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La epopeya kamikaze


jenisais

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(Aún no repuesto del "parón" de hace unos días. De lo ocurrido en el Foro prefiero no hablar (de lo que no sé...) Menos mal que me dió justo tiempo a acabar "mi" libro...

 

Pero me he dicho que "A mal tiempo, buena cara".

 

Empiezo de nuevo otro libro. Como siempre espero haber elegido bien. Lo releí este verano y me satisfizo. Además creo haber hablado (bien) de él en el transcurso de algun cita en el Foro.

 

Su título La Epopeya Kamikaze. Edición española de Ed. Bruguera, colección Libro Amigo nº 328 (junio 1975, por lo tanto tiene ya unos añitos. Tamaño de bolsillo, 441 pags) El original fue editado en 1970 por Ed. Robert Laffont con el título orginal L'Epopée Kamikaze. Autor: Bernard Millot. Especializado en PTO; su "Kamikaze" se tradujo en varias lenguas. También "Battle of the Coral Sea. Sea Battles in Close Up"; La Guerra del Pacífico 1941-1945 (en Iberlibro); La Bataille Aéronavale de Midway, y otras monografías de aviones USA de la SGM. operando sobre todo en el Pacífico.

 

 

Cita textual en su Contraportada:

 

"Esta es la historia de los 'soldados suicidas' nipones, investigada y contada por un occidental que conoce a fondo, no solo el Japón, sino el concepto que de la guerra han demostrado tener los orientales.

 

En su día, la llamada "epopeya Kamikaze" conmovió al mundo: era la culminación de una moral bélica que, en un determinado momento, habría dado al Imperio japonés la gloria del triunfo, para hundirlo luego ante la irresistible máquina militar americana.

 

Hoy, muchos años después, el Japón se ha convertido en pacífica potencia industrial, pero el Oriente en armas, alentado por una nueva mística, nos está descubriendo insólitos aspectos de la condicion del hombre y de sus recursos espirituales. Los legendarios "Kamikaze" de la II Gueera Mundial fueron posiblemente la primera gran revelación de esta turbadora realidad de nuestros días".

 

 

No me resisto a mostrar el Indice, con títulos muy sugestivos:

 

1 El Extraordinario Japón

2 El camino del sacrificio

3 Las Filipinas, cuna de los Kamikaze

4 De la experiencia a la generalización

5 La escalada

6 Los Kamikaze del mar

7 Los "Kikusui" de Okinawa

8 El Holocausto

9 El eterno Japón

 

Anexo: El Plan "Sho-go" japonés

Bibliografía

 

 

Una vez releído el primer capítulo, le encuentro un poco (demasiado) explicativo y quizá algo repetitivo. Trata sobre todo de la idiosincrasia del pueblo japonés, sus ritos y costumbres, etc. Y practicamente no toca el aspecto bélico que creo que es el que nos interesa. Por ello he decidido empezar la transcripción directamente con el Segundo capítulo, en la inteligencia de no haber omitido nada importante.)

 

 

(...) Capítulo 2 El camino del sacrificio (La exaltación por el ejemplo)

 

No podemos abordar el aspecto táctico de los ataques suicidas japoneses sin recordar que estoss métodos no comsntituyeron una innovación en el plano militar, sino que fueron de hecho la continuación de unos procedidmientos que tenían su orígen en un lejano pasado nacional; así, para quienes conocían la historia de Japón la aparición de estas acciones tácticas no fue ninguna sorpresa y más bien un hecho previsible y característico.

 

Precedidos por la poderosa influencia del ejemplo rn la exaltación humana no nos cansaríamos de insistir sobre el vaalor comunicativo de las hazañas pretéritas en el temperamento japonés. Si bien el temperamento del japonés actual (1970) ha sufrido un graan camabio, haciendo olvidar en cierto modo lo que fue en otras épocas, y si todavía es dificil para nosotros admitir sus postulados fundamentales tanto patrióticos como religiosos, no podemos sin embargo dejar de admirar respetuosamente su valentía, abnegación y generosidad

 

 

Los submarinos de Pearl Harbor

 

A fin de ilustrar este lance sintomático, expondremos detalladamente el caso de los submarinos de Pearl Harbor. Fue una aoperación de pequeña importancia, pero no por ello deja de ser un ejemplo caaracter´tico del comportamiento militar de muchos japoneses en una época en que nada les exigía sacrificios de esta índole.

 

Desde 1936, varios oficiales nipones habían seguido muy de cerca las tentativas occidentales en el terreno de los pequeñísimos submarinos destinados a efectuar correrías por las costas. La idea era muy simple y se basaba en 2 puntos esenciales: 1º, la discreción natural de este tipo de naves, y 2º la posibilidad que tenía un submarino de tan pequeñas dimensiones de penetrar en los puertos , bahías y otros lugares de fondeo del adversario. Así pues los japoneses se interesaron por estos trabajos de franceses e italianos en esta materia y, finalmente, concibieron un pequeño sumergible que sería transportado a las aguas cercanas al objetivo por un submarino nodriza. El proyecto sufrió varias modificaciones hasta que, finalmente, se optó por un modelo de 2 plazas, de unos 13 m de largo, capaz de transportar 2 torpedos autopropusados. La puesta en funcionamiento fue tan lenta como la construcción y hasta el verano de 1941 no se pudo sacar provecho alguno de las experiencias efectuadas, ni deducirse las posibilidades eventuales de utilización.

 

Por esta época, el Gran Estado Mayor imperial había concebido el plan de ataque a Pearl Harbor con el fin de sorprender y destruir la flota americana en el Pacífico. Estaba previsto que esta operación debía de ser exclusivamente aérea. Sin embargo las autoridades de la flota submarina insistieron en que se agregasen a ella los pequeños submarinos. El Estado Mayor no aceptó en un principio esta idea por la razón de que, por una parte, la presencia de los sumergibles podía, alertando al enemigo, comprometer la actuación de la aviación, por otra parte, porque no se había previsto nada con el fin de recuperar la tripulación y las máquinas tras el ataque. El almirante Isoroku Yamamoto, jefe de la Flota combinada, había sido explícito sobre estos 2 puntos y precisado con acierto: "Si logran introducirse en el lugar no podrán salir ya más de él; además, esta incursión no es indispensable".

 

Los partidarios de la participación de la flota submarina insistieron tanto sobre la utilidad de ésta como complemento necesario en el ataque aéreo que se iba a realizar, que el alto mando nipón terminó incluyendo los sumarinos de bolsillo en el plan general de ataque a Pearl Harbor. Sin embargo, el aalmirante Yamamoto exigió que estos sumergibles no iniciasen incursión alguna hasta que los primeros aviones hubiesen llegado al objetivo, que no rrealizasen más que una función informativa y que se tomaran medidas a fin de asegurar que los submarinos enrolados en esta operación estuvieran salvaguardados.

 

El comandante Naoji Ivasa, tenaz promotor del proyecto de la participación de las unidades sumarinistas tenía al parecer la idea de que el adentramiento en las auguas enemigas era hipotético y que, si llegaba el caso , era ilusorio prever la recuperación de la tripulación , tanto más que cuanto ello comprometía la seguridad de los grandes submarinos transportadores, obligados a esperarles en las cercanías. Estos 2 puntos se expusieron a los hombres escogidos para realizar la misión y no se les omitió ni el menor riesgo ni el aspecto de sacrificio que encerraba la empresa. Los submarinistas respondieron con un entusiasmo caluroso y unánime que no dejaba ninguna duda sobre la resolución que se acababa de tomar. No obstante, las últimas ordenes para la operación precisaban que los submarinos grandes permanecerían en aguas cercanascon el fin de transmitir a Tokio las informaciones enviadas, desde el interior de territorio enemigo, por los submarinos de bolsillo. El texto preveía efectivamente el salvamento de la tripulación, pero era evidente que la intención era engañosa y ninguno de los hombres escogidos ignoraba la suerte que les estaba reservada.

 

El 18 de noviembre de 1941 salieron de la gran base de Kuré los 5 grandes submarinos, llegando, sin incidentes, la noche del 6 al 7 de diciembre, a los alredores de la isla de Oahu. Todo estaba tranquilo y nada dejaba presentir la menor desconfianza en el campo enemigo. Un discreto cambio de señales indicó que los 5 submarinos transportadores se encontraban en el lugar previsto, a 8 millas de Pearl Harbor. Desde allí los marinos japoneses podíaan ver la costa iluminada por el resplandor de las luces de las calles, los letreros fluorescentes de los grandes almacenes y los faros de los automóviles que circulaban por el litoral. Por momentos, los ecos de la música posiblemente procedentes de algún lugar de baile, llegaban a los submarinistas japoneses y les cercioraban, si ello era necesario, que el enemigo no esperaba ser atacado.

 

A medianoche, a la hora prevista, 4 de los 5 submarinos , fueron soltados de sus grapas de amarre y se alejaron en dirección a Pearl Harbor. El 5º, transportado por el submarino I.24 había tenido una avería sería en el giroscopio y no pudo salir hasta 2 horas más tarde. Estaba a su mando el alférez de navío Kazuo Sakamaki.

 

 

 

(Lo dejamos aquí. Se habrá podido percibir la prolija narrativa del autor profundo conocedor del tema. Lo próximo, seguir la aventura de los submarinos "enanos". Veremos su efectiividad.)

 

Saludos

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Lo de los libros de Jenisais fue una de las primeras cosas que me vino a la cabeza con esto del apocaleches. Espero que los tengas recopilados en tu disco duro, pero si no es así todavía no es tarde para intentar un rescate desde la caché de Google.

 

En cualquier caso me alegro de que te hayas animado a empezar con otro libro :aplauso-6:

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Buenasss

 

(Amigos Bear y Dardo: ¡qué c...ño voy a tener recopilado! Quién iba a pensar en algo así. Lo único que me queda es el cariño de mis Forero-Lectores y la satisfacción del deber cumplido. Me resta, eso sí, los libros de donde saqué las traducciones/transcripciones; y el buen recuerdo que guardo de noche tras noche al releer y subir sus textos al Foro. Y así seguire, inasequible al desaliento. Sobre todo gracias a vosotros. Ah! y muchas gracias a Evola al que añado a la lista de incondicionales.

 

Y pasemos de las musas al teatro. Seguimos con los prolegómenos del "Día de la infamia". ¡Qué bien describe Bernard Millot el escenario y los actores!. Es por su profusión de datos que me animé a subirle al Foro.)

 

 

En las proximidades de la entrada a la bahía, 3 navíos americanos efectuaban su patrulla habitual. Dos pequeños buques auxiliares americanos, el Condor y el Crossbill cruzaban lentamente frente al lugar de paso, en tanto que el viejo destructor Ward se movía un poco más lejos. La tripulación esperaba con impaciencia la hora del relevo para volver al puerto y aprovechar los famosos placeres de un domingo de permiso en Honolulú.

 

A ls 3,42 horas, el oficial de guardia del Condor vio sobre el mar una rara mancha blanca que se movía en dirección del paso. Esta "cosa" se hallaba a corta distancia y estaba iluminada por la luz de la luna. El oficial americano pensó que podría ser muy bien un remolino causado por un periscopio de un submarino sumergido a medias. Un cuarto de hora más tarde, el Condor transmitió por proyector Scott un mensaje de alerta al destructor Ward: "Avistado submarino inmergido dirigiéndose hacia el oeste. Velocidad 12 nudos"

 

El lugarteniente William Outerbridge, comandante del Ward, reaccionó rapidamente y lanzó su barco en busca del intruso. Durante una hora patrulló por el sector señalado, pero fuen en vano. Hacia las 5 horas, discretas señales luminosas indicaron que la red antitorpedos, en la entrada de la bahía había sido abierta. Era la hora del relevo para el buque Crossbill, que entró en el puerto 10 minutos más tarde. Como sea que la operación de abrir la red tomaba bastante tiempo, ésta no volvió a cerrarse, ya que el otro buque debía dar por terminada su patrulla poco después.

 

Hasta aquel momento no se había transmitido ningún mensaje de alerta y nadie podía imaginar que se estuviera tramando tal operación. Nada había despertado la desconfianza de los americanos, razón de más para dejar abierto el canal. El Condor hizo su entrada a las 5,32 horas, dejando la red sin cerrar, puesto que a estas primeras horas de la mañana de un dodmingo, en tiempo de paz, esperaban otro buque a las 6,15 horas.

 

Durante todo este tiempo, el destructor Ward inició una segunda búsqueda del submarino señalado, pero lo hizo en otro sector; el éxito fue el mismo que la primera vez. Cerca ya de las 6 horas, el remolcador Keosanqua abandonó el puerto para ir al encuentro del buque taller Antares que remolcaba una barcaza. Hacia las 6,30 horas, el Antares empezaba a divisarse y uno de los vigías del Ward vió un curioso "objeto" negro situado detras de aquel, entre el buque y la barcaza remolcada. Una observación minuciosa permititó al vigía identificar la torreta de un pequeña submarino, el cual parecía querer aprovechar la estela del barco americano para penetrar en la rada.

 

El comandante Outerbridge mandó subir la presión de las calderas del Ward, aumentó la velocidad del buque y lo dirigó directamente hacia el elemento localizado. A las 6,45 horas, los artilleros del Ward abrieron fuego con sus cañones y cargas de profundidad. A las 6,50 horas el comandante Outerbridge transitió su primer mensaje de alerta: "Hemos atacado con granadas antisubmarinas un sumergible que operaba en la zona de defensa".

 

Este mensaje pasó por el laberinto habitual de retransmisiones y no llegó al almirante Claude C. Bloch, comandante segundo de la defensa de Pearl Harbor hasta las 7,12 horas. Este dio la orden a los destructores Monnagham y Helm de ir en ayuda del Ward. La consecuencia de estos mensajes y órdenes sucesivas , así como la despreocupación e incredulidad general de los americanos, fue que aquel día la red de entrada no se cerró; es probaale que al menos 2 de los submarinos de bolsillo japoneses pudieran entrar impunemente en el canal.

 

A las 7,55 horas el ataque aéreo sorpresa de los japoneses se inició y acaparó la atención general de los americanos; sus preocupaciones por las noticias relativas a los submarinos no identificados , en los que por otra parte nadie creía, fueron relegadas a un segundo plano.

 

Cuando el destructor Helm se dirigía hacia alta mar saliendo de la bahía vió, alrededor de las 8,17 horas la torreta de uno de los 2 submarinos de bolsillo. Varios obuses fueron lanzados sin resultado alguno. El pequeño submarino maniobró y logró salir del canal. El 2º submarino de bolsillo avanzó hacia el interiorde la rada e iba a iniciar la circunnavegación prevista alrededor de la isla de Ford, cuando a las 8,39 horas, los 3 buques americanos Breesa, Curtiss y Medusa descubrieron los tres a la vez, que emergía su torreta. El destructor Monagham, tan pronto se dió cuenta, se dirigió hacia él y le abordó. Varias cargas de profundidad se hundieron en las aguas y en medio de un enorme burbujeo destrozaron al pequeño cascarón. Minutos antess, los japoneses habían lanzado 2 torpedos, pero estos fallaron el golpe y fueron a explotar en la orilla.

 

Horas más tarde, el 1º submarino, el que haabía podido escapar del destructor Helm, empezó a tener dificulatdes como consecuencia de una avería. El motor eléctrico funcionaba esporadicamente y las baterías deterioradas dejaban escapar gases tóxicos. El minisubmarino todavía pudo continuar su marcha errante a escasa velocidad, hasta que, cerca de Bellows Field, se fue a pique. Su comandante, el alférez Sakamaki, perdió el conocimiento, pero su compañero de equipo había muerto minutos antes, asfixiado por los gases tóxicos de los acumuladores reventados. En la noche del 7 de diciembre, una patrulla americana descubrió al pequeño submarino . El alférez Sukamaki, todavía incosciente, fue capturado. Fue el único superviviente de los 10 hombres de la unidad especial de ataque nipón.

 

El primer minisubmarino había sido hundido por el destructor Ward a las 6,54 horas, el 2º había sido víctima a las 8,30 horas del destructor Monagham y ya se sabe la suerte que corrió el que estaba a las órdenes de Sakaamaki. En cuanto a los dos restantes, parece ser que fueron a pique por razones desconocidas, pero sin duda alguna mecánicas que se produjeron antes de que pudiesen atravesar el paso y sin que los americanos les hubiesesn descubierto. La operación submarinista japonesa, tal como había presagiado el almirante Yamamoto, fue un completo fracaso.

 

Cuando los sumarinos grandes japoneses tomaron el camino de regreso, los oficales abrieron los sacos de los desaparecidos con el fin de devolver a los familiares sus utensilios personales. El oficial torpedero del I.24 descubrió, entre los objetos personales de Sakamaki y de su ayudante, cartas de adios dirigidas a sus allegados, así como un testamento en el que dejaba todos sus bienes a sus servidores, como era costumbre en el más puro estilo samurai. Por último, la existencia de sobres conteniendo mechones de cabello y trozos de uñas, restos tradicionales y piadosamente venerados de los héroes que marchaban hacia la muerte, confirmó, si es que había aún necesidad de ello, el carácter suicida de la misión.

 

 

 

(Aquí acaba la mención detallada de esta 1ª operación suicida, que marcaría, pues, el futuro camino.)

 

Saludos

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Bueno, amigo Jenisais, hay que sacar provecho de cualquier situación. ¡Seguro que ahora adquirirás el hábito de guardar una copia de tus traducciones! Son cosas de la informática y que levante la mano el que no haya tenido un susto con esto.

 

A todos lo que leais este post habitualmente: A ver si podemos recuperar del cache de google los textos de nuestro compañero y hacer renacer esto de sus cenizas.

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Buenasss

 

(Que conste que todavía "me dura". Intentaré sacar el lado positivo, si es que lo encuentro...

 

Seguimos con este Capº II, y "El giro psicológico de Guadalcanal")

 

 

Después del ataque sorpresa de Pearl Harbor, las fuerzas armadas niponas se lanzaron al asalto de todo el Sudeste asiáico y obtuvieron sensaconales y espectaculares victorias. Durante 6 meses, Japón conoció una serie ininterrumpida de éxitos, a cual más resonantes.Fue un periodo durante el cual las aptitudes niponas para el sacrificio téctico tuvieron muy pocas ocasiones de ponerse de manifiesto; sin embargo, en agosto de 1942, cuando se inició la dificil campaña de Guadalcanal, el aspecto psicológico de los combates cambió.

 

Los japoneses, obligados a pasar a la defensiva, conocieron una nueva forma de lucha. Los ataques y los contrataques se sucedieron durante meses y meses, sin que ninguno de los dos adversarios pudiese cobrar ventaja. Poco a poco, los americanos tomaron la iniciativa en las operaciones, pero ya sea en el aire, en la tierra o en el mar, los combatientes nipones dieron la prueba de una valentía extraordinaria que dejaba entrever la aspereza de las ulteriores batallas.

 

En Guadalcanal, la infantería japonesa se lanzó al ataque con un desprecio total a la muerte. A pesar de la existencia de condiciones tácticas muchas veces desfavorables, de la presencia de terrenos devastados por la artillería y los centenares de ametralladoras americanas, las oleadas de ataques japoneses se sucedieron si parar, y sin dejar, a veces, supervivientes. Los soldados nipones se precipitaban al asalto corriendo y lanzando gritos histéricos, destinados, según parece, a sembrar el terror entre los enemigos a la vez que constituían para ellos una especie de doping moral. En sus caagas Banzai los soldados japoneses salían de entre la vegetación como surgidos de la nada por generación espontánea, para ir a desaparecer bajo una lluvia de fuego; sin embargo; siempre había otros que, sin cesar, iban a reemplazarles.

 

No obstante había un cierto número de ellos que actuaban por cuenta propia. Se escondían en los cocoteros, en donde vivían durante varios días y desde allí disparaban contra los soldados americanos que pasaban por aquellos lugares, hasta que alguien les disparaba. Ninguno fue capturado vivo. Fue igualmente en el curso de la batalla de Guadalcanal cuando los marineros japonesesque habían naufragado rechazaron el socorro ofrecido por los navíos americanos. Algunos que estaban armados, disparaban contra sus salvadores, en tanto que otros se dejaban ahogar, prefiriendo la muerte al cautiverio.

 

En las numerosas batallas aeronavales de la campaña de Guadalcanal se dieron varias docenas de casos de aviadores japoneses que se lanzaron con su aparato sobre los buques americanos. No obstante, ninguno de ellos provocó la pérdida del barco que había sido tocado. Del análisis de numeros testimonios parece desprenderse que, entre estos aviadores, un cierto número se encontraban heridos o bien su aparato se encontraba averiado y no tenía medios para volver a su base. Otros por el contrario, pilotaban aviones que no presentaban ningún signo de avería, a pesar de lo cual se lanzaron sobre el enemigo. Hay que hacer constar que estos gestos suicidas no obedecían órdenes recibidas, sino que se efectuaron siempre a título personal.

 

Ejemplos típicos: En la batalla de las islas de Santa Cruz, el 26 de octubre de 1942, el portaviones americano Hornet sufrió el ataque de un grupo de bombarderos tipo Aichi 99 Val. Eran las 9.10 horas; los aparatos nipones efectuaron su descenso y minutos más tarde una bomba estalló a estribor, por detrás del puente de vuelo, en tanto que otras 2 fueron a dar contra el casco del buque. Después de esto los aviones japoneses volvieron a remontarse. Fue entonces cuando los marinos americanos vieron que el aparato que iba en cabeza empezaba a vacilar hasta que abandonó finaalmente su formación. El avión se lanzó en picado contra el portaviones, dando manifiestos signos de avería.

 

Los marineros americanos intentaron protegerse lo mejor posible, en tanto que los cañones disparaba contra el enemigo, el cual se mantenía aparentemente insensible a los gopes que recibía. El Val se iba acercando cada vez más; su figura crecía cada vez más. No había ninguna duda de que iba a chocar contra el barco. Algunos americanos, petrificados por el desenlace inevitable, observaron la escena. Todo fue muy rápido. El avión nipon tocó la chimenea del Hornet llevándose parte de ella, luego se dejó caer sobre la pista de despegue en medio de destellos cegadores. Dos de sus bombas explotaron e incendiaron el carburante.

 

El portaviones americano ya estaba averiado cuando los aviones torpederos japoneses hicieron su aparición. Los Nakajima 97 Kate se aproximaron en pequeños grupos de doble fila, volando a muy baja altura. Antes que los torpedos lanzados alcanzasen su objetivo, uno de los Kate, cuyo piloto debía hallarse herido, sin intentar ninguna maniobra de huida, se precipitó ssobre el Hornet. El aparato volaba tan bajo que los marineros tendidos en el puente no se dieron cuenta de que se lanzaba. Hubo un choque; el avión nipón había tropezado con una batería de artillería antiaérea, en la parte babor de la proa. El aparato, sin mandos, saltó por los aires y luego explotó cerca del montacargas de proa. Horas más tarde, el portaviones Hornet se hundió, pero, según los supervivientes, la suerte del buque no había sido determinada por los 2 ataques suicidas, sino más bien por los proyectiles lanzados al modo clásico.

 

 

Furia en las Aleutianas: A partir de entonces los americanos asistieron, claro está que a costa suya, a una especie de escalada de la violencia y del fanatismo japones. Las fuerzas de los EEUU tuvieron una amarga experiencia de ello en las septentrionales islas Aleutianas. El 11 de mayo de 1943, las fuerzas anfibias americanos desembarcaron en Attu, pequeña isla montañosa que se sabía estaba poco defendida. A un lado y al otro de la localidad de Chichagof Harbour, desembarcaron las tropas entre la bahía de Holtz, al norte, y en la de Massacre, al sur. El avance fue muy lento a pesar de la debil defensa que opusieron los japoneses en un principio; el grueso de su tropas se replegóa las montañas que dominaban Chichagof Harbour. Desde estas posiciones tan estratégicas, hostigaron a los americanos y les impidieron establecer contacto obligándoles a desembarcar todas sus reservas, constituidas por unos 11.000 hombres.

 

A finales del mes de mayo, la situación no había cambiado en absoluto, a pesar de que la marina y la aviación americana batían sin descanso las posiciones defensivas niponas. Las trincheras japonesas estaban destrozadas por las bombas y los obuses, y ningún abastecimeinto o refuerzo había podido llegar a la posición atacada debido al eficaz bloqueo americano. No obstante los soldados del Mikado se mantenían en sus posiciones y hacían fracasar siempre los numerosos asaltos del enemigo.

 

 

 

(Es tarde; tras un punto y aparte, mañana seguiremos con los enfrentamientos en las heladas Aleutianas.)

 

Saludos

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Lo que si está íntegro es el archivo fotográfico que he ido formando de las fotos enviadas por nuestro apreciado traductor :rolleyes: Tengo una carpeta que sigue creciendo.- De estas subo algunas ad hoc para poner algo de color.-

 

La Epopeya Kamikaze El Libro

kamikazeellibroquetengo.jpg

 

Kamikazes

 

kamikazes.jpg

 

kamikaze 12-4-45 Ki-43 to Okinawa

 

 

kamikaze12445ki43tookin.jpg

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Hola jenisais:

 

Te envié un PM antes de la caida del sitio y otro después, pero es evidente que no te han llegado. Te comento que tengo recopilado en un archivo Word toda la traducción de Los cazadores de la RAF La batalla de Inglaterra, dame una dirección de email que admita archivos adjuntos y te la envío.

Saludos

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(Amigo Rockofritz, como siempre, estás al quite como decimos aquí. En efecto has hecho muy bien en subir esas fotos de antiguos relatos. Posiblemente rescate alguna foto más de este tema, pues el libro es extenso. Siempre contando contigo.

 

Amigo también Frodo. Por desgracia no recibí tus dos PM, ¿secuelas del tsunami de Internet que nos sacudió?. Muchas gracias por tu interés en enviarme el archivo Word. Naturalmente estaré encantado de recibirlo. He aquí mi principal dirección: perezcarrera@hotmail.com. Agradecido por anticipado; me gustaría saber si te gustó el conjunto del libro...

 

Seguimos con el relato de esa "Furia en las islas Aleutianas)

 

 

El 28 de mayo, el coronel de la guarnición nipona tuvo que rendirse a la evidencia; no tenían víveres y las municiones eran muy escasas. De los 2600 hombres con que contaba el efectivo inicial estacionado en Attu, tan solo quedaba un millar. En las mismas circunstancias, cualquier otro jefe hubiera pensado en una rendición, que siempre habría sido honorable puesto que no tenían medios para combatir. A pesar de ello, no fue esta su decisión. el 28 de mayo, al atardecer, reunió a sus hombres y les expuso la situación, exhortándoles luego a lanzarse, bajo el grito Banzai, sobre las posiciones americanas, con el fin de exterminar todos los enemigos posibles antes de morir ellos. Esta última reacción debía condcir al aniquilamiento total, y ninguno de los participantes lo ignoraba. El coronel evocó las ancestrales reglas del combate cuerpo a cuerpo, tan caras para el guerrero samurai, y también las altas virtudes tradicionales que llevaban al sacrificio por el Emperador.

 

Poco después, esta tropa, tan singularmente fanatizada, se declaró "Kesitai", es decir, dispuesta a morir por el Japón milenario. Durante la anoche, loss heridos y los enfermos que no se hallaban en condiciones de lanzarse al combate fueron exterminados con disparos en la nuca, o bien con la ayuda de inyecciones de fuertes barbitúricos. En la noche de la noche del 28 al 29 de mayo, los japoneses descendieron de sus posiciones sin hacer el menor ruido y avanzaron sin llamar la atención. Los movía una bravía decisión que podía leerse muy bien en su mirada dura y en sus facciones tensas. Soldados exaltados en su mayoría solo provistos de armas blancas, se deslizaron como gatos en los puestos avanzados de los americanos y en medio del mayor silencio degollaron a los centinelas.

 

Los japoneses se reunieron, siempre en silencio, y un poco antes del alba se precipitaron, lanzando gritos estridentes, contra el campamento de sus enemigos. La carnicería fue horrible; los japoneses, desencadenados, víctimas de un frenesí homicida, herían a derecha e izquierda. Muchos americanos fueron sorprendidos y muertos dentro de su saco de dormir. Las tiendas se hundían rojas de sangre. Algunos americanos, locos de terror, para caer en su mayoría un poco más tarde en manos de los demonios japoneses. En el paroxismo de su rabia sangrienta, los nipones irrumpieron en una enfermería de camapaña americana y dieron muerte a los heridos y enfermos en tratamiento.

 

Al alba, los americanos lograron organizar un contrataque eficaz que mitigó la furia nipona. Poco a poco el terreno fue reconquistado y los japoneses supervivientes, que deberían ser unos 500, comprimidos en un callejón sin salida, empezaron a suicidarse. Unos se abrieron el vientre, en tanto que otros se hicieron explotar una granada en el pecho. Si se exceptúanel puñado de japoneses herido o capturados, toda la guarnición de Attu había sucumbido. Esta inesperada e increible reacción nipona había causado en el campo americano 600 muertos y 1200 heridos.

 

Este ejemplo ilustra una vez más el comportamaiento japonésy prepara el camino que habrá de conducirles a la multiplicación y luego a la generalización de esta táctica inaudita; pero no nos anticipemos.

 

 

Las etapas homicidas de la reconquista: Los combates que iban a desarrollarse en todas partes del Pacífico serián muchos y los japoneses tendráin ocasiones de aplicar estos principios. Ya sea en Nueva Guinea o en las islas Salomón centrales, numerosas y encarnizadas reacciones niponas llevaron a los americanos a temer la terrible y pasmosa resolución de los enemigos.

 

En el otoño de 1943, durante el desembarco efectuado el 20 de noviembre en el minúsculo islote de Tarawa (Betio), en el archipiélago de las Gilbert, las fuerzas anfibias americanas abrieron un nuevo frente en el Pacífico central. Muy pronto los marines tropezaron con una bravía resistencia y a pesar de la cantidad de medios empleados, no hicieron ningún progreso en los tres largos días de tenaces combates. La guarnición nipona pereció en la furiosa lucha, o bien terminó suicidándose no sin antes haber causado graves pérdidas al adversario.

 

De isla en isla, las fuerzas americanas cerraban inexorablemente su gigantesca tenaza sobre el Imperio nipón. Dotadas de un material ingente cuyo inventario aumentaba sin cesar, afianzaban cada día más su dominio en el mar y en el aire, a la par que se acentuaba la desproporción respecto a las fuerzas enemigas.

 

En junio de 1944, las fuerzas anfibias de los EEUU desembarcaron en el archipiélago de las Marianas y encontraron en el enemigo un nuevo recrudecimiento de su voluntad tenaz y de su resistencia. Para los americnaos , que habían sufrido ya la extraordinaria combatividad de los japoneses, era dificil imaginar batallas más feroces y más encarnizadas. Sin embarga, fue esto lo que aconteció.

 

 

¡Espantoso Saipan! En la conquista de Saipan, en el marco de la invasión de las islas Marianas, los americanos chocaron contra un adversario todavía más exaltado, de conducta diabólica. El 6 de julio de 1944, los dos tercios de la isla estaban en manos de los marines y esrtos se disponían a efectuar una limpieza de la parte norte. Fue entonces cuando , el 7 de julio, ala alba, cerca de 3000 japoneses se lanzaron sobre las líneas americanas gritando y entonando el himno guerrero "Umi Yakaba". Los soldados nipones estaban excitados y poseidos de una furia sangrienta, al mismo tiempo que de un desprecio total hacia la muerte, pues la mayoría iban armados, tan solo, con bayonetas e incluso con estacas.

 

Desplegadops en oleadas sucesivas, cayeron sobre los marines sufriendo enormes pérdidas. En algunos lugares, los cadaveres amontonados obligaban a los americanos a desplazar sus ametralladoras para poder encontrar un campo de tiro despejado. Lo soldados del Mikado estaban decididos a morir y continuaban lanzando gritos y corriendo hasta que caían muertos o heridos.

 

Los americanos luchaban palmo a palmo, retrocediendo algunas veces y resbalando sobre espantosos charcos de sangre. Poco después, las primeras oleadas niponas fueron seguidas por una horda de enfermos y heridos salidos de los hospitales y de las enfermerías. Cojeando, cubiertos de vendajes o sosteniéndose mútuamente, habían decidido participar en la última carga Banzai. Otros 300 japoneses que no podían levantarse de su cama habían sido exterminados y fueron hallados más tarde bañados en su propia sangre. Los americanos reaccionaron con lentitud y volvieron a ganar el terreno perdido; sin embargo, sus pérdidas se elevaban a 668 hombres.

 

 

(Mañana seguiremos con la tremenda historia de la conquista de Saipan. Quedan por narrar los episodios más truculentos de la batalla.)

 

Saludos

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Los EEUU pagaron un elevado precio por la altivez, la estupidez de sus mandos superiores y su obcecación en unos combates que en muchos casos no tenían el menor sentido: morían sus tropas por conquistar un terreno que en muchos casos no suponía ninguna ventaja estratégica o táctica. Claro está, que si ellos hubieran estado en los combates con riesgo de sus vidas, seguro que hubieran corregido sus decisiones con mayor rapidez y eficacia.

Ejemplos hay a mansalva.

 

Al final aprendieron a dejar a los japoneses que se tomaran unas largas vacaciones en las islas del pacífico, y solo presentar lucha en los sitios interesantes para la victoria final. Creo que el último "turista" volvió a la realidad en los años 70... :blink:

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Buenasss

 

(Bear, has dado en el clavo en tu post del 18. Al fin los USA se decidieron por la táctica que indicas: salto de caballo de ajedrez. Obviando cantidad de islas y yendo al fondo del asunto.

 

Racoon, gracias siempre por tu generoso apoyo también.

 

Sigamos con el siempre espinoso tema de Saipan, que rompió con las ilusiones de EEUU de una corta guerra...)

 

 

Al día siguiente, 8 de julio, los marines emprendieronla conquista de Marpi Point, último reducto del norte todavía en manos de los japoneses. En este lugar se habían reunido varios centenares de soldados nipones y un gran número de personas civiles que huían del avance americano. Los marines avanzaron sin encontrar ninguna resistencia tenaz y alcanzaron pronto la zona rocosa sobre la costa meridional. Quedaron horrorizados ante el espantoso espectáculo que se ofrecía a sus ojos: centenares de japneses, militares y civiles, su suicidaban a medida que ellos avanzaban, sin que la corta distancia a que se hallaban les importase en absoluto.

 

Algunos soldados japneses se disparaban un tiro en la boca, o se hacían exterminar por sus superiores delante de grupos de aspecto salvaje cuyos componentes presos de un delirio de autodestrución, imploraban a los militares que les matasen uno tras otro. Allí había hombres, mujeres, niños y viejos.

 

Los americanos, no pudiendo contener la horrible carnicería, permanecieron impotentes delante de estas escenas de una atrocidad innaguantable. Algunos civiles se cogían de la mano y corrían hacia los acantilados donce se lanzaban al vacío para estrellarse contra las rocas. Unos marines descubrieron a lo lejos, sentadas sobre una gran roca, 3 muchachas que se peinaban con esmero y meticulosidad; cuando sus cabellos estuvieron arreglados según un rito en exceso significativo, se levantaron y, dándose la mano, avanzaron hacia el borde del precipicio por el que desaparecieron.

 

Había padres que apuñalaban o estrangulaban a sus hijos antes de lanzarse ellos al vacío. Una gran masa de población civil, que se había refugiado en las grutas del acantilado, se dió muerte avanzando adentro hasta que una ola los atrapó y engulló.

 

Esta monstrusa matanzacontinuó hasta el día 10 de julio. Hubo testigos que presenciaron cómo grupos de soldados japoneses, arrodillados, esperaban a que su jefe les decapitase con su sable. Otros hacían explotar una granada contra su pecho, convirtiendo su cuerpo en un espantoso sembrado de carne humana.

 

Cuando, tras muchos esfuerzos, los americanos pudieron llegar al borde de los acantilados, asistieron allí a los últimos suicidios. Algunos no pudieron contener las náuseas al ver, en el fondo del precipicio a centenares de cuerpos reventados y ensangrentados. A pesar de su buena voluntad y de las tentativas llevadas a cabo, los marines no lograron detener ni mitigar esta especie de locura colectiva de suicidios ni hacer ningún prisionero. Unicamente algunos niños de corta edad fueron capturados y mimados por los marines, cuya compasión estaba muy acentuada por las horribles escenas de las que habían sido testigos.

 

Nos parece inutil hacer cualquier comentario, ya que este ejemplo pone de relieve el estado anímico y el comportamiento de los japneses que, desde las primeras páginas de este libro, intentamos explicar. La narración cronológica de los principas hechos característicos , nos ha permitido asistir a una progresión constante de la instrucción fanática y de la voluntad de resistencia de los japoneses en el curso de la guerra del Pacíifico. A medida que avanzaba la reconquista americana y se hacíaa más patente su amenaza sobre el Imperio nipón, las reacciones japonesas resultaron cada vez más violentas y obstinadas, tendiendo todas ellas hacia un paroxismo nada común.

 

 

El sacrificio táctico

 

Si bien, una vez iniciadas las hostilidades en el Pacífico, un cierto números de aviadores nipones se lanzaron sobre los objetivos navales americanos, también es cierto que estos actos eran poco frecuentes y que la mayoría de ellos no eran conocidos por los mandos japoneses. Desde fines de 1943 y durante los 6 primeros meses de 1944, se extendió el uso de este sistema de ataque y si, en un principio, repetimos, estas hazañás fueron poco conocidas o ignoradas por los directivos, se transormaron, a mediados de 1944, en uno de los principales temas de conversación y de consideración de los aviadoress japoneses. Los ejemplos se iban repitiendo y nadie podía ignorarlos.

 

Los pilotos nipones sustituyeron muy pronto la admiración y el respeto que sentían hacia esos héroes por el balance de los resultados tácticos obtenidos con tales métodos. Efectivamente, ningún aviador podía ignorar la vulnerabilidad inquientante de sus aparatos y las pérdidas que suponía su concepción frágil frente a la terrible DCA y los temibles cazas Grumman F6F Hellcat de los americanos. Esto no constituía ya ningún secreto, tanto más cuanto que la industria japonesa, a pesar de su esfuerzo, no podía suministrar suficientes aviones para reemplazar las pérdidas sufridas. Por último, el racionamiento de carburante había contribuido desde el principio, de un modo fuunesto, sobre la calificación de los nuevos pilotos japoneses salidos reciente de las escuelas de formación acelerada. Estas distintas circustancias habían hecho decrecer de un modo alarmante el número de aparatos nipones que sobrevolaban los objetivos adversarios y por otra parte había disminuido la eficacia táctica de la aviación japonesa.

 

Los comandantes de las bases, los jefes de escuadrilla y todos los pilotos no podían dejar de meditar sobre estos angustiosos problemas con el proposito de encontrarles un remedio. No requirieron grandes esfuerzos de imaginación para encontrar una relación entre los sistemas convencionales de ataque y los actos suicidas que estaban ya en la mente de muchos. Aunque algunos no aceptasen este procedimiento, muchos lo admitieron entusiásticamente. Los aviadores japones lo comentaban entre ellos, considerando el aspecto deprimente de los ataques de tipo clásico. Con demasiada frecuencia, escuadrillas que se dirigiían al ataque contra el enemigo no llegaban ni siquiera hasta su objetivo, pues eran aniquiladas o diezmadaspor las defensas americanas antes de que pudieran llegar cerca de aquél. Si por casualidad uno o dos aviones lograban hacer frente al adversario, sus bombas y torpedos eran lanzados sin tino, debido a la falta de experiencia y de entrenamiento de la mayoría de los aviadores. Valientes pilotos y numerosos aviones se habían perdido sin obtener el menor éxito.

 

La repetición de fracasos de este género llevó a los pilotos a pensar en el "Jibaku" (caída final con motivos tácticos) como único recurso para recuperar la eficacia perdida y causar graves perjuicios al enemigo. Muchos lleganton a la siguiente conclusión: "Perdido por perdido, tanto da..." Hay que reconocer que, a pesar del aspecto monstruoso que este acto deliberado tiene para nosotros, su práctica era de una "rentabilidad" excepcional. En efecto, un solo piloto con un solo avión obtenía resultados tácticos positivos, en tanto que escuadrillas enteras fracasaban.

 

El proceso fue lento y muchos aviadores no acepetaban esta solución con un fervor demasiado apasionado. El suicido premeditado y ejecutado friamente continuó siendo, para algunos, un obstáculo infranqueable. No obstante el ataque "Jibaku" constituyó, para la mayor parte de los pilotos japoneses, una realidad luminosa que desencadenaba en ellos una exaltación lírica y entusiástica. Para muchos, este sistema era el único medio de destruir, con la menor cantidad de pérdidas las fuerzas aplastantes del enemigo y poder así dar un vuelco a la dramática situación en que Japón se hallaba acorralado.

 

Otros también creían que, a falta de inflingir destrucciones espectaculares y decisivas, este tipo de ataque tendría el poder de intimidar al enemigo y conducirle a abrir unas negociaciones honorables. Estos aviadores nipones estaban convencidos de que

la superioridad espiritual y fuerza moral demostradas en este sacrificio voluntario impresionaría y desalentaría a los "granujas yanquis" (la propaganda japonesa había presentado siempre de este modo a los americanos, tanto al ejército como a la población civil.)

 

 

 

(Vamos viendo como se enconaba la guerra en PTO. Los japoneses enseguida comprendieron que ya no podían ganar la guerra. Solo aspiraban a hacerla prohibitiva para los americanos.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Gracias de nuevo a Rockofritz por ilustrar un poco este tema de Saipan y su sangrienta batalla. Recuerdo de ella un newsreel (documental) en color en que se ve a civiles saltar por el uno de los acantilados. Impresiona vivamente.

 

Sigamos con la gestación de "la epopeya de los kamikazes".)

 

 

Sin embargo, estas extraordinarias ressoluciones permanecieron casi en secreto y no fueron transmitidas más que de un modo discreto y oficioso. Algunos comandante deunidad que las sugirieron al alto mando imperial chocaron con una actitud hostil.

 

No será inutil hacer notar que, por lo general, los pilotos que se entusiasmaban por el nuevo método de ataque eran aquellos que por sus sentimientos religiosos o patrióticos estaban más desarrollados. Ete procedmiento les permitía alcanzar un doble objetivo: 1º cuasar al enemigo pérdidas que podían poner en entredicho su aplastante superioridad material y, 2º, morir herocicamente, al modo de las tradiciones caballerescas. Este última ideal hubiera podido sorprendernos si, en las primeras páginas de este libro (las no transcritas. N. del T.), no hubiésemos hallado varios ejemplares de él; ahora que conocemos los recodos del alma japonesa podemos comprender más facilmente los sentimientos de estos hombres osados, capaces de llegar hasta el más hermoso de los sacrificios: el olvido de sí mismo.

 

Es indiscutible que la mayoría de tales aviadores se hallaban dispuestos a morir o sabían que morirían debido a la dramártica situación militar que atravesaban. Los que lograban salir con vida de las misiones de tipo convencional en las que tantos camaradas caían, estaban convencidos de que su supervivencia era tan solo una tregua que convenía utilizar del mejor modo posible. Este aplazamiento suponía para ellos la ocasión de buscar con calma el holocausto vengador y el extasis místico, medios para figurar en el templo Yasukuni, entre los antepasados glorisos. Este era, en aquel momento, el estado de ánimo y el clima psicológico que reinaba en la mayoría de las unidades aéreas japonesas, sobre todo en las que tenían un mayor contacto operacional con el enemigo.

 

 

La misión misteriosa

 

Según parece, fue en esta circustancias cuando se dió la 1ª operacion suicida concertada, la cual, no obstante, permaneció, tal como vamos a ver desconocida por los altos mandos japoneses y del Estado Maayor americano. Antes de narrar la historia de esta misteriosa misión es indispensable esbozar la situación militar local.

 

En junio de 1944, el cuartel general nipón esperaba que las fuerzas americanas aprovechasen su superioridad naval y aérea para completar la conquista de las islas Marianas, entonces en curso , con la de Iwo Jima, pequeña isla volcánica perdida en el Pacífico, a más de 1100 kms de Saipan. Iwo Jima estaba muy poco defendida y habría sido muy facil invadirla. El alto mando americano no creyó oportuno en aquellos momentos efectauar esta operación y cometió con ello un lamentable error estratégico. Desde entonces, el gran cuartel gral. Imperial, comprendiendo la importancia de este islote, no cesó de acumular en él fortificaciones y armamento, tan numeroso como diverso, lo que convirtió la conquista ulterior de Iwo Jima en una tarea muy árida para los americanos.

 

Pero volvamos al mes de junio de 1944. El día 20, la escuadra de cazas de Yokosuka fue enviada urgentemente a Iwo Jimacon el fin de reforzar las fuerzas aéreas japonesas ya instaladas en el lugar. Los 30 monoplazas Zero, aterrrizaron en las polvorientas pistas de iwo Jima enterándose de que en la vigilia, y el día anterior a ésta, la escuadra naval americana Task Groupe 58-1 del almirante Clark había venido a asaltar la isla.

 

Durante su avance, los destructores americanos Carrette y Boyd habían hundido el pequeño barco de carga Tatsutagawa Maru de 1900 toneladas. En el curso de la primera expedición aérea americana sobre la isla, la cual había opuesta una viva resistencia, 10 Zero de la defensa habaían sido derribados; además en las pustas 7 bombarderos fueron averiados. Al día siguiente, 54 aparatos americanos, procedentes de portaviones, hacia las 13,30 horas habían volado sobre Iwo Jima, atacando a los numerosos aviones japoneses alineados en el campo de aviación. Los pilotos americanos afirmaron haber destruido 63 aparatos japoneses en tanto que ellos solo habáin perdido tres. La cifra era exagerada, pero sea o no cierta, la verdad es que la isla, que hasta entonces había pernaecido al margen, se encontraba desde aquel momento sumergida en la guerra.

 

Con el propósito de ayudar a las guarniciones niponas acantonadas en las islas Marianas, el mando aéreo de la isla enviaba cada noche grupos de bombarderos Betty que atacaban las demasiado numerosas fuerzas americanas. A la mañana siguiente, conseguían regresar uno o dos aparatos, nunca mayor número; y los que volvían lo hacían acribillados. En pocos días, los bombarderos útules desaparecían como la nieve que se funde al sol. Entonces se enviaron los aviones torpederos Jill a estas misiones nocturnas, pero no lograron mejores resultados y sufrieron enormes pérdidas.

 

El 24 de junio por la mañana, un nuevo ataque americano de gran envergadura tuvo lugar sobre Iwo Jima. Avisados por los radares detectores de la isla, más de 80 monoplazas Zero emprendieron el vuelo para hacer frente a los aviones enemigos anunciados. Momento más tarde se inició un espantoso carrusel aéreo. El cielo estaba invadido por aviones, el resplandor de las balas luminosas y los penachos de humo. Los aparatos de ambos bandos se entregaron a un duelo encarnizado en el transcurso del cual los cazas americanos si bien pagaron también su tributo, lograron derribar cerca de 40 Zero, o sea, la mitad del efectivo japonés.

 

El 3 de julio, otro ataque aéreo americano devastó la isla. Mientras que bombarderos Avenger destrozaban las pìstas y los aviones estacionados en ellas, los cazas Hellcat derribaron 20 de los 40 Zero que se habían lanzado a su encuentro. Al día siguiente, 4 de julio, día del aniversario de la Independencia de los EEUU, los aviones americanos despegaron de sus portaviones para completar su obra destructora. Los cazas nipones volaron de nuevo, pero minutos más tarde 11 de ellos caían envueltos en llamas. En la isla, las instalaciones había sufrido grandes daños y los aviones que permanecían en las pistas habían sido gravemente dañados.

 

Una vez que los aparatos americanos se perdieron en el horizonte y el polvo y el humo levantados psor las explosiones e incendios se hubieran difuminado, el desastre se mostró en toda su magnitud. En Iwo Jima tan solo quedaban 8 torpederos Jill y 9 cazas Zero en su mayoría inutilizados. Frente a esta dramática situación, el estado mayor de la isla se reunió para estudiar el problema de la continuación de las operaciones. El capitán de fragata Nakajima hizo saber a los pilotos las discusiones sostenidas ; la mayoría se había pronunciado por un ataque masivo a la flota americana que se hallaba a 830 kms. al sur de Iwo Jima, en el que participarían todos los aviones disponibles. Algunos oficiales japoneses eran conscientes de la desproporción entre el número irrisorio de aviones japoneses que podían ser alineados y la potente defensa de la flota adversaria, defendida por una imponente aviación; no se podía esperar inflingir al enemigo un importante quebranto. Así pues, buscaron medios de destrucción más eficaces que los ataques convencionales.

 

 

 

(Vale por hoy. Mañana seguiremos con esta incipiente idea de los nipones.)

 

Saludos

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Los EEUU pagaron un elevado precio por la altivez, la estupidez de sus mandos superiores y su obcecación en unos combates que en muchos casos no tenían el menor sentido: morían sus tropas por conquistar un terreno que en muchos casos no suponía ninguna ventaja estratégica o táctica. Claro está, que si ellos hubieran estado en los combates con riesgo de sus vidas, seguro que hubieran corregido sus decisiones con mayor rapidez y eficacia.

Ejemplos hay a mansalva.

 

Al final aprendieron a dejar a los japoneses que se tomaran unas largas vacaciones en las islas del pacífico, y solo presentar lucha en los sitios interesantes para la victoria final. Creo que el último "turista" volvió a la realidad en los años 70... :blink:

Y respecto de lo comentado por Bear, al final, el siguiente offtopic, que de seguro les será de interés también:

 

http://www.theatlantic.com/infocus/2011/10/world-war-ii-after-the-war/100180/#img45

 

Saludos

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Buenasss

 

(Concluyamos ya con el episodio en la Iwo Jima de antes del desembarco de 1945 preludio del inicio de uso de los kamikazes.)

 

 

El capitán Nakajima añadió: "No me hago ilusión alguna sobre lo que os pedimos. Por lo tanto es inutil fingir: vais, con caso toda seguridad, a la muerte. No obstante, la decisión ha sido ya tomada y debéis llevar a cabo esta misión. Que la suerte os acompañe". (Extracto de "Samurai, de Saburo Sakai y Martin Caidin.)

 

Nakajima termino su pequeña alocución con un aire abatido. Estaba a punto de llorar. Sacó una hoja de su bolsilloen la que leyó el nombre de los aviadores destinados para esta misión. Estos se levantaron y al tiempo que comentaban las condiciones especiales de la operación prevista fueron embalando sus efectos personales, tal como era costumbre hacer, desde hacía algún tiempo, antes de cada misión.

 

Horas más tarde, los pilotos designados fuenron convocados frente a la tienda del puesto de mando donde el capitán de navío Kanzo Miura, jefe de aviación de Iwo Jima, deseaba hablarles. Este apareció y subió a un estrado que había sido improvisado. Su expresión estaba impregnada por un aire de profunda tristeza; miró durante un rato el rostro de sus hombres y todos pudieron apreciar el esfuerzo que tenía que hacer para empezar su discurso. Su voz, sorda, estaba ahogada por la emoción.

 

"Vais a devolver a enemigo los golpes recibidos. De ahora en adelante las batallas defensivas han terminado para nosotros. Vosotros sois lo más selecto de los pilotos de la escuela de Yokosuka, los más famosos de todo Japón, y espero que vuestra conducta hoy será digna del nombre de la gloriosa tradición de vuestra unidad. (Se hizo entonces un corto silencio que, no obstante, pareció a todos muy largo.) A fin de defender nuestro honor, es preciso que aceptéis la tarea qu vuesttros oficiales os han designado. No podéis, os repito, esperar seguir con vida. Vuestros pensamientos deben dirigirse aa un solso ys único fin: ¡atacar!. Solo sois 17 y vais a enfrentaros con una fuerza naval defendida por centenares de cazas americanos. Debéis, pues, renunciar a los combates individuales y no atacar como si estuviéseis solos. Al contrario, debereis permanecer en formación cerrada, la cual deberá cruzar los interceptores enemigos; entonces, todos juntos, descendez en picado sobre los portaviones americanos. Debéis atacar con vuestros torpedos, vuestros cuerpos y vuestras aalmas. Un ataque de tipo normal sería inutil. Incluso, aunque consiguierais sortear la barrera de cazas enemigos, serias derribados en el camino de vuelta y vuestra muerte no sería util a la patria. Sería un sacrificio perdido y no podemos permitirlo, Antes de alcanzar vuestros objetivos los cazas rechazarán el combate con los aviones enemigos y ningún bombardero lanzará su torpedo en vuelo. ¡Pase lo que pase, permanecereis agrupados ala copn ala! Ningún obstáculo debe desviaros de la misión encomendada. Las caidas en picado deben efectuarse a un mismo tiempo, para poder con ello asegurar su eficacia. Sé muy bien que todo lo que os estoy diciendo puede parecer imposible, pero estoy seguro de que podeis hacerlo, de que lo haréis y de que daca uno de vosotros se lanzará directamente sobre un portaviones enemigo y lo hundirá. (Aquí el comandante se calló y solo añadió unas palabras.) Estas son la órdenes"

 

Los pilotos hubieran debido responder a esta arenga con entusiásticos gritos Banzai, tal como era costumbre, pero, al contrario, reinó el más profundo silencio. Era bien patente que cada uno de ellos se hallaba sumergido en profundos pensamientos. Desde hacía varios meses, los aviones japoneses partían destinados a misiones de las que dificilmente volvían; todo el mundo lo sabía, pero subsistía siempre una pequeña esperanza. Cada uno de ellos tenía la posiblidad de creer que el día aquel no sería el suyo. Pero ahora no cabía la duda: la muerte estaba decicida, ordenada y establecida incluso antes de su partida.

 

Aunque habituados con férrea disciplina a la escrupulosa ejecución de las órdenes, los aviadores nipones se estremecieron, pero la reacción de la mayoría fue una fria rresolución y una determinación tranquila, que era la mejor demostyración de su excepcional valentía. En el antiguo Bushido hay una frase que dice: "Un samurai vive de tal modo que se halla siempre dispuesto a morir." Ciertamente, este códdigo no precribe el ssuicidio, pero en el presente caso, el sacrificio consentidotomaba un aspecto táctico innegable que fue la base de la aceptación tácita de los pilotos encargados de esta misión extraordinaria.

 

El resto de los pilotos, no designados para esta misión y que, por otra parte, se hallaban sin avión, les ofrecieron regalos que, aunque pequeños debido a las restricciones reinantes, tenían el valor simbólico de ofrendas. Estos presentes mostraban el afecto y el respeto que sentían hacia los héroes. Aquí tocamos un punto caracter´ñistico dentro de la tradición japonesa: los hombres escogidos eran ya héroes antes de haber ejecutado el Jibaku.

 

Llegada la hora, los 17 aparatos despegaron y se dirigieron hacia el sudeste. La formación japonesa voló a unos 5000 m entró en una ancha zona de nubes. Azotados spor la tempestad, y por una lluvia torrencial, los aviones continuaron como pudieron su ruta. A más de 100 kms del objetivo, aparecieron por entre las nubes los cazas enemigos, que acometieron contra la escuadrilla japonesa. Los pilotos se hallaban espantados por el numero de aviones, que parecía no tener fin. La formación nipona se mantuvo aún más estrechamente unida, haciendo lo posible para no responder al ataque, tal como les habían ordenado.

 

Minutos más tarde no fue posible respetar la consigna, pues los Hellcat, atacando por todos los lados, habían hecho estallar dos bombarderos, obligando con ello al resto de los aviones a mantenerse separados con eel fin de no sufrir las consecuencias de los restos incandescentes de los aviones tocados. En medio de esta ronda infernal, los aviones de ambos bandos iniciaron una lucha a muerte. Los japoneses hacía todo lo posible por escapar del enemigo, pero uno a uno iban cayendo envueltos en llamas.

 

Acometidos por más de 60 Hellcat, algunos de los aviones japoneses supervivientes lograron refugiarse en una espesa nube. La terrible tempestad y la falta de percepcción provocada por la torrencial lluvia, así como los riesgos de colisión eran preferibles al metódico ataque de los Hellcat. Durante lago tiempo volaron sin rumbo fijo por entre los elementos desencadenados hasta que finalmente pudieron emerger a un cielo sereno donde no había ningun Hellcat. ¿Dónde se hallaba la flota norteamericana?

 

Con perseverancia los pilotos japoneses estuvieron buscándola, pero el crepúsculo iba cayendo y nada se divisiaba en el mar. Todos pensaban que sería muy ridiculo terminar cayendo en el oceano, puesto que habian llegado hasta allí para realizar su última misión y bajo la condición de que su sacrificio se viese coronado con la explosión de un barco enemigo. La vuelta a la base no podía ser tomada en consideración, puesto que ellos perderían su honor haciéndolo. Cada uno vivió un dolorosa lucha consigo mismo. Finalmente emprendieron el camino de regreso, con la esperanza de que en la ruta se les presentase una nueva ocasión de asestar un golpe mortal al enemigo.

 

Los 5 aviones supervivientes, 4 Zero y un Jill, llegaron a Iwo Jima en plena noche, esperando sus pilotos los mayores castigos, opuesto que habñian desobedecido las órdenes. Sin embargo, se les tributó una calurosa acogida; todos habían comprendido su drama de conciencia en el que la cobardía no contaba para nada, prevaleciendo solamente la eficacia. No tuvieron ninguna otra ocasión. Al día siguiente, una fuerza naval americana llegó hasta Iwo Jima y lanzó millares de toneladas de obuses que devastaron la isla y destruyeron todos los aviones.

 

Este vuelo suicida no había llegado a oidos del estado Mayor Imperial, ya que por aquel tiempo tal hecho era todavía demasiado revolucionario y no hubiera sido autorizado nunca. En coinsecuenciano fue regsitrado como tal. Por parte de los americanos nadie supo la osada y extraordinaria intención de los aviadores japoneses, y sus archivos mencionaron este combate como la intercepción de un vuelo enemigo de tipo convencional.

 

 

 

(Extraordinario el relato de este embrión de ataque kamikaze. Se dan en él todo lo que en adelante sería el desarrollo de ellos: Avisados por radar de proximidad, cientos de Hellcat formaban una verdadera muralla defensiva anterior a los portaviones. El resultado, predecible.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Seguimos con esos interesantes prolegómenos acerca de la puesta en marcha de la idea "Kamikaze".)

 

 

La idea germen

 

Aunque la intención de la hazaña anteriormente descrita fuese ignorada por el alto mando japonés, se asistía, sin embargo, durante esta época, a una evolución lenta, pero progresiva de los métodos tácticos. Si bien en un principio los actos suicidas llevados a cabo de un modo individual por los pilotos niponesfueron mantenidos en silencio y guardados en secreto por las unidades de combate, cada vez eran más abundantes las noticias que llegaban al cuartel general sobre este sistema. Algunos comandantes de escuadrilla, inspirados en esta coyuntura, tomaron la valiente iniciativa de enviar informes que ensalzaban los méritos y proclamaban las ventajas de este sistema de ataque. Exponían la determ inación de la mayoría de sus subordinados, así como la eficacia táctica del nuevo procedimiento.

 

Las proposiciones a este respecto son demasiadas numerosas para poder ser recogidas aquí; tan solo mencionaremos la del capitán de navío Eiichiro Jo, comandante del portaviones Chiyoda. Después del desastre sufrido en la batalla de las Marianas, Eiichiro Jo comunicó, en varias ocasiones, al alto mando sus ideas sobre el problema:

 

"No tenemos ninguna esperanza de llegar hasta los portaviones enemigos por procedimientos normales. Debemos organizar, lo antes posoble, formaciones especiales que realicen los ataques certeros sobre sus ibjetivos. Pidió a las autoridades lo tengan en cuenta."

 

La bizarría y el pasado glorioso de este oficial hicieron sentir su peso. Su postura influyó sobre un cierto número de oficiales y altos dignatarios del ejército y de la marina. Desde entonces, los comunicados oficiales exaltaron el heroismo y la valentía de los aviadores que se lanzaban deliberadamente, pero siempre de un modo indiividual, sobre los objetivos enemigos.

 

En el seno del alto mando tenía lugar una lenta mutación. Sin embargo, las órdenes cursadas poco después recomendaban a los jefes de las unidades buscar nuevoss métodos más eficaces y no hacian alusión alguna al tipo de ataque preconizado. ¿Era quizá por que no deseaban tomar la responsabilidad de tal tipo de ataques, o bien porque consideraban preferible recurrir a nuevos procedimientos tácticos que se hallasen dentro de la línea convencional?

 

Parece ser que entre las autoridades militares japoneses existía diversidad de opiniones sobre este asunto tan delicado.Como ocurre en todos los paises, algunos altos funcionarios sumergidos en los laberintos burocráticos tenían una visión muy poco real de los aconteccimientos y del comportamiento de los combatientes en tanto que otros, a quienes su trabajo les ponía en estrecho contacto con las unidades de operaciones , tenían una óptica más realista de la evolución de la situación militar y del estado de ánimo de las tropas. Así pues, la falta de decisión y los aplazamientos de las altas esferas militares japonesas frente a las nuevas ideas venidas del frente era la resultante conjugada de un problema de conciencia y de una carencia de información precisa.

 

Los grandes dignatarios del ejército y la marina eran conscientes de las derrotas sucesivas, de la pobreza de recursos y del escaso inventario de material, pero estaban poco enterados de todos lo que se refería al estado de ánimo de lo soldados y de las reacciones estos frente a la situación militar del momento. La mayoría se refugiaba en el glorioso pasado histórico del país, esperando mejores tiempos, y la imágen idílica de estos le impedía ver toda la realidad de la presente coyuntura. Es verdad que muchos oficiales habían captado la importancia y la significación de los nuevos modelos propuestos, pero hubiera sido necesario que un buen número de ellos estuviesen realmente convencidos de su eficacia.

 

Contrariamente a lo que podría creerse, la psicología japonesa descrita en esta obra no bastaba para inclinar a los mandos a emitir tal tipo de órdenes. Había que esperar a que la situación militar se agravase para cambiar las ideas de los jefes. Sin embargo, la novedad de los ataques especiales se iba inflltrando y no había duda de que germinaba silenciosamente.

 

 

Una referencia inesperada

 

Algunos oficiales japoneses importantes, convencidos de la eficacia del nuevo modo de ataque y considerando oportuno lanzar una gran ofensiva aérea que permitiera romper el cerco americano, se reunían frecuentemente con el fin de comentar la situación militar. Uno de ellos en el curso de una sesión celebrada por el Estado Mayor general no dudó en intervenir haciendo referencia a un libro consagrado a los pioneros del aire.

 

Así pues, la génesis se habia iniciado en unas circunstancias que recordaban de un modo poco corriente la situación japonesa de aquel verano de 1944. Es evidente que en determinadas condiciones tácticas, dado el ahorro de las vidas humanas y de material que suponía, el sistema Jibaku (Que la acción es un gesto determinado que tiene como fin arrastrar al asaltante y asaltado a la muerte) ofrecía grandes garantías de éxito. En Tokio este tema fue debatido en numerosas ocasiones, sin que llegase a ninguna determinación. No obstante, semanas más tarde, el sistema tanto tiempo rechazado, entró dentro del terreno práctico.

 

 

El ataque indirecto

 

A finales de agosto de 1944, cuando el estado Mayor imperial supo que las fuerzas americanas tenían bajo su control todo el archipiélago de las Marianas, se vió obligado a concebir nuevas disposiciones estratégicas para la defensa de las Filipinas. Este archipiélago era la etapa siguiente de la gran reconquista norteamericana; grandes refuerzos iban llegando a las islas y fue entonces cuando Tokio dió instrucciones estratégicas en las que se incitaba a los comandantes de las unidades a buscar nuevas tácticas de ataque más eficaces.

 

Por vez primera, el gran Estado Mayor se dignaba a otorgar tales prerrogativas a sus subordinados. Este extraordinario cambio de actitud dentro de la rigidez habitual que presidía la jerarquía militar nipona, tenía su origen en una profunda enfermedad psicológica que empezaba a dejarse sentir. Tokio había tomado en consideración el empleo de una serie de medidas disciplinarias aplicables a la tripulación de los bombarderos y de los aviones torpederos, cuya moral había descendido de un modo inquietante. El desaliento de los pilotos se debía a los fracasos sufridos en los últimos tiempos; habían obtenido resultados positivos muy poco relevantes al alto precio de una gran pérdida de hombres y de aviones. El ánimo hasta entonces inquenbrantable de estos pilotos se hallaba terriblemente afectado y la mayoría iban a la misión encomendada con una total falta de esperanza en la victoria y el regreso. Su rendimiento era nulo, pues casi la totalidad de los aviadores ante la capacidad y fuerza del adversario, daban media vuelta sin haber alcanzado el objetivo Los altos mandos habían sido informados de la ineficacia de determinadas medidas disciplinarias tomadas con el fin de paliar la desastrosa situación, y en vista de ella se resignaron a dejar en manos de sus subordinados la selección de nuevas tácticas.

 

 

 

(Aquí viene un Punto y aparte: aprovecho para dejarlo aquí. Siguen ya la inminente adaptación de las "nuevas medidas", y todo lo que eso significaba. ¿Se extenderían? ¿Llegarían a tiempo?)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Ampliamos el conocimiento de las operaciones previas a la puesta en marcha del ataque Jibaku (Kamikaze).

 

 

Hay que señalar que la moral de los pilotos de caza no había sufrido ningún cambio, sino que, muy al contrario, se había endurecido y ganado en determinación y confianza en sus propios medios. En estas circunstancias llegaron a las unidades las instrucciones de Tokio y el almirante Kimpei Teraoka, jefe de la 1ª flota aérea con base en las Filipinas, decidió estudiar el método de bombardeo por rebotes.

 

Era necesario utilizar al máximo la elevada moral de los pilotos de caza y sobre todo la gran velcidad de sus aparatos, aspectos ambos de gran eficacia, ya que no podía esperarse ningún resultado positivo de la aviación especializada. El sistema era muy sencillo y conocido por todos: un cuerpo duro , lanzado con fuerza a ras de agua, prosigue su marcha a escasa alatura rebotando repetidament sobre la superficie. ¿QUién no ha lanzado alguna vez una piedra en estas mismas condiciones o participado en concursos de distancia o de mayor número de rebotes?

 

Se trataba, pues, de equipar los aviones de caza con bombas de 250 kgs, algo modificadas, de adiestrar al personal sobre la forma de lanzarlas lo más bajo posible y de utilizar la velocidad máxima del avión que quedaría aligerado para escapar de los ataques de la DCA y de los czas enemigos. Los proyectiles lanzados según este método golpeaban en su lugar más vulnerable: el costado del buque que se había tomado como objetivo. Siguiendo este proceddimiento se lograba el efecto destructor de los ataques torpederos, el método era tan simple y prometedor, que fue acogido con gran beneplácito por parte del alto mando y suscitó el entusiasmo de los pilotos de vaza.

 

El teniente de navío Tadashi Takahashi, gran especialista en el torpedeo, marchó al Japon con el fin de terminar de perfilar el sistema técnico y las aplicaciones racionales del nuevo método de ataque. Entretanto, unidades seleccionadas empezaron su entrenamiento en el estrecho de Bohoré, en los alrededores de la isla de Cebú (Filipinas).

 

Desde los primeros ensayos se pudo ver que el procedidmiento no era tan sencillo como se veía en el plano teórico. Se precisaba dominio, presencia de espírituy cualidades técnicas de las que normalmente carecían los jovenes pilotos recien salidos de las escuela japonesas de enseñanza acelerada. Las primeras experiencia realizadas por veteranos habían demostrado que el avión tenía que descender a la escasa altura de 10 m. , para que el proyectil pudiera efectuar su recorrido del modo deseado y que la bomba debía ser lanzada a unos 250 m. de distancia del objeivo. El piloto tan solo disponía de 2 segundos para huir de los cazas y de la DCA enemigos y debía permanecer alerta apara sustraerse del rebote de su propia bomba y evitar la colisión con el barco atacado.

 

Era obvio que solamente los buenos pilotos eran capaces de calcular la altitud exacta para atacar en pleno, vuelo, a gran velocidad y a ras de agua. Además, este método no era efectivo si el mar estaba agitado, ya que entonces los saltos de la bomba no se producían, y ésta terminaba hundiéndose. En el transcurso de los entrenamientos, numerosos pilotos quisieron realizar las pruebas con tanta perfección que se aproximaron demasiado a la superficie del aagua y fueron engullidos por enormes geiseres de espuma.

 

A pesar de las dificultades evidentes de esta clase de ataque y de los numerosos accidentes que se produjeron, fueron muchos los pilotos que, plenamente conscientes del peligro que corrían, se ofrecían voluntarios, no ignorando que si salían con vida de los duros y delicados entrenamientos, no podían escapar de una muerte cierta en el curso del ataque real. Muchos testimonios prueban que, para la mayoría de los voluntarios no existía duda alguna en lo que se refería al peligro. Se hallaban decididos a entregar su vida con la completa seguridad de que su ataque servía coronado por el éxito.

 

 

 

(Aquí y así se termina el 2 capítulo de la Epopeya Kamikaze. El próximo, 3º, veremos ya en todo su esplendor el fenómeno objeto de este libro.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Entramos ya de lleno en el meollo del libro)

 

 

Capítulo 3

 

Laa Filipinas, cuna de los Kamikaze

 

(La coyuntura estretégica en las Filipinas)

 

En el curso de los conflictos bélicos, ocurre con frecuencia que uno de los beligerantes, merced a inteligentes deducciones, determina con antelación por dónde atacará su adversario.Ello le permite tomar medidas especiales de defensa. Con todo, el cauteloso defensor continúa manteniendo las guarniciones en los ortros sectores temiendo un posible error de calculo. De este modo debía actuar el Estado Maayor japonés con respecto a las Filipinas, como lo hubiera hecho cualquier otro ejército que se hallase en parecidas circunstancias. En la situación presente, los japoneses estaban totalmente seguros de que el archipiélago filipino sería el siguiente paso de las fuerzas americanas.

 

Vamos a resumir esta coyuntura, puesto que fue pródiga en acontecimientos y consecuencias diversas. A mediados de agosto de 1944, llegó a conocimiento de Tokio que las fuerzas americanas habían vuelto a establecer un control abosulto sobre las islas del archipiélago de las Marianas y que, adoptando nuevas medidas y aumentando su poderosa capacidad ofensiva, se reagrupaban a su alrededor. Los medios militares japoneses sabían muy bien que EEUU había tomado la inquebrantable determinación de someter a Japón y que, para lograrlo, se serviría de sucesivos desembarcos y batallas, hasta llegar al mismo centro de la metrópoli.

 

Para realizar sus planes necesitaba conquistar previamente un cierto número de islas y archipiélagos, que constituían etapas indispensables. Los americanos tenían varias soluciones estratégicas entre las que escoger; no obstante, los japoneses sabían que el deseo y obstinación del gral. Mac Arthur de querer reconquistar a cualquier precio el archipiélago filipino iba a pesar a la hora de tomar una determinación. El razonamiento japonés era muy perspicaz y demostró ser exacto. Por otra parte, conociendo por propia experiencia el poderoso potencial militar americano, el alto mando japonés creía posible que el enemigo se lanzase con fuerza contra diversos puntos estratégicos a la vez. Fue entonces cuando el Estado Mayor imperial preparó el Plan Sh-go para el que utilizó todas las fuerzas navales y aéreas que todavía le quedaban.

 

Tal y como hemos visto en el capº anterior, las 1ª quincena de setiembre de 1944 se caracterizó por las incursiones aéreas americanas de gran eficacia, sobre los aerodromos japoneses de la parte meridional de las islas Filipinas. El 15 de setiembre, fuerzas anfibias desembarcaron en Peleliu, en el archipiélago de las Palaos (Palau) es decir, a mitad de camino entre las Marianas y las Filipinas. Poco después, los vuelos se extendieron hacia el norte de las Filipinas, con lo que se iban perfilando las nuevas operaciones militares y se confirmaban, consecuentemente, las conjeturas japonesas. Así pues, a fines de setiembre de 1944, era muy lógico pensar que el próximo golpe americano seríá en las Filipinas; no cabía ninguna duda y los mandos nipones tomaron esta amenaza muy en serio.

 

Las Filipinas eran el último baluarte de la ruta de las islas japonesas y la postrera protección geográfica de las precarias líneas de comunicación marítima que mantenían el comercio con Insulindia - indispensable para la economía del país en tiempo de guerra -. Perder el control del archipiélago significaba la interrupción definitiva de esta fuente vital de aprovisionamiento y equivalía a tener que trasladar la linea defensiva hasta las islas metropolitanas.

 

Si consideramos todo esto, vemos que se llevó a cabo un colosal esfuerzo, para el que se utilizó el Plan Sho-go como sistema de defensa, con el que se intentaria contener la oleada americana. Cada uno de los combatientes japoneses era consciente de la situación y todos sabían con certeza que iba a decidirse la suerte del Imperio del Sol Naciente.

 

 

Una situación dramática

 

Hay que señalar que la situación económica de Japón era, por auqel entonces, inquietante. Su economía se basaba, en tiempo de guerra, en la obtención de petróleo y de materias primas indispensables procedentes de los territorios anteriormente conquistados. Desde principios de 1942, una flota de buques de carga y de petroleros en navegación continua, se encargaba de alimentar la metrópili en cantidades necesarias para abastecer al país de petroleo y materias primas y para asegurar, a la vez, la distribución de carburantes y productos manufacturados.

 

Los EEUU habían advertido desde un principio la importancia estratégica de la ruta seguida por los buques japoneses , la cual unía la Insulindia con Japón, y habían iniciado una guerra submarina de exterminio. Poco a poco el número de barcos que efectuaban la travesía fue disminuyendo y ello determinó, en consecuencia, una precaria situación económica para Japón. En el verano de 1944, la destrucción sistemática de la flota comencial nipona por los submarinos americanos tomó caracteres tan graves, que los cargamentos que lograban llegar a Japón eran insuficientes para cubrir las necesidades más precarias. Esta dramática situación hizo que el alto mando tomara disposiciones draconianas en lo referente a la consumición de carburantes y combustibles. Las repecusiones fueron numerosas e influyeron de un modo absoluto sobre las salidas de los barcos y aviones, así como sobre el mismo número de horas de vuelo necesarias para el entrenamiento de los jóvenes pilotos.

 

Era preciso para los japoneses asegurar la continuidad del estrecho hilo que mediaba entre Insulindia y la metropoli, y para ello era necesario defender las Filipinas. Este era el objetivo del Plan Sho-go y en razón de ello, Japón volcó la mayor parte de sus fuerzas navales y aéreas disponibles . Hasta ahí, el alto mando japonés no tenía más que fuertes presunciones acerca del inmediato objetivo de los americanos, y les parecía posibleque éstos pudiesen atacar al mismo tiempo por diversos puntos, lo cual implicaba tener que multiplicar las defensas y realizar una dispersión perjudicial para la eficacia perseguida.

 

El 6 de octubre de 1944, un comunicado diplomático procedente de Moscú informó al gran cuatel gral. imperial del ataque que iba a tener lugar en el centro de las Filipinas, en los últimos 10 días de octubre. El almirante Soemu Toyoda, jefe de la flota combinada, se trasladó poco después a Manila a fin de celebrar una conferencia con los jefes locales de la marina y y de poner en su conocimiento la preciada información. De esta reunión debían salir las disposiciones especiales del Plan Sho-go. Así pues, todas las fuerzas se concentraron en la defensas de las islas centrales del archipiélago.

 

Si bien desde aquel momento Japon gozaba de una gran ventaja estratégica, no es por ello menos cierto que quedaba todavía por hacer lo más esencial, es decir, disponer juiciosamente las fuerzas y actuar de modo que los americanos pudiesesn ser expulsados de aguas filipinas. Pero las pérdidas navales y aéreas sufridas , el agotaamiento de la industria nipona, la pobreza de refuerzos de materiales y una cierta apatía en los altos mandos, concurriríana a debilitar lo que hubiera debido ser una defensa inquebrantable.

 

 

 

(Quedan puestos ya los elementos necesarios para poder comprender lo que ocurrió a continuación. Mañana hablaremos ya de los aviadores.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Sigamos ahora con el desarollo del plan Sho-go - del que tengo, en el Apéndice, el texto completo explicativo: si algún Forero está interesado, que me lo diga y lo transcribo entero aquí.)

 

 

La mayoría de los combatientes japoneses estaban convencidos del éxito infalible del Plan Sho-go al cual consideraban como una auténtica panacea y una tabla de salvación para el país. Para obtener un éxito seguro, era necesario realizar un gran esfuerzo e incluso llegar al sacrificio de la propia vida, para la gloria del Emperador y el futuro del Japón.

 

Según el esbozado Plan Sho-go, la marina iba a concentrar sus fuerzas y a buscar el gran confrontamiento naval que, con la participación de la aviación, iba a aniquilar la mayor parte de la flota americana. Es evidentee que estos proyectos constituían el tema de las conversaciones de la mayoría de los combatientes japoneses y que si los marinos y los soldados se hallaban dispuestos a la lucha llevados de su fervor patriótico, los aviadores no menos decididos, se interrogaban todaavía sobre el mejor y más eficaz método a emplear contra el enemigo. Unos se torturaban buscando nuevos métodos, en tanto que otros empezaban ya a considerar la posibilidad de extenderele principio del ataque suicida, tal como en ocasiones anteriores lo habían hecho, a título individual, numerosos aviadores japoneses.

 

 

La psicología de los aviadores

 

La defensa de las Filipinas iba a ser la obra mal coordinada de 3 ejércitos (tierra, mar y aire), pero por el momento vamos a estudiar tan solo el aspecto aeronáutico. Fue en la aviación en donde se constituyeron los primeros grupos voluntarios de la muerte.

 

Desde mediados de setiembre de 1944, el comportamiento psicológico de los aviadorres japoneses se había vuelto más solido. Se asistía, sobre todo en lo que se refiere a los pilotos de los cazas, a un endurecimiento en las determinaciones y resoluciones tomadas. Las sugestiones y proposiciones de ataque que aportaban a sus superiores dan buena prueba de ello. En estos proyectos, eran aleatorias e incluso descuidadas las posibilidades de lograr vovler con vida de la misión encomendada. De un modo general, puede decirse que el punto de vista que prevalecía era siempre el de la eficacia; poco importaba si la misión implicaba el sacrificio de los aviadores designados. Nacía una nueva psicología de caracteres generales, la cual, tal como hemos visto, se inspiraba en el patrimonio glorioso del país y ene los ejemplos cada día más numerosos de los aviadores, que se lanzaban sobre los objetivos enemigos.

 

La 2ª quincena de setiembre trajo a los japoneses, después de una serie de incursiones aéreas en el norte de las Filipinas y de la invasión americanan de Peleliu (Palaos), el deseo cada vez más imperante de intervenir. Los escasos mensajes que lograban llegar de Peleliu daban una idea de la ferocidad de los combates que allí se desarrollaban y de la obstinada defensa que llevaban a cabo sus moradores. Era evidente que si las islas Palaos caían en manos de los americanos, nada podría impedir que estos atacasen en breve las Filipinas.

 

Con el fin de prestar ayuda a los heroicos defensores de Peleliu, cuya muerte era ineluctable, numerosos oficiales japoneses propusieron realizar un raid aéreo con el que se intentaría romper el cerco americano de la isla. El contralmirante Masabumi Arima, jefe de la 26 Flotilla aérea, tomó la ainiciativa de equipar y preparar varios grupos; sin embargo, las condiciones atmosféricas no fueron favorables en la mayoría de los casos, no permitiendo más que unas pocas expidiciones que no ocasionaron al enemigo ningún perjuicio digno de ser tenido en cuenta.

 

Estas escasas incursiones aéreas y, sobre todo, la extraordinaria resolución que los animaba, fueron claros testimonios de la bravía y admirable voluntad de los japoneses por combatir, no importa cuales fuesen las posibilidades de supervivencia. Se asistía a un lento proceso que iba de la intrepidez al suicidio heroico.

 

Uno de los múltiples aspectos del compartimento de la mayoría de los aviadores japoneses nos da buena prueba de lo anteriormente dicho: sabiendo que sus días estaban contados y que sin duda alguna la suerte de Japón se decidiría en las Filipinas. muchos de estos pilotos redujeron sus objetos personales al mínimo, los cuales colocaron en una pequeña bolsa o en una caja para que, a su muerte, el envío de éstos a sus familiares no ocasionase dificultades a los servicios encargados de realizarlo. Tal era el estado de ánimo imperante, que algunos, como el teniente de navío Naoshi Kanno, habían escrito en su pequeño equipaje su nombre, la direccción de sus padres y su graduación, poniendo ésta en un eslabón superior, con lo que prefiguraban ya el ascenso póstumo que se otorgaba a todo oficial muerto en combate.

 

No obstante, esta actitud no tenía el sello de la desesperación, al menos no como nosotros entendemos este sentimiento, es decir, como una falta de fe en la victoria final; al contrario, tenía como objetivo liberar al individuo de toda contingencia sentimental que pudiera mermarle tesón y fuerza de voluntad para combatir hasta el fin.

 

 

El ataque por abordaje

 

Por este tiempo, los aviadores nipones que se enfrentaban a los potentes bombarderos americanos, hartos ya de tener que derribarlos utilizando los sistemas clásicos, pusieron en práctica el método de abordaje en pleno cielo. Esta técnica, que requería un valor y un dominio extraordinarios, consistía en acercarse al máximo al aparato enemigo, intentado no ser blanco de los tiros defensivos del adversario y luego, mediante maniobras muy delicadas, poner la hélice en contacto con un ala o uno de los planos de estabilización del avión enemigo. Entonces, se aumentaba la velocidad de la hélice, con lo que se destrozaban los revestimientos e incluso algunas veces la estructura misma del aparato atacado. En el bombardero enemigo, una vez mutilado o simplemente desequilibrado, empezaba a zozobrar terminando por caer derribado.

 

El abordaje suponía para el avión japonés uno o varios golpes, la mayoría de las veces de consecuencias fatales. Poco aviadores japoneses sobrevivieron a un abordaje aéreo, pero algunos lo habían realizado hasta 3 ó 4 veces en condiciones muy particulares. Este sistema de ataque no fue privativo de los pilotos nipones, pero es, no obstante, una prueba de valor fuera de lo normal.

 

Rogamos se nos disculpe este largo comentario sobre la situación militar y el estado de ánimo de los japoneses durante este mes de setiembre de 1944, momento realmente dramático de la guerra del Pacífico. El motivo de tan extensa exégesis se debe al hecho de consiuderar indispensable, para comprender de un modo total la coyuntura de aquellos tiempos, que el lector se impregnarse del clima psicológico y de la situación estratégica.

 

 

 

(Apruebo lo que pide el autor; era necesario dar una explicación, tan bien documentada, de la situación en ese vital otoño de 1944 en PTO. Lo próximo tiene el definitorio título de: La vela de armas.)

 

Saludos

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Buenasss

 

La vela de armas

 

Todos los combatientes japoneses de las Filipinas estaban sometidos a una gran tensión, como es lógico cuando se espera un ataque masivo por parte del enemigo. En aquella situación las circustancias eran tan graves y lo que se iba a decidir tan importante, que el ambiente estaba tenso como la cuerda de un arco. Se era testigo de una larga y tristísima vela de armas que iba a desembocar en esta alternativa: la victoria o la muerte.

 

Cada hombre tenía perfecta conciencia de ello y puede muy bien comprenderse que en tal estado de ánimo las imaginaciones calenturientas y el misticismo natural de los japoneses provocasen reacciones diversas. Unos se apresuraban a vender cara su vida en un combate tan sangriento como lento, en tanto que otros se disponían a realizar su misión de un modo todavía no determinado, pero con tanto ardor, que su audacia y efectos destructores iban a tener sobre el enemigo más eficacia psicológica que táctica.

 

Los japoneses se hallaban en general persuadidos de la enorme ventaja que poseían sobre los norteamericanos

. La energía de carácter, obstinación en el combate, fanatismo patriotico y cualidades morales que les alentaban, eran caracteristicas propias de los combatientes japoneses de las que los americanos carecían totalmente; al menos, esto era lo que afirmaba la propaganda que presentaban al enemigo como un abominable materialista, batiéndose sin fe y con un valor muy discutible. Para los japoneses, su superioridad moral era la mejor y más segura garantía de una victoria final.

 

Asi pues, los combatientes nipones se aprestaban a afrontar la supremacía material de los americanos en medio de un clima de exaltación psicológica y fanatismo, mezcla de religión y patriotismo, con gran seguridad en el triunfo decisivo. Este estado de ánimo daría lugar, tal como es de prever, a una obstinada resistencia frente al enemigo y a unos métodos tácticos tan insólitos como homicidas.

 

 

La larga espera

 

Desde principios de setiembre, aviones japoneses de recco marchaban diariamente hacia las Filipinas con el fin de descubrir a las flotas americanas que se hallaban impacientes por conocer las intenciones del enemigo, pero durante largos días nada se dejó ver: los observadores japoneses volvían a sus bases sin haber explorado más que un oceano vacío. La tensión y la impaciencia habían llegado a tal alto grado de exacerbación que el retorno, en lugar de ser consolador, no hacía más que aumentar la decepción. La fiebre iba a día a día en aumento y para algunos se hacia intolerable.

 

La tirantez del ambientey la exaltación era tan acentuadas, que el 10 de setiembre se produjo el lamentable incidente de Davao. A consecuencia de unas incursiones aéreas americanas llevadas a cabo el 9 y 10 de setiembre sobre Davo, los japoneses que estaban al acecho en aquel sector se hallaban sobreexcitados y esperaban una intervención anfibia enemiga. Engañados por el cansancio o bien equivocándose en su exaltación, algunos anunciaron la llegada de una flota de invasión americana. El dispositivo de defensa dispuesto para la ocasión funcionó y la noticia fue retransmitida a todas las fuerzas niponas de las Filipinas.

 

Tropas y aviones se pusieron en movimiento en tanto qe nuevos mensajes anunciaban que carros enemigos se dirigían hacia el interior. En realidad, nada de esto era cierto y el incidente tenía su origen en la falsa interpretación de un telegrama que recomendaba se estableciese la vigilancia, el cual había sido tomado como un mensaje de alerta. Rapidamente, todo volvió al órden establecido, pero la dispersión de las fuerzas aéreas provocada por la falsa alerta tuvo nefastas consecuencias, ya que gran parte de los aviones replegados en Luzón fueron diezmados en el curso de bombardeos ulteriores realizados en los aerodromos del norte de Filipinas.

 

El clima de incertidumbre y la fiebre de la espera duraron todavía un mes, durante el cual los nervios fueron sometidos a una ruda prueba. Al fin, el 12 de octubre, a las 13 horas en el transcurso de un vuelo de reconocimiento, un avión japonés descubrió la escuadra americana. Esta noticia tan esperada, por más importante que fuese, fue recibida como una especie de satisfacción y consuelo; el enemigo se dejaba ver y nadie dudaba que se les asestaría un rudo golpe que iba a hecerle desistir de su desembarco.

 

Rápidamente, fueron organizados los vuelos previstos, pero el mal tiempo impidió que adquiriesen importanica y, sobre todo, que fueran eficaces, tanto más cuanto que chocaron con una defensa enemiga muy poderosa y practicamente infranqueable. Hubo pérdidas importantes sin que fuese posble infligir el más pequeño detrimento a un buque americano. Los resultados fueron descorazonadores pero continuó enviándose nuevos aparatos.

 

 

 

(Aprovecho, otra vez, un Punto y aparte para dejarlo aquí. Título del próximo apartado: El ejemplo del almirante Arima.

Veremos)

 

Saludos

 

.

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Buenasss

 

El ejemplo del almirante Arima

 

Sin duda alguna fue en el curso de este período cuando más rapidamente progresó la idea del sacrificio consentido que obsesionaba a un gran numero de aviadores japoneses. En efecto, ¿hay algo más deprimente que marchar a la lucha con valor y resolución admirables, superando toda clase de dificultades y sufrir grandes pérdidas sin causar el menor daño al enemigo? Los pilotos, roidos por esta sensación de impotencia, se hallaban impregnados de rabia y despecho. Fue entonces cuando se produjo un acontecimiento, en realidad de poca importancia, pero que tuvo consecuncias considerables.

 

En la madrugada del 15 de octubre, un avión de recco nipón divisó una importante formación naval americana en las aguas de la isla de Luzón.. Esta flota se hallaba compuesta por varios portaviones, barcos que desde los inicios de la guerra del Pacífico eran los elementos claves (capital ships) de las batallas y, consecuentemente, los principales objetivos.

 

Tan pronto cuando fueron advertidos, el alto mando aéreo japonés decidió lanzar un ataque masivo. En el aerodromo de Clark había una animación insólita, pues se preparaba ya el despegue de varias formaciones; por vez primera, se habían reunido escuadrillas de la marina y del ejército de tierra, que tenían como objettivo destruir en dos oleadas la flota americana señalada.

 

La segunda oleada de fuerzas, constituida por 13 bombarderos en picado tipo Suisei, 16 cazas Zero de la marina y 70 cazas de distintos tipos, se hallaba dispuesta a lanzarse cuando apareció el contralmirante Masabumi Arima, jefe de la 26 flotilla de la 1ª Flota aérea. Despojado de todas las insignias propias de su grado y vestido para el vuelo, había decicido conducir personalmente esta 2ª oleada.

 

La sorpresa y la aprensión se dibujaron en los rostros de los oficiales reunidos alrededor de los edificios. La actitud de Masabumi Arima iba contra los reglamentos establecidos, los cuales no permitían que un gral. condujera personalmente a la lucha una formación. A las preguntas de sus subordinados , el almirante respondió que deseaba darse cuenta de la situación y de las condiciones de combate en que se encontraban sus hombres y que queriendo transgredir el código militar, se había quitado los galones e incluso raspado la inscripción "Almirante" de sus gemerlos. Su actitud no engañó a nadie y todos se opusieron a que tomase parte de la expedición.

 

Desde hacía varias semanas, el almirante Arima adoptaba un comportamiento de gran austeridad, rehusando dormir en la confortable casa de la Marina en Manila que le había sido reservada, sumergiéndose en largas meditaciones y compartiendo la vida precaria de sus subordinados. A los ruegos y desaprobación de sus oficiales, el almirante opuso una réplica cortés, pero firme, que provocó gran inquietud, ya que era un hombre querido y respetado por todos dada su amabialidad habitual , comprensión, tacto, e inquebrantable fe en la victoria. Ante los consternados oficiales, el almirante se instaló en uno de los bombarderos en picado Suisei y fue el primero en despegar.

 

A primeras horas de la tarde la ingente formación aérea japonesa descubrió la flota americana situada a unos 440 kms al este-noreste de Manila y se preparó para el ataque. Se trataba de la Task Force TG 38-4 al mando del contralmirante Ralph E. Davison, que en aquellos momentos cruzaba las aguas cercanas a Luzón.

 

Las patrulla de caza americana, avisadas por el radar se lanzaron al encuentro de la formación nipona, y se inicó un colosal combate aéreo. Como casi siempre, la superioridad americana, tanto en número contra en calidad, jugó un papel decisivo e impidió que los aviones japoneses pudiera acercarse a los barcos. Los bombarderos Suisei fueron diezmados, en tanto que los pilotos nipones que les acompañaban pagaron su tributoa los temibles Hellcat.

 

No obstante, uno de los bombarderos Suisei logró escapar escondido en una nube, y se dirigió a la escuadra enemiga. Era el almirante Arima . Algunos testigos del hecho vieron como salía de la nube protectora, para lanzarse en picado como si fuera a realizar el ataque clásico. El aparato descendió recto hacia un portaviones americano, haciendo durar más de lo acostumbrado su descenso, hasta que, de súbito, se produjo una enorme llamarada rojoanaranjada sobre el barco enemigo. El almirante Arima delberadamente había golpeado el portaviones "Franklin" (CV 13). Por su aspecto insólito y su rapidez, este ataque había desconcertado a toda la DCA americana.

 

El gran portaviones del tipo "Essex" había recibido un rudo golpe que le provocó serias averías y un violentísimo incendio. El buque dañado, que era el del almirante Davison se hallaba envuelto en llamas y la explosión sucesiva de municiones no hacía más que empeorar la situación. Equipos de seguridad se esforzaban por salvar el barco; solo después de largas horas de esfuerzos sobrehumanos pudieron estar seguros de que el portaviones no se hundiría. No obstante, el "Franklin", escorado, no podía realizar las operaciones aéreas que le eran propias y tuvo que retirarse para ser reparado.

 

Los aviadores japoneses que volvieron a sus bases después de haber realizado su vuelo anunciaron la noticia que fue acogida con una mezcla de consternación y admiración. La resolución del almirante Arima había sido presentida por numerosos combatientes, mucho antes de que aquél llevase a cabo la heróica acción. Su actitud, la llama especial que brillaba en sus ojos antes del vuelo y la determinación tranquila que le animaba, hacían prever una acción de este tipo. Sin embargo, nadie había osado formular sus presentimientos.

 

La acción y la desparición del almirante Arima produjeron entre los pilotos una gran tristeza y un profundo disgusto, pero también una admiración entusiástica y una exaltación comunicativa que muy pronto trascendió a las restantes unidades estacionadas en las Filipinas, llegando incluso a otros lugares. Radio Tokio retransmitió la información, haciendo ver en ella el aspecto patriótico y presentando la hazaña como la revelación de una nueva tendencia y como medio de inflingir al enemigo irreparables pérdidas.

 

Puede muy bien imaginarse que, en una situación psicológica como al descrita, el tema de la acción del almirante Arima era el centro de todas las conversaciones. Los aviadores comentaban la noticia y algunos sacabn conclusiones que determinaban su futura conducta. De hecho, el almirante Arima había tenido el valor y la decisión de realizar lo que muchos pensaban hacer desde hacía varios meses. Él les señaló el camino y su ejemplo jugó un papel decisivo en la actitud de numerosos aviadores.

 

 

 

(Acaba así este apartado dedicado a la hazaña heróica del almirante Arima. Las cosas están cambiando en el seno de la aviación japonesa, a todos los niveles. Ya nada será como en el pasado. Y de todas formas no había más que esa salida para intentar cambiar el curso de la guerra.)

 

Saludos

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