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Relatos De Pilotos Verdaderos


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hola chicos, magnificos relatos. disculpa Rockofritz ese avion de tu firma es acaso un pillan de la fuerza aerea chilena?

 

Efectivamente, como tu dices es un T-35 Pillán, aparato de instrucción, fabricado en Chile por ENAER y que sirve en el primer año de instrucción en la Escuela de Aviación Capitán Avalos. En el segundo año pasan a un reactor fabricado con licencia de CASA, entiendo que española.-

 

Un bonito avión creo yo:

 

t35pillan02yu4.jpg

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pues mira tu que curioso el pillán es un avión de instrucción que se utiliza tambien en españa lo han comprado y se denomina aca E-26 Tamiz. es uno de los aviones de instrucción, lo curioso es que vosotros despues de la instrucción basica usen un avión español despues jajajaja.

 

Mira tu por donde, aca esta el programa a grandes razgos http://www.aire.org/ea/org/aga.htm

 

jajajaja

Edited by Laucho
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pues mira tu que curioso el pillán es un avión de instrucción que se utiliza tambien en españa lo han comprado y se denomina aca E-26 Tamiz. es uno de los aviones de instrucción, lo curioso es que vosotros despues de la instrucción basica usen un avión español despues jajajaja.

 

Mira tu por donde, aca esta el programa a grandes razgos http://www.aire.org/ea/org/aga.htm

 

jajajaja

 

 

Vaya cosa eh, resulta que estamos bastante relacionados despues de todo en lo aereo. El Pillán se ha exportado a varios paises de América pero no sabía que se usaba también en España.- B)

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Me ha agarrado absolutamente la lectura del libro de Adolf Galland. Especialmente interesante es el surgimiento de la Luftwaffe desde la nada misma.-

Bueno pero, mientras esperamos poder leer completo también el Gran Circo, o Gran espectáculo, e aquí unos trozos muy buenos de Heinz Knoke, en "Yo volé para el Fürer" el estilo al narrar en tiempo presente le da una intensidad que te hace sentirte en pleno combate :

knokeagosto1941bisgz9.jpg

29 de Abril de 1944

-¡Concentraciones de aviones enemigos en Dora-Dora.!

-¡Ahí vamos una vez más! El escuadrón reorganizado está listo para entrar en acción.

Tres divisiones de bombarderos lanzan una ofensiva desde sus bases en el área del Gran Yarmouth. Nuestros efectivos de Holanda informan de fuertes escoltas de aviones de combate; mis órdenes son atacar con mi escuadrón a los aviones de combate que forman la escolta, alejarlos y mantenerlos ocupados; mientras tanto, otros escuadrones de Focke Wulfs quedan en condiciones de lanzarse sobre los bombarderos con toda efectividad y sin ninguna interferencia.

Las 10:00 Horas: ¡Listo todo el escuadrón!

Tengo una línea directa, por tierra, desde mi aparato a la sala de control de la División; constantemente me transmiten informes sobra la situación que guarda el enemigo. Pasan sobre Ámsterdam… el extremo sur de la Bahía de Ijssel… al norte de Deventer…cruzan la frontera del Reich… al oeste del Rhin.

A las 11:00 horas la punta de flecha de la formación se halla sobre el Rhin.

11:04: ¡Todo el escuadrón deberá despegar! ¡ el escuadrón completo emprende el vuelo!

 

La orden se escucha en todos los altavoces que hay instalados en el campo; se lanzan cohetes y luces de señales desde los puntos de dispersión de las escuadrillas; zumban los motores y ¡ahí vamos!. Las escuadrillas se elevan del aeródromo y describen un círculo a la izquierda, cerrándose después hasta formar un grupo compacto.

Conecto la radio y me comunico con la base:

-Nenes pesados en el sector Gustav-Quelle. Suban a Hanni-ocho-cero.

-Víctor, víctor,- respondo acatando las ordenes.

Seguimos ascendiendo en amplio círculo hacia la izquierda hasta alcanzar la altura requerida para entrar en operación, 20.000…22.000…25.000 pies.

Al Norte y al Sur de donde vamos volando van ascendiendo también otros escuadrones, en su mayoría compuestos por Focke-Wulf.

-Nenes pesados se hallan ahora en Gustav-Siegfried; Hanni-ocho-cero.

-Víctor, víctor.

Hemos llegado ahora a 30.000 pies de altura; Los supercargadores son algo maravilloso.

Las 11:30; por el occidente y debajo de donde volamos distingo las primeras estelas de vapor. Son Lightnings. Pocos minutos después vuelan directamente bajo nosotros, seguidos de los bombarderos pesados que se extienden en inmensa cadena hasta más allá de la distancia que puede abarcarse con la vista. Thunderbolts y Mustangs vuelan y revolotean describiendo espiral por encima de ellos y a los lados de la imponente formación.

En estos momentos nuestros Focke-Wulf se precipitan sobre ellos; inmediatamente me desprendo y desciendo sobre los Lightnings que tenemos bajo nosotros; nos localizan y dan vuelta en dirección a donde estamos para interceptar el ataque. Un grupo como de treinta Thunderbolts se adelanta también, de lado sur, para darnos el encuentro. Esto es exactamente lo que yo quería.

El camino queda así libre para los focke-Wulf; las primeras fortalezas están ya envueltas en llamas. El Mayor Moritz entra al ataque con su escuadrón.

Iniciamos así una lucha feroz en donde todos revolotean locamente. Nuestra misión está cumplida y ahora es cosa de que cada uno cuide de sí mismo. Durante varios minutos vuelo a la retaguardia de un Lightning que vuela como el mismo diablo; vira, desciende y se eleva nuevamente como un cohete, no hay momento en que pueda hacerle más que unos cuantos disparos.

Entonces cae volando en picada una flotilla de Mustang; sus proyectiles me rozan la cabeza; con ambas manos echo el bastón hacia atrás y el avión sube casi en vertical sacándome así de la situación comprometida. Mientras tanto, el sargento Drühe que llevo de ala, se mantiene volando tras de mí.

Una vez más tengo oportunidad de disparar sobre un Lightning y mi descarga da en el blanco; se desprende una columna de humo del motor derecho, pero me veo obligado a alejarme otra vez, porque al voltear distingo una columna de ocho Thundervolts que vienen a mi retaguardia. Los proyectiles enemigos vuelven a pasar rozándome la cabeza.

Evidentemente mis contrarios son veteranos en este juego. Hago un viraje, desciendo, vuelvo a subir, doy vuelta y describo una gaza, giro como huso y recurro al dispositivo de emergencia de metano, tratando de escapar en mi favorito “ascenso en tirabuzón”. En no más de unos cuantos segundos, los malditos vuelven a estar detrás de mí; continúan disparando sin cesar y no entiendo porqué razón no llegan a tocarme; pero es lo que pasa.

Mi segundo sigue manteniéndose junto a mí como si estuviera pegado con goma, ya sea atrás o a un lado; le indico que siga así, pase lo que pase, y con toda calma responde:

-Víctor, víctor.

En lo que puedo llamar un golpe de suerte, uno de los yanquis queda al centro de mis miras; abro fuego con todos mis cañones y el aparato sube en ascenso pronunciado; para entonces todos sus camaradas vuelven a estar tras de mí.

A pesar del frío intenso que hace, el sudor me baña la cara. Este pleito es endiablado. Por momentos estoy pegado al asiento mientras doy una vuelta en corto y prácticamente toco el dosel con el pelo.

Cada segundo parece tener la duración de toda una vida.

Mientras tanto los Focke-Wulf han hecho un buen trabajo; he visto caer, envueltas en llamas, casi unas treinta fortalezas, pero todavía quedan varios cientos de bombarderos pesados que se abren paso volando, impávidos, hacia el Este. Es otro de los días en que Berlín va a sufrir horriblemente.

La aguja del indicador del combustible marca el cero; la luz roja empieza a flamear dando el aviso; diez minutos más y el tanque quedará vacío; desciendo en espiral cerrada y los Thunderbolts se alejan. Momentos antes de llegar a las nubes, como a 3.000 pies de altura enderezo el vuelo y calculo que debo estar en las cercanías de Brunswick o Hildesheim. Veo el reloj, quizás dentro de unos cuarenta y cinco minutos volveré a estar sobre el “callejón de bombarderos”; tal vez, entonces, logre tener uno de los gruesos bombarderos en el centro de mis miras.

En lo alto, el cielo sigue todavía manchado con estelas de vapor, marcadas con el sello de esa infernal lucha. Repentinamente el sargento que va conmigo vira en redondo y se pierde en el blanco de las nubes. ¿Qué diablos pasa ahora?

Como relámpago vuelvo la vista a mi alrededor e instintivamente agacho la cabeza; hay un Thunderbolt que vuela directamente a mis espaldas y lo siguen otros siete más; todos abren fuego y sus descargas dan en el blanco. Mi ala derecha prorrumpe en llamas. En espiral me desvío hacia la izquierda y entro en las nubes; delante de mí surge una sombra; es otro Thunderbolt; abro fuego y su cola empieza a incendiarse.

Ahora puedo ver tierra, desprendo el dosel y estoy listo para arrojarme en el paracaídas cuando vuelve el rat-tat-tat de las ametralladoras cuyos proyectiles silban cerca de mis oídos y nuevos martillazos golpean mi avión que ya se encuentra en llamas. El Thunderbolt está allí otra vez, a no más de 100 pies de distancia, tras de mí.

¡Maldición! Quedaré convertido en picadillo por su hélice si trato de saltar ahora. Me precipito y trato de encogerme en el asiento, achicándome todo lo posible; la lámina blindada que llevo a la espalda me protege de los disparos que de otro modo serían mortales; las alas y el fuselaje son acribillados a tiros y junto a mi pierna derecha se abre un gran boquete. Las llamas están acercándose todavía más; empiezo a sentir el calor.

¡Zas! El tablero de instrumentos vuela en pedazos ante mis ojos; algo me golpea la cabeza; el motor se para…no queda una gota de combustible, ¡Maldición! No tengo escapatoria.

Desde luego que la velocidad que llevo disminuye rápidamente y eso hace que las andanadas de mi contrario pasen por encima del aparato. Solo por unos cuantos segundos queda al centro de mis miras, pero es lo suficiente para llevármelo conmigo; oprimo los dos gatillos y me percato que estoy temblando por la tensión nerviosa. ¡ Sí pudiera llevármelo!.

La andanada hace blanco perfecto en el centro del fuselaje; el enemigo levanta el avión en ascenso rápido; momentos después está en llamas; se abre el dosel y aparece el cuerpo del piloto.

La tierra sube con violencia vertiginosa, ya es tarde para que pueda lanzarme en paracaídas; cruzo sobre extensos campos; el avión baja la nariz y queda en tierra; las llamas suben y poco falta para que me quemen la cara; el aire se llena de tierra; sigue un golpe seco, pesado, sordo, y el avión patina en una nube de polvo hasta cavar su propia tumba en el terreno flojo. Levanto los brazos para cubrirme la cara y aprieto las piernas contra la barra del timón, todo pasa en menos de un segundo. Algo se estrella en mi cabeza con fuerza arrolladora y me deja aturdido.

¡Esto debe ser el fin! Es mi último pensamiento antes de perder el sentido.

No recuerdo cómo logré escapar de aquel avión en llamas, pero desde luego debo haberlo hecho. Es imposible hilar los pensamientos, lo único que sé es que no cesa el horrible dolor de cabeza que tengo. Recuerdo que las balas siguen silbándome en los oídos, tropiezo y caigo, pero sin saber cómo vuelvo a estar de pie; la única idea que me obsesiona es alejarme antes de que sobrevenga la explosión final; la brillantez de las llamas que consumen mi aparato contrasta vivamente con el palio de humo negro que va elevándose hasta perderse en el cielo.

A unos cuantos cientos de yardas de distancia, arde otro aparato; confusamente pienso que debe tratarse de mi Iñaki. ¡Sí me quitara el dolor! ¡mi cabeza! ¡mi cabeza!. Con ambas manos hago el intento de tocármela, pero caigo de rodillas, el mundo me da vueltas vertiginosamente; me ataca la náusea recurrente hasta que solo me queda el sabor de las bilis negras.

Los otros siete Thunderbolts siguen arrojándose sobre mí; no cesan de disparar; parece interminable la distancia que media hasta la orilla del camino donde puede haber relativa seguridad…finalmente caigo rodando dentro de la zanja y vuelvo a perder el conocimiento. He llegado al extremo de la cuerda…

Cuando recobro el sentido, me doy cuenta que junto a mí hay un hombre parado, inmóvil que está mirándome fijamente. Es alto como un árbol joven.

¡Un americano!

Trato de sentarme al borde de la zanja y el gigantón se sienta a mi lado, al principio ninguno de los dos hablamos; todo lo que puedo hacer es apoyar los codos sobre las rodillas y sostenerme la cabeza que parece reventarme en las manos. El Iñaki me ofrece un cigarrillo; le doy las gracias pero no le acepto sino que le tiendo uno de los míos; también lo rehúsa y cada uno enciende el suyo.

-¿Es usted quien volaba el Messerschmitt?

-Si.

-¿Está herido?

-Así parece.

-Está sangrándole la parte de atrás de la cabeza.

Siento que me corre la sangre hasta el cuello. El yanqui prosigue:

-¿Realmente fue usted quien me derribó?

-Si.

-¡Pero es que no puedo imaginarme cómo pudo hacerlo! Su avión era un haz en llamas.

-¡No lo sé!

El americano explica que me alcanzó a ver encima de las nubes y se lanzó tras de mi con sus hombres. Después añade:

-Parecía algo así como un golpecito de suerte.

-¿Cuál fue la idea de volar delante de mi cuando se paró mi motor? Le pregunto a mi vez.

-Por el exceso de velocidad; además, nunca se me ocurrió que todavía podía usted llegar a disparar.

-Ese fue su error.

Ríe y comenta:

-Me supongo que no soy el primero que derriba usted ¿o sí?.

-No, con usted son veintiséis.

El americano me comenta que ha derribado a diecisiete alemanes. En pocos días más iba a regresar a su casa; ve el anillo que llevo en el dedo y me pregunta si soy casado.

-Si, y tengo dos chiquillas,- le muestro el retrato de Lilo e Ingrid.

-Encantadoras, dice inclinando la cabeza en señal de aprobación. –De veras que están encantadoras.

Me siento contento de que le gusten; también el es casado; su esposa, que ahora le espera, aguardará en vano. Con cierta ansiedad, el grandullón me pregunta qué será del él ahora. Le explico que será enviado a un campo especial destinado a los aviadores americanos.

-¿Es usted oficial?

-Si, soy capitán.

-En ese caso, le enviarán a un campamento de oficiales; le tratarán bien, nuestros prisioneros son tan bien tratados como los suyos.

Más o menos durante media hora sostenemos amena charla; me da la impresión de ser un hombre decente; no surge ni la menor sombra de odio entre nosotros; además no hay razón para ello; por el contrario, mucho hay de común entre los dos: somos pilotos y ambos acabamos de escapar a la muerte por un reducido margen.

Un piquete de soldados, de una batería de reflectores buscadores que está cerca, llegan hasta nosotros y nos apuntan con los rifles.

-¡Abajo esa maldita artillería, idiotas! Les grito yo.

Sobre la carretera hay un camión que nos espera; en la parte de atrás van apiñados seis yankis de una fortaleza, están muy lóbregos. Mi capitán y yo nos sentamos junto a ellos y aun cuando me siento morir, trato de alegrar el cotarro con unos cuantos chistes. Por el camino recogemos más yankis que fueron derribados; uno de ellos va muy mal herido de una pierna; me hago cargo de que nuestra gente lo alce con cuidado al subirlo al camión. Nos conducen al aeródromo de Brunswick en Britzum y allí me despido de mis compañeros de infortunio y todos nos estrechamos la mano.

-¡Buena suerte!

-¡La mejor para todos!

-¡Hasta la vista!

Una hora más tarde, Barren se presenta y me lleva volando en un “Aroda”.

Todo el escuadrón regresó al campo sin haber sufrido bajas. Soy el único a quien derribaron. Más tarde, en la sala de operaciones, vuelvo a perder el conocimiento; me llevan hasta mi alojamiento donde me ataca una fiebre muy alta. Finalmente, por la noche, soy internado en el hospital.-

 

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De: http://www.marseillegruppe.com/foro/viewto...cc852ee15f17fb7

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knoke19412rl2.jpg

 

Heinz Knoke, fue uno de los poquísimos pilotos que pelearon únicamente en el Oeste, exclusivamente a los mandos del Me 109.

Encuadrado en las Alas nº1 y nº 11 pilotó los modelos E, F, G-1, G-6, G-5As y G6-As. (la nomenclatura As distingue a motores especiales de grandes prestaciones que se instalaban en las escuadras destinadas a combatir la escolta americana.)

Knoke acabó la guerra con 33 victorias confirmadas, de ellas 19 Viermots (Bombarderos pesados), y todas en el Oeste, fundamentalmente en la defensa del Reich y durante la batalla de Normandía, donde derribó 8 cazas entre Mustang, Spit y P47.

Fue derribado 6 veces, sufrió dos fracturas de cráneo, una de vértebras y otra de la cadera. Aún así no dejó de volar, aumentando su lista de derribos.

En Octubre del 44, durante una retirada su automóvil piso una mina, destrozándole una pierna. Incapaz de moverse, la guerra terminó para él.

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DE: VOLANDO PARA EL FUHRER (2º) mknokevolandofuhrerlu2.jpg

 

 

He aquí un nuevo relato del Libro de Heinz Knoke, que demuestra cómo no sólo los pilotos ingleses, volaban con la resaca de la tomatera de la noche anterior, especialmente durante la Batalla de Inglaterra, sino también los alemanes tenían que levantar vuelo y ir a repartir tiros con el tremendo dolor de cabeza.- :P

fw190b17kk1.jpg

 

JUNIO 25 DE 1943 Hoy en la mañana, al ir arrastrando los pies en dirección al punto de dispersión, me sentí medio muerto. Los demás pilotos y yo estuvimos bebiendo en la cantina hasta el amanecer. La barra quedó totalmente cubierta con un regimiento de botellas vacías.

El cielo está cubierto de nubes y esperamos que los yanquis nos dejen hoy en paz.

En la sala de operaciones del escuadrón no hay informes de actividad del enemigo. A las siete suena el teléfono: hay concentraciones enemigas en el sector Dora-Dora del mapa. - ¡Como si no pudieran haber escogido otro día!

Los pilotos duermen todavía, no los despierto, sino que me dirijo al sitio donde están los aparatos. -

 

El ingeniero jefe me informa de que todos los aviones han sido revisados y están en condiciones de servicio.

Voy al comedor y trato de comer, el alimento parece estar insípido. Por primera vez no me siento contento al pensar en la próxima misión. Tengo una peculiar sensación en la boca del estómago. ¿Es miedo? No, no creo que sea miedo, más bien un poco de indiferencia y animadversión.

De la comandancia llega la orden para estar listos en caso de alarma. Los pilotos salen bostezando y después de comer algo se ponen los trajes de vuelo.

Lentamente atravesamos el campo hasta llegar a los aviones. De un momento a otro sonará la alarma. Los mecánicos llegan antes que nosotros. Ardnt me sujeta el equipo mientras me pongo el casco y me da la extensión del teléfono de tierra. La comandancia desea saber si estamos todos listos. Los comandantes de escuadrilla contestan todos por turnos: el teniente Sommer, el capitán Falkensamer y yo. El enemigo se aproxima a la costa, y al parecer, hoy se dirige nuevamente a Wilhemshaven.

Son las 8:11 horas cuando despegamos.

Una a una, las escuadrillas se elevan; en total son cuarenta y cuatro aparatos. Tenemos un cielo de 6.000 pies; lo cruzamos al llegar a la línea de costa y ocasionalmente distinguimos tierra por entre los claros de las nubes.

15.000 pies. Cruzamos otra capa de nubes.

20.000 pies. No se escuchan conversaciones en la radio, solamente el anuncio de las posiciones del enemigo.

22.000 pies. Debemos esperar encontrarnos con el enemigo en cualquier momento.

Reviso mis armas; la máscara de oxigeno está demasiado apretada, la aflojo y me la acomodo.

Estamos volando entre cúmulos, allá, en las alturas, se extiende otra capa de nubes de hielo, Atravesamos valles y cavernas en forma de nubes, nuestro aviones se ven absurdamente pequeños en medio de la majestuosidad que nos envuelve.

- ¡Allí están!

Las fortalezas vuelan casi 3.000 pies bajo nosotros, no están organizadas en formación en masa, sino que avanzan , ya sea solas o en grupos de tres o cuatro por entre el magnífico paisaje de nubes.

Descolgándonos, caemos en picado.

-¡Sobre ellos!

La sorpresa es perfecta.

Nuestro ataque provoca un estado de completa confusión entre los americanos.

Se abren, dan la vuelta y se clavan en busca de abrigo entre las nubes. Es imposible calcular el número, parece como si se hubiera volcado un colmenar. Por radio nos avisamos unos a otros la mejor posición para disparar.

Por parejas nuestros pilotos atacan a las fortalezas. Hoy llevo a mi lado a un joven sargento que sale por primera vez, esta es su primera misión de combate y hay una buena oportunidad para que también logre su primera victoria... si no pierde la cabeza.

Escojo dos bombarderos pesados, aislados, que vuelan ala con ala y descendemos atacándolos desde atrás.

- Doelling, toma tú el de la izquierda –aviso al sargento, pero sigue volando muy a la derecha y no hace caso a mi llamada-. ¡Ciérrate más , hombre! ¡Del otro lado, sobre la izquierda! ¡Entra al ataque!

Abro fuego a corta distancia y los proyectiles dan precisamente en el centro del fuselaje.

El artillero de retaguardia contesta persistentemente a mi ataque; con toda calma me acerco, disparando sin interrupción; aparecen agujeros en mi ala derecha. ¡Ese maldito artillero no me deja en paz!

Acercándome todavía más, sigo disparando contra la fortaleza, concentrando el fuego sobre la torre de retaguardia, que se desintegra con las descargas de mi cañón; otra andanada más pone fuera de combate la torre dorsal.

Estamos entre las nubes, en un hondo barranco con enormes muros de leche que se alzan a ambos lados. Doelling, sigue todavía en su posición, a mi derecha, contemplando con toda calma el combate. ¿Por qué no se lanza tras el segundo bombardero pesado? Me hace perder la calma y vuelvo a gritarle:

- ¡Ataca, estúpido, ataca! Pero a pesar de todo Doelling no se mueve.

¡Uumf! ¡Uumf! ¡Uumf!

Estoy a merced del nutrido fuego lateral de la fortaleza, mi posición me coloca bastante cerca, al lado del bombardero, y el artillero superior también me está disparando con sus cañones múltiples, los proyectiles pasan, rozándome la cabeza.

¡Uumf! Siento que me han tocado nuevamente. Se está empañando el parabrisas y abro la ventanilla lateral. La fortaleza que voy atacando se halla envuelta en llamas, tanto en la cola como en el motor interior izquierdo, y a pesar de que los dos artilleros del otro bombardero me siguen disparando, a solo unos 100 metros de distancia, continuo la persecución que a de hacer caer a mi víctima, aunque con ello me juegue la vida. Permanezco a 150 ó 200 metros de mi bombardero, tras su cola, hasta ver como las llamas se extienden abarcando toda el ala derecha.

Por un momento suelto el bastón y trato de llamar la atención de Doelling, haciéndole señales con la mano y apuntando a la segunda fortaleza.

Surge un relámpago ante mis ojos. Siento que mi mano golpea violentamente contra el lado derecho del cristal.

Alarmado, extiendo la mano para agarrar el bastón, pero lo vuelvo a soltar inmediatamente. Mi guante derecho está hecho trizas y la sangre brota sin que sienta ningún dolor.

Una vez más, empuño el bastón con la mano herida, apunto la mira sobre mi enemigo y vacío el cargador de una sola andanada. Por fin, después de tanto, la fortaleza pierde altura y cae entre las nubes como una antorcha encendida.

Entonces empieza a dolerme la mano. Empuño el bastón con la izquierda y me doy cuenta de que todo está manchado de sangre. La carne cuelga en tiras del guante rasgado.

Hace rato que estoy desorientado. Es un milagro que no me hayan averiado el motor. Me sigue doliendo más y más la mano, he perdido mucha sangre y no hay señales de la maldita línea costera.

Difusamente distingo la isla de Norderney, en siete minutos estaré en Jever.

Utilizo las dos manos para aterrizar. El jefe de la cuadrilla de tierra se horroriza al verme, los mecánicos rodean el avión.

¡El jefe está herido!

Hasta el mediodía no regresa el último avión. La escuadrilla se anota dos victorias más.-

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Rockofritz, tienen muy buena pinta los 2 libros que comentas, no podrias dar más datos como editorial, año de edicion, ISBN..etc?

 

 

El libro de Heinz Knoke "Volando para el Fuhrer", es de Edit. Corinto, 1955;

 

El de Adolf Galland "Los primeros y los últimos", de Edit. AHR Barcelona , 1955.- También está como "El primero y el último"

 

Estos y muchos otros libros con pocas ediciones sobre la WWII se pueden encontrar y encargar en esta mina de oro que encontré. Pensaba pasarla por privado pero que va, que la conozca todo el que se interese, así si hay muchos pedidos tal vez hagan nuevas ediciones. Hecha un vistazo aquí: http://www.libreria-argentina.com.ar/usados.htm .

 

Hay algunos pasajes del libro de Galland, que estoy leyendo, que son muy buenos. Si veo interés los iré poniendo aquí, por ejemplo sobre la caballerosidad entre pilotos enemigos, un piloto que de caza con las dos piernas artificiales y otras cosas bastante particulares.-

 

Un saludo :grin:

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  • 2 weeks later...

thefirstandthelastip1.jpg

SALVANDO EL PELLEJO.-

 

Uno de los relatos de Galland que mejor creo comprender, por vivenciarlo repetidamente en los Dogfight cada ciertos minutos, es un pasaje dramático en el cual reproduce la experiencia de ser alcanzado por las balas enemigas, el cacharro incendiándose y la única salvación es poder salir y lanzarse en paracaídas.- En nuestro mundo virtual es muy fácil y normalmente la cabina no se atasca pero, ¿qué pasa en la realidad cuando una cosa así ocurre?

 

Cuenta Adolf Galland que: “ Después del almuerzo sigue el baile. A las 16 horas hay una nueva alarma. Grandes formaciones de cazas británicos se aproximan al Canal. De nuevo todas las máquinas disponibles se oponen al adversario. Mi fiel ayudante Hegenauer, que desde el año anterior me acompaña en casi todos mis vuelos sobre la isla, ha sido derribado al mismo tiempo que yo, y por este motivo despego individualmente. Al sudeste de Bologne avisto a mi primer grupo, al que quiero reunirme. Al lado y a una altura menor avanza una formación de Spitfires. De improviso ataco a una de sus últimas máquinas, ¿desgraciadamente no fue la última de todas! Envuelto en llamas el Spitfire se precipita a tierra. Victoria número 70. Una bonita cifra redonda, pienso mientras observo su caída, para poder informar sobre el lugar exacto donde toca tierra, pues no tengo testigos, por volar individualmente.- “

Un día inolvidable.-

¡ Maldición ¡ Infernales detonaciones en mi máquina me hacen sobresaltar. ¡ Me han alcanzado! Es el castigo por no prestar durante breves segundos la debida atención al combate. Siento fuertes golpes en mi cabeza y el brazo derecho. La máquina está maltrecha, los planos desgarrados por proyectiles de cañón. Las granadas del Spitfire han destrozado el costado derecho de mi máquina, y a mi lado se abre el vacío. Chorrea gasolina y líquido refrigerador. Instintivamente había virado hacia el Norte, y la tranquilidad vuelve cuando compruebo que el Me- 109 , no obstante su estado y el motor detenido, sigue volando pasablemente y responde a los mandos. Otra vez más he tenido suerte, me digo y quiero intentar el regreso planeando. Estoy a una altura de 6.000 metros.-

 

La cabeza y el brazo sangran, pero no tengo tiempo para sentir dolor; por de pronto, no parece haber sido herida ninguna parte vital de mi humanidad. De estas reflexiones reconfortantes me arranca otra detonación seca. El tanque, que hasta entonces iba vaciándose pacíficamente, ha estallado. De inmediato, toda la cola está en llamas. El combustible encendido entra en la cabina y el calor deja de ser agradable. Confieso que un susto mortal me invadió por todas partes disponibles para ello. Un solo pensamiento: ¡Afuera! ¡Afuera!. ¿Arrojar el techo de la cabina? ¡Imposible!; debe estar trabado! ¿Habré de quemarme vivo allí encerrado? Me deshago febrilmente del correaje y trato de levantar el techo de la cabina. La corriente de aire lo ajusta con fuerza.. Por donde mire me envuelven las llamas. ¡ Debes lograr salir! ¡No puedes achicharrarte aquí! Me asalta el terror; vivo los segundos más terribles de mi existencia.- Empujo nuevamente contra el techo, en un último esfuerzo, y cede; luego, el viento lo arranca. Efectúo una cabriola pronunciada, seguida por un fuerte golpe de palanca adelante, pero la maniobra no da el resultado esperado de arrojarme afuera de aquel ataúd ardiente que poco antes era aún mi querido y fiel Me-109. El paracaídas queda trabado en la parte fija del techo de la cabina, la máquina entera está ahora en llamas y cae conmigo hacia la profundidad. Me aferro con un brazo al mástil de la antena y doy puntapiés en toda dirección.- ¡En vano! ¿Habría de perderme en el último instante, ya casi en libertad? ...... (TO BE CONTINUED)

Se ha alargado mucho y parece que no hay mucho rating.- B)

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Salvando el pellejo II:

 

Ignoro como logré finalmente desprenderme. De pronto caigo, dando varias vueltas en el aire. ¡Gracias Dios! En mi exitación casi acciono la argolla que desprende el paracaídas en lugar de la apertura del mismo. En el último momento advierto el error, y un nuevo susto me calienta la sangre como un rayo, pues poco faltó para que mi persona y paracaídas llegaran a tierra por separado, lo cual seguramente no se hubiera traducido en beneficio de ninguno de los dos. Siento una fuerte sacudida y me encuentro suspendido del paracaídas, que me lleva silenciosa y pacíficamente hacia tierra.-

Abajo veo una columna de humo negro que señala donde se estrelló mi Me-109. En realidad habría debido aterrizar como un mono sobre las copas del bosque de Bolonia, pero el paracaídas se limitó a rozar un álamo de gran tamaño y a cerrarse, por lo que caí más rápidamente pero con relativa fortuna, pues el suelo era blando y pantanoso. Hasta ese momento, la extrema tensión de los nervios y la energía me habían sostenido, pero entonces sucumbí. Me sentía miserablemente mal, quemado en algunas partes del cuerpo, sangrando copiosamente de la cabeza y del brazo, con un tobillo dolorosamente dislocado, no podía ni caminar ni mantenerme en pie. Finalmente aparecieron unos campesinos franceses muy desconfiados y poco amables, que me llevaron a una granja. Los primeros alemanes que vi, eran hombres de la organización Todt procedentes de una obra cercana. Me cargaron en un automóvil y me condujeron hacia Audembert, a mi Regimiento.-"

De "Los primeros y los ültimos"

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  • 4 weeks later...

UN DIA EN EL FRENTE RUSO.-

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5 de Septiembre de 1942. Sector central del frente del Este.

Los Junkers 88 de la KG 3 han sido puntuales. A la hora fijada cruzaban exactamente por la vertical del punto convenido. Mientras los cazas de la Jg53 regresan, la Jg 51 de Müncheberg despliega su escolta. Los Ju88 vuelan a tres mil quinientos metros, Müncheberg, a la cabeza del schwarm (cuatro cazas) se sitúa a cuatro mil quinientos metros, encima de los bombarderos, la 2ª escuadrilla se adelanta mil metros y desciende a tres mil, la 3ª escuadrilla cubre la retaguardia.

Transcurre un cuarto de hora. Una vez más el objetivo es un nudo ferroviario: Jeltz. Solo faltan veinte minutos y no se divisa ningún avión enemigo.

¿De dónde salieron los veinte Polikarpov y los veintidós Yak1? Ni lo supieron, ni en realidad, les importaba mucho saberlo. Los descubrió un ametrallador de cola de un Ju 88 de la última cuña de formación. Iba tan cerca de él un 109 de la 3ª escuadrilla, que al tiempo que advertía a gritos a sus compañeros de cabina, empezó a hacerle señas. El 109 no las confundió con saludos y viró en el acto, advirtiendo nerviosamente a Müncheberg.

- ¡Achtung!..¡Muchos! ¡Hanni cuatro! (altura cuatro mil)

Müncheberg subió en vela y cuando llego a cinco mil metros. Hizo un looping y quedó de cara a los rusos. Los tres de su schawrm le siguieron a duras penas.

Pero en el intervalo, los rusos, picaban ya contra los Ju88. Fue un desbarajuste, los

109 se dispersaron –no podían hacer otra cosa- para tomar altitud y recibir órdenes. Los de los bombarderos, unos más serenos que otros, cerraron la formación y continuaron su ruta, pero dos minutos después de haber avistado la formación, brotaban ya humo y fuego de cuatro Ju88.

Los rusos no utilizaban táctica aparente, era más bien un caos. Sin embargo, el caos, a veces es una buena táctica si produce, como en este caso, desconcierto en el adversario. Müncheberg gritaba ¡dispersarse, dispersarse! Los 109 revoloteaban sin perder su formación de pareja, y los kazmarec se mantenían junto a sus rottenfürer. A los tres minutos, Müncheberg tenía formado y controlado a su Grupo, a excepción de cuatro cazas que habían hecho frente al enemigo.

Estos cuatro 109 se habían atraído a once I16. El resto atacaba a los bombarderos, que no se defendían mal y ya habían derribado a tres rusos.

Müncheberg decidió de pronto: - ¡Ataque! ¡Caza libre!

Ellos estaban a cinco mil metros, los Yak y los I16 entre cuatro mil y tres mil quinientos, los JU habían descendido a tres mil metros. De los cuatro cazas que entablaron combate, una pareja se había distanciado unos kilómetros, zigzagueando y maniobrando entre cinco rusos. Müncheberg batió alas y picó hacia ellos, centrando en el visor a un I16. A trescientos metros abrió fuego con una ráfaga corta y viró a la izquierda. El Polikarpov pareció como si se sacudiera, basculó el morro y el plano derecho se desprendió. ¡Noventa y nueve! ¡Uno más y los cien! Pensó Müncheberg.

Pero su ráfaga iba a ser de carambola... El ala arrancada dio en el plano trasero de otro I16 que volaba unos trescientos metros más abajo. Por efecto del golpe o del susto, el ruso subió en vela y se puso justo delante de Müncheberg, quien sin pensarlo oprimió los disparadores y casi a la vez tiró de la palanca. El I16 culebreó, comenzó a escupir llamas, mientras que al mismo tiempo un bulto oscuro saltaba del avión. El avión siguió ascendiendo doscientos metros hasta quedarse colgado en el cielo unos segundos y cayó a plomo. Era la victoria número cien.

Habían transcurrido tres minutos desde que ordenó el ataque. Ahora se lanzó sobre un avión ruso que perseguía a un 109. La distancia era escasa y redujo gases, el ruso no le había visto, lo tenía a su derecha y un poco más abajo, intentando ponerse a la cola del Me. Müncheberg se deslizó de ala, abrió gases y oprimió el disparador. Ráfaga corta, solo de cañón, no podía fallar..., pero falló. De repente, en el momento de abrir el disparador, el I16 había picado en ángulo de 80º, cayendo sobre el 109, el Blanco 3.

¡Blanco 3!- grito Müncheberg- ¡Pica, pica, voy a disparar!- y luego a su kazmarec-

¡Cúbreme!

Blanco 3 hundió el morro en vertical. Müncheberg disparó con todo y sin cambiar el rumbo sobrepasó al Polikarpov –dejándolo para que lo rematase su kazmarec-. Inmediatamente se sitúo sobre un Yak 1. El ruso, que lo vio, saltaba y zigzagueaba, pilotaba muy bien. Müncheberg lo dejo alejarse unos mil metros y subió a trescientos, conectó la sobre potencia y picó.

Era un blanco magnífico. Centró las ráfagas en la cabina. Empezó a disparar a los cuatrocientos y no viró hasta llegar a los cien, el Yak explotó en una bola de fuego. Müncheber sobrevivió de milagro.

Siete minutos habían transcurrido desde que comenzó el combate. Seis 109 habían caído y a dos mil metros pudo contar los Junkers, faltaban ocho. Por su parte los 109 reclamaban quince victorias.

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Por la fecha en que transcurre este combate el avión pilotado es un Bf 109F4

Joachim Müncheberg fue uno de los lideres más destacados de la Luftwaffe. Peleo en Francia, Inglaterra, Malta, Rusia y Túnez. Derribó 135 aviones aliados, pilotando siempre Bf 109. Recibió la Cruz de Caballero al final de la Batalla de Inglaterra, las Hojas de Roble el 7 de Mayo de 1941 y las Espadas el 9 de Septiembre de 1942.

Su última batalla la libró el 23 de Marzo de 1943, sobre Túnez. Sobrepasado en número por cazas americanos consiguió situarse tras un U.S. Spitfire . Disparó a menos de cien metros, el americano, se desintegro en una explosión de fuego. Tan cerca estaba Müncheberg, que su 109 G fue alcanzado por los trozos de metal que llenaban el aire, antes de estrellarse en el suelo Müncheberg ya había muerto.-

 

De "Ases de la Luftwaffe.-" http://es.geocities.com/eae_cid/pagina_principal.htm

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  • 3 weeks later...

RELATO. COMBATE EN NORMANDIA.-

 

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Extractado del libro "Figther Exploits", de Edward H. Sims.

Combate en Normandía

14 de julio de 1943, Evreux, Normandía. Hauptmann Georg Peter Eder relata:

 

"Nosotros, los pilotos, dormíamos en el pueblo. Los dieciséis pilotos de nuestra escuadrilla vivíamos en una casa grande de ladrillos color gris. Había sesenta y cuatro pilotos, más los cuatro de la Jefatura; en el II Gruppe yo era comandante del 12º Staffeln (del Jagdgeschwader 2 "Richtofen", N.d.R.). En esta época, cuatro Staffeln formaban un Gruppe y cuatro Gruppe un Jagdgeschwader. Tenía un dormitorio con teléfono de campaña y una sala de baño. A las tres de la madrugada de aquel día fui despertado con unos golpes en la puerta:

 

* Buenos días, Sr. Comandante. Son las tres. Levántese.

 

Me lavé y me afeité en quince minutos, luego me vestí y amarré mi pistola a mi muslo derecho y mi cuchillo para cortar las huinchas del paracaídas en caso de caer al mar- en la pierna derecha; en el muslo izquierdo el mapa y cargadores justo sobre la bota izquierda. Usábamos un traje azul con corbata negra. A las 3:20 A.M. partí hacia la pista, situada a dos millas de distancia. Tenía un Citroen y los demás pilotos contaban con dos Metford franceses y un camión. Desayunamos en la sala de alerta de la escuadrilla. El médico nos aconsejaba consumir pan blanco en vez de negro, puesto que este último producía mayor hinchazón del estómago a alturas. Cada piloto recibía un litro de leche y veinte gramos de café al día. También recibíamos chocolate con dextrina y chocolate con cafeína, los que mantenía en el bolsillo de mi chaqueta. Después del desayuno salí y eché una mirada a los aviones. De vuelta en la sala, informé a Operaciones:

 

* 12º Staffeln listo para entrar en acción, con dieciséis máquinas y catorce pilotos. ¿Cómo está la situación en el aire?

* El radar indica tres formaciones de bombarderos agrupándose sobre Inglaterra.

 

Generalmente teníamos una larga espera después de eso, en la que tratábamos de descansar. Inspeccioné mi avión y di la señal de ¡¡listo para la acción!!.

 

A eso de las 5:30 A.M. recibimos la primera alerta:

 

* ¡Atención! ¡Alerta de quince minutos!

 

Debíamos estar listos en un cuarto de hora. En aquellos instantes solíamos fumar, ir al baño, revisar nuestros salvavidas, etc. Esa mañana tuvimos que esperar hasta las 6:30 A.M., una hora entera, antes de recibir el ¡alerta de 5 minutos!. A esa hora Operaciones informó de dónde se aproximaba el enemigo y su cantidad, y nosotros salimos y esperamos al lado de nuestros cazas.

 

Se nos dijo que venían en gran número y supimos su rumbo exacto. En cinco minutos se nos ordenó estar listos para despegar en cualquier momento y nos subimos a nuestras máquinas. Esa mañana algunos de los bombarderos volaban hacia Roma y otros hacia París. Tuvimos que esperar un largo rato. Recién a las 7:23 A.M. vimos los tres cohetes verdes disparados sobre la pista la señal de despegue-.

 

Cada bandada se reportó y despegamos juntos hacia el Norte. En dos minutos los cincuenta aviones del grupo estaban en el aire y luego se juntaron los cuatro grupos.

 

El grupo de Mayer iba adelante, yo un poco más atrás, a la izquierda; otro grupo atrás, a la derecha, y el último grupo en el centro, detrás nuestro y un poco más alto.

 

Al poco rato, control de tierra nos advirtió:

 

* ¡Atención! ¡Bombarderos en sector G P 1! ¡6.000 metros! ¡Protegidos por muchos cazas!

 

El radar nos había largado en el momento preciso y justo después divisé los bombarderos:

 

* ¡Atención! ¡Camiones a las dos!

* Vuele en 45 grados, contestó Mayer.

 

Tomamos ese curso y lo seguimos, él había dirigido un ataque contra pesos pesados en enero y había derribado a 18. Volábamos a 7.000 metros, y nos acercábamos a bastante altura.

 

Desde aquella posición, unos tres kilómetros adelante, viramos a la derecha para efectuar un ataque frontal; Mayer me llamó por radio y me indicó que atacará una de las formaciones. Al contestar ¡Víctor!, él supo que había recibido la orden. No hubo conversación por radio después de eso. Oprimí el botón negro en el lado derecho del panel instrumental y los tres anillos concéntricos amarillos con la cruz aparecieron sobre el cristal de la mira. Me tocaba dirigir el primer grupo de los cuatro, con otro grupo a cada lado y el cuarto detrás nuestro y un poco más alto; las bandadas se disponían de la misma manera dentro del grupo, como éstos en la ala de caza.

 

Íbamos a unos 450 km/h y descendíamos lentamente, apuntando a las narices de los B-17. El Me 109 G-6/R6 estaba armado con dos cañones de 20 mm, dos ametralladoras de 13 mm y un cañón de 30 mm, que contaba con 70 tiros, de manera que íbamos bien armados. Éramos pues doscientos cazas atacando doscientos bombarderos, pero ellos además contaban con la escolta. Nosotros queríamos atacar los bombarderos. Cuando ejecutamos nuestra maniobra, los P-47 Thunderbolt empezaron a picar hacia nosotros y aquellos se transformó en una carrera por alcanzar los bombarderos antes de ser interceptados.

 

Yo estaba cerca, unos 200 m por encima, y acercándome frente a frente; abrí fuego con los cañones de 20 mm a 450 m. A los 300 m abrí fuego con el de 30 mm. Fue una ráfaga breve, quizá no más de 10 granadas, pero vi estallar al bombardero y comenzar a quemarse. Pasé como un rayo a unos 15 m por encima y ejecuté una chandelle (un viraje en montada, con inversión del rumbo). Al dar media vuelta, me encontraba a unos 300 m por sobre y detrás de los bombarderos y me vi repentinamente entre los cazas norteamericanos.

 

Al completar el viraje me encontré justo adelante con un Thunderbolt y abrí fuego de inmediato. Los impactos fueron tan certeros que su ala izquierda se desprendió casi al momento y el avión se precipitó a tierra. A estas alturas sólo iban tres cazas conmigo, mi bandada, los demás se habían desparramado después del ataque. Volamos directamente hacia el Sur, durante unos segundos, preparándonos para repetir el ataque a los bombarderos, cuando repentinamente los vi, justo sobre nosotros. Di el alerta:

 

* ¡Cazas enemigos sobre nosotros!

 

Alcanzamos a efectuar un viraje forzado a la izquierda. Había diez P-47 y cuatro nuestros y estábamos todos escarpando lo más cerrado posible. Logré virar más cerrado que el enemigo y me coloqué a 80 m de un Thunderbolt. Abrí fuego. Le di rápidamente y dos de mis pilotos derribaron uno cada uno, de manera que en cosa de un minuto tres de los P-47 fueron destruidos. Mi víctima alcanzó a saltar y vi abrirse su paracaídas. Uno de mis hombres, sin embargo, había sido derribado y éramos ahora tres contra siete, de manera que di instrucciones por radio de hacernos humo en una picada de emergencia; efectuamos un medio roll y picamos a toda potencia. Nos hallábamos a unos 5.000 m, y la picada con acelerada a fondo naturalmente produjo una abundante estela de humo. Los norteamericanos pensaban que éste era un truco para hacerles creer que el avión estaba averiado, pero en realidad sólo se trataba del boost de emergencia. Generalmente esta maniobra nos sacaba de apuros, y en esta ocasión también surtió efecto. Nos alejamos de los P-47, los cuales, al parecer, prefirieron no abandonar a los bombarderos. Como al recuperar no vimos ningún caza detrás de nosotros, comenzamos a volar hacia el sur en una montada gradual. Al poco rato vimos aparecer de nuevo a los bombarderos -probablemente una de las formaciones que volvía de una incursión-. Estábamos cerca de París:

 

-Camiones delante nuestro -avisé por radio.

 

Comenzamos a descender lentamente, puesto que volaban a unos 4.000 m y ya no en formación cerrada. Eran unos doce bombarderos, y nos acercábamos directamente para efectuar un ataque frontal. En la primera pasada logramos averiar a uno de ellos, el cual empezó a perder altura, con un motor echando humo.

 

Dimos media vuelta y nos abalanzamos sobre el avión retrasado. A unos 300 m abrimos fuego y la Fortaleza estalló en llamas. Pero seguía disparando con sus diez ametralladoras, y justo antes que se desprendiera el ala, sentí impactos secos en el motor y en mi cabina. El motor comenzó a ratear inmediatamente, de manera que puse la hélice en paso bajo. Inicié un descenso gradual, mirando los alrededores a medida que perdía altura. Delante de mi apareció una pista -Le Bourget.

 

No tenía potencia y sabía que tendría que efectuar un aterrizaje con tren retraído. Logré alcanzar la pista y accioné la palanca eléctrica del tren de aterrizaje, pero no pasó nada. Comencé a tirar de la palanca manual y el tren bajó justo a tiempo. Volaba apenas a 300 m de altura. Aterricé a gran velocidad, ¡casi a 170 km/h! Me preguntaba quién me había baleado; debió haber sido uno de los bombarderos de la formación. Mis dos compañeros aterrizaron conmigo y fuimos llevados en una ambulancia a un teléfono, para contactarnos con la base. Me preguntaron cómo me había ido en el combate. Contesté que había derribado dos B-17 y dos P-47 y que había perdido uno de mis Me 109. Operaciones me felicitó por mis victorias y ordenó que volviera inmediatamente a la base, mandando a uno de mis pilotos de vuelta en auto. Al aterrizar en la base supe que el ala había perdido seis o siete cazas, pero que había derribado alrededor de veinte aviones, casi todos bombarderos. Nos juntamos con Mayer para discutir la misión y luego volví a mi escuadrilla para redactar el informe de combate. -

 

De: Foro Grupo Marseillegrupe.-

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  • 1 month later...

MI ULTIMO COMBATE AEREO.-

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El 26 de abril de 1945, despegué para mi último combate en la segunda Guerra Mundial. Conduje seis cazas a reacción de la unidad de caza 44, contra una formación de Maraunders. Nuestra propia pequeña central de intercepción nos aproximó favorablemente al enemigo. Condiciones del tiempo: capas de nubes quebradas a diferentes alturas, entre éstas, visibilidad variable, la visibilidad hacia tierra se limita aproximadamente a tres décimas, en la zona de combate.-

 

Avisté la formación enemiga en la zona de Neuburg del Danubio. Nuevamente comprobé cuan fácil es reconocer , a semejante diferencia de velocidad y teniendo que prescindir de las referencias de tierra ( que las nubes ocultan), la dirección relativa de avance entre la formación propia y la del enemigo, y disponer con acierto el ataque.-

Volamos aproximadamente con rumbo contrario a la formación de Maraunders. Cada segundo significa 300 metros de aproximación. No quiero afirmar que la forma en que se encauzó este ataque es la ideal, pero de todos modos logró colocar mi formación en una favorable posición de tiro. ¡ Sacar el seguro de las armas y de los lanzacohetes! Desde gran distancia ya nos recibe un respetable fuego defensivo. Como en todo combate aéreo, estoy en extrema tensión y excitación, y olvido accionar el segundo dispositivo de seguro de los cohetes, de modo que éstos no disparan. En óptima posición de tiro, con la puntería afinada al metro y el pulgar aplastando sobre el botón de disparo, y .....no sucede nada : he aquí una situación enojosa para los pilotos de caza de cualquier jerarquía. De todos modos , en la oportunidad, funcionan mis cuatro cañones de tres centímetros, que en conjunto representan un poder de fuego superior al que antes estábamos habituados. En el mismo momento Schallmoser - el embestidor a chorro - pasa silbando por debajo mío casi raspando mi avión. Es éste su arte favorito, no hace distinción entre compañeros y enemigos.-

 

Aquel encuentro no ha durado más que una fracciones de un segundo, pero este segundo por cierto es un lapso decisivo. Un Maraunder de la última escuadrilla, entre llamas y explosiones, se deshace. Ataco a otro bombardero de la formación guía y al pasar por encima de éste a muy poca distancia, observo que ha recibido serios impactos; por mi parte recibo en esta oportunidad algunos impactos menores del fuego defensivo enemigo. Pero me empecino en observar lo que ha sucedido con mi segundo adversario. No estaba seguro de que se precipitaría a tierra. Aún no había advertido cazas de escolta.-

 

Comienzo un escarpado viraje ascendente a la izquierda, y en ese instante sucede: estoy en medio de un granizo de fuego. Me ha atrapado por sorpresa un Mustang que me alcanza desde arriba. Mi rodilla derecha recibe un fuerte golpe . El panel de instrumentos, con su multiplicidad de instrumentos - que se supone imprescindible - está hecho pedazos. Recibo otro impacto en la turbina derecha. Las chapas de recubrimiento se aflojan y en parte vuelan por el cielo. También la turbina izquierda recibe impactos. Apenas consigo mantenerme en vuelo. En esta situación penosa siento un solo deseo : ¡ Salir de este “casco”, que por lo visto ya no sirve para otra cosa que para perecer en él! Pero súbitamente me paraliza el temor de ser muerto a tiros durante el descenso en paracaídas. Los pilotos a reacción debíamos contar, por experiencia, con esa contingencia. No tardo en comprobar que mi Me-262 aunque destrozado, vuelve a ser dirigible después de ajustar los compensadores. Pico a través de todas las capas de nubes, veo a mis pies la autopista nacional, ante mí Munich y a la izquierda el aeródromo. En pocos minutos estoy sobre la pista. Según la vieja usanza de los cazas y recobrada la confianza propia hago la señal de victoria haciendo el movimiento de “aleteo” y me apresto a aterrizar. Allí abajo impera un silencio mortal. Una de mis turbinas no reacciona al acelerador; no logro reducir sus revoluciones y poco antes del borde del aeródromo debo detener ambos motores. Una larga nube de humo sale de mi aparato, y en ese instante comprendo que nuestra base es “trabajada” por Thunderbolts en ataques rasantes. No había escuchado las advertencias de la central, pues mi radio, como todo el sistema eléctrico, había sido inutilizado por los impactos. Pero ya no había alternativa: ¡Abajo, en medio de la confusión! Al tocar tierra también advierto que está destrozado el neumático de mi rueda nariz, lo que , a razón de 240 km/h. Con que vuelvo al seno de la madre tierra sobre la angosta pista de aterrizaje, arranca un desagradable chacoloteo. ¡A frenar! Mi avión aún no se ha detenido cuando salto afuera para desaparecer con la velocidad del rayo en el más próximo de los cráteres de bombas, que abundan en la pista. Alrededor mío y por todas partes detonan las bombas y cohetes y silban y repercuten las ráfagas de fuego de los Thunderbolts. ¡Otro ataque rasante! Una intensa sensación de desamparo y abandono me embarga después de tan brusco cambio desde el caza más veloz del mundo, a un mísero pozo de tierra. De pronto se acerca en medio de aquel fuego infernal, a máxima velocidad, una motocicleta a orugas y se detiene bruscamente a mi lado. Es uno de mis mecánicos. Sin perder un instante, me coloco detrás de él y con un brusco viraje salimos del aeródromo a toda máquina y por el camino más corto . Sin pronunciar palabra, doy una palmada a la espalda de mi salvador, quien comprendió mejor este lenguaje mudo que un derroche de palabras sobre la camaradería entre los pilotos y sus mecánicos.-

 

Los demás pilotos que actuaron en aquel combate fueron dirigidos a bases vecinas o se metieron directamente en nuestro aeródromo poco después del ataque enemigo. Uno de ellos trajo consigo un Mustang, prendido a sus talones, en peligrosa posición de tiro. El e-262, con el tren de aterrizaje y los flaps afuera, llegó planeando; a 100 metros de distancia venía el Mustang, que hacía fuego por todas las bocas. Pocas semanas después se me ofreció la oportunidad de conversar con el piloto de este aparato, un destacado jefe de unidad norteamericano. Tuve que decepcionarle acerca del último derribo que reclamaba para sí y lo hice con toda satisfacción . El piloto del Me-262 registrado como abatido en las listas norteamericanas es el joven teniente Neumann, quien actualmente vive en Buenos Aires, a 40 minutos de mi domicilio. En aquella oportunidad había aterrizado sano y salvo a bordo de su caza a reacción acribillado por impactos.-

 

Pudimos informar por nuestra parte sobre cinco derribos confirmados, sin ninguna pérdida propia. Poco después de terminada la guerra fui interrogado detenidamente sobre aquel combate. Me enteré durante esa conversación de que el número de nuestras victorias aún había sido mayor, sin que se me revelara la cifra exacta. Simplemente no se quiso creer que es esta acción habían intervenido sólo seis Me-262.-

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De: “Los primeros y los últimos” Memorias del General Adolf Galland

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  • 5 weeks later...

UN TRUCO DESESPERADO.-

 

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(Primavera de 1944)

Por radio se nos informa sobre la posición, rumbo, altura y otros detalles importantes de la formación principal, de aproximadamente 800 cuadrimotores B-17, y de la escolta directa, la escolta adelantada y la escolta de los flancos. Acabamos de sobrevolar el río Elba, al norte de Magdeburgo, cuando repentinamente el cielo se obscurece de aviones. A una respetuosa distancia de 10 a 15 kilómetros dejamos pasar a nuestro costado las formaciones norteamericanas. Me acomete un sentimiento deleznable. ¡ Ahí están, sobre el corazón de Alemania, formación tras formación , reluciendo en el sol primaveral!... Es necesario haber visto alguna vez una masa tal de bombarderos en el cielo, y no únicamente en el vidrio opalino de las centrales de mando, protegidas por cemento, para conocer las sensaciones que en este instante me oprimieron en el pecho, mezcladas de ira impotente y de desesperación. ¿Tiene acaso algún fin práctico intentar algo contra aquello? ¿Lo conseguiremos jamás?. Pero – vuelvo a preguntarme - ¿quién se preocupa ya de que en el frente Oriental centenares de tanques rojos irrumpen y vuelven a irrumpir en las defensas alemanas? ¿Quién se preocupa si les suceden ola tras ola de infantería roja, y sin embargo el soldado raso sigue en su precario pozo en la tierra, disparando su ametralladora hasta el último instante, cumpliendo la consigna que ya desde hace tiempo carece de todo sentido y esperanza: “Mantenerse hasta el último hombre”.-

 

Ahí pasan ante nuestros ojos los 800 bombarderos, 2.000 toneladas de muerte, destrucción e incendio en sus cuerpos de plata, en ruta hacia los objetivos que se les asignara en Alemania. ¡ Algo hay que hacer! Ola tras Ola, la formación de los bombarderos parece inacabable. Encima de ella, a la izquierda y a la derecha, con o sin estelas de condensación, una jauría igualmente inacabable de cazas Mustang de escolta. “El radio de acción de la escolta enemiga no excede el río Elba”, se había dicho en el Estado Mayor de la Luftwaffe. Ya no se hablaba de la cuenca del Ruhr. Pero se continuaba con las tentativas de presentar de color de rosa lo que la realidad había allí dibujado sobre el cielo alemán con las gamas cromáticas más hirientes.-

¿Dónde están nuestras formaciones de combate especiales? Cambio en mi radio la frecuencia y escucho que una parte de nuestras propias fuerzas se prepara para el aterrizaje, tras haber combatido ya, y que tienen orden de efectuar una nueva salida contra los incursores en su vuelo de regreso. Por cierto, a las formaciones de bombarderos no se les advierte señales de haber combatido. Pero esto no es ningún milagro con semejantes masas de bombarderos y escoltas.-

Otras “formaciones especiales de combate” alemanas son reunidas en ese instante entre Berlín y Magdeburg. Tengo que contemplar este combate. Una de las últimas formaciones pasa al lado mío. ¡Siento una picazón en los dedos! ¿Habría de asistir a ese desfile hasta el fin, en completa inactividad? Cambio de frente en 180º a la izquierda y hago mi aproximación a la formación. Y allí precisamente, un B-17 queda rezagado de su formación y trata de incorporarse a otra que sigue a la izquierda y atrás. “Hannes - digo a mi compañero - ¡Al ataque! ¡A este lo atrapamos!”

 

Esta decisión no fue heroica ni mucho menos. Al enfrentarnos a una formación intacta deberíamos haber interrumpido en ésta para derribar al guía, evento en el que con alguna seguridad habríamos sido alcanzados nosotros mismos. Pero contra aquel “moscardón” había que proceder con mucha rapidez, antes de que lograra incorporarse a la segunda unidad.-

 

Me coloco a 100 metros detrás del B-17. Este hace fuego, vira y trata de ascender desesperadamente. En todo el mundo no hay para mí otra cosa que este bombardero norteamericano que lucha por su vida y yo. Hago fuego con mis cañones y el enemigo pierde chapas. Los motores echan humo. Ahora cae ante mis narices toda su carga de bombas que lanza en su emergencia. Un tanque de ala está en llamas. La tripulación abandona la máquina. Y en ese momento escucho en los auriculares la voz de Trautloft: “¡Cuidado, Adam, Mustang! ¡Tengo que escapar: armas trabadas!

 

Y entonces – con las primeras ráfagas de cuatro Mustang – recobré la sobriedad. El B-17 estaba perfectamente liquidado, yo empero, todavía no, lo cual casi habría deseado, en medio de la miserable caza al hombre en cuya presa me convertí en ese instante. Simplemente huí, traté de escapar en picada y con motor a pleno, de los enemigos que me perseguían. Dirección este hacia Berlín. Las trayectorias luminosas se me acercaban cada vez más.-

Cuando mi fiel FW-190 amenazaba romperse en pedazos y cuando ya había puesto en práctica todos los recursos que las reglas de juego ponen a disposición de un piloto de caza en situaciones tan delicadas, hice algo que ya una vez durante la batalla de Gran bretaña me había salvado la vida: simplemente disparé todas mis armas hacia delante, al vacío. Esta estratagema no dejó de surtir sus efectos sobre los perseguidores. Vieron volar detrás de mí las estelas de humo que dejaban mis proyectiles y creyeron evidentemente tener que vérselas con el primer caza alemán dotado de armas de cola, u otro caza enemigo por detrás de ellos. Mi truco tuvo pleno éxito, pues abandonaron la caza en viraje hacia la derecha.-

 

El corazón, que poco antes no me cabía en el pecho, volvió a su lugar y no pude abstenerme de perseguir a mi vez un corto trecho a los Mustang y de disparar una ráfaga contra ellos tan altanera como ineficaz.-

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De: Adolf Galland “Los primeros y los últimos”

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Este hilo pos-it ya mismo,

 

 

Falta uno de los mejores .Saburo sakay y sus 8 horas de vuelo "placido".Sacado de los foros de los HR

 

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Sakay muy feliz :xd:

 

 

"Volvimos a formar y nos dirigimos hacia foco del combate. A unas seis millas ante nosotros, sobre lo que parecia ser Tulagi, apercibí un grupo de ocho aviones enemigos. Debo reconocer que tengo una vista excepcionalmente buena, lo que me daba la ventaja de poder ver e identificar al adversario cuando él aún no me habia visto.

Reconocí su nacionalidad por la formación que llevaban : dos patrullas de cuatro y a 5.500 metros de altitud. ! Aviones norteamericanos ¡, anuncié a mis compañeros.

 

No debian de habernos visto acercar a ellos por detrás, pues, de haberse apercibido, nos hubiran atacado inmediatamente aprovechando su superior altitud. " Si de verdad quieren entablar combate-pensé- romperán la formación". Pero no,; aún la cerraron más.

 

No sospechaban, pues, nuestra paroximación y se nos presentaba una magnifica ventaja. Si yo podia abatir dos aviones de cada patrulla sorprendiendoles por detrás y por debajo, mis compañeros harian lo demás.

 

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F6F Hellcat, podia ser el modelo del caza al que Sakay queria atacar

 

Abrí gases al máximo.....Poco me importaba si los otros dos Cero no lograban seguirme. La rapidez constituye el elemtno primordial en toda situación como aquélla y no podia dejar pasar tan magnífica ocasión.

Pero además tenia buenas razones para adoptar este modo de obrar…..No era ya aquella la primera vez que sorprendia una formación enemiga por detrás y por debajo.Cuantas veces lo habia hecho, conseguí abatir por lo menos dos aviones en el primer ataque.

La primera vez fue sobre Soerabaya, cuando derribé dos aviones holandeses; la segunda y la tercera sobre PortMoresby, siendo mis adversarios Bell P-39 ‘Airacobras’

 

Fue disminuyendo la distancia……..Quinientos, cuatrocientos, trescientos metros. Distinguia ya todos los detalles cuando me dí cuenta de que habia caído en una trampa. Hasta aquel momento estaba convencido de que iba a tener que vérmelas con cazas y no con aviones torpederos Grumman TBF ‘Avenger’.No era extraño, pues, que hubiesen cerrado la formación………Nos habian visto y se acercaban para protegerse mutuamente.

 

avenger-l.jpg

 

Avenger

 

Maldije mi estupidez. Estaba ya a menos de cien metros y distinguia claramente las torretas, y, en cada una de ellas , dos ametralladoras de 12,7 mm.

 

Imposible escapar……..Dieciséis bocas de fuego me estaban apuntando. Si viraba, me ofreceria de panza a su tiro concentrado. Tenia pues que seguir………Ochenta, sesenta, cincuenta metros. Ya no podia acercarme más y presioné rabiosamente el disparador. Mis cañones de 20 mm. Y las ametralladoras norteamericanas dispararon casi simultaneamente, llenando de balas el reducido espacio que nos separaba.

 

Un ruido espantoso, imposible de describir, llenó mi cerebro. Me parecio como si explotara el mundo. El Cero se bamboleó como un juguete. ‘¿Qué ha pasado?¡’ No tenia la menor idea; solo la impresión de haber recibido un garrotazo horrible en la cabeza. El cielo se iluminó de llamas rojas y perdí el conocimiento por unos segundos. Al recuperarme, vi que, con el mio, eran dos más los que caian al mismo tiempo. Las balas me habian arrancado los dos tercios del parabrisas. Volví a perder la conciencia.

 

Debí de caer como una piedra.Al cabo de cierto tiempo, el aire fresco que entraba por el parabrisas me hizo recobrar el conocimiento.La primera imagen que se me presentó fue la de mi querida madre. ‘¿Qué te pasa, pues? ¿No te da vergüenza desmayarte por una herida tan pequeña?’, parecia decirme.

 

Desde los 5.500 metros habia caido a 2.000 y continuaba cayendo, perdido el control de los mandos, cuando, de repente, se me ocurrió llevar a cabo un ataque suicida. ‘Si tengo que morir-me dije-tengo que llevarme por delante un barco norteamericano…………!preferible un barco de guerra ¡’ Me acordé de haber visto algunos pocos minutos antes. Los barcos cortos y gruesos eran transportes; los largos y finos, acorazados. Si hechaba a pique a uno de éstos, seria un honor para mi.

Miré a mi alrededor pero no vi nada; absolutamente nada ‘¿Qué me pasa ahora?’ Me di cuenta entonces de que tenia la cara acribillada de fragmentos de proyectiles y de que estaba ciego.

 

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El Cero seguia picando hacia el mar. El aire se colaba en el Cockpit con tal violencia que era incapaz de juzgar las condiciones del motor y tratar de formarme ideade mi vuelo. Cosa extraña, no sentia dolor alguno. Maquinalmente, por la fuerza de la costumbre, tiré de la palanca. El avión pareció salir del picado y tomar posición horizontal. La violencia de la corriente de aire se atenuó inmediatamente.

 

Traté de manipular la manecilla de gases. La mano izquierda la tenia completamente inerte y no podia ni doblar los dedos. Cuando quise apoyarme sobre el palonnier, me di cuenta de que tambien la pierna izquierda la tenia paralizada.

 

 

Desesperado, solté la palanca y me froté los ojos con la mano derecha, lo más fuerte que pude y durante mucho tiempo.Entonces empecé a distinguir el extremo del ala izquierda. Aunque debilmente, con el ojo izquierdo veia algo. Seguí frotandome el derecho, pero no consegui devolverle la visión.

 

 

Todo me parecia teñido de rojo, como si el mundo entero ardiese furiosamente. Me golpeé la pierna y el brazo izquierdo con la mano derecha,pero no sentí nada;estaban paralizados. ‘¿Pro qqué me ha pasado?’, me preguntaba sin cesar.

 

De repente sentí en la cabeza un dolor espantoso que me cortaba la respiración. Me palpé torpemente el craneo con la mano derecha y la saqué chorreando sangre.

 

En aquel momento, jadeante aún, apercibí unas sombras negras pasando debajoel ala derecha; luego , otras, pero sin que pudiera reconocer de qué se trataba. Me estaba preguntando qué podia ser aquello, cuando, dominando el ruido del motor, oi tableteo de ametralladoras y que varias balas atravesaban las alas haciendo vibrar el Cero…….Estaba volando justamente encima del convoy enemigo……….’¿Así es como va a terminar mi vida?’ me dije, abandonando toda esperanza. Luego, recobré algo de conocimiento y conseguí controlar los mandos. ‘!Puedo estrellarme cuando quiera contra un barco norteamericano…….! A que prolongar esta lucha inutil¡’ Habiendo aceptado la idea de morir inevitablemente, me tranquilicé mucho y pude concentrarme en el avión.

 

Entonces me vino un pensamiento. ‘¿No he abatido hoy varios aviones enemigos? Probablemente, mi lista de victorias ha subido ya a sesenta. Les he causado la misma muerte que yo voy a conocer ahora. ¡ Llegó mi vez ¡’ Siempre habia sabido que llegaria. Acababa de cometer el mayor y último error de mi vida tomando a aquellos aviones torpederos por cazas monoplazas.

 

De todas formas, habia conseguido enfrentarme por fin a aquellos aviones de la Marina norteamericana con quienes tanto deseaba combatir……No podia quejarme.

 

Entonces me puse a considerar las posibilidades que tenia de sobrevivir. Decidí que estaba condenado. ‘Si puedo, voy a intentar entablar combate con un caza enemigo. Moriré como debe morir un piloto de Caza : en combate aereo. Además, quizá me dé tiempo a estrellarme luego contra un barco.

 

Cazas enemigos tenia que haber muchos alrededor del convoy. Entonces empecé a describir amplios circulos. Pasaban los minutos y, aunque no sucedia nada, yo estaba convencido de que iba a ocurrir. ¿Oiría por fin el tableteo de ametralladoras de un avión picando sobre mí? Y seguí esperando, volando inutilmente. Se diria que estaba solo en el cielo.

 

Miré al mar, debajo de mi, y comprendí que me dirigia hacia Tulagi. Me sentia por minutos con más lucidez y veia mejor con el ojo izquierdo. Tendí la mano derecha hacia la izquierda y abrí gases.El Cero aumentó de velocidad imediatamente. ‘Si esto continua-me dije-puedo tomar altitud, y, si la suerte no me abandona del todo, podré, incluso, llegar a Shortland, o a Bouka…….Quizá a ver Rabaul.’

 

Habia aceptado la idea de morir, pero la anturaleza humana se imponia y estaba deseando retrasar este momento lo más posible. Mientras el avión siguiera volando y si conservaba el conocimiento, aún no se habia perdido toda esperanza…….Pero ante todo, tenia que detener la hemorragia. Me quité los guantes y me tenté las heridas.

La de la cabeza, que pareció la más grave, seguia sangrando. Hundí el índice y el dedo corazón de la mano derecha en el agujero abierto en el casco de vuelo. Entraron profundamente; la herida era viscosa. Desde luego, el craneo habia sido tocado, pero, cosa increible, pensaba con raciocinio y empezaba a ver mejor que antes.

 

Me acordé entonces de lo ocurrido a Ryuma Sakamoto, un valiene samurai que sobrevivió a una terrible herida que le causó en la cabeza un criminal. ‘!vamos¡ Con un poco de suerte, llegarás a Shortland. Tienes que tratar de llegar’

 

La cabeza me pesaba anormalmente y la hemorragia continuaba. ‘Debo tener algo dentro’, pensé. (El examen médico posterior demostró que habia sido herido por dos balas de ametralladora de 12,7 mm. Y que numerosos fragmentos se habian alojado en la bóveda craneal) La sangre, caliente y viscosa, me corria por la nuca. El cuello del uniform y el Foulard que llevaba anudado formaban una pasta viscosa muy desagradable. La cara, expuesta al viento de la velocidad, me parecia tenrla lacerada, resquebrajada por la sangre coagulada.

Mi situación seguia siendo desesperada. Ya podia distinguir la rosa de la brújula. Para alcanzar Shortland tenia que seguir en sentido inverso el camino que habiamos recorrido por la mañana, pero no conseguia orientarme. Felizmente, cuando volaba hacia Guadalcanal, preví la posibilidad de sufrir averia en la brújula y que me viera aislado de los otros cazas.La única solución ya la habia decidido; consistia en orientarme por el sol.

 

A cada momento, me escupia en la mano derecha para frotarme los ojos ‘!Nada, imposible¡’ ¡ Ni el sol puedo ver ¡’, me dije, desesperado. No tenia más que un consuelo; que el avión seguia volando a pesar de los graves daños recibidos.. En buena lógica, debia aberse abatido hacia mucho tiempo.

 

Comprobando mi incapacidad para descubrir la dirección de Shortland, traté de nuevo de detener la hemorragia. Yo llevaba siempre compresas triangulares , para un caso parecido. Saqué una y traté de aplicarmela a la cabeza, pero el viento de la velocidad me la arrebató enseguida.. En la segunda tentativa, no tuve más éxito. Y no era de extrañar, puesto que, para hacerlo, tenia que pilotar con una sola mano.

Desanudé el foulard, puse un extremo bajo el pie derecho y, sosteniendo el otro con la mano derecha, corté cuatro tiras apretando el cuchillo entre los ientes. Pero el viento me arrancó enseguida tres tiras de aquellas que tanto trabajo me habia costado hacer.No me quedó más que una.

Me incité a la calma. ‘!Por impaciente, has perdido las compresas y estas tiras.’ Para disminuir la fuerza del aire bajé el asiento lo más que pude. Luego, coloqué los mandos del motor y la palanca en posición que permitieran volar al avión sin intervención por mi parte. ‘!Ahora, prueba a ver’

 

Sujeté con los dientes un extremo de la última tira, para que no se la llevara el viento, y, con la mano derecha, la introduje, centimetro a centimetro en el espacio que quedaba entre la cabeza y el casco de vuelo. Conteniendo la respiración, apreté el cierre de este al máximo. La sangre dejó de correr.

 

Tuve la impresión de que estos esfuerzos habian durado por lo menos media hora.En el momento en que empezaba a tranquilizarme, me vi asaltado por el peor enemigo del aviador : el sueño. Noté que me hundia en el sopor;en un sopor donde ya no sufria y al que me seria dificil resistir.

 

Finalmente, habiendo conseguido abrir el ojo izquierdo, miré a mi alrededor y, con gran sorpresa, descubrí que el Cero se hallaba en vuelo invertido.Lo puse inmediatamente en posición horizontal y gané altitud. Si no conservaba por completo el conocimiento era seguro que me estrellaria en el mar.Me golpeé la cabeza con el puño : el dolor me hizo despertar durante un momento.

 

Al cabo de algunos minutos el dolor llegó a una intensidad casi intolerable. Tenia ganas de gritar.La cara me parecia como si ardiera. Tenia la sensación de estar quemado.Sin embargo, me sumergian oleadas de agotamiento y de nuevo me asaltó el sueño. El Cero vacilaba a medida que mi mano iba quedandose inerte. El horrible dolor que me producian las heridas no bastaban para tenerme despierto. Me vi forzado a golpearme otra vez con el puño.

 

Sin embargo, el avión volaba derecho y horizontal.Luché desesperadamente para mantnerme despierto. Cada vez que estaba a punto de sucumbir, me golpeaba la cabeza. De repente, sentí hambre. Cosa de media hora antes de llegar sobre Guadalcanal, habia consumido la mitad de los makizushi (pasteles de arroz) que llevaba siempre para las largas misiones.Me quedaban algunos y esto bastaria para impedir que me durmiera.

 

 

Con las manos, sucias de sangre, me metí los pasteles en la boca y me impuse para comermelos. Pero al cuarto, sentí un malestar repentino y vomité todo lo que habia comido. El estómago rechazaba el alimento. Tenia que volver a empezar el procedimiento de los puñetazos en la cabeza.

 

Yo sabia que más pronto o más tarde iba a dormirme y que aquello suponia el final. ‘!Nunca llegaré a Shortland o a Bouka……¡ Más vale que vuele hacia Guadalcanal para estrellarme contra un avión enemigo antes de errar sobre el océano hasta perder por completo el conocimiento o que se agote el carburante ¡.

 

Viré en redondo, pero entonces se aclararon mis ideas como por milagro. De nuevo volví a pensaren la posibilidad de alcanzar un aeródromo japonés. ‘! Vuelve a virar ¡’Puse rumbo hacia lo que creia buena dirección y, un momento después, me volvia a asaltar el sueño, y de nuevo viré rumbo a Guadalcanal, resuelto a ejecutar mi ataque suicida. Pero, tan pronto lo hice, el mismo resultado : mis ideas se aclararon. Repetí los mismos movimientos tres o cuatro veces.

Estaba en un dilema……..Entre el poderoso instinto de conservación y el ardiente deseo de terminar aquel vuelo estúpido con una muerte gloriosas.Los dos sentimientos se sucedían, cada vez en sentido opuesto.

De pronto, volví a quedarme completamente ciego. Las siluetas de las islas que veia, desaparecieron de repente, y el cuadro de a bordo se borró ante mi ojo izquierdo. No se podria imaginar peor situación. Ya no sabia donde estaba ni en que dirección estaba Guadalcanal o mi base. Aún traté de escupirme en la mano y frotarme los ojos, pero no tenia saliva. Tenia la boca completamente seca.

 

Me sentia al límite de mis fuerzas físicas y morales. Ciego, perdido, medio paralítico y con el Cero que empezaba a cabecear en todos los sentidos como si hubiese perdido la estabilidad. Moví desesperadamente la palanca, tratando de mantener horizontal el avión.

 

De repente, recuperé la vista. Estelas blancas pasaban a una velocidad loca ante mi. Estaba casi en el agua. Eran las crestas de las olas que pasaban justamente por debajo de mis alas.

 

Un minuto después, distinguia, delante de mí, una isla. ‘! Estoy perdido ¡’ , grité. Pero, al acercarme a la isla, descubrí que se trataba de un chubasco muy bajo sobre el mar. Cometí el mismo error varias veces……Hacia cerca ya de dos horas que volaba en aquel estado.

Por fin, las ideas se me aclararon lo suficiente para permitirme distinguir la aguja y las letras grandes de la brújula. Mis probabilidades de alcanzar una base japonesa eran mayores que lo que habian estado siendo desde que me hierieron. Estimé que me hallaba al Norte-Nordeste de las Salomón.

 

Con la manga de la cazadora traté de limpiar la sangre que habia manchado el mapa y extendí este sobre las rodillas. Tracé una X en el punto en que creia encontrarme; luego, viré 90º alOeste, esperando cruzar el archipielago de las Salomón, orientado casi en dirección Norte-Sur.

 

Cuarenta minutos después, víi un arrecife en forma de herradura. Era una de las islas Green, que, por su forma tan particular, habia atraido mi atención por la mañana. Si seguia así, no tardaria en llegar. Me habia desesperado durante algún tiempo pero luego todo parecia arreglarse. No hay nada que desanime más a un piloto, que verse perdido, sobre todo cuando el carburante se va agotando.

 

Me habia confiado demasiado pronto……..Apenas hube tomado mi nueva ruta, el motor se paró y el avión empezó a caer. Los depositos principales los llevaba ya vacios pero me quedaban unos cien litros en el depósito suplementario. Mas, para economizar carburante, volaba con una mezcla tan pobre, que el moor no respondió cuando lo alimenté con el depósito suplementario. Solté la palanca para mover la manecilla de gases con la mano derecha, pero tenia que soltarla a cada momento para accionar la bomba de alimentación. Estaba ya rozando la superficie del mar, cuando, por fin, el motor empezó a zumbar………Hasta entonces, habia estado accionando simultaneamente la manecilla de gases y la bomba, y dominando la caida del avión con una pierna y un brazo paralizados y tuerto del ojo derecho……..Estaba empapado en sudor frio.

Poco tiempo después, avistaba Nueva Bretaña. Rabaul no estaba lejos. Mi deseo de llegar creció como las llamas y empecé a ascender lntamente, tratando de tomar altitud para luego, ir descendiendo sobre la isla. Pero aquello consumia carburante. Luego, de pronto perdí oda esperanza………Una gran nube negra aparecia directamente ante mí cuando alcanzaba ya los 1.500 metros. No me quedaba otra solución que virar; no podia permiirme atravesar aquella nube.

 

De nuevo puse rumbo Sudoeste. Debajo de mí distinguí varias estelas blancas. Me pareció que las producian barcos de guerra japoneses con rumbo Sur y a toda máquina. ‘Si me posara cerca de ellos- me dije-seguramente me recogerian’ Pero asi corria el peligro de retrasar una misión importante y no debia hacerlo. Segí, pues, mi camino hacia Rabaul.

Los minutos transcurrian al ritmo de mi motor.Me sentia intensamente cansado, pero ya no era aquella somnolencia que habia estado a punto de llevarme a la muerte. Al cabo de un rato,que me fue imposible precisar, ví bajo mi ala derecha un gran crater……..’Ese es el crater que está al lado de la pista………….’! Es Rabaul ¡’

 

No me atrevia a creerlo. Todo parecia desarrollarse como en un sueño. (Luego, supe que habia estado volando durante ocho horas y media)

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Me iba a ser muy dificil aterrizar, pues la pierna izquierda la tenia inerte y no podria presionar bien sobre el timón. Temí no poder aterrizar, pues el avión habia sufrido terriblemente con el fuego enemigo, y era milagroso que aún se mantuviera en el aire. En casos como éste, lo normal es posarse sobre el agua., pues, incluso si el avión se hunde, las embarcaciones mantenidas siempre en alerta pueden venir en tu ayuda.

Me preparé al choque y, lentamente, fui reduciendo gases. El Cero iba perdiendo altitud gradualmente. Pero, al descender, cambié otra vez de idea. Estaba seguro de que mis horas estaban contadas. Incluso si conseguia posarme en el agua y me salvaban, no viviria mucho tiempo. Me daba vergüenza haber podido dar tanto trabajo a mis amigos para sacar del agua a un hombre que ya no podria prestar servicio. Aunque fuera más peligroso, tenia que aterrizar sobre la pista y evitar todos los trastornos que iba a causar posándome en el agua.

 

Detuve,pues,el descenso y evolucioné alrededor de la pista, estudiando el mejor modo de presentarme. Di una pasada infructuosa, volví a subir y quise ver si el tren de aterrizaje funcionaba bien. Habiendo sufrido el avión graves averias, pocas esperanzas quedaban. Pero la bombillita verde del cockpit se encendió, indicandome que el tren de aterrizaje habia salido ya. Esto y el comprobar que los flaps también funcionaban me produjo asombro. Después de todo no habia que desesperar.

 

Las perspecivas me parecieron favorables. Volví a un extremo de la pista y empecé a descender. Pero como no podia saber qué iba a ocurrir- el tren de aterrizaje, por ejemplo, seguia preocupandome-, corté el encendido para evitar el peligro de incendio o explosión. Habitualmente solia hacerlo con la mano derecha. Esta vez no podia, pero despues de haberme contorsionado cuanto me permitia la parálisis de la pierna y el brazo izquierdo, conseguí accionar el contacto con la pierna derecha.

Estimando mi altitud y la velocidad de descenso por la cima de un bosque de cocoteros que distinguia vagamente, me deslicé hacia la pista. Por fin, pilotando como envuelto en la niebla, sentí que las ruedas rozaban el suelo.

 

Como habia cortado el encendido y la hélice se detuvo casi instantaneamente, pude darme cuenta de la disminución de velocidad sufrida por el avión al rodar.

 

Al saber que estaba en Tierra, un indescriptible sentimiento me llenó el cerebro y todo el cuerpo. Es un instante supremo que sólo un piloto puede conocer. ‘ ¡ He vuelto ¡ ‘ Este alegre pensamiento borraba todo lo demás. Sentí que, sin duda a consecuencia del relajamiento de la tensión, el sueño me invadia de nuevo. Pero esta vez no tenia que luchar y me abandoné a un mundo sumergido en niebla roja……..Que ocurrií luego, si he de decir la verdad, sólo me acuerdo de que, antes de perder el conocimiento, oi voces pronunciando mi nombre y que me agarraban.

Tambien oí gritos de ‘!Sakai,Sakai ¡’ ¡ No te dejes morir ¡

 

Subieron unos hombres a las alas del Cero. Eran el Capitán de Fragata Kozono- Jefe del Estado Mayor- el capitán de Corbeta Nakajima , un Jefe de Grupo y el teniente de navio Sasai, Jefe de mi Escuadrilla. Me soltaron el vendaje y el cinturón de seguridad y, levantandome, me bajaron con cuidado al suelo.

 

La cara- me dijeron más tarde- la tenia tan cubierta de sangre coagulada y tan espantosamente hinchada, que les parecí llegado de otro mundo y hasta mis pilotos se horrorizaron y apartaron la vista.

 

 

Esta es la historia-la saga- de Saburo Sakai……Resulta casi increible y hoy se clasifica entre los más hermosos hechos de heroismo. No creo que durante la última guerra, haya tenido lugar otra acción tan extraordinaria como ésta. Sakai voló cerca de nueve horas en su pequeño avión monoplaza monomotor, abatió cuatro aviones enemigos –elevando así a 60 el número de sus victorias-, y recorrió una distancia de 560 millas naúticas en las espantosas condiciones en que se encontraba después del combate. Sakai es el mejor testimonio que se puede citar, tantoen favor de su valentia como de las excepcionales virtudes técnicas del caza Cero.

Cerca de un año tuvo que permanecer Sakai en el hospital después de este episodio. Curó de sus heridas, pero quedó tuerto del ojo derecho.

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  • 2 weeks later...

ESCUELA DE CAZA.MI PRIMER SPITFIRE

 

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Pierre Clostermann:

 

Algunos minutos más y llegaremos a Redna I – 610.T.U.- para un curso de conversión sobre Spitfire, antes de partir en escuadra.

De pronto Jacques acerca su rostro al vidrio:

¡Mira, Pierre, aquí están nuestros Spitfire!

En efecto, el tren disminuye la marcha a lo largo de un aeródromo, y un rayo de sol húmedo que se resiste a atravesar la niebla, nos descubre una veintena de aviones alineados al borde de una pista alquitranada. ¡Ha llegado el día!

Ha nevado toda la noche, y el aeródromo deslumbra bajo el cielo azul.

¡Dios, qué hermosa es la vida! Aspiro a pleno pulmón el aire helado y siento bajo mis pies el crujir de la nieve, suave y elástica como una alfombra oriental, despierta en mi muchos recuerdos. La primera nevada que veo después de tanto tiempo…

 

En el cobertizo donde se resguardan entre los vuelos, mi instructor me espera en el umbral, con la sonrisa en los labios.

 

- ¿How do you feel?

- O.K., Sir,- digo, tratando de disimular mi emoción.

- ¡Well, let’s have a try! (bien, vamos a hacer una prueba)

Toda mi vida me acordaré de mi primer contacto con el Spitfire. El que iba a pilotear con la matrícula TO-S.

 

Antes de colocarme el arnés del paracaídas, me quedé un momento contemplándolo, las líneas ajustadas del fuselaje, el motor Rolls Royce finamente carenado: un verdadero pura sangre….

- You have got her one hour. ¡Good Luck!

¡Amo de aquel bólido durante una hora, sesenta inquietantes minutes!

 

Trato de recordar los consejos de mi instructor. Todo parece muy confuso.

Subo a él tembloroso, me sujeto el casco, y todavía aturdido por la masa de instrumentos, de cuadrantes, de contactos, de manecillas que se aprietan unos contra otros, todos vitales, y que los dedos deben infatigablemente tocar en el momento exacto, me preparo para el momento decisivo.-

 

Paso revista cuidadosamente al cockpit drill (Operación nemotécnica que precede al despegue) , murmurando la frase sacramental:

“BTFCPPUR – Bracees (frenos), Trim (fletners de corrección de los comandos), Flaps (aletas de frenado aerodinámico), Contacs (contacto), Presión (presión neumática), Petrol (combustible), Undercarriage (tren de aterrizaje) y Radiador…”

 

Todo está listo. El mecanismo cierra la puerta tras de mi, y ya estoy aprisionado en este monstruo de metal que debo conducir.

Un último vistazo.

¿All clear? ¡Contact!

Manipulo las bombas de mano y los botones de arranque. La hélice comienza a dar vueltas lentamente y de pronto, con un ruido de trueno, el motor arranca. Los caños de escape vomitan largas llamas azules rodeadas de humo negro, mientras que el avión comienza a temblar como una caldera bajo presión.-

Las calzas levantadas, abro a pleno el radiador, pues los motores enfriados por el líquido recalientan muy rápido, y con prudencia ruedo hasta la pista de partida, donde se acumula a los costados la nieve, completamente negra y derecha en el blanco del paisaje.

 

Tutor 26, you may scramble now, (Tutor 26, puede despegar)

Por radio, la torre de control me autoriza a despegar ….

Mi corazón late casi hasta romperse. Trago saliva, bajo mi asiento y con mano húmeda abro los gases.

 

Me siento arrastrado inmediatamente por un ciclón. Montones de consejos me llegan a la memoria…

… Don’t stick the nose too much forward! (¡No adelante tanto la nariz!)

Ante mi, la enorme hélice que debe absorber toda la potencia del motor no tiene más que una débil defensa entre el diámetro que barre y el suelo…

Tímidamente lo hago marchar hacia delante y, con un gran golpe que me saca de mi asiento, el Spitfire se sacude, acelera, mientras que el aeródromo corre a una creciente velocidad a derecha e izquierda…

… Keep her straight! (¡Manténgalo derecho!)

 

Frenéticamente, con algunos golpes de palanca logro determinar el rumbo.-

De pronto, como por un milagro, con el aliento cortado, me encuentro en el aire. Las vías pasan en un destello. Tengo una difusa visión de árboles, de casas que se esfuman detrás de mi.-

Rápidamente escamoteo mi tren de aterrizaje, vuelvo a cerrar el cockpit transparente y el radiador, reduzco el gas y conduzco la hélice a paso de crucero.-

¡Uf, gotas de sudor ruedan por mis sienes. Pero, instintivamente, mis miembros reaccionan como las palancas bien reguladas de un autómata. Los largos meses fastidiosos de entrenamiento han preparado mis músculos y mis reflejos para este minuto.-

¡ Qué suavidad deliciosa la de los comandos! La menor presión del pie o de la mano basta para lanzar el aparto al cielo….

 

¡Dios mío, ¿Dónde estoy?

La velocidad es tal que los pocos segundos que han transcurrido han servido para llevarme a una decena de kilómetros del aeródromo. La pista negra no es más que un trazo de carbón en el horizonte.-

 

Tímidamente ensayo un viraje, vuelvo a pasar por encima de mi base y doy vuelta a derecha y a izquierda. Girando la palanca ligeramente subo a tres mil metros en un abrir y cerrar de ojos .-

Poco a poco la velocidad se apodera de mi y me enardezco. Un desplazamiento de algunos milímetros de la manecilla del gas basta para desencadenar el motor.-

Trato de ensayar una picada. Suavemente aprieto la palanca 550, 600, 650 km/h… La tierra parece rodar a mi encuentro de manera sorprendente. Espantado por la velocidad, instintivamente me hundo en la profundidad, y de pronto mi cabeza se hunde entre los hombros, una masa de plomo se abate sobre la columna vertebral y me aplasto en el asiento. Mis ojos pierden la visión.-

Como una bola de acero cayendo sobre un bloque de mármol, el Spitfire ha rebotado sobre el aire elástico y, derecho como un cirio, se ha hundido en el cielo.-

 

Apenas repuesto de los efectos de la fuerza centrífuga, me apresuro a reducir el acelerador pues ya no hay oxigeno y el aparato continúa su ascenso.-

 

Escucho que me llaman los controles por radio. Un vistazo a mi reloj… ¡Cielos, una hora ya! ¡Apenas si parece haber pasado un segundo!

 

Ahora hay que aterrizar. Abro el radiador a pleno, corto el gas, llevo la hélice a poca velocidad, abro mi cockpit, levanto mi asiento y amortiguo mi contacto con la tierra.

 

Comienzo a enloquecer. El enorme motor frente a mi con sus grandes caños de escape me roba toda la pista. Enceguecido, con la cabeza mantenida en el interior por la formidable presión del aire, estoy prisionero en mi carlinga.-

Bajo las ruedas y las aletas. La pista se aproxima a una velocidad sorprendente. Nunca voy a aterrizar. El aeródromo parece a la vez estrecharse y saltarme ante los ojos… Tiro de los comandos, tiro desesperadamente, el aparato se hunde con un gran choque metálico que resuena en el fuselaje y … lo siento rodar torpemente sobre el pavimento. Un golpe de frenos a la derecha, otro a la izquierda, el Spitfire se detiene en el extremo de la pista.-

Los engranajes del motor que se detienen recuerdan a los estremecimiento de los flancos de un caballo de carrera exhausto…

Mi instructor salta sobre el ala, me ayuda a quitar mi paracaídas sonriendo al ver mi rostro pálido y cansado.-

Camino dos pasos y luego, aturdido, me apoyo en el fuselaje.-

 

- Good show, you see, nothing to worry about! (Todo bien, ninguna observación)

Si supiera, sin embargo, qué orgulloso estoy. Por fin he piloteado un Spitfire. ¡Qué hermoso y vital me parece! Una obra maestra de armonía y de potencia, aún ahora que lo veo inmóvil.-

 

Suavemente, como si acariciara la mejilla de una mujer, paso la mano por el aluminio de sus alas, frio y liso como un espejo, las alas que me han transportado…

Mientras vuelvo al cobertizo, el paracaídas sobre la espalda, me doy vuelta otra vez y sueño con el día en que, en escuadrilla, tendré mi Spitfire para mi solo, lo conduciré al combate, encerrará mi vida en la extensión de su estrecha cabina y yo lo querré como a un amigo fiel….

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Un hermoso relato de: “El Gran Espectáculo”

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  • 3 weeks later...

RADAR AL AMANECER.-

(Un relato entre la poesía y el drama del combate)

 

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26 de septiembre de 1943. Cuatro de la mañana.

A tientas, salgo de mi habitación y me dirijo a la cantina, donde una Waaf medio dormida me sirva huevos y jamón.

Cuando vuelvo a salir, el cielo todavía está negro, y algunas estrellas parpadean en el aire glacial. Escucho el rugido de un motor hacia el dispensal. Probablemente es el de mi Spitfire que los mecánicos están calentando.-

Al pasar me detengo en el Cuartel de Inteligencia, donde me dan los últimos detalles de mi misión.-

Tengo que partir solo para un vuelo de calibraje de las estaciones de rediolocación (radar) que nos controlan. Debo tomar, a partir de la costa inglesa, una dirección de 145 grados, todo ello logrando el máximo de altura, lo que me llevará sobre Beauvais, a alrededor de 10.000 metros. En seguida debo volver a subir hasta Saint-Omer en línea recta y anunciar claramente por la radio mi posición en relación a los puntos de referencia dados.-

Mi única posibilidad de salir sin daños reside en obrar rápido, tardar lo menos posible en el camino, para reducir al mínimo las posibilidades de interceptación por parte de una fuerza enemiga superior.-

Cuando despego bajo el resplandor de la rampa eléctrica, y comienzo a subir hacia mi derrotero, todavía es noche cerrada. Entreveo la vaga fosforescencia de mis instrumentos y las llamas azules, punteadas de chispas rojas, que vomitan los caños de escape.-

Subo mucho y rápido y franqueo la costa inglesa a unos 6.500 metros.-

La neblina concentrada en los estrechos valles, dibuja entre las colinas negras largos regueros lechosos. El aire está tan tranquilo que distingo en la sombra, allá abajo y a lo lejos, la humareda de un tren cerca de Dungeness, inmóvil, como si estuviera anclado en el suelo. La Mancha no es más que una masa confusa y opaca orlada por un difuso plumón de plata a lo largo de los acantilados. Ni una nube.-

Subo por el grillete de oscuridad que ciñe la tierra, hacia el cielo ahora luminoso donde las estrellas se escapan....

De pronto, sin transición, como un buzo, me hundo en plena luz dorada. Las alas de mi Spitfire se empurpuran. La luminosidad es tal que debo bajar mis anteojos coloreados sobre mis ojos.-

Más allá de Holanda, allí abajo, muy lejos a la izquierda, el sol emerge como un lingote llameante del bloque de plomo sólido e inerte que es el Mar del Norte.-

Bajo mis alas es de noche, y estoy solo, a 10.000 metros de altura en el día. Soy el primero en aspirar, en el frío glacial, la cálida vida de los rayos que atraviesan las pupilas como flechas...

En Francia, en Inglaterra, en Bélgica, en Holanda, en Alemania, los hombres sufren en la noche, mientras que en pleno cielo tengo solamente para mí al día que nace, todo me pertenece: la luz, el sol, y pienso con un apacible orgullo, que todo aquello brilla nada más que para mí.-

Estos minutos bien compensan los sacrificios y los riesgos....

 

Paso la costa francesa a la altura de Dieppe, y algunos minutos después llego encima de Beauvais. Puedo distinguir vagamente el aeródromo de Beauvais-Tille, el monte Saint-Adrien rodeado del bosque de Fouquenies.-

 

- ¡Hola Dagger 25, Piper te llama, por favor, gira por encima de A .-

A for Able, es el código que asigna Beauvais. El control me ordena volver en redondo mientras que ellos calibran sus instrumentos....

Hace mucho frío a pesar del sol y comienzo a entumecerme mientras piloteo maquinalmente.-

¡Hola! Dagger 25. Aquí Piper. ¿Cuál es tu altura?

La urgencia que adivino en la voz del control me sobresalta. Un vistazo al altímetro: 10.500 metros...

¿Hola ¡ Piper, Dagger te responde, altura X, por rayos X.- debe pasar algo para que el mismo control me pida que rompa el obligatorio silencio de la radio.-

Transcurre un minuto.

¿Hola! Dagger 25, Piper te llama, por favor, gira 90 grados. 090.-

Esta vez comprendo. Debe haber un avión sospechoso en los alrededores, y el control quiere identificarme en su tabla de radiolocation.-

Arrojo un vistazo alrededor de mí, bato alas para descubrir los ángulos muertos, todo parece tranquilo. Si el boche está por encima de mí, sin duda está dejando en este frío terrible un reguero de vapor.-

¿Hola ¡ Dagger 25, Piper llama. ¡Cuidado!. Te persiguen , cuidado a las 5 P.M. ¡

me109gco0.jpg

Doblo la cabeza inmediatamente en la dirección indicada, y veo en efecto un puntito brillante que roza en un colchón de cirrus. Está demasiado lejos como para que yo pueda identificarlo. Si se trata de un caza, voy a vigilarlo, mientras sigo en mi dirección, discretamente, para que no tenga más remedio que mostrarse. Enciendo mi colimater luminoso y retiro el seguro del gatillo de mis cañones.-

Pasan tres minutos, y el punto se ha convertido en una cruz, alrededor de 800 metros por encima de mí, en dirección vertical . A esta altura, probablemente se trate de uno de los nuevos Messerchmitts 109-G. Bate alas....va a atacar de un segundo a otro, creyendo que no lo he visto. De golpe la soledad, la poesía, el sol, todo desaparece. Un vistazo a la temperatura y pongo mi hélice a mayor velocidad. ¡Preparado! ¡Que me provoque!

Pasa otro minuto, muy largo, y mis ojos empiezan a lagrimear por haber escudriñado en exceso a mi adversario.

¡Hop! ¡Aquí lo tenemos!

El 109 inicia una ligera espiral descendente que debe conducirlo a mi cola.-

Está a unos 600 metros de mí y no va demasiado rápido para asegurar el golpe.

A fondo, hundo mi manilla de gas y lanzo mi Spitfire en un viraje al máximo, que me permite mantener los ojos sobre él y tomar altura. Sorprendido por mi maniobra, abre fuego, pero demasiado tarde. En lugar de una pequeña corrección de 5 grados como la que esperaba, le presento de golpe un objetivo a 45 grados. El 109 trata de virar sobre el interior, pero a esta altura sus cortas alas no encuentran un apoyo suficiente sobre el aire enrarecido, y se separa, iniciando una barrena.-

Una vez, la superior capacidad de maniobra del Spitfire me salva la piel. Por un momento veo las grandes cruces negras, destacándose sobre las alas azul pálido del 109.-

El Messerschmitt sale de su barrena: ya estoy en posición - y lo sabe – pues se entrega a una serie de maniobras violentas para desprenderse, pero su velocidad no le sirve de nada: he aprovechado su falsa maniobra para acelerar, y tengo ahora la ventaja de la altura.-

A cuatrocientos metros a mi alcance, abro fuego por ráfagas cortas, deteniendo apenas el gatillo cada vez. El piloto del 109 es al menos un viejo zorro, pues mueve su aeroplano enérgicamente, cambiando incesantemente el ángulo y la línea de vuelo.-

El sabe que mi Spitfire gira y sube mejor, y que su única posibilidad de salvarse es distanciándose. Empuja rápidamente la palanca hacia delante y pica en la vertical. Paso por encima en seguida y aprovechando su trayectoria regular abro fuego de nuevo. Descendemos rápidamente a 750 km por hora hacia Aumale.-

Alineado sobre su cola, la corrección de tiro es relativamente simple...pero hay que obrar rápido, tiene ventajas sobre mí.-

En la segunda ráfaga, aparecen tres resplandores en su fuselaje: el choque lo sacude claramente.-

Tiro una vez más tocándolo esta vez a la altura del puesto de pilotaje y el motor. Durante una fracción de segundo mis obuses parecen detenerlo; la cruz de la hélice se inmoviliza, luego desaparece en una nube blanca de glycol que hierve por los caños de escape. Una explosión más violenta se produce en la raíz del ala, y un fino reguero negro se mezcla a la oleada de vapor que se escapa de las camisas de enfriamiento reventadas.-

Es el fin. Una lengua de fuego aparece bajo el fuselaje, se alarga, lame las insignias y se deshace en láminas incandescentes.-

Nos hemos sumergido en la oscuridad... Un vistazo a mi reloj para determinar el tiempo del combate: son las 05h.12.-

El Messerschmitt que se las arregle. Subo en espiral, observándolo. No es más que una silueta difusa, barrenando patéticamente, sacudida por deflagraciones regulares... una explosión , un reguero negro, un reguero blanco, una explosión, un reguero negro, un reguero blanco...

Ahora es una bola de fuego que rueda lentamente hacia el bosque del Este, devorándose, pronto dispersada en una lluvia de restos encendidos que se consumen antes de tocar el suelo...

El piloto no ha saltado...

- ¡Hola Dagger 25, Piper llama. Por favor, infórmame en detalle. ¿Bajaste al boche?

- ¡Hola Piper, dagger 25 te contesta y hace una transmisión radiogoniométrica. Lo bajé. Uno...dos...tres....cuatro, tengo poco combustible. ¿Puedo volver?

- O.K., Dagger 25. Tome dirección 330, tres, tres, cero. ¡Bravo!

El combustible se termina en mis tanques, y el sol sube en el horizonte. Este lugar se va a volver peligroso. Tengo que volver y me dirijo hacia Inglaterra.-“

&&&&&&&&&&&&&&

 

De: “El Gran espectáculo” de Pierre Clostermann.-

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