructores Fuyutsuki, Suzutsuki y Yukuzake habían sido más o menos dañados, pero lograron tomar la ruta hacia Sasebo antes de que finalizase el ataque aéreo. La parte delantera del Suzutsuki había sido arrancada por un torpedo y el buque se vió obligado a hacer marcha atrás apara que la presión del agua no entrase por los tabiques estancos. Solo el destructor Hatsushimo permanecía casi indemen y fue el único barco que quedó en el campo de batalla para salvar a los supervivientes. Llegó a Sasebo el 8 de abril al mediodía, portando un centenar de naufragos.

 

Había terminado ya esta batalla que entró en la historia bajo el vocablo de "Batalla de Bonomisaki", pero a la que nosotros denominaremos "última batalla naval de la guerra del Pacífico". Es obvio que no pudo alcanzarse el fin propuesto y 3.665 marinos habían hallado inutilmente la muerte. Además, la desaparición del Yamato, del Yahagi y de los destructores era el toque de difuntos para la fenecida y orgullosa flota imperial.

 

Por en contrario, en el campo americano las pérdidas se elevaban tan solo a 10 aparatos sobre los 386 que habían ejecutado estos furiosos ataques. Además estos 10 aviones no habaían sido tocados todos por la DCA nipona, ya que algunos cayeron por accidente. La gran victoria americana había costado la vida de 12 aviadores.

 

A su llegada a Sasebo los supervivientes japoneses de la operación Teen-go se enteraron del mensaje del aalmairante Toyoda. El texto era largo, enfático y erróneo, terminando con una frase que no despertó más que una profunda incredulidad entre estos hombres cansados y maltrechos: "El heróico sacrificio de la flota ha permitido a los aviones de la fuerza especial obtener grandes resultados".

 

El contralmirante Kenzo Komura leyó el mensaje; luego, sin hacer el menor comentario y con una sonrisa crispada que demostraba su pesar y desencanto, lo tendió a sus subordinados.

 

 

 

(Y esto fue en resúmen lo acontecido referente a la pérdida de la joya de la corona de la Flota Combinada japonesa. Ya no había ni consecuencias que sacar. Okinawa estaba ya a punto de ser totalmente ocupada. ¿Lo siguiente serían las islas metropolitanas?

 

Saludos



Buenosss

 

(Conozcamos la suerte del Yamato, flor y nata de la Flota Imperial japonesa.)

 

Tras el Punto y Aparte reglamentario.)

 

 

El almirante Komura había calculado que los asaltantes llegarían cerca de las 12.30 horas. Pero antes levantó instintivamente los ojos hacia las nubes: no vió nada, pero le pareció escuchar unos zumbidos confusos y lejanos. Evitó todo comentario para que nadie participara de sus temores. Y no se equivocó: a las 12.30 horas, un vigía del Yamato anunciaba: "Dos aviones frente a babor"

 

La transmisión de la alerta fue inmediata. El almirante Komura y muchos otros hombres dirigieron sus mirada en aquella dirección y pudieron ver dos puntos negros de contornos todavía mal definidos. Emergiendo poco a poco de entre las masas algodonosas fueron haciendo su aparición 40 aviones. Era como si surgieran de la nada. Los aparatos americanos actuaron sin prisas; dieron varias vueltas bajo el cielo nublado y escogieron tranquilamente sus blancos, manteniéndose siempre fuera del alcance de los cañones nipones. La artillería japonesa abrió fuego hacia las 12.32 horas, pero viendo la inutilidad de ello suspendió el cañoneo. Tan solo continuaron lanzándose algunos disparos esporádicos de pequeño calibre.

 

Había algo de irreal en aquellos momentos. Los aviones parecían trenzar un ballet gigante sobre los majestuosos buques que dejaban tras de sí enormes estelas de espuma blanquecina. Era un bello carrusel cuya contempalción hubiera sido maravilllosa de no saber que era el preludio de un horrible drama. De repente, los primeros grupos de aviones cayeron contra los objetivos.

 

A las 12.34 horas, los cazas Hellcat, los bombarderos en picado Helldiver y los aviones torpederos Avenger se lanzaron al unísono sobre la flota nipona. La DCA se desató, pero le faltaba fuerza y precisión. Desprovista de radar de tiro y entorpecida por la falta de visibilidad, así como por la multiplicidad de atacantes, no pudo alzar la tan esperada infranqueable barrera. Los 9 enormes cañones de 457 mm del Yamato lanzaban obuses del tipo 3 Beehive que explotaban un segundo después de ser lanzados.

 

Los primeros asaltantes ya empezaban a lanzar sus proyectiles sobre los barcos japoneses, los cuales describían locas maniobras para evitar bombas y torpedos. Los cazas Hellcat efectuaban efectuaban rápidos vuelos de un lado al otro y sembraban de balas del 12,7 mm las partes superiores del buque y los puentes, ocasionando la muerte de muchos de los hombres. El ataque conjugado de los Helldiver y de los Avenger hacía dificil la defensa y a veces casi imposible. Cuando un barco esquivaba una tanda de torpedos se colocaba entonces en el area de tiro de un bombardero en picado y viceversa. No hay que dudar en que el Yamato fue escogido como principal objetivo de los asaltantes, pero todos los demás barcos fueron también atacados, incluso el destructor Asashimo, situado siempre detrás de la 2ª Flota.

 

 

El fin de una marina

 

Fue el Yamato quien tuvo el desgraciado honor de ser tocado el primero. A las 12.40 dos bombas vinieron a explotar al pie de su torre, provocando grandes daños y ocasionando la muerte de los encargados de las ametralladoras antiaéreas. Minutos más tarde, le alcanzó el primer torpedo, el cual reventó los costados del barco. Uno tras otro, decenas de aviones americanos, se lanzaron contra el barco asestándole duros golpes. Varias unidades niponas habían sido tan gravemente atacadas que su suerte estaba ya echada.

 

El crucero Yahagi dió algunos rodeos con habilidad esquivando varios proyectiles, pero a las 12.45 horas, un torpedo le tocó en pleno centro de la línea de flotación. Un minuto y el Yahagi se paró: las máquinas habían sido dañadas. Víctima de unos ataques a ritmo infernal, el Yahagi recibió sin interrupción una bomba en la parte delantera y otra en la posterior. Devastadas sus extremidades y reventadas sus partes laterales, el hermoso crucero comenzaba a inclinarse. Además la inmovilización a que se veía condenado permitió a los aviadores americanos arremeter de nuevo contra él con unas posibilidades de éxito total. No pueden ser evaluados con certeza el número de bombas y torpedos que recibió el Yahagi, pero se calcula pasaron de la decena.

 

Durante este tiempo, el Yamato sufrió más numerosos y más encarnizados ataques. Inclinado hasta el máximo por estribor, el gigantesco acorazado ya no era más que una enorme masa de metal retorcido y ardiente. Había gran cantidad de hombres muertos, en su mayoría mutilados. Los cuerpos y regueros de sangre resbalaban a lo largo del puente, yendo a caer al mar. En este estado encontró al Yamato la segunda oleada de aviones atacantes. Nuevas bombas y torpedos aumentaron las destrucciones y la inclinación del gran barco llegó a tal extremo que se podía ver su carena de babor y una de sus hélices.

 

A las 14.05 el vicealmirante Ito ordenó la evacuación. Los supervivientes se lanzaron al agua, pero a pesar de la insistencia de muchos de sus oficiales, el almirante Ito y el comandante Aruga se negaron a acompañarles. A las 14.17 golpeó al Yamato el último de los 11 torpedos recibidos, abriéndole una nueva y amplia brecha. A las 14.20 la inclinación transversal del barco alcanzó los 20º. Era el fin. Explosiones internas hicieron estremecer su enorme casco, que en una última sacudida quedó arrasado. A las 14.23 horas, el Yamato, envuelto en una gran nube de humo, cavó su líquida tumba en medio de un monstruso remolino cuya poderosa absorción engulló a muchos que, huyendo, nadaban en las proximidades: 2498 marinos, o sea la casi totalidad de su tripulación, hallaron la muerte en el curso de la batalla y en el naufragio. El Yamato desapareció en los abismos arrastrando consigo al almirante Ito, al comandante Aruga y los cuerpos de gran número de miembros de la tripulación.

 

El Yahagi se había ido ya a pique, Los destructores Isokaze, Kasumi,Hamakaze y Asashimo habían sido tambien destruidos por el enemigo o sufrían averías de tal grado que los demás buques terminaron de arrasarlos. Los 3 destructores Fuyutsuki, Suzutsuki y Yukuzake habían sido más o menos dañados, pero lograron tomar la ruta hacia Sasebo antes de que finalizase el ataque aéreo. La parte delantera del Suzutsuki había sido arrancada por un torpedo y el buque se vió obligado a hacer marcha atrás apara que la presión del agua no entrase por los tabiques estancos. Solo el destructor Hatsushimo permanecía casi indemen y fue el único barco que quedó en el campo de batalla para salvar a los supervivientes. Llegó a Sasebo el 8 de abril al mediodía, portando un centenar de naufragos.

 

Había terminado ya esta batalla que entró en la historia bajo el vocablo de "Batalla de Bonomisaki", pero a la que nosotros denominaremos "última batalla naval de la guerra del Pacífico". Es obvio que no pudo alcanzarse el fin propuesto y 3.665 marinos habían hallado inutilmente la muerte. Además, la desaparición del Yamato, del Yahagi y de los destructores era el toque de difuntos para la fenecida y orgullosa flota imperial.

 

Por en contrario, en el campo americano las pérdidas se elevaban tan solo a 10 aparatos sobre los 386 que habían ejecutado estos furiosos ataques. Además estos 10 aviones no habaían sido tocados todos por la DCA nipona, ya que algunos cayeron por accidente. La gran victoria americana había costado la vida de 12 aviadores.

 

A su llegada a Sasebo los supervivientes japoneses de la operación Teen-go se enteraron del mensaje del aalmairante Toyoda. El texto era largo, enfático y erróneo, terminando con una frase que no despertó más que una profunda incredulidad entre estos hombres cansados y maltrechos: "El heróico sacrificio de la flota ha permitido a los aviones de la fuerza especial obtener grandes resultados".

 

El contralmirante Kenzo Komura leyó el mensaje; luego, sin hacer el menor comentario y con una sonrisa crispada que demostraba su pesar y desencanto, lo tendió a sus subordinados.

 

 

 

(Y esto fue en resúmen lo acontecido referente a la pérdida de la joya de la corona de la Flota Combinada japonesa. Ya no había ni consecuencias que sacar. Okinawa estaba ya a punto de ser totalmente ocupada. ¿Lo siguiente serían las islas metropolitanas?

 

Saludos



Buenosss

 

(Conozcamos la suerte del Yamato, flor y nata de la Flota Imperial japonesa.)

 

Tras el Punto y Aparte reglamentario.)

 

 

El almirante Komura había calculado que los asaltantes llegarían cerca de las 12.30 horas. Pero antes levantó instintivamente los ojos hacia las nubes: no vió nada, pero le pareció escuchar unos zumbidos confusos y lejanos. Evitó todo comentario para que nadie participara de sus temores. Y no se equivocó: a las 12.30 horas, un vigía del Yamato anunciaba: "Dos aviones frente a babor"

 

La transmisión de la alerta fue inmediata. El almirante Komura y muchos otros hombres dirigieron sus mirada en aquella dirección y pudieron ver dos puntos negros de contornos todavía mal definidos. Emergiendo poco a poco de entre las masas algodonosas fueron haciendo su aparición 40 aviones. Era como si surgieran de la nada. Los aparatos americanos actuaron sin prisas; dieron varias vueltas bajo el cielo nublado y escogieron tranquilamente sus blancos, manteniéndose siempre fuera del alcance de los cañones nipones. La artillería japonesa abrió fuego hacia las 12.32 horas, pero viendo la inutilidad de ello suspendió el cañoneo. Tan solo continuaron lanzándose algunos disparos esporádicos de pequeño calibre.

 

Había algo de irreal en aquellos momentos. Los aviones parecían trenzar un ballet gigante sobre los majestuosos buques que dejaban tras de sí enormes estelas de espuma blanquecina. Era un bello carrusel cuya contempalción hubiera sido maravilllosa de no saber que era el preludio de un horrible drama. De repente, los primeros grupos de aviones cayeron contra los objetivos.

 

A las 12.34 horas, los cazas Hellcat, los bombarderos en picado Helldiver y los aviones torpederos Avenger se lanzaron al unísono sobre la flota nipona. La DCA se desató, pero le faltaba fuerza y precisión. Desprovista de radar de tiro y entorpecida por la falta de visibilidad, así como por la multiplicidad de atacantes, no pudo alzar la tan esperada infranqueable barrera. Los 9 enormes cañones de 457 mm del Yamato lanzaban obuses del tipo 3 Beehive que explotaban un segundo después de ser lanzados.

 

Los primeros asaltantes ya empezaban a lanzar sus proyectiles sobre los barcos japoneses, los cuales describían locas maniobras para evitar bombas y torpedos. Los cazas Hellcat efectuaban efectuaban rápidos vuelos de un lado al otro y sembraban de balas del 12,7 mm las partes superiores del buque y los puentes, ocasionando la muerte de muchos de los hombres. El ataque conjugado de los Helldiver y de los Avenger hacía dificil la defensa y a veces casi imposible. Cuando un barco esquivaba una tanda de torpedos se colocaba entonces en el area de tiro de un bombardero en picado y viceversa. No hay que dudar en que el Yamato fue escogido como principal objetivo de los asaltantes, pero todos los demás barcos fueron también atacados, incluso el destructor Asashimo, situado siempre detrás de la 2ª Flota.

 

 

El fin de una marina

 

Fue el Yamato quien tuvo el desgraciado honor de ser tocado el primero. A las 12.40 dos bombas vinieron a explotar al pie de su torre, provocando grandes daños y ocasionando la muerte de los encargados de las ametralladoras antiaéreas. Minutos más tarde, le alcanzó el primer torpedo, el cual reventó los costados del barco. Uno tras otro, decenas de aviones americanos, se lanzaron contra el barco asestándole duros golpes. Varias unidades niponas habían sido tan gravemente atacadas que su suerte estaba ya echada.

 

El crucero Yahagi dió algunos rodeos con habilidad esquivando varios proyectiles, pero a las 12.45 horas, un torpedo le tocó en pleno centro de la línea de flotación. Un minuto y el Yahagi se paró: las máquinas habían sido dañadas. Víctima de unos ataques a ritmo infernal, el Yahagi recibió sin interrupción una bomba en la parte delantera y otra en la posterior. Devastadas sus extremidades y reventadas sus partes laterales, el hermoso crucero comenzaba a inclinarse. Además la inmovilización a que se veía condenado permitió a los aviadores americanos arremeter de nuevo contra él con unas posibilidades de éxito total. No pueden ser evaluados con certeza el número de bombas y torpedos que recibió el Yahagi, pero se calcula pasaron de la decena.

 

Durante este tiempo, el Yamato sufrió más numerosos y más encarnizados ataques. Inclinado hasta el máximo por estribor, el gigantesco acorazado ya no era más que una enorme masa de metal retorcido y ardiente. Había gran cantidad de hombres muertos, en su mayoría mutilados. Los cuerpos y regueros de sangre resbalaban a lo largo del puente, yendo a caer al mar. En este estado encontró al Yamato la segunda oleada de aviones atacantes. Nuevas bombas y torpedos aumentaron las destrucciones y la inclinación del gran barco llegó a tal extremo que se podía ver su carena de babor y una de sus hélices.

 

A las 14.05 el vicealmirante Ito ordenó la evacuación. Los supervivientes se lanzaron al agua, pero a pesar de la insistencia de muchos de sus oficiales, el almirante Ito y el comandante Aruga se negaron a acompañarles. A las 14.17 golpeó al Yamato el último de los 11 torpedos recibidos, abriéndole una nueva y amplia brecha. A las 14.20 la inclinación transversal del barco alcanzó los 20º. Era el fin. Explosiones internas hicieron estremecer su enorme casco, que en una última sacudida quedó arrasado. A las 14.23 horas, el Yamato, envuelto en una gran nube de humo, cavó su líquida tumba en medio de un monstruso remolino cuya poderosa absorción engulló a muchos que, huyendo, nadaban en las proximidades: 2498 marinos, o sea la casi totalidad de su tripulación, hallaron la muerte en el curso de la batalla y en el naufragio. El Yamato desapareció en los abismos arrastrando consigo al almirante Ito, al comandante Aruga y los cuerpos de gran número de miembros de la tripulación.

 

El Yahagi se había ido ya a pique, Los destructores Isokaze, Kasumi,Hamakaze y Asashimo habían sido tambien destruidos por el enemigo o sufrían averías de tal grado que los demás buques terminaron de arrasarlos. Los 3 destructores Fuyutsuki, Suzutsuki y Yukuzake habían sido más o menos dañados, pero lograron tomar la ruta hacia Sasebo antes de que finalizase el ataque aéreo. La parte delantera del Suzutsuki había sido arrancada por un torpedo y el buque se vió obligado a hacer marcha atrás apara que la presión del agua no entrase por los tabiques estancos. Solo el destructor Hatsushimo permanecía casi indemen y fue el único barco que quedó en el campo de batalla para salvar a los supervivientes. Llegó a Sasebo el 8 de abril al mediodía, portando un centenar de naufragos.

 

Había terminado ya esta batalla que entró en la historia bajo el vocablo de "Batalla de Bonomisaki", pero a la que nosotros denominaremos "última batalla naval de la guerra del Pacífico". Es obvio que no pudo alcanzarse el fin propuesto y 3.665 marinos habían hallado inutilmente la muerte. Además, la desaparición del Yamato, del Yahagi y de los destructores era el toque de difuntos para la fenecida y orgullosa flota imperial.

 

Por en contrario, en el campo americano las pérdidas se elevaban tan solo a 10 aparatos sobre los 386 que habían ejecutado estos furiosos ataques. Además estos 10 aviones no habaían sido tocados todos por la DCA nipona, ya que algunos cayeron por accidente. La gran victoria americana había costado la vida de 12 aviadores.

 

A su llegada a Sasebo los supervivientes japoneses de la operación Teen-go se enteraron del mensaje del aalmairante Toyoda. El texto era largo, enfático y erróneo, terminando con una frase que no despertó más que una profunda incredulidad entre estos hombres cansados y maltrechos: "El heróico sacrificio de la flota ha permitido a los aviones de la fuerza especial obtener grandes resultados".

 

El contralmirante Kenzo Komura leyó el mensaje; luego, sin hacer el menor comentario y con una sonrisa crispada que demostraba su pesar y desencanto, lo tendió a sus subordinados.

 

 

 

(Y esto fue en resúmen lo acontecido referente a la pérdida de la joya de la corona de la Flota Combinada japonesa. Ya no había ni consecuencias que sacar. Okinawa estaba ya a punto de ser totalmente ocupada. ¿Lo siguiente serían las islas metropolitanas?

 

Saludos

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Buenasss

 

(Rocko, magnífico colofón son tus imagenes para ilustrar el final de una era: la de los acorazados.

 

Midway había marcado ya tempranamente el camino. La supremacía en el vasto campo de batalla de PTO lo marcaba el dominio del aire, y su exponente máximo sería el portaaviones. Hasta cerca de dos centenares de ellos entre de línea y de escolta salieron de los astilleros USA.

 

Inexplicablemente subieron al Foro varios mensajes repetidos. Disculpas.

 

Tras el Punto y aparte...)

 

 

Recordamos que, según el plan de la operación Ten-go, la 2ª Flota debía de estar acompañada en su salida por un ataque masivo de las fuerzas aéreas Kikusui. Debido a las pérdidas sufrida el 6 de abril, al día siguiente los mandos japoneses solo pudieron disponer de 114 aparatos, de los cuales 60 eran cazas de escolta. Al final de la tarde los aparatos llegaron a los alrededores de Okinawa. Las patrullas de cazas americanos estaban alertas y situadas en excelentes posiciones, logrando interceptar los aviones japoneses. Fue una verdadera hecatombe.

 

No obstante, algunos Kamikaze, lograron forzar la defensa y volaron sobre la Task Force 58. Un avión suicida fue a estrellarse contra el portaaviones Hanckock (CV 19), causándole graves daños y ocasionando la muerte de 43 hombres de la tripulación. Las averías sufridas fueron de importancia y obligaron al portaaviones a retirarse de la formación y volver a la base de Ulithi. Otro Kamikaze cayó contra el acorazado Maryland (BB 46), provocándoles tales desperfectos que fue preciso se tomaran medidas de urgencia para luchar contra los incendios y las vías de agua. Numerosos buques ayudaron al Maryland y merced a los esfuerzos conjugados se pudo salvar al barco. Sin embargo, arrasado y devorado por un violento incendio, el acorazado no pudo continuar en su puesto y recibió la órden de volver a un arsenal de los EEUU. Al car la noche, aviones suicidas averiaron otros 3 barcos. Entre ellos figuraban los destructores Gregory (DD 802) y Bennet (DD 473). En este día se perdieron un centenar de aviones japoneses.

 

La ofensiva aérea japonesa del 7 de abril no revistió el aspecto gigantesco y arrasador que debería haber tenido y en ningín momento estuvo a la altura del sacrificio de la 2ª Flota. Incluso parece ser que esta pretendida coordinación entre la aviación y la marina fue solo un pretexto destinado a justificar la salida de la Flota o quizá fue anunciada para dar ánimos a los participantes. El inexplicable desfase de los horarios entre las dos operaciones parece confirmar esta suposición.

 

La posición aproximativa de la Task Force 58 era bien conocida, por lo que era facil prever la hora de la intervención americana. Hubiera podido establecerse una coordinación, tanto más si se consideraba que las fuerzas aéreas Kikusui estaban dispuestas para actuar. Quizá los resultados no hubieran sido tampoco más positivos que lo que fueron, pero al menos hubieran revestido un aspecto simultáneo que, en las guerras juega un papel psicológico muy importante.

 

Nosotros nos inclinamos a creer que los Jefes del almirantazgo japonés no tuvieron nunca fe ni en la utilidad ni en la eficacia potencial de la misión de la 2ª Flota. No obstante, montaron esta operación con el fin de que los últimos elementos disponibles de la Flota Imperial no permanecieran inactivos y no se vieran obligados a barrenar los barcos en el caso de cese imprevisto de las hostilidades, Igualmente es posible que estos mismos jefes resolvieran hacer intervenir la 2ª Flota para poder al fin acallar los sarcasmos del ejército y dar una respuesta a la opinión pública, cada vez más inquieta por la inacción de la marina después de la batalla de Leyte. Esta expedición tomó entonces el aspecto de una batalla de honor, con todo lo que esto representa de desespero e inutilidad.

 

 

8 El Holocausto (Una táctica sorprendente)

 

En tanto que se desarrollaban en el mar y en el aire estos terribles aconteccimientos, ¿qué es lo que ocurría en tierra, en Okinawa? Tal como ya sabemos, las fuerzas americanas había conocido una progresión de una facilidad desconcertante durante los primeros días de la invasión. Hasta el 4 de abril, las pérdidas habían sido casi nulas y todos se interrogaban sobre las razones de esta extraña inercia por parte del enemigo. Después del 4 de abril las tropas americanas continuaron su avance encontrando pequeños focos de resistencia que fueron vencidos. Sin embargo, esta oposición señalaba los comienzos de la combatividad nipona, hasta entonces inexistente.

 

El 8 de abril, las fuerzas de invasión conocieron progresivas dificultades y sus pérdidas aumentaron tanto en el norte, en la península de Motobu, como al sur en la región de Machinato. La resistencia japonesa se iba acrecentando y el avance convirtiendo cada vez en más lento y sangriento. ¿Cuáles eran las razones de este cambio de actitud por parte del enemigo tan distinta a la que había mantenido en todo el curso de la guerra en el Pacífico?

 

Este cambio procedia en un principio de un plan combinado después de largas reflexiones y fundado en la idea de que era preciso engañar al adversario, haciéndole creer que la isla había sido abandonada dándole con ello confianza. Esto debía provocar en el enemigo una menor viigilancia e inducirle a acumular en la isla enormes cantidades de material y provisiones. Se comprende que, en estas condiciones, una violenta y súbita reacción japonesa causase a los americanos una sorpresa psicológica brutal ocasionánddoles destrucciones sin duda considerables.

 

Además, este comportamiento táctico tenía como objeto dejar actuar a las fuerzas aéreas Kikusui con el fin de que destruyeran una parte de las fuerzas navales del adversario. Una vez el potencial americano se viera debilitado, las tropas del gral. Ushijima no tendrían grandes dificultades en arrollar al enemigo, y rechazarle hacia la costa, si ello era posible. Esta era la estrategia de la defensa japonesa en Okinawa.

 

Así pues, el gral. Ushijima había abandonado el centro de la isla, dejando un pequeño ejército al norte y concentrando la casi totalidad de los combatientes en la parte sur, donde el relieve favorecía la defensa por su profundidad. El grueso de las fuerzas japonesas se habían situado en varias cadenas de colinas muy fortificadas. La principal característica de esta resistencia era sin duda alguna la resolución de los defensores, Los soldados nipones sabían la importancia de lo que allí se jugaba y comprendían la situación. Ellos también estaban decididos a no ceder aal invasor ni un metro de terreno y causarle el mayor daño posible antes de dejarse matar en la lucha. Los sistemas defensivos de Okinawa eran los mismos que los de Tarawa, Saipan, Peleliu e Iwo Jima; no se podía hacer nada más y los americanos no tardaron mucho en darse cuenta..

 

La invasión de Okinawa se reveló como dura y dificil. Si al iniciarse la conquista las previsiones americanas fueron excedidas ampliamente, muy pronto cambió la situación y las tropas se vieron en una situación mucho peor de la que podían imaginar los cáculos más pesimistas. Las pérdidas americanas pasaron a ser graves y en algunos casos alarmantes. Cada metro se traducía en una costosa factura. Los soldados nipones realizaban actos de un heroismo sobrehumano y suscitaron en los americanos un curioso sentimiento, mecla de odio y admiración.

 

Los combatientes japoneses fueron en su totalidad verdaderos Kamikaze terrestres, recurriendo a los ardides y estratagemas más sangrientos, tanto en lo que se refiere al enemigo como a ellos mismos. ¡Cuántas veces los soldados nipones se deslizaban durante la noche entre las trincheras americanas para matar a los centinelas o destruir su material de guerra antes de ser destrozados por las cargas de metralla! Muchos, provistos de granadas y con cargas explosivas en la cintura, se lanzaron contra los vehículos americanos en medio de un arranque patriótico en el que no tenía cabida en instinto de conservación.

 

 

 

( Viendo lo que sucedía, ¿estarían empezando los mandos americanos a pensar lo que iba a costar el poner el pie en tierra en la misma tierra japonesa? ¿No estaba vencido ya el Japón tras ser derrotada por tierra, mar y aire?)

Saludos

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Buenasss

 

Los asaltos Kamikaze del 12 de abril

 

En los vuelos del 6 y 7 de abril, los efectivos de la fuera Kikusui se habían fundido como nieve al sol y el almirante Ugaki tropezó con grandes dificultades al intentar reorganizar los tipos de ataque. No era pilotos lo que hacía falta, sino material; un material que se agotaba con suma rapidez. En respuesta a sus urgentes solicitudes, el Almirantazgo le envió importantes refuerzos de aviones de todo tipo. Ugaki ya pudo entonces empezar a preparar un nuevo ataque masivo contra las fuerzas navales americanos en aguas de Okinawa.

 

Desde el 10 de abril, los observadores americanos advirtieron que se habian recrudecido de forma inquietante los vuelos japoneses de recco., lo cual dejaba presagiar una inminente ofensiva aérea. Como medida de precaución, la mayoría de los buques americanos se hicieron a alta mar, en donde se dispersaron.

 

En la mañana del 12 de abril, los primeros grupos Kikusui despegaron de las bases del sur de Kyusiu y principalmente de Kanoya. Repartidos en varios grupos, más de 350 aparatos japoneses alzaron el vuelo durante este día. Había más de un centenar de Kamikaze de la marina, 60 Tokubetsu del ejército, algunos bombarderos portadores de Ohka y más de 150 cazas de escolta. Hay que señalar también la presencia de aparatos de ataque clásico.

 

Hacia el mediodía, los primeros grupos hicieron su aparición sobre los destructores americanos de prevención. Algunos de los asaltantes lanzaron "windows" antes de decidirse a atacar, logrando con ello perturbar parcialmente los radares de detección aérea; esto vino a complicar la labor defensiva americana. Los cazas enemigos se dirigieron sin coordinación alguna al encuentro de los japoneses y su defensa fue por tanto poco eficaz.

 

Los asaltantes nipones se dividieron en diversos grupos y atacaron simultáneamente a los buques de la Task Force 58, los barcos de apoyo y los destructores del circuito de guardia. Se dieron dos grandes asaltos, pero durante toda la tarde pequeños grupos de aviones japoneses continuaron hostigando a la flota americana. Al caer la noche, cesaron ya los ataques. Si bien no había que deplorar ninguna catástrofe, los daños sufridos no eran por ello de menor importancia.

 

Los grandes portaaviones Enterprise (CV 6) y Essex (CV 9) sufrían averías, y también se hallaban en malas condiciones el acorazado Missouri (BB 63) y 2 destructores. El destructor Kid (DD 661) había recibido el choque de un Kamikaze en uno de sus lados y la explosión le había producido una amplia brecha, rápidamente calafateada para salvar la estabilidad del buque. Algo más cerca de Okinawa, los acorazados New Mexico (BB 40), Tenesse (BB 43) e Idaho (BB 42) habían sido tocados cada uno por un avión suicida que les ocasionó serias averías. Además, el crucero ligero Oakland (CL 95), 10 destructores de escolta, tres dragaminas, dos cañoneros y un buque de desembarco habían sido víctimas de los Kamikaze y si bien ninguno se fue a pique, la importancia de los daños les obligó a alejarse de la zona de combate.

 

La única pérdida de la jornada fue la ocasionada por una bomba portatil Ohka-Jinrai. Cuando el destructor Mannert L Abele (DD 733) vió aproximarse un bombardero bimotor nipón y empezaba a prepararse para rechazarlo con la ayuda de la DCA, uno de los vigías vió como un instrumento de aletas se desprendía y caía como una flecha sobre el buque. El ataque fue tan rápido como un relampago y los supervivientes explicaron que la DCA no había tenido tiempo de actuar. El bólido golpeó al barco en la parte central y la espantosa explosión que se produjo le abrió en dos como si fuera una ramita de madera seca. En poco minutos el destructor Mannert L Abele se fue a pique.

 

En este día, cerca de 330 aparatos japoneses no volvieron a sus bases. A la mañana siguiente, 13 de abril, las fuerzas aéreas Kikusui emprendieron nuevos asaltos, aunque en menor número. Los americanos, merced a los cazas y la actuación de la DCA, pudieron reaccionar a tiempo y no tuvieron que lamentar ninguna víctima.

 

 

El calvario de la flota americana

 

El alto mando americano se hallaba consternado frente a estos ataques y sobre todo por sus consecuencias cada vez más alarmantes. El almirante Spruance decidió enviar a Kyusiu grupos aéreos que eliminaran en sus gérmenes a los inquietantes Kamikaze. Aunque la pérdidas sufridas no eran dramáticas, el número de buques averiados y obligados a abandonar la zona de operaciones iba en aumento de un modo angustioso. La retirada de estos barcos era tanto más sensible cuanto era preciso que fueran acompañados por uno o dos buques indemnes, lo cual multiplicaba las bajas.

 

El actuar contra las bases de asentamiento de los aviones suicidas era una operación lógica, pero el proyecto no era tan facil como podía parecer a primera vista. Efectivamnete, los aerodromos de Kyusiu eran numerosos, muy dispersos y estaban defendidos por una poderosa DCA. Cada uno de los ataques resultaba caro en consecuencias para los americanos y por otra parte, el éxito no estaba asegurado a causa de las excelentes técnicas de dispersión y camuflaje empleadas por los japoneses.

 

NO obstante, eeeeeen vista de la urgncia de la situación el almirante Spruance no dudó mucho tiempo y lanzó a la Task Force 58 hacia el norte. El 15 de abril, centenares de aviones embarcados despegaron y atacaron los campos de aviación del sur de Kyusiu, Al día ssiguiente, 16 de abril, los ataques fueron reemprendidoscon el resultado de la destrucción de 55 aviones apostados en sus bases. El botín era porbre y por otra parte los americanos fueron burlados, pues el 16 de abril, el almirante Ugaki fue informado de un próximo ataque de los asaltantes americanos y envió una fuerza de ataque que no fue descubierta.

 

Los voluntarios de este vuelo se repartieron entre la Task Force 58 y los lugares de anclaje de Okinawa. Ugaki asestó un nuevo golpe a la flota americana. Cerca de 155 Kamikaze y Tokubetsu inflingieron nuevos daños de importancia en su mayoría, a los buques americanos. El portaaviones Intrepid (CV 11) fue, como mínimo, víctima de dos Kamikaze que las autoridades navales americanas se vieron obligados a alejarlo del teatro de operaciones.

 

El destructor Pringle (DD 477) fue golpeado de lleno por un avión suicida que le destruyó y en pocos minutos le envió a pique. Más cerca de Okinawa el destructor dragaminas Harding (DMS 28) sufrió tales averías que se renunció a repararlo. Además, otros 3 destructores, dos dragaminas, dos cañoneros y un petrolero fueron deteriorados y se vieron obligados a someterse a importantes reparaciones.

 

 

 

(A pesar de la perenne carencia de aviones, las escuadrillas especiales de ataque seguían elevándose y buscando los buques americanos. Inasequibles por completo al desaliento solo tenían in mente cumplir con "su" misión. Sin importarles la enorme diferencia numérica. Es dificil calificarles...)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Solo tras el Punto y Aparte de siempre)

 

 

La segunda quincena del mes de abril se vió señalada por numerosos vuelos suicidas de escasa envergadura. Estos ataques, más que a destruir numerosos buques, estaban destinados a mantener la tensión nerviosa e inquietud de los americanos. En el curso de estos nuevos encuentros varios buques sufrieron averías de diverso grado, pero tan solo el dragaminas Swallow (AM 65) fue gravemente tocado, el 22 de abril, y hubo de ser hundido.

 

A finales del mes de abril, las fuerzas aéreas Kikusui lanzaron una nueva ofensiva iniciada durante la noche del 27 al 28. El almirante Ugaki envió desde Kyusiu 65 Kamikaze y 50 Tokubetsu, los cuales, atacaron, según costumbre establecida desde entonces, la flota de combate americana y los buques de las fuerzas de apoyo en aguas de Okinawa. La primera víctima fue el destructor Hutchins (DD 476), tan maltratado, que la tripulación lo abandonó. Más lejos, un carguero se fue a pique por el choque producido por un avión suicida.

 

El 28 de abril, continuaron los ataques, aunque los asaltantes se repartieron en pequeños grupos. Sin embargo, 5 destructores, un transporte y varios buques más se vieron perjudicados por las nuevas hostigaciones japonesas. En la noche del 28 al 29, un Kamikaze se estrelló contra el buque-hospital Comfort (AH 6) brillantemente iluminado y provisto de la inmunidad conferida por la Cruz Roja Internacional. Las víctimas fueron pocas, pero el acto causó indignación entre los americanos.

 

Hasta la mañana del 29 de abril continuaron llegando grupos de aviones suicidas que prosiguieron sus ataques. La última fue el destructor Haggard (DD 555) al que el impacto de un Kamikaze hundidó. Los asaltos de finales del mes de abril habían sido realizados por unos 200 aparatos japoneses.

 

 

El nuevo esfuerzo del 4 de mayo

 

Por este tiempo, las tropas americanas tenían los ojos puestos en el macizo de Shuri, donde los japoneses habían organizado una línea de resistencia muy sólida. Sin embargo, aunque las infiltraciones eran abundantes, no lograban destruir la defensa nipona. Los grales. Ushijima y Cho quisieron aprovechar la situación y lanzar una potente contraofensiva. La operación se fijó para el 4 de mayo, guardando una estrecha coordinación con las fuerzas aéreas Kikusui. Los ataques especiales estaban previstos para el amanecer del día 3 de mayo, debiendo continuar durante todo el día con el fin de preparar el asalto terrestre del día 4.

 

En las primeras horas del día 3, cuando todavía era de noche, los aviones japoneses hicieron su aparición bombardeando el aerodromo de Yontan donde tenían la base numerosos aviones americanos.Los daños fueron pocos, pero el ataque desencadenó una fuerte reacción por parte de la DCA. Al nacer el nuevo día despegaron todos los cazas americanos disponibles dirigiéndose al encuentro al encuentro de los grupos de aviones nipones localizados de antemano por los destructores de vigilancia.

 

Los primeros Kamikaze apuntaron hacia los buques situados en vanguardia, lanzándose contra su proa. Los pilotos voluntarios nipones querían terminar con estos chivatos que detectaban demasiado bien la proximidad de los aparatos japoneses, exponiéndolos a los terribles golpes de los cazas y la DCA americana. Así pues, los Kamikaze se desencadenaron contra los buques ligeros de guardia, obteniendo rapidamente buenos resultados de su ataque. El destructor Little (DD 803) fue arremetido por 4 aviones suicidas que, en un corto espacio de tiempo, le convirtieron en unos humeantes residuos que el mar no tardó en engullir. Su compañero, el Luce (DD 522) fue tocado por 2 Kamikaze, yéndose también rápidamente a pique.

 

En tanto que el buque de ayuda LSMR 195 era destruido en idénticas condiciones, el destructor colocador de minas Aaron Ward (DM 34), recibió como mínimo el ataque de 6 aviones suicidas que le devastaron. En poco tiempo, el destructor se convirtió en una informa masa de chatarra retorcida y ennegrecida y la tripulación sufrió pérdidas considerables. A pesar de la saña del enemigo y de las destrucciones enormes que sufría, el Aaron Ward no se fue a pique. Sin embargo, las averías eran tales, que se renunció a repararlo.

 

Otros barcos, entre los que figuraban un colocador de minas y un LCS fueron también atacados, pero pudieron continuar conservando su lugar en la flota. Algo más tarde de medianoche, se aproximó una nueva formación aérea japonesa. Se trataba de 60 bombarderos convencionales que lanzaron millares de windows, antes de iniciar el bombardeo sobre las tropas de X Ejército americano. De hecho, las bombas cayeron sin objetivo determinado y causaron pocas víctimas.

 

Al amanecer del 4 de mayo, al mismo tiempo que tenía lugar la ofensiva terrestre japonesa, los aviones suicidas volvieron a la carga. Conducidos por la escuadra Takuma con base en Shikoku, los asaltos se dirigieron de nuevo contra los barcos de viigilancia y sobre aquellos que estaban anclados en Hagushi. El destructor Morrison (DD 560), fue tomado de un modo especial como objetivo y en pocos minutos encajó 4 Kamikaze que le hundieron. Otros dos buques de ayuda , los LSMR 190 y 194, anclados frente a Hagushi, se fueron a pique en un corto espacio de tiempo. El portaviones de escolta Sangamon ( CVE 26) fue víctima de un Kamikaze cuyo impacto desencadenó un violento incendio; los daños eran de tal gravedad que no pudo ser ni tan siquiera reparado.

 

El Shea (DM 30), destructor colocador de minas, fue blanco de una bomba portatil ohka que le causó enormes destrozos. Rápidamente se declaró un incendio, pero los equipos de seguridad lograron sofocarlo en pocos minutos. La catástrofe había podido ser evitada en el momento justo, cuando las llamas empezaban con hacer estallar el barco. El Shea tuvo que ser retirado, al igual que el crucero Birmingham (CL 62), 2 destructores, un dragaminas y un LCS.

 

Durante los asaltos aéreos del 3 y 4 de mayo, los japoneses habían puesto en circulación 75 Kamikaze, 50 Tokubetsu, cerca de 120 cazas de escolta y 60 bombarderos de ataque clásico. Las pérdidas se elevaban a más de 280 aviones derribados, ya sea por la defensa o destrozados al estrellarse contra el blanco.

 

 

El cruel mes de mayo

 

Los ataques aéreos japoneses, en su mayoría de carácter suicida, se dieron diariamnete a lo largo de esta terrible campaña de Okinawa. Solo mencionaremos los más importantes o aquellos que provocaron pérdidas o daños de gravedad en la flota americana. Al igual que en ocasiones anteriores, los japoneses tomaban como objetivo los barcos ligeros de la línea de vanguardia, antes de caer sobre los buques de la fuerza de invasión o sobre los de la Task Force 58 situados mar adentro.

 

El 9 de mayo, un ataque aéreo suicida compuesto por algunas decenas de aparatos logró burlar la defensa americana y acercarse a las fuerzas de ayuda del almirante Turner. En pocos minutos, los dos grandes destructores de escolta Oberrender (DR 344) y England (DE 635) recibieron arremetidas de tan graves consecuencias, que hubieron de ser remolcados hasta Kerama Retto en un estado tal de devastación que se creyó inutil su reparación.

 

 

 

(Luchando hasta la extenuación, y hasta el último avión...)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Seguimos con este cruel mes de mayo de 1945)

 

El 11 de mayo fue una jornada acalorada en la que se recrudecieron este género de ataques, en tanto que las fuerzas americanas de tierra lanzaban una gran ofensiva general. La progresión terrestre americana fue detenida en el río Asa Kawa. Esta situación fue al instante explotada por los mandos japoneses, los cuales aprovecharon la ocasión para enviar una gran cantidad de aviones suicidas. Actuando con una coordinación digna de ser tenida en cuenta, ambas flotas atacaron respectivamente los buques americanos de la Task Force 58 y la flota británica en aguas de las islas Sakishima.

 

El gran portaaviones Bunker Hill (CV 17), en el que ondeaba la insignia del almirante Mitscher, fue alcanzado por los Kamikze que le ocasionaron averías de gravedad. Más de 400 hombres de su tripulación resultaron muertos y el barco, tomando una inclinación inquietante fue víctima de un gigantesco incendio . Completamene devastado el portaviones tuvo que retirarse para ser llevado a un arsenal. El acorazado New Mexico fue alcanzado de nuevo y las averías sufridas con anterioridad y que no habían sido reparadas por falta de tiempo se unieron nuevas destrucciones. Este barco de línea tomó parte del grupo de buques americanos dañados. Otro navío de desembarco del tipo LCS fue también tocado, pudiendo continuar en su puesto gracias a la presteza de los equipos de seguridad.

 

Sin embargo, las consecuencias todavía fueron más graves para los dos destructores Evans (DD 552) y Hugo W Hadley (DD 774)que, si bien no se hundieron fueron devorados por el fuego y completamente destrozados, como si sobre ellos se hubiera abatido un gigantesco puño de acero. Ambos fueron remolcados hasta la base de Kerama Retto, pero en vista de su lamentable estado, era absurdo esperar poder reconstruirlos.

 

Al suroeste, otra formación japonesa tomó como blanco la escuadra inglesa, logrando atravesar la barrera de los cazas y la DCA. Los portaaviones Victorius y Formidable fueron golpeados por los Kamikaze, pero de nuevo sus excelentes puentes blindados resistieron los impactos y los daños fueron insignificantes. Los dos grupos de ataque japoneses, compuestos cada uno por 70 Kamikaze y 80 Tokubetsu, fueron totalmente aniquilados en el curso de esta vana misión.

 

Después de un descanso de 10 días, el 21 de mayo volvió a iniciarse la lucha. En este día, un pequeño grupo de aviones suicidas se presentó, consiguiendo atravesar la defensa, pero no pudo acercarse a los buques. Sin embargo, un Kamikaze cayó en picado sobre el pequeño cazasubmarinos PC 1603, el cual se hundió en pocos minutos.

 

Durante este tiempo, el almirante Ugaki preparó una nueva e importante misión , que tuvo lugar durante la noche del 24 al 25 de mayo. Este día, cerca de 160 aviones despegaron de las bases de Kyusiu tomando la ruta de Okinawa. A las primeras horas del día 25, los aviones japoneses llegaron sobre los buques de vigilancia, atacándoles con energía y saña extraordinaria. El cielo estaba iluminado por centenares de proyectores, estallidos de obuses de la DCA y millares de trazos luminosos dibujados por las armas automáticas. Por momentos podía verse, en medio de los haces de luz que barrían el firmamento, el reflejo de un avión nipón que caía en picado. Poco después, una ingente y encegecedora llamarada iluminaba por espacio de un segundo un infeliz buque o, más frecuentemente, se distinguía una gran masa de agua irisada que, desaparecía luego en la negrura de la noche.

 

De esta forma fueron destrozados y hundidos el destructor transporte rápido Bates (APD 47) y el LSM 135. Otros 8 buques sufrieron averías de diversos grados; entre ellos se hallaba el destructor transporte Bary (APD 29) y el dragaminas rápido Butler (DMS 29), ambos tan devastados, que los servicios de conservación americanos renunciaron a restaurarlos. Por otra parte, el Barry se fue a pique horas más tarde, a consecuenci de las vías de agua.

 

En los días que se siguieron se dieron nuevos ataques aéreos suicidas, pero fueron esporádicos y efectuados por pequeños grupos de aviones. No obstante, el 27 de mayo, un Kamikaze se estrelló sobre el destructor dragaminas rápido Forrest (DMS 24) ocasionándole tales daños que tuvo que ser excluido de las listas de buques efectivos. Al día siguiente, 28 de mayo, el destructor Drexler (DD 741) se hundió, víctima de dos Kamikaze que cayeron sobre él. Finalmente, el 29 de mayo, día en que los marines del 29 Rgtº bloquearon Naha, capital en ruinas de Okinawa, algunos Kamikaze hicieron su aparición volando sobre los barcos situados en vanguardia. La mayoría de los aviones fueron derribados, pero uno de ellos logró escapar del fuego de la defensa cayendo sobre el destructor Shubrick (DD 639). El golpe fue terrible y el buque se sacudió bajo la fuerza del impacto, quedando desmantelado. Su extraordinaria robustez le permitió continuar a flote, pero se hallaba dañado en exceso para reemprender el contacto.

 

 

El giro psicológico de la situación

 

La larga enumeración de los asaltos Kamikaze contra los buques aliados puede parecer fastidiosa y desagradable, pero hemos querido hacerla constar a fin de que el lector pueda tener una visión gral. de las operaciones y, sobre todo, para darle a conocer la firmeza y la saña con que fueron realizados estos ataques. La repetición casi diaria de los asaltos suicidas no fue para los americanos y sus aliados, motivo psicológico que les condujera a la costumbre y a la rutina. Parece ser que, al contrario, durante estos dos meses de abril y mayo se produjeron, en correlación etos ataques, profundos cambios de actitud.

 

En primer lugar, en el frente americano la inquietud fue acrecentándose, tanto en lo que se refiere a los mandos como a la flota. Tal como hemos viisto, las pérdidas y las destrucciones causada por los ataques kamikaze empezaban a tomar caracteres alarmantes. A los buques hundidos había que añadir las numerosas vidas humanas perdidas y la gran cantidad de barcos arrasados que se vieron obligados a volver al arsenal acompañados por otros tantos barcos. A causa de esto último, varios centenares de buques se habían visto obligados a abandonar la zona de operaciones lo que, consecuentemente, privaba a las fuerzas desembarcadas de su ayuda. Estas ausencias desguarnecían la flota y hacían más vulnerables todavía los barcos que permanecían en sus puestos. De hecho, no se había ido a pique ningún buque importante, como, por ejemplo, un acorazado o un portaaviones de combate, pero todos los que habían partido hacia las bases de reparación representaban, para los mandos navales, tantas desapariciones como los que habían sido hundidos.

 

A pesar de los efectivos considerables que la marina americana había puesto al servicio de la conquista de Okinawa, las pérdids y los abandonos tomaban un carácter alarmante. Los oficiales calcularon que si los ataques japoneses continuaban al mismo ritmo hasta el 15 de junio, la situación de la flota americana alcanzaría un nivel crítico que determinaria un urgente repliegue gral. La situación era, pues, muy grave y repercutía en la ayuda acordada a las fuerzas terrestres de Okinawa. Los arsenales, las bases de reparación y los diques flotantes, todos ellos muy numerosos y bien provistos de medios técnicos, se hallaban entonces obstruidos y sobrecargados. La marina americana no había conocido jamás una situación tan desastrosa desde que se inició la reconquista.

 

 

 

(Parece un poco atrevida la consideración de este último párrafo. Pienso que la Inteligencia americana conocía de sobra el estado táctico y estratégico del Ejército japonés. Y parece raro que con un pie prácticamente puesto en el propio Japón, fueran a dar marcha atrás. Apoyados ya, como estaban con la Flota británica, y con las tropas aliadas ya libres tras la victoria en ETO.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Vuelves a dar en el clavo, Bear. ( Y me agrada que te guste el texto: a veces tiendo a pensar que es un poco reiterativo el relato de este "sacrificio consentido"...)

 

Volviendo a lo que indicas que cuánto podrían durar y cuánto podrían aguantar todavía los "ataques especiales", me hago ésa misma pregunta; pensando a la vez en el martilleo constante que los B-29 de Curtis Le May estaban sometiendo (día y noche) a todo el territorio metropolitano. Creo que fue precisamente Le May el que afirmó que si siguieran a ese ritmo de bombardeo, devolverían al Japón a la Edad de Piedra. El posterior uso del arma atómica evitó este desenlace.

 

Sigamos con las introspecciones que se hacían los responsables estadounidenses acerca de la marcha de la guerra.)

 

 

En segundo término, todas estas conjeturas (expuestas en el último párrafo de anoche) repercutían directamente en el comportamiento de las tripulaciones. ¿No era lógico que un marino se inquietara por la desaparición de un número tan elevado de buques en los que sus camaradas habíana hallado laa muerte, el naufragio o el sufrimiento? El efecto psicológico que los japoneses venían buscando desde hacía tanto tiempo empezaba a dejarse sentir y muy rapidamente pasaba a tomar una agudeza inquietante. A pesar del optimismo que las victorias anteriores habían dado a los americanos y el sentimiento justificado de su superioridad material, los marinos habían perdido en su mayoría la soberbia e ironía habituales, convirtiéndose en seres miedosos abatidos.

 

Los ataques japoneses inspiraban de por sí miedo, y las destrucciones causadas por ellos eran demasiado evidentes y tangibles para no provocar una sensación angustiosa. Muchos marinos vivían esperando el golpe mortal. Gran parte de ellos, después de haber escuchado la estridente caída en picado de los aviones suicidas y viendo las explosiones fulgurantes de los impactos juntamente con el espectáculo de sus camaradas proyectados al aire como muñecos desarticulados, quedaron moralmente traumatizados, hasta el punto de no poder dormir y realizar sus tareas como si fueran autómatas. Los responsables de las máquinas vivían en una atmósfera sobrecargada y estaban obligados a realizar en todo momento nuevos esfuerzas agotadores para que los propulsores funcionasen más de prisa y evitasen con ellos se desmayaban bajo los efectos de la emoción, de la fatiga o del calor.

 

En último lugar, existía la impresión de ciega fatalidad que la sensación de impotencia crea siempre en el hombre al luchar contra lo imposible. Los marinos sabían demasiado bien que a pesar de los meritorios esfuerzos de los pilotos de caza y de la densidad homicida de los disparos de la DCA, había siemepre varios Kamikaze que lograban atravesar este muro de fuego y acero, y éstos podían resultar fatales en cualquier momento. Era quizá esta conjetura casi siempre invariable lo que más mermaba su coraje y resistencia moral. La obstinación del enemigo desquiciaba al máximo su sistema nervioso. Así pues, la situación material de la flota y la psicosis incipiente de la tripulación se convertían en elementos muy inquietantes que era preciso fueran tenidos en cuenta.

 

 

Un profundo cambio

 

En el frente japonés, las consecuencias psicológicas aunque de distinta naturaleza, eran también sensibles. Además de la inquietud que hacía estragos entre los combatientes, había que añadir el problema del reclutamiento de los voluntarios Kamikaze, el estado de ánimo y el comportamiento de cierto número de estos candidatos al suicidio junto con la entereza moral de muchos de los Tokubetsu.

 

Las hazañas y las victorias de las fuerzas aéreas Kikusui en Okinawa, ampliamente difundidas y objeto de una estruendosa propaganda, suscitaron adhesiones espontáneas, pero insuficiente. En efecto, el enorme sacrificio de material humano había diezmado casi todas las unidades especiales y se hacía preciso prever lo antes posible un relevo masivo y permanente. Fue entonces cuando el Gobierno japonés adoptó una resolución destinada a hacer creer a los estudiantes de las universidades que el deber les llamaba a seguir el mismo camino que sus valerosos hermanos guerreros. Se prodigaron discursos enardecidos y discursos de un patriotismo exacerbado con el único fin de convencerles para que se alistaran en los cuerpos de ataque especial. Las llamadas fueran escuchadas y un gran número de estudiantes corrieron a socorrer su patria amenazada.

 

Entonces se operó una selección que nos parece monstruosa, pero que por otra parte era lógica: los estudiantes de matemáticas y ciencias fueron canalizados hacia las fábricas y los departamentos de estudios industriales, donde sus conocimientos podían encontrar un campo de aplicación de acuerdo con las necesidades del momento, en tanto que los de las facultades de derecho y letras fueron enrolados en las unidades de instrucción táctica especial. Se trataba de voluntarios que, sin embargo, se habían presentado como tales más en un arranque de patriotismo juvenil que por la conciencia de la realización de acciones militares. Estos jovencísimos pilotos pasaron por un aprendizaje muy sumario y rápido, antes de ser integrados en los cuerpos de ataques suicidas. Incapaces de pilotar un avión, les era imposible volar solos, y por otra parte, su instrucción se vió marcada por un gran número de accidentes.

 

Finalmente, hubo otros hombres que también se alistaron como resultado de una rápida decisión o bajo los efectos de presiones conminatotorias apenas disfrazadas. De todo ello se desprendió un comportamiento y un estado de ánimo muy distintos de los que había animado a sus valientes predecesores. Los nuevos enrolados daban la impresión de un rebaño conducido al matadero. Una vez tomaban conciencia del papel exacto que les tocaba desempeñar, permanecían, en su mayoría, como idiotizados.

 

Lo que es sintomático es que la casi totalidad de estos estudiantes reaccionaban al cabo de cierto tiempo, algunas veces en un plazo muy corto y hacían frente a sus responsabilidades con abnegación. Salían de su fase de desarrollo inicial para entrar de lleno en la siniestra realidad de las cosas. Era la psicología milenaria de Japón que, sin que ellos mismos lo supieran, actuaba desde lo más profundo de su ser transformándolos entonces en hombres decididos y persuadidos de que lograrían superar su inexperiencia con una fe desde entonces inquebrantable. No obstante, algunos de ellos lamentaban la decisión tomada y no lograban recobrarse; pero la alta conciencia del principio de obediencia les impedía desviarse de su misión e intentaban emborracharse para olvidar su triste suerte. Bebían, cantaban estribillos báquicos o comentaban su suerte de hechos indignos como si estuvieran al márgen de la sociedad y quisieran tomar revancha contra ella.

 

La mentalidad de estos nuevos voluntarios contrastaba , en general, con la de los Kamikaze de los primeros tiempos. Si pudiese trazarse un paralelismo entre el comportamiento de los jóvenes reclutados y el de los centenares de Kamikaze de la época inicial, hubiera podido verse una diferencia fundamental, casi una oposición. Los voluntarios de Onishi en las Filipinas y los centenares que le siguieron fueron unos héroes en el sentido más absoluto y puro del término en la misma medida que los que se enrolaron en los últimos tiempos de la guerra eran desordenados, fogosos y valientes, pero inseguros y engañados. Es cierto que entre ellos había una falange de puros patriotas parecidos a sus antepasados, pero la mayoría de los voluntarios de la primavera de 1945 no tenían la dignidad física ni la pureza moral; aquella alta conciencia del patrimonio milenario del país que había hecho que sus mayores, en vida, se parecieran a los santos o dioses.

 

Sin embargo, los jóvenes voluntarios eran excusables y se beneficiaban de circunstancias atenuantes. En un principio su falta de la experiencia de la vida, la carencia de instruccion militar y la poca consistencia de su determinación marcial, les contraceñía casi implicitamente a atrincherarse detrás de una especie de altivez, mampara de su inconstancia juvenil. Además, la actitud popular no contribuía a desarrollar sus mejores instintos. La población civil, colmada de propaganda y saturada por las hazañas de los héroes de las unidades especiales, regalaba y adulaba a estos jóvenes, llenándoles de presentes y atenciones y testimoniándoles una deferencia exagerada, casi un culto. No faltaba nada más para convertir a estos demasiado jóvenes combatientes en unos seres vanidosos, despreciables y orgullosos al extremo. Sin embargo, no hay que creer que todos los voluntarios de la primavera de 1945 tuvieran las mismas características, es decir, que fueran a la vez admirables y despreciables y que se condujeran en su totalidad como unos niños mimados. Entre ellos se encontraban verdaderos héroes, de una honestidad y fuerza de espíritu notables y dignos sucesores, a pesar de su edad, de los samurais del cielo de Onishi.

 

 

 

(Sorprenden estas nuevas promociones de jovencísimos japoneses sacrificando su presente por el porvenir de su patria. En Europa solo hubo algo parecido: el Sonderkommando Elba; y los Rammjäger de Walther Dahl, tal como subí al Foro en su día.)

 

Saludos

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(Seguimos ennumerando las cualidades morales de estos voluntarios, incluso de los de esta "última hora".)

 

 

Tan solo citaremos un ejemplo, el de un joven aspirante, Tatsuya Takuma en Shikoku. Después de haber realizado las habituales formalidades de entrada al nuevo cuerpo, fue informado durante la tarde de que, a partir del día siguiente, participaría en una misión especial. Se preparaba para la suprema prueba cuando supo que se encontraban en la base otros tres camaradas de su promoción. Ikariyama fue a su encuentro durante la noche, y le invitaron a beber para celebrar el encuentro, pero él rehusó. Frente a la obstinación e insistencia de sus camaradas, algo incomodado, pero firme, dijo:

"Voy a hablaros claro. Mañana debo ejecutar un ataque suicida y he de estar ene plena forma. Es por ello que no quiero beber."

 

Al día siguiente, 5 de mayo, Ikariyama marchó hacia Okinawa y nadie volvió a verle más.

 

 

El drama de los Tokubetsu

 

Hemos ya abordado el problema del recrudecimiento de los Tokubetsu, menos numerosos que los Kamikaze. El voluntariado inicial se agotó muy pronto en las misiones diarias llevadas a cabo desde principios de la batalla de Okinawa y su renovación no se operaba del mismo modo que el de la marina. El ejército de tierra no quería quedar fuera de la lucha esencial que se desarrollaba, e intentaba por todos los medios lograr al menos una igualdad de esfuerzos con la flota. El problema del reclutamientose presentó con especial agudeza.

 

En Japón, ningún estrato social había sido excluido de la conscripción y del mismo modo que la marina había hecho valer sus derechos entre el elemento estudiantil, las autoridades del ejército de tierra se vieron obligadas a tomar métodos nuevos y arbitrarios. De este modo, en el transcuro del mes de mayo, pilotos del ejército fueron asignados de oficio para las misiones suicidas. Esta transgresión fundamental del principio Kamikaze fue un acontecimiento que no sabremos nunca hacer resaltar lo suficiente; hasta tal punto era trastornador.

 

Sin embargo, las estructuras rígidas del ejército y el dogma de la obediencia ciega en la jerarquia lograron que esta forma brutal de reclutamiento no tuviera consecuencias perjudiciales. Efectivamente, ninguno de los pilotos designados por las autoridades se rebeló ni manifestó la menor protesta, pero se podía imaginar cuáles eran sus pensamientos. Los Tokubetsu no voluntarios realizaron, sin embargo, su misión sin retorno, pero el gral. Miyoshi, jefe de las unidades especiales del ejército en Kyusiu, se escandalizó con el nuevo método y manifestó sus protesta al comandante gral de los Tokubetsu, el gral Sugiwara, quien transmitió la queja al Estado Mayor imperial. Este hizo oidos sordos y no se ocupó más del asunto.

 

Con frecuencia, el comportamiento de esos héroes a la fuerza dejaba demasiado que desear. Sin en el transcurso de la misión su disposición era, en apariencia, parecida a la de los voluntarios, su actitud en tierra era algunas veces discutible. Algunos se replegaban dentro de ellos mismos, volviéndose taciturnos y dando muestras de un profundo pesar, como si estuvieran lejos del mundo de los vivos. Otros, al contrario, se entregaban a verdaderas bacanales, alborotando y provocando peleas, como si buscaran hallar el olvido de su triste suerte en medio de la exuberancia y las borracheras. Muchos de los Tokubetsu se dirigían al ataque en un estado de embriaguez muy avanzado. Ya no eran los héroes de Onishi, sino hombres desesperados que intentaban olvidar su propio destino.

 

 

El problema del material

 

En lo que al material se refiere, las enormes sangrías ocasionadas por los ataques masivos sin retorno y las pérdidas considerables de los grupos de escolta, ocasionaron un consumo muy importante de aviones. Las disposiciones tomadas por el almirante Ugaki para la renovación del material, no pudieron seguir el ritmo de esta consumición. En la segunda mitad del mes de mayo, las demandas superaron en mucho las disponibilidades y el balance de fin de mes mostró una sensible debilitación del número de aparatos destinados a los ataques suicidas.

 

Los servicios de reparación del material del Ministerio del Aire japonés no pudieron satisfacer la totalidad de las solicitudes urgentes de Ugaki, a causa de la escasez de producción industrial, las demandas de las unidades clásicas y la necesidad imperiosa de reservar un gran número de aparatos para hacer frente a la invasión final del Japón. A partir de esta época, los ataques suicidas se convirtieron en menos numerosos y masivos, pero no por ello dejaron de ser más crueles y fanáticos, como si los pilotos quisieran compensar su inferioridad numérica con un acrecentamiento en su resolución.

 

Los constructores aeronáuticos nipones que, en otoño de 1944 había iniciado el estudio de modelos destinados a los ataques suicidas, iniciaron la producción de variantes del tipo clásico. Estos aviones habían sido probados en los combates obteniendo un cierto éxito, pero eran todavía poco numerosos para ser eficientes. Sin embargo, daban a los pilotos la posibilidad de aprovechar las características del modelo de base, con la ventaja de un mayor poder destructor, de acuerdo con las especificaciones requeridas para este género de misión.

 

Tal era el caso, por ejemplo, del Yokusuka D4Y model 43 Suisei Kai que, a las cualidades de bombardero en picado, añadía una mayor velocidad y una carga explosiva doble que las transportada por el modelo clásico. Otras firmas aeronáuticas fabricaron modelos especialmente adaptados a las misiones suicidas, pero la mayoría de estos tipos no realizaron operaciones hasta el verano de 1945, demasiado tarde para modificar el aspecto y la marcha de los acontecimientos militares. Mas tarde volveremos sobre ello.

 

En el plan de operaciones aéreas Kikusui, los japoneses utilizaron aparatos tan dispares como heteróclitos. Este procedimiento, que tendía a aprovechar todo el material posible, complicaba sin embargo las tareas de las formaciones de escolta y la vulnerabilidad del conjunto de la formación. En efecto, la presencia en los grupos de ataque de aparatos lentos, tales como los aviones escuela o hidroaviones, obligaba a adoptar una velocidad gral. muy lenta, lo que todavía facilitaba más las posibilidades de intercepción americanas. Esta desventaja, con todos los riesgos que comportaba, era aceptada de antemano, con el fin de multiplicar el número de aparatos de ataque.

 

El almirante Ugaki no había renunciado al principio según el cual el número de participantes era la garantía más segurade éxito. Si bien los aviones eran muy vulnerables, su cantidad debía terminar desbordando la defensa enemiga y el número de los que lograrían llegar hasta la flota americana estaría en función del número general de los participantes. Este postulado estaba formulado sobre un frío y cínico cálculo proporcional.

 

En el transcuros de los dos primeros mesesde la campaña de Okinawa, se habían dado ataques reducidos, compuestos por un pequeño número de aviones y, si bien alguno de ellos lograron algún que otro éxito, la mayoría no logró franquear el muro defensivo. Los resultaban condenaban el sistema y, por el contrario, consagraban los ataques masivos de los que el almirante Ugaki había sido el promotor y ardiente partidario.

 

 

 

(Se va acabando la campaña de la conquista americana de la isla de Okinawa. Pero merece la pena detenerse precisamente en estos últimos y convulsos días.)

 

Saludos

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El fin de Okinawa

 

Durante los primeros días del mes de junio el avance americano en Okinawa trazaba una línea casi recta, siguiendo un paralelo que pasaba justamente al sur de la ciudad de Naha. Visto sobre el mapa, no parecía que la pequeña parte de la isla que permanecía en manos de los japoneses pudiera ser tan dificil de conquistar, y, sin embargo...

 

En primer lugar estaba la peninsula de Oroku que se sabía bajo las unidades de marina, a las órdenes del almirante Ota. Las autoridades americanas habían pensado no atacarla de frente, pero la península hubiera constituido, tarde o temprano, una peligrosa brecha en el flanco derecha de la postrera avanzada hacia el sur. Así pues, en la noche del 3 al 4 de junio, los marines del 4º Rgtº atravesaron el rio Kokuba y desembarcaron en la otra orilla, la de la península. Sin embargo, el grueso de las tropas americanas avanzaban hacia el sur, siguiendo la dirección de los montes Yaesu Dake y Yusa.

 

En la península de Oroku se libraron duros combates, batiéndose los japoneses con una saña extraordinaria. El 12 de junio, las posiciones niponas enarbolaron banderas blancas y este hecho poco frecuente sorprendió a los americanos. Hubiera sido lógico pensar que esto significaba las primicias de una rendición y así fue como lo interpretaron los marines, pero se trataba de algo distinto: los japoneses se presentaron para pedir a sus adversarios que suspendieran el tiroteo a fin de los que los valientes marinos-soldados nipones pudiesen suicidarse con toda tranquilidad. ¡Los americanos creyeron estar soñando! Aunque en un principio creyeron que se trataba de una trampa, finalmente dieron su consentimiento. Con precaución se aproximaron al borde del acantilado, pudieron divisar, al fondo, centenares de combatientes japoneses que se suicidaban de distintas formas. Unos disparaban sus fusiles, otros hacían estallar sobre sí mismos una granada, y los marines vieron dos que sentados sobre una caja de explosivos, accionaron ellos mismos el detonador.

 

Más hacia el sur, en el macizo montañoso de Yaesu Dake, las grutas abrigabaan gran número de japoneses. Muchos habían sido heridos o se encontraban enfermos y los que morían y no podían ser ni evacuados ni enterrados, se iban descomponiendo en el lugar. A cada tentativa de salida, la infantería, artillería y aviación americanas se desencadenaba contra ellos, causándoles nuevas e importantes pérdidas. Los combates eran encarnizados y los japoneses hacía pagar caro a los americanos cada nuevo avance. Las pérdidas de las tropas yanquis eran importantes. En esta situación, el 18 de junio, el gral. Simón Bolívar Buckner, comandante del X Ejército americano, fue muerto en el curso de una inspección.

 

La situación se hacía dramática en los subterráneos y grutas, alcanzando en algunos de ellos, los límites de lo horrendo. Los que quedaban con vida, caminaban sobre los cadáveres de sus camaradas, en medio de una atmósfera pestilente de descomposición. No tenían ya medicamente alguno y los numerosos combatientes empezaban a suicidarse para no caer en manos de los americanos . El 22 de junio, en las rocas suspendidas sobre el mar, en la extremidad sur de la isla, se suicidaron unas jóvenes dre Okinawa, alumnas de instituto que se habían enrolado como enfermeras auxiliares. Algunos instantes después, los generales Ushjima y Cho, bajo una cornisa en un lugar resguardado, ejecutaron el ritual Seppuku dentro de la más pura tradición samurai. Arrodillados sobre un lienzo blanco, hundieron su sable en el abdomen y una vez dejaron escapar un pequeño grito, sus ordenanzas les cortaron la cabeza. Okinawa había sido vencida.

 

 

Ugaki el obstinado

 

Durante las tres primeras semanas de junio, en las que el XXXII Ejército japonés se encontraba agonizante, el almirante Ugaki no permaneció inactivo y a pesar de las dificultades con que tropezó para renovar los hombres y el material de sus unidades especiales de ataque, lanzó de nuevo una cierta cantidad de vuelos suicidas. Tal como hemos visto, la carencia de material aéreo le obligó a reducir el número de participantes de cada ataque, pero, por otro lado, Ugaki mandaba sus expediciones tanto de día como de noche. Más podía considerarse como una hostigación que como una ofensiva de gran estilo; no obstante, los americanos registraron nuevas pérdidas.

 

El 3 de junio, un pequeño núnero de aparatos nipones logró llegar hasta las playas de desembarco y un avión suicida cayó sobre un transporte LST que, aunque devastado no se fue a pique. Al día siguiente, 4 de junio, le tocó el turno a un buque de carga que, en circunstancias análogas, fue dañado de tal forma que fue conducido a la base de reparaciones más próxima. El 5 de junio resultó un día de duelo para la marina americana, pues a los ataques suicidas se añadieron los efectos de un espantoso tifón. En las primeras horas del día, los Kamikaze y Tokubetsu de Ugaki Infligieron graves daños al acorazado Mississipi (BB 41), al crucero pesado Louisville (CA 28), al destructor Anthony (DD 515) y a un dragaminas.

 

Poco después, el cielo y el mar se desencadenaron con una violencia inaudita. La tempestad llegó a gran velocidad y abatió literalmente todo lo que encontró a su paso. Fueron averiados con distinta intensidad los acorazados Massachusetts (BB 59), Indiana (BB 58) y Alabama (BB 60), los portaaviones Hornet (CV 12), Bennington (CV 230); Windhan Bay (CVE 29) y Salamaua (CVE 96), los crucerods Baltimore (CA 68), Duluth (CL 87) y y Pittsburgh (CA 72), 13 destructores, entre los que se hallaban el Conklin (DE 439) y el Mac Kae (DE 358), y varios buques más. Algunos pudieron ser reparados en el mismo lugar, pero la mayoría tuvo que hacer ruta hacia los arsenales de los EEUU. Por suerte, esta catástrofe ocurrió poco después de la eliminación de la flota japonesa y no tuvo consecuencias estratégicas desastrosas para los americanos. Sin embargo, los efectos del tifón fueron importantes para la ayuda que aportaba la flota a las tropas de tierra y consecuentemente sobre la moral de éstas.

 

El almirante Ugaki fue muy pronto informado de los destrozos causados por el cataclismo de los agentes naturales y decidió rematar los desperfectos enviando al día siguiente un vuelo suicida más importante que de costumbre. El 6 de junio, un grupo de aviones japoneses logró infiltrarse en el dispositivo americano y atacó. Los cazas y la DCA reaccionaron eficazmente y solo uno de los asaltantes pudo asestar el golpe. El Kamikaze cayó sobre el minador ligero J William Ditter (DM31) que sufrió graves daños y quedó en estado irreparable. El 7 de junio, volvió al ataque un nuevo pequeño grupo de aparatos suicidas, llegando hasta la flota de ayuda del almirante Turner. A pesar de la defensa siempre alerta y de la densidad de los tiros de artillería, un Kamikaze cayo sobre el portaaviones de escolta Natoma Bay (CVE 62), que tuvo que retirarse del teatro operacional. A partir de entonces, los ataques suicidas japoneses fueron espaciándose, hasta convertirse en esporádicos. Aunque el peligro no estaba del todo alejado, los americanos sentían como el enemigo iba debilitándose y la victoria se acercaba.

 

Durante el período del 3 al 7 de junio, el almirante Ugaki únicamente pudo lanzar a 20 Kamikaze y 30 Tokubetsu en total. Esta pobre participación en la defensa de Okinawa demuestra las dificultades con que tropezaron los japoneses, su penuria en materal y los problemas de reclutamiento. Por otra parte, durante aquel tiempo el alto mando nipón se preocupaba ya de preparar reservas que evitaran el último desembarco americano en Japón. La dificil acumulación de reservas pudo hacerse, aunque en detrimento de los contingentes concedidos al almirante Ugaki.

 

 

 

(Todavía quedaban grandes unidades del Ejército japonés en China, y en lo que fue la Indochina francesa. Pero opino que con dificultades totales de ser transportadas mismamente al Japón continental. Desde la pérdida de las Filipinas, la suerte estaba ya echada. Solo enumerar la nómina de buques de guerra dañados en el tifón presupone la enorme cantidad de los incólumes y prestos al desembarco final. )

 

Saludos

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Buenasss

 

(Vamos ya con las últimas "promociones" de los Kamikaze. Apurando hasta los aviones escuela, y debiendo dejar "esa" reserva para intentar repeler el asalto final.)

 

 

Después de dos días de inacción, aparecieron el 10 de junio algunos aviones japoneses volando sobre las líneas de vanguardia americanas. Uno de ellos escapó a los mortíferos tiros de la DCA cayendo contra el destructor William D. Porter (DD 579); tuvo lugar una enorme explosión que proyectó los fragmentos resultantes a centenares de metros y, en medio de un gran remolino, el destructor fue a hundirse en las profundidades. El 16 de junio, tuvo en efecto un nuevo ataque realizado por Kamikaze y bombarderos bimotores que transportaban bombas portátiles Jinrai-Ohka; ambos arremetieron contra los buques americanos apostados en los alrededores de Okinawa. Se inició un ingente combate aéreo en el curso del cual se distinguieron los cazas F4U Corsair que abatieron a la mayoría de los asaltantes. Por coincidencia, el único Kamikaze y el solo Ohka que lograron realizar el ataque fueron a dar contra el mismo buque. El destructor Twiggs (DD 591) tuvo este terrible honor, sobreviviendo solo algunos minutos a las espantosas explosiones que lo dislocaron.

 

El 21 de junio, último día de lucha en Okinawa, un Kamikaze se deslizó de nube en nube, despistando a sus perseguidores y cayó en picado sobre el buque de desembarco LSM 59. Este pequeño transporte de 60 m de largo no pudo soportar el choque del impacto y poco después se fue a pique.

 

 

El epílogo

 

De este modo terminó la terrible campaña de Okinawa. Si se exceptúa la de Guadalcanal, por otra parte muy distinta a esta por muchos aspectos, la conquista de Okinawa había sido la más larga, sangrienta y dura de todas las campañas que constituyeron la guerra del Pacífico. Nunca los EEUU habían hecho frente a un adversario tan fanático ni tan decidido a la lucha, y jamás había sufrido pérdidas tan graves en hombres y material para conquistar un territorio tan exiguo.

 

El ejército de tierra americano no contaba con menos de 4500 soldados muertos y 18000 heridos; el cuerpo de marines deploraba la pérdida de 2900 muertos y 13600 heridos, y la marina daba un total de 4900 muertos y 4800 heridos. Así pues, las pérdidas americanas se elevaban a 12300 hombres muertos y 36400 heridos, o sea, un total de 48700 hombres puestos fuera de combate.En el frente japonés, el tipo de defensa adoptado, la resolución de combatir hasta el final y el fanatismo llevado a la destrucción habían hecho todavía más víctimas. La guarnición nipona había sucumbido en casi su totalidad, con un balance de 130000 muertos, de los cuales algo más de 40000 formaban parte de la población civil de Okinawa y habían caído bajo el fuego del adversario.

 

Las fuerzas americanas lograron capturar mas de 3400 japoneses, en su mayor ía heridos. Esta inhabitual cifra de prisioneros señalanba un cambio en el comportamiento marcial del enemigo. Efectivamente, algunos japoneses habían pensado en rendirse, pero aterrorizados por sus oficiales e incluso por sus camaradas que les ejecutaban tan pronto como manifestaban su intención de cesar la lucha, habían decidido no hacerlo. En consecuencia, estas rendiciones fueron realizadas por pequeños grupos, e incluso aisladamente, y con frecuencia en medio del combate con el fin de que su captura pasara inadvertida.

 

En el terreno material, la conquista de Okinawa era muy significativa y la naturaleza y el número de pérdidas evidenciaban su carácter encarnizado. Japón había perdido aproximadamente la enorme cifra de 7600 aviones contra 763 aparatos americanos. Aquellos, en su mayoría suicidas, había destruido 40 buques americanos de todo tipo, averiando 368. De ello se deduce que, a pesar de la ferocidad de los combates de tierra, fue la marina la que registró más pérdidas de vidas humanas. Aunque este martirologio afectó a la marina más fuerte de todo el mundo, tomo un aspecto tan grave que los acontecimientos militares que siguieron se vieron perturbados por ello. Efectivamente, el número de buques perdidos o averiados, sin contar con los que debían acompañarles en el viaje hacia los arsenales, redujo los efectivos disponibles hasta el punto de retrasar las futuras operaciones previstas.

 

Si bien los combates terrestres en Okinawa habían tocado a su fin, durante algunos días de los que siguieron , se desarrolló una intensa actividad militar que tenía por objeto desalojar a los japoneses de todas sus posiciones, algunas veces dificilmente accesibles. Las tropas americanas procedieron a una larga limpieza con el fin de reducir los postreros adversarios amparados en el relieve montañoso y eliminar los riesgos de epidemia, tapiando o desinfectando los numerosos osarios. Esta actividad llevada a cabo con sumo interés, estaba ampliamente justificada por el hecho de que el alto mando americano había decidido hacer de Okinawa una gran base estratégica en vistas a la ulterior conquista del Japón metropolitano. Los aerodromos de Yontan, Kadena, Oroku y Shima debían ser ampliados y modernizados y la misma isla debía ser transformada en un gigantesco depósito de material, armamento y provisiones. Consecuentemente, numerosos barcos americanos permanecieron en las cercanaías de Okinawa con el fin de aportar toda la ayuda necesaria para la realización de estos importantes trabajos.

 

Esta presencia naval no dejó de llamar la atención del almirante Ugaki. Las unidades japonesas de ataques especiales se había retirado durante este tiempo a las bases aéreas dele norte de Kyusiu y a las de Shikoku, debido a la frecuencia de los vuelos americanos y a las destrucciones ocasionadas por éstos en los aerodromos meridionales. Este cambio aumentó naturalmente la distancia a Okinawa y redujo, de hecho, el número e importancia de los ataques. Sin embargo, el almirante Ugaki deseaba perjudicar todavía más al enemigo, aunque tan solo fuera para darle a conocer que sus ataque a las islas madres de Japón se saldaría con una importante factura.

 

Así pues, durante mes de julio de 1945, se realizó un cierto número de vuelos japoneses que continuaron hostigando a la flota americana en aguas de Okinawa y algunas unidades Kamikaze se dirigieron al asalto de numerosas escuadras americanas que navegaban por aguas metropolitanas japonesas. El 19 de julio, un avión suicida cayó sobre el destructor Thatcher ((DD 514), dañándole a tal xtremo que se tuvo que renunciar a repararlo. Finalmente el 28 de julio, un grupo aéreo Kamokaze voló sobre una escuadra americana, logrando, no sin pérdidas, atravesar el muro de defensa. De entre la formación se destacó un aparato suicida que cayó en picado a gran velocidad y, en medio de una gran llamarada anaranjada, fue a dar con el destructor Callaghan (DD 792). El buque americano quedó destrozado como si una mano gigantesca le hubiera triturado. Poco después del impacto, el Callaghan se fue a pique. Fue el último barco americano hundido por un avión suicida en el curso de la guerra del Pacífico.

 

 

 

(Dejamos para el próximo día el último Apartado, que tiene por definitorio título "La agonía de Japón". Luego siguen una serie muy interesante de corolarios que terminarán de aclarar, si aún fuera preciso, el desenlace de la guerra en el Pacífico.)

 

Saludos

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