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Pájaros de muerte, relatos de guerra aérea recopilados por Phil Hirsch


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Yeager, Charles E. El duo perfecto B-50 + Bell X-1 Foto desclasificada

 

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Yeager, Charles E. Foto inédita de la preparación del Bell X-1.

 

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Yeager, Charles E. Panel de instrumentos del Bell X-1

 

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Yeager, Charles E. Observar la pequeñez de la cabina del Bell X-1

 

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Yeager, Charles E. Pasando del B-50 al Bell X-1A

 

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Yeager, Charles E. Descendiendo en una especie de ascensor-escalera desde el B-50 al Bell X-1, en la foto debajo de su firma. Se ve en un documental.

 

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Buenasss

 

Abandonamos ayer a Chuck Yeager en un momento crucial: estaba considerando el porcentaje de probabilidades en la tarea por hacer. Pero eran consideraciones a posteriori; sabía cuál era su trabajo a realizar, lo demás "podría" venir por añadidura. En eso no tuvo ninguna duda. Bendita sea su fe (que además mueve montañas)

 

 

 

 

Fuego. Las llamas podían llegar sin que él lo advirtiera a las 13.000 libras de combustible, más inflamable que la yesca. Una explosión semejante a la de un fósforo gigantesco. Y aunque pudiera detectar el fuego enseguida -mediante la visión de las llamas o mediante el ominoso centelleo de una luz roja en el cuadro de instrumentos-, ¿qué? ¿iba a arrojar el combustible?. Eso, suponiendo que las tuberías no estuviesen obstruidas por la presión o cortadas en su camno por las llamas. Porque, si era así...

 

Yeager se obligó a apartar de su imaginación todos aquellos pensamientos de fracaso. Las esperanzas de muchas personas -diseñadores, ingenieros, el mando militar, el país y, sobre todo, su familia -descansaban en su capacidad técnica. Sencillamente no podía decepcionarles.

 

El rugido gutural de los motores del B-50 llenaba su mente, mientras los minutos discurrían con irritante lentitud. Las diez y media de la mañañna. Llevaba media hora metido en la carlinga. Las diez y cuarenta mianutos. El bombardero se esforzaba en su intento de remotarse. Pasó otro minuto, otro... y entonces chasquearon los auricularescon las palabras del piloto Cárdenas.

 

-Vuelvo sobre viento descendente a 6.400 m.

 

Transcurrieron unos minutos

 

-Vuelvo sobre la base. Cinco minutos para la ejecución del desprendimiento.

 

Yeager se puso imperceptiblemente tenso.

 

-B-50 ocho cero cero a radar NACA, Torre de Muroc, aparatos de caza F-80... un minuto de aviso.

 

Cárdenas niveló el bombardero, acelerando su deslizamiento hasta los 400 kms/h., velocidad necesaria para que el Bell X-1 fuera soltado por medio de una maniobra que excediese, frenando bruscamente, la rapidez a que era transportado.

 

-30 segundos para el desprendimiento.

 

Yeager esperó 15 segundos y luego puso en marcha los instrumentos registradores del tubo de ensayo de vuelo que iban en el aparato.

 

-¿Preparado, Chuck?

 

Yeager estaba a punto. Empezó la cuenta atrás, a los 6.100 m.

 

-Cinco... cuatro...

 

Aún había tiempo para suspender la operación, caso de que algo se hubiera estropeado. Pero muy poco tiempo.

 

-Tres...

 

Se hinchó el pecho de Yeager, la última bocanada de aire.

 

-Dos... uno... fuera.

 

La rutilancia solar inundó los ojos de Yeager y, durante un momento, quedó deslumbrado, después de la prolongada espera entre las sombras del interior del bombardero. Un repentino vahído sacudió su estómago y notó que el fondillo de los pantalones se levantaba del asiento con la fuerza del brusco descenso.

 

El X-1 permaneció impotente en el vacío, y el silencio fue tan absoluto que Yeager oía con claridad el leve repique de la maquinaria del reloj del panel de instrumentos. Le dominó momentáneamente la extraña sensación de que una profunda soledad se apoderaba de la aeronave; después, Yeager divisó el cuadro tranquilizador que representaban los dos cazas F-80 que flanqueaban su aparato. Tenían mejor perspectiva que Yeager del espacio exterior y del comportamiento del aparato, y en cuanto pudieran mantenerse a la altura de éste, irían aleccionando a su piloto, dirigiéndole, ayudándole, advirtiéndole sobre cualquier dificultad que surgiese, invisible desde la reducida carlinga del X-1. Posteriormente, si el vuelo terminaba en éxito, le instruiráin en el regreso a la tierra.

 

Parpadeando debido a la rutilancia solar, Yeager alargó la mano hacia la palanca que ponía en funcionamiento los "Reaction Motors". Con enorme zumbido chirriante, el potente sistema impulsor comenzó a cobrar vida y tres de sus cuatro cohetes transformaron el aparato silencioso en un poderosísimo vehículo. ¡Y qué potencia! Yeager tiró hacia atrás de la palanca y el pequeño aeroplano salió disparado hacia el espacio: un objeto borroso, anaranjado y blanco, con un impulso de 4.500 libras, que le llevó a más de 10.500 m. de altitud en menos de un minuto, dejando "clavads" a loa sreactores de caza que le acompañaban.

 

Yeager estabilizó la aeronave. Reaccionó, volvió a llenarse de aire los pulmones y puso en marcha el 4º cohete, añadiendo un impulso final de 1.500 libras al vertiiginoso impulso.

 

-¡Eso es! -gritó por el transmisor del casco, y el X-1 aceleró su lanzamiento contra la invisible muralla existente en el cielo: el punto en el cual una aeronave atraviesa la zona de velocidad transónica y parte de la corriente aérea roza el aparato a velocidad supersónica. Es el punto donde empiezan los estampidos, cuando el más levez deslíz sobre los mandos puede enviar al avión dando vueltas mortales, sin control.

 

Los ojos de Yeager fluctuaban constantemente, yendo de contador de Mach a la esfera de la brújula, de esta al manómetro y, luego, de nuevo al medidor de Mach. La saeta se acercaba, tembolorosa, a Mach 0,92.

 

-Perturbaciones suaves -informó Yeager en en tono monótono-. Inestabilidad.

 

La aguja llegó a Mach 0,93 y los estampidos se ncrementron. Yeager notó que el regulador de elevación se debilitaba.

 

-Bajan las presiones de la cámara... ahora vuelven a subir.

 

Mach 0, 94... El aeroplano vibraba con violencia y el témino 14G's entró de golpe en la mente de Yeager. Catorce veces la fuerza de atracción ejercidad por la ley de la gravedad... Eso era lo que los diseñadores le aseguraron que el X-1 podía absorber y continuar entero. Pero los diseñasdores estabn en tierra firme, hablando en teoría...

 

Mach 0,95... Oleadas furiosas azotaron la lisa superficie de aluminio que constituía las cortas alas de la aeronave, pero Yeager restringida su visibilidad dentro de la diminuta carlinga, no podía verlo.

 

Mach 0,96. El golpeteo se intensificó , haciendo estremecer todo el aparato y llegando a repercutir en las sensibilizadas manos de Yeager a través de los mandos. Mientras aumentaba la velocidad y, consecuentemente, el volúmen de los penetratntes chirridos, fuerzas invisibles acosaron las alas y el fuselaje... Y, de pronto fue un hombre conduciendo un automovil por una autopista barrida por la lluvia resbalando desesperanzadamente.

 

El miedo se comvirtió entonces en parte integrante de él y se dió perfecta cuenta, momentáneamente, de su propia fragilidad. Sus millares de horas de vuelo, su enfrentamiento con la muerte durante la SGM, sus éxitos como piloto de pruebas... todo eso no era nada. Volvía a ser un simple mortal, lejos de su elemento, que se veía cara a cara con fuerzas que no entendía, que nadie entendía.

 

Mach 0,97... Los mandos se afirmaron como por arte de magia. Transmitió por el micrófono, matizada la voz por el alivio:

 

-Recuperada la efectividad del elevador.

 

Pero no se había concluido. Avanzando precariamente, a dos dedos de la velocidad sónica, el más ligero fallo podía ser el último. Yeager lo sabía, y apretó los mandos con mano firme, saturado otra vez de confianza en sí mismo, seguros los músculos, clara la mente.

 

 

 

 

(Vaya momentos de angustia. Y por ser al primer ser humano al que le ocurrió no pudo echar lmano de la "jurisprudencia". Todo allí era nuevo... y sorprendente. Estaba haciendo camino al andar. Mañana Yeager alcanzará el cenit de la misión. El momento que lo justificaría todo.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Tal como iba de rodado el asunto no es dificil suponer que se lograría seguidamente llegar a Mach 1. Leamos como fue. Lástima de filmadora "modelna" que nos habría dado satisfacción con unas imágenes que hubieran sido históricas. Nos conformaremos con el fluído relato de Van Hetherly.)

 

 

 

 

La aguja se aproximaba a Mach 0,98. El aeroplano se dejaba llevar bastante bien. La saeta pasó de Mach 0,98 con suavidad. La espalda de Yeager, adosada al asiento, se oprimió contra el respaldo ante una ráfaga de aceleración y el piloto vió que la aguja saltaba bruscamente de la esfera. El pecho de Yeager se hinchó de júbilo. Los estampidos cesaron... . El X-1 había atravesado la zona transónica, había pasado la barrera del sonido, aventurándose más allá, y las características del vuelo eran ya suaves y uniformes, como si marchase a velocidad normal. ¡Estaba hecho!

 

Yeager sofocó en la garganta un grito de alegría. El personal de tierra, la dotación del bombardero y los pilotos acompañantes tendrían que esperar hasta que él descendiese para conocer el triunfal resultado. Normas de seguridad. Hasta que Yeager aterrizase en la dura superficie del Lago Seco de Rogers, nadie podría saber que él había estado donde ninguna otra pesona se aventuró, que el hombre era libre por fin de explorar los misterios que encerraba el vuelo allende la barrera del sonido, que la puerta estaba abierta definitivamente hacia una nueva era de los vuelos tripulados... una era espacial. Y tampoco podían saber que, para Yeager, solo se trataba del principio, que el futuro le reservaba nuevos logros, mayor peligro... algo llamado Bell X-1A.

 

 

(Y aquí es donde el autor se retrotrae a los años de la Segunda Guerra Mundial. Siempre atento a la biografía de Charles Yeager Jr.)

 

 

La primera vez que el joven Chuck Yeager puso pie a bordo de un aeroplano, su estómago se rebeló, haciéndole desear la muerte antes de haber regresado a la tierra. Corría el año de 1942, Yeager acababa de salir de Hamlin (Virginia Occidental) y era un muchacho que no hablaba demasiado bien, con 2 meses de prácticas de vuelo en una academia del Army Air Corps.

 

Fue allí donde venció sus primeras náuseas y demostró pronto poseer ese extraño chispazo propio de los pilotos dotados de las mejores cualidades que le permitió años después, por ejemplo, lanzar un F-80 "Shooting Star" a 900 kms/hora en picado sobre el río Kanawha , en Charleston, estabizando el aparato a 6 m de la superficie, pasando por encima de las lanchas motoras participantes en una regata, para colarse por el ojo de un puente, dibujar en el aire un par de rizos lentos y perderse de vista, mientras cientos de personas se quedaban boquiabiertas de asombro.

 

Al poseer semejante valentía y carencia de nervios, el joven Yeager se encontró desde el principio de su carrera de aviador con que tenía que alternar con la muerte. La primera vez que trabó conocimiento de ella fue en 1943, después de haberse ganado las alas.

 

Destinado en el 375th FS, en Tonopah (Nevada), Yaeger capiteneaba una escuadrilla de 12 Airacobras cierto día volando a 5.500 m, cuando por debajo, avanzando pesadamente al nivel de los 1500 m, avistó un solitario B-24. Era una magnífica oportunidad de practicar un pequeño ataque aéreo simulado.

 

.¡Vamos! -aninmó Yeager por el micrófono -. ¡Les daremos un buen susto!

 

Lanzó su aeronave en descenso casi vertical, seguido de los otros. Zumbaron como flechas, por delante de la proa del inocente bombardero, ejecutaron una S quebrada y ascendieron de nuevo, acercándose al B-24 en supuestos ataques frontales.

 

Los P-39 pasaron alternativamente por encima y por debajode su supuesta presa, mientras a los "conductores" del gigante del aire se les encogía el corazón a cada embestida y dedicaban todo su entusiasmo a la tarea de maldecir vigorosamente a aquellos locos piotos de caza.

 

Iniciando su propio asalto, Yeager dió la vuelta con el P-39, clavó la vista en la proa del bombardero y se arrojó hacia él. Rapidamente, el blanco fue aumentando de tamaño a través del punto de mira, hasta que, en el último segundo, Yeager se desvió, puso su aparato en invertido y centelleó por debajo del B-24. Dió la vuelta otra vez, para repetir la pasada, y fue entonces cuando sucedió. El motor, montado detrás de la carlinga del bruñido aeroplano de combate, estalló.

 

La onda expansiva lanzó a Charles contra el cinturón de seguridad del avión. La conmoción le dejó sordo, aturndiéndole durante un segundo. Se abrió la portezuela lateral de la cabina y una tremenda ráfaga de aire llenó el espacio de la carlinga. Lenguas llameantes surgieron a los pies del piloto, saliendo de alguna parte, bajo el asiento.

 

¡Fuego!

 

Ya no cabía la indecisión. El incendio parecía tratar de alcanzarle... tenía que salir de allí, y deprisa.

 

Mientras el avión perdidos los mandos, se inclinaba hacia el suelo, Yeager se desprendió del cinturon del asiento, alargó el cuerpo hacia el hueco de la abierta portezuela y asomó la cabeza y los hombros al exterior.

 

Como si perteneciese a un gigante, las robustas manos del viento le empujaron violentamante hacia adentro, arrancándole el casco de la cabeza y la máscara de oxígeno del rostro. Se encogió en el interior de la carlinga llena de humo, dobló los brazos y las piernas, formando un nudo consigo mismo, y salió dando volteretas. El viento quiso retenerle, le zarandeó mientras daba saltos mortales en el vacío, pero Yeager se apartó del aeroplano.

 

Cayendo de espaldas por el espacio, vislumbró fugazmente la humareda que brotaba de la cola del avión. Yeager buscó a tientas la anilla del paracaídas, la encontró, tiró de ella. Vió como la tela se iba desplegando despacio, con una lentitud de pesadilla. Por fin, se extendió del todo, el hueco de la seda se llenó de aire y el piloto recibió una sacudida violentísima. Algo chasqueó en su espalda. Un ramalazo de dolor recorrió todo su organismo, como un hierro al rojo vivo que se aplicara de golpe a todas las partes de su cuerpo. Pero antes de que tuviera tiempo de lanzar un solo grito, la oscuridad le envolvió, la cabeza cayó inerte a un lado y se convirtió en un cuerpo inconsciente, que planeaba hacia tierra.

 

Yeager se despertó en el hospital de la base y la quebrada vértebra sobre la que se sostuvo durante el descenso en paracaídas, continuó molestándole durante bastante tiempo, pero no le impidió volver a la guerra en su escuadrilla antes de que trancurriera un mes.

 

 

 

 

(Y el próximo lugar que nos muestra el autor es una Base aérea de la Gran Bretaña. Seguimos en plena SGM, y el destino no le va a escatimar más aventuras... y de las gordas.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Y como Mambrú, Chuck Yeager se fue a la guerra. En un principio fue uno más entre los numerosos pilotos de caza de caza llegado a Gran Bretaña. Pero traía con él un gran bagaje. Sin ser lo que se conocía, "un veterano", sí venía con la lección aprendida. Su aparatoso accidente con el P-39 le puso de sobre-aviso de que la Parca estaba presente en cualquier momento desde que te atabas al P-51. Su seguridad y sobriedad de pilotaje hicieron que sus Jefes contaran siempre con su concurso. Como ya leeremos.)

 

 

 

 

Su nuevo hogar fue Leiston AB al norte de Ipswich, en G. Bretaña. Pasaron allí 15 días neblinosos y deprimentes, hundidos en la inacción, hasta que llegaron sus aparatos, los nuevos P-51 Mustang, los primeros de ese tipo que hubo en la 8ª FA. La moral de los aviadores se elevó bastante, gracias a esa felixz llegada y las pistas de aterrizaje y despegue de Leiston, en forma de X, cobraron auténtica vida con el gutural rugido de los escandalosos y vivaces motores Allison . Sucedieron entonces vuelos de orientación y práctica, unas cuantas misiones tranquilas y, por último, el 4 de marzo de 1944, auténtica acción.

 

Cuando sonó la acostumbrada diana, a las 5 de la madrugada, Yeager se obligó a abrir los párpados, sacó el cuerpo a regañadientes del agradable calorcilo de la litera y tanteó torpemente en busca de sus ropas. Aún estaba medio dormido cuando abrió la puerta del barracón, pero despertó bruscamente al recibir la primera ráfaga de aire helado. Se estremeció, aplastando la nieve con su paso vivo, al avanzar en medio de la oscuridad previa al amanecer, camino del cobertizo Nissen, de techo curvado, donde se celebraban los briefings.

 

Entornó los párpados doloridamente, heridos los ojos ante el resplandor de la luz y miró el enorme mapa de Alemania que había coolgado en la pared. Una línea roja partía de la base, cruzando el Canal, atravesando Francia y adentrándose por Alemania. ¡A Berlín!

 

La clara y calmosa voz del oficial que explicaba la misión lo confirmó, y Yeager notó que se le aceleraba el pulso.

 

La regla del oficial revoloteaba sobre el mapa, mientras la voz del hombre resonaba: "... Primera incursión importante a plena luz del día contra Berlín... Se trata de escoltar este grupo de bombarderos... Metralla antiaérea aquí y aquí... Oposición por parte de cazas enemigos aquí y aquí..."

 

Cuando la reunión hubo terminado, la frente de Yeager relucía bajo una fina película de sudor y tenía el estómago revuelto, como solía ocurrirle antes de un partido de futbol. Seguramnente iba a ser el día. En el curso de aquella jornada se encontraría con verdadero jaleo.

 

En la zona de la escuadrilla hubo otro briefing; después. Yeager se puso el traje de vuelo, se colocó un chaleco salvavidas amarillo y llevó a cabo la verificación final de su P-51, llamado Glamorous Glen, en recuerdo de la novia dejada en los EEUU. Subió a la fría carlinga y se dedicó a observar como caía la nieve, mientras los primeros aparatos de la escuadrilla de 30 se colocaban en posición, se deslizaban rugientes a lo largo de la pista de despegue y luego se elevaban, perdiéndose de vista tragados por la lóbrega niebla.

 

Luego llegó el turno de Yeager. Despegó la aeronave, maldiciendo el piloto la falta de visibilidad. En un mundo sobrenatural, ciego, donde todo era blanco, gris o negro, ascendió en espiral, volviendo la cabeza en todas direcciones escudriñando aquel "puré de guisantes" para evitar en lo posible el riesgo de una colisión.

 

Cuando por fin emergió por encima de aquel banco de niebla, se dió cuenta de que el tiempo había conseguido desorganizar la misión. Su compañero de ala no apareciía por ninguna parte, y tampoco se veía ningun aparato volador... Hasta que las nubes dejaron salir un Mustang con los cuadros rojos y amarillos del 357th en la proa y en la cola. Iba pilotado por un aviador llamado Rogers, que también había perdido su pareja. Se unieron, volando hasta el punto de la cita, encontraron los bombarderos y siguieron hacia el este.

 

El 109 pudo haberles localizado antes. De cualquier modo, descendía ligeramente hacia el banco de nubes y estaba a 3000 m de altura cuando Yeager le divisó.

 

-¡Vamos a por él! -gritó Yeager, desviando el rumbo sobre la presa.

 

Rogers se mostró de acuerdo y ambos iniciaron la zambullida desde los 10.000 m lanzándose en picado sobre el alemán.

 

Yeager recurrió a los depósitos de las alas y exprimió hasta el último gramo de potencia del P-51- Demasiada potencia. Llegó a la altura del 109, pasando de largo sin abrir fuego.

 

El germano se inclinó agudamente a la derecha, descendiendo en vertical rumbo a la pantalla protectora de las nubes. Yeager maldijo en silencio, ejecutando una curva y cerrando de nuevo contra el alemán. Empezó a disparar a los 200 m.: proyectiles calibre 50 señalaron su paso a través del claro aire, terminando su trayecto en la parte inferior del 109.

 

En un santiamén, Yeager dejó atrás su blanco nuevamente. Dió la vuelta, a menor altura esta vez, apuntó su proa hacia el vientre del fugitivo alemán y se mantuvo allí. El enemigo llenaba su punto de mira. Yeager disparó una andanada. Las trazadoras volvieron a clavarse en la parte inferior del otro aparato, deslizándose a lo largo del fuselaje y el nacimiento de las alas. La línea de orificios subió hasta la cubierta de la carlinga, que saltó hecha añicos y se perdió en el espacio. Empezó a salir humo de la capota, seguido de llamaradas.

 

Yeager pasó por encima del 109, se inclinó sobre un ala y observó al piloto alemán, viéndole salir de la cabina y desparecer por entre las nuebes.

 

El muchacho de Virginia Occidental esbozó una ampolia sonrisa, se relajó y respiró hondo. Lo había hecho muy bien. La capa de azucar que cubrió el pastel estuvo representda por un He-111K al que averió camino de casa. Y la satisfacción que le produjo no comenzó a desaparecer de su ánimo hasta la mañana siguiente, cuando, muy temprano, despegó con 17 de sus camaradas, a bordo de aparatos Mustang, para cumplir la misión de descargar un golpe contra la parte sur de Burdeos.

 

Volando en el extremo de la posición, fue el primero en divisar a los alemanes -3 Fw-190- y gritó:

 

-¡Zafarrancho!

 

Antes de que la exclamación hubiese muerto en los oídos de los otros, Yeager accionó el timón de la derecha, empujó la palanca hacia estribor e inclinó raudo el aparato. Lo enderezó luego con la proa directamente sobre los germanos. Aunque apenas tardó unos segundos en efectuar toda la maniobra, a Yeager le pareció una eternidad.

 

Aceleró al máximo en su ataque frontal, vomitando esporádicas ráfagas de plomo, mientras las trazadoras enemigas saturaban el cielo a su alrededor. De pronto, un estremecimiento sacudió al Mustang de proa a popa y Yeager comprendió que había sido alcanzado. Bajo su mano, la palanca pareció deshacerse. El mando elevador se esfumó. Se abrió bruscamente un enorme agijero en una de las alas. El motor empezó a expeler humo.

 

Sin embargo Yeager, continuó disparando, dominado por una creciente rabia interior, por un pánico oscuro motivado por el hecho de que el aeroplano se negaba a obedecer a los mandos y, mientras sus proyectiles se perdían, carentes de efectividad, todas las balas alemanas parecían converger con mortífera precisión en el pequeño punto que el Mustang ocupaba en el espacio.

 

 

 

 

Mañana sabremos el desenlace de la misión, y en concreto lo que le ocurre a Charles E. Yeager, en esta su segunda misión sobre el Continente.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Abandonamos ayer (mejor diré, abandoné) a Chuck Yeager en apurada situación, y me parece que la cosa tiene un desenlace facil de adivinar.)

 

 

 

 

Cuando pasaba de largo, algo desviado de los Focke Wulf, un estallido le sacudió violentamente. "El sistema de oxígeno", pensó vagamente y comprendió que etaba en las últimas. Se arrancó la máscara y echó un vistazo al altímetro. Se encontraba a 6000 m. de altitud, sin oxígeno. Había sonado la hora de saltar.

 

Quitó la cubierta de la carlinga, jadeando al recibir un ramalazo de la frígida atmósfera. Dobló las piernas por debajo del cuerpo y permaneció agazapado en en asiento durante unos segundos de espaldas al viento. Algo rasgó la piel de su frente, pero no sintió dolor alguno ni notó la sanagre que se deslizó por su cara. Solo experimentó una especia de aturdimiento, un apremio frenético de actuar, de huir de aquella nave moribubda.

 

Trepó por el respaldo del asiento y saltó. Ante sus ojos, que apenas veían, pasó la cola del aeroplano, con un centelleo rojo y amarillo envolviendo los cuadros dibujados en ella. La mano de Yaeger encontró la anilla del paracaídas, pero no tiró de la cuerda. "Espera-, se dijo- un cuerpo cayendo en el vacío es un blanco dificil de alcanzar" Y continuó cayendo, cayendo, hasta los 1500 m., donde tiró de la anilla.

 

El paracaídas se desplegó, saliendo del paquete. Yeager tensó los músculos, preprándose para resisitir el impacto, aún vívido en su recuerdo el salto de Nevada. Se abrió el paracaídas con un "pop", pero no hubo dolor, solo tirón de las bandas en sus hombros y en sus muslos.

 

Planeó hacia tierra en un descenso agónicamente lento..., dándose cuenta a medias de los ramalazos de dolor que se le clavaban en la cabeza, de la sangre que se le introducía en los ojos, oscurecieron su visión, del entorpecimiento que sufrían sus pies, alcanzados por la metralla... Ni siquiera se percató del todo del aparato alemán que se acercaba a él con el motor rugiendo e intenciones perversas, decidido el piloto a acabar con Yeager, cosa que hubiera conseguido de no interponerse un Mustang obligando al ataacante a desviarse.

 

Luego se encontró atravesando una enramada, tratando de asirse desesperadamente y consiguiendo al fin agarrarse al tronco de un arbusto y amainar la rapidez de su caída al suelo.

 

Voces francesas. Dos mujeres y un anciano. Contemplándole con curiosidad, dilatados los ojos. Haciéndole señas para que los siguiese. Dedos sobre los labios, recomendándole silencio. Carrera tras ellos, agazapado. Subida a un pajar, escalera de mano arriba. Ocultación debajo del heno. Y, después, voces alemanas.

 

Yeager encogido rígidamente, sin atreverse a respirar, petrificado de miedo.

 

Bayonetas clavándose en el heno, hurgando, desparramándolo. Más voces. Luego silencio. Durante largo tiempo. Hasta que la voz de una mujer le sacó de la inconsciencia.

 

-¿Está Vd. ahí?

 

Dentro de la casa de la granja, escaleras arriba había un dormitorio donde descansó durante 2 días con sus noches, curándose de sus heridas y contemplendo la aviación alemana, que volaba a baja altura, trazando círculo casi a ras del suelo, buscándole.

 

A continuación le dieron ropas de paisano, una sierra para que pudiera hacerse pasar por leñador francés, y una bicicleta. Le proporcionaron un compañero galo, ambos dijeron "Au revoir" a la familia que les había ocultado, y siguieron jornadas de pedaleo, noche y día, marchas forzadas de ciudad en ciudad, de albergue en albegue, bajo las mismísimas narices de las tropas alemanas, hasta que, por último, Yeager se encontró en la caja de una camioneta, con otros 3 pilotos norteamericanos. Su destino: España.

 

Mientras el vehículo traqueteaba a través de la noche, los 4 fugitivos hablaron poco. Hicieron un al to en Lourdes, se abrió la puerta de la camioneta y los pilotos se apearon, tensos y llenos de aprensión. Un grupo de indescriptibles franceses apareció ante ellos.

 

-Son sus guías -les dijeron-. Es necesario emprender la marcha inmediatamente.

 

Se pusieron en camino y durante 4 días y 4 noches, mientras el mes de marzo hacía gala de su frescura de atmósfera, continuaron avanzando, helados, hambrientos casi exhaustos, a punto de desplomarse agotados.

 

El ocaso de la 4ª jornada les sorprendió en una zanja, separados ya de sus guías franceses, contemplenado la falda cubierta de nieve de la última montaña que se interponíaentre ellos y la tierra española. Prolongada espera durante la oscuridad. Y entonces:

 

-Está bien, en marcha.

 

Fila india. La nieve crujiendo bajo sus pies. Caminando a ciegas. Agachados, con los músculos tensos, paso a paso. Arrastrándose luego. Tratando de atravesar la noche con sus ojos. La primera figura sombría llegando al otro lado de la carretera. La segunda. La tercera a medio camino de la cuneta. La 4ª que se desliza por detrás.

 

Y en aquel instante, las ominosas sombras nocturnas se agitan, sacudidas por la detonación de un fusil. La borrosa figura nº 3 da media vuelta, cae encima de la nieve y rueda hacia la zanja de donde salió.

 

Yeager se aprleta contra el suelo, junto al herido el teniente Omar Patterson , que se agarra la rodilla y ve deslizarse la oscura sangre entre los dedos.

 

-Sal de aquí -dijo Patterson-, es una tontería.

 

Sin hacerle caso, Yeager puso un palo en las manos de Patterson y le aydó a incorporarse. Patterson clavó el bastón en la nieve y dió un paso de prueba. El dolor le hizo parpadear. Se desplomó otra vez. Yeager miró en torno, apresuradamente, No se veía ni rastro del francotirador, ni de los otrros 2 pilotos. Habían desaparecido, adelantándose. A excepción del que empuñase el fusil, estaban solos.

 

Yeager pasó los brazos por debajo de Patterson y el levantó en peso, recurriendo a todas sus fuerzas. Arrastró a su compañero unos metros, echando luego cuerpo a tierra, mientras un nuevo disparo resonaba en sus oídos. Luego otro... y otro, en rápida sucesión. Después, nada.

 

Patterson le maldijo-

 

-Vete -refunfuñó-, sal de aquí...

 

-Ahorrate la saliva, Pat -aconsejó Yeager, tirando de él ladera arriba, empujándole, arrastrándole, jadeando en busca de aire, de un aire helado que le cortaba la naríz, la garganta y los pulmones.

 

Se detuvo una vez, poniendo polvos sulfamidas en la rodilla de Patterson, vendando la herida.Posteriormente hizo otro alto,agazapádose rígido en la protectora oscuridad, mientras los gritos de los soldados alemanes repicaban al pié de la montaña, claros como tañidos de campanas: Vuelta a tirar y empujar, a arrastrarse, a soportar frío y dolores; y por fin, horas después, la cima

 

¡España!

 

 

 

 

(Y volvemos a recordar el principio del capítulo cuando escribí lo del el homenaje en el 67º aniversario de la llegada de Yeager a la Cataluña de la provincia de Lérida. Había sido una verdadera epopeya la que en un tiempo record, Yeager recobrara la libertada que estuvo a punto de perder en los alrededores de Burdeos. Mañana sabremos del emocioannte encuentro con los españoles, en aquellos lejanos días de marzo de 1944.)

 

Saludos

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Una buena ronda de fotos del archivo de Jenisais :3613131ch71kt6:

 

Yeager, Charles E. Nada más aterrizar tras atravesar el Muro del Sonido, 14-10-1947.

 

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Yeager, Charles E. El original Bell X-1 en el Smithsonian Museum, NY.

 

 

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Yeager, Charles E. Foto desclasificada del día 14-10-1947.

 

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Yeager, Charles E. Bell X-1 Motor cohete 6000 libras de empuje.

 

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Yeager, Charles E. Bell X-1 Detalle.

 

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Yeager, Charles E. Dibujo total de la cabina Bell X-1.

 

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Yeager, Charles E. Acoplando el Bell X-1al B-50 levantado.-

 

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Buenasss

 

(En efecto, Bear, son unas fotos estupendas. Por eso me vuelvo a reiterar en el magnífico libro de Tom Wolfe (al alcance de todos los bolsillos) The right Stuff, aquí en España: Elegidos para la gloria. Si la peli fue estupenda, a imaginar el libro original. Es una magnífica historia de los pilotos de pruebas que nutrieron las filas de los aspirantes a astronautas.

 

¡Ah! y todavía quedan por subir las fotos de Yeager inmerso en la SGM a lomos de un P-51 en ETO. Son prácticamente desconocidas.

 

Y conozcamos el breve periplo de Yeager en aquella España de 1944, que parece a veces que hace muuucho tiempo que ocurrió aquello de Yeager.

 

 

 

¡España!

 

Y en la parte baja de la empinada inclinación de la otra vertiente, cubierta de nieve, una cabaña. Salía humo de la construcción. Calor, comida, libertad. Renovado vigor. Resbalando, patinando, cayendo, rodando por la ladera. Nuevas voces. Español (Más bien debía de decir, catalán. Pero eso es demasiado complicado para un piloto aliado evadido. N. del T.) Luego inglés. Risas y más risas. ¡Lo habían conseguido! Y, aturdido por la proeza y la profunda fatiga, soltaron carcajadas y carcajadas.

 

Yeager alcanzó la salvación que representaba España el 27 de marzo (de 1944), tres semanas después de haber aterrizado en Francia con su paracaídas. Aquellas tres semanas cobraron sus derechos: cuando cruzó la frontera. Yeager estaba en los huesos, pesando menos de 55 kgs. Pero al cabo de casi dos meses de inactividad forzosa, de ocio en un país neutral, había engordado 11 kgs y medio y le consumía la impaciencia por regresar a Inglaterra y volver a entrar en acción.

 

Cuando por fin lo hizo (vía Gibraltar y por mediación del Consulado norteamericano en España, como dije anteriormente. N. del T.), le informaron (ya en Inglaterra) de que la guerra se había terminado, al menos para él. Era un "evadido", lo cual significaba que, habiendo escapado una vez de territorio ocupado por Alemania, estaba saturado de conocimientos relativos a los sistemas subterráneos de los franceses, una información que los alemanes procurarían extraerle por todos los medios, si lograban ponerle las manos encima. (En este caso en concreto, me parece una suposición un tanto gratuita: Los alemanes en ningún momento le habían podido identificar. De su avión derribado y abandonado a cerca de 6.000 m. de altitud poco habría quedado que pudiera identificar a su piloto. Y supongo que los resistentes franceses con los que se trató en su breve estancia, ninguno de ellos sabría su verdadero nombre, por razones obvias de seguridad. N. del T.)

 

Yeager protestó lo suyo. Recurrió a todos los caminos para llegar a la oficina del jefe supremo aliado, el general Dwight D. Eisenhower. Hasta que obtuvo una victoria, aunque parcial. Se le permitió volar, pero solo por encima de la base y sus alrededores.

 

Para Yeager, eso era mejor eso que nada. Pero el Día D ocurrió 72 horas después de su llegada a Gran Bretaña. Se había dado suelta a los demonios del infierno y Yeager deseaba participar en el jaleo. Ante la sorpresa y enfado de los oficiales bajo cuyo mando estaba, fue lo que hizo.

 

El primer día que le permitieron despegar, Yeager se lo pasó volando solo, elevándose, bajando en picado, luchando imaginariamente con los alemanes. Lo que no fue óbice para que continuase sintiéndose, aburrido, a pesar de lo agradable que le resultaba verse de nuevo en el aire. A la mañana siguiente, resignado, ocupó de nuevo la cabina de su Mustang, dispuesto a pasarse la jornada volando en conserva. Dió vueltas y círculos por encima del campo, y estaba zumbando en torno a la torre de control, sólo para divertirse un poco, cuando un oficial de ops. le llamó.

 

Había un B-17 caído en el agua, en algún lugar al norte de la costa holandesa. Tres jóvenes pilotos, muy inexpertos, iban a salir a buscarle y el oficial de ops. no se sentía demasiado tranquilo ante la idea de enviar a esos pilotos solos, por su cuenta y riesgo.

 

--¿Quire cuidar de ellos? -peguntó a Yeager.

 

-¡No faltaba más! -gritó Yeager, jubiloso. ¡Tampoco me importaría ir yo solo!

 

Esperço a que los otros estuvieron en el aire, comuncándoles luego:

 

-Pegaos a mi ala, muchachos y salgamos de aquí.

 

Sonriendo ampliamente, Yeager se perdió de vista, mientras en la base el oficial de ops. le recomendaba:

 

-No le busque los 3 pies al gato, o Vd. y yo nos veremos en un serio aprieto...

 

Exploraron durante una hora, sin encontrar nada. Acababan de emprender el regreso a casa, cuando Yeager avistó un Ju-188, avanzando lenta y penosamente por encima de la línea de la costa.

 

Yeager se olvidó del aviso recibido en cuanto a eludir conflictos.

 

-¡Vamos! -chilló-. ¡Derribemos a ese alemán!

 

Yeager capitaneó la zambullida sobre el aeroplano enemigo, disparóuna corta andanada y el 188 empezó a dar vueltas sobre sí mismo, incendiándose y cayendo sobre el litoral envuelto en llamas.

 

Cuando el jefe del Sqn. se enteró de la noticia, se indignó durante un buen rato. Luego exclamó: "Oh, al diablo" y, 5 días después, Yeager pasó oficialmente a encontrarse en situación de piloto apto para servicios de combate. (A Yeager no le importó que el comandante jefe, demostrando su aversión al papeleo, ordenase que el aparato derribado se le atribuyera a otro piloto, para evitar la redacción de un sinfin de informes que explicasen el incidente).

 

El 13 de setiembre (1944), el rehabilitado "evadido" y otro compañero de escuadrilla abatieron un Me-109, asignándose a cada uno de ambos aviadores la mitad del derribo. y luego, el 12 de octubre, Yeager encontró una "nidada" sobre el suelo.

 

Capitanenado su escuadrilla, escoltando un grupo de bombarderospor encima de Steinhuder Lake, en Alemania, aparecieron súbitamente ante sus ojos 22 Me-109, volando en formación a unos 7.500 m. de altitud y a unos 2 kms por delante de Yeager. Los germanos no divisaron a los intrusos cosa que resultó fatal para ellos.

 

Yeager aceleró. La distancia se redujo. Descendiendo rectamente, desde la parte del sol, Charles y sus compañeron se colocaron a unos 900 m. de la escuadrilla alemana, inadvertidos. Durante tres minutos largos, Yeager saboreó la increíble suerte de tener ante su punto de mira telescópico aquellas dianas de color pardo y proas purpúreas. Y luego desencadenó el ataque, desviándose hacia estribor, donde un par de futuros blancos volaban un poco rezagados respecto a los otros aparatos.

 

Los germanos le vieron y se dejaron dominar por el pánico. Estupefacto, Yeager contempló a uno de los pilotos que, sin que se le disparase ni un tiro, se lanzó en paracaídas. Yeager volvió su atención hacia el otro, le apuntó y acariciaba ya el botón del disparador, cuando el alemán inclinó de lado su aparato y salió también de la carlinga. Dos victorias y las armas aún completamente frías. Pero no por mucho tiempo.

 

 

 

 

(Eso lo sabremos mañana. Hoy es un poco tarde, y he estado más de todo el día fuera de casa. Podemos pues esperar a leer el desenlace de la emboscada.)

 

Saludos

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Las fotos que faltaban de Yaeger en la WWII B)

 

 

Yeager, Charles E. en la escuela de vuelo durante SGM

 

yeagercharleseenlaescue.jpg

 

Yeager, Charles E de capitán en 1948.

 

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Yeager, Charles E. Leiston invierno 1943-1944.357 FG, 363rd FS. En el centro

 

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Yeager, Charles E. de capitán en ETO, 363rd Sqn, 11,5 victorias. Foto poco conocida.

 

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Yeager, Charles E. Con su P-51 Glamorous Glen en Leiston.

 

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Como tengo la Película "Nacidos para la gloria", edité un trozo para ilustrar el relato sobre el primer hombre que traspasó la barrera del sonido Charles E. Yeager. Lo logró el 14 de octubre de 1947 volando el Bell X-1 :popcorn:

 

 

 

 

 

Canal de Rocko: http://www.youtube.c...tz?feature=mhee :whistling:

Edited by Rockofritz
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Buenasss

 

(¡Pero que buenas son las imágenes que ha subido Rockofritz de la peli "Elegidos para la gloria"! Esos instrumentos un poco demodés que aparecen en escena, esas vibraciones extemporáneas (que hubieran quebrado cualquier avión por muy metalico que fuera, y esa especie de sedación que surge nada más traspasar la aguja el Mach 1,0...

 

Rockofritz ha hecho bueno el dicho que más vale una imágen que mil palabras. Yo, dándole al teclado como un spartaco cualquiera, y va el chileno y nos lo explica todo en apenas siete minutos... cosa de meigas. En el libro The Right Stuff, de Tom Wolfe viene también maravillosamente explicado este hecho histórico. Llega Papá Noel, y para los rezagados, vienen los Reyes Magos: pedid el libro o la peli. Y los que tienen trabajo, es decir los funcionarios que pidan ambas cosas, caramba. ¡¡Champán y mujeres hasta que se acabe el duro!!

 

 

(Tal y como dije, el atareado Rockofritz subió las fotos que le mandé sobre Chuck Yeager cuando éste se ocupaba de ganar la SGM. No hay apenas material gráfico sobre Yeager 1943-1945. Luego, y tras sobrepasar la barrera sónica se hizo mundialmente famoso. Nosotros vamos aconcluir la emboscada que dejamos (dejé, perdón) pendiente anoche.

 

Tras tomar el olivo los dos primeros pilotos alemanes, Yeager va a por su tercera victoria, en lo que se presume facil escaramuza.)

 

 

 

 

Yeager recurrió a los depósitos de las alas, acercándose a la cola de un tercer 109. Abrió fuego a unos 550 m. Las trazadoras llovieron sobre la cabina del alemán. El alcanzado aeroplano se inclinó hacia la izquierda, brotaron llamas de sus interioridades y cayó dando vueltas. Derribo número tres.

 

Los ojos de Yeager se clavaron en otro alemán fugitivo, solo a la distancia de un largo campo de futbol y cuyo bulto aumentaba de tamaño a través del punto de mira. Disparó, manteniendo el dedo sobre los disparadores durante uno, dos, tres segundos, y el aparato enemigo se partió en dos y estalló. Número cuatro.

 

Yeager se apartó, esquivando los restos y localizando otro 109, que maniobraba con intención de colocarse detrás de los atacantes. Yeager se aprestó a pararle los pies; tras colocarse a la cola del germano, dismumuyó la velocidad bruscamente y soltó una salva, con la que tuvo suficiente. Sus proyectiles se clavaron en las alas y la sección de popa del Messerschmitt, que viró a la derecha con violencia y el piloto saltó. Número cinco.

 

La labor de aquella jornada concedió a Yeager la categoría de As del aire, permitiéndole ganarse una Estrella de Plata.

 

Y el 6 de noviembre de 1944 obtuvo la Distinguished Flying Cross al abatir un reactor Me-262 cuando se disponía a aterrizar en su propio campo, bien dentro del territorio alemán. (Recuerdo bien que tengo precisamene este cuadro del magnífico artista Roy Grinnell, a ver si soy capaz de encontrarle y subirle al foro. N. del T.)

 

Quince días después añadió una Palma a su Silver Star, al utilizar 889 cartuchos de MG cal. 50, derribando con ellos cuatro Fw-190, lo que resultó un precio muy barato. Y, luego, tras una misión final realizada el 14 de enero de 1945, todo hubo terminado. Resúmen del historial de Yeager: 11,5 aviones enemigos derribados, 64 misiones de combate, 270 horas de guerra. Aquella noche se "alumbró", despertándose a la mañana siguiente con resaca y empapado, debajo de un árbol goteante, ya que la lluvia no cesó en toda la noche.

 

De vuelta a casa, de Europa, Yeager se casó con la Glennis cuyo nombre había pintado en la proa de su Mustang, soportó una serie de destinos de instrucción y luego fue enviado al Wright Patterson Field, cumpliendo un turno más de misiones. Se convirtió en piloto de pruebas y la profesión le llevó a la Base Edwards de la USAF, donde se buscaba a alguien lo bastante valeroso y competente para averiguar de una vez por todas si el Bell X-1 era capaz de romper la barrera del sonido.

 

Yeager llamó allí la atención de sus superiores y se le ofreció la tarea, con preferencia a una pléyade de más de 100 otros pilotos aspirantes a ella, y el resto ya es historia.

 

Tras quebrantar el Mach 1, Chuck Yeager continuó pilotando el X-1 y otras aeronaves experimentales. Luego, Lawrence Dale Bell construyó el X-1A.

 

Se trataba de una versión modificada del X-1, con doble capacidad de combustible, mejor visibilidad y bombas de carburante impulsado por turbina, de las que carecía su predecesor. Era un aparato de mayores proporciones, con una longitud superior en más de 2 metros y su motor cohete consumía oxígeno líquido e hidrógeno peróxido, más seguro que el oxígeno y alcohol utilizado en el X-1.

 

La compañía Bell se lanzó a la construcción del nuevo aeroplano, esperando conseguir una nueva marca de velocidad antes del 50º aniversario de los vuelos con motor, el 17 de diciembre de 1.953.

 

Yeager aceptó el deafío. Y el 12 de diciembre, después de 4 vuelos preliminares, estaba a punto.

 

Con las facciones oscurecidas por la más cara de oxígeno y el casco, Yeager se acurrucó en la carlinga del X-1A, escuchando con los labios apretados el creptar inquieto de la cuenta atrás:

 

-... tres...dos... uno... ¡fuera!

 

Bruscamente, el avión cohete se desprendió de la aeronave nodriza, descendiendo por un cielo sin nubes, de claridad bajo cero, a 10.000 m de altura sobre la superficie terrestre. Yeager papadeó ante el centelleo de los rayos solares, pero su ceguera fue solo momentánea.

 

-Descenso perfecto -manifestó, y sus palabras vibraron instantáneamente dentro de las cabinas de los dos F-86 de caza que volaron a sus alas y en el Bell de control, que estaba casi 10 kms.más abajo.

 

-En marcha el cuatro.

 

Yeager movió la palanca del repleto panel de instrumentos. Dentro del X-1A, el oxígeno se unió al hidrógeno peróxido y empezaron a ocurrir cosas violentas de inmediato. Uno de los 4 cohetes comenzó a soltar llamaradas. El cmte. Jack L. Ridley, que pilooaba uno de los Sabres, confirmó que el cohete había prendido.

 

Yeager accionó una segunda palanca.

 

-En marcha el nº 2.

 

Una voz nueva resonó en su casco.

 

-Aquí el controll Bell, Yeager ¿Qué cilindros funcionan?

 

-El 4 y el 2... el 3 viene ahora.

 

Apuntó la afilada proa del aparato rumbo al cielo y un terrible impulso de aceleración le impulsó, dejando atrás a los aviones de caza mientras surcaba la atmósfera vertiginosaamente, hacia el espacio exterior. En una ascensión casi vertical, la aeronave pasó de los 10000 a los 13700 metros.

 

Yeager movió otra palanca y un nuevo empujón lanzó al aparato arriba, arriba, hasta que, a los 22000 m. el piloto adelantó la columna de control y el avión obedeció. Su ángulo de subida se hizo menor y comezó a trazar una amplia parábola en la atmósfera superior, carente de aire, hasta que , cerca del punto máximo de la curva, Yeager esperimento la extraña sensación de la ingravidez, mientras el aeroplano se aproximaba a la gravedad cero.

 

Afuera,a la temperatura era de -50º, aunque la plateada superficie del X-1A rutilaba a causa del calor intenso producido por la fricción: la resistencia atmósferica a la fantástica velocidad del aparato. Dentro de la carlinga hacía frio, pero Yeager no lo notaba. Le consumía la admiración hacia aquel notable ingenio volador. El avión se dejaba manejar maravillosamente.

 

 

 

 

(Mañana seguriemos con la descripción de este primer vuelo del Bell X-1A.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Es modélica la exposición de este primer vuelo de Bell X-1A. Las modificaciones respecto al X-1 fueron sustanciales, y sus performances eran una verdadera incógnita. Ni siquiera sus diseñadores se atrevieron a formular cifras definitivas. Era, pues, Charles Yeager el actor principal que iba a desvelar los límites de aquella máquina. Sigamos con este viaje debut que no ha hecho más que empezar. Incógnitas, todas.)

 

 

 

 

Perfecto de arriba a abajo. Como era de esperar, al llegar a Mach 0,92, los estampidos aumentaron su violencia. Culebrearon las alas de bordes como filos de cuchillo. Terribles sacudidas en oleada se agitaron contra la piel metálica, machacando el liso y rechoncho fuselaje. Mach 0,96, y los golpes invisibles disminuyeron. Mach 1. La amuralla sónica había sido atravesada. Los estampidos cesaron. Y el el aeroplano se aventuró por lo desconocido, a mucha mayor velocidad que la del sonido. ¡A muchísima más!

 

Yeager vaciló, al borde del pánico. El X-1A volaba impulsado por un arrebato de velocidad, dejando atrás Mach 1,5, Mach 2, y acercándose a Mach 2,5, ¡a 2.655 kms/h!

 

Durante unos breves segundos, Chuck Yeager, dos veces el hombre vivo más rápido del mundo, se permitió esbozar una amplia sonrisa sobre sus labios... Pero solo fue un momento, porque, de súbito, se vió boca abajo, con el cielo donde debía de estar la tierra, y una fuerza grotesca en su intensidad borró la sonrisa del rostro del piloto, se la arrancó literalmente de los labios; y el aeroplano resbaló demente a través del espacdio, convertido en un proyectil con todas las características de vuelo de una piedra.

 

Yeager titubeó. Sabía lo que había ocurrido. La súbita disminución de la velocidad, agotado el combustible, había dejado al X-1A fuera de control. Pero tal conocimiento no le servía de nada en absoluto. Yeager se encontraba desamparado. El aparato cobraba impulso, desplomándose mientras fuerzas increibles le sacudían, obligándole a dar dos vueltas completas por segundo, sobre sí mismo.

 

Fragmentos borrosos de tierra parda centellearon lócamente antes los ojos del piloto. Los giros del aparato arrojaron su cabeza contra el techo de la carlinga. Una constelación de estrellas explotó dentro del piloto. Su cabeza continuó chocando violentamente contra el techo de la cabina una y otra vez hasta que el plexiglás de la parte interior del casco se rompió, sembrando la cabina de sus trizas irregulares. Una botella de oxígeno se soltó de los cables que la mantenían amarrada, luego otra siguió el mismo ejemplo, y el cuerpo de Yeager fue aporreado por la serie de objetos que circulaban libremente allí dentro. Unos golpes que se unían a la terrible presión de las horrendas fuerzas "G", 10 veces las de la gravedad.

 

Mientras la consciencia le iba abandonando, Yeager luchó para conservar el control, pero la oscuridad persistía en extenderse por su cerebro en continuas oleadas, y se dió cuenta de que no podía moverse, que no podía coger los mandos, que solo podía ceder ante el hecho inevitable de que se veía impotente, que era el fin, que iba a morir.

 

Su cabeza llegó a chocar con la palanca de mando, un golpe oblícuo con el que bajó el estabilizador horizontal del aparato e, inmediatamente las convulsiones del X-1A empeoraron.

 

Procedentes de alguna parte, muy lejos, varias palabras se registraron en el cerebro de Yeager.

 

-No se reciben noticias tuyas, Chuck, ¿te ocurre algo? ¡Chuck!

 

La boca de Yeager se movió mecánicamente, formando la respuesta habitual, pero ninguna frase rebasó sus labios. Los sonidos del aparato de radio y el chirriar del errante aparato fueron decreciendo poco a poco, perdiendo volúmen, hasta que una marea de vacío sumergió en la nada el salvaje caleidoscopio de cielo y tierra y el cuerpo de Yeager colgó inerte.

 

-¿Dónde estás, Chuck

 

La callada por respuesta.

 

Jack Ridley, piloto de uno de los cazas, escudriñó el cielo con frenesí.

 

-¿Le tienes a la vista, Kit? -preguntó.

 

Y el capitán Murray que pilotaba el otro caza, repuso:

 

-No..., no le veo por ninguna parte.

 

-¡Chuck!

 

El grito no pareció materializarse en reacción alguna. Era como si procediese de otro mundo. Pero, a través de la neblina de la semiinconsciencia, Yeager lo captó. No pudo contestar a él, pero lo oyó. Recobró la vista de un modo borroso, como una pesadilla, sobrenaturalmente desenfocada. Pero volvió a observar el selvático giro de los borrosos azules y pardos. El altímetro señalaba los 10.000 m, el volteo había cesado y el aparato se encontraba en un giro invertido,cayendo a una velocidad de 350 m/seg.

 

Sin que recordase nada de una forma consciente, Yeager arrojó el oxígeno líquido, empuñando después la palanca de mando. Los pies y las manos se le movían con plena independencia del cerebro. El avión efectuó un giro normal y luego se enderezó repentinamente, emprendiendo un planeo suave y silencioso. El altímetro se calmó a los 7.500 m, después de haber descendido 51.000 pies en 51''.

 

La voz de Ridley resonaba ya aguda, insistente:

 

-¿Dónde estás, Chuck?

 

-... bajo... estoy... ¡buen Dios!

 

El tono de Yeager era débil, apenas audible.

 

-¿Dónde?

 

-Sobre Thachapi... siete mil quinientos... no sé... no puedo...

 

-Dinos donde estás, si puedes, Chuck, intervino Murray.

 

Yeager apretó los párpados, sacudió la cabeza, abrió y cerró los ojos. Le dolía la cabeza, pero se le estaban aclarando las ideas. Desparramó la vista por el interior de la cabina, llena de restos, luego miró hacia afuera, abajo y a los lados. Indicó su posición.

 

-Me encuentro bien -manifestó--... Aunque las pasé moradas ahí arriba... Chico... ¡seguro que no repito la experiencia!

 

Murray localizó un cabrilleo de plata en el cielo. Se acercó, empezando a tranquilizar a Yeager:

 

-Arriba 50... 30... 20... cinco... quieto alrededor de dos y medio... tiene buen aspecto... ¡un aspecto formidable!

 

Yeager descendió, tomando tierra a 260 kms/h La superficie de dura arcilla se deslizó por debajo del aparato durante lo que le pareció una eternidad. Por fin se detuvo, y Yeager cerró los ojos, emitiendo un suspiro profundo, cansino y doloroso.

 

-Os agradecería que me sacáseis de aquí y que me quitárais de encima este traje a presión -dijo Yeager por último-. Estoy hecho polvo. Me parece que he roto con la cabeza el recubrimiento interior de la cabina.

 

Luego se hundió en el asiento y esperó. A sus oídos llegó el último mensaje por radio de la jornada:

 

-Transporte Bell a Yeager: ¡Sensacional!

 

 

 

Nota del autor: Chuck Yeager, ahora coronel Chuck Yeager, remató 9 años de vuelos de prueba con el pilotaje climático del X-1A. De Edwards AB volvió a su primer amor, mandando una escuadrilla de aparatos de caza... en Alemania y, posteriormente en George AB de la USAF. El X-1, a bordo del cual se convirtió en el primer hombre que atravesó la barrera sónica, se muestra ahora al público en el National Air Museum del Smithsonian Institute, en Washington, D.C., como tributo permanente a uno de los mayores logros de la aviación, desde el principio de los vuelos a motor. (Esta nota se escribió en 1965, fecha de la edición del presente libro, es decir hace 46 años. Desde entonces han pasado demasiadas cosas. N. del T.)

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¡¡Esta si que es velocidad!! :shok:

 

El Bell X-2 Starbuster fue un avión experimental construido para investigar las características de vuelo a unas velocidades de Mach 2 a 3. Su noveno y último vuelo en julio de 1956 alcanzó un nuevo récord de velocidad en Mach 2,87 (3.050 km/h).-

 

Está tan buena esta parte de la peli "Nacidos para la gloria" que no me aguanté de colocarla aquí. Ahora si me quedó bastante mejor la edición y a pantalla completa. Sí que tenían agallas para estar allí sentado a tamaña velocidad :Hail:

 

 

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Gracias Rocko. Son dos de las escenas cumbres de esa gran película.

 

A mi la escena que más me impacto la primera vez que la ví, y sigue siendo la que más me impacta actualmente es la del F-104 Starfigther. Soy un fan de las cafeteras, pero hay un ramillete de reactores que me tienen robado el corazón. El F-104 es uno de esos. Siempre me ha parecido alucinante.

 

Por cierto el accidente que le ocurre al eyectarse, y en el cual se prende fuego, de hecho se le quema la cara dentro del casco, alguién sabe si eso fue real ¿o es una licencia artística de Hollywood?

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Buenasss

 

(Tras acabar con el capítulo dedicado al gran aviador americano Charles "Chuck" Yeager, volvemos un poco a los que podemos llamar aviadores "de a pié". Aviadores que sin ser grandes y espectaculares Ases, llenaron la historia de la aviación realizando verdaderos hechos heróicos. Tal es el caso del entonces Teniente, el piloto de B-24 Norman C. Appold, que nació en 1917. El 30 de marzo de 1943, formando parte de la 9ª Fuerza Aérea, 376th Bomber Group, 514th Bomber Sqn. llevó a cabo lo que más tarde fue calificada como una operación suicida.

 

Leamos como se desarrolló esta increíble acción. El autor, Glenn Infield, ya le leímos cuando tratamos la vida y milagros del piloto de caza y luego astronauta John Glenn. Es toda una garantía de calidad.)

 

 

 

 

El vuelo suicida del Tte. Appold, por Glenn Infield

 

A primera vista, el B-24 cuya silueta aparecía entre la niebla que flotaba cerca de Crotona, en el sur de Itaalia, daba la impresión de arrastrarse por el suelo sobre su vientre. Su nivel de vuelo era ba jísimo, a ras de los falsos henares que ocultaban la Flakdel Fliegerkorps X y muy por debajo de los plateados globos que protegían la ciudad y sus vitales plantas químicas. A trechos, el aparato quedaba oculto por los árboles que crecían en las colinas bajas de las Montañas Calabresas.

 

Cuando el B-24 se acercó desde el oeste hacia el puerto marítimo, su menudo piloto avistó un tren t que avanzaba pesadamente por la línea férrea de Corigliano; y el sonriente súbdito de los EEUU que empuñaba los mandos adelantó un pelo el volante... hasta que le fue posible mirar a través de las ventanillas de los vagones.

 

Desde la proa del avión, una voz gritó:

 

-¡Eh, teniente, si desciende un poco más, ese revisor italiano me va a pedir el billete!

 

El Tte. Norman C. Appold, ocupando el asiento izquierdo del bombardero Liberator, cruzaba el paisaje de Calabria a una altitud muy próxima a cero, con la misma tranquilidad que si condujera un automovil deportivo en una tarde de domingo. Pero su atención se proyectaba sobre los instrumentos y no respondióa la observación del oficial bombardero.

 

Se preocupaba en aquel instante de desviar el aparato hacia la izquierda, a fin d esquivar el cable de un globo.

 

-Muy bien, cuidado ahora -habló Appold por último-. Nos acercamos deprisa. Tendrá que...

 

El primer tte. Donald O'Donell, encargado de ruta, le interrumpió:

 

-Nos dirigimos en línea recta a una base de cazas, Norm.

 

Appold se enderezó en el asiento, para ver mejor. A través del cristal del parabrisas y de la neblina distinguió la pista del campo de aviación enemigo. Fue un momento angustioso para el piloto. Solo dispuso de unos segundos para adoptar su decisión, para pensar en lo que convenía hacer a continuación, lo cual determinaría, probablemente, si perecía o iba a sobrevivir.

 

Estaban solos, único bombardero de los EEUU en un radio de 800 kms. cuya misión consistía en bombardear un blanco en Crotona, que no habían conseguido destruir 9 formaciones, volando a gran altitud. No contaban con escolta de aparatos de caza. Era estrictamnte una batalla entre la dotacíon del bombardero que volaba a escasa altura y los defensores alemanes de Crotona. Victoria o derrota, la responsabilidad de la operación descansaba íntegra sombre los hombros de Appold.

 

Observó el aerodromo enemigo,acercándose rápidamente, cuajado de Messerschmitt y Macchis y las chimeneas de la factoría química erguidas al otro lado. Y tomó su decisión.

 

-Iremos hacia nuestro blanco en línea recta... así que agárrense bien todos.

 

Se produjo un silencio momentáneo en el interfono, roto al final por la voz queda del oficial bombardero , John V. Hogan:

 

-¿Te importaría alzar un poco la proa, Norm, para que pudiera ver el objetivo?

 

-De acuerdo. Lo haré.

 

Diestramente, los dedos de Appold apretaron el volante, atrayendo hacia sí con suavidad el árbol. La proa del B-24 se levantó hacia las alturas, pero una fracción de segundo después, Appold empujó nuevamente el volante hacia el frente. Su única probabilidad de regresar a Bengasi con vida, estribaba en colarse subrepticiamente en Crotona por debajo del biombo formado por el radar germano, y salir antes de que la Flak y los pilotos de la Luftwaffe advirtieran su presencia. De otro modo, acabarían abrasados en medio de un montón informe de metales retorcidos.

 

-¿Te hiciste tu composición de lugar, Hogan? -inquierió Appold,

 

-¡Me la hice!

 

-¿Qué rumbo, O'Dell?

 

-Oh... nueve ocho -se apresuró a comunciar el encargado de ruta.

 

Appold acciono´el timon a la derecha y el Liberator se deslizó lateralmente, hasta que el Tte. vió la aguja de la brújula en el punto que deseaba. En aquel preciso instante, el bombardero pasaba por encima del borde de la pista del aerodromo enemigo.

 

-¡Acribilladles! -ordenó el piloto.- Disparad contra todo lo que aparezca antes vuestros ojos.

 

Probablemnte, lo más sensato que cabía hacer es pasar a toda velocidad posible y perderse de vista cuanto antes, pero Norman Appold no pertenecía a esa clase de pilotos.

 

Guardaba rencor a los nazisa por muhas causas, incluída la interrupción de su carrera cuando se disponía a graduarse en la Universidad de Michigan como ingeniero químico; y estaba firmemente determinado a terminar con la guerra tan rápidamente como fuera posible. Jamás desaprovechaba una oportunidad... y para Appold, aquel soñoliento campo de aviación enemigo que tenía justamente debajo, rebosante de aviones alemanes, representaba una tentación demasiado fuerte para resistirla. Algo así como miel sobre hojuelas.

 

Y mientras el B-24 se veía sacudido por las vibraciones de las ametralladoras calibre 50 y el humo de las armas llenaba sus fosas nasales, sonrió, gritando:

 

-Destrozadles, muchachos. No ahorréis municiones. Tenemos balas de sobra.

 

Se oyó la voz de Hogan por el intercomunicador.

 

-Disparadores uno, dos, tres y cuatro a punto. Compuertas de las bombas de par en par. ¿Vas a poner el piloto automático?

 

Appold sacudió la cabeza.

 

-Rayos, no, volamos demasido bajo. Gobernaré el aparato yo mismo. Suelta las bombas cuando llegue el momento.

 

-De acuerdo.

 

Los acontecimientos se desarrollaron aprisa. Y sin altibajos... Tenía que ser así. Dos minutos más, descarga de los artefactos de 500 libras y vuelta hacia casita. Un trozo de pastel. Un traguito de leche.

 

-Saca el máximo partido a tu tiempo, Hogan, y sacúdeles en mitad de la naríz. Sin miedo. Nosotros...

 

-¿Hay un sinfin de puntitos negros a las diez, arriba! !Tienen el aspecto de cazas! -gritó en aquél Instante el artillero de la torreta superior.

 

"No puede ser", mumuró Appold para sí.Si los operadores de radar alemanes, les hubiesen localizado, entonces les habrían estado esperandoen el cielo los aparatos de combate que vieron posados en la pista por la que habían pasado antes. Los artilleros de la Flak situados en el camino hacia Crotona, habrían derribado al bombardero en cuanto hubiera dejado atrás la última de las Montañas calabresas, dándose la gran fiesta. "No... no... no... No podían ser cazas enemigos".

 

-"Me-109" -advirtió O'Dell-. Tan seguro como el infierno que se trata de la Luftwaffe.

 

 

 

 

(Parece que los tripulantes del Liberator van a pasar un rato "movido". Y puede quedar abortada pa operación previamente planeada de bombardear el complejo químico de Crotona. Veremos.)

 

Saludos

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Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo, otra vez noooooooooooo.

 

Pido formalmente la expulsión de Jenisais del E69. Sus relatos me parecen magníficos pero no puede dejarnos siempre con la miel en los labios. El problema es que no es la primera vez ni será la última.

 

Justo en el momento de máxima intensidad nos corta con los anuncios, parece una película emitida en Antena 3.

 

 

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Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo, otra vez noooooooooooo.

 

Pido formalmente la expulsión de Jenisais del E69. Sus relatos me parecen magníficos pero no puede dejarnos siempre con la miel en los labios. El problema es que no es la primera vez ni será la última.

 

Justo en el momento de máxima intensidad nos corta con los anuncios, parece una película emitida en Antena 3.

+1 :xd: :xd:

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Buenasss

 

(Esto ya se pasa de castaño oscuro. Mis más fieles Forero/lectores en contra mía. Vivir para ver.

 

Rechazo formalmente la acusaciones (por no llamarlas chinchorrerías). Si quiera os habéis fijado que cada tarde-noche escribo el equivalente de tres páginas de letra pequeña del libro en cuestión. Siempre la misma longitud aprox. Que culpa tiene el T. de que coincida con el momento álgido. Queréis que yo pierda la cordura y la salud.

 

Sois el Pepito Grillo; diferenciados del "macizo" de los Forero/Lectores que siguen imperturbables los relatos. Voy a hacer como el Rajoy, no decir ni mú, y cuando "parece" que el tema aéreo "puede" empezar a caldearse, cortar. Yo creo que éso si es desnaturalizar el tema.

 

Todos los relatos tienen: Un prólogo, una exposición, un relato, un clímax, y un desenlace. Por favor, tened piedad de mí.

 

Terminaré auto-pidiendo una contra-manifestación; si no, al tiempo.

 

 

Ahora un poco más en serio: Empiezo a pensar que estas reclamaciones (¿?), son fruto del interés que despiertan los relatos. Lo que me llena de satisfacción. Solo dar, otra vez, gracias a los que seguís leyendo a este modesto T.

 

Saludos

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Va, pues, por Vds.

 

Lo importante es lo que le va a "caer", y nunca mejor dicho, desde lo alto al Tte. Appold. Cierto es que tiene una magnífica preparación y un elevado espíritu de combate. Y la tripulación (por lo que he podido leer aparte de lo aquí relatado. N. del T.), muy motivada. Situaciones similares, y peores, han podido ser superadas. Leamos.)

 

 

 

 

Appold echó un vistazo a los puntitos que se aproximaban, se mordió el labio inferior y apretó el volante (dice volante el primitivo traductor por que en realidad la palanca de mando del B-24 tenía forma de medio volante. N. del T.) hasta que le dolieron los nudillos. Aún estaba a tiempo de dar media vuelta y dirigir su gigantesco bombardero hacia el mar Jónico, llevándole al nivel de las olas e impidiendo que le cogieran.

 

Pero quizás no habían visto al Liberator. Tal vez aquella escuadrilla estuviera únicamente efectuando un simple vuelo de patrulla y si Hogan conservaba las bombas en el depósito, en vez de lanzarlas sobre la planta química, a los mejor los pilotos alemanes pasaban de largo sin percatarse de la presencia del bombardero que volaba muy por debajo de ellos.

 

Era su mejor apuesta, la única que podía hacer en aquella partida, la sola carta que le era posible jugar. El pulgar de Appold se tensó sobre el botón del micrófono, disponiéndose a llamar al oficial bombardero, a ordenarle que no soltase las bombas dd 500 libras... Y entonces cambió de idea.

 

-Al diablo con ellos, -murmuró-. Los nazis no me han de asustar hasta el extremo de obligarme a emprender la huída -bajó un poco más la gran proa del B-24, descendiendo los pocos metros que separaban al gran aeroplano de los tejados de las casas, y gritó-:

 

-Conforme, Hogan, pégales fuerte. No dejes una sola chimenea en pie...

 

Y con aquellas palabras, Appold puso en juego su vida y la de todos los miembros de la tripulación. A 800 kms. de su base en Cirenaica, solo, sin la más remota esperanza de ayuda, aventuró su gigantesco aparato por el corazón de Crotona, hacia las armas de la Luftwaffe.

 

Para comprender por qué Norman C. Appold y su solitario B-24 se arriesgaron enfrentándose a las defensas italo-germanas aquella mañana de primavera, sobre el tacón de la bota italiana, resulta imprescindible conocer al hombre que gobernaba la aeronave de 28 toneladas, llevándola al nivel de las copas de los árboles.

 

 

Hoy en día (1965) coronel destinado en la Space Systems División USAF, en Los Angeles (California), se considera a Nom Appold como uno de los más destacados ingenieros de reactores de la nación. Pero en 1943 no era más que un alumno recién salido de las aulas de la Universidad de Michigan, un ingeniero químico graduado cuyo objetivo, por una de esas bromas que gasta el destino, era una factoria química. Uno de los blancos más importantes de toda Italia, la planta enlazaba con los depósitos de hormigón armado de Mesina.

 

El Tte. Appold había aterrizado en Egipto para unirse al Halpro Group (Halverston Project, por el nombre del coronel que lo mandaba) un conjunto de bombarderos pesados que, al principio, se formó con vistas a bombardear Japón (partiendo de China. N. del T.), pero que después fue desviado hacia Egipto para combatir a Rommel durante aquel invierno de 1943. Fue el segundo piloto de reemplazo que se unió al equipo, bajo el mando entonces, de Mickey McGuire, y se le recibió con los brazos abiertos y los mapas de objetivos desplegados.

 

Sin embargo, para el siempre apremiado McGuire, Appold fue una decepción cuando le vió apearse del aparato que le condujo allí. No parecía encajar en aquella unidad especial. Appold era demasiado bajito, demasiado bromista y dicharachero. A McGuire le pareció que los EEUU estaban llegando al fondo del barril donde se almacenaban los pilotos. Lo que no comprendía era que Nom Appold era uno de los primeros muchachos recién salido de la escuela y destinados a participar ampliamente en los combates aéreos que se desarriollarían antes de que la SGM terminase.

 

McGuire y otros aviadores veteranos no tardaron mucho en comprobar que Appold no era un piloto vulgar. Por el contrario, era tan bueno como el mejor. Respaldaba toda su locuacidad con la acción, su punto de vista poco ortodoxo de la táctica aérea obtenía magníficos resultados.

 

Cuando el ejército del británico mariscal Montgomery luchaba para obligar a retroceder a las fuerzas que Rommel tenía en el desierto, los B-24 bombardearon Tobruk y Bengasi con todo lo que tenían disponible. Y fue en Bengasi donde Appold desmostró por primera vez que todo lo que le faltaba en tamaño le sobraba en valor.

 

La Flak alemana instalada en la ciudad extendía una barrera de metralla tan sólida como impenetrable para los bombarderos aliados. La RAF decidió llevar a cabo un intento, enviando sus Pathfinders guiando a los bombarderos y dejando caer bengalas al llegar a la zona de objetivo, para iluminar los puntos de impacto. Cuando los Pathfinders se aproximaban a la zona, los servidores de la Flak alemana -poniendo en práctica un plan previamente trazado- abrieron fuego.

 

Creyendo encontrarse sobre la ciudad, los británicos dejaron caer sus bengalas y los bombarderos que les seguían soltaron sus bombas. Solo una cosa había salido mal. Los alemanes habían simulado una falsa ciudad en una playa desierta, a 16 kms. de Bengasi, y allí fue donde la RAF descargó su golpe.

 

En el siguiente intento, los B-24, utilizando miras Norden para localizar la población, efectuaron varis pasadas; pero el fulgor de las brillantes bengalas deslumbró a los oficales bombarderos y, una vez más, no se alcanzaron los blancos deseados.

 

-Déjeme ir solo -pidió Appold a McGuire-. Concédame una oportunidad para sacudir la urbe. Creo poder enconcontrar la zona objetivo.

 

El Jefe del grupo contempló al diminuto aviador como si, de pronto, se hubiera convertido en algo raro. Luego, dándose cuenta que el teniente hablaba en serio, se encopgió de hombros.

 

Ádelante, suicídese -dijo McGuire-. En estos días los reemplazos vienen con mucha frecuencia.

 

Appold esbozó su sonrisa familiar y, al cabo de una hora, ya estaba en el aire. Cuando su bombardero se aproximaba a Bengasi, dió a la tripulación varias órdenes extrañas.

 

-Hasta que yo lo diga, no quiero que se suelte ni una bomba ni se dispare un solo tiro. ¿Comprendido?

 

-¿Pero cómo diablos vamos a causar desperfectos si no dejamos caer nuestro huevos? -preguntó el confuso oficial bombardero cuando pasaban por encima de la ciudad-. En cuanto quede atrás el casco urbano, será demasiado tarde.

 

-Esta noche, no. Esta noche, no.

 

 

 

 

(Llevo ya tres hojas de apretada letra del libro, y debo dejarlo aquí. Que coincida con el momento estrella del vuelo, no me compète a mí. Consolación, esta noche seguiremos...y, pobre Bengasi; ya entonces salía en los papeles...).

 

Saludos

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Buenasss

 

(A ver que ocurre en Bengasi al Teniente Appold. Sabía que había habido bombardeos pesados en la retaguadia de Rommel, pero que siempre habían venido de manos de la RAF. No conocía la deriva de los HALPRO norteamericanos en el Norte de Africa, y más concretamente sobre Bengasi.

 

Hasta que el cuerpo aguante.)

 

 

 

 

Esta noche, no. Esta noche, no.

 

Norm Appold volaba a 6.500 m. de altitud, conduciendo el B-24 hacia lo que se figuraba era Bengasi. Abajo la Flak entró en acción y el cielo nocturno se transformó en unos fuegos artificiales de estallidos anaranjados, blancas líneas de trazadoras y pequeñas zonas de oscuridad, no alcanzadas por los disparos alemanes. El teniente fue anotando cuidadosamente la posición de las piezas, observando también las luces de los falsos blancos sobre los que los nazis trataban de llevarle.

 

Tras atravesar la ciudad, maniobra considerada normalmente como la más peligrosa en todo el teatro de la guerra, el imperturbable aviador dió media vuelta e inició la segunda pasada sobre el círculo de las baterias antiaéreas.

 

-¡Dios mío! -exclamo Hogan, oficial bombardero-. No nos llevará otra vez por ahí, ¿no?

 

--¡Agárrense fuerte

 

Sobrevoló lentamente la urbe y en esa ocasión abrieron fuego más piezas artilleras, dibujando la silueta de la verdadera ciudad. En la tercera pasada, toda la Flak montada en tierra se aplicó a la tarea de derribar el bombardero, y Appold tuvo un contorno perfecto del casco urbano de Bengasi.

 

-Preparado para soltar las bombas -avisó al oficial.

 

Apretó el pedal del timón de la derecha, torció el volante en la misma dirección y bajo la proa del Liberator. Descendió hasta los 4000 m, estabilizando allí el avión y dirigiéndose a las ya expuestas baterías antiaéreas.

 

A causa del brusco cambio de altura, se encontraron con que estaban enviando metralla muy por encima del bombardero. Mientras tanto, Appold y su tripulación descargaron 3 tn. de alto explosivo y bombas rompedoras sobre las instalaciones antiaéreas, poniendo fuera de servicio gran número de ellas.

 

A partir de aquella operación, empezaron a cambiarse las tornas en los ataques aéreos contra Bengasi. Gracias al brillante plan de Appold, los aliados cogieron las cartas más altas en la partida de juego y no volvieron a regresar a la base sin haber acertado en sus incursiones sobre el objetivo.

 

Por aquellas fecha se celebraba en Casablanca una Conferencia donde se discutió la estrategia a desarrollar en ETO y el nombre de un objetivo se destacó de manera prominente: Ploiesti (Rumanía) y sus refinerías de petróleo, vitales para el esfuerzo de guerra del III Reich.

 

La misión conocida oficialmente como Tidal Wave, recayó en manos del coronel Jacob Smart, un magnífico piloto, alto y rubio. El hombre no tardó en darse cuenta de que se enfrentaba con un problema de ignorada solución. La distancia era grande, los objetivos pequeños, tenía que descargar los golpes con precisión, las instalaciones defensivas eran poderosas y, por encima de todo, ¿cómo podía desencadenar un ataque por sorpresa? El radar, la vigilancia de observadores en tierra, y los aviones de exploración informarían de la presencia de cualquier bombardero, centenares de kms. antes antes de que llegasen al blanco... ¡A menos que se enviasen los B-24 a baja altura!

 

Era una idea arriesgada. Solo a una altitud de segadora de hierba sería posible el bombardeo, preciso, hacer frente momentáneamente a la Flak y sorprender a los cazas de la Luftwaffe en la mitad de su esfera de ataque. Por otra parte, sin embargo, no había en toda la fuerza aérea avión menos adecuado para el bombardeo a baja altura que el B-24. Pesado, ruidoso, relativamente lento, el Liberator estaba diseñado para el bombardeo a gran altura y operaba mejor por encima de los 6.500 m. Al nivel de las copas de los árboles, daba la impresión de que una piedra podía abatir de los cielos a aquel pájaro gigantesco.

 

Durante varias semanas, Smart forcejeó con el concepto de la empresa a baja altura. Informado de la misión, el general Eisenhower se mostró entusiasmado, pero se abstuvo de opinar en lo referente al vuelo rasante. Churchill se manifestó encantado del nuevo plan de vuelo, pero ocurrió que, por entonces, 12 Lancaster de la RAF atacaron a escasa altura una factoría de motores marinos en Augsburg... y solo 5 bombarderos regresaron. Otros 19 bombarderos británicos fueron al Continente para dejar caer sus artefactos en las presas del Mohne y el Eder, en pleno Ruhr, regresando solo 8 a su base.

 

Poco a poco la dea de Smart fue languideciendo. Y cuando el brigadier Uzal Ent, que intentaba conducir una unidad de bombardeo a Ploiesti personalmente, se puso en contra del plan de vuelo a escasa aaltitud, Smart no tuvo el menor inconveniente de olvidarse del asunto. Y fue precisamente aquel momento que eligió el sonriente e inquieto Norman Appold para entrar a ver a K.K. Compton, su jefe de grupo a la sazón.

 

-Coronel, se me ha ocurrido una idea para destrozar esas malditas estaciones de transbordadores de Mesina -anunció alegremente.

 

Compton estaba enterado de las anteriores proezas llevadas a cabo por el teniente y asintió con interés.

 

-Oigámosla.

 

-¿Qué le parece si tomase una formación de 3 aparatos y sobrevolara a baja altura los depósitos?

 

El jefe de grupo se sobresaltó visiblemente. Pocos días antes, Compton había sido enterado en secreto de la idea de Smart referente a bombardear Poliesti a baja altura. Por un instante , le asaltó el temor de que Appold se hubiera enterado de aquella operación secretísima. El caso de que se hubiera producido alguna filtración, toda la empresa Tidal Wave tendría que cancelarse.

 

-¿De dónde sacó esa idea del bombardeo a baja altura? -preguntó cautelosamente.

 

Appold se encogió de hombros.

 

Estuve varias semanas entreteniéndome, practicando vuelos rasantes sobre el desierto y el mar a la menor distancia posible de la superficie. Si un piloto consigue mantener su aeroplano lo bastante cerca del agua, estaría en condiciones de colarse en Mesina antes de que los alemanes o los italianos sospechen siquiera qué anda por la zona.

 

El coronel se dió cuenta de que el tte. no sabía nada de la proyectada incursión sobre Ploiesti... que todo era pura coincidencia. Le causó alegría que Appold se ofreciese voluntario para realizar un experimento vital sin tener que revelarlela importancia de su resultado.

 

 

 

 

(Lo dejamos aquí. Son los preámbulos de la famosa y supersecreta incursión sobre las refineráis rumanas de Ploiesti, que tanto dió que hablar. Empiezo a sospechar que Norm Appold será parte principal en este raid tan importante. Mañana leeremos más de estas incursiones, a Mesina primero y a Ploiesti, si la primera tenía éxito.)

 

Saludos

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