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Fly for your life (Tuck l'inmortel héros de la RAF)


jenisais

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Buenasss

 

Lo tenía in mente desde hace prácticamente 5 meses (el tiempo que hace que envié preventivamente a Rockofritz las fotos como soporte para su futura traducción) Ahora que disfruto de unos días libres y pasadas fechas festivas familiares, me meto de nuevo en faena. A ver hasta donde llego antes de volver al trabajo.

Traducir este libro (total o parcialmente) al estilo de lo que hice con "Thud Ridge" (Les crêtes de la mort", o con "Une sacrée guerre". Digo traducir aun sabiendo que existe una edicion de este libro en castellano; es argentina y tiene ya 30 años. Es decir que hoy en día apenas es conocido.

 

Yo tengo, casi como de costumbre, la edición en lengua francesa. La que se hizo en 1969: Editions J'ai lu (traducción del inglés por Edmond Petit) "Tuck l'inmortel héros de la RAF". Su título original completo es "The Story of R R Standford Tuck, DSO, DFC and Two Bars" y Larry Forrester fue su autor en 1956. Y traduzco su Prefacio: "Los personajes de este libro no son imaginarios, solo algunos nombres han sido cambiados. Me ha parecido en efecto inutil, ahora que la guerra ha terminado hace tiempo, recordar a las familias de los aviadores de la RAF que algunos de los suyos fueron muertos en condiciones penosas. También, no he querido dar los nombres de los que han sido torturados en los campos nazis, o del hecho de sus evasiones, ni de los que, reducidos a uno o dos han abandonado a sus camaradas en el combate...

Así, he cambiado los nombres, pero no los hechos. Los hechos pertenecen a la Historia"

 

(Como de costumbre, y de ahora en adelante, respeto escrupulosamente la puntuación y construccion originales)

 

(El libro que poseo es de la colección Leur Aventure, tamaño bolsillo 16x11 y tiene 186 pags. Dividido en 15 capítulos, que detallo:

 

1 Una misión que acaba mal

2 Del colegio a la RAF

3 Por poco¡¡¡

4 Tuck está muerto, viva Tuck

5 Por fin el Spitfire

6 Dunkerque

7 Conflictos

8 Operciones

9 La Cruz de Hierro

10 El piloto y la guerra

11 Londres

12 Rhubarb

13 Acordar(conceder)la muerte

14 Prisionero

15 Evasión

 

(La última vez que leí el libro fue en las vacaciones de verano. Y me pareció, en aras de hacer la traducción menos pesada,mejor empezar a traducir desde el capº 6 Dunkerque. Los anteriores 5 caps. no los descarto; sobre todo el 1º que considero capital, y que traduciré en su órden cronológico. Empiezo, pues, por el capº 6 ya que su autor Larry Forrester, que, recordar, relata todo el libro en tercera persona, empieza así: "El 23 de mayo de 1940 hacia las 11 horas, por PRIMERA vez, tomó conocimento con la guerra."

 

(Y sigo ya todo seguido con la traducción)

 

Desde lo alto de sus 5.000 metros, vió el inmenso velo de humo negro que planeaba sobre la playa de Dunkerque, los fogonazos lúgubres de los cañones enemigos, los estallidos diseminados de la Flak que manchaban el cielo puro y, muy claramente, las diferentes columnas de los hombres, hombres que buscaban penosamente su salvación a lo largo de carreteras estrechas y abarrotadas en direccion del mar.

Vió varios barcos pequeños; yates privados a motor, barcos de recreo generalmente destinados al turismo costero, venidos de Brighton, de Cromer, de Broadstairs y de Cowes, con sus pinturas demasiado vivas y demasiado visibles, lo que constituía una falta de gusto flagrante en esta ocasión. Sin embargo se deslizaban con maña y determinación entre los grandes barcos que marchaban rectos, ellos, que eran insuficientes precisamente para esta tarea.

Vió los obuses explotar sobre la playa enloquecida y levantar columnas de agua que se elevaban muy alto en el cielo. Camiones y coches que acababan de arder, convoyes cortados, agujeros individuales cavados en las dunas, material abonadonado y apilado para poder quemarlo, sacos terreros para una última resistencia, allí, sobre esta playa que había conocido no hace tanto tiempo los juegos de los niños en la arena.

Vió todo eso; los más sorprendente para él (se refiere, siempre, a Tuck)fue esa sensación de irrealidad, de distanciamiento: no estaba en el lío. Había seguido los acontecimientos desde los periódicos. Sabía que su hermano Jack estaba ahí, debajo de él, en alguna parte con el 78º de artillería. Se sentía exactamente en la misma disposición que si estuviera sobrevolando las costas de Inglaterra en el curso de un ejercicio: sin emoción, sin el menor odio.

Al principio de esta guerra, la mayor parte de los pilotos de caza llevaban todavía el traje blanco, resto de su equipamiento del tiempo de paz. Su casco de cuero estaba flanqueado por los auriculares, y la combinación micro/oxígeno cerraba la base de la cara como una visera bajada. Unas enormes gafas tintadas y no quedaba nada visible del rostro. Era siniestro. Verdaderos robots.

Largas correas de tela fuerte del arnés del paracaídas pasaban sobre cada hombro, en la espalda, entre las piernas y venían a reunirse sobre el vientre- La cuatro correas se juntaban en un cierre encima del ombligo. El cierre, plano, comportaba un dispositivo de apertura rápida. Cuando el piloto llegaba al suelo, ¡¡o al agua'¡¡ no tenía más que dar un cuarto de vuelta al cierre para liberarse instantáneamente del arnés.Se citaba el caso de un pilooto que había hecho funcionar este dispositivo antes de llegar al suelo. La única explicación posible era que este hombre debía tener horibles sufrimientos, herido o quemado, y que él había querido ahorrarse más dolores.

El paracaídas, una vez fijado sobre el piloto, pendía muy bajo y se alojaba en el fondo del asiento. Algunas semanas después de lo de Dunkerque, otro saco, más pequeño, pero más precioso fue añadido al equipamiento del piloto; contenía un dinghy que podía hincharse instantáneamente gracias a botellas de aire comprimido. El mismo sistema fué aplicado al Mae West, chaleco salvavidas, amarillo brillante. Al ejemplo de los Escuadrones de Huricane estacionados en Francia, la mayor parte de los pilotos llevaban con ellos un revóver, generalmente en una de las botas de vuelo. Si uno de ellos aterrizaba en territorio enemigo, tenía así una pequeña chance de abrirse un camino hasta las líneas inglesas, pero sobre todo el revólver podía permitirle destruir con seguridad el avión en el suelo. Era solamente necesario algunas balas en el depósito de combustible para iniciar un magníifico incendio.

Aquella mañana, el 23, habían llegado a una base avanzada, muy cerca de la costa, la antigua residencia de Tuck, Hornchurch

;. habían desayunado, llenado los depósitos, asistido a un briefing. En fín, tras todo eso, las patrullas estaban prestas y había llegado el momento de entrar en acción. Se encontraban en formación de combate, bajo la conducta de Bushell (su jefe de escuadrilla)por encima de playas devastadas, el selector tiro en "fuego", los rostros tensos, casi dolorosos a fuerza de esperar, los cuellos como pivotes, los ojos trasformados en aparatos de escrutar el cielo en todos los sentidos, al acecho del más pequeño destello... Doce Spitfires, fieramente, resueltamente, desdeñando el refugio de los estrato-cúmulos, a mil quinientos metros por encima, invitando el ataque enemigo.

Cuando llegaron a la costa, objetivo de su misión, Calais, Boulogne, Dunkerque, nada vino a su encuentro, aparte de algunos estallidos de Flak, por aquí y por allá. Sin embargo se les había advertido en el briefing que debían esperar una violenta reacción de los Messerschmitt 109 y de que filas ininterrumpidas de Stukas iban a desplegarse sobre Francia para atacar uno detrás de otro a las tropas británicas acorraladas contra el mar.

Encontraron zonas de turbulencia, lo que les sacudió un poco y les hizo "flotar" en la formación. Eso duró cuatro o cinco segundos, pero inquietó a nuestro amigo Tuck. La formación era demasiado apretada. No podía vigilar el cielo, estaban demasiado juntos unos de otros, mientras que hubieran debido tener una entera libertad de espíritu, sin tener necesidad de observarse, para estar prestos al combate.

"Viraje a derecha... Top¡" La voz de Bushell resonó en los auriculares. El fué ciertamente muy sacudido, como los otros...

Como un solo hombre, los doce Spits se inclinaron, exactamente a la vertical de Dunkerque, y desandaron camino. Debían rastrillar la costa hasta el momento en que fueran atacados, en tanto les quedara gasolina en los depósitos. Tuck se dijo que, en estos parajes, antes de llegar a Calais, tenian todas las bazas de encontrarse con el enemigo. No estaba por ello más nervioso, múculos y nervios siempre relajados. Sentado allí, en el cielo, muy relajado, no perdía ni un detalle del espectáculo que le rodeaba. Se sentía curioso, divertido incluso, en la situación de un espectador en el teatro. No podía, por ejemplo, permanecer insensible a la vista del órden de su formación que se destacaba con tante precisión en el cielo, como en un desfile.

Los dos aviones más próximos estaban pilotados por Holland y por Wright. Estaban reglando su viraje sobre su aparato. Estaban tan cerca que parecía poder tocarlos extendiendo un brazo. El viraje se terminaba; les hizo un seña amistosa. Le respondieron con sus dedos en forma de V.

 

 

(Suficiente, para mí, por esta noche. Me noto desentrenado. Mañana parece que la cosa promete. Empezaré un poco antes para así ampliar un poco la cosa. Espero, como siempre, no aburrir. Me gustó el libro, y eso me animó a darle a conocer. Ya me diréis.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Seguido de lo de anoche: recordad la secuencia)

 

Casi a la vez él oyó en los auriculares un grito breve, estraangulado que le hizo inclinarse hacia adelante, sobre los tirantes, la respiración cortada, los ojos al acecho. No tenía nibguna idea del orígen de ese grito. Por lo demás tenía pocas posibilidades de descubrirlo, pues desde el segundo que siguió, por encima de su hombro pudo ver los Messerschmitt que entraban.

-Atención¡... A las ocho¡ gritó.

PatLearmond estaba muerto. Una explosión, el tiempo de un relámpago, una nube negra, el avión había desaparecido. No quedaba más que una bola de fuego que intentaba todavía mantener su sitio en la formación y que, poco a poco, se dejó distanciar para desaparecer bajo nuestras alas. Durante estos pocos segundos, mientras que los piltos escrutaban el cielo para encontrar a los asaltantes, la formación se distendió, se escalonó, se dislocoó. Bushell daba órdenes, pero como todo el mundo hblaba a la vez, sus palabras se perdieron en la cacofonía.

Los Messerschmitt 109 caían del estrato-cúmulo un poco sobre la izquierda. Escalonados, formaban una larga fila, en pleno picado, a toda velocidad, ssurgían jussto bajo nuestras colas. Las trazadoras encuadraban los Spits y hacían volar pedazos de metal.

El líder - debía ser el que había alcanzado a Learmond - cortó a través de la formación desunida y remontó derecho hacia el cielo. Bob (Tuck) decidió seguirle, persuadido de que tenía pocas posibilidades de alcanzarle.

Gases a fondo, él escalaba el cielo, pero no podía llegar al ángulo de subida del alemán tras su picado. Estaba al menos a 500 metros de las nubes cuando elel Messerschmitt se encerró en su recinto protector. Tuck continuó lo mismo, penetrando en lo blanco del estrato-cúmulo, no sabiendo exactamente lo que le esperaba.

La nube era menos espesa de lo que pensaba. A unos 200 metros, el cielo estaba claro, de un azul inmacuilado. El Boche, derecho delante de él, a unos 1500 metros aproximadamente, se dirigía hacia el Este. Tuck comprendió que su ángulo de subida muy atenuado le había dirigido derecho sobre su presa. El alemán, creyéndose en total seguridad, seguía una trayectoria perfectamente rectilínea. Sin duda no iba acelerando, lo que iba a permitir a Tuck ganar terreno sobre él si aceleraba a tope.

La maneta a fondo -él hizo saltar los topes que marcaban el tope de seguridad - manuvo el Spitfire tan bajo como podía. A veces cuando la superficie de una nube era muy plana, volaba no dejando sobresalir más que su carlinga. El 109 continuaba siempre en línea recta; gradualmente crecía en el parabrisas de Tuck.

- No me ha visto¡ No me ha visto¡

Pro vez primera desde el despegue, un sentimiento de crueldad le asaltó. Se reprimió enseguida. No era el momento de perder su calma. Era necesario permanecer distendido, metódico, preciso. No dejarse llevar en el combate jamás¡. Para guardar su reputación de piloto excepcional , para probar que era tan habilahoara que en un ejercicio, calma¡ El "debía" ser excepcional. Se aacordó de sus comienzos en Grantham. O sería excepcional o no sería¡

Grantham, Hornchurch, Duxford, Eastleigh, Northolt... (bases en las que estuvo de alumno; N del T)una larga serie de repeticiones. Y bien, ahora se levantaba el telón. Había esperado tanto este momento, había trabajado tanto para esto. No se debía enervar. Un fracaso? Ni hablar¡ Para los otros del escuadrón, era diferente; reclutados, auxiliares: él, era su oficio¡

Lentamente, el Messerschmitt cambió de rumbo, algunos grados a la derecha. El hizo lo mismo. Cuando el enemigo se inclinaba en el giro , su silueta larga y afilada, su boca rechonchaque se deslizaba a ras de la espuma de las nubes, le recordó a un tiburón. El (Tuck) ganaba metros. Ajustó su visor a la envergadura del Me-109.

1200 meros...

1000 metros...

Regularmente, progresaba sobre el alemán siempre ignorante.^Podía ahora ver claramente la insignia de la Luftwaffe. Grandes cruces negras como nunca había visto más que en los albumes de identificación.

La siluete crecía aún. Le perseguía desde hace dos minutos y debían estar ya bastante entrados en tierra firme. Ojeada al retrovisor, inspección alrededor. Azul por todos los lados. Nadie más que ellos dos. Controló los instrumentos. Todo iba bien. El Spitfire no hacía nunca tonterías. El solo, el humano, era capaz de estropear todo con una decisión absurda, un error, un olvido, un falso movimiento.

No consagró ni un solo pensamiento al otro, humano en el Messerschmitt, el que iba a morir para expiar la gran falta de no haber vigilado su retaguardia. Nada le ataba a aquel.

900 metros...

800 metros...

La envergadura del 109 llenaba casi completamente el espacio entre los dos bordes del visor. Algunos segundos todavía y estaría a tiro.

700 metros... distancia máxima de tiro ¡

Los bordes de las alas del 109 se encuadraban exactamente en los límites del visor. Apoyó suavemente el ínice sobre el disparador y se esforzó en permanecer calmado. Lanzó una última ojeada al horizonte artificial. Aguja en medio, inmovil.

Después cambió de opinión.

¿Por qué abrir fuego a la distancia máxima? Si podía aún acercarse?

6oo metros

500 metros.

Parecía dificil acercarse más sin ser visto. En realidad, pensaba que a esta distancia el boche debía, empezar a "oirle". Pero el Messer continuaba en línea recta.

400 metros.

Una aprofunda inspiración. Calma. La aguja al medio. Llevar el punto rojo sobre el blanco. Ahí. Y muy suavemente, muy suavemente... a-pre-tar¡...

Las ocho Vickers se pusieron a escupircon el ruído de un martillo pilón. El Spit se estremeció en su mano. Podía ver pequeñas lucecitas azuladas donde daban sus balas cuando tocaron la carlinga y las alas del Me-109. Durante dos, tres, cuatro segundos le regaron. Y no pasó nada. El alemán continuaba a volar en línea recta, siempre al mismo nivel, acompañado de resplandores azules, como un árbol de navidad, rodeado de sus velas. Después tuvo como un estremecimiento, como un temblor nervioso. Se encabritó lentamente, ascendió. El Spit le seguía siempre. Una bocanada de humo gris. Algunos trozos metalicos pasaron silbando a ambos lados del inglés, girando como boomerangs. Como si antes de perecer el moribundo hubiera querido por un último gesto desesperado marcar su hostilidad.

Tuck soltó el gatillo y partió en viraje cerrado a la derecha, pues el Me en fuego se eleveba a la vertical , ralentizaba, permanecía un instante suspendido en el aire, la naríz al sol, después basculó hacia la izquierda. Una, dos, tres veces giró sobre sí mismo, barrena perfecta, como en un festival, y se hundió en una larga espiral.

Tuck picó hacia las nubes para esperar desde abajo su paso. Au que contrario a las órdenes, le siguió en su caída para verle percutir. "Quería estar seguro". Pero no fué facil. Varias veces el avión alemán habiendo tomado velocidad restableció la línea de vuelo, incluso remontó un poco. Se hubiera dicho que quería deshacerse de su perseguidor para ocultarse a fin de morir solo.

Al fin cayó en un campo de labor. Y explotó.

 

 

(Durante toda la traducción me daba cuenta de la enorme diferencia del relato de Clostermann a este de Larry Forester. En el intervalo del autor inglés, Pierre Clostermann nos habría puesto el corazón en la boca media docena de veces. Es lo que hay cuando alguien, no volatil, intenta colarnos en la carlinga de un caza en acción. Son dos estilos casi opuestos. Que no antagonistas.

En fin, también hay que conocer un estilo más pausado. Habrá a quien le guste...)

 

Mañana más. Y espero que con algo más de "chicha".

 

Saludos

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Cierto Clostermann te tiene en vilo. Ahora estoy leyendo su "Fuego Del Cielo" y es mejor (mucho mejor) que una película de suspense.:grin:

Por otro lado el hecho de perseguir a un bandido hasta tenerlo a distancia de tiro me ha pasado montones y montones de veces con el simulador IL2. Yo pensaba que es porque soy un patata, pero veo que no tanto, en la realidad tambien pasaba. Lo que pasa es que en el simulador si que te ven no ya a 400 metros, si no a 1 Km o más. :xd:

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Buenasss

 

Seguimos, pues, que hay mucha tela que cortar. Justo cuando percute en tierra esa su primera victoria aérea)

 

 

Tuck volvió a las nubes y tomó rumbo de regreso. No sentía ninguna exaltación, solamente una satisfacción tranquila: había tenido éxito en su primera acción de guerra, friamente, correctamente, profesionalmente.

Ni Quill, ni Savile hubiran podido ponerle la menor pega.

Pensaba en ellos ahora. En Quill, en Savil, en Tatnall, en Lywood (antiguos instructores suyos). Era gracia a ellos que había derribado ése Messer. Habían creído en él cuando ni él creía en sí mismo. Eran demasiado viejos pata cazar alemanes, pero tenían su parte en la victoria.

Con el suyo, cinco Me-109 habían sido derribados. En el mess, se juntaron, pasablemente excitados por sus relatos respectivos.

Aquella misma tarde, volvieron a salir. Se reencontraron con una cuarentena de Me-110. Fue una indescriptible melée, un gran circo, un vals macabron en el que se arriesgaba incluso ser abatido por los suyos.

Tuck fué tocado por un ametrallador trasero. Le ajustó las cuentas. Pronto el ametrallador había cesado de tirar y el avión caía en llamas.

El cielo alrededor de él estaba desencadenado. Spits y Mersserchmitts pasaban en tromba en todas direcciones, saltandoa través de la gigantesca tela de araña constituida por las balas trazadoras. Cuatro o cinco voces, a la vez, gritaban en los altavoces:

-Atención, otro¡¡

-Atención Tienes uno encima, compañero, encima¡¡¡

-En llamas¡ Le dí, le dí, chicos¡¡

-Ya está¡ Me han dado¡

-Oh... Todavía hay más¡ Pero de dónde salen?

(El chilló: Callaros¡ Pero no sirvió de nada.

Sombras le sacudieron. Un Me-110 con Tony Bartley persiguiéndole, a menos de 50 metros, disparandole sin parar.Bartley se arriesgaba. Si el boche explotaba se lo llevaría con él.

-El animal, murmuró Tuck, pero con un tono admirativo.

Entonces cubriendo todo este tumulto desordenado un grito, un grito horrible se oyó. Tuck tuvo la impresión que sus auriculares iban a estallar. Un grito que parecía surgir del más profundo de los abismos. A su derecha vió el Spit del sargento Wooder que se abrasaba. En la carlinga no había ya traza alguna de figura humana. Un montón amarillento inflamado, es todo lo que veía. Un alto horno al que se le podía ver el interior.

La tea caía lentamente. Un amasijo, perdiendo hasta su forma, no parecía más que un montón de harapos al que se hubiera mojado en petróleo, encendido y arrojado al viento. Tuck fascinado no podía apartar sus ojos. Entonces algo vino a chocar con su parabrisas . Un ruído terrible, vibrante. Enfrente un Messerschmitt 110 escupía a bocajarro balas y obuses.

Aún a rumbo de colisión, él tiró a su vez. Las dos máquinas, lanzadas a toda velocidad una contra otra, convergían a cerca de mil doscientos a la hora, encendidas todas sur armas. El primero que rompería estaba perdido, pues presentaría al otro un blanco demasiado facil- Era una cuestión de nervios.

En el último segundo, cuando parecía que esta justa fantástica no podía más que terminarse en un encontronazo fatal, un reflejo fue más fuerte que él. Cerró los ojos, bajó la cabeza.

Un rugido de una fracción de segundo. Como un expres que sale de un tunel. No supo jamás si el otro pasó por debajo o por arriba. Cuando levantó la cabeza, le vió muy lejos y por abajo, perdiendo altura y dirigiéndose hacia el este, hacia la cuadra. Tuck creyó percibir una ligera humareda en uno de sus motores. Viró y salió en su persecución.

En lo alto a la derecha y abajo a la izquierda había dos buenos agujeros, que le miraban como los ojos de un ciego. Dos balas que le había fallado por poco. Si los mecánicos no hubieran puesto justamente, entre los dos vuelos de este día, este nuevo tipo de parabrisas, estas dos balas se hubieran alojado en su cabeza¡

Alcanzó al 110 y abrió el fuego a 500 metros. El ametrallador de cola le respondió con viveza. Como aguacero las balas golpeaban al Spit. El piloto alemán para zafarse, ejecutaba giros alocados, desvíos pronunciados a derecha e izquierda variando costamentemente de altitud. Pero no pudo desembarazarse de su torturador. Descendió a ras de los árboles esperando que el otro no tendría los nervios lo bastante sólidos para seguirle.

Tuck seguía. El duelo se transformó en carrera de obstáculos, la atención de cada uno de los concurrentes se se repartía entre el combate y el vuelo. Pasaban de lado, derrapando a través de estrechas brechas en medio de macizas pinadas, levantando un ala para evitar un campanario, rozando las chimeneas de las granjas con la extremidad de las palas de sus hélices, serpenteandoa lo largo de los ríos, tan bajo que levantaban nubes de espuma haciendo bailar a las barcas en sus amarres. Y no paraban de intercambiarse largas ráfagas, quitándose el uno al otro algunas plumas. Se encontraban ahora a menos de 200 metros uno del otro.

Una vez, Tuck estuvo a punto de abandonar. El 110 se metió bajo una linea de alta tensión y logró por poco enderezar del otro lado para franquar un talud. En una fracción de segundo, Tuck tomó su decisión. Pasó por encima de los cables. Pero, haciendo eso, expuso su vientre a los disparos del enemigo. Antes de retormar su línea de vuelo, un tiempo que le pareció terriblemente largo, pasó y cantidad de balas le alcanzaron bajo las alas y bajo el fuselaje. Pero el motor aguantó; el Spit seguía volando.

Fue la última manifestacióndel ametrallador. La ráfaga siguiente fue para él. En ese mismo instante, el piloto alemán , consciente de lo que acaba de suceder y comprendiendo que estaba a merced del Spitfire se lanzó a un aterrizaje sobre la panza. Un campo se encontraba allí. Se elevó una inmensa nube de polvo.

Tuck se puso a girar a unos veinte metros por encima del avión y vió al piloto que se precipitaba fuera del aparato a todo correr. Una enorme suerte. Merecía haberse salvado después de semejante circo¡.

Nada de odio. Halagado de su éxito, excitado después de es te deporte violento, Tuck sentía nacer por su adversario vencido un verdadero afecto.

El alemán se había parado a unas decenas de metros de su avión, levantó los ojos hacia el vencedor que continuaba dando vueltas. Tenía buena percha, estaba incluso elegante en su uniforme gris-azulado, con sus botas negras relucientes. Después levantó el brazo.

-El me saluda.

Una bala atravesó la cabina. Me pasó a menos de 5 cm. de mi cabeza. Otra había hecho un orificio opaco en el parabrisas. El alemán hacía gestos; pero tenía una pistola en la mano¡

Tuck se sintió traicionado. Así, esto era el enemigo leal¡ Esto era el combate regular¡... Torció el gesto, apretó los dientes.

Se alejó. Volvió. Seguía viendo la silueta gris que mantenía todavía el arma en su dirección. Friamente, con aplicación, tras comprobar su posicion, apretó el gatillo. Nubecillas de polvo mortales se elevaron del suelo alrededor del alemán. Terrones y polvo. La ráfaga fue corta. Le quedaban pocas municiones. Ninguna munición. Un silbido del aire comprimido. Un ruido de mecanismo vacío. Fue suficiente.

El boche titubeó dando dos o tres pasos en la povareda. Un hombre perdido en la niebla. Después cayó. La humareda espesa que venía de los restos de su avión, poco a poco, llegaba hasta él y empezaba ya a cubrirle.

 

 

(Fin del capº 6. Me ha parecido mejor que lo traducido anteayer. Sigue siendo muy descriptivo Forrester en el relato. A mí particularmente también me gusta.

Y la cosa mejora, no?)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Empezamos Año, y capº, el 7 titulado: Conflictos. Veremos en los que se mete Bob S. Tuck)

 

Tuck acababa de recibir el mando del 92º(Sqn.)tomando la sucesión de Bushell. No tenía, pensaba él, la madurez, ni la autoridad, ni el ascendiente de su predecesor. Pero no estaba asustado con la idea de conducir un squadron al fuego. Ni a la idea de las pocas probabilidades que le quedaban de sobrevivir. Solo le inquietaba no estar seguro de tener la entera confianza de los otros pilotos. Hubiera sido más felíz, esta mañana, si no hubiera tenido más que 6 ó 7 Spits disponibles, no más. Se dijo que no era todavía más que la mitad de un Squadron líder¡

En el desayuno, la atmósfera no estaba del todo tensa. Los sitios vacíos tras el enfrentamiento de la víspera no se sentían incluso. Los motores, sobre la pista, comenzaban su ronron. Se les oía perfectamente. Comprendió que había allí 8 Spitfires disponibles, no más.

A las 8 ya estaban en ruta para Dunkerque, otra vez. Un cielo esplendoroso. La sombras de los aviones se dibujaban con precisión sobre las olas. La procesión de barcos era aún más densa que el día anterior. Algunos llevaban globos de protección que se balanceaban a 150 metros. Otros volvían, cargados de tropas, con grandes humaredas negras.

Tuck hizo subir el Sqn. a 5000 metros. Tenía un nuevo avión, el 3249,. Nervioso y potente, él le sentía bien en la mano. A pesar de su nueva reponsabilidad, estaba calmado. Había olvidado todos su temores. Estaba entregado a la batalla que iba a conducir.

Decidió, contra el reglamento, abandonador el órden cerrado habitual. Los Spits estaban a 50 o 60 metros los unos de los otros. Ocho pares de ojos para vigilar el cielo valen mejor que uno.

-Abrid bien los ojos y estad callados¡ Ni una palabra si no tenéis nada esencial a decir. Si tenéis que hablar, dad la fuerza, la dirección y la altitud con precisión. Prohibido contarnos su vida.

En silencio, los ocho pilotos llegaron a la costa, cada uno de ellos ocupado solamente en vigilar su cielo. Cada uno se sentía responsable, confiado, atacante. Tuck les habia ya mostrado que tenía su propio método y les había ya hecho comprender que era el bueno. Estaban todos convencidos de ello. Solo con esto, Tuck había hecho la prueba de que era un jefe.

Encontraron una formación de Do-17 a unos 4000 metros, bastante lejos en el interior, que se dirigía hacia la playa para bombardear la cabeza de puente. Detrás de los bombarderos, más alto que ellos mismos, un vuelo de Me-110 aseguraba la protección. Tuck sabía que debía ignorar a los cazas y no ocuparse más que de los bombarderos para impedirles llegar al objetivo.

-A toda máquina.

Los ocho pilotos empujaron a la vez las manetas. A todo gás. Los Spits, en un largo virage descendente, se lanzaron hacia el interior. Tuck quería llegarles desde la cola del dispositivo enemigo, preparándose a la vez a cambiar de dirección para poder plantar cara al ataque de los cazas.

Un suerte inesperada le ahorró esta segunda preocupación. Vió a un Sqn. de Hurricanes que se enzarzaba con la escolta de protección. Los bombarderos se quedaban solos. Estaban en grupos de tres y cuando comenzaban a alinearse para largar sus bombas los Spits cayeron sobre ellos. La sección de Bartley les había tomado de enfilada, saltando por encima de los grupos . En una sola pasada había derribado ya dos de ellos.

Tuck tuvo entonces la idea de una táctica nueva. Sacó los alerones, redujo a fondo. Así tendría más tiempo para apuntar y tirar ráfagas más largas. Pero colocarse en esa linea de vuelo tras un picado tan violento podía traer la ruptura de los alerones. Estimó que el riesgo valía la pena. Era necesario ante todo impedir a los Dorniers alcanzar el objetivo. Era preciso, en el mínimo tiempo posible destruir lo más posible.

El golpe del frenazo en los alerones fué violento. Se sintió retenido por el atalaje. Pero los alerones aguantaron bien y su velocidad quedó reducida considerablemente. Tenían todo su tiempo para ocuparse de los Dorniers.

A 300 metros abrió el fuego. Su tiro alcanzó al último de la fila en su motor izquierdo, el ala y el fuselaje. Los ametralladores de los otros Dorniers le tomaron como objetivo y recibió algunas balas. Un dolor súbito, agudo, en el muslo derecho. Pero la pierna funcionaba todavía. Permaneció, pues, en su puesto.

Persiguió a su victima. Aún dos largas ráfagas antes de volver a acelerar. Dos paracaídas se abrieron en el cielo.

Volvió a la melée. Los alemas se defendían valerosamente. Intentaban protegerse los unos a los otros. Pero ya había perdido bastantes máquinas. Los Spits les acosaban sin parar, pronto deberían abandonar su misión.

Ya los bombaderos de cabeza empezaban a virar hacia el Norte picando; el objetivo estaba a salvo, volvían a casa.

Bob se pegó a uno, tirando cortas rafagas, lanzando miradas a su retrovisor para asegurarse de no tener detrás un 110. Ninguna reacción del ametrallador. Ningún paracaídas. La velocidad aumentaba, pero ninguna maniobra de diversión se producía. El avión continuó así hasta una duna donde explotó .

Sus municiones casi agotadas, su carburante también, Tuck tomó el camino de vuelta y atravesó La Mancha a 300 metros. Un temblor de su pierna derecha le recordó que había sido tocado. Se dió cuenta que su musmo estaba lleno de sangre y se esforzó de apretarse con su pañuelo. No se sentía ni debil ni enfermo, pensó pues que aquello no era muy serio.

En Hornchurch, no encontró más que algunos agujeros en su 3249. Su muslo estaba tieso; saliendo de su avión le costó moverlo. Vió un desgarro a la altura del bolsillo derecho de su pantalon; metió la mano y sacó un penique trasformado en un dedal... La moneda había parado la bala, pero otra debía haber penetrado en el muslo. Puso cuidadosamente el penique en su chaleco. Cojeando, sostenido por sus compañeros, se dirigió a la enfermería comentando a la vez el combate con sus jefes de sección.

En el hospital, el sondaje fue doloroso, pero rápido. En menos de dos minutos, el cirujano retiró un pequeños trozo de metal. No era una bala, sino una esquirla de duraluminio que provenía del palonier. Tuck lo cogió y le puso en su bolsillo al lado del penique.

-Algunos centímetros más alto, y hubiéramos tenido que trasladarle a un batallón de WAAF (Women Auxiliary Air Force¡, le dijo el cirujano.

Bochier le esperaba.

-Cómo va la pierna.

Tuck le dijo que ya estaba acabado y le enseñó las piezas de convicción.

-Mejor. Le envío al Ministerio para una conferencia.

-Ahora?

-Sí. Es poco probable que haya vuelos hoy. Vete enseguida.

-A quién debo presentarme?

-Un coche te espera en Northolt. El chófer ya tiene las órdenes.

Estaba bastante contento consigo mismo. En 24 horas de combate había abatido 5 aviones. A ése precio, la pierna ya no le dolía.

Se encontró en el despacho del director de Operaciones de la Caza, el Air Commodore Stevenson. Un montón de oficiales estaban allí. Unos inclinados mirando mapas, otros consultando informes provenientes de todas la unidades.

-Tenemos necesidad, dijo Steevenson, del testimonio de los que se encuentran en plena acción. Vamos a preguntarle de todo. Le pido responder lo más breve posible. Si no tiene nada que responder, pasamos a la siguiente.

Primero, en tanto que piloto operacional , que piensa Vd. de la situación en general?

-Esto marcha, mi general, ellos tienen más pérdidas que nosotros. Pero ellos nos son superiores en cantidad.

-Y los pilotos, qué dicen de la cantidad?

-Eh... bien..., a veces están un poco...molestos.

-No deprimidos, ni desalentados?

-No en Hornchuchuch, mi general.Hemos tenido buenos resultados.

-Su Sqn ha tenido pesadas pérdidas, entre ellos el patron...

-Es verdad

-Y en un solo día?

Tuck asintió.

Esto no ha impresionado a los jóvenes?

-Sí, sin duda. A mí también me ha impresionado.

El coronel permaneció callado. Tuck quedo callado también por ello. No había querido molestarle. Su respuesta fué hecha sin pensar.

-Puede Vd. incluso decir que sus muchachos están en condiciones de atacar?

-Atacar. Claro. Yo puedo incluso decir que lo son porque han participado en un enfrentamiento o dos. Pienso que no debemos inquietarnos por el personal. Pero no podemos decir lo mismo del material. Necesitamos un poco más.

Allí, varios suspiros y algunos hombros que se agitan.

-Otra dificultad importante, continuó Tuck, es el reavituallamiento, Si los acontecimientos se precipitan, estaremos en mala postura. Desde que se acabe lo de Dunkerque, van a acosarnos. Me parece capital tener el más grande número posible de aviones disponibles, capaces de retormar el aire en un mínimo tiempo después de cada misión. Lo que quiere decir que necesitamos muchas más cisternas . Cada minuto de más pasado en el suelo, es un riesgo de más de ser atacados por los boches . Nuestras cisternas son arcáicas , sus motores estan agotados y a veces no hay más que dos por Sqn. Vean Vds. el tiempo que se puede perder¡

Escuchaban con paciencia, pero su actitud dejaba ver que les habían dicho cien veces las mismas cosas y que no había ninguna esperanza para que la situación mejorara de un día al otro. Aun así, él insistía:

-Es necesaria una cisterna por aparato¡

Los suspiros se acentuaban, las cabezas se bajaban un poco más.

-En efecto. Estamos todos persuadidos. Pero es preciso encontrar una solución enseguida., dijo Steevenson, con los medios que podas disponer. Mejor será pasar a la pregunta siguiente¡

No era esa la opinión de Tuck, pero la órden del día estaba cargada. Las preguntas duraron una hora y media. Tocaron el equipamiento, las telecomunicaciones, el control y algunos puntos técnicos. Tuck juzgó más prudente por el momento no desvelar sus ideas personales sobre la táctica y observó una discreta reserva hasta el fin de la conferencia.

Por lo menos volvió al terreno aquella tarde persuadido de que no había perdido su tiempo.

 

 

(Aprovecho este paréntesis para acabar por hoy.

Reiterar mis deseos de un Feliz Año Nuevo a todos los Foreros, lectores o no)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Y ya es 2010... y queda menos de las vacaciones. Así que a aprovechar el tiempo. Sea)

 

Este día, no estaban más que siete en el aire. Mientras tomaban altura, control les dió la órden que esperaban:

- Caza libre. Calais, Boulogne, Dunkerque.

Durante más de una hora, a 6000 metros no vieron ni un solo avión enemigo. Kingcome, que había llegado al 92 esa misma mañana, descubrió un Dornier-17, uno solo, algunos kilometros al interior. Seguramente era un reconocimiento fotográfico para controlar la situación sobre las playas. A la vista de los siete ingleses dió media vuelta.

Salió a toda velocidad, en ligero picado, con el solo pensamiento de salir con bien de esta. Tuck y Kingcome no tuvieron ninguna dificultad en atraparlo. El artillero abrió fuego, yendo de uno al otro, tirando cortas ráfagas con precisión.

El bombardero no buscaba ninguna maniobra de diversión. Simplemente el piloto continuaba picando hacia delante. Con toda la potencia de sus motores. Tuck tiró el primero y mató en el acto al ametrallador trasero. Kingcome hizo una pasada. Después Tuck de nuevo. Tres paracaídas se abrieron.

Tuck continuaba a tirar. El avión continuaba a picar. Nada de humo. Ni la menor traza de incendio a bordo. Las balas le atravesaban de parte a parte, pero se resistía a morir¡

Tuck volvió a su sitio en la formación. Tomaron rumbo de regreso y vieron al Dornier que, al fin, explotaba.

 

El Consejo Aéreo (inglés) estableció por el cálculo que Inglaterra había ganado el primer round. En nueve días, por encima de Dunkerque, del 26 de mayo al 3 de junio, 377 aviones enemigos al menos, habían sido destruídos, por una pérdida de 87 aparatos. Exactamente 4 1/3 alemanes por un inglés, y, teniendo en cuenta el hecho que los alemanes eran la mayor parte multiplazas, alrededor 9 aviadores alemanes muertos por cada uno de los pilotos ingleses que no volvían a su base.

Si, pero las reservas de la RAF en personal y material estaban casi agotadas. Las escuadeas reclamaban tiempo necesario para reparar, desplegar, para formar nuevos pilotos. Y el tiempo era la única cosa que el mando no podía fabricar. Parecía tan evidente que la primera cosa que haría Hitler sería arrojar sus tropas sobre la Mancha y por encima de la Mancha. A pesar de sus pesadas pérdidas, la Luftwaffe era considerablemnte más fuerte a la vez en cazas y en bombarderos. Y su jefe Goering, continuaba a repetir ese proverbio árabe: el camello que gana la carrera, es el que tiene la naríz más larga.

Y antes de Dunkerque, la política de la Luftwaffe había sido siempre la de acosar a los Hurricanes estacionados en Francia, de no dejarles ningún reposo, mantener a los pilotos británicos en perpétua alerta de vuelo hasta que finalmente se hubieran agotado y sin condiciones para reprender el vuelo.

Durante todo este período de preparación febril., Bob Tuck fue escogido para intentar una experiencia del más alto interés. En Farnborough, se estaba recostituyendo en estado vuelo un Messerschmitt 109 caído en nuestras manos en Francia, casi intacto, algunas semanas antes. Tuck y el WinCo Stainforth había recibido la órden de efectuar un duelo entre el Me-109 y el Spitfire. A fin de partir de forma igualada, los dos oficiales debían cambiar de maquinas en la mitad del tiempo y volver a salir haciendo los mismos ejercicios.

Una comisión de expertos debía de asistir a la demostración y sacar las conclusiones. Fue una carrera de reglas de cáculo, de gráficos, de tablas comparativas... y de discusiones¡

Stainforth comenzó con el Messer. El primer ejercicio consistía en lanzar las dos máquinas de frente a 7000 metros, las velocidades ajustadas las mismas. Después debían empujar un poco la palanca de dirección hacia adelante para ver el cruce en un ligero picado. Codo a codo, si se puede decir, el aleman y el inglés quedaron al mismo nivel.

Repitieron la maniobra en diferentes posiciones y con diferentes velocidades y obtuvieron el mismo resultado.

En línea de vuelo, el alemán podía tener una ligera ventaja. En los viras el Spit se mostraba más manejable. Al salir de los picados, el 109 tenía una superioridad maniifiesta. Encajaba la remontada infinitamente mejor subiendo más rápido.Llegaban allí a un punto esencial.

-Es el momento, explicó Tuck en el que los 109 nos sobrepasaban picando decididamente a la vertical. El piloto en esta maniobra, debía encajar un número importantes de G negativos. En la mayor parte de las otras figuras del combate ceñido, el piloto, encontrándose en el interior de la curva no estaba sometido más que a G positivos que tenían por efecto apretarle sobre su asiento, de comprimir sus vértebras y de bajarle el mentón al pecho. Los G positivos podían hacer aparecer el velo negro. La sangre, abandonaba el cerebro, tendía a descender hacia las extremidades de los músculo inferiores. Durante algunos segundos, en la recuperación para salir de un picado, el cerebro de un piloto era privado de su irrigación sanguínea, sus ojos no veían, podía incluso perder el sentido.

-Nosotros calculamos que éramos tan resistentes como los pilotos de la Luftwaffe y que éramos capaces de soportar tantos G- positivos o negativos- que ellos¡... Pero, a nuestra gran decepción, debimos constatar que era nuestro motor, el Merlin, el que no podía admitir tantos G negativos como el Daimler Benz¡

- He aquí lo que se producía: acabas de atrapar a un Me-109 y te dispones a tirar, entonces él desaparece ante tus ojos como una bomba. Pica a la vertical¡. Si intentáis seguir su mismo camino, en el momento de bascular hacia adelante, nuestro motor se ponía a toser, a escupir una gran humareda azul: acababas de perder un tiempo que no podrías volver a recuperar nunca jamás¡

-Nosotros teníamos naturalmente nuestras ideas al respecto, y el aparato capturado vino a darnos la razón. El Daimler Benz era de inyección directa, mientras que nuestros Merlin el fallo, la parada, venía del carburador. Estoy casi seguro de que el Servicio de Información alemán conocía esta característica y que sus escuadrillas habían sido informadas en consecuencia.

-Todo lo que podíamos hacer en esas condiciones, era PRIMERO ponernos en invertido, y SEGUIDO picar. Así habíamos transformado los G negativos en G positivos¡ Pero esto tomaba incluso algunos segundos que el boche aprovechaba para darse a la fuga¡

Los ingenieros de Rolls-Royce encontraron una solución. Algunos días mas tarde, tenían a punto un nuevo carburador. Algunas semanas después cada Spitfire operacional contaba con uno.

 

Para la sengunda manga, Tuck tomó el Messerschmitt.

- Comprendí inmediatamente porqué el 109 podía salir más rapidamente de un picado que el Spit. El palonier estaba colocado más alto que el nuestro en algunos centímetros; el piloto, pues, tenía las piernas casi horizontales. Lo que reducía considerablemente los efectos de la aceleración durante la salida del picado. La sangre no tenía, en esas condiciones, la misma tendencia a retirarse de lo alto del cuerpo. Me acordé que algunas semanas antes, yo había remontado mi palonier unos 12 cms. y que había constatado que el velo negro tardaba más en aparecer.

-Los médicos estuvieron muy interesados e insistieron para que los palonier fueran subidos. Pero un técnico se metió por medio, pretextando que si se hacía así, en pleno virage a izquierda, el pie vendría a encajarse bajo el depósito. Era una tontería, por la buena razón de que en vuelo nunca se llega a apretar el pie a fondo; la presión es demasiado fuerte y te lo impide... Yo tenía argumentos imbatibles y finalmente se me dejó volar con un palonier subido a fondo. Más tarde, el principio fue incluso adoptado en el nuevo modelo de Spitfire.

A Tuck no le gustaba el cockpit del 109 que le parecía terriblemente estrecho y que no permitía una buena visibilidad. La cubierta y el parabrisas eran ciertamente más sólidos, pero había gran número de montantes metálicos delante y a los lados que producían ángulos muertos. Lo más extraño es que no había retrovisor.

El tablero de a bordo era de lo más confuso y comportaba un gran número de cuadrantes para convertir kms. en millas, los metros en pies que no tenían ninguna utilidad para los alemanes. Antes de decidirse a despegar. Tuck quiso estudiar todo eso muy de cerca. Fue también muy impresionado al constatar que su colimador se parecía extrañamente al inglés¡... Se acordó entonces de cierta visita del general Milch a una escuadra de caza inglesa¡ Se le había dejado ver todo, incluído un nuevo tipo de colimador¡ Había gruñido bastante¡

Una vez la segunda parte del programa acabado, la opinión de Tuck fue la siguiente:

 

 

(Mañana más. Los detalles de Tuck serán, sin duda, interesantes

Tal vez la mini-resaca me da algo de sueño.)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Una inesperada cena de "hermandad" tiene la culpa de mi no asistencia. Lo reparo ahora (hasta que el cuerpo aguante).

Lo dejé cuando Tuck acaba la 2ª (y última) parte del programa- a avión cambiado- y su opinión es la siguiente:

 

"Sin ninguna duda, el Me-109 es como una buena pieza, pero no tan manejable como el Spit, no talmente agradable de pilotor a ras de tierra. Tiene una fastidiosa tendencia a la pérdida. Más rápido que el Spitfire, era por lo demás una máquina que se comportaba muy honorablemente".

 

Después de esta experiencia, ssintió que conocía bien a su enemigo. Desde entonces, cada vez que se encontró con un Me-109 fue capaz de ponerse en el lugar del piloto, de saber como iba a reaccionar. Conocía todas sus posibilidades, sus ventajas sobre el Spsi y sus inferioridades. Se consideraba afortunado de haber podido proceder a estas pruebas y eso no fué extraño a ciertas ideas que desarrolló a contnuación.

Algunos días más tarde, se montó sobre los Spits una placa de bilindaje que iba a dar un nuevo sentimiento de seguridad a los pilotos.

Tuck, acompañado de Bobie Holland y de Allan Wright, lideró un reconocimiento sobre el sector Abbeville-Amiens-Doullens. La noche empezaba a caer (recordad, comienzos junio 1940. N del T). Una LLamada de Holland resonó:

-Atención¡. Detrás¡

Una ristra de trazadoras de la Flak, como perlas lumninosas enfiladas, se elevaban en el crepúsculo. Abrieron la formación y e apartaron de ese fuego artificial. Tuck había sido tocado. Medio metro había sido arrancado de su ala derecha, la palanca se le escapó de las manos. El avión se puso a hacer cabriolas, verdaderas contorsiones y a virar, apartarse un instante de su rumbo, como un nadador empujado de improviso por una corriente. Retomó el rumbo con calma, y el Spitfire continuó a volar con su herida, un poco inclinado. La formación se había disociado, Bobbie había ejecutado en medio tonel y se encontró rozando las margaritas, mientras que Wright había desaparecido.

Tuck picó y se reunió con Holland, pero no pudieron reencontrar al tercero. Cuando subieron un poco, la Flak volvió a tomarla con ellos. Esta vez, el fuego venía de una batería escondidaen una granja, sobre la cresta de enfrente. En menos de un segundo, Tuck balanceó el avión virando a la vez y colocó a la granja en su colimador. Holland pudo ver el efecto inmediato: los servidores corriendo en todas direcciones. En cuanto a la granja, se transformó en fuego y humo. Se estimaron vengados.

Llegaron enseguida encima de una larga columna de camiones que se dirigía al oeste. Subieron unos cien metrosy, cada uno de un lado de la carretera rastrillaron toda ala longitud del convoy. Aunque empezaba a estar oscuro, Tuck distinguió uno de lo camiones volcado en la cuneta y del que un montón de soldados escapaban corriendo para ponerse al abrigo. Algunos caían del camión en una sucesión de saltos peligrosos, como clowns acróbatas. Parecía un circo¡

Tuck hubiera querido dar una segunda pasada, pero las órdenes eran formales. Tan pronto llegaron a Hornchuch encontraron a Allan que ya les esperaba.

El cmte. Bouchier estuvo muy interesado por los resultados de esta patrulla. Era algo así como una especia de test. Hasta entonces, los ataques a baja altura por los Spist no entraban en los planes del Air Ministry. Los expertos estaban sobre todo preocupados por la defensa de las Islas Británicas y consideraban - con alguna razón - que cada avión se debía consagrar a ella.

Sin embargo, el reconocimeinto a baja altura estaba autorizado hasta un cierto límite sobre el oeste de Francia y Bouchier había tomado pretexto de esta escapataoria para enviar tres de sus mejores pilotos, persuadido de que harían un buen trabajo. Quería demostrar la eficacia de los Spits en el ataque a baterías y convoys. Estaba encantando del informe de Tuck y lo trasmitió paalabra por palabra al Air Ministry con la categoría de "Extremadamente Urgente".

Tuck hubiera querido seguir con algun barrido más, pero no obtuvo la autorización. Las semanas se pasaban en la incertidumbre, en medio de los rumores más diversos. declaración de guerra de Italia aumentaba su impaciencia de entrar en acción, pero ninguna formción enemiga importante aparecía por encima del Canal de la Mancha.

Hacia mitad de junio , se movieron a una nueva base, Pembrey, en Gales del Sur. Estaban furiosos: para ellos era una desgracia. A pesar de todas las seguridades que se les dió, estaban persuadidos de que no estaban considerados como un squadron de élite¡

 

Los alemanes se decidierona lanzar sus primeros raids nocturnos sobre el sur de Inglaterra. Atacaton varios terrenos del sur sin causar demasiados daños, pero mataron o hiirieron un gran número de civiles re en ciudades y pueblos.

Tuck lideró patrullas por encima del país de Gales, sin tener nunca ni un encuentro. La situación del 92 parecía aportar un desmentido ridículo a la declaración de Churchill por la radio:

-"Nos batiermos en las playas, nos batiremos en las orillas, nos batiremos en las ciudades..." Esto era muy exaltante, pero allí, en ese rincón perdido, cazadores confirmados esteban retenidos en el suelo, mientras que hubieran podido tomar parte en los combates del sur¡

El dueño del Stepney Hotel, cerca de Llanelly donde pasaban su tiempo libre les había prometido una botella de champán por cada boche abatido. Comprendieron que nunca podrían degustar ese champán: no veían ningún avión alemán. Pero aparatos aislado se empezaron a mostrar por encima del canal de Bristol, e incluso sobre Cardiff. Después hidroaviones y bombarderos pesados se pusieron a sobrevolar las costas de Irlanda, país neutral. Se pensó que quería fotografiar calas desiertas donde podrían depositar espías , que desde allí, podrían pasar a Inglaterra. Fué por ello que varias veces, aparatos del 92 llegaron incluso a sobrevolar el neutral Dublin, recibiendo salvas de cañones irlandeses.

Una bella mañana de julio, Tuck y Holland tuvieron por fin la ocasión de disparar a un Do-17 aislado al sur de Bristol. Vieron las balas alojarse en las alas y penetrar en el fuselaje, pero su presa desapareció en las nubes sin más historias. Le habían tirado a unos quinentos metros aprox. Por la noche en el mess se pudo oir a Tuck declarar:

-Si hubiéramos tenido un 20 mm les habríamos derribado seguro. Y hubiéramos saboreado el chapán de Maloney. Cuándo se decidirán a darnos alguno?

Le dieron otra cosa: la Cruz de Vuelos Distinguidos (DFC)

 

 

(Fin capº 8, y empezamos el siguiente, que ya trata directamente lo que fué La Batalla de Inglaterra en sí)

 

 

La Cruz de Hierro

 

Este fue puede ser el más apasionante de sus combates (sigue diciendo Larry Forrester):

 

"Se trataba, cuenta él, de interceptar 3 Ju-88 a 5000 metros al norte de Cardiff. Titch, yo, y un tercero del que no me acurdo el nombre, fuimos dirigidos desde el suelo. Volábamos puro rumbo norte, por encima de stratus cuando el controlador nos dice: Vuestras siluetas coinciden. "Bandidos" justo rumbo sur. Les véis?

Claro que sí. En menos de un segundo Titch les había descubierto. Llegaban derechos hacia nosotros. La suma de las velocidades daba una cifra astronómica. Decidí que no había tiempo para una pasada frontal. (era sin embargo mi método favorito pues los alemanes no tenían blindaje delante y tenía todas las probabilidades de alcanzar a toda la tripulación a la vez pues tenían la costumbre de agruparse, mientras que entre nosotros cada una permanecía en su puesto.

´Maniobré fuerte y llevé mi patrulla en un medio looping de forma de encontrarnos en su cola. Los ametralladores de atrás abrieron fuego. Ví que Titch era tocado. Me llamó jurando como un poseso, supe entonces que no estaba muerto¡ Como podía manejarse, nos juntamos, los dos.

Yo estaba un poco preocupado pues mi compañero no estaba muy experimentado. Los artilleros tiraban bien y sabían cruzar sus fuegos. Me dije que era mejor abandonar este ataque por detrás y probar otra cosa.

Rompimos, subimos un poco y aceleramos. Estos Ju-88 no eran tan rápidos como algunos a los que me había enfrentado. Les habíamos adelantado con facilidad, viramos y les abordamos de cara.

Debíamos estar encima justo de Cardiff. Habíamos reducido y pueso nuestras hélices a paso grande para aproximarnos a ellos con la menor velocidad posible. Estábamos bien colocados y esperábamos con tranquilidad que estuvieran a la distancia adecuada. Apunté a la cabina del líder y dije a mi compañero de hacer lo mismo. Les dejamos acercarse aún un poco. Teniendo en cuenta la velocidad relativa, abrí el fuego mucho antes de la distancia habitual, puede ser a 1500 metros. Esto me permitiría corregir mi tiro cuando viera miss primeras trazadoras. Pero tuve suerte y la corrección no fue necesaria. Le tenía centrado. Mantuve la puntería y regué la cabina.

El tiempo de virar, el líder empezó un picado a muerte. Supe más tarde que había aterrizado en los alrededores de Cardiffy que dos miembros de la tripulación habían sido tomados vivos.

Volvimos por los otros dos y repetimos exactamente la misma maniobra... Era para no creerlo, seguían con el mismo rumbo. Hubieran podido al menos lanzarse hacia las nubes, justo debajo de ellos¡ Lo que habría reducido considerablemente nuestras posibilidades. Bizarros estos alemanes¡ Sin duda habían recibido órdenesdel jefe de patrulla y pasara lo que pasara, continuaban a ejecutarlas. Había cantidad, entre ellos, de pilotos de esta tesitura, pilotos al paso de la oca¡¡

Mi joven compañero había logrado algunos impactos en el tercero, pero este último, dejado a su iniciativa, se refugió en las nubes. Le dirigimos cada uno una ráfaga de despedida. Escupía ya una espesa humareda negra. Yo estaba seguro de que no iría lejos. Pero a la vuelta, no nos lo quisieron conceder.. De hecho, un Ju-88 se había estrellado en los alrededores, pero algún prestigioso cazador de un squadron vecino había juzgado bien atribuirsele¡

Titch había logrado aterrizar sobre una pendiente, cerca de Aberdare, un magnífico aterizaje sobre la panza. Fué confundido con un boche y los de la Home Guard de alllí le escortaron a punta de bayoneta hasta el momento en que se rindieron a la evidencia: nunca un alemán hubiera podido conocer tal sarta de juramentos en lengua inglesa¡

No tuvimos derecho al chapán de Maloney aquella noche, pues debimos partir enseguida con Allan, Bobbie y Peter Eyles. Y si hubiéramos sabido lo que nos esperaba, hubieramos traído nuestros pijamos y cepillos de dientes¡

Cerca de los docks de Swansea descubrimos todavía dos Ju-88. Comenzaba a anochecer. Los boches regresaban a casa, y cuando nos vieron aceleraron a tope, aprovechando todas las nubes que pasaban por allá. Les perseguimos un buen rato, dándoles a cuenta cada vez que pasaban entre dos nubes. Pero no teníamos ninguna posibilidad de tocarles a muerte. Alli, otra vez nos hubieran hecho falta cañones¡

Al fin, ya de noche negra, les perdimos completamente. Nos encontramos entonces por encima de Cornuailles, un rincón que me recordaba desagradablemente mi reciente mal trago con una tormenta, además de de que llevábamos desde hace dos horas en el aire y que nuestros depósitos estarían casi vacíos¡

Descendimos bastante bajo y seguimos la costa esperando aproximarnos a aerodromos de caza que se encontraban en la región. El tiempo se estropeaba cada vez más. Ibamos forzando la vista en un cielo que parecía de tinta china y llamando a todas las frecuencias, sin lograr obtener la de ningún terreno.

De repente, en el borde de un acantilado ví algo que flotaba en el aire: una manga. Era de un terreno de socorro, muy pequeño que identifiqué ser Cleave. Parecía desierto. Entre la cima de las colinas y la base de nubes apenas había cien metros. Esto se anuncia más bien mal. Nos hubiera hecho falta un calzador para introducirnos dentro¡"

El viento venía del mar, soplando sobre las colinas. Era preciso pues posarse viniendo desde el interior, cara al agua. Y si se sentraba un poco largo...la zambullida¡. Tuck llamó en varias frecuencias para pedir la autorización de aterrizar y si era posible, la iluminación del terreno. Silencio completo. Ni la menor traza de vida abajo¡ Ni una luz. Ni un solo cohete. Nada.

Dijo a los otros:

-Yo sé que váis justos de gasolina, pero no intentéis aterrizar antes de que yo me pose. Si fallo y me como la pista, aterrizad con el tren metido...

Se paró, con los frenos a tope a veinte metros del precipicio. Volvió para colocarse en la otra extremidad del terreno y les llamó:

- Se puede hacer, pero entrad tan corto como podáis y suavemente, con pequeños golpes de acelerador. Posad el avión nada más pasar el seto. Encended los focos. Os voy a vigilar la aproximación y os voy a guiar. Haced exactamente lo que yo os vaya diciendo. Venga, Bobbie, tú el primero¡

Era el joven Eyles el que más le inquietaba. Era nuevo en el oficio. Y su respuesta por la radio había sido más bien titubeante. Mejor era dejarle para el final. Cuando hubiera visto como Bobbie y Allan lo habían conseguido.

Ellos lo harían mejor que él (Tuck)- Durante ese tiempo el sudor corría por su cara descompuesta. Sentado en la carlinga, con la lluvia tamboreando la cubierta, los ojos desorbitados para adivinar en el negro las débiles luces del último Spit. De repente la voz de Eyles explotó en los auriculares:

-Mi aguja está a cero...Dejadme aterrizar¡

-Calma, Peter, haz exactamente lo que yo te digo. No vale la pena perder la calma¡

Tuck hablaba lentamente, intentando pronunciar claramente. Con su voz clara, impersonal, hablaba casi sin parar, sin la menor variación incluso cuando se dio cuenta de que el suboficial habia calculado mal su su primera aproximación y que llegaba demasiado rápìdo.

-Acelera... Acelera. Entras demasiado largo

Pero Eyles hipnotizado por su aguja, asustado por la idea de que no tendría nunca gasolina suficiente para un segundo intento. Además no respondió inmediatamente a las órdenes de Tuck, dudó, las ruedas rozando ya el suelo, las alas peligrosamente inestables. Había tocado en la mitad del terreno, a medio camino de una muerte terrible. Tuck no elevó nada la voz. Puso simplemente un poco más de autoridad:

-Sargento...Le ordeno acelerar

Aún algunos segundo de incertidumbre y el motor del Spit retomó su canción. El avión remontó hacia la noche. Castañeteando los dientes, temblando de frio, Tuck, Holland y Wright fuera de sus cockpits, mirabanlas luces que daban la vuelta en el cielo, temiendo los primeros signos de dudaque iba a dar el motor antes de pararse, de golpe. Después sería un silecio de muerte... que no duraría mucho... después el ruido del choque en la oscuridad...

Tuck continuaba hablando, cada palabra con el mismo tonno, a la misma velocidad.

-Esta vez, reduce bie. Llévale centrado...déjale caer. Hasta sientas que empieza la pérdida...Un toque de acelerador si sientes que se te escapa. Al pelo... Un poco de gas...Un poco más... Atención...No demasiado... Ahí... Esto va... Justo tenlo en el aire... Ahí... Bien de bajada... Otro toque de acelerador...Aún un pequeño toque para saltar el seto... Atento para cortar... CORTA ¡¡¡

Eyles toco las ruedas en los cinco primeros metros y se paró más corto que todos los otros. En realidad era el que logró el mejor aterrizaje¡

-Bravo Peter, dijo la voz. Y ahora ocupémonos de cenar¡

Hubo que remolcar el Spit de Peter Eyles. No tenía bastante gasolina para los cuatrocientos metros que le separaban del borde de la pista¡

 

 

(Acabo aquí. Es el capº que más me ha gustado. Aun me parece estar viendo el aterrizaje del novato en medio de la noche. Disfruto de verdad traduciendo. Espero lo hayáis pasado bien sobre todo con este último lance. No estoy cansado, pero ya es tarde.)

 

Saludos

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Jenisais... MAESTRO, estamos en deuda contigo. :grin:

 

- Comprendí inmediatamente porqué el 109 podía salir más rapidamente de un picado que el Spit. El palonier estaba colocado más alto que el nuestro en algunos centímetros; el piloto, pues, tenía las piernas casi horizontales. Lo que reducía considerablemente los efectos de la aceleración durante la salida del picado. La sangre no tenía, en esas condiciones, la misma tendencia a retirarse de lo alto del cuerpo. Me acordé que algunas semanas antes, yo había remontado mi palonier unos 12 cms. y que había constatado que el velo negro tardaba más en aparecer.

-Los médicos estuvieron muy interesados e insistieron para que los palonier fueran subidos. Pero un técnico se metió por medio, pretextando que si se hacía así, en pleno virage a izquierda, el pie vendría a encajarse bajo el depósito. Era una tontería, por la buena razón de que en vuelo nunca se llega a apretar el pie a fondo; la presión es demasiado fuerte y te lo impide... Yo tenía argumentos imbatibles y finalmente se me dejó volar con un palonier subido a fondo. Más tarde, el principio fue incluso adoptado en el nuevo modelo de Spitfire.

 

Interesante este comentario. Tal vez eso explique porque Douglas Bader, podia hacer maniobras que otros pilotos no hacian, quizá al no tener piernas, no tenia la posiblidad de que la sangre se le fuera muy abajo. De todos modos debio pasarlas canutas.

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Buenasss

 

(Ya metidos en harina...

Tras el emotivo episodio de anoche, la guerra vuelve, imperiosa e implacable. Solo nos separa de ella un Punto y Aparte. Es decir, Tuck es reclamado por el vendaval de La Batalla de Inglaterra)

 

 

Aquel día (sigue relatando Forrester), fue un hermoso circo. Había Messerschmitts 109, Hurricanes, Spits, 110 y algunos Ju-88. Él no había visto tanto en tan poco cielo¡. Exultaba.

Lejos delante de él, abajo, dos 88 pasaron, muy cerca uno del otro. Abandonó la melée general para seguirlos. Les alcanzó. Les adelantó. Después se dejó caer a ras de las olas, dió media vuelta y les atacó de frente. El de la izquierda se encabritó violentamente cuando encajó una ráfaga. Un verdadero pez volador¡. Luego un ala se inclinó y todo acabó en un remolino de espuma. Se hubiera dicho era el estallido de una carga submarina.

Tuck enderezó rápido, hizo un medio looping seguido de un semi tonel y picó a fondo sobre el segundo. Lentamene, trazadoras venían a él. Bajo este ángulo no las veía como trazos contínuos, sino una a una, como una guinalfda de luces eléctricas. El espectçaculo era de una belleza sorprendente, verlas brillar así cayendo la noche. Primero fuera de alcance, aproximándose, se encontró exactamente en el eje de la puntería del ametrallador de proa, las trazadoras le llegaban en plena cara. Se concentró en tirar y vió con claridad a sus balas que penetraban en la proa acristalada del bombardero.

Bien destacada a contraluz en el sol poniente, la silueta del enemigo permanecía fija en el colimador y crecía con una increíble rapidez mientras que pequeñas chispitas azules brillaban a cada impaacto.

Calmada y majestuosa, como un álbatros gigante, sin desviarse, sin subir ni bajar, esta especie de flecha privada de inteligencia, inexorablemente, científicamente, avanzaba, atraída por su objetivo.

Tuck tuvo de repente la revelación de que este no era como los otros. Este era peligroso. No iba a parar de tirar, no iba a romper el combate, indiferente al plomo que encajaba.

Este iría hasta la muerte. Puede ser estaba ya muerto¡

Estos pensamientos le vinieron a la mente en dos o tres segundos lo más. Pero todo era tan simple, todo estaba tan bien reglado¡ Había llegado el momento de no moverse más a fin de registrar todo eso en su memoria.

La silueta llenaba ahora todo el horizonte. Apretó los dientes y continuó a tirar hasta el último momento... e incluso más allá. Cuando se dió cuenta que iban a chocar, cada uno esperando que el otro cesaría en su bluff, que ellos no podían ya evitar la colisión final¡

Fue un reflejo simple, un reflejo de animal que ordena una maniobra. Palanca al vientre y pié a fondo. El Spit partió en virae tropezando con el ala derecha del bombardero. Una cuestión de centímetros. Una cuestión de centésimas de segundo. En este viraje subiendo, fué, para su adversario, el blanco ideal. Recibió varios impactos. En todos los indicadores, las agujas bailaron. El motor modificó su canción. Un canto de agonía.

"Con lo que me quedaba de velocidad (dijo Tuck)intenté subir a los quinientos metros. No estaba más que a veinte kilómetros, pero tenía la certeza de que no llegaría a la costa. No llegaba a entender por qué el motorno me abandonaba de una vez. En realidad, seguía rechinando. Yo no llegaba y él (el motor)estaba agradecido de cada segundo suplementario del que me hacía regalo.

"Mientras que me apresuraba hacia la costa, vi al Ju-88 que, a ras de las olas, emprendía ruta hacia su costa amiga. Una gran humareda negra le acompañaba. Dejaba un reguero de aceite en el agua. Yo tenía el consuelo de decirme que no tenía más tampoco más suerte que yo".

 

Es así que se despidieron uno del otro, tras haberse afrontado con sus cañones y sus voluntades.

Aquellos momentos no los olvidarían los pilotos aunque vivieran cien años. Dos hombres que no se conocían y que, ciertamente, no se encontrarían nunca. Sin embargo, si debían verdaderamente sobrevivir, lejos el uno del otro, iban a llegar a ser como hermanos, cada uno de ellos repetando, admirando, celebrando la memoria del otro, como solo dos verdaderos amigos podían hacerlo.

No era el momento, claro está, de dejarse llevat por el sentimiento. Era el momento, para Tuck, de decirse que gracias a que el Ju-88 estaba en el mismo estado que él y de desear a su enemigo de desaparecer en el mar, lo que - seámos lógicos¡ - ocurrió sin duda.

Ahora, tras un montón de añosen su granja de Kent, se pregunta todavía si el alemán pudo llegar a la orilla o amerizar sin daño, si el piloto vive todavía, cuál es su nombre, cuáles son sus costumbres, dónde está su casa, si bebe cerveza y si él se pregunta, por su parte, lo que ha sido de Tuck...

En cualquier caso el motor giraba todavía. El parabrisas estaba negro de aciete. Las temperaturas habían spbrepasado todos lo límites permitidos y las presiones estaban todas casi a cero. Pero aquello aguantaba. Aquello volaba, como por costumbre. Cada vuelta de la hélice era una alegría inesperada. Este motor hubiera debido griparse ya hace tiempo¡

 

"Yo sabíaque esto no pidía durar y tomé la decisión de saltar em La Mancha. No era una perspectiva acogedora. Incluso tras mi colisión de antes de la guerra, yo tenía prevención en contra del paracaídas. Pero la alternativo estaba clara: o intentar posarme en el agua, y la reputación del Spit en estos casos era digamos, que no estabamuy dotado. Generalmente iba directamente al fondo. O eso o saltar en paracaídas. Lo que me pareció mal menor. Por eso abrí mi cúpula, me desaté de las ataduras y desenchufé todos mis contactos, salvo la radio.

Esto iba de mal en peor. El cockpit lleno de vapores de gasolina, un fuert olor a caucho quemado y a metal al rojo ivo, me hicieron vomitar. Empecé a considerar la explosión. Pero yo no veía llamas. Y a pesar de todo, volba todavía. Y mientras bendecía a los ingenieros que habían diseñado esta mecánica, pasé por encima de Beachy Head.

Empecé incluso a preguntarme si no llegaría a mi terreno. Fue entonces cuando una llama empezó a lamerme el pié, acompañado de un ruido inquietante como de soldadora. ´Esta vez me desembaracé del enchufe de la radio y me hicé para saltar, cuando hubo un gran boum¡ Un silbido y un chorro de aceite negro me alcanzó en plena cara. Afortunadamente tenía aún las gafas. Recibí en toda la boca y la naríz. Fuí arrojado a mi asiento, sofocándome y escupiendo. Me llevó tiempo quitarme toda aquella suciedad y limpiarme las gafas. Mientras tanto, había prdido al menos trescientos metros. Si no me daba prisa. mi paracaídas sería inutil.

No fue el método clásico para abandonar un avión en vuelo: me contenté con agarrarrme a un borde con las manos, hizarme y y tirarme de cabeza. Tan pronto como mis pies abandonaron el aparato, tiré con todas mis fuerzas de la empuñadura de apertura. Me pareció que fue instantáneo. El aceite se había extendido por todas las gafasy no veía nada. Me las quité. Estaba tratando de limpiarme los ojos cuando toqué el suelo"

 

Fué una mala caída (dice Larry Forrester). Se torció la pierna y fué arrastrado por el viento. El Spit en fuego cayó a unos centenares de metros de allá. Tuck fué recuperado por el dueño de la propiedad que llamó a su médico. Se le preparó una cena y una cama. Pero apenas acabó de vomitar se precipitó al teléfono para prevenir a su unidad. Como estaba de pié, estimó que esa era razón para rehusar acostarse. Aceptó tomar un baño y dejó la bañera de su anfitrión en un estado lamentable. A pesar de las protestas del médico, reclamó un bastón y bajó a tomar el té con toda la famila reunida.

Después cayó como una masa. Se le subió. Durmió tres horas. Al despertarse, su pierna iba mejor. El hijo del dueño le llevó en coche a Biggin Hill donde encontró un Spit de reserva disponible.

En Biggin Hill todo lo que se le pudo ofrecer fué una habitación en el hospital. El cliente de la habitación vecina era el piloto de un Ju-88 abatido cerca del aerodromo. Era joven y parecía encontrarse bastante mal. Greñas rubias como el trigo, color rosado de cara y grandes ojos azules. Tenía quemaduras en manos y brazos, una costilla rota y un corte en la cabeza. Estaba aún en estado de shock. Parecía un niño perdido.

Tuck le eofreció un cigarrillo. Vieron enseguida que podía mantener una conversción con un poco de inglés y un poco de alemán. Y llegó la pregunta embarazosa.-¿Cuántas victorias tiene, mi Comandante?

Tuck no le gustaba eso. Era la pregunta temida. Eso le parecía indecente. Su voz surgió cortante.

-Se me atribuyen once.

Con toda intención no contaba las que acaba de lograr ese mismo día, y varias otras de las que no estaba seguro que le serían homologadas. Enseguida cambió la conversación sobre cuestiones de su oficio, sobre su vocación.

Tuck salió del hospital al día siguientey no volvió a ver nunca al joven alemán. Algunos días más tarde se dió cuenta de que no le había preguntado ni siquiera su nombre, y lo lamentó sinceramente.

 

 

(Aprovecho la oportunidad de un Point à la ligne (Punto y aparte, temático) para dejarlo aquí. La lucha sigue, y Tuck fué pieza importante en su desarrollo. Así que sigue el interés. Es lo que espero de vuestra parte.)

 

Saludos

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Decidió, contra el reglamento, abandonador el órden cerrado habitual. Los Spits estaban a 50 o 60 metros los unos de los otros. Ocho pares de ojos para vigilar el cielo valen mejor que uno.

-Abrid bien los ojos y estad callados¡ Ni una palabra si no tenéis nada esencial a decir. Si tenéis que hablar, dad la fuerza, la dirección y la altitud con precisión. Prohibido contarnos su vida.

 

Pa' los pilotos noveles del IL2: véis como lo que os decimos una y otra vez los experten sobre las comms y la radio no nos lo inventamos :lol:

 

 

Jenisais... MAESTRO, estamos en deuda contigo. :grin:

 

- Comprendí inmediatamente porqué el 109 podía salir más rapidamente de un picado que el Spit. El palonier estaba colocado más alto que el nuestro en algunos centímetros; el piloto, pues, tenía las piernas casi horizontales. Lo que reducía considerablemente los efectos de la aceleración durante la salida del picado. La sangre no tenía, en esas condiciones, la misma tendencia a retirarse de lo alto del cuerpo. Me acordé que algunas semanas antes, yo había remontado mi palonier unos 12 cms. y que había constatado que el velo negro tardaba más en aparecer.

-Los médicos estuvieron muy interesados e insistieron para que los palonier fueran subidos. Pero un técnico se metió por medio, pretextando que si se hacía así, en pleno virage a izquierda, el pie vendría a encajarse bajo el depósito. Era una tontería, por la buena razón de que en vuelo nunca se llega a apretar el pie a fondo; la presión es demasiado fuerte y te lo impide... Yo tenía argumentos imbatibles y finalmente se me dejó volar con un palonier subido a fondo. Más tarde, el principio fue incluso adoptado en el nuevo modelo de Spitfire.

 

Interesante este comentario. Tal vez eso explique porque Douglas Bader, podia hacer maniobras que otros pilotos no hacian, quizá al no tener piernas, no tenia la posiblidad de que la sangre se le fuera muy abajo. De todos modos debio pasarlas canutas.

 

Yo me he leído el libro de la biografía de Douglas Bader: Piloto sin piernas de Paul Brickhill. En el se comenta precisamente eso, que el resto de pilotos de la RAF con los que volaba, alegaban que él tenía ventaja, ya que al no tener las extremidades inferiores la sangre no se le agolpaba en las piernas en los virajes de G's positivas, con lo que entraba en blackout mucho más tarde que el resto de pilotos, con lo que realizaba maniobras imposibles para el resto de pilotos.

 

Creo que hay otra anécdota muy curiosa y divertida de Douglas Bader. Bader a lo que le tenía pánico es a tener que saltar o amerizar sobre el canal, ya que con sus dos prótesis, las de entonces no tienen nada que ver con las de ahora, se iría al fondo del mar a hacer compañia a los peces. Esto le inquietaba y le producía verdadero pavor, así que se le ocurrió llenar por completo ambas prótesis con pelotas de ping pong, ya que en caso de acabar en el agua, la flotabilidad de las piernas ortopédicas debida a la introducción de las pelotas de ping pong subiría enormemente.

 

Así tenemos a nuestro héroe, con dos piernas artificiales rellenas de pelotas de ping pong, montado en su spitfire realizando una CAP sobre el cielo del canal de la Mancha. Bader comienza a subir para ganar altura, y a una altura considerable estabiliza el vuelo. Empieza a otear el cielo cuando una serie de detonaciones le sobresaltan, esta siendo atacado. Empieza a realizar maniobras evasivas mientras gira el cuello frenéticamente a un lado y a otro. Se maldice por este despiste, ¿como puede ser que un boche le haya cogido las seis sin que se haya dado cuenta?. Pasan los segundos y no consigue ver a ningún kraut a su espalda, mientras no deja de girar y retorcer el avión en el aire.

 

De repente se da cuenta que las explosiones son dentro de la cabina, concretamente a la altura de sus piernas, y se da cuenta que las pelotas de ping pong están estallando todas debido a la presión atmosférica (en esos primeros modelos de Spitfire, las cabinas no estaban presurizadas).

 

Me parece uno de los relatos más originales de los que he leído sobre un piloto de combate de la WWII.

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Buenasss

 

(Hoy empiezo un poco antes: Quiero que me encuentren dormido los RR MM. Así que apuraré el tiempo.

Estoy empezando a coger el gustillo a este libro. Sigo dándole vueltas en la cabeza al episodio del principio del capº 9 La Cruz de Hierro, concretamente el aterrizaje nocturno. Cómo logró el novato Peter Eyles hacer una toma perfecta; y sobre todo cómo Tuck, tras la sobria pero calurosa acogida al novicio, quitó dramatismo a la cosa, zanjando el asunto con un "Y ahora ocupémnos de cenar". Ése carácter del As...

Seguimos pues, tras un Punto y Aparte significativo.)

 

 

Una semana exactamente después de esta aventura, tuvo otra vez un golpe duro. Y otra vez tuvo suerte.

Acompañado de Holland y de Mottram, salió para identificar un avion no identificado por encima de Swansea. Descubrió grandes rastros de humo sobre los docks de Pemmbroke alcanzados la víspera. Era exactamente como en Dunkeque: una cinta aceitosa que se extendía en filetes sobre una masa de nubes blancas.

Control les había dado un rumbo. Se les había dicho también que un barco de cabotaje había sido atacado por un Dornier 17. Sí que vieron el barco, pero no el avión. Sin embargo, una bomba acababa de ser soltada sobre el agua. El Dornier no estaría forzosamente lejos. Viró sobre el barco y ssubió a través de las nubes. Por encima, calma completa. Tuck dijo a los otros de permanecer por encima de las nubes mientras que él volvía a bajar. Por debajo, nada. Pero otro geiser de agua y espuma se elevaba muy cerca del navío¡

En el espacio de un segundo percibió al Dornier que volvía a las nubes. Acelerón. Le siguió. Llegado al algodón, redijo para no arriesgarse a sobrepasarle. Estaba bastante molesto de haberle perdido.

Más de un minuto. Nada

Y el Spit se puso a dar saltos de cabra. Una serie de pequeños ruídos como amortiguados. ¡Había sido tocado¡

¡Lo que faltaba¡ Había sido engañado. ¿El artillero de popa tenía pues Rayos X en lugar de ojos? Nada que hacer apra evitar su tiro.Los pequeños ruidos mates se multiplicaban. Los saltos de cabra también... ¡Si solamente pudiera verle¡ El ala izquierda se puso a vibrar. Vió allí dos agujeros. Virando a la derecha por fin le vió. ¡Estaban volando en grupo, uno debajo del otro¡ Cortando gases, se abalanzó sobre el alemán sin preocuparse del ametrallador que tiraba tan bien. Abriendo el acelerador, su puso sobre él. A cincuenta metros, tiró una larga ráfaga. Después se elevóy se colocó en buena posición para tirarle desde arriba, un poco de costado, de izquierda a derecha, en toda su longitud. Literalmente le cortó en dos. Pero él llegaba al límite de pérdida de velocidad y rompió contacto.

El motor del caza había recibido lo suyo. Recuperando su línea de vuelo, pudo ver, en el cielo claro, al Dornier que caía verticalmente hasta el mar para aplastarse a algunos metros del barco.

Tuck calculó que no podría llegar a la costa y se resignaba a saltar otra vez, cuando el motor revivió un poco. Después de todo, la costa no estaba tan lejos¡... El motor se paró. Nuevo cálculo. Nueva decisión. Llegaría a la costa en vuelo planeado y se posaría sobre la panza,

Mantuvo su velocidad a un pelo de la pérdida, intentó permanecer calmado, centrado en su maniobra, presto a adivinar la menor intención del avión. Se dijo una vez más: "Ayudate y el cielo te ayudará".

 

(A pesar de empezar el capº 10 El piloto y la guerra, era solo un mero punto y seguido)

 

Y lo logró. El aterrizaje fue bastante violento. Se le encontró hecho un ovillo bajo el tablero de a bordo. En el hospital, donde se le curó durante dos días con un tratamiento sedante, sufrió dificultades inquietantes de visión e incluso perdió la memoria momentáneamente. Shock post-accidental, se dijo.

Otro shock le esperaba a su salida. supo que acababa de ser trasladado del 92 al 257. Y el 257 era un squadron equipado con ¡Hurricanes¡.

 

El 2 de julio (de 1940), Hitler decidió lanzar la Operación León Marino. Solo quedaba fijar la fecha.

Bien que la Luftwaffe haya proclamado que el Fighter Command estaba "practicamente destruído", Spistfires y Hurricanes conservaban el cielo. Goering fué forzado a reconocer que había exagerado un poco. La oproducción de aviones de cazaacababa de ser intensificada hasta tal punto que el único problemaera el de la formación de nuevos pilotos. Sobre 26 no había más que 16 que estaban operacionales. Unidades enteras habían sufrido pérdidas irreparables. Por fortuna los Servicios de Información alemanes no lo supieron nunca, si no el fín hubiera estado próximo.

Una conferencia del alto Estado Mayor alemán del 17 setiembre fue capital para los ingleses. Se estudió los dos últimos combates aéreos del 15. Mil salidas para la Luftwaffe, 56 bajas. En general, el objetivo designado (el centro de Londres) no había sido alcanzado. Se sacó la conclusión que la RAF tenía todavía una reserva importante de aviones. ¡Pero a nadie se le ocurrió que no había tal vez hombres para pilotarlos¡

El Almirante Raeder no confiaba en la Luftwaffe para la protección de la travesía y sugería esperar a octubre.

¿Sabremos algún día lo que fueron los ebates, ciertamente apasionados de esta cobferencia? Se conoce ahora (circa 1950)la relación oficial: "La aviación enemiga no está todavía completamente neutralizada. Al contrario dá pruebas de una actividad que crece cada día. La decisión será suspendida hasta octubre".

 

La táctica cambió,. Los alemanes comenzaron sus bombardeosde masivos solamente de noche. Por el día, no se vió más que cazas, en gran número, que se sucedían por oleadas de veinte o treinyta, entre ocho y diez mil metros. Algunos, menos numerosos, tras haber puesto bajo sus alas pequeñas bombas, llegaban a ras de las olas, esperando así escapar a la vigilancia e nuestros radares. De nuestra parte, esta nueva fórmula, que nos forzó a estar en el aire durante horas, nos permitió constatar que nuestras pérdidas disminuían. Este período, el fin de la Batalla de Inglaterra, debía marcar nuestro esfuezo más intenso.

Te levantabas mucho antes de amanecer, sentado y atado en tu avión desde las primeras luces del día, que, como el enemigo, venía del este. Cuando el sol se apagaba, tu estabas aún en el aire¡

-Scramble (Despegue inmediato) - Climb (Subida) - Vector (Rumbo a seguir) - Buster (A toda velocidad)

Tu existencia era una acción contínua, un peligro permanente que te hacía respitar más aprisa, actuar más aprisa, vivir más aprisa¡ Y volábamos conla muerte durante todo el día.

Raramente tenías la ocasión de saborerar una o dos horas de silencio. Escuchabas el viento frío soplar sobre el terreno, trayendo olores de flores o de miel que se mezclaban a las del aceite, el caucho, la gasolina. Entonces te tumbabas en la hierba y dormías un poco la cabeza apoyada sobre algún paracaídas, acurrucado sobre tí mismo, como un árabe en un hueco de la arena, en pleno desierto...

No tenías demasiado tiempo para dedicarlo a los recién llegados que llegaban de las escuelas de vuelo, pronto sorprendidos de verse trasformados en matadores o en presa. No tenías demasiado tiempo para pensar en tu casa, para escribir a la familia. Te dejabas sumergir por la rutina diaria. Y por encima de todo, permanecías ferozmente insensible, para mostrar que tú no tenías miedo.

Cada día que pasaba, te encontrabas en el aire más fatigado que el día anterior, y volvías, al caer la noche, demasiado preocupado para poder verdaderamente reposar. Mucho tiempoo después de aterrizar, el ruído del motorte ronroneaba aún en los oídos. Mientras cantaba en voz alta y bebías de más, con grandes risas y grandes exclamaciones y te encontrabas en el mess, un poco borracho con los compañeros. Al final te retirabas a tu celda de monje y te acostabas, fatigado, vacío, doliéndote todos los músculos y los huesos, la cabeza pesada. Y no llegabas ni a encontrar el sueño a causa de ese silencio extrañoal que no estabas acostumbrado. Estabas simplemente tendido en la oscuridad y es entonces cuando los nervios se tomaban su revancha y se ponían a sacudir su envoltura de carne agotada. Te llegaba el momento de poner en órden tus pensamientos y hacías balance...

Cada día, un camarada que tu querías tenía un golpe duro, y un tipo que considerabas como mejor piloto que tú, no volvía. Y entonces pensabas que pronto sería tu turno. Era como un nudo que se iba apretando lentamente alrededor de tu cuello. Era una cuestión de días. No eras más que un número que seria borrado mañana del tablero de operaciones. Mañana, pasado mañana¡

Tras cada enfrentamieno, los pilotos de la Batalla de Inglaterrase reunían en la calma y la dulzura de la campiña.Penetraban entonces en los viejos albergues (...) Estaban a millas y millas del enemigo más próximo, como civiles . Por la tarde formaban parte de un mundo casi normal. Pero de día, pertenecían a un mundo aparte, un mundo salvajeque era el suyo, sin cesar en lucha contra sus nervios y contra su espíritu. Y cada mañana el paso de uno al otro de esos mundos era más penoso.

Tales circustancias no están hechas para desarrollar las cualidades de dignidad y de control de sí mismo. Tras haber sobrevivido un día más, se lanzaban con frenesí en sus placeres, con la precipitación de los animales, con la misma pasión que habían aportado en el cumplimiento de su misión. Habían adquirido una sólida reputación sobre las jóvenes que frecuentaban los bares y los hoteles alrededor de los terrenos de aviación, estas chicas de grandes ojos prometedores, de sonrisas insinuantes. Ellas obedecían sin duda a un sentimiento maternal, a un cierto masoquismo que las empujaba, temerosas y exaltadas, a entregarse a ellos, como las mujeres atraídas desde siempre por los condenados¡

Las mujeres les encontraban ardientes, violentos pero inexpertos. Había bebido demasiado para hacer bien el amor. A ellos les gustaba demasiado permanecer entre ellos, alborotar tontamenehasta el cierre de los bares. Les horrorizaba demasiado la soledad, incluso con una mujer. Todo el día se lo pasaban en el tumulto y el ruido de un cielo hostil. Habían olvidado el silencio. El silencio que había llegado a ser su enemigo. Eran demasiado guerreros en la guerra para poder estar en paz en la paz.

Incluso cuando habían bebido, no se replegaban nunca sobre ellos mismos. Permanecían unidos estrechamente los unos a los otros. No eran más que una colectividad. Pero, en esta colectividad su compenetración era maravillosa. De una extraña vitalidad, de una exuberancia llamativa, de una prodigalidad despreocupada, no se perjudicaban, pues no bebían sino solo cerveza, y el gran aire que les golpeaba la cara en las mañanas frías de las salidas para el cielo, enseguida les hacia volver a la realidad.

Cada squadron era una tribu con su jefe, sus costumbres, sus canciones, su ritual y su totem. Fuera de servicio, era la misma cosa: seguían a Tuck igual que le seguían en el cielo.

Para conservar su prestigio, para obtener de sus pilotos una cohesión perfecta, Tuck había decidido que él debía volas más que nadie, tomar más riesgos; reir más, beber más. Las ojeras, era la única consecuencia. Tuck se decía que venida la paz se pondría al día y que entonces dormiría. Pero ahora no, no en este tumulto¡. No se podía consagrarse más enteramente que él a su oficio. Lo hacía con frenesí, al límite de la resistencia.

 

 

 

(Esta definición de lo que eran los pilotos de la Batalla de Inglaterra, no viene en los libros al uso sobre la Batalla de Inglaterra. Larry Forrester, por su edad, vivió esos días de agosto/setiembre del 40. Y en contacto con los pilotos de la RAF, por lo arriba escrito.

Paro aquí la traducción para hacer un corte neto. Lo que sigue, mañana, es la vuelta a contar el día a día del escuadrón, nuevo esta vez. Acabado el relato subjetivo, empieza lo objetivo y real. Ambos campos relatados con vigor y mucho conocimiento. ¿No?)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Volvamos a la realidad diaria. Tuck ha sido cambiado (muté, se dice en francés - parecido al castellano mutar=cambiar) de Sqn. Veremos lo que le espera. Forrester lo narra, como siempre, con minuciosidad.)

 

 

Sin embargo su primer contacto con el 257 no fue de lo más alentador. Al llegar, constató que allí no existía ningún "esprit de corps" (Término muy utilizado en el lenguaje militar, se refiere al orgullo de pertenecer a una comunidad concreta -en este caso castrense. Tal vez tenga que ver con el Corporativismo, pero en Unidad Militar. N del T). Era necesario reconducir aquello. Estaban en particular dos sargentos que no le parecieron estar a la altura de la situación. Decidió ocuparse de ello muy especialmente para lograr que se comprometieran.

Un día que lideraba dos Sqns. al ataque de una cuarentena de Messerschmitt 109 por encima del estuario del Támesis, se encontró en buena posición para dar la primera pasada con su sección de cuatro. Mientras picaba sobre el enemigo, se dió cuenta que uno de sus aleros rompía, seguido de un segundo.

¡Los dos sargentos le habían abandonado¡

Inutil de llamarles en este momento preciso. Debía olvidarles y no pensar más que en la batalla.

Llamó al tercero:

-Carl, júntate un poco y cúbreme.

Ambos se arrojaron al montón. Había ya derribado uno y cuando se revolvía hacia otro oyó: "Detrás. A la derecha"¡ El atacante le había sorprendido. Su retrovisor saltó en pedazos. El viento se coló en la cabina trasformada en un colador. Se apartó bruscamente. El motor aguantaba. Se desembarazó de su perseguidor. El montón de alemanes se dispersó. En todos los sentidos, de dos en dos, de tres en tres, grupos picaban, se refugiaban a nivel del mar, acosados por los Hurricanes. No merecía la pena perseguirles.

-"Y ahora, ocupémonos de esos jodidos sargentos"

Ellos esperaban en la pista, pálidos y derrotados. Tuck descendió de su avión todo agujereado y marchó lentamente hacia ellos. Dos o tres pilotos y casi todo el personal de suelo le seguían con la mirada. Era presa de una rabia inmensa. Sus ojos no habían sido nunca tan duros. Se paró a unos metros de ellos, se paró, resopló.

Inmovil, contraído, la respiración bloqueada, con una lentitud terrorífica, comenzó un gesto. Tenía ahora su revolver en la mano.

Dos pasos rápidos adelante. El arma levantada hacia ellos. Su cara más aguda que nunca, la cicatríz de su mejilla derecha parecía destacarse todavía más sobre su palidez. Empezó a hablar, lentamente, pesando sus palabras, articulando con cuidado:

-En tiempo de guerra, la deserción es peor que el asesinaato. Y a veces es también un asesinato. Hoy casi ha ocurrido¡. Los dos habéis perdido el valor lamentablemente. Habéis abandonado a vuestros camaradas.

La mano que sujetaba el revólver se levantó aún más. Los sargentos estaban como helados.

-Merecéis simplemente ser disparados. Una bala cada uno. Es todo lo que valéis.

El sargento-jefe Tyrer se aproximó a Tuck para interponerse. No tocó el arma; solamente colocó su palma abierta delante del cañón. Su actitud era digna.

_Se lo pido, mi comandante...

Su voz calma y respetuosa tenía el tono exacto que hubiera empleado para decir: "A sus órdenes, mi comandante". Tuck bajó su arma, respiró profundamente. Metió el revólver en su funda. Se aproximó al sargento que había huído el primero:

-¿Tiene algo qué decir?

El joven temblaba de arriba abajo. No lograba encontrar palabras. Farfulló una historia sobre caída de presión del aceite a cero justo en el momento del ataque. Se sentía tan ridículo que se calló en mitad de una frase, bajó la cabeza, miró al suelo, completamente perdido.

-Sargento Tyrer, póngame a este hombre bajo arresto mayor.

Se volvió hacia el otro, aún más joven que el anterior, diecinueve años tal vez, con cara de niño, cabellos rubios en bucles... La desolación más sincera se leía en sus ojos, pero seguía en posición de firmes y su voz fue neta y clara:

-Ninguna excusa, mi comandante.

-¿Vd. abandonó la formación deliberadamente?

-Sí, mi comandante.

-¿Por qué?

- Tuve miedo, mi comandante.

-¿Antes incluso de haber disparado una ráfaga?

-Lo siento, mi comandante. Era demasiado para mí. No he podido.

Tuck se dió cuenta de que este muchacho, antes de sucumbir, había luchado contra su miedo. Fué seguramente el (mal) ejemplo del otro el que le había arrastrado.

-Vaya a su alojamiento y permanezca allí. Queda Vd. bajo arresto simple. Le veré más tarde.

El sargento saludó, dió media vuelta. Tuck encendió un cigarrillo, los ojos perdidos a lo lejos. Giró sobre sus talones y se dirigió rápidamente hacia la sala de Operaciones. Los pilotos le siguieron hablando en voz baja.

El primero de los dos sargentos fue traducido ante un consejo de guerra y degradado. Tuck se le volvió a encontrar un día en otro Sqn.; no había conservado más que su insignia de piloto y barría las escaleras de la torre de control.

Tuck, hizo llamar al otro le habló largamente. Como había sido honesto, le dejó a su suerte. Pagó largamente y pronto volvió a ser un piloto con el que se podía contar. Ganó incluso sus galones de oficial.

Este fué el último incidente en el 257.

Aunque también ocurrió el asunto de los polacos...

Este, en verdad, era otra cosa¡ Cuatro pilotos polacos habían sido destinados al 257. Mientras que el Sqn. se mostraba cada vez más resuelto por el ejemplo de Tuck, los polacos se revelaban cada vez más feroces en su ardor de matar boches. Hata tal punto que olvidaban en el aire obedecer las órdenes del líder¡ Un día, por ejemplo, persiguieron tan lejos a un grupo de Me-109 sobre el Mar del Norte, que apenas tuvieron bastante gasolina para volver y debieron posarse en la campiña.

Tuck les quería. Desde el principio, se habían simpatizado. Para gran sorpresa de estos polacos, el conocimiento de Tuck del idioma ruso le permitía comprender facilmente y sostener una conversación. En efecto, entre el polcao y el ruso hasy la misma diferencia que el inglés de Londres y el de los escoceses. Y las palabrotas son las mismas.¡ Cuando les oía comenzar a excitarse mútuamente en el aire, Tuck les reprendía con acento ucraniano y lograba generalmente calmarlos.

Un día que uno de ellos había estado imposible durante una misión, Tuck le interpeló por la noche en el mess:

-Sabes que esto está empezando a hartarme? con vuestras historias de familia? Hoy os habeís pasado toda la misión envueltos en vuestra guerra personal. Sí, sí, que os he oído... Además solo se os oía a vosotros¡No se puede trabajar en estas condiciones. Te voy a bajar del avion por 24 horas. Mañana no vuelas¡

El polaco a lo primero creía que era broma. Pronto comprobó que no. Se desinfló, rogó, presentó excusas, promesas. Tuck permaneció inflexible. Al día siguiente el polaco se presentó con traje de vuelo. Tuck hizo como que no le veía y el sqn. despegó sin él. Segun los testimonios lloraba a lágrima viva.

Tras dos o tres aplicaciones de este tratamiento, "Aviación Polaca" se volvió más maleable y se amalgamó completamente al equipo.

 

El 4 de octubre (1940), Tuck logró en colaboración con un controlador aéreo, un éxito remarcable. Hacía un tiempo como para no despegar ni un avión. Pero una ocasión se presentó. Vino bajo la forma de un mensaje de la sala de Ops. Un "bandido" se aproximaba al terreno. Había hecho el Tour de Inglaterra sin que se le hubiera podido abatir y tomaba el camino de regreso. Tuck se decidió y despegó. Solo. El bandido iba a pasar sobre su vertical. Tuck seguía escrupulosamente las indicaciones del controlador. Oyó:

-Le tiene en el eje. ¡Abre bien los ojos¡.

Exacto. Delante de él justamente, un Ju-88. Pero el alemán debía tener también buenos ojos. Habría seguramente sorprendido la sombra de Tuck sobre las nubes. Comenzó un picado inmediato. Tuck se dijo que había fallado y que no tenía posiblidades de re-encontrarle. Oyó entonces un ruído espantoso. El Ju acaba de explotar¡ Llamó a control:

-Le dí. Cae en llamas

-Eso, buen trabajo, allá arriba¡

-Eso, buen trabajo, allá abajo, respondió él.

Todo había durado-desde la llamada telefónica hasta la ráfaga - menos de cinco minutos.

 

Un día, Tuck tuvo la fantasía de ir a rendir visita a su antiguo grupo, el 92. Llegó justo en el momento de una alerta.

-Os puedo acompañar?

-Claro que sí, pero no con esa antigualla¡ Toma un Spit de reserva, le respondió Kingcome.

En tan poco tiempo, casi todas las caras habían cambiado. No veía más que rostros desconocidos. Brysson, Edwards, Peter Eyles qué había sido de ellos, viejos compañeros? ¿Y Howard Hill? Ese había tenido un fin trágico.

Alcanzado sobre las costas de Francia, Howard Hill había podido llegar a Inglaterra, pero su radio debía haber sido alcanzada, pues no respondió mas a ninguna llamada. Pasó por encima de Biggin Hill, pero en lugar de empezar a descender, sin escuchar las órdenes de control, continuó directo hacia el oeste, y desapareció. Durante un mes no se pudo llegar a encontrar su rastro hasta un día en el que un piloto de un Anson de entrenamiento divisó unos restos en un bosque a cinco o seis kms. solamente del terreno. Un equipo de socoro fue enviado al sitio y encontró el Spit colgado sobre los árboles, a cerca de 15 metros.

Trajeron una escalera. Hill estaba allí, en su puesto. Un olor nauseabundo se desprendía. Después de 30 días, el cuerpo había estado expuesto al sol y la vidriera se había comportado como una estufa/invernadero. Los primeros que le vieron creyeron que había sido reducido a cenizas por los rayos del sol. Bajo los cristales, no se distinguía más que un espantoso montón negruzco. Mirando más de cerca, se dieron cuenta que el cadaver esta recubierto de una masa que se movía. Moscas e insectos por millares habían entrado por la abertura que una bala había hecho en el parabrisas. En realidad, fue establecido que el piloto había muerto de una bala en el cráneo. Muerto en el acto, no había sufrido. Y su avión se habia arrastrado, él solo hacia el oeste, como si hubiera querido volver al hangar. ¡Había hecho incluso un aterrizaje muy correcto sobre la cima de los árboles¡

 

 

(Acaba aquí el capº 10. El siguiente promete; no en vano tiene como título: Londres. Nombre que significaba mucho, sobre todo en aquellas fechas: otoño 1940)

 

 

Saludos

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Buenasss

 

(He mirado al calendario y el lunes...ni quiero pensarlo. Tan mosca estoy, que empiezo a esta hora intempestiva.)

 

 

Capº 11 Londres

 

La noche estaba calmada, fría, silenciosa.

Volaba por encima de Londres, en ruta hacia Northholt. Lejos, en dirección de los barrios del sur, vió un proyector, uno solo, que buscaba en el cielo. Era como una gran columna luminosa. Y pensó en el invierno que se aproximaba, en las largas noches sin estrellas que estarían llenas del ronroroneo siniestro de los bombarderos enemigos. En las explosiones , en el silbido lúgubre y en el crepitar de las bombas incendiarias que hundían techos y paredes. Meses y meses de destrucción y de muerte, escombros que se amontonan, penurias, cantidad de mujeres y niños que dormirían en abrigos húmedos y desolados, que se refugiarían en el metro, como bestias bajo tierra...

Estas miserias iban a venir, era inevitable. Porque estas eran las verdaderas miserias de esta guerra.

Pensó en las desgracias que se habían abatido sobre Polonia, Francia, Holanda. No en las batallas ni en los bombardeos, no en los muertos, prisioneros o mutilados. No, incluso, en los campos de concentración. No pensaba más que en estas criaturas sin casa, sin pan, los refugiados. Veía estas procesiones en harapos que se arrastraban penosamente a lo largos de las carreteras de Europa y que se dirigían...a ninguna parte¡ Eran las verdaderas víctimas. Allí estaba el verdadero precio de la guerra...

Nunca le había gustado mucho el invierno., y sin duda la proximidad de éste contribuía a dar a sus pensamientos un giro tan severo. Pero no exageraba: en algunas semanas, los refugiados iban a abandonar Londres. Tuvo de repente ante sus ojos esta imágen que había visto en un noticiario americano: Varsovia. Un viejo y un niño escarbando en los escombros para encontrar qué comer...

Este verano, el asalto alemán había sido rechazado. La RAF había ganado la batalla de día. Pero, de noche, la guerra de los bombarderos iba a ser infinitamente más dificil, incluso con su nuevo material. Y nunca se podría pararles a todos. ¿Cuántos de entre ellos llegarían a sus objetivos?.

Inclinó su avión. Se encontraaba encima del centro de Londres. Londres, a menos de una hora de sus bases de partida... ¿Cuántos habitantes muertos, cuántos inmuebles destruídos, cuántos monumentos en llamas? ¿Cuál sería el balance de las semanas a llegar?

¡Londres... el blanco más grande de Europa¡

 

Acababa de abatir un avión italiano, y le llevaron junto con su patrulla. Tuck que se había estudiado a fondo su "Album de Reconocimiento" no se contentó con aprenderse los tipos de avión alemanes. También identiificó enseguida aquel: Era un BR-20.

Personas que se encontraban allí y dos policías habían rescatado ya a la tripulación. Tres italianos heridos de gravedad. Uno de ellos tenía el brazo completamente dislocado y sangraba abundantemente.

-¿Entonces? ¿A qué esperan? dijo Cowboy a uno de los agentes. -Hágale rápido un torniquete¡

El policia pareció sorprendido. ¡Ni lo había pensado¡ Se puso al trabajo. El italiano se retorcía de dolor. Viendo nuestros uniformes, murmuró: "pilota", y cayó redondo.

Cowboy se abrió paso hasta el avión. Vió una puerta inmensa. Hubiera cabido un camión. Pisó sobre algo que le pareció ser un par de botas viejas. Esta blando. Hubo como un ruído de vómito.. Saltó hacia atrás, como un gato, y llamó a los otros. Había un hombre allá abajo.

-Se levanta...El pobre, vive...

-Que no, está muerto. Has debido pisarle el estómago... Los gases, entiendes?

Había cestas en la torreta central, una llena de pasteles, la otra de botellas de chianti. Sería un error dejar que todo esto se perdiera. Llevaron las cestas a su vehículo. Un policía frunció el entrecejo. Tuck avanzó.

-Soy el comandante del Sqn. 257. Nosotros le hemos derribado. Nos llevamos algunos recuerdos. Es una costumbre de la RAF. Si alguien protesta, me le enviáis¡

Volvieron al avión y sacaron también algunos cascos y bayonetas. No comprendieron nunca como se podía encontrar eso dentro de un bombardero¡ Con una de las bayonetas, recortó en la tela del empenaje, una inmensa cruz de Saboya que acabó en el bar del Sqn.

Al día siguiente la prensa habló del asunto y pretendieron que los italianos habían cesado el combate a la primera ráfaga. A Tuck le escoció pues no le gustaba que se desestimara al enemigo, además de que estos al contrario se habían defendido valerosamente, con un material muy inferior. Pero la guinda fué cuando vió que se le citaba personalmente. Salía su foto con el pié que decía: Tuck, el terror de los Macaronis.

Encontró incluso en "The People" un comentario de un tal Arthur Helliwell, con un título de gusto más que dudoso: Chianti-Tuck¡, y declaraciones de este jaez: "Desde hace semanas, sus pilotos y él esperaban esta ocasión¡... Se abalanzaron sobre los Macaronis como furias vengadoras. En un abrir y cerrar de ojos los habían destruído... Los obsoletos aparatos de la Roma antigua¡...Fúé facil, nos dijo Tuck: presa que caía ella sola"¡. Furioso, bien determinado a que se publicara la verdad sobre adversarios desgraciados que se había batido bien, intentó contactar con este Helliwell. Cinco días de perseguirle, le llamó sin parar a la redacción del People o al Club de la Prensa, pero cada vez le contestaban lo mismo...que el periodista acababa de salir...

 

 

Un buen día, una conferencia reunió en Uxbridge a Bader, "Sailor" Malan y a Tuck. Se trataba de saber si era necesario adoptar un nuevo cañon de 20 mm, o conservar las ametralladoras tradicionales.

Bader habló el primero:

-Es preciso naturalmente conservar las ametralladoras. Excelente máquina. Y lo ha probado. Y además todo el mundo la conoce bien. Los pilotos y los armeros...

Tuck tuvo que refrenarse. El aplomo de Bader era tal que se hubiera podido creerque no había ningún problema. Vamos, que era evidente¡ Y Bader se preguntaba incluso para qué se le habia molestado para esto¡

Tuck percibía que estaba siempre en conflicto con Bader. Se hubiera dicho que el destino se divertía oponiéndoles en cada encuentro. Sin embargo, ellos no se detestaban. Tanto, que si la conversación trataba sobre otra cosa que no fuera la aviación las relaciones eran muy corteses. Pero era otra cosa, cada vez que uno tocaba el tema favorito del otro¡ Sí debían de tener después de todo algunas opiniones en común. Pero nunca el azar se les hizo descubrir¡ Eran el uno y el otro apasionados, impacientes, categóricos. ¡En realidad, se parecían demasiado¡

Así Bader estaba a punto de anular la teoría de Tuck acerca del cañón. Bader con sus grandes gestos, su tono agresivo, su superioridad condescendiente y sus ojos siempre en movimiento, siempre brillantes... Tuck mordisqueaba, más que fumaba, un cigarrillo y se retenía para no intervenir. Iba a explotar.

Nadie, sin embargo, había olvidado los resultados obtenidos por Proudman con el cañón. Tuck les había seguido con el más grande interés y había incluso pasado una jornada entera discutiendo sobre ello con el autor. Y se había encontrado el medio de colocar cuatro cañones en las alas¡ Tuck esperaba con impacienciael momento de experimentarlos.

-En resúmen, encadenaba Bader, un cambio presentaría más inconvenientes que ventajas.

Un crujido de cerilla: encendía su pipa. Había acabado.

El general se volvió hacia "Sailor" Malan.

-Su turno, "Sailor".

De normal hablaba poco. Pero hoy, no paraba. Lentamente, exponía su opinión, que era precisamente la de Tuck: ahora que el enemigo había adoptado el blindaje, era necesario el cañón. Cada vez más se hablaba de caza "todo tiempo". Así, un solo obus de 20 mm puede destruir un aparato a ochocientos o novecientos metros, y es en esas condiciones que la caza operará en mal tiempo: desde lejos y en un mínimo de tiempo. Y además, se podría estudiar una carga especial contra los blindajes. Incluso (aquí, una breve approbación de Bader) se podría entonces pensar en los ataques a convoys en el mar o a tropas en el suelo.

Durante la exposición de Malan, Bader pipa en boca, no paraba en su sillón, absolutamente en contra. Ni había considerado en ningun momento que alguien estuviera en contra de su opinión.

-Y tú, Tommy, vuestra opinión?

Tuck dudó. Después de concentrarse un minuto, dijo simplemente:

-Soy de la opinión de "Sailor". De principio a fin. Nada que añadir, solo que si nos dáis cañones, os daremos más victorias¡

Bader había saltado

-¡No¡ Pero creéis en ello verdaderamente los dos? Reflexionad un minuto. Si ni siquiera lo habéis visto¡

Tuck estaba exasperado. Se encontró de pié. Y le salió una avalancha de palabras que ni había preparado y que olvidó de seguido. Durante más de un minuto, Bader y él, de pié, hablaron al mismo tiempo y gesticularon. Luego, el general, con un gesto noble, les paró.

-Se lo ruego, Señores, vuestros gritos no nos ayudan a encontrar una solución.

Se encontraron en sus sillones, cada uno un poco sorprendido de haber llegado tan lejos. Malan miraba a uno y otro reteniendo su risa. Algunas cuestiones todavía, y la sesión fue levantada.

Al subirse a los coches, Tuck se dirigió a Bader:

-He estado un poco fuerte...

-"Hemos" estado un poco fuertes

-Sí, parecía que nos íbamos a matar...

Una buena risa; a continuación:

-¿Hacemos las paces?

-¡Hacemos las paces¡

Se separaron. Pero al entrar en el coche, Bader se volvió:

-¡Pero que sepáis que estáis los dos equivocados¡

Y desapareció.

-Será posible¡, dijo Tuck, ¿Por qué es tan terco?

-¿Por qué? respondió Malan. Si no fuera tan testarudo, estaría muerto¡

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Buenasss

 

(Apurando. Ya falta menos.

Lo dejamos al acabar la trifulca con Bader (Por cierto Eomer, te he despertado así los deseos de leer la biografía de Bader? Es un buen libro. Acabo de comprobar que hay 1 ejemplar al precio de 2,40€... Yo le tengo ése mismo libro, argentino; Emecé Eds. de 1961. 416 pags. 17x11. Ya me dirás lo que te "soplan" por el tuyo...

Sigo con Tuck. Empieza el capº 12, con nuevas tareas para el inglés. Siempre interesantes)

 

 

RHUBARB

 

El informe del coronel fué por lo menos inesperado. Dos Hurricane solamente tomarían parte en esta "experienia de ofensiva" y, a ningun precio, bajo ningún pretexto debería de abrir fuego, a menos de un ataque "aéreo". Ante la lectura de estas órdenes Cowboy no ocultó su descontento, mediante algunas palabrotas bien escogidas. Tuck - oh sorpresa - adoptó una postura filosófica.

-No importa, dijo. Hay una cosa cierta, es que Sholto Douglas está decidido a enviarnos allí lo más a mennudo posible. Y si salimos con bien la primera vez, puedes estar seguro de que lo aprovechará y obtendrá lo que quiere... Y ahora, pon otra cara, o cojo otro para venir conmigo¡

El objetivo era un triángulo de buenas dimensiones en Holanda, con varias bases de la Luftwaffe, algunos nudos ferroviarios y una o dos fábricas. El objeto esencial - estaba subrayado en las órdenes - era de testar la fuerza y eficazia de la defensa alemana. Se pensaba en efecto que el famoso Muro del Atlántico había sido completado con un cordón ininterrumpido de baterías antiaéreas. Concienzudamente, los dos pilotos pasaron la tarde descifrando los mapas de la región y preparando su plan, controlando cada detalle dos veces mejor que una.

Al día siguiente temprano, se aprovecharon de la complicidad de las nubes. Una capa casi contínua de estratos se extendía hacia el nordeste, derivando debilmente con un techo de cien metros.La méteo decía que los stratos se extendían también sobre Holanda. Constituían un excelente escondite, precioso por si les era necesario subir y que no les impediría además dejar de verse uno al otro, a condición de navegar en órden cerrado. Convinieron guardar silencio radio total hasta estar encima de Holanda.

Hubo un montón de gente que les acompañó hasta el despegue. ¡Hacía tanto tiempo que un cazador no se aventuraba tan lejos¡ Fue un instante memorable, cargado de promesas para los cazadores, con la esperanza de ir al otro lado del canal, al llegar la primavera. ¡Era de verdad reconfortante tras estos ocho meses de relativa inacción¡

Habían despegado. Cuando empezaba a reducir gases y calculaba la velocidad prevista en su plan de vuelo, el Hurricane se puso a renquear de manera inquietante, respondiendo apenas a los mandos, en el límite de la pérdida. Tuck dió una rápida ojeada al tablero de a bordo... ¡Nada raro¡ El motor sonaba redondo. ¿Qué es lo que pasaba?

Lanzó una mirada a Cowboy y vió que le daban grandes risas.El canadiense extendió dos dedos, invirtió la mano e hizo el signo de marchar añadiendo una mirada en dirección de la panza del avión de Tuck.

¡El tre¡... En su excitación, y por primera vez en toda su carrera, había olvidado subir el tren de aterrizaje¡. Rojo de vergüenza, subió la manija hasta la situación de "dentro". Las ruedas, pesadamente, entraron en su hueco. El avión entonces, respondió ya normal.

Estaba furioso. Miró fíjamente delante de él durante varios minutos, antes de decidirse a enviar una pobre sonrisa a su amigo.

Los dos Hurricane se infintraron en la neblina. Sobre el Mar del Norte, se dejaron caer hasta altitud practicamente cero, a ras de las grandes olas a fin de evitar el radar. Fué largo. Tenían todo el tiempo del mundo para reflexionar en lo que sería una para de motor en estas condiciones: no haría nada de calor ahi abajo y los barcos de salvamento iban a pasarlas moradas para encontrar un dinghy( pequeño salvavidas individual, N del T) en esta inmensa grisalla. ¡La muerte a la deriva¡... nada más atractivo¡

Tuck hubiera deseado aliviarse cambiando algunas palabras con Cowboy, pero había convenido el silecio.

Tras esta tensión, los quince minutos que pasaron sobre territorio holandés fueron una liberación¡

Vieron cantidad de cazas en el suelo. También cantidad de tropas. Pero apenas les pudieron echar una mirada. Todo lo que rodeaba a los terreenos de aviación y el largo de la costa, econctraron numerosos cañones. Pero solo una pequeña parte de ellos les descubrieron y les dispararon. La mayor parte de los sirvientes estaaba tumbados cerca de las piezas y les hicieron signos amistosos cuando pasaron por encima. No porque el Hurricane se pareciera al Messerschmitt, sino por la idea de que era imposible que cazas ingleses se encontraran por estos parajes.

Dieron unas vueltas encima de un gran aerodromo y pasaron rozando la torre de control a escasos metros del suelo. Cuando levantaron justo encima del techo, pudieron ver con claridad las cabezas en el interior que miraban hacia arriba.

Después sobrevolaron una columna que se alargaba en una gran carretera, forzando a los hombres a romper filas y tirarse al suelo. El oficial en la cabeza de la tropa les amenazó el puño, pero nadie dispaó contra ellos.

En cuanto a los holandeses, les reconocían bien rápido. Cada vez que los Hurris giraban por encima de una granja, toda la familia se juntaba para saludar agitando pañuelos, y saludando de alegría.

Los trabajadores en la campiña, los habitantes de los pueblos alzaban sus sombreros. Era reconfortante. Tuck esta lleno de alegría.

Tras haber mirado el reloj y el cuadrante de la gasolina, tomaron la dirección del Oeste, siguiendo la carretera nacional que debía conducirles hasta el punto de salida previsto. Aún encontraron otra columna. Arboles a cada lado de la ruta les impidieron bajar aún más... Otra vez caras que levantaban hacia ellos, gestos de amistad... Si hubieran sabido los de abajo las ganas que tenían de darle al gatillo...

-Volveremos, Fritz, volveremos. Haréis bien en despertar y viigilar el cielo, bada de idiotas...¡ Todos los días, tendréis sorpresas. Remangaos... Podéis cavar vuestros hoyos¡

Eran bellas palabras, pensamientos profundos en todo caso. Lanzó una mirada a Cowboy y encontró ka suya. A diez metros de altura, a toda velocidad, se comprendían como si estuvieran en el mess haciéndose confidencias.

Franquearon la costa sin haber sido inquietados. Aterrizaron sin haber tirado una bala.

Fue la única ocasión que Tuck tuvo jamás de encontrar al enemigo y de no haber abierto fuego.

El filo de los acontecimentos demostró que fue una misión histórica. Era el bosquejo de este tipo de operación que Sholto Douglas bautizó como Rhubarb. En efecto, el comandante en jefe contemplaba numerososas salidas de cazas aislados o por parejas por encima de la Francia ocupada cuando el techo estuviera bajo y no se pudieran realizar operaciones de gran envergadura. El informe de Tuck probó que el Muro del Atlántico tenía algunas brechas , que los radares podían ser evitados y la Luftwaffe sorprendida en el suelo ¡como todo el mundo¡.

¡Era exactamente esto lo que Sholto Douglas quería demostrar al Air Ministry¡

 

E 21 de junio de 1941, Joyce (novia de Bob Tuck; Forrester no se explaya con demasía en referencia a ella en el libro. Yo tampoco, salvo mejor opinión. N del T) estaba en su casa. Se peinaba delante de una gran espejo. La imagen que le devolvía el espejo de repente se volvió movida. Como si vibrara, sin razón. Se asustó. Pensó: Ha pasado algo a Robert.

Hubiera querido telefonear enseguida, pero se retuvo. Intentó rechazar todo el día este pensamiento. Sin lograrlo. Quso leer y las palabras le bailaban ante los ojos, desprovistas de sentido. Abrió la radio, y fue para oir:

-Uno de nuestros pilotos no ha vuelto...

Ella dijo: "Es Robert". Y tenía razón.

Había despegado al principio de la tarde, solo. Hacía un tiempo expléndido. Tuck se sentía en plena forma. Estaba encima del canal. Nada en el cielo. Hasta el momento en que las balas vinieron a alojarse en las alas y el motor¡

Un Messerschmitt 109 acaba de pasarle en tromba. Maniobró. Otro se acercaba. Le hizo frente. Desde hacía meses no había tenido la ocasión de participar en un combate cara a cara. Este muro vertical, a la derecha, era el mar. Levantó. Volvió a ser alcanzado en la izquierda. La palanca se le escapó de las manos, su brazo izquierdo sintió como una descarga elecrica. El retrovisor desapareció, recibiendo una esquirla en la frente. La cupula trasparente desapareció volatilizada.

Un tercera alemán acababa de dispararle y se aprestaba a repetir. El motor del Hurricana se apagaba. Y qué hacer sin la palanca de dirección? Logró subir un poco y, otra vez, decidió plantar cara, persuadido de que libraba su último combate. Se restañó un poco de sangre de su ojo izquierdo y trató de permanecer calmado.

Los dos cazas se dirigían uno contra el otro. La suma de ambas velocidades debía ser de más de mil km/h. Un golpe de suerte, el alemán le falló mientras que él colocaba todas su balas en el motor de Me. No le vió más.

Tuck sabía que no llegaría a la costa. Ahora el motor se apagaba del todo, se calaba...volvía a sonar. Las temperaturas subíanpeligrosamnente. Nada de radio. La velocidad caía regularmente: 220... 210... 200...

Detrás, en la cola algo golpeaba, con gran estruendo. El aceite le corrría entre las piernas. El vieto colándose en la cabina le azotaba el rostro e hinchñndole el traje. La sangre le llenaba el ojo, y`por la naríz le llegaba a la boca. La mano izquierda inerte, el brazo izquierdo dolorosamene helado... Est iba verdasderamente mal¡

Sin embargo mientras se arrastraba hacia el oeste, estaba satisfecho: dos victorias por una. Y estaba todavía vivo.

Viendo ya la costa, el alerón derecho se desprendió. Llamas surgieron a sus pies. Estaba a unos trescientos metros. Iba a tener que saltar. Otra vez la misma historia. Pero no tenía elección. Además sería más facil pues ya no tenía ni cúpula. Sería suficiente ladear el avión y dejarse deslizar.

El paracídas se abrió cuando estaba aun saliendo. La cuerdas se enredaron en sus piernas y tuvo que servirse de su brazo malo para desenredarse. Creyó que no lo lograría, pero al darle una vuelta el aire se encontró descendiendo normalmente.

Respiró, cerró los ojos, agradecía esta calma bienhechora cuando - plouf - entro en el agua¡

El mar estaba quieto y tibio. Se liberó del paracaídas, se quitó las botas e infló su dinghy. El esfuerzo por subir a bordo le agotó. Se dejó caer, con la cabeza sobre los antebrazos, le dolía todo el cuerpo pero al menos contento¡ No prestaba atención que al ligero chapoteo del fondo del dinghy. Eso duró algunos instantes. Al fin levantó la cabeza y miró su reloj. No lo olvidó nunca jamás. Eran las 2 y 11 minutos¡

El agua debía estar muy salada pues sentía picores en las manos. Miró sus palmas: grandes placas rojas, Se cordó de su lucha con los tirantes al iniciar la caída. El frotamiento le había quemado la piel.

Acabó por darse cuenta de la cantidad impresionante de agua que había en el fondo del dinghy. Localizó dos pequeños agujeros: esquierlas de obús. En un bolsillo descubrió estuche de soocorro.

Intentó doblar su brazo izquierdo. El dolor había desaparecido. Al pasarse la mano por la fente tuvo la sorpresa de retirar un trzo de vidrio.

Cerró los puños y se los metió en los bolsos intentando mitigar el dolor de ls quemaduras. Luego se estiró cara al sol y quiso dormir.

Dos horas más tarde fue salvado por un barco carbonero. Su tripulación había visto al Messer caer al mar y creían que salvaban a su piloto. Mientras que le subíana bordo, sintió el cañón de una pistola aplicado a su espalda.

-Venga, dejádlo. Ya me han disparado bastante por hoy¡

Le curaron con ron, tanto que a la llegada, se sentía en plena euforia...

Cuando Joyce le contó su "premonición", casi se enfadó. La verdad es que estaba incluso un poco confuso. No encontró nada que contestar.

-Admitirás que es extraño que hayamos mirado la hora los dos al mismo tiempo¡

-Coincidencia, gruño, pura coincidencia. No hablemos más de ello, quieres?

No hablaron más. Después semejante concidencia no se reprodujo nunca más.

 

Poco tiempo después, Tuck se vió separado de sus camaradas de combate y de Joyce. En efecto, el Vice Mariscal del Aire Richard Saul envió al piloto en misión a los EEUU. Con otros cinco ases de la cazas, entre ellos "Sailor" Malan, él estaba encargado de prepara en el combate aéreo a los piltos americanos que estaban esperando entrar en guerra de una semana a la otra.

La misión, sus conferencias y ejercicios prácticos lograron un éxito pleno.

 

 

(Fin del capº 12. El próximo, que leí previamente anoche, es de verdad el que más me ha gustado de todos. Mañana os lo traduciré, y esperaré vuestros siempres esperados comentarios)

 

Saludos

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Buenasss

 

(Apurando. Ya falta menos.

Lo dejamos al acabar la trifulca con Bader (Por cierto Eomer, te he despertado así los deseos de leer la biografía de Bader? Es un buen libro. Acabo de comprobar que hay 1 ejemplar al precio de 2,40€... Yo le tengo ése mismo libro, argentino; Emecé Eds. de 1961. 416 pags. 17x11. Ya me dirás lo que te "soplan" por el tuyo...

Sigo con Tuck. Empieza el capº 12, con nuevas tareas para el inglés. Siempre interesantes)

 

 

 

Lo he encargado en http://www.costallibreter.cat/Sources/GestioLlibres.aspx?Idioma=ES&CR=No Tardará entre 8 y 10 días y me han pedido 20€ más gastos de envio. Lo encontré a través de http://www.iberlibro.com/

 

Ahora una pequeña reflexión. Tengo un documental de hace veinte años, en el que se ve a un as de RAF, Jhonny Jhonson quejarse sobre el escaso armamento del Spitfire Mark I y II durante la Batalla de Inglaterra. Decia este hombre que había que acercarse mucho al avión enemigo para inflingir daños de cierta consideración con las ocho ametralladoras de 7.8mm. Contrasta con la postura de Douglas Bader. Ignoraba que dotar a las versiones más modernas del Spitfire Mark V y siguientes con los cañones Hispano de 20mm. hubiera generado tanta controversia entre los pilotos.

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